Por Iñaki Urdanibia

Bastante se ha escrito sobre la implantación del cristianismo y la imposición, vía el emperador romano Constantino y su pía madre, allá por el siglo IV, como religión oficial del imperio romano, y las adecuaciones posteriores. Me vienen a la mente un par de obras, o tres, dignas de mención: El nacimiento del Cristianismo de José María Blázquez Martínez, editado en Síntesis en 1990, Quand notre monde est devenu chrétien (312-394) de Paul Veyne (Albin Michel, 2007) o La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico de Catherine Nixen (Taurus, 2018); me limito a las que tengo a mano; https://archivo.kaosenlared.net/la-implantacion-violenta-del-fanatismo-cristiano/.

Ahora ve la luz, una obra, editada por Crítica, de Peter Heather (Irlanda del Norte, 1960) con significativo título, «Cristiandad. El triunfo de una religión» que hace pensar en aquello de que el tamaño sí importa, y lo digo ya que el volumen roza las mil páginas. El libro se mantiene dentro de los límites del equilibrio sin caer en posturas hagiográficas, tratando de presentar las causas y la capacidad adaptativa que condujeron al cristianismo a convertirse en la religión predominante de Europa; señalo lo anterior ya que el historiador y profesor, especialista de la época romana, no se priva a la hora de señalar que no comulga con religión alguna, y más en concreto, nada tiene que ver con la religión de la que habla a no ser que sea para tomarla como objeto de estudio.

La mirada abarca desde el nacimiento allá por Palestina (¡ay humanidad!) en el siglo IV antes de la era común, una nueva religión como escisión de la que imperaba por aquellas tierras de dios: el judaísmo. Incide Heather en que en mil años tal nueva creencia era la moneda al uso entre los gobernantes, cristianos, que ampliaban el eco de sus creencias, convertidas en oficiales, extendiéndose al campo de la cultura y de la sociedad bajo su dominio. No fue un camino rápido sino que proceso duró su tiempo y su asentamiento tuvo sus dificultades y no pocos obstáculos y precisamente si no fue un camino de rosas, como señala el historiador, nada hace pensar tampoco que su implantación fuese inevitable. Su lucha por dominar le hacía vérselas con otras creencias religiosas y con sus enemigos en sus propias filas, los considerados herejes. Tras los tiempos de gloria, la caída del imperio romano, hizo que tal religión se viese al borde de la desaparición hasta la asombrosa revolución del siglo XI y posteriores.

La historia abarcada por la obra se inicia con la conversión de Constantino al cristianismo, los terratenientes se convirtieron igualmente con rapidez mas quedaba por cristianizar a las masas de campesinos para lo que se hubieron de poner en marcha algunas estructuras institucionales con el fin de que la nueva religión alcanzara a tales capas; la necesidad de construir lugares de culto que facilitasen el acceso de los campesinos a los ritos y celebraciones cristianos… las iglesias, construidas al por mayor, hubieron de esperar hasta el siglo X y XII. No bastaba, no obstante, con estas construcciones sino que resultaba necesaria una cierta reglamentación que facilitase la ampliación geográfica de la buena nueva, para lo que no bastaba con las normas que dictaban los funcionarios eclesiales, sino que el recurso a la fuerza se hizo necesario para ir ampliando el eco e implantación del cristianismo, desde el norte hasta el sur, y del este al oeste, se implantó una religión única. En dicha tarea, tiempos después, jugó un papel de importancia la puesta en marcha de la Inquisición y sus hogueras y tormentos, en especial en el suroeste de Francia y en España. En otros lares, como Gran Bretaña, a mediados del siglo XIII, documentos lo avalan, altos jerarcas eclesiásticos iban de pueblo en pueblo para comprobar in situ si se cumplían las reglas entre la población, y aquellos que no cumplían como es debido se les castigaba, exponiéndolos a la humillación pública; los incumplimientos en el terreno matrimonial que ya estaba organizado y convertido en sacramento reglaban las relaciones sexuales y quienes no cumplía con dicha reglamentación recibía azotes en la iglesia o en la plaza pública ante los fieles. Todo ello conllevaba la extensión de la delación, que quedaba convertida en obligación para los creyentes.

