Por Iñaki Urdanibia.

La vida de Lilianna Lunguiná con el telón de fondo, en paralelo, de la historia de la URSS en los años que le tocaron vivir.

No le tocaron vivir buenos tiempos, ni a Lilianna Lunguiná (Smolensk, 1920 – Moscú, 1998) ni a muchos de sus coetáneos compatriotas; no eran buenos tiempos para la lírica ni para otras cuestiones relacionadas con la libertad.

La mujer vivió en diferentes países (Alemania, Francia, y también en Palestina antes de la vuelta de la familia a la URSS), y tales cambios le supusieron cambios en su nombre: Lili, Márkovích, Lilí Markovích, y de cara a las representaciones teatrales de su madre era Lilí Imali (nombre artístico de su progenitora, que en hebreo significa “mi madre”); su formación transcurrió – como ella misma confiesa – en doce escuelas.

Si sus Memorias (Les saisons de Moscou ), obtuvieron un notable éxito en el mercado francés, la mujer optó que la versión para sus compatriotas rusos fuera otra, ya que «con los tuyos puedes y debes hablar de las cosas que los de fuera jamás entenderían» y con tal propósito, y delante de las cámaras, fue grabada por Oleg Dorman que es quien transcribió la narración de la mujer en «Versión original», publicada por Automática Editorial. Obra que, por cierto, obtuvo un notable éxito en Rusia.

Lilianna Lunguiná vertió al ruso obras de Knut Hamsun, August Strindberg, Max Frisch, Heinrich Böll, Michael Ende, Colette, Dumas, Simenon, Vian o Romain Gary, si obviar las obras teatrales de Schiller, Hauptmann e Ibsen, o los cuentos de Hoffman y Andersen… ¡casi nada!

El libro permite conocer la vida cotidiana que se vivía en los tiempos de la dominación estalinista, deteniéndose en las luces y sombras del régimen soviético, sin caer en momento alguno en un relato escorado por la inquina. Por supuesto, que también sirve para conocer las peripecias de la mujer desde su infancia hasta los tiempos en que sus padres, de origen judío, decidieron volver a su país, tras el periplo por los países antes nombrados; Lilianna tenía a la sazón trece años y tal cambio – venía del París de los años treinta – vino a suponer, en cierta medida, un renacer a otras ideas, costumbres, lengua, cultura, etc. como si de cero partiese. El volumen cuenta con cien páginas de fotografías que ayudan a la muere a rememorar su pasado: sus diferentes despertares y sus relaciones. Teniendo en cuenta su dedicación profesional de traductora, a la mujer le tocó relacionarse con no pocos de las luminarias literarias del país, las más de las veces escritores perseguidos o caídos en desgracia, eso le supuso conocer de cerca los procesos-farsa que se sucedieron en Moscú, afectando a algunos de sus amigos, y conocidos, que vieron sus obras prohibidas y en algunos casos, condenados y enviados a campos de trabajo. Si lo anterior le llevó a pertenecer a los ambientes de la intelligentsia dicha soviética (en estrecha relación con los Pasternak, Brodsky, Shalámov, y Solzhenitsyn, entre otros), también le trajo sinsabores, plasmados en duros interrogatorios a manos de la temida y temible KGB, lo que la empujó a optar por el exilio en tiempos de la segunda guerra mundial; bastantes años más tarde vendrían los obstáculos para viajar fuera de las fronteras del país. Su prestigio, si nos dejamos llevar por los nombres recién mentados, pudiera parecer que se circunscribió a los ambientes de la disidencia, lo cual no es exacto si en cuenta se tiene que también fue miembro de la oficialista Unión de Escritores.

