Archive for marzo, 2024


Por Iñaki Urdanibia

El desplazamiento del último libro del escritor toledano, no quita para que el escenario y los protagonistas sigan siendo, en cierto sentido, los mismos: los olvidados, los abandonados, los desatendidos; añadiré, por otra parte, que en esta ocasión su mirada y recuerdos retroceden a sus años de la infancia y juventud, poniendo el acento en diferentes personajes que pueblan la geografía que sirve de escenario a sus flashes; si en la anterior entrega eran dieciséis entradas y el epílogo, en esta ocasión son treinta los capítulos que nos son presentados en su «Maquila».

Rafael Cabanillas Saldaña se explica: «En este libro, además de traer el recuerdo de este hombre sin nombre afilador de cuchillos, quería bajar de la sierra al llano.Traerme al “anchurón cósmico”, el barbecho de tierra roja, las rastrojeras amarillas, Las cebadas de primavera, las perdices, las avutardas, las palomas zuritas y las torreras. Mi infancia. Las cebadas de la primavera de mi infancia. Describir esos chozos del llano. Esa estepa donde el polvo del viento solano, unido al calor tórrido y a la calima, vuelven loco a cualquier ser humano. Incluyendo a Don Quijote».

Se ha solido afirmar que los grandes escritores siempre lo hacen sobre el mismo tema; en lo que respecta al autor del que hablo, en lo que alcanzo, podría decirse lo mismo; el arte y la habilidad consiste en dar cabida a nuevas historias. Ya desde los inicios del libro, tras haber expuesto los motivos y finalidades por las que escribe, quedando claro como ya se veía en sus anteriores libros que no adopta Cabanillas la función del distante notario que levanta acta, sino que se implica, se posiciona, se pringa con los de abajo y con el respeto a la naturaleza; como digo, ya desde el inicio, comienzan a asomar personajes con sus singularidades, además de una premonitoria garza, un corzo espabilado, un perro carea, Tizones, cabras y los insectos a la suya, conocemos también a un zahorí que además adivina el sexo de los seres que las mujeres embarazadas llevan en su interior, e incide en que «uno de los actos más hermosos del ser humano es poner nombre a lo que le rodea. Los valles y los montes, los animales y las personas; de alguna otra herencia se habla en la que, casualidades de la vida, juega un papel infame un cura que, desde luego, no sigue el ejemplo de quien se decía que decía que no tenía donde posar la cabeza como los pajarillos del campo. Sacando fuera sus miedos y alegrías: Valdelobos, Robledo, Hermoso, Alba, Candela, Corpus, Efraín, Guadalupe, Matea… y el escritor se zambulle en una sucesión de bautizos de lugares, personajes e historias. La tía Amalia y el tío Justo, Amancio…; ofreciéndose a través de ellos algunos hábitos y la importancia de la tradición, o lecciones acerca de la conveniencia de esperar estoicamente a la muerte, y de cómo afrontar la vida, pegados a la naturaleza; «de los muchos errores de la existencia humana… es que la vida del hombre que se cree el rey y el amo del universo, no vaya acompasada con la naturaleza». Y en la medida en que el libro se despliega y las hojas van pasando iremos conociendo al molinero, al abuelo Maquila y a sus herederos que nada quieren saber de herencias, ya que esta en vez de beneficios solamente les va a suponer gastos y problemas; al final el narrador consigue que todos firmen la cesión de la parte que les corresponde, empresa dificultosa donde las haya ya que muchos de ellos viven fuera del lugar, desperdigados, y no responden a las misivas del interesado. No está de sobra el señalar que hablando de narrador, no hay uno solamente sino que las voces son prestadas al abuelo Maquila, al tío Justo, a la madre, Lucía, de quien con el paso del tiempo pondrá en marcha el molino.