Antes de dichos tiempos hubo intentos de volver al paganismo, como el protagonizado por un pariente de Constantino, Julio Nepote, que no pudo llevar a cabo su labor debido de manera especial a qu falleció con rapidez. Los sucesores de Constantino en el mando imperial cubrieron una época de cien años, de los cuales solamente dos fueron los que correspondieron al nombrado Julio. Constantino había comenzado a crear doctrina unitaria, reglas en consonancia para tal fin fue la finalidad del concilio de Nicea, convocado por él mismo, más tarde vendría el concilio de Letrán que ataría más cabos en lo que hace a ordenar los aspectos doctrinales así como rituales del cristianismo imperante. Se puede ver, por otra parte, los riesgos que corría la religión oficial al verse cercada por las conquistas islámicas, que suponían cierto arrinconamiento de los cristianos, que mantenían amplia presencia en las orillas del Mediterráneo, en el norte de África, Siria, Palestina…era en esas zonas en las que habitaban los pensadores cristianos de comienzos del siglo VII, mas la conquista islámica hizo, después de 150 años, que muchos componentes de las élites de dichas zonas se convirtieran al Islam, tiempo en que reinaba el emperador Julio, lo que demuestra que todavía podía darse una variación de rumbo y una vuelta al paganismo. No cabe duda de que si no fue así fue, al decir de los jerarcas de la iglesia, fue debido a la intervención de la mano de Dios que confirmaba así la verdad del mensaje cristiano, el único verdadero.

Seguir con detalle las historias que presenta el libro, entrando en todos los recovecos y desvíos por los que avanza la historia, resulta tarea realmente difícil; ello me lleva a tratar de dar unas pinceladas enfatizando en las fases principales de la génesis y desarrollo de la implantación del cristianismo.

Si el recorrido, como queda dicho, comienza con Constantino, quien se abrió paso atravesando los Andes, emulando así la hazaña de Aníbal, Tal victoria fue considerada como obra de la mano de Dios, que el emperador decía que se le había aparecido con una inscripción que decía: con éste vencerás. Tal fue la señal de salida para que el emperador decidiese poner en marcha la nueva religión. Uno de los pasos fundamentales supuso el concilio de Nicea, por él convocado, con el propósito fundamental de luchar contra la herejía de Arrio, que subrayaba de manera excesiva la dependencia de Cristo con respecto al Padre. Este concilio supuso un cierre de filas que hasta entonces no había funcionado, al darse una convivencia plural de diferentes opiniones, con lo que se puso fin a la tolerancia recurriendo a unas posiciones más inflexibles y rígidas. En la extensión de tales ideas y normas, jugó un papel esencial el Estado que, encabezado por el emperador, inició la tarea de aprehender cierto utillaje de la filosofía clásica y de luchar contra el paganismo hasta entonces reinante. Tal apuesta supuso la romanización de la cristiandad, lo que se traducía en la conversión de la religión cristiana, en los siglos IV y V, en religión de Estado. Inicialmente destaca el aislamiento y dispersión que se daba entre diferentes comunidades de campesinos creyentes, siendo entre los terratenientes donde caló hondo y con rapidez el mensaje cristiano…surgía la necesidad de crear un discurso unificado que sirviese para cohesionar a los creyentes romanos.

Con la caída del imperio romano, llegó la zozobra del cristianismo ya que se perdió la fuerza institucional coercitiva del imperio. En tal situación se abría un campo en el que abundaba un cierto sincretismo que hacía que en cada comunidad se diese una hibridación de diferentes creencias. En el primer tercio del siglo V, más en concreto en 439, la coalición vándalo-alana venció a las tropas romanas en distintos enclaves, a lo que ha de sumarse, en el siglo VII, la explosión del mundo árabe, que se traducía en el auge del islam, que se apoderó de casi todo el imperio romano de Oriente, al tiempo que ante tal perspectiva los gobernantes de Constantinopla se apoyaron en algunos versículos del Antiguo Testamento, erigiéndose en caudillos del nuevo Pueblo Elegido, afirmando que con ellos se abría el triunfo final que culminaría en el fin de los tiempos. En este impasse, se dio la conversión de los anglosajones coincidiendo con el viaje de Agustín en 597 que fue culminada con el bautismo de los últimos gobernantes en la isla de Wight en 681. No fue el único caso de ampliación, ya que entre finales del siglo V y principios del VIII, un conjunto de misiones ejercieron su fructífera labor en el noroeste europeo. Esto se plasmó en la cristianización de Irlanda, de parte de Inglaterra, partes de Escocia y los Países Bajos (a la sazón Frisia), zonas del oeste de Alemania, al tiempo que los misioneros anglosajones llevaron la fe al otro lado del canal de la Mancha y el mar del Norte. Las explicaciones que estos difundían parecían más coherentes y explicativas que otras creencias, a la vez que contaba con la fuerza y el prestigio de reyes y la élite de gentes de armas, que daban a entender que sus armas contaban con el apoyo de Dios. Las comunidades agrícolas habían heredado de los tiempos del dominio romano, la influencia de los líderes locales y el poder de los obispos, que eran quienes poseían el monopolio del aplicar el bautismo y la predicación, el monopolio de la palabra de estos hacía que se evitasen las desviaciones de su doctrina y de una fe de la que ellos eran el firme baluarte frente a los adversarios… su poder y sus construcciones de culto se dieron en especial en parte de las Galia, Italia y España. El poder de los obispos no podía llegar a todos los rincones del campo, lo que hizo que las incipientes fundaciones monásticas cobrasen una potente importancia que con el paso de los años aumentaría exponencialmente. Estas cubrieron la tarea, juzgada necesaria, de unificar las creencias creando un sistema religioso realmente coherente, lo que trajo la proclamación de dogmas (algunos como la Trinidad ya dispuesto en tiempos anteriores) y estrictas disposiciones con respecto al comportamiento de los fieles.

