Por Iñaki Urdanibia

…hay resistencia.

Joseph Andras (1984) presenta un par de textos de narrativa, uno de ellos reúne tres, en los que pasea, y nos pasea, por hechos de resistencia: «A lo lejos el cielo del sur & Así les hacemos la guerra», editado por Anagrama.

En el primero de ellos nos conduce por la capital del Sena, tras la pista de Nguyên Ai Quôc, quien con el paso de los años se convertiría en el mítico líder de Vietnam del norte, Ho Chi Minh. No es fácil seguir los pasos del joven que llegó a París en fecha borrosa, ya que puede ser 1917, o los dos años siguientes; los cambios de trabajo, y de domicilios eran frecuentes del mismo modo que como los aviones que desaparecen tras las nubes, el joven vietnamita desaparecía de la capital de Francia, creándose leyendas y suposiciones acerca de su paradero. No lo tenían nada fácil los servicios de inteligencia francesa que comenzaban a vigilar a quien devendría líder de la independencia de su país… el rastreo que lleva a cabo Andras cruza sus paseos parisinos, como un avezado flâneur, buscando las huellas de un fantasma en fuga, que cambiaba de domicilio como de camisa, con reflexiones sobre su propio quehacer y con el recuerdo de otras historias de rebeldía. El trabajo de Andras en su pertinaz búsqueda se ha forjado en archivos y paseos en busca de placas conmemorativas de diferentes calles; hurga en los orígenes y modificaciones de nombre del sujeto que es objeto de sus pesquisas: de Nguyén Tât Thanh nombre que desapareció desde el momento en que se unió al Grupo de Patriotas Anamitas, para asumir el de Nguyén Au Quâc, que cambió luego a Quôc, nombre que conservaría hasta 1942 en que adoptaría el de Ho Chi Minh El Patriota, el que ama a su patria. Visitamos las viviendas en que habitó (rue de Charonne, rue Marcadet, rue Monsieur-le-Prince, impasse des Gobelins, impasse Compoint, Rue Jacques-Callot rue du Marché-des-Patriarches… tal vez me deje alguna), permitiéndose el escritor, corregirse a sí mismo y esbozar posibles hipótesis que expone en la medida en que sus investigaciones avanzan. El ministro de Colonias francés andaba mosqueado con los movimientos del joven, lo que hizo que diese instrucciones a la Jefatura de policía para que no perdiesen de vista a ese joven que indudablemente algo tramaba, algo que no era nada bueno para los intereses de la grande France. Asistimos al ascenso de las ideas y manifestaciones anticolonialistas que en París coincidían con convocatorias que movilizaban a anarquistas, comunistas y socialistas; junto al cementerio de Pére-Lachaise, clamaban contra la guerra, estamos en 1921, y en los enfrentamientos con contramanifestantes y con los flics a caballo, nuestro hombre resultó magullado, logrando huir no obstante. Asistimos a reuniones, de la Unión Intercontinental, y se nos da a conocer la publicación del periódico Le Paria. Nos son narradas las asiduas asistencias del combativo joven a conferencias y congresos franceses de la SFIO, en la que llegó a militar, o al fundacional de Tours, e internacionales en diferentes geografías, reuniones en las que comenzó a destacar aquel joven fogoso y pausado en su verbo que exponía con neta claridad cuál era el futuro que esperaba para su país… Expone el escritor que el título de la caminata lo ha tomado de un poema de Ho Chi Minh, escrito en China en la década de 1940: «Por los Montes del Poniente camino / solo, el corazón latiendo de emoción. / Al mirar a los lejos el cielo del sur / pienso en mis amigos».