Se da cuenta de las fuentes de las que se consigue el agua, y el cabreo es mayúsculo ya que los dueños del cotarro se apropian de muchas de ellas con lo que dejan sin agua a los paisanos; no es menor tampoco el problema de los límites de las parcelas y las propuestas desde la administración para que se dé una concentración. El libro avanza y las historias familiares se van asomando, trazando un árbol genealógico con sus ramificaciones y sus historias… y las lecciones, no ya de molinología – suministradas por algunos familiares a quien se ha puesto manos a la obra para reconstruirlo ante el pasmo de los paisanos que le consideran un verdadero zumbao -, sino también sobre la relación con la naturaleza, con los animales, con especial atención a los perros y los abandonos de algunos desalmados, con una propuesta de acompasamiento entre el hombre y la naturaleza para que todo no se vaya al carajo. Nosotros, los humanos, nos iremos mientras la naturaleza permanecerá… hay que cuidarla como a nuestra madre que nos alimenta, etc. Se ha de buscar la armonía entre ambos, es la lección que es dada y que planea por las páginas.

Desirèe fue un amor que le abandonó provocándole un dolor que perduró, resistiendo el paso del tiempo, y conocemos también sus tiempos de estudiante y el posterior trabajo de bibliotecario en la capital del reino. Al igual que nos es contada la estrecha relación con su madre, que está sumida en una honda enfermedad y una gran depresión tras el abandono del marido y padre, Edilio… es la música y los libros lo que le ayuda, con la compañía del hijo, a capear el temporal mental. Y nos es contada la vida mutilada a causa de la guerra civil, que hace que la víctima de las heridas ha de buscarse la vida con diferentes trabajos, atendiendo una portería, logrando un trabajo en la fábrica de Barreiros, y, más tarde, en la RENFE… son las historias que se enroscan… y conocemos las infames condiciones de vida en un chozo…En la sierra volvemos a constatar el poder de los dueños de las fincas, a veces respondiendo a nombre extraños al lugar, y las partidas de caza a las que acuden lo más granado del país, con la presencia del mismísimo caudillo, Francisco Franco Bahamonde… al que le ponían las presas a huevo, como le ponían los cachalotes en aguas del Cantábrico cuando salía a navegar por las cercanías de la Bella Easo veraniega

Por las páginas vuelan quetzales, cucos, alondras, milanos, avutardas, y otras aves – algunas ligadas a visiones míticas – que han ido desapareciendo de los cielos, lo que da cuenta del empeoramiento del medio natural, debido a las tropelías humanas, y por medio van quedando salpicadas diferentes lecciones impartidas en las largas conversaciones del tío Justo con su joven protagonista, Manuel, acerca de la figura de Gandhi y su ejemplar frugalidad, y de la primacía que habitualmente se otorga a la hora de valorar el tener, muestra del más absoluto de los consumismo, y la falacia del tan manido progreso que lleva a dudar acerca de que la evolución lo haya hecho en el sentido debido, a mejor… y en las historias van quedando desveladas las condiciones infames impuestas por las hipotecas legisladas por los ministerios, que convierten el derecho a la vivienda en un problema peliagudo, y otros, como las experiencias narradas por su madre sobre su trabajo de bordadora en la trastienda de una tienda de espectaculares escaparates… a la vez que se ofrecen invitaciones a acabar con el racismo y la xenofobia que se dan con respecto a los inmigrantes, con las falsedades acerca de que vienen a robarnos el trabajo y otras malévolas leyendas que sobre ellos se difunden. Y la vida pasa y los seres queridos van desapareciendo quedando solamente su recuerdo y las historias contadas.

La mirada crítica de Rafael Cabanillas Saldaña brilla por su abierta presencia, ampliando el foco a diversos aspectos de las precarias situaciones impuestas por los poderosos; esto hace que no me extienda más y que haya recurrido a una veloz enumeración que podría ampliarse… pero el que quiera conocer más detalles, puede comprar esta, y las otras obras que he comentado del autor, editadas primorosamente por Editorial Cuarto Centenario.