Un nuevo impulso tomó la religión cristiana con el Sacro Imperio Románico Germánico, que supuso un liderazgo religioso más coherente entre el año 800 y el fin del imperio. Carlomagno y sus eruditos sentaron las bases de una nueva manera de institucionalizar los conocimientos cristianos. Alguna empresa de conversión forzosa fue llevada a cabo por Carlomagno que supuso la extensión de dichas creencias, que en algunos casos no tenían como eje lo meramente religioso sino el prestigio, la fuerza y el parapeto que pertenecer a dicho credo suponía de cara a otros competidores en los que hacía a propiedad de tierras, y otros asuntos nada celestiales, como el ascenso social y en la escala del prestigio.

Las páginas avanzan y, obviamente, las informaciones también, y así se visita un nuevo cristianismo medieval, a mediados del siglo XI, inspirándose en el derecho romano, utilizándolo a gusto, se otorgó poderes jurídicos a la Iglesia y en su cabeza a los papas, que comenzaron a trazar las líneas maestras de la devoción cristiana, muchas de cuyas prescripciones perduraron hasta la actualidad, entre otros credos sacramentales el de la presencia real de Cristo en la Eucaristía

Tras los tiempos de inestabilidad y zozobras fueron varios los factores que supusieron un revival triunfal que se basó en varios instrumentos como la centralización del poder espiritual, y también en cierta medida terrenal, en la figura del papa que era la autoridad central de donde emanaba la palabra justa, se ha de sumar a ello la esfera sacramental que quedó explicitada en el IV concilio de Letrán con los siete sacramentos: el bautismo, la confirmación, la ordenación sacerdotal, el matrimonio, la confesión, la eucaristía y la extremaunción; en tal concilio se puso en marcha igualmente, entre el siglo X y XI, la obediencia debida a lo que dictase el papa, lo que fue aceptado de manera amplia por los terratenientes, con la labor de los clérigos que establecían sus penitencias, la imposición del ayuno y la peregrinación como formas de pagar los pecados cometidos. En aquellos tiempos florecieron las procesiones que exhibía reliquias con el fin de obtener fondos para la construcción de pilas bautismales y la edificación de campanarios. No se puede obviar la huella árabe en el acto de rescatar la filosofía griega y la ciencia, que no se conformaron con tomarla sino que las desarrollaron. El intercambio con ellos se dio en formas diversas como el mercantil, sin obviar la lucha contra ellos como muestra la Reconquista y las cruzadas para recuperar (?) los lugares santos. Fueron tiempos en los que surgieron las primeras universidades: Oxford, París, Bolonia… en las que el estudio de la Biblia ocupaba un papel central. Capítulo aparte merece el nacimiento formal de diferentes órdenes religiosa como los franciscanos, clarisas y dominicos….sin faltar algunas escisiones como fue el caso que se dio en el seno de los primeros nombrados, con la peña de los fratelli, cuya radicalidad les llevó a ser excomulgados por Bonifacio VIII, bajo la acusación de herejía. Estas órdenes extendieron el credo cristiano por amplias franjas de los cristianos latinos que acogieron las enseñanzas de los monjes. La unidad lograda por la autoridad papal se afianzó en constante lucha contra las desviaciones consideradas heréticas, ejemplo destacado fue la cruzada albigense contra los cátaros en el Languedoc, y… para colmo de colmillos, la Inquisición, puesta en marcha, y fuego, a finales del siglo XII e inicios del XIII. En los años posteriores en la medida en que se relajaba o desaparecía la corrección también descendía la devoción.

No cabe duda de que el libro es una mina de datos, fechas, y… rigor exhaustivos.