Por Iñaki Urdanibia

Hay zonas geográficas y culturales que situadas en contacto fronterizo hacen que unas veces sea dominadas por unos y otras por otros, en un entre dos continuo de variaciones en el dominio. En el caso que nos ocupa, somos llevados, allá por el Mar Egeo, a una pequeña población «Aivalí. Una historia de griegos y turcos en 1922» por Soloúp, nombre con el que firma Andonis Licolópulos (Atenas, 1966), en una novela gráfica editada por Ediciones de Oriente y del Mediterráneo en su colección Azulejos.

El centro de gravedad se sitúa tras la guerra que enfrentó a griegos y turcos en una guerra entre 1919 y 1922. La victoria fue de los turcos y el ejército victorioso expulsó a los griegos, cuya religión mayoritaria era la cristiana ortodoxa, trasladando a nuevos habitantes, turcos y musulmanes, desde Asia Menor. El Tratado de Lausana, en 1923, supuso la consagración del intercambio: dos millones de personas deportadas, de las cuales un millón de griegos ortodoxos de Asia Menor a Grecia y en torno a 500.000 turcos de Grecia a Asia Menor. Se puede cambiar de poblaciones mas lo que se resiste a los cambios, aun mediando decretos legales, es el que las lenguas desaparezcan y la toponimia no dé cuenta del pasado.

Varias historias son dibujadas y narradas (Seibékico, Fotis, Fuga, Hasanakis y Kiorógun) y por medio de ellas se nos entregan las claves para penetrar en el rompecabezas de la zona; tres griegos y un turco toman la palabra relatándonos sus vivencias y los recuerdos de sus familias y paisanos: Fotis Kontoglou, Ilías Venezis y Ahmet Yorulmaz, los dos primeros griegos y el último turco. Un hombre griego toma el ferry que lleva de Mitelene a la población que da nombre al libro y allá visita la población y ve las casas, los nombres y algunas palabras que le recuerdan su ninguna con acentos cretenses. Le siguen los recuerdos familiares inspiradas en el escritor Ilías Venesis-Moliviati, cuya hermana puso en peligro su propia vida con el fin de salvarle de la represión turca; quiso el azar que la joven se encontrase a un oficial turco que halló un parecido enorme entre ésta y su desaparecida hermana Agapi-Zehra, con lo que trató de ayudarle en todo lo que pudo. A continuación conocemos las peripecias de un joven musulmán cretense, Hassan, que huye buscando una nueva vida para lo que traba en diferentes oficios, entre otros en una imprenta cuyos propietarios le tratan como un hijo, hasta que el joven es contratado por una muer rica y cristiana, ampliándose el contrato comercial a la esfera afectiva. Vemos también el encuentro de un visitante griego con una familia turca, despertándose los demonios y los lazos que les atan al pasado, viéndose que la versión que se impone es que los malos siempre son los otros mientras que los unos son un dechado de virtudes, y si los otros y sus defectos no existen se inventan y punto. Asistimos al desmadre del carnaval y a los regateos propios de los mercadillos del lugar, en el que existen dos mundos, dos memorias que han cohabitado en las mismas casas, que conservan los recuerdos y la lengua de los anteriores habitantes.

Los relatos dan cuenta del problema de los fugitivos, de los exiliados y refugiados, de las expulsiones a la fuerza y los desesperados intentos por permanecer en le tierra que a uno, y a sus antepasados, les ha visto nacer, aspectos que son trasladables a otras situaciones de la rabiosa actualidad, en medio de millones de tragedias; el lugar ha servido, y sirve hoy en día, al tránsito de no pocos seres humanos que huyen del hambre, las guerras y la persecución (alrededor de cincuenta mil personas diseminadas por las islas griegas en la actualidad), y… ciudades vacías, con animales enloquecidos, y la represión brutal que prohibía la huida a no ser la reglamentada por los nuevos señores en los barcos que en unos casos debía dirigirse directamente a Atenas o a Asia Menor.

La escena de una encarnizada lucha entre un gato y una serpiente sirve de metáfora de las enfrentadas relaciones entre griegos y turcos.

Las descripciones de la geografía de la zona y sus paisajes completan las imágenes, en un blanco y negro austeros, que aun valiendo más que las palabras, se dejan acompañar a las mil maravillas por las de los personajes, por el álbum familiar de fotografías que consta el final y las biografías de algunos de los personajes fundamentales de las historias narradas, y un glosario que desvela el significado de algunos términos locales utilizados de comidas, bebidas y demás.