Por Iñaki Urdanibia

Pueblos y lugares, que no salen ni en los mapas, son el territorio al que nos lleva Rafael Cabanillas Saldaña (Carpio de Tajo, Toledo, 1959); lugares, y sus habitantes, dejados de la mano de Dios y de los poderes públicos. Si antes fueron Quercus y Enjambre, de los que dí cuenta en esta misma red*, con la entrega de la que ahora hablo concluye su trilogía En la raya del infinito con su «Valhondo».

El posicionamiento del escritor es claro hasta el deslumbre: se sitúa del lado de los olvidados, de quienes son ignorados y ninguneados como si no existiesen (para dar voz a los sin voz. A los nadies de la sierra. A todos los nadie), y lo hace demostrando que domina el terreno que pisa, no solo en lo que hace a la topografía de los pueblitos, bosques y montañas, sino que amplía su dominio a la flora y fauna de tales lares, lo que queda reflejado en el amplio léxico utilizado, no olvida, faltaría más, a los sufridos paisanos de aquellos pagos, que son retratados en los aspectos relacionados con su vida, individual y colectiva, sus ocupaciones y sus relaciones, quedando reflejados hasta en el campo del habla. No hace falta ni decirlo, pero en algunas ocasiones, ciertas circunstancias y personajes, aparecen en las entregas anteriores, como es natural.

En la presente ocasión, vemos a un maestro que con sus veinte añitos es destinado al pueblito que da nombre al libro; al nuevo maestro le han precedido varios/as que no duraron mucho en el lugar ya que la dureza de las condiciones de trabajo, y de todo lo demás, se les atragantaba a las primeras de cambio… las diferencias entre las comodidades de la ciudad y la dureza de la vida en el campo, un abismo. El pueblo no tiene plaza y los nombres de las calles no son muy imaginativos sino que responden a algunas características relacionadas con su ubicación y dimensión. El ágora del lugar es la fuente a la que los vecinos han de acudir para coger el agua para su higiene personal, para cocinar, etc., ya que en el pueblito no hay agua en las casa a no ser en la del maestro. Allá se encuentran y charlan al igual que en la tasca del pueblo y en el negocio de Milagros, quien milagrosamente tiene de todo y de todo se ocupa: amén de los productos de alimentación, productos para el hogar, al tiempo que sucursal bancaria y teléfono, él único del pueblo. En maestro solo a cargo de más de veinte alumnos, en una escuela unitaria en la que conviven niños de cuatro años con niñas de catorce. Escuela que sirve para acoger funerales, bodas, bautizos, comuniones y otros menesteres nada pedagógicos. Por cierto, los alumnos han de salir de clase para hacer sus necesidades en el campo, hasta que después de diferentes peticiones al ministerio, que no sabe, no responde, optan por construir uno retretes, con la ayuda de Milagros…ya que ella hace su agosto con la venta de libros y otros materiales escolares, le es solicitada su colaboración en dicha obra, cosa que acepta.

A la llegada, e maestro Rafael, es recibido por el locuaz alcalde, el señor Prudencio, que le guía por el pueblo, presentándole a algunos vecinos y explicándole algunas cuestiones relacionadas con el trato: el don no se usa con cualquiera y el señor tampoco. El señor Prudencio le enseña su Barbería, al tiempo que le presenta quien acaba siendo la mujer, Encarna, que le va a preparar la comida. A la vez que avanzan las páginas vamos conociendo a otros personajes, a sus relaciones y costumbres. Veremos igualmente el dominio de los dueños y administradores de las fincas, y sus imposiciones hacia sus empleados a los que no miran ni a la cara. Por allá andan vigilantes los guardas, que persiguen a los furtivos, que existen no como oficio sino como necesidad de supervivencia, denunciándolos a la benemérita. En tiempos de caza, tras la subasta de rigor, el lugar se llena de señoritos y otros notables venidos de distintas ciudades; los del pueblo ejerciendo labores de ayuda.

Los habitantes se dedican al pastoreo, hay también mieleros, corcheros que llegan cuando llega el momento, del mismo modo que los forestales, rehaleros, leñadores… e ICONA que para los habitantes del lugar es una pura entelequia, del mismo modo que otras instituciones de la administración que no conocen el terreno, proponiendo medidas acerca de los límites, por ejemplo, de imposible aplicación.