Si como señalo las malas compañías le acarrearon problemas que le obligaron a deshacerse de sus pertenencias y huir, el problema veía aumentarse si en cuenta se tiene que en plena guerra Stalin creo el Consejo Judío Antifascista, muchos de cuyos miembros fueron detenidos dos años después de finalizada la guerra, acusados de cosmopolitismo y actividades anti-soviéticas, en la creciente oleada de antisemitismo que se daba en la URSS, más adelante vendrían tiempos duros en los que los judíos fueron expulsados del comité central bolchevique en los últimos años de vida de Stalin que era de la opinión que el único modo de evitar el odio visceral que los rusos tenían hacia los judíos era aislar a éstos… ello provocó las primeras emigraciones al joven estado de Israel. No se ha de obviar que, como queda dicho, sus orígenes eran judíos, lo que le supuso serias limitaciones a la hora de encontrar trabajo y para ser aceptada para ciertos puestos… y Lunguiná narra con detalle diferentes episodios de censura y represión y las protestas que originaron, y así vemos la vida imposible que se sometió a la poeta Marina Tsvetáieva, o las zancadillas que sufrió El doctor Zhivago de Boris Pasternak o los vericuetos que hubo se sortear para su publicación Un día en la vida de Iván Denísovich… al igual que se nos dará conocer el destierro de numerosos intelectuales. Sabido es que donde hay opresión surge la resistencia y así en contra de la absoluta arbitrariedad represiva de la nomenklatura comenzaron a formarse algunos círculos clandestinos que trataba de entorpecer las prohibiciones, censuras y otras medidas por parte del poder, y hacían correr las copias de textos clandestinos (samizdat) llegados del extranjero y traducidos por ellos (así La nueva clase de Djilas o La tecnología del padre de Avtorjánov), actividad que podía suponer serias penas de cárcel, del mismo modo que podía ser duramente castigado el realizar copias y difundir los poemas de Tsvetáieva, Mandelshtam, Gumiliov,… El seguimiento que hace la mujer avanza en medio de los cambios de timón y las grandes dificultades en que se movía el mundo de la cultura, y la población en general. La crónica nos presenta así las movilizaciones primaverales de la vecina Checoslovaquia con la dirección de Dubchek, allá a finales de los sesenta, y avanzaremos hacia los tiempos actuales, viendo la importancia de los casos de Siniávski y Daniel, que dio señal de salida al fortalecimiento de la disidencia organizada, al que siguió el affaire Sajárov… los momentos de apertura, muchas veces más aparentes que reales ya que tras la muerte del omnipresente y omnipotente secretario general se pasó al dominio de cuatro amos, Malenkov, Beria y Mólotov, bajo la batuta de Nikita Jruschov y las vueltas de tuerca de Brezhnev y seremos puestos al corriente del enfrentamiento entre corrientes, en los años cuarente, de a pesar de o gracias a., con el brillo entre los primeros del húngaro Grigory Luckacs No desvela la mujer los distintos trucos a los que hubo de recurrir para poder traducir, y publicar claro, al problemático Boris Vian, a la espera de posibles cambios en los diferentes departamentos, las posibles bajas que permitieran unas rendijas por las que colar los textos que eran mirados con recelo o con mala cara abiertamente; y a lo largo de la narración se ve que los celosos agentes de la KGB nunca duermen, alentados por un espíritu de paranoia galopante. La crónica va salpicada de nombres propios y sucesos significativos hasta los años noventa, que es donde acaba el recorrido, en los que se ven los cambios que se produjeron en el país, asomando con descaro las desigualdades entre las diferentes clases de la sociedad, y el lucimiento de signos de ostentación (coches de marcas occidentales y otros productos) que se convirtieron en moneda al uso, y al abuso.

El panorama retratado por Lunguiná da cumplida cuenta de los avatares de su vida, sus viajes debido al espíritu nómada de su madre volcada en sus labores teatrales y el envío de su padre a Alemania debido al conocimiento del idioma adquirido en sus años como prisionero de las tropas germanas con motivo de la primera guerra mundial; nos relata sus relaciones con su marido, Sima Lunguín, sus dos hijos y con sus amigos tanto rusos como con quienes había establecido estrechos lazos en otras tierras (mención destacada para los Vernant, el resistente Jean-Pierre, esoecialista en la Grecia clásica y sus mitos, y su compañera, que por cierto era de origen ruso), los problemas relacionados con su profesión de traductora, y de paso supone un acercamiento a su país los años que le tocó vivir y certeras anotaciones sobre la historia de la literatura de todos aquellos años (desde Bulgakov, Ehrenburg, Stanislavski, Eugenia Guinzburg o Pasternak hasta las generaciones posteriores, la de Evtuchenko y siguientes). En fin, la obra nos abre la ventana, de par en par, a unos tiempos convulsos en los que Lilianna Lunguiná entrega su vida, sus sueños, sus penalidades y… toma el pulso al transcurrir de los años y los virajes que experimentó su país de origen…