Por Iñaki Urdanibia

Berta Ares Yáñez, doctora en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra, investigadora y periodista cultural presenta una obra, editada por Acantilado, cuyo contenido es mucho más amplio que el anunciado en el título: «”La leyenda del santo bebedor”, legado y testamento de Joseph Roth». No cabe duda de que al libro nombrado le dedica extensos y afilados análisis, pero también lo hace a otras obras del autor, a su trayectoria tanto vital como literaria, lo que también le lleva a ampliar el foco al contexto histórico y político que le tocó vivir al escritor, sin obviar las influencias que recibió de diferentes fuentes religiosas y otras.

La nouvelle que consta en el título narra las últimas horas de un sintecho de origen silesio y con pasado delincuente, Andreas Kartak. Un día aparece un caballero converso, daytsh que acude al rescate de Kartak, que le pide un favor a cambio de unas suma de dinero, que habrá de devolver cuando su conciencia se lo indique al sacerdote de la iglesia de Santa María de Batignolles, en nombre de santa Teresa de Lisieux. A partir de tal encuentro la vida de Kartak va a verse modificada al sentirse en un estado de gracia, acompañado de visiones y milagros, si bien esto no impide que el vacío vaya invadiendo su ser. La obra la concluyó Roth dos semanas antes de su muerte en París, apátrida y alcoholizado; su amigo Stefan Zweig habló de un suicidio diferido; la obra puede ser considerada como un testamento y la culminación de sus ideas.

La autora, contra las interpretaciones dominantes que hacen de Joseph Roth (Brody, 1894- París, 1939) un escritor plenamente inscrito en la literatura europea de lengua alemana, hurga en las huellas que el judaísmo en sus diferentes versiones marcaron la obra del autor; alzándose contra la vulgata que acerca de la vida y la obra del escritor se ha dado como moneda al uso. Por esa senda, Berta Ares Yáñez se extiende en precisar ciertas cuestiones y conceptos del judaísmo, de tradición oculta hablaba Hannah Arendt, que asoman, de una u otra forma, en la escritura rothiana. Nos lleva a visitar la Cábala y algunos de sus conceptos claves como el ticún (corrección, enmienda, reparación) o el sebirat ha-kelim (ruptura de los vasos, mezcla del bien y del mal); somos puestos al corriente de la presencia del jasidismo y del misticismo de Luria, del mismo modo que se nos presenta la Haskalá, ilustración judía surgida en Berlín y posteriormente extendida a otros lares, que se oponían al anacronismo de la cultura cerrada del shtetl.

A través de las diferentes pesquisas vamos accediendo al centro de gravedad de las obras de Joseph Roth, que se alzan contra el protestantismo y la supuesta disolución de valores que trae consigo, suponiendo la postura rothiana una reacción ante la idea misma de ausencia de un orden primordial, de un orden creador y regulador, que conlleva unos límites divinos que exigen obediencia.

Se recorre la trayectoria de la escritura del autor desde sus momentos iniciales un tanto anarquizantes hasta los últimos en los que la ingenuidad domina y en los que se reclama la recuperación de la monarquía de los Habsburgo, y el mundo de ayer; posturas que refuerzan su voluntad de creer en Dios en una visión que mezcla el judaísmo y el cristianismo, en un firme intento por hallar los lazos entre el bien y el mal, buscando el orden que sigue al caos, que deja ver su presencia en las páginas de sus libros en los que la alienación de sus personajes va a verse transformada, redimida; así sus personajes son seres perdidos, angustiados y víctimas del aislamiento. Una mirada que usa el filtro de la sospecha de su presente, óptica paralela a la duda metódica que empleaba el otro.

En lo que hace al estilo, podría incluirse en lo que se conoce como nueva objetividad, a este brillante escritor y periodista, que era un consumado maestro de la observación y ferviente defensor de la tradición literaria, sin obviar sus intuiciones proféticas sobre lo que se avecinaba… podría incluirse, en este orden de cosas, entre los alertadores del incendio de los que hablase Walter Benjamin en su Dirección única. Como decía, siguiendo a Berta Ares Yáñez, el autor hacía gala de una narrativa tradicional o epigonal, que continuaba los modos y maneras tradicionales. Compara la autora las pinturas de Marc Chagall con la narrativa de Roth en la medida en que ambas son ajenas a las corrientes de su época; ambos usan de abstracciones imaginativas con miradas cargadas de pasado, de recuerdos, de imágenes y con el recurso a ciertos simbolismos como el hotel, en el caso del escritor para dar cuenta del la casa, el hogar, y los seres voladores del pintor como reflejo de sí y de su mundo interior.

