Category: HERMAN MELVILLE


Por Iñaki Urdanibia

«[Pierre] después de Ahab, es el mejor ejemplo del tema que Hannah Arendt (una de las que vio en Melville al profeta que advertía en contra del totalitarismo) consideró clave en su escritura: la idea de que una vez que “el absoluto se ¡introduce en el terreno político”, lo correcto se convierte en locura. Lo que empieza en un deseo de corregir algún defecto personal o histórico se convierte en fanatismo, y Pierre se embarca en esta empresa hasta la locura»

                                 Andrew Delbanco, Melville

Decir el nombre del escritor americano, Norman Melville (1819-1891) y unirlo a su genial Moby Dick (1851), es todo uno; si bien algunas otras novelas y algún cuento resultan indudablemente de una indiscutible valía y potencia: Benito Centeno (1856), Billy Budd (publicada póstumamente en 1924), o El escribiente Bartebly (1856), por no ampliar la lista. A estas, no cabe duda, de que se puede, y se debe, añadir su «Pierre o las ambigüedades», publicada ahora ciento setenta años. Si una de las características claves de las obras de Melville era el desarrollarse en el mar, no en vano fueron sus experiencias como marino, como grumete en un viaje a Liverpool, en un ballenero, incluida su huida del barco que les llevó, a él y a su compañero de fatigas, a parar a una isla de amables y hospitalarios caníbales… viajes marítimos que inspiraron las tres primeras obras nombradas a las que cabe añadir: Taipi (1846), Omoo (1847), Mardi (1849), Redbund (1849) y Chaqueta blanca (1850). [A continuación del artículo facilito el acceso a varios artículos sobre el autor y algunas de sus obras].

Pues bien, en la novela que traigo a este artículo no hay mar y sí, mujeres, presencia que generalmente no se da en las otras obras del autor, tal vez por estar situadas en barcos, siendo, por otra parte, la única novela, dejando de lado sus nouvelle del escribiente, que se desarrolla en Nueva York. La novela fue realmente mal recibida por la crítica y por el público en general que la acogieron con escándalo, ya antes había sido acusado de blasfemo, por atacar la obra de los misioneros, o de alentar una sensualidad hors norme; en esta ocasión, el grito en el cielo fue puesto debido a las relaciones incestuosas, ambiguas, que se dejaban ver en el libro y los consiguientes ataques a la sagrada unión familiar, además de por sus furibundas críticas a los editores y a los críticos también, sin obviar sus dardos a la hipocresía reinante en su país, que se comportaba movido más por las apariencias que por la autenticidad. Ha de añadirse a las críticas anteriores las cuestiones propiamente literarias, que señalaban que la novela no se sostenía, que parecía estar elaborada en diferentes fases que fueron añadidas una tras otra, haciendo que el texto crujiese en su construcción resultando deslavazado. No faltaron tampoco las embestidas ad hominem que afirmaban que Melville se había vuelto loco.

Lejos de los demoledores ataques o de los cerrados aplausos, también es verdad que de estos hubo, no se puede negar que la novela descolocó al personal y sigue haciéndolo a los lectores actuales; a su editor le escribió diciéndole: «no volveré a mandarte un cuenco de agua salada. El próximo cáliz que te encomiende será un rural cuenco de leche», al tiempo que aireaba que el próximo libro sería una modesta confección destinada a las damas. Un interrogante surge de inmediato: qué pretendía Melville con este extraño libro; Lewis Mumford en su lúcido Herman Melville, apunta que

« tal ver pretendía atenerse a una especie de verdad psicológica que había presentado, en el plano metafísico, en su Moby Dick. Su tema no fue el océano sino el ego», añadiendo que el libro tiene un indudable valor autobiográfico… hay otras respuestas, variando las opiniones desde las que señalan que reflejan lo mal que llevaba el escritor su relación matrimonial y familiar, una máscara para ocultar sus tendencias homosexuales (¿dónde, al menos en esta novela?), u otras opiniones más cabales en mi opinión: es claro que el escritor estaba extenuado después del trabajo que le supuso la escritura de su gran Moby Dick, igualmente hasta el gorro estaba de las escasas ventas de sus libros (su auge como uno de los más brillantes escritores del panorama norteamericano le llegó post mortem, allá por 1920), de las críticas negativas, del mismo modo que de las relaciones con los editores que eran tensas por no decirlo de una manera más tajante, a la vez que, al igual que al otro le dolía España, a Melville le dolía su país. Da por pensar que la unión de todos estos factores provocó el giro de timón que supuso esta novela que pretendía y esperaba, según las propias confesiones del escritor, vender cantidad, para lo que trató de plegarse a los gustos en boga de los lectores, incursionando en los aires románticos y hasta góticos, obras de las que, por cierto, Melville era atento lector. El resultado: una novela desigual con indudables brillos, como sus descripciones paisajísticas del mundo rural, con algunos destellos en que la naturaleza, cantada con bello lirismo, parece emitir señales a Pierre en una especie de fusión que recuerda a ciertas tonalidades panteístas del trascendentalismo emersoniano, sus hondos análisis psicológicos de los personajes, las críticas de las grandes palabras que ocultaban la dura realidad en los ambientes familiares y sociales en general, amén de la respuesta a algunas de las críticas mojigatas recibidas, que influyeron de manera fuerte en las limitaciones que los editores trataban de imponerle, limitaciones no solamente en las cuestiones de orden temático sino también en las de orden económico, que hacían que los pagos fueran en descenso de manera exponencial; [algunas de las peripecias y los tira y afloja entre escritor y editores con respecto al libro pueden verse en la Introducción de Hershel Parker que abre la versión del libro editado por Alfaguara, en 2002, que es la misma traducción, de Marta Pérez, de la que vio la luz en Montesinos en 1991]. Herman Melville estaba dolido hasta las entretelas («Melville se pasó ochenta años retorciéndose de dolor», decía D.H.Lawrence) y además quería vender; ya se lo decía a su amigo, el también escritor, Hawthorne, en los tiempos en que se entregaba a la escritura de su Pierre: dedícate a escribir sobre la Verdad y estarás condenado a pasar hambre, y cito de memoria; cito, sin embargo, literalmente un par de extractos de la obra que nos ocupa: «A partir de ahora -declara Pierre- no quiero conocer más que la verdad, la gozosa o triste verdad, sabré lo que es, haré lo que mi ángel más profundo me dicte», y líneas más adelante se lee: «cuanto más se zambullía en las profundidades, tanto más descubría la eterna fugacidad de la Verdad…», vocación del protagonista que era la misma que la de su creador. Melville tenía un pleno convencimiento de su capacidad escritora que podía desarrollarse ignorando los océanos, haciendo que algunos asuntos, carentes de movidas aventuras, pudieran ser convertidas en oro de ley literario, y en lecciones de moral y Amor, como motor de la Vida, y el Gozo en balanceo con la Angustia. Se ha de tener en cuenta que la moral de Pierre se divide entre la moral ideal y la moral en acto, siendo la segunda la que sigue, caso a caso, Pierre… podría tildarse de una moral de la ambigüedad de la que hablaría Simone de Beauvoir.

Pierre Glendinning es el protagonista, perteneciente a una familia rica y de alto abolengo, tiene una madre, viuda, dominante, Mary Glendinning, que ama profundamente a su hijo, viendo en él su propia belleza como en un espejo; el carácter narcisista de la señora es de órdago. Entre ambos existe una estrecha cercanía hasta el punto de que se tratan de hermano y hermana, no en los límites de su hogar sino ante todo el mundo; no está de más recordar la visión platónica del amor sexual en El banquete, libro que Melville conocía, que hace recordar a los amantes la unión primigenia, dividiéndose posteriormente dicha unidad en dos y la urgencia de completarse uno mismo con la otra mitad…en castizo, la medida naranja; tendencia interpretativa que asoma en las páginas del libro en las que planea el amor. El carácter dominante de la madre hace que esta elija novia a su hijo, Lucy Tartan, que más tarde, cuando ya están los preparativos del enlace matrimonial en marcha, será reemplazada por otra mujer, encuentro motivado, en un flash mientras visita con su madre un taller de costura montado por unas ancianas para ayudar a los pobres e inmigrantes necesitados, lo que al cabo del tiempo va a ser completado por la recepción de una misteriosa carta, en la que Isabel Banford, declara ser hermanastra suya, solicitándole ayuda y comprensión, ella dice ser fruto de la relación del padre de Pierre con otra mujer, francesa ella; circunstancia que el padre había mantenido en secreto hasta con su propia esposa; no cabe duda de que el venerado padre queda desmitificado hasta las cartolas, del mismo modo que la familia tradicional queda por los suelos. El preferir a esta nueva mujer hace que su madre le expulse de casa, a pesar del posterior pretexto anunciado por Pierre de que se ha casado en secreto; Isabel y él acompañados de una mujer que es rechazada por su familia y la comunidad a causa de su embarazo de soltera, Delly Ulver, se marchan a Nueva York en donde tratan de sobrevivir como pueden en un refugio, iglesia de los Apóstoles, en donde se reúne una variopinta fauna de artistas, escritores, espiritistas y otras yerbas, ya que un primo suyo al que acudeen busca de ayuda, dice no reconocerle… allá comprueban que la vida en la ciudad es más dura que la propia del ámbito rural en el que había crecido Pierre. La cosa se complica cuando Lucy se presenta con la intención de vivir con ellos, en apariciones sucesivas, dándose una situación francamente enrevesada: un pretendido matrimonio de Isabel y Pierre, una sirvienta y Lucy que es presentada como si se tratara de una prima de Pierre. Del hogar más tarde, Pierre tendrá noticias de que un primo suyo anda rondando por allá, más en concreto, tratando de cautivar a la abandonada Lucy que ha vuelto al lugar, enterándose también de la muerte de su madre que deja la herencia a tal primo, Glen Stanley, quien a la sazón es novio de Lucy, lo que repatea al ambiguo Pierre; Lucy, no obstante muestra un firme y tenaz empeño por vivir con Pierre y compañía. Con el paso de la historia veremos que el joven Pierre tiene pretensiones claras por convertirse en escritor, vocación que le hace compartir el amor a la escritura con el amor, nada explícito, con las dos mujeres nombradas, y, porqué no, con su madre, relaciones que se mueven por los bordes de la candidez por lo que se da a entender; sus primeros escritos, precisamente su obra más trabajada se titula Inferno, no reciben aplauso alguno, lo que él achaca a la frivolidad de la literatura que copa el gusto de los editores, críticos y lectores; defraudado, Pierre tiene una visión en la que aparece el gigante Encelade al asalto de la montaña de los titanes, personaje que es fruto del incesto, del mismo modo que Pierre es «mezcla orgánica de lo celeste y lo terrestre lo que había engendrado en Pierre un temperamento complejo, incierto…aspirando al cielo pero incapaz de desprenderse de la tierra» …historia que le sirve de inspiración para, a falta de recursos, ya que como digo los libros no se venden, e invadido por pensamientos paranoicos que achacan el fracaso a su relación incestuosa con Isabel y las amenazas de su primo, el heredero, y… no seguiré con el destripe de la historia que se tiñe de luto, de rejas, de llantos y de muerte, concluyendo con un final que no habría defraudado a William Shakespeare; me limitaré con decir aquello que dijese Pierre: «dejo cadáveres allá por donde voy». Entre las páginas se cuelan unas divagaciones sobre relojería y cronometría, al hallarse un manual de tales materias que el autor, Melville comenta con deleite, sacando a relucir que hay dos clases de tiempo: uno establecido por Greenwich y respetado por los cronómetros, y el otro guiado por las longitudes que marcan los relojes locales (destacando Melville que tal diferencia está en la base de las dos morales nombradas)… mientras que a la vez cuela cavilaciones que cuestionan lo que hace y lo que debe hacer con sus personajes, en especial con Pierre, a la vez que no se priva de ofrecer lecciones acerca de la escritura para los jóvenes que se inician en la tarea de la pluma. Hay algunas reflexiones que hacen pensar en alguna afirmación de Wittgenstein quien en carta a un amigo, que acompañaba el envío del Tractatus, le decía que había dos libros: el que estaba escrito, y el otro que era el más importante pero que no se podía escribir (de lo que no se puede hablar…), y lo digo ya que tanto Pierre como el propio Melville muestran una nítida tendencia, insatisfecha, de querer alcanzar el cielo con sus obras, teniendo que pisar no obstante la tierra, lo que les provoca cierta insatisfacción; leo: «dos libros están en marcha y el mundo no verá más que uno, fallido. El otro, más voluminoso e infinitamente mejor, es para la biblioteca de Pierre. Este último es que, debido a sus exigencias insondables, bebe su sangre; el primero no pide mas que su tinta».

En la obra se presenta a un autor indudablemente americano, me refiero a Melville/Pierre, baste recordar el árbol genealógico del protagonista y las claras referencias a la actualidad del mundo de las letras americano, pero con claros resabios propios del gusto british. No está de más añadir que tanto esta novela como algunas de las anteriores tuvieron mejor acogida, y ventas, en Inglaterra que en los USA. Hablando precisamente de los antepasados de Pierre se hace referencia a que fueron luchadores por la independencia, de donde parece que debería seguirse la figura de un demócrata convencido, Pierre, sin embargo, muestra unas claras tendencias aristocráticas, siendo reprendido por su vigilante madre por el trato que da a los sirvientes, lo cual hace que el retrato corresponda a un personaje anclado en los valores tradicionales. Las ambigüedades y el corrosivo humor melvillianos hacen que sus posturas choquen, todo da por pensar que con plena intención provocadora, con los gustos lectores del momento y con los valores dominantes de la época, lo que llevó a originar una neta incomodidad que a veces llegaba hasta la abierta exasperación; el conformismo y el orgullo de los valores morales patrios son puestos en solfa al presentar situaciones e ideas chocantes, para más inri con una bella prosa que resulta seductora donde las haya. Los valores intocables e inamovibles no tienen cabida en el Pierre de Melville que hace gala de una apuesta por el devenir, el cambio, lo efímero del tiempo y de las costumbres que le acompañan. Las derivas que se van deslizando hacen que se abran las puertas ineludiblemente a la reflexión de diferentes aspectos, que a veces rozan los asuntos aparentemente insustanciales, al detenerse en detalles micro donde los haya; cuando digo micro o infinitesimal, cabe añadir que el quid de la cuestión se desarrolla en la mente del protagonista, y en la de los otros, si bien la primacía se la lleva Pierre. Lejos de vanas figuras o retortijones retóricos, Melville rastrea el movimiento de ideas y las pertinentes asociaciones que estos suponen en la clarificación de la realidad verdadera más allá de las apariencias y de los trucos de ocultamiento, con numerosas referencias a los relatos mitológicos o a distintas luminarias del pensamiento y de las letras universales; se da, no obstante, un balanceo entre el acá, la tierra, y otro nivel que le invade, situado más allá, en el cielo: «Él mismo era demasiado para él, Sentía que todo aquello que siempre había considerado como el sólido territorio de al auténtica realidad estaba siendo audazmente invadido por abanderados ejércitos de espectros encapuchados que desembarcaban en su alma como flotillas de buques fantasmas». Cierto es, amicus Plato sed magis amica veritas, que por momentos el libro resulta excesivo en su extensión y en sus divagaciones que se disparan en dispares direcciones, ello conlleva que, a falta de esperar grandes sobresaltos, la lectura ha de mantenerse con pausa y paciecia por los múltiples recovecos que va construyendo Melville, como si visitase los pliegues propios del barroco, lo que hace que los pasos y los descubrimientos se demoren, sin ninguna pizca de intriga, como es el caso de que haya que esperar hasta casi la mitad de la obra para enterarse de que Isabel es la hermanastra de Pierre, o hasta casi las páginas finales para conocer la absurda decisión que ha tomado Pierre.

Novela con aires de tragedia, que se nutre igualmente de situaciones rocambolescas y folletinescas, en la que la falta paternal es la herencia con la que su heredero han de torear, allá por los bordes del infierno o el purgatorio, no sé, teñido de rosa y tonos azulados celestiales.

Me atrevo a afirmar sin ambages, que cualquiera que se haya acercado al inmenso oleaje de la novela-océano, con su alocado y perseguidor capitán Ahab o a la brevedad cautivante y desesperante de su Bartebly, y haya disfrutado de ellos, al penetrar en la que rememoro, sentirá un desbrujule de importancia, que le abrirá numerosas puertas para la rumia diseminada.

