Por Iñaki Urdanibia.

Retrato en primera persona de aquellos años de ebullición revolucionaria, realizado por una mujer americana que se implicó desde los primeros momentos de la lucha de los argelinos por su liberación.

«Los católicos van al Vaticano, los musulmanes van a la Meca y los revolucionarios van a Argel»

(Amilcar Cabral)

La capital magrebí se convirtió en aquellos tiempos en Argel la roja, allá acudían de todos los rincones del mundo los revolucionarios y todos aquellos que luchaban por la emancipación de los seres humanos. La ciudad que era desde julio de 1962 la capital de un país libre, que había vencido al imperio francés, se convirtió en capital de los países no alineados y faro del socialismo tercermundista y tierra de acogida y de esperanza de Nelson Mandela, el Che, Yaser Arafat, de los luchadores anti-imperialistas de Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Vietnam… por allá anduvieron los líderes de los Black Panters, guerrilleros latinoamericanos y aquella tierras se convirtieron en asilo para no pocos antifranquistas, antisalazaristas portugueses, brasileños, tunecinos… La visita a la capital era cita obligada, y aquella localidad mediterránea, ciudad blanca, se convirtió en una fiesta de sueños y esperanzas: la banda sonora la ponían, Nina Simone, Archie Shepp y Miriam Makeba que grabaron en los estudios de aquella capital algunos de sus más célebres y celebrados himnos.