Si líneas más arriba mencionaba su capacidad profética, no está de más traer a colación sus advertencias, ya en 1924, sobre el peligro del nazismo, al ver la demolición que asomaba en una juventud germana contagiada por un cerril nacionalismo. Y en el recorrido que nos propone el libro vamos viendo las diferentes obras del autor estudiado: Tela de araña (1923) libro en el que ya se ve el ascenso de la ideología autoritaria, o el desplazamiento hacia Occidente presente en su Hotel Savoy de 1924. Una errancia en medio del desorden que continua con Las ciudades blancas (1925) Viaje a Rusia (1926) Judíos errantes (1927) y las posteriores: Job, historia de un hombre sencillo de 1930, La Marcha Radetsky de 1932, constatándose la ruptura con el tono anarquizante, con los resabios socializantes y polémicos de sus obras anteriores, adoptado un sello medieval y laberíntico. Si he nombrado una de las novelas que se centra en un personaje bíblico, Roth se une así al conjunto de escritores a los que la Biblia les sirvió de inspiración: ahí están los Thomas Mann, Lord Byron, Goethe, Mary Shelley…

Y el ascenso del fervor nacionalista de los jóvenes, y no tan jóvenes, alemanes comenzó a tomar dimensiones incendiarias con las rituales quemas de libros de autores considerados peligrosos, decadentes, y entre ellos los judíos claro: Franz Kafka, Heinrich Heine, Stefan Zweig, Anna Seghers, Erich Maria Remarque, Nelly Sachs, Heinrich Mann vieron sus libros alimentando las llamas de las hogueras purificadoras, junto a los de Joseph Roth, y… sabido es al menos desde Heine que se comienza quemando libros y se acaba quemando personas, como así sucedió. Las páginas del escritor cada vez mostraban mayor conciencia de que lo que llegaba era una amenaza de vaciamiento de cualquier forma de humanismo, judeocristiano, al ceder ante el culto de la vieja mitología y de la raza aria. No se privaba tampoco se dirigir sus dardos contra la hambruna a que eran sometidos los campesinos en la patria de los soviets, y reclama justicia divina ya que, según su punto de vista, la humana es imperfecta y en ese sentido se erige en profeta, en onda con su El Anticristo de 1934, denunciando la codicia, el desarrollo tecnológico, la precariedad laboral, el totalitarismo, el ateísmo que dice basarse en el solo uso de la razón… tonalidad que de manera creciente irrumpen en sus escritor desde el exilio, con su declarado amor a Francia como país que representa la libertad.

Ya en los últimos pasos de sus andanzas adoptó un judaísmo místico adobado con las enseñanzas de Tomás de Aquino, subrayando en el concepto de shejiná, en el que están presentes el bien y el mal, y la esperanza de la redención, señalando que el problema no reside en la existencia del mal sino en la confusión entre el bien y su contrario. Y en el recorrido, si bien La leyenda del santo bebedor, no está ausente, en un momento cobra una presencia absoluta ofreciéndose un análisis pormenorizado de este libro «híbrido de estructuras, formas y elementos propios de todos estos géneros»[refiriéndose al relato moderno, cuento fantástico, parábola religiosa, sátira profana o una leyenda de inspiración medieval medieval y tintes barrocos]. Con unas atinadas comparaciones con el protagonista del libro, Andreas, con las figuras míticas de Narciso y Edipo, concluye la autora que el libro «es un último y legítimo ejercicio de libertad del poeta… mezcla de cuento europeo, la leyenda religiosa y el mito arcaico […] expresión de la libertad».

Por mi parte, concluiré señalando que como lector de los libros de Roth *, la mirada expuesta por Berta Ares Yáñez abre horizontes interpretativos nuevos, pues sabido es que hay lecturas y lecturas, del mismo modo que hay maneras de exprimir, pongamos por caso naranjas, yendo algunos a aprovechar hasta la última gota del fruto… Pues eso.

———————————————————-

( * ) Me permito facilitar estos enlaces que conducen a algunos de los comentarios que me han provocado la lecturas de algunas obras del escritor de Galitzia:

El nómada Joseph Roth ( I ) – Kaos en la red

Joseph Roth, otras lecturas ( y II ) – Kaos en la red