«Melville, como los grandes espíritus del siglo pasado, rasga el velo opaco del positivismo y de la buena conciencia burguesa para abrir paso, nuevamente, a los problemas radicales del hombre. Es, como Marx, Dostoievski y Nietzsche, nuestro contemporáneo» (Carlos Fuentes).

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Me permito incluir este enlace que conduce a unos cuantos artículos de los que he escrito sobre el escritor y sus obras:

HERMAN MELVILLE | Cartel de las Artes y las Letras https://carteldelasartesylasletras.wordpress.com/category/herman-melville/

Por Iñaki Urdanibia

130 años del fallecimiento del escritor norteamericano y 170 de la publicación de su obra más nombrada: Moby Dick.

Ajetreada fue la vida de este personaje [para ver más detalles, incluyo al final una biografía más precisa] empeñado en ir más allá de la realidad circunscrita al lugar en el que había nacido, en busca de algo que no hallaba pero que estaba seguro de que existía en alguna parte; de tales afanes e busca de lo insondable, lo inaccesible, más si en cuenta se tiene el carácter huidizo del horizonte que se desplaza en la medida en que se avanza hacia él; de tales afanes dan cuenta sus navegaciones, alguien habló e él asociándolo al arte de naufragar, tanto en algún barco mercante como en un navío de guerra, como en un ballenero de 350 toneladas, con peripecias problemáticas en las que se vio implicado: un motín a bordo, una huída que acabó en una isla cuyos pobladores eran caníbales, etc. De todo ello se alimentó su escritura que se vio monopolizada por su Moby Dick, que hizo que otras obras suyas quedasen en la sombra, o algunas en el olvido, o mejor en el desconocimiento. Toda una geografía que va de su Nuevo York natal a Nantucket, a las islas Galápagos a Tahití, a las islas Marquesas, sin obviar su rumbo hacia Europa, navegaciones que no se quedaba en lo meramente material de los desplazamientos sino que iba acompañado de una búsqueda que podría calificarse de metafísica como lo muestra la obra nombrada en que la tenaz persecución de la ballena blanca por parte del enloquecido capitán Ahab. Representando, entre otras posibles lecturas, la lucha entre el bien y el mal.

Las vivencias padecidas son narradas desde su primera obra Redburn, en la que se relata su primer vieja, a Liverpool, asistiendo a la vida infame de los marinos, él mismo, embarcado como grumete hubo de sufrir las novatadas y ya en la ciudad británica es testigo de la penuria y la desborda ansiedad que invadía a los emigrantes que intentaban hallar un barco con el fin de cruzar el charco y alcanzar la tierra prometida. De su viaje en un ballenero, Taipí, un edén caníbal, queda expuesta la esclavitud a la que eran sometidos los marinos, los no-blancos en especial, y la huida con un amigo, Toby, ante lo insoportable de la situación. Fueron a parar a una isla paradisíaca en la que no existían los relojes y la vida era tranquila, siendo sus habitantes hospitalarios, a pesar del riesgo de que eran caníbales, al tiempo que denuncia la huella de las misioneros y otros occidentales empeñados en civilizar a los salvajes, evitando la desprejuiciada desnudez de las mujeres; cierta reivindicación de la diferencia, de la defensa de otros modos de vida, asomando como modelo la inocencia del bon sauvage. A los amotinados se unió en el periplo que narra en Omú, un relato de aventuras en los mares del Sur. Los problemas que surgieron en otro ballenero, presentado en Mardi, y de la huida que protagonizó da cuenta del mismo modo que se conoce los problemas que le supuso dicha huida, que le llevaron detenido por los franceses a acabar con sus huesos en prisión en mano de los británicos (ambos países se disputaban el dominio del enclave). Chaqueta blanca o el mundo en un buque de guerra, muestra su enrole, tras dos meses de arresto, en un barco de la marina norteamericana en donde asistirá acojonado a los castigos corporales constantes y reglamentarios (látigo en ristre) a que son sometidos los marinos… Su publicación provocó un escándalo por los abiertos ataques a los valores patrios y militares que ya habían asomado con anterioridad… la publicación del libro coincidió con las deliberaciones en el Congreso acerca de los castigos corporales en el ejército, lo que velis nolis convirtió el libro y a su autor en abanderados de la abolición. Más viajes hubo, en otro ballenero a Japón, in viaje de negocios le llevó a Londres, una navegación, en velero, por la costa del norte americano con su cuñado al que se puede sumar el viaje que le pagó su suegro que le condujo a Europa, Palestina, etc. navegación esta última narrada en Carel. Más obras también las hubo y no de las de menos potencia: su impagable Bartebly en la que el escribiente llega un día que prefiere no (I would prefer not to) y deja de copiar los materiales que jefe le pasaba ante la estupefacción de éste y el creciente mosqueo de los empleado del despacho; relato que ha dado, qué duda cabe, mucho juego de cara a las interpretaciones: de Giorgio Agamben, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Jacques Ranciére, Slavoj Zizek, Chul-Byung Han, etc. No faltaron tampoco los comentarios a su Benito Cereno, en el que el buen capitán Delano se ha de enfrentar al ser maligno que da título al libro, a su brillante Billy Budd, en donde el protagonista, puro e inocente, que da título a la obra se deja arrastrar por la crueldad de un hombre envidioso, que sirvió de ejemplo a Hannah Arendt, en páginas luminosas de su Sobre la revolución, que siguieron a una breve referencia al personaje en sus Reflexiones sobre la violencia. De los comentarios y análisis que ha originado Moby Dick, qué decir. Borges, Lewis Mumford, Nietzsche, Paul Valéry, Forster, Said… y muchos más se han referido a la monumental lucha contra la ballena por parte del obstinado capitán que somete a la tripulación del Pequod a sus enfurecidos deseos; interpretaciones políticas, religiosas, e históricas han surgido a propósito de este libro infinito, de esta obra laberíntica.

No fue fácil la vida de Melville que siempre se vio afectado por problemas de orden financiero; el trabajo que le era pagado a cinco dólares la página le sirvió para subsistir. Las cifras de sus obras eran más bien flojas por no decir nulas en muchos casos, queriendo la mala fortuna que el almacén en la que eran conservadas por su editor ardiese acabando con la totalidad de sus libros. Libros que como queda dicho abarcan cuestiones humanas, nada de lo humano le era ajeno al escritor, como el odio, la envidia, la locura, el orgullo, la piedad, cuyos poseedores, más bien resultan poseídos, son los protagonistas cuyos entresijos del alma y sus pasiones son analizados con mirada escrutadora, y con innegables dosis de empatía, por este fino observador que era Melville. Los enfrentamientos de diferentes personajes, sus diálogos, y las contradicciones que anidan en el seno de cada uno de ellos originan una descarada tensión que se refleja en su estilo, en su desenvoltura y en sus significativos silencios… y la amplitud y lejanía del horizonte Melville lo traspaso al recinto enclaustrado de los barcos, y así el más lejos deviene en más hondo, allá por los abismos del alma.

Herman Melville, explorador de mares exteriores e interiores.

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Herman Melvile (1819 –1891)

«Melville es un vikingo cargado de años y de memorias y de una especie de desesperación rayana en la locura. Es un vikingo que al hacerse a la mar, en realidad se dirige a su morada. No puede aceptar la humanidad. No puede pertenecer a la humanidad. No puede»

David H. Lawrence

1819-1830

Herman Melvill (sin e final) nace el 1 de agosto de 1819 en Nueva York. La casa familiar estaba cerca de los muelles, en una arteria del sudeste de Manhattan, era el centro del comercio de importación de textiles de Francia e Inglaterra.

Herman es el tercero de ocho hermanos. Por parte de madre, sus abuelos pertenecían a una familia de alta alcurnia holandesa, y uno de sus miembros, el general Peter Gansevoort, fue un héroe de la revolución americana. Por parte de padre, comerciantes escoceses. El abuelo, mayor Thomas Melvill, jugó igualmente un papel glorioso durante la guerra de independencia americana.

Nueva York cuenta por entonces con una población de 130.000 habitantes, convertido en el puerto más activo de la costa nordeste . Desarrollo rápido que no impide que conserve un carácter semi-rural, siendo afectada periódicamente por epidemias de tifus y de fiebre amarilla.

El padre importa de Francia «novedades». A partir de 1826 la economía entra en recesión y Alan Melvill resiste mal ante la brutal concurrencia británica, haciendo que sus negocios comenzasen a renquear. La solicitud de préstamos crece y sus pufos tanto con su padre como con su cuñado Peter Gansevoort crecen; este último se convertiría en el sostén financiero de la familia. Tres cambios de domicilio entre 1820 y 1830, muestran las dificultades de la familia, cuyo cabeza trabaja en una fábrica de pieles.

Mientras el hermano mayor, Gansevoort (bautizado así en honor del glorioso abuelo) destaca en los estudios, mientras que Herman – según su padre – es «de comprensión lenta», a pesar de ello no tiene ningún problema para superar los estudios, recibiendo el título de mejor orador en 1928. Sigue sus estudios en el colegio privado en el que se presta más atención a los estudios comerciales que a los clásicos; tres años más tarde obtendrá el primer premio de contabilidad.

1831-1832

En el curso de un viaje a Nueva York, en diciembre de 1831, el padre empeñado en convertirse en patrón de sí mismo, contrae una neumonía. Muere, delirando, el 28 de enero de 1832. Herman y su hermano mayor han de abandonar el colegio. Gasenvoort, ayudado por su tío Peter, abre una comercio de pieles. Fue en ese momento en los que los negocios iban en alza, que por iniciativa de su madre, se añadió una “e” al apellido. Herman, con trece años, pasa a trabajar en un banco, del que su tío Peter era uno de los administradores.

1834-1835

Tal vez debido a algunos problemas oculares abandona el trabajo y es enviado al campo, en donde su tío Thomas tiene una granja, que trata de sacar adelante a duras penas.

A principios de 1835, Herman vuelve a Albany matriculándose en el liceo clásico de la ciudad. En esa época se inicia en las primeras lecturas: Scott, Byron, poetas ingleses del XVII; compagina sus estudios con los trabajos contables del negocio de su hermano.

1837

En abril, un movimiento de pánico financiero va a llevar a Gansevoort a la bancarrota; los Melville que se habían volcado en apoyo del negocio han de abandonar su confortable domicilio para mudarse a un pueblito cercano. Gansevoorts se hunde en un profundo estado depresivo que le va a durar un año. Herman enseña como maestro en una escuela rural. Cursa unos estudios de agrimensor.

1839

Herman intenta colocarse en un canal en construcción, pero el proyecto se queda en agua de borrajas. El 4 y el 18 de mayo aparecen en una revista dos textos cortos suyos y unos meses después un breve relato de pesadilla.

En la familia hay antecedentes de viajeros y hombres de mar: el capitán John D´Wolf – cuñado del padre de Herman – participó en un viaje de exploración en Siberia; tres primos Gasenvorrt son marinos, uno de ellos acaba de volver de una larga campaña de caza de ballenas. El mar era a menudo el refugio de jóvenes sin esperanza: Herman se enrola como grumete en un mercante, el St. Lawrence, destino a Liverpool. Primera travesía marítima que relatará diez años más tarde como novela de aprendizaje de la vida en el mar y de la ciudad industrial infernal bajo el título de «Redburn».

A su vuelta halla el domicilio familiar en una situación financiera crítica; se pone a buscar trabajo desesperadamente.

1840

Encuentra trabajo de maestro, trabajo que no le será pagado. Parte junto a un amigo, Eli Fly, animado por las noticias del descubrimiento de yacimientos de plomo. En vano recorre la “frontera” occidental del Estado, decidiendo volver a Nueva York. Eli Fly encuentra trabajo de copista en el despacho de un abogado (tal vez este amigo fue uno de los modelos del inquietante escribiente Bartebly); Herman por su parte, viaja a Nantucket, cuna americana de la caza de ballenas. El 26 de diciembre, firma su inscripción en el Acushnet. El 31 de diciembre se embarca en New Bedforf; tenían entonces veintiún años.

1841-1842

Avituallamiento en Fairhaven, paso del Cabo de Hornos, repostan en las islas Galápagos, llegan a las islas Marquesas (Inglaterra, EEUU y Francia se hallan en una verdadera guerra por hacerse con posiciones en la Pacífico sur). Norman y su amigo Ricard Tobias Greene, conocido como Toby, desertan. (En dos años, siete de los veintiséis miembros de la tripulación habían huido de la misma manera debido a las lamentables condiciones a bordo del ballenero). En la fuga, Melville se hiere una pierna, lo que les hace ir en busca de ayuda, y así fue como Melville pasó alrededor de tres semanas conviviendo entre los caníbales Taipi. Logra salir del lugar, uniéndose a la tripulación de un ballenero de Sydney, el Lucy Ann, a bordo del cual, el 9 de agosto, firma un contrato para una campaña de pesca. Cuatro semanas más tarde, se une a un motín lo que le supuso un encierro de tres semanas en la prisión inglesa de Tahiti. Tras recuperar su libertad se dedica junto al excéntrico médico del navío a recorrer las islas del archipiélago. En noviembre de 1842 está a bordo del Charles and Henry de Nantucket, embarcación que abandona seis meses más tarde, tras una campaña de caza de ballena por aguas japonesas.

1843-1844

El 17 de agosto de 1843, se inscribe como gaviero en la fragata de guerra United States. Asiste por primera vez al repugnante espectáculo de la pena de latigazos inflingida a unos marinos que se habían emborrachado en su permiso en tierra. Dichas escenas de castigos corporales que denunciará con energía en su «Chaqueta blanca» se repiten varias veces a lo largo de la travesía.

No era conocedor entonces que un primo suyo, Guert Gansevoort había presidido un consejo de guerra en el que se habían condenado a la horca a tres marinos acusados, sin mayores pruebas, de promover un motín… Cuarenta años más tarde, Melville utilizará algunos detalles de este siniestro asunto en su «Billy Budd».

1845

Nada más volver comienza a escribir sus aventuras en el Pacífico; en primer lugar Taipi (Typee).

Su hermano Gansevoort es nombrado secretario de la delegación americana en Londres, como pago a su participación en la campaña de quien luego sería elegido como presidente de EEUU, James K. Polk; en su equipaje llevaba el libro de su hermano para tratar de buscar algún editor que lo publicase. John Murray acepta, a pesar de mostrar cierto escepticismo con respecto a la verdad de los descrito.

1846

En febrero, Taipi ve la luz simultáneamente en Londres y en Nueva York. La crítica acoge favorablemente la obra si bien se duda acerca de la veracidad de los hechos relatados. Toby – su compañero de correrías – confirma el relato de su amigo. En la segunda edición se hará desaparecer del texto los ataques más virulentos con respecto a la actividad de los misioneros en Tahiti y en las islas Sándwich.

Su hermano Gansevoort fallece repentinamente el 12 de mayo.

1847

«Omú», presentada como la continuación de «Taipi», se publica en Nueva York, y al mes siguiente en Londres. El libro se vende bien. Conoce a Evert Duyckinck, que junto a su hermano , juega un papel dinamizador importante en el mundo literario americano, publicando revistas, etc.

El 4 de agosto se casa con Elizabeth Shaw, hija de una influyente y adinerado juez; este era amigo de la familia. El destino del viaje de novios es Canadá, a la vuelta se instalan en Nueva York. El primer hijo de Herman y de Lizzie, Malcom, nacerá el 16 de febrero de 1849.

1848

Después de la publicación de «Omú», inicia de inmediato la escritura de una continuación de los anteriores relatos de viajes. «Mardi» en parte bajo la influencia de las abundantes lecturas (Rabelais, Burton, Spenser, Shakespeare) se convierte sobre la marcha una obra alegórica y filosófica compleja, en la que se pueden oír entre otros los ecos de la revolución de 1848. La obra ve la luz en marzo de 1849 y la recepción crítica es muy hostil y las ventas mediocres.

1849

Inicia la escritura de White Jacket («Chaqueta blanca»). Según el propio Melville tanto ésta como Redburn las ha escrito para comprar tabaco. Quiso la casualidad que la novela consiguiese cierta audiencia debido a que en aquellos días se debatía en el Congreso la cuestión de los castigos corporales en la marina de guerra americana.