Elaine Klein, de nacimiento, y más tarde conocida como Eliane Mokhtefi (Nueva York, Hempdstead, 1928 – el apellido lo adoptó al casarse con un argelino, escritor y miembro del ELN, Ejército de Liberación Nacional) -, nacida en una familia judía mostró desde joven una perentoria necesidad de comprometerse, en su país de los tiempos de McCarthy, en la movida mundialista, y de acudir allá donde veía movimientos populares en auge, así recién cumplida la veintena se plantó en la capital del Sena, contactando con otros mundialistas entre los que se contaba el célebre abbé Pierre, en la mente de la joven la ville lumière era la representación de la llama revolucionaria, mas si París había sido escenario de luchas y barricadas, en los tiempos en los que ella llegaba, tras una larga navegación, catorce días, en un barquito de bandera holandesa, le desencantó al ver a una población derrotada con el peso del pasado de no pocos colaboradores, desánimo aumentado al constatar que los lemas de la revolución no eran sino papel mojado o bellas palabras para ser inscritas en letras doradas en los frontispicios de las instituciones republicanas… «la célebre divisa – Libertad, Igualdad, Fraternidad – estaba de capa caída. El colonialismo y el racismo se me aparecieron como los dos pilares del poder y de la supremacía. ¡Qué golpe bajo!», lo que no quita para que viviera la noche parisina con sus colegas de la facultad de Bellas Artes. [De esos años parisinos de posguerra entrega la dama una retrato ciertamente personal y vivido a pie de calle al tiempo que se detiene en las distintas ocupaciones a las que hubo de recurrir para buscarse la vida, en especial las dedicadas a las labores de traducción que le hicieron participar en numerosos congresos y conferencias internacionales, sorteando las exigencias del certificado de buen comportamiento que imponía el gobierno de Einsenhower]; a ella le tocó vivir y conocer, el momento en que se comenzaron a escuchar los primeros disparos argelinos, y la cerrazón de los gobernantes franceses, François Mitterrand era a la sazón ministro del interior, que se mantenían en sus trece, colonialistas, al declarar que Argelia era una provincia francesamás y que cualquier negociación con los rebeldes no era sino una simple traición y suponía la guerra; el conocimiento de las infames condiciones de vida que padecían los trabajadores argelinos hacinados en el barrio, de mucha población norafricana, en el que estaba el hotel en el que ella se afincó inicialmente, rue Saint-André-des-Arts, sin obviar, por supuesto, los barrios creados ex profesobidonvilles, para el malvivir de los trabajadores argelinos… «extendiéndose bajo los puentes, en los bordes de las carreteras: chabolas insalubres, podridas, escondidas, fuera de la vista de los ciudadanos con la conciencia tranquila». Coincidía aquel inicio de las hostilidades abiertas con su toma de contacto, en los ambientes sindicales, en el desfile del 1º de mayo de 1952, con algunos militantes argelinos que eran excluidos del desfile de la CGT, ya que la central filocomunista no quería ni oír hablar de la independencia argelina, lo que le llevó a asistir a algunas conferencias panafricanas en donde se codeó con distintos líderes de las luchas de liberación nacional, entre ellos el psiquiatra antillano, convertido en argelino, Frantz Fanon (sin lugar a dudas es el personaje que más cautivó a Eliane Mokhtefi, a quien más elogia y a quien dedica diez páginas, 51 a 62, en las que realiza un retrato de su vida, de su personalidad y de su pensamiento); en Accar le conoció, junto al delegado de los estudiantes argelinos, Mohamed Sahnoun; a partir de entonces la mujer pasó a militar en el FLN y pasó a trabajar en la delegación del gobierno provisional argelino (GPRA) en Nueva York, oficina que se encargaba de dar a conocer la situación en Argelia, denunciando la tortura como método habitual, los desplazamientos de poblaciones enteras, las brutales razzias sobre pueblos, el Código indígena que discriminaba a los árabes,.. lucha desigual entre un Goliat (Francia contaba con 93 empleados a los que había de añadirse el personal de la embajada) frente a un David (cuatro o cinco empleados), que sin embargo se decidió a favor del segundo cuando en la asamblea de la ONU se expresaron 63 votos a favor de los derechos de Argelia, 38 abstenciones y ningún voto en contra. Por aquella oficina neoyorkina pasaban palestinos, angoleños y dirigentes de movimientos nacientes. Cuando Fanon, gravemente enfermo, es hospitalizado en Cuba, ella se hará cargo de su familia, adoptando al hijo de seis años del fallecido… En 1962, declarada la independencia de Argelia, se instaló en Argel en donde permaneció durante doce años, implicándose en la organización de festivales y encargándose de la acogida de militantes en busca de refugio, organizando muy en concreto el exilio clandestino de Edridge Cleaver, uno de los líderes más buscados de los panteras negras; como empleada en diferentes organismos ministeriales la mujer fue enviada a diferentes congresos panafricanos en los que trató con los dirigentes de los nuevos países independientes africanos (el congoleño Patricio Lumumba, los presidentes de Kenia, Julian Nyerere de Tanzania, antes Tanganica…). Tales ocupaciones hicieron que tratase con lo más granado de la revolución… hasta que en 1974 fue obligada a abandonar el país, por negarse a convertirse en vigilante de una periodista amiga, Zohra Sellami, que había sido esposa del destituido presidente Ben Bella, desplazado por Hari Bumedien. Cuarenta y tantos años después todavía no se le ha permitido volver al país… todo da por pensar que en estos tiempos revueltos que vive el país y su capital blanca, y las esperanzas mostradas por la combativa mujer con respecto a los cambios que puedan llegar promovidos por los jóvenes rebeldes…no faciliten tal posibilidad a lo que ha unirse la duración de la vida.