Tras las cien primeras páginas se da paso al segundo texto, Así les hacemos la guerra, que es un tríptico que discurre a lo largo de las setenta páginas restantes. El centro de gravedad es tomado por posiciones de resistencia animalista, que hacen que hombres y mujeres y hasta los mismos animales, en algún caso, se enfrenten al maltrato animal y a los usos y abusos que de ellos se hace. El primer panel, nos lleva a la University College de Londres, en 1903, en donde un caballero fumando su pipa, arremangado y con manchas de sangre tanto en sus manos como en su ropa, se presenta junto a un perro con bozal que se revuelve ante sesenta o setenta jóvenes que observan cómo el sujeto abre al perro en la mesa de operaciones, sometiéndole a diferentes incisiones, que dejan ver el revoltijo de glándulas y otros órganos internos, aplicándole corrientes eléctricas al tiempo que una máquina registra las reacciones del can hasta que finalmente es ejecutado por el auxiliar en medio de un baño de sangre y las risas del respetable; entre los asistentes a la chacinería, que por cierto no dio los resultados calculados por el experto, se encontraban un par de mujeres que no perdieron la ocasión de narrar el espectáculo del horror en doscientas páginas que publicaron… las reacciones no se hicieron esperar, dando lugar a protestas ante el campus universitario, protestas que eran contestadas por los estudiantes con inequívoca furia, trascendiendo la batalla a la sociedad toda que expresó sus posturas en la prensa y en los juzgados. Mientras que la sangre corre por el suelo londinense, en otros lares del Imperio británico corre la sangre de los humanos con la intervención de las tropas en Nigeria; en el mismo tiempo el escritor trae a colación la lucha de Gandhi, recordando que el líder indio en sus tiempos de estudiante subió aquellas mismas escaleras en las que se ha cometido la sangrienta y brutal vivisección … conocemos al secretario de la primera organización mundial contra la vivisección… y las posturas enfrentadas son expuestas, asomando otros hechos históricos como la represión de la Comuna parisina, mientras Marx escribía en su refugio londinense.

Asistimos a las sesiones del Tribunal que juzga los incumplimientos de las leyes referidas a las disecciones, conocemos las reacciones de la prensa, destacando las figuras de Charles Dickens y de Mark Twain que airean la repugnancia que les provoca la crueldad del caso, mostrando al tiempo sus posturas acerca de otras crueldades, malos tratos raciales y marginación de las mujeres, etc. Otros protagonistas aparecen por las páginas: otra mujer que se une a las anteriormente nombradas y el escritor George Bernard Shaw… Y una placa de denuncia del perro sacrificado acompañada de un monumento, placa y monumento que fueron destruidos por un grupo de estudiantes…la policía nada vio. Travesía por los actos de mujeres que luchan por los derechos de las mujeres, y algunos hombres que han luchado por la mejora de la humanidad.

El segundo panel, nos lleva a 1985, akká por Riverside y Joseph Andras nos desvela como un comando liberó a un macaco al que habían dejado ciego al tomarlo cobaya de diferentes experimentos; el animal se llamaba Britches, uno del grupo de semejantes con que contaba la universidad de California… Val y Josh liberan al animal, de un centro repleto de monos, perros, gatos, conejos, roedores, que tiene el paradójico nombre de Ciudad de la Esperanza, siendo por otra parte, la pareja de personas nombradas, quienes fundaron el Frente de Liberación Animal… proliferan los atentados contra instalaciones mientras que las empresas agroalimentarias ponen el grito en el cielo, la sociedad biempensante reclama el derecho a matar, y el FBI lucha contra los peligrosos terroristas, al tiempo que los dueños del cotarro y sus voceros venden las maravillas de sus actos en beneficio, no suyo, sino de la humanidad entera.

El último panel, en tierras hexagonales, Charleville.Mésières, narra el acto liberador de una vaca que se puso en libertad a sí misma al saltar del camión que le llevaba al matadero; su huida puso en danza a toda la ciudad. Los mataderos son visitados en su cadena de muertes en serie, los argumentos que lo justifican todo en un nosotros, que cierra filas, pero que calla cuando se trata de esclavos, mendigos, o habitantes de países lejanos, poco menos que salvajes, heredando el silencio justificador de «las ejecuciones de revolucionarios, culpables de haber deseado un mundo mejor».

Ejemplos de lucha y resistencia, que Joseph Andras dedica «a los amotinados, a los desertores, a los saboteadores y a los pacifistas», intención que cumple saltando a la vista en la lectura veloz que combina una prosa ágil y un tono narrativo que cruza con sutileza los casos narrados con otros que se van entrecruzando en una red de resistencias contra el colonialismo, el racismo, el machismo, la explotación animal, y otros -ismos que hunden sus cimientos en la supuesta superioridad de unos sobre otros.

En fin, Joseph Andras, un escritor refractario en estado puro.