En el verano, el parlamento británico vota una ley que supone indefensión para los derechos de autor de aquellos escritores cuyos países no asegurasen sus derechos a los escritores británicos. Melville, en defensa de sus derechos, parte a Londres para tratar de modificar la pasividad de sus editores, ante la medida. Con el dinero que le da alguno de los editores viaja por el continente. Visita París, Bruselas, Colonia… A mediados de diciembre de vuelta en Londres, embarca, el día de navidad, en el Independence que tardará más de un mes en atravesar el Atlántico.

1850

De vuelta en casa parece dispuesto a escribir un libro sobre la caza de las ballenas, y hace acopio de libros sobre el tema.

El 6 de agosto, en una salida campestre al que se había invitado a varios escritores, conoce a Nathaniel Hawthorne, que acababa de publicar «La carta escarlata». Desde entonces se establece entre ambos una amistad fraternal.

En septiembre, gracias a un préstamo de su suegro, compra una granja junto a la de su amigo Hawthorne. Allá se va con toda la familia. La propiedad se llamará «Arrowhead» (punta de flecha), en honor a las flechas indias que se encontraban todavía por aquellas tierras usurpadas.

1851

Vida de granjero. Los Melville y los Hawthorne que ahora son vecinos se visitan con frecuencia. En las cartas que dirige a su amigo se ve la pasión que Melville está poniendo en la escritura de Moby Dick, finalizada en julio. La novela iniciada como un simple relato sobre la caza de ballenas, parece que fue re-escrita a partir de noviembre de 1850. La introducción de la epopeya de Ahab en la segunda versión podría haberse cristalizado por las lecturas shakespereanas y por el encuentro con Hawthorne a quien por cierto dedicó el libro.

Publicado en octubre, en tres volúmenes, en Londres y al mes siguiente en Nueva York. La acogida del libro, pasa sin pena ni gloria y las ventas son más bien escasas.

22 de octubre, nacimiento de su segundo hijo, Stanwix.

1852

En enero ya tiene muy avanzada la escritura de «Pierre o la ambigüedad». Finalizada, serias dificultades a la hora de publicarla y la recepción es desastrosa.

1853-1855

Nacimiento de la primera hija de los Melville, Elizabeth («Bessie»).

Melville se halla agotado por los fracasos. Su mujer y su hermano tratan de buscarle algún trabajo consular, pero la cosa no funciona.

El 10 de diciembre de 1853 un incendio arrasa los almacenes de su editor, Harper, destruyendo la totalidad del stock; no siendo suficiente la demanda de sus obras, ningún libro de Melville volvería a ser reeditado en vida de éste.

Saca algún dinerito escribiendo algunas novelas cortas y cuentos («Bartebly el escribiente», «Benito Cereno», «Las islas encantadas»; en otra editorial «Los cuentos de veranda».

Nacimiento de la segunda hija, Frances.

En marzo se publica «Israel Potter», única novela histórica del autor, cuyo protagonista es un héroe incomprendido de la guerra de independencia.

1856-1857

Acaba de escribir «El timador» (The Confidence Man), publicada en abril de 1857. El fiasco es total.

Dejemos hablar a las cifras: En vida, Melville pudo ver que sus «Taipi» y «Omú» vendieron en total 16.000 y 13000 ejemplares respectivamente. No alcanzaron los 4.000 ejemplares ni «Mardi», ni «Moby Dick». De Redburn se vendieron 5.400, de «Chaqueta blanca», 5.900. En cuanto a «Pierre o las ambigüedades», en cuarenta años sólo se pueden contabilizar 1.800 lectores, o al menos compradores.

El padre de Lizzie preocupado por la salud de su yerno (reumatismo, ciática… «afecciones nerviosas») envía a los Melville 1500 dólares con el fin de que Herman pueda ir a Europa a airearse. Melville se embarca en Glasgow y tras visitar Escocia, visita a Harwhorne en el consulado de Liverpool… El viaje es largo: Siria, Palestina, Atenas, El Cairo, Nápoles, Roma… Vuelve a Londres en donde recoge el maletín con sus enseres que había dejado en casa de Hawthorpe. Quince días más tarde llega a Nueva York.

1857-1860

Intenta sacar algo de dinero dando conferencias. Las ganancias, después de tanto trabajo que se lo come él solito, son mediocres.

1861-1866

Intenta conseguir el consulado de Florencia. Viaja a Washington, siendo admitido para ser recibido por Abraham Lincoln, al final no se le concede el puesto atribuido para la audiencia. Pequeña herencia de su esposa, lo cual no quita para que la situación sea francamente precaria, lo que les lleva a vender la cada a su hermano Allan a cambio de que éste les compre la casa de Nueva York que ya no abandonarán más.

El 12 de abril de 1861 los cañones de la Confederación de los Estados del Sur atacan el fuerte Sumter, contra la Unión. Melville se ve afectado por la guerra pero no se implica… De los sentimientos que le inspira la guerra deja constancia en sus poesías, que es el nuevo modo de expresión que utiliza.

Melville es nombrado inspector de aduanas del puerto de Nueva York. Este puesto, que ocupará durante diecinueve años, pone relativo fin a los problemas financieros de la familia.

1867-1876

El 11 de setiembre de 1867 el hijo mayor, Malcom, aparece muerto en su habitación de un tiro de revolver, a los dieciséis años. El otro hijo, Stanwix lleva una existencia inestable, errante, viajando… hasta su muerte solitaria en un hotel de San Francisco, el 23 de febrero de 1886.

Las desapariciones se multiplican en torno a Melville… sus hijos, su suegro, un primo, su madre, su hermano Allan, su hermana Augusta… y también cantidad de amigos (entre ellos Nathaniel Hawthorne).

Un tío suyo le envía dinero con el que publica los dos volúmenes de «Clarel», poema narrativo en el que se extiende sobre su viaje a Palestina

1878

Recibe la visita del hijo de Nathaniel Hawthorne, Julian, que reúne materiales con el fin de escribir la biografía de su padre. Muere su amigo Evert Duyckinck.

1884-1888

Muere el hermano más joven de Herman, al año siguiente su segunda hermana.

La situación financiera de la familia había mejorado ostensiblemente gracias a diversas herencias de algunos parientes de Lizzie. Melville dimite de su puesto en las aduanas.

Último viaje marítimo, a las Bermudas.

Amplia correspondencia con sus escasos admiradores de ambos lados del charco.

Otra entrega de poesía. Muere su tercera hermana, Helen.

1890-1891

Muy debilitado por una severa infección de piel.

Si ha de creérsele el 19 de abril acaba el manuscrito de «Billy Budd», tras tres años retocando el texto. La novela no vio la luz hasta 1924.

En junio se publica su último libro de poesía.

El 28 de septiembre muere en su domicilio; el certificado de defunción dice «dilatación cardiaca».

Por Iñaki Urdanibia.

Recuperación de algunos artículos sobre algunas obras melvillianas…

Bartebly, «preferiría no»

Hablaba Gilles Deleuze de “personajes conceptuales” para referirse a aquellos que acompañaban a los filósofos y en cierto sentido servían de ejemplo especular de sus teorías: Sócrates a Platón, don Juan a Kierkegaard, Zaratustra a Nietzsche, el Burgués y el Proletario a Marx… podría considerarse al personaje melvilliano, a quien van dedicadas estas líneas, como perteneciente al conjunto de los nombrados y lo digo ya que de unos años a esta parte su nombre, y su postura apática, ha dado lugar a cantidad de comentarios, glosas y extensiones; sin pretender citar a todos, sí que cabe nombrar a Maurice Blanchot, Jacques Derrida, Jacques Rancière, Alain Badiou, Gilles Deleuze, Giorgio Agamben, Antonio Negri & Michael Hardt, o Slavoj Zizek. Como puede verse en la lista bastantes de ellos son pensadores cuyo centro de interés es la política, y en este orden de cosas, la figura del concentrado escribiente, se ha convertido en modelo de la resistencia, de la negación a obedecer mas recurriendo a un método inesperado –  la resistencia pasiva – y como tal desarmante, descolocante. Si hablo de pensadores, los escritores literarios también piensan qué duda cabe, no se puede obviar el entusiasmo de Jorge Luis Borges, de D.H. Lawrence, William Faulkner, Ray Brabdury – guionista de la película de John Huston sobre la ballena blanca, quien le llegaba a equiparar con Shakespeare, como verdaderas «voces divinas» – y otros que se han deshecho en alabanzas hacia Herman Melville y, en concreto, hacia este enigmático personaje (¡ay Bartebly, ay humanidad!); mención especial merece el barcelonés Enrique Vila-Matas y su ocurrente e impagable «Bartebly y compañía». La historia da cuenta del estado anímico de Melville y muestra el dilema que se le planteaba: la gente no le reconocía en su sociedad lo que le empujaba a «preferir no» participar en ella, como los aislados / isolatos de los que hablaba en su «Moby Dick», seres con aires de familia con los «solteros» kafkianos, con los «hombres infames» de Michel Foucault, o los «incomptés» de Jacques Rancière.

El argumento, supongo, que es conocido: un abogado de Wall Street contrata a un escribiente para que copie los textos que se necesite; el escribiente es un hombre silencioso y eficaz en su trabajo, viéndose desde el principio que su fuerte no son las relaciones sociales. La situación comienza a enturbiarse cuando ante un encargo del jefe, Bartebly, que tal es el nombre del escribiente, responde con el célebre: «I would prefer not to», frase repetida más de una treintena de veces a lo largo del relato lo que va originando un creciente desasosiego tanto en el jefe del despacho como en los otros empleados del bufete, sin olvidar naturalmente a los lectores que irán experimentando una perplejidad in crescendo; frase, por otra parte, que no ha provocado unanimidad entre los traductores, al considerar unos que lo más adecuado era traducirla como «preferiría no hacerlo», mientras que otros opinan que resulta más tajante el dejarlo en «prefiero no», o, todavía, «preferiría abstenerme» (Deleuze).

Herman Melville (1819-1891) se hallaba agotado tras los repetidos fracasos de sus publicaciones, y de la precariedad en la que vivían él y su familia. Hacía dos años que había publicado su libro-océano «Moby Dick» (novela que en vida del autor no llegó a vender ni 4000 ejemplares) y ante la escasez de ventas, y ante la indiferencia con que vio la luz, el escritor decidió, con el fin de sacar algo de dinero, escribir algunos textos breves con el fin de publicarlos, por entregas, en alguna revista. Así, en la Putnam´s Monthly Magazine vieron la luz «Benito Cereno», «Las islas encantadas» y «Bartebly el escribiente»; este último vio la luz en dos entregas en noviembre y diciembre del fatídico año de 1853, y si lo califico así es debido a que el 10 de diciembre hubo un incendio en los almacenes de la editorial Harper – editora de los libros de Melville en USA – que destruyó todo el stock, entre los que se hallaban los libros de Melville, que no volvieron a ser imprimidos ya que la demanda no lo exigía.

Nadie que se acerque a la conmovedora e inquietante historia saldrá indemne en la que surge la deliberación entre si «preferir no» es no preferir, resistir pasivamente o abstenerse, dimitir o – siguiendo a Hardt y Negri – practicar un rechazo absoluto: «el misterio de la historia clásica de Herman Melville es el carácter absoluto del rechazo de su héroe. El comportamiento es tan desarmante, en parte por ser tan calmo y sereno, pero más todavía porque su rechazo es tan vago que deviene absoluto».

El Bartebly melvilliano – en palabras de Deleuze «médico de una América enferma, el Medecin-man, el nuevo Cristo o nuestro hermano, de todos» – sigue la vía de Etienne de La Boétie en su rechazo de la «servidumbre voluntaria». Verdadero cortocircuito de la obediencia y los valores dominantes y normalizadores. Un relato breve con unos hondos ecos que llegan hasta nuestro hoy.

P.S.: me sorprende ver anunciado en una revista literaria francesa la publicación del relato melvilliano en una edición juvenil – se anuncia que es para lectores a partir de 11 años – (Sarbacane). Y me sorprende ya que no veo de ninguna de las maneras cómo se puede hacer accesible el contenido del personaje en el que confluyen la desobediencia, la resistencia, el desacato a la autoridad… Me temo que pueda pasar algo similar a lo que sucedió con las versiones de «Moby Dick» que se hicieron para jóvenes… que echaban por la borda toda la profundidad de la obra, dejándola en una simple novela de aventuras y de caza; en la presente ocasión, y es claro que el tamaño no importa, no sé en qué quedará la cosa. Yo por de pronto ya he pedido un ejemplar a mi librera preferida.

(Publicado en Noticias de Gipuzkoa)

«I would prefer not to»

Aunque las distintas fuentes biográficas no se ponen de acuerdo en lo que hace a la fecha de publicación, así si se hace caso a las «Notas para una vida de Herman Melville» de Philippe Jaworski fue más tarde cuando el escritor norteamericano escribió el inquietante relato al que nos referimos, según otros autores (Elizabeth Hardwick, por ejemplo) fue en 1853 cuando se publicó el Bartleby. Quiso la casualidad que en tal época un incendio arrasase los almacenes de Harper, el editor de Melville, destruyendo la totalidad de las existencias de libros. No se vio la necesidad de reimprimir ninguno de ellos del ya para entonces autor de Moby Dick y Pierre o las ambigüedades, ya que su fracaso de ventas era desesperante, no sólo para el editor sino también para el propio escritor, quien con el fin de conseguir unos cuartos se dedicó entonces a escribir algunos cuentos y algunas novelas cortas; es ahí donde surgen «Benito Cereno», «Las islas encantadas» y… nuestro «Bartleby».

Ciento cincuenta años hace, pues, que Herman Melville diera a conocer su Bartleby the scrivener. «Preferiría no hacerlo», extraña frase – quizá habría que recurrir a la etimología latina del término “preferir” («drôle de mot») para tratar de aclarar la extrañeza que provoca – frase más de una treintena de veces repetida – con pequeños matices y diferencias – y diseccionada; palabras que al igual que la primera vez que brotaron de la boca del misterioso escribiente dejaron consternado y sorprendido al jefe de misterioso y caústico empleado, del mismo modo que han provocado tales sensaciones en todos aquellos que se hayan aproximado al texto melvilliano; mucha duda, mucha incertidumbre y mucha interpretación abierta. Repetición que es la que va creando una omnipresente tensión, y la que va dando hilo conductor al enigmático relato del autor de «Moby Dick». La acción siempre diferida, como sumergiéndose en una epojé antes de pasar al acto, en un supuesto paréntesis de indecisión, aparente reivindicación del quietismo, de la inactividad que parece coincidir con la afirmación nietzscheana de que son los activistas quienes han llevado, una y otra vez, el mundo al desastre y no los nihilistas. Texto hipnótico, he ahí su genialidad y su capacidad de atraer irremediablemente al lector, que se mueve en nada y va de la nada a la nada, sin que pase nada, sin sobresaltos ni acontecimientos destacables, ya que el algo posible siempre resulta aplazado por el indeciso escriba. ¿Podemos así, incluir a nuestro Bartleby en el conjunto de los seres nihilistas? Quien sea amante de las interpretaciones puede recurrir a la cuidada edición de Pretextos publicada con el significativo título de «Preferiría no hacerlo», que va acompañada de importantes – profundos y, por ello, a veces dificultosamente interpretables – ensayos de Gilles Deleuze, Giorgio Agamben y José Luis Pardo. Quien se conforme con el texto puro y duro, y no se inquiete por posibles trasfondos, puede sumarse a la postura expresada en el verso de Angelus Silesius, «la rosa es rosa sin por qué» y sumergirse en su lectura directa, seguro que no resultará ni defraudado, ni indemne. ¡Una bomba, sin más!