Pues bien, la mujer narra toda su experiencia, haciéndonos penetrar en los recovecos de la atmósfera revolucionaria vivida en Argel, en su «Argel , capitale de la révolution» (La fabrique, 2019), y lo hace manteniendo la euforia del momento, lo que no le impide, de ninguna de las maneras, dar a conocer las sombras que escondían las llamas revolucionarias y algunos comportamientos no recomendables en especial (ha de tenerse en cuenta su cercanía con el antes nombrado líder del Black Panther Party – no había gente capaz de expresarse en inglés -, Cleaver, y su fracción, quien precisamente no mostraba mayor atención, ni se mezclaba, al ambiente que allá se vivía, yendo a su bola tanto en la manera de vivir, de vestir y de alternar, manteniéndose rodeado de sus fieles, ajeno a lo que allá se cocía a nivel general, si bien no sería justo ignorar sus contactos y entrevistas con los militantes sudafricanos y palestinos, mostrando a un tiempo su desprecio y su desacuerdo con las decisiones de los militares argelinos que no permitían que su tierra se convirtiese en santuario de aviones secuestrados y otros tráficos… Tales desacuerdos y las posiciones hostiles del líder de los panteras negras, provocaron su expulsión, y la de sus fieles, del país en 1972). También son destacados los tintes autoritarios y militaristas que dominaban en el seno del gobierno y del frente que lo sustentaba, que provocaba constantes tensiones y desacuerdos internos, lo que produjo un crecimiento del descontento ante la deriva cada vez más dictatorial y represiva, en especial desde que se dio el golpe de Bumedien contra Ben Bella, en 1965, postura de oposición con la que comulgaba Mikhtefi, y que podía suponer, y suponía de hecho, persecución y un trato salvaje, torturas y prisión incluidas, con quienes mostraban su descontento. Los desacuerdos y la lucha entre fracciones venía de lejos, entre el exterior y el interior, el de las fuerzas combatientes, y hasta salió a relucir de forma espectacular cuando unos y otros, lograda la victoria, optaron por lugares diferentes a la hora de establecer sus delegaciones.

La autora nos da a conocer también la situación en que quedó el país tras la marcha de los colonialistas franceses: una país de apariencia moderna que ocultaba del subdesarrollo provocado por la bota francesa que se cuidaba muy mucho de mantener en sus manos los mecanismos claves del desarrollo y la producción, y evitar que los argelinos accediesen a titulaciones superiores y a puestos destacados de las empresas y de la administración, y en los servicios: enseñanza, medicina, técnicos, medios de comunicación; del mismo modo que ofrece cifras sobre las tropelías cometidas por las fuerzas de ocupación francesas (de una población de nueve millones, entre 300000 y 50000 resultaron muertas. Una red de carreteras inexistente y el mantenimiento de costumbres ancestrales, bien ancladas… que convivían con el aire europeo de los bares, cafeterías y terrazas. Así pues, la situación era caótica y la proclama de la independencia y el calor que ella suscitó no era suficiente para sacar el país adelante, menos si en cuenta se tiene que todas las intrigas y secretismo que dominaban en las filas de la resistencia contra el poder colonial, no podían excluirse de la noche a la mañana, ya que estaban profundamente incrustadas en el ejército y el los puestos de mando. Todo ello no impedía que la capital siguiese contando con huéspedes de honor del altar rebelde y revolucionario.

Precisamente, fue en el año 1969 cuando se celebró el Festival cultural panafricano, cuya organización corrió a cargo de la OUA (Organización de la Unidad Africana), y en cuya puesta en marcha Elaine Mokhtefi se entregó en cuerpo y alma, encargada por el ministerio de información argelino, como responsable de invitar y recibir a los invitados… entre los que se encontraron los ya nombrados: el saxofonista de jazz, Archie Shepp, Nina Simone y Miriam Makeba, acompañados por Barry White, el poeta Maya Angelou, los escritores Alberto Memmi y Edouard Glissant, y muchos más hasta el punto de ser bautizado como el Woodstock tercermundista. Este espíritu festivo y el bullicio de la música y las animadas danzas no correspondía con la degeneración creciente del régimen que hizo decir al marido de Eliane, en el momento de la expulsión de ésta: «pierdo mis últimas ilusiones […] El exilio es la última solución cuando la mediocridad y el feudalismo triunfan, erigiéndose hasta convertirse en nuestros jueces».

A pesar de ser testigos del proceso de derrumbe de las grandes promesas y esperanzas, su marido falleció en 2015, la mujer narra aquellos tiempos con una apasionada viveza y una cierta añoranza de los intensos momentos en que vivió la plenitud de la vida, al haber sido atrapada por el torbellino de la historia, y haberse visto convertida en protagonista directa de la revolución argelina… y lo hace siguiendo el consejo que le diera Fanon: «permanece recta sobre tus dos pies y avanza hacia los objetivos que tú misma te hayas marcado».