El profesor, tiene novia con la que mantiene contacto telefónico, que hace que las clientas de la tienda donde está el único teléfono de la población se enteren de lo que se habla, lo que supone que la visita de la novia, Amparo, sea conocida no solamente por el maestro, obviamente, sino por todo dios. Llegado el momento de la visita de Amparo, ésta es tratada con respeto y cariño, como si la conocieran de toda la vida, reflejo de la buena valoración que tenían con respecto al maestro que además de a la enseñanza se dedicaba a otras cuestiones, mediando en las disputas vecinales, suplicando para evitar castigos a algunos que habían delinquido, etc.

Todo lo que presenta el libro, de lo que bastante he dicho ya, quedaría cojo si no me refiriera a un par de cuestiones que juzgo de importancia: por una parte, hay algunas cuestiones de índole familiar, una relación de dos hermanos, y la mujer de uno de ellos y la hija, Juani, que resulta un tanto díscola, las malas compañías, y que de la noche a la mañana desaparece creando gran angustia en el pueblo, y si lo señalo es debido a que uno de los hermanos, Ezequiel, tendrá una bronca bestial con un venenoso personaje, Malinvierno, al que se conoce como Malinfierno por su agrio carácter y que destaca en las discusiones en la taberna por llevar la contraria a todo dios y en todo momento; sus habilidades en la imitación de los gritos de los animales son increíbles por lo que se le contrata cuando llega el momento de la caza, llegando a convertirse en guarda de una finca, mostrando ahí su verdadero carácter de veneración por los propietarios y la férrea defensa de sus intereses y el odio hacia sus semejantes, lo que hace que deje ver, de raza le viene al galgo, su tendencia a la delación y a la crueldad… Mas, por ahí no seguiré, aun sabiendo que todo el mundo sabe que la paciencia tiene un límite y que las cosas se hinchan hasta estallar. Si Rafael había mediado, como digo, en diferentes asuntos e intercedido para evitar el castigo a algunos paisanos, en esta ocasión la asamblea del pueblo, con el fin de tratar de pacificar los ánimos, va a alcanzar unos niveles de violencia, tensión y crueldad, que van a resultar decisivos a la hora, por parte del maestro, para permanecer en su puesto o marcharse.

Si he señalado dos cuestiones, la segunda, la dejo para el final, si bien es uno de los aspectos realmente cautivante del libro y de la vocación del maestro Rafael. Este es un ferviente admirador de los presupuestos pedagógicos de Lev Tolstói y su escuela de Yasnaia Poliana. En su tarea va a seguir dicho método, recurriendo a la cooperación, a la unión entre aprendizaje y práctica, sacando así a los alumnos del aula para en el monte buscar fósiles, yerbas, etc. con el fin de catalogarlos en los cuadernos que ha repartido a cada alumno… la cultura se amplía, por otra parte, al organizar sesiones de cine para el pueblo, dándose a conocer las películas proyectadas al igual que conocemos algunas de las lecturas realizadas, asomando algunos poetas como apoyo al compromiso mostrado. Es tal la admiración que Rafael muestra por el ideario de la escuela tolstóiana que con cada paso que da imagina al tiempo qué diría el escritor ruso, como pidiéndole el visto bueno.

El volumen, y con él la trilogía, concluye con un Epílogo en el que se muestran algunas cartas recibidas por el maestro, para recordar los tiempos en que ejerció su magisterio en Valhondo y el agradecimiento por prestar su voz a los sin voz del lugar, y por extensión de otros lugares vacíos, abandonados, etc.

¡Así Rafael Cabanillas Saldaña!

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( * ) Estas son las recensiones dedicadas a las dos primeras entregas de la trilogía:

https://archivo.kaosenlared.net/abel-mejia-un-emboscado/                            6 de agosto 2021

https://kaosenlared.net/sierra-de-altamira/                                                              8 de noviembre de 2021