¡Desconcierto! ¡Estupefacción! Eso es lo que sin ningún tipo de opción va a surgir ante el comportamiento de Bartleby. Tras quince páginas de sucinta presentación, por parte del propietario de la oficina, de sus instalaciones y de sus empleados, entre ellos el recién contratado debido a la abundancia de trabajo, se da el episodio que va a desencadenar la confusión, el desbrujule… Ante el requerimiento del jefe al nuevo empleado, Baterbly, de cara a cotejar y contrastar un dossier, una memoria, éste responderá: «preferiría no hacerlo», ante la sorpresa inicial, el jefe vuelve a la carga y el otro, sin alterarse con una tranquilidad pasmosa («una vaga placidez»), se reafirma en su descolocante frase: «preferiría no hacerlo»…, tenía el emisor un no sé qué que desarmaba al abogado, que trataba de razonar con el insumiso(?) empleado… ¡para nada!… «Es un hecho bastante frecuente que, si un hombre ve que se le responde de una manera absolutamente nueva y fuertemente desrazonable (?), comienza a desmoronarse en sus convicciones más sólidas. Comienza a sospechar vagamente que la justicia y la razón, por muy carente de sentido que esto pueda parecer, están del lado del otro»; así las cosas, el titular del negocio consulta a sus otros empleados acerca de qué les parece la postura bartlebyana. La atmósfera cada vez más densa, hace que el jefe le dé a su cabeza en todos los sentidos que en cabeza humana puedan darse, circular, centrífugo, centrípeto… ante la observación del encierro absoluto del escriba en su garito, que hace que todo tienda a aquello que dijese Pierre Fédida comentando al psicoanalista Harold Searles… «volver al otro loco está en poder de cada uno…», hacer que el otro resida en la preocupación y el comentario acerca del estado de su estado y comportamiento… por tal senda parece abocado a avanzar el pobre jefe cuya vida se ve invadida por el «síndrome Bartleby», pues es tal, y tan, correoso e impenetrable sujeto – con su singular conducta – quien viene a ocupar todas sus cavilaciones, todas sus preocupaciones, todas las horas del día. «Nada afecta tanto a una persona seria como una resistencia pasiva. Si el individuo que se encuentra con dicha resistencia no carece de humanidad y si ve que el agente de la resistencia es perfectamente inofensivo en su pasividad, llevará a cabo con su humor más favorable, caritativos esfuerzos para exponer a su imaginación lo que permanece impenetrable a su juicio». Y así… hasta la consumación final, la nihilización total(en su pertinaz postura de no colaboración, por las sendas de la ausencia del mundo, allá por la apatía, la ataraxia, la afasia, y… hasta la agrafia).

El Bartleby de Melville es una obra menor, en lo que a tamaño se refiere si se compara por ejemplo con su potente Moby Dick, que no en lo referente a contenido… Una escritura, la del escritor norteamericano, de aventura y búsqueda coincidente con su propia existencia vital tratando de hallar algunas de las claves que explican, y distorsionan, la existencia de los humanos en este reino de la precariedad, o en este «valle de lágrimas» que llorarían los otros.

Nadie que se acerque al genial texto que celebramos en esta página saldrá impoluto, ya que éste salpica, hace establecer ineludiblemente un diálogo con él, en ese orden de cosas nos impacta(sería tal vez exagerado y hasta místico, decir que nos transforma… y que tras su lectura ya no seremos nunca los mismos que antes)… dejando de lado sutilezas y particularidades sintáctico-gramaticales, en palabras de Daniel Pennac: «quien ha leído esta larga nouvelle sabe de qué terror puede cargarse el modo condicional. Quien la lea lo sabrá». «¡Ay, Bartleby! ¡Ay, humanidad!».

(Publicado en GARA en 2003)

+ Otros artículos publicados en el diario Gara

La trastienda de Melville

+ Herman Melville

«Cuentos completos»

Alba, 2006.

400 pp. / 27€.

Más adecuado que trastienda, hablando del escritor marino, sería hablar de la bodega de su escritura, tejida ésta de sus propias vivencias y de sus ensayos escriturales de los que estos cuentos son una buena muestra. La fuente de la que bebió, para su quehacer, este escritor norteamericano fue su propia vida: embarcado en un mercante hasta Liverpool, viaje que le hizo conocer de primera mano el salvaje autoritarismo que se daba a bordo por parte de los oficiales, su navegación en un ballenero, el motín al que asistió en otro barco, y la huída que se saldó con una grata estancia en una isla habitada por caníbales, aspecto del cual al enterarse, le hicieron salir por brazos, pues tenía una pierna dañada… vida de novela que le llevó a escribir obras tan marinas como Moby DickBenito Cereno o Billy Budd, por nombrar algunas de las más destacables en tales aguas. Barcos, que como islotes separados forman archipiélagos, del mismo modo que los humanos, en su particular atomismo se dejan engullir como Jonás por la ballena, o lo evitan «prefiriendo no hacerlo», como su Bartleby. Si en toda su obra planea una visión bipolar entre el bien y el mal, y su plasmación en los terrenos religiosos, políticos, psicológicos, morales, metafísicos de la época que le tocó vivir, los cuentos que ahora se presentan primorosamente no podían ser una excepción, y las temáticas melvillianas asoman sin tapujos, al tiempos que son banco de pruebas de cara a pillar el punto adecuado que luego utilizará con destacable tino en sus obras mayores. Diecinueve cuentos nos son presentados para su deleite, y desde luego, vaya desde ya, que no son mero relleno, sino que es prosa en la que la experimentación toma el poder, y las pruebas nos son entregadas como muestra del brillante quehacer del autor de «Pierre o las ambigüedades».

Si bien la escritura del autor se mueve por el dominio de las sombras, consecuencia de su agitada vida, plena además de permanentes fracasos literarios que no le permitían tirar para adelante y que obviamente no le alegraban su existencia al tener que recurrir a diferentes oficios, en los relatos que se nos presentan hay algunos en los que el desenfado toma carta de naturaleza de las páginas. Tras el fracaso absoluto de la última obra citada, es cuando Melville escribió cantidad de cuentos para ser publicados en una revista (Putnam´s). Varios verían la luz en 1856 bajo el nombre de The Piazza Tales, que se abría con el cuento titulado The Piazza («La veranda») que retrata el estado de ánimo del escritor, en busca de una luz que le saque de la oscuridad (si bien, «la verdad llega con la oscuridad» afirma, ejemplo del tono pesimista melvilliano), que podría reducirse al encuentro de alguien que le comprendiese; desde tal lugar, espera hallar el punto de vista adecuado, que intentará ensayar en sus otros cuentos, que son escritos muchos de ellos siguiendo una técnica binaria, en forma de dípticos, así los inseparables «El Paraíso de los solteros» y el «Tártaro de las doncellas», o «El fracaso feliz» y «El violinista», o «El campanario» que tiene clara relación con su novela «Benito Cereno»… distintos enfoques para captar el carácter poliédrico de la humanidad.

El isolato Melville

+ Andrew Delbanco

«Melville»

Seix Barral, 2007

511 págs. / 29 €.

Automáticamente nombrar al escritor americano es referirse a «Moby Dick», si bien en años posteriores la atención y los comentarios ensalzadores de otros escritores y los ensayos sobre él y su compleja obra, han catapultado al autor de «Benito Cereno» a la categoría de escritor de culto. Ahí están, por ejemplo, los profundos trabajos de Giorgio Agamben, de Gilles Deleuze y de José Luis Pardo que acompañan al «Escribiente Baterbly», sin olvidar, en otro terreno, propiamente metaliterario el sagaz libro de Enrique Vila-Matas, «Baterbly y compañía». Desde luego lo que no se sostiene de ninguna de las maneras es el ubicarle, como a veces se ha solido hacer en versiones comiqueadas, entre las lecturas juveniles o adolescentes; aunque como en toda lectura puede indudablemente haber distintos niveles de ella; desde luego la prosa del autor de «Omoo» encierra una complejidad simbólica política, social y filosófica que no se puede obviar.

La densa biografía que ahora se presenta es una trabajada presentación de la agitada vida del escritor y una inequívoca invitación (incitación) a penetrar en su obra, de la que nos van siendo presentadas cada una de sus sucesivas entregas. La obra de Andrew Delbanco es apabullante y entrelaza a las mil maravillas la vida de este aventurero que acabó siendo un angustiado burócrata tras fracasar en su oficio de escritor que es lo que él deseaba con todas sus fuerzas. Es claro que hay vidas que no tienen mucha tela que cortar(quizá podría aplicárseles aquella ocurrencia de Heidegger de que sobre la biografía de los filósofos bastaba con decir: «nació, vivió y murió», quizá lo decía para que nadie se ocupase de la suya) y hay otras que son intensas y por ello mismo sí merecen la pena ser contadas, pues resultan como verdaderas novelas, y con más motivo todavía si se tiene en cuenta que la vida del autor puede suministrarnos nítidas pistas de cara a interpretar la lectura de sus libros, cosa que es innegable en el presente caso.

Melville siempre quiso ser escritor, y podría afirmarse que primero pescó la materia prima que luego le serviría para alimentar su escritura. Varias navegaciones embarcado en balleneros, asistiendo a algún motín y siendo testigo a bordo de castigos y rígidas normas disciplinarias sin cuento , huida desesperada del barco para ir a parar a una isla en la que les acogen, a él y a un acompañante de fuga, y que posteriormente se enterarían estremecidos que los hospitalarios isleños practicaban el canibalismo, más tarde viajaría en un mercante a Inglaterra en donde tomaría contacto con su admirado Nathaniel Hawrhorne… de todas estas vivencias se alimentarían sus «Tapi», «La chaqueta blanca», la ya mentada dedicada a la caza de la ballena blanca, y por qué no, sus otras, excelentes, novelas marítimas como «Billy Bud, marinero» o «Benito Cereno». Algunas desgracias familiares (fatal destino de un par de hijos suyos), y el fracaso de acogida de sus libros le fueron crispando el carácter, y le fueron alejando del gusto del público para dedicarse a la escritura casi como terapia para espantar, por medio de sus personajes, el finalizar de mala manera, acabando por otra parte trabajando en los muelles en una oficina como gris burócrata, fracasando en sus intentos por alcanzar un puesto oficial. Esa amargura se contagiaría a obras posteriores como «Pierre o la ambigüedad» o «El timador».

La sombra de los isolatos de los que habló en su Moby Dick, que algunos han comparado a los «solteros» kafkianos y que yo me atrevería a acercar a los «hombres infames» de Foucault o a los incomptés de Jacques Rancière, destaca de manera paradigmática en su «Baterbly», prefiriendo no hacerlo, y planea a lo largo del brillante, y necesario, libro de Andrew Delbanco.

+ Algunos enlaces de textos publicados en esta misma red:

Acercarse al Leviatán blanco ( 2013)

Bartebly o la resistencia pasiva | Kaos en la red

90 años de «Billy Budd» ( 2014)

Hendaia a 1 de agosto de 2019

Por Iñaki Urdanibia.

Este artículo se centra en la obra más destacada y viva, tal vez, del escritor.

«¿Habrá resonado antes un canto de gallo tan bendito sobre la tierra? Claro, agudo, lleno de ánimo, lleno de fuego, lleno de alegría, lleno de júbilo. Dice claramente: ¡Nunca te rindas!»

Herman Melville (cuentos)

«leerla y absorberla es la coronación de la vida lectora de una persona… puede que su fama [se refiere al autor] todavía no sea grande, pero es intensa, pues una vez lo conoces, pasa a formar parte de ti para siempre»

(Viola Meynell, 1921)

«Moby Dick es un laberinto, y este laberinto es el universo»

(Lewis Mumford)

Tras las ballenas

Muchos niños han entrado en contacto con las ballenas desde muy temprano, sin haber realizado, por supuesto, ningún viaje marítimo. O bien visitando algún aquarium, u observándolos en, por ejemplo, en el muelle donostiarra cada vez que venía el caudillo y automáticamente se pescaba un cachalote para mostrar qué bueno era, entre otras cosas pescando… algunos siendo niños, o un poco menos, así nos acercamos a tales gigantes (me refiero a los cetáceos), si bien es verdad que el conocimiento de las ballenas generalmente viene unido a los cuentos infantiles. Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi (1826-1890), Libro de la selva (La garganta de la ballena) de Rudyard Kipling (1865-1936); ambos y algunos relatos más son deudores del mito de Jonás.

Gigantes marinos han asomado en diferentes autores, desde la Biblia, mitos vikingos, Homero… la hidra en Los trabajadores del mar de Víctor Hugo, al calamar gigante de Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, desde Los balleneros de Alejandro Dumas hasta Moby Dick, publicada en 1951, sin olvidar algunas novelas de Salgari… por tal senda se halla Pawana (Gallimard) de J.M.G. Le Clézio, libro por cierto no publicado, inexplicablemente, de Pirineos abajo.

Hablando de tales gigante marinos, Yves Cohat, en su «Vie et mort des baleines» (Gallimard, 1986), explica cómo los puertos balleneros de Nueva Inglaterra, Nantucket o New Bedfort (*) – puede verse abajo alguna información más detallada sobre la población -, fueron el corazón de la industria ballenera en el siglo XIX… «Alrededor de 1820, el puerto de Nantucket es el más importante de los puertos balleneros americanos. Sus muelles crujen bajo el peso de miles y miles de barriles de aceite cuidadosamente cubiertos con algas para impedir que se secasen al sol. El precio del aceite no cesa de aumentar y la demanda es cada vez más fuerte. Hacia 1830, setenta y dos balleneros fondean cada año de Nantucket. Los 30000 barriles de aceite que traen proporcionan al mundo entero una aceite precioso, necesario para la lubrificación de las máquinas de la revolución industrial naciente y para la iluminación de las grandes ciudades de Europa y de América» [así, algunos de sus usos: fajas de mujeres, pegamento, alimento, aceite para engrasar relojes…].

Para 1850 la isla de la que hablamos había perdido su superioridad… debido a la concurrencia de los numerosos puertos balleneros… que coincidía con el descubrimiento de nuevas zonas de caza en el Pacífico… a lo que se ha de añadir algo más tarde la invención de otras técnicas…

No me corto de ninguna de las maneras, ni recurro al incensario si declaro que hay un libro genial, sí, para quien quiera saberlo todo sobre la caza de las ballenas, su presencia en los mitos, en el arte, en el mundo actual..: Leviatán o la ballena de Philip Hoare (Ático de los libros, 2010); siendo también de interés, Baleinde Paul Gadenne (Actes Sud, 1982).

Concluiré este apartando señalando algunos escritores chilenos, fascinados por el sur de la Patagonia: así, El rastro de la ballena de Francisco Coloane o El mundo del fin del mundo de Luis Sepúlveda.

(*) Nantucket

La ciudad que se nombra en el texto y que es el lugar en donde ha pasado la infancia el narrador John, no es fruto de la imaginación, ni tampoco del propio Le Clézio que mencionaba el lugar en su Pawana, el nombre aparece en la lectura de Moby Dick, y muy en concreto en el capítulo XIV.

Cualquier que se haya acercado al mundo de la caza de ballenas, no habrá tenido otro remedio que toparse con el nombre de esta población situada en Nueva Inglaterra, en la costa este de los Estados Unidos, que se convirtió a mediados del siglo XIX en uno de los puertos más grandes, sino el más, en lo que hace a la caza de ballenas. En aquellos tiempos todos los marineros deseaban conocer el mítico puerto. Relatos de navegantes, de estudiosos y escritores se han referido a esta lengua de tierra, que no tenía recursos y que con el paso del tiempo se convirtió en uno de los centros industriales balleneros.

Libros como el ya nombrado de Melville, el de Philpp Hoare, (Leviatán o la ballena), el de Alain Le Goff (Baleines, baleines) o el de Yves Coart (Vie et mort des baleines) se refieren al lugar.

Un par de ejemplos, de los dos últimos:

«NANTUCKET

Nantucket era el puerto ballenero más grande de toda la costa de Estados Unidos, lo que es lo mismo que decir del mundo entero. En los muelles se veían marinos que venían de todos los mares del globo: noruegos, ingleses, bretones, vascos, portugueses, hombres de las islas Azores, africanos de la costa oeste, de malayos y chinos, canácos de las islas del Pacífico, campesinos del Vermont e irlandeses de Nueva York. Allá se hablaban todas las lenguas, se adoraba a todos los dioses, se temía a todos los demonios. Nantucket era una Babel en la que el aceite de ballena corría a chorros. Se nacía, se casaba, se moría, se dormía, se soñaba bajo el permanente olor de ballena. Los armadores tenían cadenas de oro en el vientre y los capitales eran hombres ricos y respetados.

