Por Iñaki Urdanibia
«La escritura de ficción construye la posibilidad de esta zona en las que las operaciones imaginativas de descolonizan lo imaginario, en donde se cesa de ocupar su propio lugar y de coincidir consigo mismo. Ser extranjero a sí mismo es la vía que conduce a otra bien diferente»
Decir que la obra de Kafka da para mucho es pura tautología: desde las interpretaciones religiosas a las políticas, pasando por las existencialistas, apocalípticas, y hasta por algunos osados análisis que han hurgado en la supuesta psicología del escritor, muchas y variadas han sido las interpretaciones y comentarios a los que han dado lugar sus libros. No cabe duda de que entre ellos, uno cuya significación resulta más transparente es En la colonia penitenciaria de la que en su momento escribí en esta red (Franz Kafka, avisador de incendios – Kaos en la red).
Acaba de publicarse en libro de Marie-José Mondzain, filósofa y directora emérita de investigación en el CNRS, que no tiene desperdicio: «K comme Kolonie. Kafka et la décolonisation de l´imaginaire» (La fabrique, 2020). Tomando el relato, o novela corta, nombrado y recurriendo también a otras obras, muy en especial a su inacabada América para ocuparse de los aspectos relacionados con la culpabilidad, sin obviar a los perros discordantes, y buscando esbozos y confirmaciones en sus diarios, subraya la importancia de las artes (literarias y cinematográficas) a la hora de desvelar el peso y las trazas que el colonialismo han dejado no solamente en las víctimas de los países colonizados sino también en los ciudadanos de los países imperialistas; señala así la autora en la inexactitud, tramposa, de hablar de tiempos postcoloniales (coletilla que deja para su utilización en los ámbitos académicos) como si las fechorías cometidas ya hubiesen pasado, sin tener en cuenta que la herencia de las tropelías cometidas siguen actuando tanto en los terrenos económicos como ideológicos, lo que se traduce en ideas acerca de la inferioridad o superioridad en relación al color de la piel, la necesaria labor civilizadora con respecto a los salvajes… es decir, que la huella presente del racismo e ideas asociadas continúan planeando en la mentalidad de no pocos ciudadanos.
No sería justo pasar por alto las precisiones de la autora con respecto al papel de observador implicado, al tiempo que ajeno, que ocupa el escritor cuya imaginación « crea un régimen de temporalidad que escapa a la ineluctable cronología de los encadenamientos – añadiendo líneas más abajo, la posición concreta del escritor praguense – Kafka da una salto peligroso, ya que se trata de un salto fuera de la vida pero sin el cual la vida es imposible de vivir; salto en una zona que escapa a la vida y a la muerte, zona de operaciones imaginativas». El escritor se situaba a un lado, en su obra y en su vida, en la vía de la risa, de la danza, de la música, excomulgado por propia voluntad de la comunidad judía con el fin de «entrar en la comunidad imaginaria de los danzantes libres que hacen llegar a la humanidad en sí misma».
La visión de Marie José Mondzain es la de una mujer que ha vivido la experiencia desde dos posiciones, geográficas, diferentes ya que nacida en Argelia, lugar en el que vivió diecisiete años, y posteriormente afincada en la metrópolis, con la presencia del racismo y los problemas de la inmigración, ha podido comprobar en propia carne las diferentes miradas y trazas, que le condujeron a estudiar la cuestión colonial acompañándola en paralelo la lectura de Kafka que en la obra citada presenta las diferentes ópticas ante la máquina colonial (el viajero, el oficial que ejecuta, el condenado, el soldado y un guardián que se mueve entre dos tintas) que al final acaban pilladas todas por el aparato, y ver con claridad meridiana el quid de la cuestión: después de haber invadido países, esquilmarlos sin recato, negarles su ser y sus costumbres, se les niega su entrada a la fortaleza europea; «los colonizados deben permanecer para siempre “en su casa”, es decir en exilio, entregados a la barbarie de su dueño. Nada de evasión para “los que piden asilo”»… postura inclusiva – de ida y vuelta – que convierte a los ciudadanos de por acá en colonizadores y colonizados a un tiempo, «todos son las víctimas ejecutantes y ejecutadas por la máquina infernal».