Por Iñaki Urdanibia

No resulta tarea fácil, al menos para el que esto escribe, hablar de Ucrania, ni acercarse a obras que traten de este país en guerra, más tras la invasión rusa. El país, el más grande de Europa es también un absoluto desconocido, y ha sido a raía de la invasión perpetrada hace algo más de un año, cuando el país-frontera ha saltado a la primera páginas de la actualidad. Si digo que no es fácil es debido a que por lo general existe un karaoke dominante que presenta una clara película de buenos y malos; obviamente la voz que más se oye es aquella que posee los altavoces más potentes, que en este caso son la que vienen de EEUU y sus aliados -por no decir lacayos- europeos agrupados con el gigante americano en esa organización militar que se conoce con el nombre de OTAN.

Un par de obras que me atrevo a recomendar, a pesar de su absoluto escore en lo referente a la actual contienda bélica, deben ser, a mi modo de ver, matizadas en tal aspecto por algunas otras lecturas que juzgo son más equilibradas: y me refiero a algunos libros de Carlos Taibó o de Rafael Poch-de-Feliu, que ofrecen visiones más matizadas (decía Oscar Wilde que lo contrario del matiz es la barbarie) o, hasta me atrevo a recomendar otras lecturas que en su momento presenté en esta misma red: ¿Qué hacer, Vladimir Putin? • (5 de marzo de 2022) y el publicado el 7 de noviembre de 2022: Las lecciones de Noam Chomsky • . Y señalo esto ya que estas obras juzgo que son más equilibradas, al mirar a ambos lados, y así aún condenando la invasión ordenada por Putin, no pintan a la otra parte y a sus ayudantes como dignos de sr llevados a los altares, sino que ponen al desnudo sus vergüenzas, sus incumplimientos de la palabra dada y del uso apabullante y descarado de dos varas de medir, haciendo que unas invasiones estén bien y otras mal. Pero tras esta largo preámbulo, voy a la presentación de los dos libros que señalaba, al considerar que aportan amplia información, histórica, económica y cultural, sobre el país, cuyo nombre significa precisamente tierra de frontera.

El catedrático de Historia en la Universidad de Harvard, el ucraniano-americano Serhii Plokhy, especialista en dicho país y sus vecinos (magnífico su estudios sobre Chernobyl), entrega una obra de significativo título: «Las puertas de Europa. Pasado y presente de Ucrania», editado por Península.

La ubicación estratégica del país ha atraído sobre sí a lo largo de la historia el interés de diferentes imperios; el rigor de la obra se mantiene firme lo que es conjugado con un cúmulo de significativas anécdotas que hacen que la lectura se deslice con fluidez. Se ha de añadir que la narración se ve plagada de seres variopintos: saqueadores nórdicos, mongoles, cosacos, reyes, conquistadores y reyes filibusteros y un siglo XIX en el que florecían los intelectuales que propugnaban la identidad singular ucraniana, País bisagra entre Europa y Asia, entre el cristianismo y la religión musulmana, el cristianismo ortodoxo y el católico; sus fronteras se han movido, siempre en marcha, coincidiendo la cultura dominante con la situación política el país, en un balanceo entre dos: polacos y lituanos, al mismo tiempo que se daba la retirada del imperio otomano, sin olvidar la presencia tártara, judía y habsburguesa. La guerra civil dio lugar al nacimiento del Estado soviético, al que sucedió la invasión alemana en 1941. Pasado al que el historiador otorga una gran importancia en la medida que sus huellas siguen persistiendo en el momento actual.

Un aspecto esencial, según señala Plokhy, es la diferencia entre diferentes regiones, cuestión que resulta esencial para lograr una comprensión cabal del país; trata el autor de poner el acento, más allá de la cuestión estatal y de la comunidad lingüística, en la búsqueda de la identidad nacional, forjada en base a pueblos nómadas mezclados con sedentarios. Transcarcapia, la Galitzia, Podolia, Volinia, la margen izquierda del río Dniéper, Ucrania Slobodá, Ucrania Libre, o las costa del mar Negro y la cuenca del Donets… zonas dominadas por polacos, austríacos, cosacos, rusos… Cambios que iban a la par del puesto de mando: San Petersburgo, Viena, Varsovia y Estambul.

Hurgando en el pasado, se levanta acta de que el nombre de Ucrania no consta en los mapas hasta el siglo XVI, debiendo esperar hasta mediados del XIX, el desarrollo de la supuesta identidad nacional ucraniana, apareciendo la primera gramática de lengua ucraniana en 1818, y es a partir de las fronteras delimitadas en tal siglo de donde parte, con potencia, el autor para balizar la actual Ucrania. Esto no significa, de ninguna de las maneras, que Serhii Plokhy ignore los siglos anteriores, ya que sus incursiones alcanzan hasta el momento griego, para visitar la presencia de los habitantes del lugar desde los tiempos de Heródoto, la presencia romana, y hace avanzar la genealogía ucraniana en base a diferentes acontecimientos y retratos de protagonistas de la historia política, económica y militar de Europa y de la cristiandad… vikingos, mongoles,… tampoco ausenta su mirada de los tiempos del medievo, indicando la presencia del mito de Rus, en Kiev, unidad que se dio entre el siglo IX y XIII, reagrupando los territorios que bailaban entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia, denominados así en la actualidad, bajo el dominio de la presencia rusa que imponía ciertos criterios jerárquicos. 1922 fue la fecha en la que el poder dicho soviético impuso la unidad de Ucrania a la URSS, tras la declaración de la independencia ucraniana en 1918.

Hay algunas fechas claves, además de las ya mentadas y oras que no mentare, en las que el historiador se detiene: así 1954, en la que los jerifaltes de Moscú acentuaron, por decreto propagandístico, la fraternidad entre Rusia y Ucrania, tras los tiempos de masacres, de desplazamientos forzados y de las hambrunas provocadas años antes (en 1932 y 1933); año que coincidía en el aniversario de 1654 que fue el año en que los cosacos entregaron aquellas tierras a los zares, los Romanov, por medio del pacto firmado por Moscovia y el Hetmanato cosaco. Ya en el siglo presente y en sus albores suenan las de diciembre de 1991, cuando los ucranianos acudieron a las urnas para votar la independencia de su país; o la de 2004, la llamada revolución naranja

La obra fue publicada en 2015 (la publicación presente ha sido actualizada), en el momento en que Crimea fue anexionada por la Rusia de Putin. La obra está dividida en dos partes, la primera de las cuales echa la mirada a los años anteriores a la Primera guerra mundial, dejando la segunda parte dedicada a la época contemporánea, incidiendo en la confluencia de una serie de factores (ecológicos, religiosos, lingüísticos, políticos) que son los que han forjado una nación, que se ha dotado de un Estado.

Resulta reseñable, dentro de la reseñable obra, la pulcritud con la que el autor enfoca los temas, sin privarse de subrayar algunos aspectos oscuros del movimiento nacional ucraniano, muy en concreto la persecución civil de los judíos, o la unión de doscientos cincuenta mil ucranianos a las filas del nazismo (al tiempo, que siete millones se unieron al Ejército rojo), y las enormes dificultades atravesadas a la hora de desmarcarse del vecino del Este, poniendo el acento, Plokhy en la imposibilidad de hablar de Ucrania sin referirse a la historia de Rusia.