El más conocido entre ellos eran sin lugar a duda James Bartley, el capitán del Seven Sees, los «siete mares» que hace falta atravesar para llegar hasta el puerto. Todo el mundo lo conocía porque James Bartley era blanco. Me diréis que no es una razón suficiente. Blancos hay muchos, cierto, pero él era blanco, la blancura misma, la de la nieve, la de la leche, la de la muerte. Todo el mundo en Valparaíso, san Francisco o Nantucket, conocía su historia, era a la vez sencilla y terrible…»

(Alain Le Goff)

«Alrededor de 1920, el puerto de Nantucket era el puerto más importante de los puertos balleneros americanos. Sus muelles crujían bajo el peso de millares y millares de barriles de aceite cuidadosamente recubiertos con algas para evitar que secasen por efecto del sol. El precio del aceite no cesaba de aumentar y la demanda de mandíbulas de ballenas cada vez era mayor… Hacia 1830 setenta y dos balleneros abandonan cada año Nantucket. Los 30000 barriles de aceite que se almacenaban abastecían al mundo entero un aceite de calidad, necesario para la lubrificación de las máquinas de la revolución industrial naciente y para la iluminación de las grandes ciudades de Europa y de América»

(Yves Cohat)

A partir de 1850 el puerto perdió su superioridad. La concurrencia ejercida por otros puertos balleneros de la costa este de los Estados Unidos («¡Nueva Inglaterra y el estado de Nueva York contaban con 50 puertos balleneros y una flotilla de 600 navíos!»); esta no era la única causa de este descenso. El descubrimiento de nuevas zonas de caza en el Pacífico y la presencia de un banco de arena, que limitaba el acceso al puerto de los barcos de gran tonelaje, explica que New Bedford haya suplantado paulatinamente a la isla de Nantucket.

Más tarde, en el siglo pasado, los grandes buques-factoría asolan los mares… y algunos, entre ellos Le Clézio, combaten contra la masacre de ballenas… Greenpeace o el WWF (World Wide Fund)…

«Reservamos una suerte poco envidiable a los cetáceos que no arponeamos, como a los peces y a los crustáceos que no atrapamos en nuestras redes. Construimos nuevos puertos de placer o comerciales en entornos en los que los gigantes amaban venir a descansar, a distraerse o a reproducirse. La ballena gris de California paría probablemente en la bahía de san Diego, antes de que el hombre y sus navíos se adueñaran del lugar. Cada vez que colonizamos zonas biológicamente críticas, zonas de juegos amorosos, campos de multiplicación de plancton o espacios favorables al desarrollo de los peces, maltratamos indirectamente a alguna especie de ballena».

(Jacques-Yves Cousteau et Yves PaccaletLa planète des baleines)

Moby Dick

«Miren: una nada es la sustancia, arroja una sombra en una dirección y otra en otra dirección; y estas dos sombras proyectadas de una nada son, ami juicio, la Virtud y el Vicio» (Pierre, XIX)

«Todo buen libro es escrito para un lector determinado y los de su especie, y es por lo que los demás lectores, es decir el mayor número, lo acogen muy mal; su reputación reposa sobre una base estrecha y no puede ser edificada más que lentamente»

(Nietzsche, «Humano, demasiado humano»)

«Los libros escapan a la intención que tenían sus autores al escribirlos»

(Paul Valery)

«Leer bien Moby Dick es una empresa vasta, según corresponde a uno de los pocos aspirantes auténticos a convertirse en épica nacional estadounidense.

William Faulkner dijo que Moby Dick era el libro que le habría gustado escribir; lo más parecido que escribió fue ¡Absalón,Absalón!, cuyo obsesionado protagonista, Thomas Stutpen, puede considerarse el Ahab de Faulkner.

Moby Dick es el paradigma novelístico de lo sublime: un logro fuera de lo común.

Pero no puedo abandonar la epopeya de Melville desde la infancia sin elogiar su extraordinario aliento narrativo.»

(Harold Bloom, «Cómo leer y por qué»)

«La vasta población, las altas ciudades, la errónea y clamorosa publicidad ha conspirado para que el gran hombre secreto sea una de las tradiciones de América. Edgar Allan Poe fue uno de ellos; Melville, también […]. En el invierno de 1851, Melville publicó Moby Dick, la novela infinita que ha determinado su gloria. Página a página, el relato se agranda hasta usurpar el tamaño del cosmos».

(Borges)

La novela parece inspirarse en un hecho real que conmovió el imaginario colectivo a comienzos del siglo XIX, cuando un gigantesco cachalote fue avistado cerca de la isla de Mocha, cerca de Chile. Durante años, aventureros y marinos intentaron dar muerte a ese gran cachalote blanco bautizado como Mocha Dick, que hundió a unos cuantos balleneros. Hubo que esperar hasta 1859 para que una tripulación sueca matase a ese monstruo marino, cubierto de cicatrices,… al final la historia fue inmortalizada, a su manera, por Herman Melville.

De la obra de Herman Melville podría decirse lo mismo que Ismael aseguraba sobre la isla Rokovoko, donde había nacido su amigo Queequeg: «no está marcada en ningún mapa: los sitios de verdad no lo están nunca», lo que está fuera de lugar es – aplicando la lógica de Witold Gombrowicz – «que el arte es una mantequilla de una especie particular, si no es extra, de la calidad más fina, huele inmediatamente a margarina» (véase: Moby Dick, XII). Al menos tal podría decirse hasta los años veinte del siglo pasado, hasta entonces la obra permaneció en el limbo, que es cuando salió del olvido debido a la publicación de una biografía, de la aparición de su novela Billy Budd y de los 16 volúmenes de sus Obras (el culpable de todo esto fue Weaver), que hizo que el escritor pasase de ser considerado como un mero cronista de sus experiencias en los Mares del Sur a convertirse en una de las figuras centrales de la literatura de EEUU, además de un autor de culto, sin obviar que pasó a ser considerado como el mejor cronista de viajes mentales, por emplear la expresión de Hennig Cohen.

Las causas del fracaso de su obra, o de la falta de audiencia es que decía cosas que no quería oír el personal (elogio de los “salvajes”…); por otra parte, a Melville no se le lee de una tirada sino que para exprimir su significado se exige un periodo de incubación… Cada cual ha de hacer la travesía (obviamente con la tradición de lecturas de cada cual)…

Éxito post-mortem, al verse en su escritura la complejidad y multiplicidad que responde a la de EEUU, del que en la obra pretende mostrar todas las voces.

La instrumentación melvilliana desentona… para quien tenga el oído hecho a los solos elegantes de pianoforte, los sonidos bárbaros y las mezclas (collages) de distintos registros… hacen que la lectura pueda crujir.

Hoy convertida en «la inevitable obra del siglo de la tradición norteamericana». Hay revistas, tesis doctorales, Sociedad Melville, salas de fiestas, entreverándose la alta cultura y la cultura popular: restaurantes, lecturas maratonianas de su obra, charcuterías, cupones del periódico, pista de hockey, grupo de heavy, burdeles, parques temáticos.

Si en vida del escritor se reimprimió por última vez en 1876, diez años más tarde estaba descatalogada, hasta que publicada en la colección Clásicos del Mundo de Oxford, cambiaron las tornas, convirtiéndose todo el flores, locas (alabada por su vanguardismo, por el empleo, antes que James Joyce, del sujeto de enunciación cambiante. En concreto, en 1927, el poeta E.M.Forster habló de canción profética. Ampliándose el campo de las alabanzas y las interpretaciones: así Lewis Mumford diría resumiría la novela-océano como «un hombre que luchando contra el mal… se convierte en imagen de aquello que detesta».

Se dio años después, en los cuarenta del siglo pasado, una tendencia a relacionar a Ahab con el mal, y en consecuencia, con los tiranos de la época (Franco, Duce, Führer…), dictadores con botas de montar y con guardia privada. Ciertamente la figura del obsesionado y tenaz Ahab concita la atracción y la repulsión, considerándole algunos como el Dostoievski americano. La tendencia a relacionar al potente protagonista, el capitán Ahab, con personajes del presente no ha cesado, y así el palestino

Edward Said llegó a hablar con ocasión de la búsqueda de Osama Ben Laden de que se estaba impulsando una lucha contra Moby Dick, se está impulsando una lucha contra Moby Dick; en la profusión de numerosas citas de la novela en la prensa, en los días posteriores al 11S, otros hallaban en Ahab como la encarnación del malvado Ahab que perseguía a los yankis como su ballena blanca… Como anécdota añadiré que Richard Gere, comparó a Bush junior con el capitán Ahab.

En fin, sea como sea al final Melville acabó venciendo a sus pares gigantescos: Emerson, Thoreau (???), Whitman, al pertenecer al selecto y raro grupo de escritores que nos hacen pensar más allá de la época en la que se expresa y de la que habla. Hoy Melville es encasillado como muestra de lo contra-cultural, firme anti-belicista, defensor medioambiental, gay o bisexual, multicultural global, etc., etc., etc. El presente renovado hace la grandeza de un escritor, y algunas de las novelas de Melville se han asociado con hechos del presente , así su Chaqueta blanca, con Vietnam, Iraq, Afganistán, Libia, Sudán…y cien países y situaciones más.

Lo que queda claro, dejando de lado la cuestión de la recepción y las interpretaciones de la novela, es la vena megalómana del escritor al volcarse en ella, haciendo bueno aquello que dijese a su amigo Hawthorne: «no llego a detenerme ahí. Si el mundo estuviera enteramente poblado de magos, te dirá lo que haría. Instalaría una fábrica de papel en una esquina de la casa, y de esta manera tendrían una cinta ininterrumpido de papel que desfilaría sobre mi despacho; y sobre esa cinta sin fin escribiría un millar, un millón, un millardo de pensamientos, todos bajo la forma de una carta dirigida a ti. El amante divino está en ti, y mi propio amante responde. ¿Cuál es más fuerte? Pregunta estúpida- no hacen mas que Uno».

La obra fue publicada en 1951, a los treinta años, cuando Melville ya había obtenido ciertos éxitos como escritor y más fracasos. A la sazón los Melville tenían un hijo, y otro en puertas, que nacería cuatro días después de la aparición de la edición inglesa.

No entraré en detalles, pues la historia es conocida, mas sí esbozaré algunos pequeños retazos del desarrollo de la novela: Ismael es un joven neoyorkino, que atravesando una época de confusión decide abrirse al mar. Llegamos con. el al puerto de Nantucket y allá en la posada del Chorro se ve obligado a compartir cama con Queequeg, dándose desde aquel momentos ciertos tonos camaraderiles. Conoceremos también la capilla de los balleneros con sus lápidas, su púlpito desde el que oiremos al cura su prédica.

Cuando se acercan al barco, ven a un anciano de nombre Elías – nombre bíblico donde los haya – que supone cierto azote, a modo de contrapeso –  al bíblico y ruidoso Ahab que pasea su ostentosa cojera por la cubierta del Pequod… «Adiós, supongo que no volveré a veros pronto; al menos que sea antes del Juicio Final». La tripulación del barco está compuesta de malayos, parsis, africanos, casi todos isleños, «aislados… también llamo yo a los que no conocen el continente común de los hombres, sino que cada “aislado” vive en un continente propio por separado»; los oficiales son blancos: entre ellos Starbuck, el más humano de ellos, hasta el exceso, preocupado y atormentado mas no por la misma causa que Ahab, sino que precisamente la locura vengativa de Ahab, es lo le obsesiona a este cuáquero. Su taciturna soledad es debida a que todavía conserva cierta fe en un orden civil, más allá del microcosmo del barco. Es la figura del posibilismo frente al maximalismo de Ahab, quien le considera un flojeras, ya que para el siempre tenso y agitado capitán, la metria prima de los humanos es la miseria, encarnando él el papel de necesario líder carismático que arrastre a la tripulación que no deja de aclamarle.

La navegación y la búsqueda no cesan y tras tres días de combate con la blanca ballena («de la blancura, ni el mismo Melville sabe… », decía D.H.Lawrence), tal y como la había previsto Starbuck y en parte había predicho Elías, todos perecen salvo Ismael.

En el cerrado mundo de los navegantes, Ahab es el rey, amputado y “castrado”; Ismael, centro moral del libro, aunque actúa como espectador y hasta se muestra comprensivo de la furia de Ahab, mantiene cierta distancia, ya que su singularidad reside en que es un joven neoyorkino, no e un naufrago, ni un ser aislado, y posee una amplia capacidad de racionalizar, compartida con unas desarrolladas ansias de vivir el mar.

El libro está atravesado por las dicotomías del océano: en medio de la infinitud, terror y bálsamo, furia y ritmo repetido, claridad y oscuridad, saltando a la vista la ambigüedad, la incongruencia, la inconsistencia del mundo natural y sus enormes excepciones: el calamar gigante que tantas leyendas e historias ha alimentado. En este caso, qué duda cabe, que la ballena blanca es una rara avis en la que Ahab ha concentrado todos los males que han acechado a la los humanos desde los tiempos de Adán… es una furia contra el mundo todo que oculta su furia interna.

Se ha hablado de la novela como de un drama cósmico, en la medida en que traza una historia de los fundamentos del mundo que además, y principalmente, detalla la caza de ballenas, expone leyendas de pesca y de otra índole, mostrando el estado de los saberes de su tiempo (muy en especial en la rama de la cetología); puede interpretarse el combate en presencia como la de Ahab contra Leviatán (encarando por la ballena blanca), un enfrentamiento de Dios con el Abismo. con ciertos aires gnósticos, que hacen que Ahab se levante contra el misterio de la impotencia divina, desafiándola al buscar otra fundación nueva, y realmente cabal, a lo largo de la lucha ésta irá convirtiendo la protagonista en un horroroso tirano. El autor va a los orígenes y allá, en las genealogías divinas, halla la presencia de la tiranía, por la misma senda que hiciera Hesíodo en Los trabajos y los días, y desciende a las profundidades de la arqueología simbólica de la humanidad, por las cercanías del paraíso perdido de Milton… por los territorios de los terrores primordiales y los sufrimientos infinitos.

La tiranía del enfebrecido Ahab es querer, el solo, extirpar el monstruo de la tiranía, encarnado por la ballena blanca, mas hecho realidad también en sí mismo, en un juego especular en el que uno se convierte en el otro… Viaje por los abisales abismos insondables del alma, en un alocado intento por recomenzar el mundo sobre nuevas bases. Por estas vías de interpretación se ve uno abocado a unas interrogaciones insoslayables: ¿la derrota de Ahab supone la repetición de la victoria divina sobre la impiedad? ¿la victoria del abismo supone la derrota de Dios, a la vez que la de Ahab? ¿Será opción apuntada Ahab/Melville la intención de escapar a un nuevo monoteísmo (Parsis en la sombra,como creencia de algunos de los presentes) como último trampolín para la salvación de la raza humana? Dándose la circunstancia, no obstante, de que quien se auto-proclama guía y piloto profetiza al tiempo su muerte… como la muerte espera a cualquiera que trate de sustituir al omnipotente Dios… y en estos caminos avanza la peregrinación más allá de todo límite, por los bordes de lo sublime en donde belleza y horror se casan… con unas apetencias de una inocencia primigenia que borrase cualquier presencia a la tiranía: Leviatán como dueño del océano, que son los dos tercios del mundo, y provocando en el mundo un canibalismo universal, una guerra continua, esta tierra convertida en un lugar oscuro y salvaje (cap. XCCI). Ahab convertido en /por sus ensoñaciones, como Eros (jugando tal rol en la platónica República VIII).

Los simbolismos son abundantes en su constancia, me conformaré, por no abusar, en señalar de pasada algunos de ellos: Pequod: réplica de la nave del Estado norteamericano; treinta hombres de su tripulación, treinta estados que constituían la Unión en 1850. El sistema de trabajo equivale al del ejército norteamericano y las marinas mercantes y militares; el barco es el espejo de Norteamérica, en marcha hacia el oeste, envenenándose con las tierras que iban engullendo (los modelos de los humanos al estilo de las figuras de Botero), en una crítica abierta al carácter expansionista de la Democracia norteamericana. Hablaba Leo Marx , refiriéndose al barco, como «unidad totalitaria, comprometida, disciplinada y dócil… esencia del fascismo».

