Por Iñaki Urdanibia.

Un ensayo que muestra diferentes casos de inmigrantes, refugiados, etc. y algunas patologías ocasionadas por su inestable situación.

Ya hace tiempo, y la cosa va en aumento, que la presencia de los refugiados, los migrantes, el cementerio mediterráneo, las vallas, concertinas, los muros, las prohibiciones y ataques a los barcos que tratan de salvar a humanos en riesgo de ahogarse, los campos de internamiento y las xenófobas leyes de algunos países está al orden del día, copando las primeras páginas y las pantallas. Ante esto no hay, o al menos no debería haber medias tintas: «solidaridad globalizada y ecologismo radical, o bien sectarismo, supremacismo fascistizante y desertización del planeta: he ahí los extremos del dilema»; esto último es lo que afirma Jorge L. Tizón, en el Prólogo a la edición española de «Inmigrantes y refugiados. Trauma, duelo permanente, prejuicio y psicología de las fronteras» de Vamik D. Volkan, editado por Herder.

La cita que acabo de transcribir ya señala el posicionamiento del libro a favor de valores de humanidad frente a los egoísmos propugnados las más de las veces con argumentos falaces, que alertan acerca de los males que traen bajo el brazo quienes pretenden entrar en las blindadas fortalezas del confort, en lo que hace a las costumbres, la falta de trabajo, cuando no la delincuencia y el terrorismo. Vidas de quienes cuando logran alcanzar el paraíso soñado ven sus esperanzas defraudadas y unas carencias generalizadas a toda su existencia: trabajo, sanidad… resultando, dentro de esa absoluta e indefensa desatención, los tratamientos psicológicos como un lujo que queda fuera de toda programación asistencial.

El autor del libro, Vamik D. Volkan (Chipre, 1932), es un destacado profesor e investigador en diferentes instituciones, al tiempo que es un hombre volcado en la ayuda de refugiados y desplazados voluntarios o forzosos, habiendo participado en diferentes geografías, formando parte de organizaciones extra-oficiales que han pretendido, y pretenden, brindar apoyo psicológico a quienes llegan de otras tierras, o han de desplazarse en el interior de un mismo país, o que han pretendido mediar en diferentes conflictos. La experiencia en estos menesteres no es amplio sino amplísimo como queda recogido en su presentación (páginas 9 a 11), en donde se subraya cómo el CSMHI (Center for the Study of Mind and Human Interaction), por él fundado, ha realizado tareas en las Repúblicas Bálticas, Kuwait, Albania, en la antigua Yugoslavia, Georgia, Osetia del Sur, Turquía y Grecia… Volkan, personalmente, también ha desempeñado su labor en Sudáfrica, Israel, Palestina, México, en distintos estados de EEUU, etc., etc., etc.

El libro recoge diferentes casos que él ha conocido y tratado, y las lecciones extraídas de ellos en lo que hace a desajustes y patologías frecuentes en el seno de personas inmigrantes. De entrada varios aspectos son reseñables: muchos de quienes se dedican a labores de asistencia psicológica de este tipo han padecido ellos mismos, o ha sufrido su familia, experiencias traumáticas, relacionadas en muchas ocasiones con búsqueda de refugio ante las persecuciones (muy en concreto, la desencadenada por el nacionalsocialismo exterminador), circunstancia que crea lazos de empatía que facilitan, además, la transferencia entre ellos y sus pacientes; también es necesario tener en cuenta las diferencias entre quienes han escapado y llegado al país – digamos que – de acogida, siendo adultos o siendo niños, o habiendo nacido, de padres inmigrantes, en el propio país. Obviamente todas estas cuestiones tienen una sustancial importancia a la hora del posibles tratamiento y los distintos diagnósticos.

Los casos presentados son de Chipre, Georgia, Colombia y EEUU-México, fundamentalmente. Ha de tenerse en cuenta que el propio Volkan es chipriota y en tal país se ha dado un enfrentamientos, incluida una guerra abierta, entre los greco-chipriotas y los turco-chipriotas; en tal situación puede observarse cómo algunos de quienes han padecido los males del enfrentamiento tienden a convertir a sus descendientes en estatuas vivientes, en monumentos que representen en el futuro sus reivindicaciones: así, puede verse como a uno de los hijos le bautizan como Savas (guerra) mientras que tiempo después a su hija Baris (paz), como si en ellos se depositasen las luchas y los tiempos que le siguieron. Tales posturas marcan a los hijos en la medida en que se les hace cargar con una responsabilidad con respecto a unos hechos que ellos mismos no han vivido y que, a lo más, le han sido contados.