Pip, diminuto muchacho de cabina, lleva el peso del tema racial de la novela (cap. El náufrago) [recuerdo de Melville de lo que vio a bordo del Acushnet…]… indiferencia como un peldaño en el camino de la sabiduría… desde entonces el negrito como un idiota... mas si el libro está lleno de odio y fealdad, también se dan atisbos de un bello mundo alternativo, mostrado en los cánticos de Pip que no hacen sino suavizar el mal talante de los hombres más groseros, con sus escandalosas leyes sobre la entrega de los esclavos escapados a sus antiguos dueños, ley que provocaba chispas hasta en las filas de los liberales. Se puede afirmar, sin rizar rizo alguno, que mientras escribía le fue asaltando la realidad política haciéndole sentir terror ante quienes dirigían, vía directa, el futuro del país hacia la guerra civil; y Ahab como reflejo de todos los demagogos que en el mundo han sido, siempre buscando un cabeza de turco: judío, el mal, el extranjero… el otro, bárbaro (Emerson había calificado a Napoleón como hombre de hierro y piedra)… y las interpretaciones de la novela como profecía no faltan.

Recogiendo, o inspirándose, en su oceánica obra en los sucesos de su tiempo (desastre de Essex, del desastre frente a una ballena, casos da canibalismo, fanatismo, etc. Guiños que dejan ver una sensibilidad medioambiental (la gran amada), y señalando algunos aspectos cruciales sobre la comunicación, sobre el valor de la oratoria y de los relatos posteriores ( storytteling). «Todo lo que enloquece y atormenta a la razón humana; todo lo que trastoca las cosas; toda verdad contaminada de malicia; todo lo que enturbia los nervios y la masa cerebral; todo el sutil demonismo de la vida y el pensamiento; todo el mal encarnado en Moby Dick para el enloquecido Ahab, y era vulnerable al ataque…»

No cabe duda de que Melville fue en ciertos terrenos un adelantado a su tiempos al ser capaz de vislumbrar la situación moral peligrosa del hombre moderno, y los motivos que más podían agravarla: por una parte, estaba el supremacismo de los blancos que pensaban que lo mejos es lo suyo frente a los atrasados negritos y otros (ejemplar en este orden de cosas resulta su Benito Cereno). Esta visión iba acompañada con otra de no menor calado: el optimismo del progreso humano que imperaba en la época (decía Ernst Renan que «La barbarie es vencida sin marcha atrás porque todo aspira a devenir científico»), que hacía que todavía en vísperas de la primera guerra mundial se pregonaba que «el Destino vencido parece permitir en fin una Esperanza sin límites», en palabras de Jean Perrin. No compartía ese espíritu de progreso cientista Melville, en aquellos tiempos, mientras escribía, en que las relaciones entre norte y sur estaban en plena ebullición, al consideraren tiempos e: 1) El hombre moderno crecido por sus propios éxitos, ha llegado a creer que todo saber verdadero es de la misma naturaleza que los conocimientos que le han ayudado a triunfar en la conquista del mundo; 2) Al mismo tiempo vive ignorándose a sí mismo, imaginando que los monstruos de las leyendas, de los mitos, eran producto de la ingenuidad y de la credibilidad, que eran al contrario la expresión del saber que poseían los antiguos en los abismos de su propio corazón. Melville emprendió la tarea de explorar tales abismos. Se va al mar que es el escenario, no va a explorar éste sino los seres que pueblan los barcos que lo surcan… allá en donde anidan potencias insumisas, monstruosas, afectos elementales, la parte irreductiblemente salvaje e indomable del corazón humano. Las Luces han creído disipar las tinieblas, pero de hecho no han hecho más que iluminar la superficie, quedando fuera de su conocimiento los relieves conformados por potencias de las cuales todo ignoran.

Este ubicarse fuera de las filas del conformismo de la época puede ponerse en contraste en dos contemporáneos casi perfectos: Renan (1823-1892) y Melville (1819-1891):

el primero afirmaba en el Avenir de la science «el gran reino del espíritu no comenzará más que cuando el mundo material sea perfectamente sometido al hombre», mientras que el segundo, dice en Moby Dick: «cualquiera que sea la vanidad que el bebé-hombre saque de la ciencia y de su habilidad, y cuáles sean los progresos que él se enorgullezca de hacerles cumplir en el futuro, siempre, hasta el día del Juicio, la mar insultará, lo aplastará, reducirá a cenizas la fragata más robusta y la más majestuosa que se pueda construir». Es obvio que Melville no está poniendo en duda las técnicas de construcción naval, sino que apunta a la fe y al optimismo representado por la frase de Renan. Insensato creer que someter el mundo material permitirá el reino del espíritu, cuando ese deseo de sumisión total a la naturaleza va a la par con una sometimiento no menos a total a otra parte de tal naturaleza, la naturaleza interior de sí mismo.

Ya han quedado señalado, líneas más arriba, los aires gnósticos que se dejaban ver en el protagonista de la novela , al encontrar que el mundo está muy mal hecho; ahora bien, mientras los gnósticos antiguos buscaban el bien fuera de este mundo, abandonado a las fuerzas malvadas, y se volvían hacia el Dios que les liberaría, Ahab, como moderno que es a pesar de su bíblico nombre y sus parrafadas shakespereanas, pretende purgar este mundo de todo lo que resiste a su dominio, a la empresa – resistencia de la que la ballena blanca es para él el emblema. Hombre de soluciones radicales, definitivas, que embarca a la humanidad entera, cuya tripulación gregarizada de su navío es el representante, en su alocada empresa. No se da cuenta, más que por momentos, que la falta de dominio no sólo es exterior sino que reside en el centro de sí mismo, en su corazón, en sus pasiones… Atrapado por una ambición de dominio total… que precisamente, en su búsqueda, precipita al hombre en aquello de lo que esperaba escapar.

Dicho todo lo anterior sería injusto deducir que Melville fuese un reaccionario, no dice volvamos a al mundo antiguo y a la religión de nuestros padres… sino que trata de señalar lo que resulta absolutamente ingenuo en el proyecto moderno, tal como se despliega, consciente de las inmensas taras, pasadas y presentes, que pesan sobre el mundo, para no darse cuenta de que la sabiduría recomienda emplearse a subsanar los errores más que buscar adaptarse a lo que es. Sin ser de esos “ilustrados” que piensan haber acabado con los dioses (pararrayos)… se mantiene en lucha contra la religión en la cual ha sido educado. En caso de haber un solo Dios, Melville no está nada satisfecho con lo que se dice en la Biblia. Melville, no obstante, es uno de los raros personajes que en su siglo piensan que la Biblia no es de esos libros que hay que rechazar, ignorar o filosofar para abandonarlo, y que hacerlo es ponerse a su altura. Violeta Sachs tituló un estudio sobre la novela La Contre-Bible de Melville, debiéndose tomar ese “contra” como oposición y como contacto estrecho; es decir, como unidad y lucha de contrarios, por decirlo así con resonancias supuestamente dialécticas.

En fin, si en bautizo aristotélico, cetáceo (κῆτος) venía a significar ballena como sinónimo de monstruo marino, y en dicha onda fue considerado como animal terrible (Jonás, el Leviatán bíblico, Simbad, Luciano de Samosata, los indios pensaban que la lucha encarnizada entre ellas ocasionaban olas gigantescas que arrasaban poblaciones enteras) a la inversa, en el hinduismo, Vishnú se transforma en un pez gigante que representa la salvación, y el islam afirma que entre los animales que oran directamente al paraíso se encuentra la ballena; valoración positiva que viene alimentada por los beneficios que de ella se extraen: comida, sustento, comercio… En este orden de cosas, Moby Dick pasa a marcar la visión moderna de las ballenas al subrayar los aspectos benéficos ya nombrados y sus aspectos peores: representadas como algo oscuro, metafísico, ser peligroso para quien las intentasen cazar… planeando la figura del Leviatán bíblico.

Con el tiempo tal animal, sociedad del espectáculo obliga, fue presentado como representación de la amabilidad, siendo un animal simpático y feliz, dedicado al entretenimiento de turistas, dejando de lado los dibujos animados en sus usos y abusos.

Un aspecto que ha asomado reiteradamente con respecto a algunas relaciones presentes en la novela, y hasta en el propio comportamiento del escritor, es el relacionado con supuestas tendencias homosexuales… Por una parte, algunas voces lo han solido detectar en algunos encuentros – digamos que – glamourosos (Jeroboan, el loco Gabriel, Virgin, Jungfrau, Rosebud, Samuel Enderby, Rachel…) a lo que se suman los aires del capítulo Un apretón de manos, en donde reluce la fraternidad, el semen, del mismo modo que anteriormente se ha solido mencionar su relación estrecha con Queequep… o todavía, ya en la propia vida del escritor, la escapada del barco con Toby, paseo por Liverpool con Adler. En la carta de Melville dirigida a su amigo Hawthorne que anteriormente he citado se habla de «el amante divino está en ti, y mi propio amante responde. ¿Cuál es más fuerte? Pregunta estúpida – no hacen mas que Uno» lo cual se ha contrapuesto, en alguna ocasión, con aquello que señalase Pierre Leirys acerca de lo que escribía Hawthorne, en su El fauno de mármol, en 1860: «soy un hombre y, entre un hombre y otro hombre, hay siempre una fosa infranqueable. No pueden jamás apretarse las manos (hacer manitas); y es debido a que un hombre no obtiene nunca ninguna ayuda íntima, ningún sostén de corazón de su hermano hombre, sino de la mujer-su madre, su hermana, su esposa» (por cierto, en algunas escenas de la novela se da una enorme importancia al estrechamiento de manos como signo de amistad, fraternidad, etc.).

Tras escribir este último párrafo, que se detiene en una aspecto que no contiene mayor relevancia en lo que hace a la novela, me surge la imperiosa necesidad de añadir unas pinceladas aclaratorias: 1) en todos los tiempos han existido policías del pensamiento, y de las costumbres; en el caso que nos ocupa su preocupación sería condenar la postura de Melville en este terreno de las opciones sexuales; 2) Lo que para los anteriores era un dato a cargar en el debe del escritor, desde la óptica opuesta, hay quienes han considerado que la postura melvilliana es digna de aplauso ya que da carta de naturaleza, téngase en cuenta los años en los que lo hacía, a relaciones juzgadas fuera de lo normal por la moralidad bien pensante; y 3) No es una cuestión baladí señalar cómo ciertas situaciones existenciales (internados, prisiones, cuarteles, seminarios y similares) provocan ciertos comportamientos circunstanciales que no denotan una elección neta y consecuente con respecto a la opción que se siga (no habiendo otra…).

La visión de Lewis Mumford

Entre los innumerables intérpretes y comentadores de la novela melvilliana, un puesto de honor le cabe al historiador norteamericano (1895-1990) de la ciencia de la técnica . No es el momento ni el lugar para extenderse en la visión que sobre el asunto expone en su biografía literaria de Melville;me permito entregar un somero resumen de la visión expuesta por Mumford:

El libro es una historia de la mar, de la historia del eterno Narciso que es el hombre; tratando de fijar todas las orillas y todos los océanos, representando la ballena los poderes demoníacos del universo, que atormentan y echan por tierra los deseos humanos.

El libro es un laberinto y este laberinto es el universo entero, en una visión que abarca cielo e infierno en la que lo doméstico no es más que pura ilusión.

El cachalote como representación del universo impenetrable queda reflejado oscuramente en el espejo del inconsciente. En la medida que la ballena entra en escena, queda desvelado con brutalidad que nos humanos no pintan nada en absoluto.

Una de las lecciones que el historiador extrae de la obra es que todo pensamiento cerrado encierra algo de arbitrario y de ilimitado; así agarrándose a la ciencia, el escritor, no obstante, abre su mirada a las cadenas imparables de los distintos paradigmas venideros, mezclando en todo momento aventura y ciencia.

Como la Odisea cuenta las aventuras lejanas o Guerra y Paz la guerra y los asuntos conyugales,Moby Dick cuenta la mar y sus costumbres, subrayando la gesta de la caza de la ballena y la industria a ella ligada, sin obviar la vida a bordo. El espíritu interrogador del escritor hace que los protagonistas, excepto el fijado Ahab, titubeen, duden, etc. Con un estilo similar al de Thoreau, Aunque solamente fuese por eso – señala Mumford – el libro tendría valor más allá de cualquier consideración literaria, lo que no quita para que se pueda considerar como una verdadera epopeya poética.

Parábola del misterio del mal y de la maldad contingente del universo, mostrando al hombre en su debilidad enfrentándose a las fuerzas ciegas, brutales omnipotentes, no cesando de mostrar su voluntad de modificar lo absurdo, y como representación máxima: la ballena blanca, representando la enfermedad, los accidentes, la perfidia, la envidia, la venganza, la frustración… los salvajes de los mares del sur no conocen al cachalote blanco, al contrario que los europeos: Job, Esquelio, Dante, Shakespeare… no dejan de perseguirla.

Ahab empeñado en su inicial lucha, revestida de indudable justicia, acaba deviniendo lo contrario: loco, ciego, al que no puede detener, sino un simple negro.

Y Lewis Mumford subraya la combinación que en elibor se da entre las dos caras del yo moderno: el positivo, práctico, científico… dispuesto a la conquista y el conocimiento y el ideal e imaginativo (que conduce a convertir el arte en humanidad).

La visión elogiosa del historiador no quita para que se muestre contundente al señalar que no es una novela propiamente dicha ya que le falta verosimilitud, siendo sin embargo un almanaque ballenero y una obra plena de lecciones…

En fin, concluiré este resumen con una par de citas del resumido: «El arte, la religión, la cultura, todos esos triunfos intangibles del espíritu, encarnados en formas y en símbolos, todo lo que constituye un diseño opuesto a la energía “insensata” y cuyos principios se oponen a la rutina – esos esfuerzos conducen la vida humana a su plenitud, incluso cuando van a la contra de las leyes ordinarios del mundo… […] El Sermón de la Montaña es de esta naturaleza: no resuelve todos los problemas difíciles de la moral, pero sugiere un nuevo punto de vista en su confrontación, induce a quien está lo suficientemente tocado a seguirle a todos los lugares secretos de la conducta bajo la única influencia de la dulzura, de la compasión y del amor… Lo mismo pasa con Moby Dick: el libro es más grande que la fábula que contiene, anuncia más de lo que refleja realmente ».

Un pequeño índice conceptual / onomástico

Alteridad: la diversidad de la tripulación es amplia, y la salida viene por un parsi, si bien únicamente un americano es el que se salva.

Biblia: muchas figuras bíblicas (Job, Jonás, Noé, Ismael, Ahab…) y esbozo de tesis interpretativa suministrada por el propio escritor, capítulo 113, «Ego non baptizo te in nomine Patris, sed in nomine diaboli».

Ahab, rey bíblico, primer Libro de los Reyes, ser rebelde contra Dios… Moby Dick sería un «dios malo» ¿Contra-Biblia? ¿Podría leerse como un grandioso poema que llevara a su extremo lógico el predestinacionismo puritano… es vano luchar contra lo que ya de antemano ha destinado Dios, del mismo modo el demonio, y solicitar su amparo, de nada va a servir… Gnosticismo: dios falso, usurpa al verdadero Dios…

Bien / Mal: E.M.Forster, y muchos otros, han interpretado la obra como la lucha entre el bien y el mal.

Blanco: símbolo de la dureza y crudeza (se puede ver también en Edgar Allan Poe)… tierras desérticas, frías,… y los negros, como el carbón, no pueden aguantar de ninguna de las maneras semejante blancura. «El cuervo»… la estatua blanca de Palas en la que se poya representa el dolor y la muerte.

«Era la blancura de la ballena lo que me horrorizaba por encima de todas las cosas» (dice Ismael en el cap. «La blancura de la ballena»).

D.H Lawrence: «evidentemente es un símbolo. ¿De qué? Dudo que ni siquiera el propio Melville los supiese exactamente. Y eso es lo mejor de todo».

Habitualmente blanco: belleza, hermosura, realeza, novias vírgenes

En revancha : oso polar, tiburón blanco, El Ártico… cegadora blancura, uno de los lugares más oscuros del universo: pasa más de seis meses al año en una noche perpetua

Ecología: destrozando la naturaleza, ésta se toma la venganza… Prometeo y Frankenstein

Hombre-pensamiento: los hombres son los seres más débiles porque son inteligentes. La inteligencia es precisamente el arte de perder de vista. Si se quiere curar un mal no puede perderse de vista… e irse por ahí… Los monstruos de la razón engendran monstruos, o…fenómenos sobrenaturales, dioses y demás zarandajas.

Hybris: pasión desordenada y soberbia que hace a los humanos tratar de ir más allá de los posible… «La voluntad …» schopenhaueriana.

Ismael: hijo «salvaje» de Abraham, lo tuvo con un criada Hagar, con la complicidad de la envejecida y estéril Sara…  ésta se agarra a Isaac y hace la vida imposible a Hagar, al final – tras intervención divina – Abraham reconoce como suyo a Ismael.

Narrado en primera persona, inteligencia creativa de la novela. De hecho, el propio Melville también era como un «salvaje» navegando por los mares del sur.

Hurga en sí mismo (inmanencia) frente a la persecución del absoluto por parte del cojo capitán… que quiere abarcar poco menos que los sobrenatural y todas sus “historias” y leyendas…

Rechazado al desierto, ya que no pertenecía a la descendencia elegida. En este rechazo ve Melville el emblema de las divisiones que la religión instaura, y solidifica, entre los hombres, en vez de unirlos – entre judíos y no judíos, y a continuación entre cristianos y paganos – el emblema de estas reuniones que crea pagando el precio de la exclusión.

Isolatos: cap. VII «La capilla» / los oyentes del padre Mapple son descritos cada uno de ellos como un islote, cada uno podría ser un elemento en el seno de un archipiélago. Como una congregación de átomos absolutamente aislados. «Cada fiel silencioso parecía…»

Aislados: que se atrincheran contra el mundo deambulante y viven sólos con sus demonios y sus sueños…

El Leviatán compuesto de homúnculos, dentro de la representación del Leviatán que aparece en la propia portada de la obra de Hobbes de 167?.

República fraternal que puede presentar ciertos aires de familia con los solteros kafkianos, el musiliano hombre sin atributos, los incomptés de Rancière o los hombres infames de Foucault.

A la sombra del trascendentalismo de Emerson

En aquellos tiempos de implantación capitalista salvaje y de endiosamiento del dólar… ha de tenerse en cuenta que, por parte de – digamos que alocado – padre, el joven Herman vivía de cerca dicho ambiente de negocios, etc. Y tampoco esquiva – en sus obras – el dar unos codazos de pasada a quienes bajo el manto caritativo se empeñan en hacer que la gente se integre, balizando los límites del cristianismo(ahí están sus personajes como Delano o el abogado empleador de nuestro escriba; ya anteriormente había despellejado la labor de los misioneros en su Mardi). Melville se va a posicionar netamente contra la voracidad económica y al tiempo contra el idealismo angelical que anidaba en los ambientes trascendentalistas. «En los últimos tiempos se han sofocado muchas revueltas entusiastas contra perversos despotismos en todas las partes del mundo; la locomotora y la máquina de vapor también han causado terribles y numerosas víctimas… ¡Un mundo miserable!…¡Grandes adelantos de la época! ¡Qué! ¡Llamar adelanto a la facilitación de la muerte y el asesinato!…» (se puede leer en ¡Quiquiriquí! in «Cuentos completos». Alba, 2006). Su apuesta iba más por el camino utópico de la «comunidad de hermanos», más cercano al «bon sauvage» rusoniano (y al estado preadánico cuya presencia ya he destacado en algunos de sus personajes), parejo en esto a David H. Thoreau. Trata Melville de hacer un hueco a los sentimientos(no necesariamente “buenos”) frente a la presencia creciente y atosigante de la pretenciosa Razón…

El trascendentalismo viene a representar un panteísmo místico, un empeño por fusionarse con la Unidad; la poesía la puso Walt Whitman con su canto al yo, y a otras yerbas, y al destino americano como ajeno a la herencia europea. En lo filosófico, uno de sus representantes más preclaros, Emerson, con significativas palabras dejará claro el programa del movimiento: «¿Por qué no habríamos de disfrutar de una relación original con el universo? ¿Por qué no habríamos de tener una poesía y una filosofía de la intuición y no de la tradición, y una religión que nos sea revelada a nosotros y no la historia de la religión que les ha sido revelada? Al abrigo durante una temporada en el seno de la naturaleza cuyos flujos de vida nos rodean, nos penetran y nos invitan, por la fuerza que nos dan, a una acción proporcionada a la naturaleza, ¿por qué deberíamos errar todavía entre los restos desechados del pasado y disfrazar con sus harapos a la generación viviente? El sol brilla hoy también. Hay más lana y lino en los campos. Hay nuevas tierras, nuevos hombres, nuevos pensamientos. Hagámonos cargo de nuestras obras, nuestras leyes y nuestra dignidad»… En el Walden de Thoreau, combinado con la tenaz defensa de la desobediencia civil del mismo (contra las instituciones podridas), se traduce la autenticidad del ser americano de esta corriente innovadora, de dejarse de muchas palabras y hacer – de manera que los actos sirvan de ejemplo a los demás -; preámbulo de la influyente corriente pragmatista con sus Dewey & company. Sus impuestos fueron en más de una ocasión abonados por sus amigos (Emerson, Whitman, Hawthorne…) para que no fuese a dar otra vez con sus huesos en la cárcel. Contra Europa, y sus defectos, y con el luminoso horizonte de una humanidad absolutamente nueva, con claros tintes de revuelta romántica y sus contagios metafísicos de exaltación de los sentimientos frente a la fría y calculadora razón. «Es hacia Oregón y no hacia Europa adonde tengo que dirigirme; es a esta dirección adonde se dirige América; es de Este a Oeste como progresa la humanidad», diría este inconformista trascendentalista y anarquista jeffersoniano. En Melville, a pesar de las simpatías y amistad con este movimiento, brilla más que el romanticismo, una lucha constante contracorriente, a veces hasta podrían tomarse algunas de sus posicionamientos como un intento de caricaturizar las posturas trascendentalistas (¡tan armoniosas ellas!), además de mostrar un combate que parece rebelarse contra la omnipotencia de la naturaleza, del mal, de dios… ahí está, en especial, el furioso Ahab. Ahí está, el propio Melville, que huyendo de la candidez pone el dedo en la dura llaga: la naturaleza no acaricia sino que mata, más cuando se la maltrata. En supuesta conversación con su amigo Hawthorne – en recreación gioniana – Melville viene a enfatizar en la alocada empresa de quien insatisfecho por la marcha de las cosas embiste contra el mismísimo dios… Behemoth (la revolución) contra Leviatán (el Estado y el orden) se enfrentan encarnizadamente.

Significativas son las ideas que expone Morton en su Historia de la literatura norteamericana,editado por Losada: «Hawthorne no podía leer a Emerson ni creer en su optimismo moral y filosófico, y tampoco podía hacerlo Melville (que por cierto comentaba que a su amigo le hacía falta un poco de rosbif sangrante…) Para éste, como para Hawthorne, la fe de Emerson en la capacidad del hombre americano moderno para renacer en virtud de la unión con la Naturaleza y la fe en su humanidad triunfante, era su destino. Hawthorne y Melville eran hombres que poseían una visión fundamentalmente trágica. En su pensamiento vemos el gran abismo que separa a la América de la vieja tradición religiosa y moral europea de la fe confiada, optimista y creadora en el progreso y la libertad humanas que hemos encontrado ya en Franklin y que en la Edad de Oro de la cultura americana expresaron Emerson, Thoreau y Walt Whitman. El idealismo de Emerson era una abstracción tan importante para Melville como para Hawthorpe»

En carta a Evert Duyckink del 3 de marzo de 1849, después de haber presenciado una conferencia de Emerson, Melville aseguró que «no, yo no me columpio en el arcoiris de Emerson; preferiría ahorcarme con mi propio dogal que balancearme en el columpio de otro hombre».

No parece haber frase que refleje mejor el pesimismo de Melville (y quizá no sea casual que se halle en su última novela): «porque la muerte, aunque sea en un gusano, es majestuosa; mientras que la vida, aunque sea en un rey, es despreciable» (El embaucador, XXXVI). Se puede añadir que el año de su muerte, Melville anotó en su ejemplar de Studies in Pessimism de Schopenhauer su conformidad con la afirmación de ese filósofo de que «lo único que me reconcilia con el Antiguo Testamento es el relato de la Caída. A mi parecer, es la única verdad metafísica de ese libro, aunque aparece en la forma de una alegoría».

Hawthorne en su diario, 1856, tras la visita liverpoolense de Melville: «hemos dado un paseo bastante largo juntos, después nos hemos sentado en un claro entre las dunas de arena (al abrigo del viento frío) y hemos fumado un cigarro. Melville, como siempre, se ha puesto a razonar sobre la Providencia y la vida futura y todo lo que abarca el saber humano, y me ha informado que estaba resignado a “ser aniquilado”; pero no me parece que vaya a detener esos pensamientos, creo que no permanecerá en reposo, pues no tiene una creencia bien definida. Es extraño como persiste-desde que yo le conozco y probablemente antes – a errar de aquí para allá en esos desiertos tan ingratos y tan monótonos como las dunas de arena en las cuales nos encontramos sentados».

Hendaia a 1 de agosto de 2019

Por Iñaki Urdanibia.

El 1 de agosto pasado se cumplieron doscientos años del nacimiento del pionero de la gran novela americana.

Hay vidas cuya insignificancia es lo único destacable, por usar – en otro contexto la afirmación del otro – pesan menos que una pluma; mientras que hay otras, plenas de vicisitudes, aventuras, que parecen varias existencias unidas en una sola, serían grandes – por seguir la comparación iniciada anteriormente – como las más altas montañas. Sin pestañear, la vida de Herman Melville debe incluirse con plenos derechos en las segundas: su vida, como algunas de sus novelas, es un verdadero océano con sus momentos de calma y con sus oleajes y borrascas. Esto es así hasta el punto de que vida bien podría ser la materia de una novela, del mismo modo que sus experiencias vitales tienen que ver bastante con su escritura, pues, al fin y a la postre , el autor de Benito Cereno, sabía de qué hablaba, conocía los suelos que transitaba y, muy en especial, los mares que surcaban los protagonistas de algunas de sus novelas más célebres y celebradas.

La muestra de lo que digo es el conocimiento de su propios avatares biográficos que es a los que voy a dedicar esta primera entrega.

Herman Melvile (1819 –1891)

«Melville es un vikingo cargado de años y de memorias y de una especie de desesperación rayana en la locura. Es un vikingo que al hacerse a la mar, en realidad se dirige a su morada. No puede aceptar la humanidad. No puede pertenecer a la humanidad. No puede

(David H. Lawrence)

1819-1830

Herman Melville nace el 1 de agosto de 1819 en Nueva York. La casa familiar estaba cerca de los muelles, en una arteria del sudeste de Manhattan, era el centro del comercio de importación de textiles de Francia e Inglaterra.

Herman es el tercero de ocho hermanos. Por parte de madre, sus abuelos pertenecían a una familia de alta alcurnia holandesa, y uno de sus miembros, el general Peter Gansevoort, fue un héroe de la revolución americana. Por parte de padre, comerciantes escoceses. El abuelo, mayor Thomas Melville, jugó igualmente un papel glorioso durante la guerra de independencia americana.

Nueva York contaba por entonces con una población de 130.000 habitantes, convertido en el puerto más activo de la costa nordeste. Desarrollo rápido que no impide que conserve un carácter semi-rural, siendo afectada periódicamente por epidemias de tifus y de fiebre amarilla.

El padre importa de Francia novedades. A partir de 1826 la economía entra en recesión y Alann Melville resiste mal ante la brutal concurrencia británica, haciendo que sus negocios comenzasen a renquear. La solicitud de préstamos crece y sus pufos tanto con su padre como con su cuñado Peter Gansevoort crecen; este último se convertiría en el sostén financiero de la familia. Tres cambios de domicilio entre 1820 y 1830, muestran las dificultades de la familia, cuyo cabeza trabaja en una fábrica de pieles.

Mientras el hermano mayor, Gansevoort (bautizado así en honor del glorioso abuelo) destaca en los estudios, mientras que Herman – según su padre – es «de comprensión lenta», a pesar de ello no tiene ningún problema para superar los estudios, recibiendo el título de mejor orador en 1928. Sigue sus estudios en el colegio privado en el que se presta más atención a los estudios comerciales que a los clásicos; tres años más tarde obtendrá el primer premio de contabilidad.

1831-1832

En el curso de un viaje a Nueva York, en diciembre de 1831, el padre empeñado en convertirse en patrón de sus propios negocios , contrae una neumonía. Muere, delirando, el 28 de enero de 1832. Herman y su hermano mayor han de abandonar el colegio. Gasenvoort, ayudado por su tío Peter, abre una comercio de pieles. Fue en ese momento en los que los negocios iban en alza, que por iniciativa de su madre, se añadió una “e” al apellido. Herman , con trece años, pasa a trabajar en un banco, del que su tío Peter era uno de los administradores.

1834-1835

Tal vez debido a algunos problemas oculares abandona el trabajo y es enviado al campo, en donde su tío Thomas tiene una granja, que trata de sacar adelante a duras penas.

A principios de 1835, Herman vuelve a Albany matriculándose en el liceo clásico de la ciudad. En esa época se inicia en las primeras lecturas: Scott, Byron, poetas ingleses del XVII; compagina sus estudios con los trabajos contables del negocio de su hermano.

1837

En abril, un movimiento de pánico financiero va a llevar a Gansevoort a la bancarrota; los Melville que se habían volcado en apoyo del negocio han de abandonar su confortable domicilio para mudarse a un pueblito cercano. Gansevoorts se hunde en un profundo estado depresivo que le va a durar un año. Herman enseña como maestro en una escuela rural. Cursa unos estudios de agrimensor.

1839

Herman intenta colocarse en un canal en construcción, pero el proyecto se queda en agua de borrajas. El 4 y el 18 de mayo aparecen en una revista dos textos cortos suyos y unos meses después un breve relato de pesadilla.

En la familia hay antecedentes de viajeros y hombres de mar: el capitán John Wolf – cuñado del padre de Herman – participó en un viaje de exploración en Siberia; tres primos Gasenvorrt son marinos, uno de ellos acaba de volver de una larga campaña de caza de ballenas. El mar era a menudo el refugio de jóvenes sin esperanza: Herman se enrola como grumete en un mercante, el St. Lawrence, destino a Liverpool. Primera travesía marítima que relatará diez años más tarde como novela de aprendizaje de la vida en el mar y de la ciudad industrial infernal bajo el título de Redburn.

A su vuelta halla el domicilio familiar en una situación financiera crítica; se pone a buscar trabajo desesperadamente.

1840

Encuentra trabajo de maestro, trabajo que no le será pagado. Parte junto a un amigo, Eli Fly, animado por las noticias del descubrimiento de yacimientos de plomo. En vano recorre la “frontera” occidental del Estado, decidiendo volver a Nueva York. Eli Fly encuentra trabajo de copista en el despacho de un abogado (tal vez este amigo fue uno de los modelos del inquietante escribiente Bartebly); Herman por su parte, viaja a Nantucket, cuna americana de la caza de ballenas. El 26 de diciembre, firma su inscripción en el Acushnet. El 31 de diciembre se embarca en New Bedforf; tenían entonces veintiún años.

1841-1842

Avituallamiento en Fairhaven, paso del Cabo de Hornos, repostan en las islas Galápagos, llegan a las islas Marquesas (Inglaterra, EEUU y Francia se hallan en una verdadera guerra por hacerse con posiciones en la Pacífico sur). Herman y su amigo Ricard Tobias Greene, conocido como Toby, desertan. (En dos años, siete de los veintiséis miembros de la tripulación habían huido de la misma manera debido a las lamentables condiciones a bordo del ballenero). En la fuga, Melville se hiere una pierna, lo que les hace ir en busca de ayuda, y así fue como Melville pasó alrededor de tres semanas conviviendo entre los caníbales Taipi. Logra salir del lugar, uniéndose a la tripulación de un ballenero de Sydney, el Lucy Ann, a bordo del cual, el 9 de agosto, firma un contrato para una campaña de pesca. Cuatro semanas más tarde, se une a un motín lo que le supuso un encierro de tres semanas en la prisión inglesa de Tahiti. Tras recuperar su libertad se dedica junto al excéntrico médico del navío a recorrer las islas del archipiélago. En noviembre de 1842 está a bordo del Charles and Henry de Nantucket, embarcación que abandona seis meses más tarde, tras una campaña de caza de ballena por aguas japonesas.