En todos los casos se destacan diferentes tipos de sueños, e introyectos que subyacen el mente de no pocas de las personas tratadas y que despiertan en la medida que existe un vinculante, que no ha de ser necesariamente un sueño o un recuerdo directo, sino que muchas veces va asociado a un objeto, por ejemplo. Se ha de tener en cuenta que en las más de las ocasiones se da una situación que a quienes proceden de otros lugares y dejan atrás algunas costumbres (o persecuciones), se les crea además de un choque en la medida en que han de enfrentarse con una lengua diferente, o una gran incomunicación que se traduce igualmente en el ámbito de las costumbres, etc. Esto provoca un sentimiento bidireccional en la medida en que lo que se deja atrás sea visto con odio, o en otros casos con añoranza que perdura a lo largo del tiempo, y que con respecto a la nueva vida se de una ambigüedad entre el deseo de asimilarse y el desencanto ante las dificultades existentes, amén de ante los desprecios xenófobos; tal estado provoca no pocas veces unas tendencias a encerrarse en bolsas comunitarias en las que se comparten los hábito comunes de los tiempo anteriores. Las diferencias con respecto al haber vivido las circunstancias que provocaron o el conocerlas solo de oídas provoca situaciones dispares y reacciones también. En estas situaciones traumáticas, se dan procesos de duelo (que no ha de confundirse con luto) , quedando algunos en estado de duelo permanente al no superar el dolor o el fracaso padecido.

En el caso de Georgia, se da cuenta de las consecuencias psíquicas y emocionales debidas a la lucha, en el interior de Georgia, entre abjasios y georgianos, y en el seno de la familia analizada, por encima de ciertos momentos de odio hacia los otros, se da una superación al llegar al convencimiento de que no hay buenos y malos sino que en el fragor de la contienda quien más, quien menos ha cometido salvajadas inhumanas.

Se estudia igualmente el caso de un señor instalado en Estados Unidos cuyos antecedentes son mexicanos; algunos problemas de salud provocaron que su madre enviase al muchacho a casa de los parientes del sur, dándose una situación molesta para el chico que no entendía el idioma , extrañaba el trato de su abuela… lo que produjo en él una rabia patente hacia los ambientes mexicanos que asociaba, por otra parte, con el abandono por parte de su madre… pasado que parecía no pasar, en medio de una situación edípica, invertida, en la que el muchacho tenía ensoñaciones de cara a matar a su madre a modo de venganza por la desatención sufrida.

Así pues, se dan a conocer los problemas del duelo y las dificultades para superarlo, se exponen también las características y señas de identidad de la actitud xenófoba; se exponen las tensiones entre quienes creen pertenecer al grupo grande frente a los pequeños, y se ejemplifica con la imagen de las carpas/capas superpuestas… y algunos casos de flagrante antisemitismo en el diván, en el que el paciente, un tal Hamilton, se crea una película entre un yo un vosotros ficticio… Las consecuencias son expuestas con lenguaje asequible, a pesar de la introducción de algunos términos propios del psicoanálisis (con referencias destacadas a Melanie Klein) y se detallan diferentes casos y situaciones en los procesos de individuación, en tensión entre el Otro familiar y el externo, lo que origina un depósito (especie de ADN psicológico) que se afinca en los niños y que marcan la visión con respecto al mundo que les rodea, con el infranqueable corte entre un nosotros y un ellos. En este orden de cosas, se trae a colación el ejemplo del EI (Estado Islámico) a cuyas filas algunos, de muy distintos lugares, acuden en busca de una identidad perdida, dándose – el autor lo detalla – una tendencia, no solo en el caso de los islamistas mentados, sino en general entre los propios como los mejores, los únicos frente al resto que, al fin y a la postre resulta, despreciable. De interés, también resultan, sus anotaciones mantenidas en encuentros entre árabes e israelís en los que quedaba patente lo que el autor califica como el mecanismo del acordeón, que se traduce que en medio de las conversaciones surgían momentos de aparente fraternidad, con pomposas declaraciones, para darse al cabo del rato recaídas que llevaban las cosas a los momentos propios de las insalvables diferencias, etc.

Concluye la travesía con unas pinceladas acerca de las situación presente y las diferentes visiones y temores por parte de los pertenecientes al grupo grande que no ven más que problemas en la llegada del Otro, temiendo que éste vaya a rasgas su carpa… dando cabida igualmente a unas puntualizaciones acerca de las fronteras físicas y las psicológicas que en ocasiones resultan más difícil de sortear que las primeras.

En fin, en medio de los casos expuestos queda expuesta la intención del autor en clara apuesta por la diversidad: «creo que los psicoanalistas dispuestos a participar en los esfuerzos interdisciplinarios tienen mucho que ofrecer a quienes desean alentar la diversidad y, al mismo tiempo, resolver problemas reales e increíblemente complicados»