1843-1844

El 17 de agosto de 1843, se inscribe como gaviero en la fragata de guerra United States. Asiste por primera vez al repugnante espectáculo de la pena de latigazos infligida a unos marinos que se habían emborrachado en su permiso en tierra. Dichas escenas de castigos corporales que denunciará con energía en su Chaqueta blanca, se repiten varias veces a lo largo de la travesía.

No era conocedor entonces de que un primo suyo, Guert Gansevoort había presidido un consejo de guerra en el que se habían condenado a la horca a tres marinos acusados, sin mayores pruebas, de promover un motín…Cuarenta años más tarde, Melville utilizará algunos detalles de este siniestro asunto en su Billy Budd.

1845

Nada más volver comienza a escribir sus aventuras en el Pacífico; en primer lugar Taipi (Typee).

Su hermano Gansevoort es nombrado secretario de la delegación americana en Londres, como pago a su participación en la campaña de quien luego sería elegido como presidente de EEUU, James K. Polk; en su equipaje llevaba el libro de su hermano para tratar de buscar algún editor que lo publicase. John Murray acepta, a pesar de mostrar cierto escepticismo con respecto a la verdad de los hechos descritos en ella.

1846

En febrero, Taipi ve la luz simultáneamente en Londres y en Nueva York. La crítica acoge favorablemente la obra si bien se duda acerca de la veracidad de los hechos relatados. Toby – su compañero de correrías – confirma el relato de su amigo. En la segunda edición se hará desaparecer del texto los ataques más virulentos con respecto a la actividad de los misioneros en Tahiti y en las islas Sándwich.

Su hermano Gansevoort fallece repentinamente el 12 de mayo.

1847

Omú, presentada como la continuación de Taipi, se publica en Nueva York, y al mes siguiente en Londres. El libro se vende bien. Conoce a Evert Duyckinck, que junto a su hermano, juega un papel dinamizador importante en el mundo literario americano, publicando revistas, etc.

El 4 de agosto se casa con Elizabeth Shaw, hija de un influyente y adinerado juez; este era amigo de la familia. El destino del viaje de novios es Canadá, a la vuelta se instalan en Nueva York. El primer hijo de Herman y de Lizzie, Malcom, nacerá el 16 de febrero de 1849.

1848

Después de la publicación de Omú, inicia de inmediato la escritura de una continuación de los anteriores relatos de viajes. Mardi, en parte bajo la influencia de las abundantes lecturas (Rabelais, Burton, Spenser, Shakespeare), se convierte sobre la marcha en una obra alegórica y filosófica compleja, en la que se pueden oír entre otros los ecos de la revolución de 1848. La obra ve la luz en marzo de 1849 y la recepción crítica es muy hostil y las ventas mediocres.

1849

Inicia la escritura de White Jacket (Chaqueta blanca). Según el propio Melville tanto ésta como Redburn las escribió para comprar tabaco. Quiso la casualidad que la novela consiguiese cierta audiencia debido a que en aquellos días se debatía en el Congreso la cuestión de los castigos corporales en la marina de guerra americana.

En el verano, el parlamento británico vota una ley que supone indefensión para los derechos de autor de aquellos escritores cuyos países no asegurasen sus derechos a los escritores británicos. Melville, en defensa de sus derechos, parte a Londres para tratar de modificar la pasividad de sus editores, ante la medida. Con el dinero que le da alguno de los editores viaja por el continente. Visita París, Bruselas, Colonia… A mediados de diciembre de vuelta en Londres, embarca, el día de navidad, en el Independence que tardaría más de un mes en atravesar el Atlántico.

1850

De vuelta en casa parece dispuesto a escribir un libro sobre la caza de las ballenas, y hace acopio de libros sobre el tema.

El 6 de agosto, en una salida campestre a la que se había invitado a varios escritores, conoce a Nathaniel Hawthorne, que acababa de publicar La carta escarlata. Desde entonces se establece entre ambos una amistad fraternal.

En setiembre, gracias a un préstamo de su suegro, compra una granja junto a la de su amigo Hawthorne. Allá se va con toda la familia. La propiedad se llamará Arrowhead (punta de flecha), en honor a las flechas indias que se encontraban todavía por aquellas tierras usurpadas.

1851

Vida de granjero. Los Melville y los Hawthorne , que ahora son vecinos, se visitan con frecuencia. En las cartas que dirige a su amigo se ve la pasión que Melville está poniendo en la escritura de Moby Dick, finalizada en julio. La novela iniciada como un simple relato sobre la caza de ballenas, parece que fue re-escrita a partir de noviembre de 1850. La introducción de la epopeya de Ahab en la segunda versión podría haberse cristalizado por las lecturas shakespereanas y por el encuentro con Hawthorne a quien por cierto dedicó el libro.

Publicado en octubre, en tres volúmenes, en Londres y al mes siguiente en Nueva York. La acogida del libro, pasa sin pena ni gloria y las ventas son más bien escasas.

22 de octubre, nacimiento de su segundo hijo, Stanwix.

1852

En enero ya tiene muy avanzada la escritura de Pierre o la ambigüedad. Finalizada, serias dificultades a la hora de publicarla siendo la recepción es desastrosa.

1853-1855

Nacimiento de la primera hija de los Melville, Elizabeth (Bessie).

Melville se halla agotado por los fracasos. Su mujer y su hermano tratan de buscarle algún trabajo consular, pero la cosa no funciona.

El 10 de diciembre de 1853 un incendio arrasa los almacenes de su editor, Harper, destruyendo la totalidad del stock; no siendo suficiente la demanda de sus obras, ningún libro de Melville volvería a ser reeditado en vida de éste.

Saca algún dinerito escribiendo algunas novelas cortas y cuentos (Bartebly el escribiente, «Benito Cereno», Las islas encantadas; y en otra editorial Los cuentos de veranda.

Nacimiento de la segunda hija, Frances.

En marzo se publica Israel Potter, única novela histórica del autor, cuyo protagonista es un héroe incomprendido de la guerra de independencia.

1856-1857

Acaba de escribir El timador (The Confidence Man), publicada en abril de 1857. El fiasco es total.

Dejemos hablar a las cifras: En vida Melville pudo ver que sus Taipi Omú vendieron en total 16000 y 13000 ejemplares respectivamente. No alcanzaron los 4000 ejemplares ni Mardi, ni Moby Dick. De Redburn se vendieron 5400, de Chaqueta blanca, 5900. En cuanto a Pierre o las ambigüedades, en cuarenta años sólo se pueden contabilizar 1800 lectores, o al menos compradores.

El padre de Lizzie preocupado por la salud de su yerno (reumatismo, ciática… y frecuentes “afecciones nerviosas”) envía a los Melville 1500 dólares con el fin de que Herman pueda ir a Europa a airearse. Melville se embarca en Glasgow y tras visitar Escocia, visita a Harwhorne en el consulado de Liverpool… El viaje es largo: Siria, Palestina, Atenas, El Cairo, Nápoles, Roma… Vuelve a Londres en donde recoge el maletín con sus enseres que había dejado en casa de Hawthorpe. Quince días más tarde llega a Nueva York.

1857-1860

Intenta sacar algo de dinero dando conferencias. Las ganancias, después de tanto trabajo que se lo come él solito, son mediocres.

1861-1866

Intenta conseguir el puesto de cónsul de Florencia. Viaja a Washington, siendo admitido para ser recibido por Abraham Lincoln, al final no se le concede el puesto atribuido para la audiencia. Pequeña herencia de su esposa, lo cual no quita para que la situación sea francamente precaria, lo que les lleva a vender la casa a su hermano Allan a cambio de que éste les compre la casa de Nueva York que ya no abandonarán más.

El 12 de abril de 1861 los cañones de la Confederación de los Estados del Sur atacan el fuerte Sumter, contra la Unión. Melville se ve afectado por la guerra pero no se implica… De los sentimientos que le inspira la guerra deja constancia en sus poesías, que es el nuevo modo de expresión que utiliza.

Melville es nombrado inspector de aduanas del puerto de Nueva York. Este puesto, que ocupará durante diecinueve años, pone relativo fin a los problemas financieros de la familia.

1867-1876

El 11 de setiembre de 1867 el hijo mayor, Malcom, aparece muerto en su habitación de un tiro de revolver, a los dieciséis años. El otro hijo, Stanwix lleva una existencia inestable, errante, viajando… hasta su muerte solitaria en un hotel de San Francisco, el 23 de febrero de 1886.

Las desapariciones se multiplican en torno a Melville… sus hijos, su suegro, un primo, su madre, su hermano Allan, su hermana Augusta… y también cantidad de amigos (entre ellos Nathaniel Hawthorne).

Un tío suyo le envía dinero con el que publica los dos volúmenes de Clarel, poema narrativo en el que se extiende sobre su viaje a Palestina

1878

Recibe la visita del hijo de Nathaniel Hawthorne, Julian, que reúne materiales con el fin de escribir la biografía de su padre. Muere su amigo Evert Duyckinck.

1884-1888

Muere el hermano más joven de Herman, al año siguiente su segunda hermana.

La situación financiera de la familia había mejorado ostensiblemente gracias a diversas herencias de algunos parientes de Lizzie. Melville dimite de su puesto en las aduanas.

Último viaje marítimo, a las Bermudas.

Amplia correspondencia con sus escasos admiradores de ambos lados del charco.

Otra entrega de poesía. Muere su tercera hermana, Helen.

1890-1891

Muy debilitado por una severa infección de piel.

Si ha de creérsele, el 19 de abril acaba el manuscrito de Billy Budd, tras tres años retocando el texto. La novela no vio la luz hasta 1924.

En junio se publica su último libro de poesía.

El 28 de setiembre muere en su domicilio; el certificado de defunción dice: dilatación cardiaca.

«En la semana en curso ha fallecido a edad avanzada, y ha sido enterrado en esta ciudad, un hombre tan poco conocido, incluso de nombre, de la generación que actualmente está en la flor de la vida, que únicamente un periódico publicó en su obituario una nota de cuatro o cinco líneas»

(New York Times, octubre de 1891)

«Un hombre encantado en su tumba, felizmente ignorado de todas las habladurías, cinceladas o habladas»

(El timador, II)

Wystan Hugh Auden ( 1907-1973)

Herman Melville

Hacia el final navegó hacia una extraordinaria calma,

y ancló en su hogar y llegó hasta su mujer

y dio un paseo por la bahía de su mano,

y fue cada mañana a una oficina

como si su ocupación fuera otra isla.

La Bondad existía: eso era lo que había aprendido.

Su terror tuvo que pagarse por completo

para que él pudiera ver; pero fue el ventarrón que lo había llevado

más allá del Cabo de Hornos del éxito moderado,

el que proclama: “Esta roca es el Edén. Naufraga aquí”.

Pero lo ensordeció con el trueno y lo confundió con el relámpago:

– El héroe maníaco cazando como si fuera una joya

a ese raro monstruo ambiguo que mutiló su sexo.

Odio por odio hasta terminar en un grito,

El inexplicable sobreviviente librándose de la pesadilla

– todo eso era intrincado y falso; la verdad era simple -,

El Mal no es espectacular y es siempre humano,

Y comparte nuestro lecho y come en nuestra mesa,

Y todos los días se presenta la Bondad,

incluso en las salas de recepción entre multitud de defectos;

él tiene un nombre como Billy y es casi perfecto,

aunque lleva una tartamudez como condecoración:

y cada vez que se encuentran la misma cosa tiene que suceder;

es el Mal que anda desvalido como un amante

y tiene que iniciar una disputa y lo consigue,

y ante nuestros ojos ambos son abiertamente destruidos.

Pero ahora él estaba despierto y supo

que nadie está nunca a salvo como no sea en sueños;

pero hubo algo más que la pesadilla deformó:

incluso el castigo era humano y una forma de amar.

La tormenta rugiente había sido la presencia de su padre,

y todo el tiempo había sido llevado en el regazo de su padre,

que ahora lo había bajado suavemente y se había marchado.

Se quedó quieto en el angosto balcón y escuchó,

Y todas las estrellas encima suyo cantaron como en su infancia:

“Todo , todo es vanidad”, pero ya no era lo mismo;

ahora las palabras descendían como la calma en las montañas

– Nathaniel había sido tímido porque su amor era egoísta.

Renacido, gritó, exultante y rendido:

“La Divinidad está desmenuzada como un pan. Y nosotros somos las migajas”.

Después se sentó a su escritorio y escribió un cuento.

Relación de algunos de sus viajes y… sus novelas

1) El viaje a Liverpool como grumete le hizo conocer las crueles novatadas, siendo tratado como un verdadero pelele… conoce a algunos seres desalmados; es la experiencia de un muchacho inocente en medio de viciosos; es un joven apaleado por la vida, y no hay peor misántropo que quien ha sufrido el desencanto desde niño. Describe las penurias padecidas por los emigrantes que quieren llegar a la tierra prometida La ciudad inglesa le deja anonadado… ve morir a una madre con sus hijos en brazos ante la indiferencia del personal y hasta de los policías… allá traba cierta amistad con un chapero Redburn: su primer viaje (Alba Editorial, 2008). La escribió, según contaba, para comprar tabaco.

2) Viaje en un ballenero, a cambio de cuatro duros ve la esclavitud a que son sometidos los no blancos, en especial… Huye junto a su amigo Toby y va a caer lesionado en una pierna, en medio de una tribu que según parece practica el canibalismo ritual… No obstante, reciben un trato magnífico y la hospitalidad es de mil pares : Allá llevan una vida tranquila y sin relojes y obligaciones, ambiente lúdico (escenas de jóvenes desnudas como delfines juguetones, que fueron la razón del éxito de la novela). Temor más que a ser comido, a que le tatúen la cara. Ve igualmente la nefasta huella domesticadora dejada por los misioneros y por los occidentales en general… deja todo esto reflejado en Taipi, un edén caníbal (palabra que por cierto significa caníbal en el uno de los idiomas del lugar), editada por Valdemar, en 2000. La obra es un encendido elogio de la diferencia, de otros valores no ligados a intereses materiales sino al disfrute de la vida y de la naturaleza, reivindicación en cierto sentido de la falta de mezquindad del bon sauvage. Los editores le recortaron sus ataques a los misioneros y al modo de vida americano, pretendiendo suavizar, también, el erotismo de la narrado.

3) Logra escapar de la tribu nombrada y es cogido por una embarcación inglesa en la que se une a un motín, hechos relatados en Omú, un relato de aventuras en los Mares del sur (Alba, 1998)… Detenido por los franceses y encarcelado por las autoridades británicas ( en la época ambos países se disputaban el dominio de aquellas costas). Alimentada en las mismas experiencias, escribe Mardi, el libro que se inicia en un ballenero, nos muestra la protagonista, una vez más, desembarcando con un colega… avanzando la escritura a lo largo de más páginas que Moby Dick y con referencias a una verdadera colección de distintos autores (Spinoza, Kant, Lutero, Rabelais, Buffon, etc.). A la salida de los dos meses de rejas, se enrola en una barco de la marina americana, en donde asistirá acojonado a los castigos corporales constantes y reglamentarios (látigo en ristre) a que son sometidos los marios… Reflejo de ello quedaría en su Chaqueta blanca o El mundo en un buque de guerra (Alba Editorial, 1998). Además de cierto escándalo por el tono crítico en este caso a la institución militar – que ya había cosechado en sus anteriores incursiones “eróticas” por los mares del Sur -… la publicación del libro coincidió con las deliberaciones en el Congreso acerca de los castigos corporales en el ejército, lo que vellisnolis convirtió el libro y a su autor en abanderados de la abolición.

No se acabaron ahí los viajes:

4) Navega en otro ballenero por Japón.

5) Viaja por negocios a Londres.

5) Un breve viaje con el velero de cuñado.

6) Periplo pagado por su suegro… Europa, Palestina… que se narra en su Carel .

Fuentes bibliográficas (sobre una vida, y una obra) :

+ Delbanco, Andrew, Melville (Seix Barral, 2007)

+ Hardwick, Elizabeth, Melville (Mondadori, 2002)

+ Javorsk,Philippe, Notes pour une vie de Herman Melville in Bartebly le scribe (Folio, 1986)

+ Melville, Herman, Cronología in Lejos de tierra & otros poemas (Bajoluna, 2008)

+ Mumford, Lewis, Herman Melville. (Sulliver, 2006)

+ Rey, Olivier, Le testament de Melville (Gallimard, 2011)

+ Richir, Marc, Melville, les assises du monde (Hachette, 1997)