Por Iñaki Urdanibia
La fraternal amistad de dos grandes escritores expresada en sus cartas.
«La amistad no hace guardia ni somete a examen la constancia de los corazones expertos. Dos golondrinas, ora silenciosas, ora locuaces, comparten el infinito cielo y un mismo alero»
(René Char)
«Antigua y actual, esta es una poesía que combina refinamiento y simplicidad y que abraza juntamente el día y la noche. En la gran luz donde Char sabe que el sol también atesora oscuridades»
(Albert Camus)
Hablaba en las últimas páginas de El hombre rebelde, Albert Camus de pensée de midi, pensamiento de mediodía – que tanto juego ha dado, por otra parte, a Michel Onfray – para oponerlo al del norte, hegeliano y oscuro o las ensoñaciones promesas de la religión en sus diferentes expresiones, siendo el otro propio del Mediterráneo, solar, luminoso y feliz, casando geografía con pensamiento… Del mismo modo cabe hablar de la relación solar que, en base un río común que atravesaba los quehaceres de Camus y Char, en una coincidencia que tendía a plasmarse en un país común, así se desarrolló esta estrecha y fraternal amistad que queda expresada en las cartas que intercambiaron: «Correspondencia 1946-1959» (Alfabeto, 2019). Dos creadores: el uno nacido en Argelia, el otro en tierras provenzales, el primero escribiendo narrativa, novelas, cuentos y ensayos, el segundo destacado poeta que no evitaba los fogonazos de prosa poética; ambos resistentes contra el nazismo: el primero desde su Combat, red luego convertida en periódico, el otro con las armas en la mano llegando a alcanzar el grado de capitán en el seno del maquis. Escribía char a su amigo: «pienso que nuestra fraternidad, que se manifiesta en todos los planos, va mucho más lejos de lo que los dos pensamos y de lo que sentimos. Cada vez más seremos un incordio para la frivolidad de los explotadores de nuestra época, para los selectos pregoneros de uno y otro bando. Tanto mejor. Este nuevo combate apenas comienza, y con él, nuestra razón de existir…»; la trinchera del ni/ni estaba en marcha con dos francotiradores de nivel.
El volumen presenta cerca de doscientas cartas intercambiadas acompañadas de unos anexos y apéndices en el que resulta clave una cronología que contextualiza; el tono desde luego resulta de una cercanía que refleja la calidad de almas gemelas que ambos tenían; y tal sensibilidad resultó palpable desde el año en que se conocieron, 1946, y se manteniéndose viva hasta el año del fallecimiento del autor de El mito de Sísifo, el 4 de enero de 1960, en accidente de coche… él que había dicho que no había manera más estúpida de morir, si bien la última carta está fechada en 1959.
Recopilación de cartas y textos de otros géneros que dejan ver el compromiso de ambos con los tiempos que les tocaron vivir, o padecer, y en tales materiales podemos ver las intervenciones de ambos, en una postura ni/ni, que les alejaba de todo modelo de obediencia programática, lo cual no implica, de ninguna de las maneras, que se mantuvieran al margen o a fría distancia de lo que acontecía en la IVª República, el ambiente de la guerra fría, los asuntos relacionados con el colonialismo y más en concreto los inicios de lo que sería la guerra de Argelia. Si estas cuestiones irrumpen en las misivas tampoco falta espacio para las cuitas personales e íntimas: enfermedades, amoríos, etc., como tampoco se ausentan los elogios, guiados por la admiración, del uno acerca del otro y viceversa (el anexo I presenta las alabanzas mentadas). Ha de sumarse a lo anterior el papel de críticos que adoptan ambos con respecto a las obras del otro, críticas no guiadas por el incensario sino por la sinceridad y la agudeza de las miradas afiladas tan duchas en mirar con probidad lo que ante sus ojos sucedía o se exponía.
Reproducciones facsímiles acompañan los textos, fotografías, etc, aportan más cercanía, si cabe, al fraternal intercambio epistolar que se estableció y se fortaleció con el paso del tiempo entre estos dos grandes creadores. Se daba entre ellos cierta sintonía que ya databa de los años en que la guerra había finalizado y con respecto a la que mantenían cierta mirada similar, al poner por delante la necesidad de no dejarse llevar por las pasiones tristes, por las vísceras, etc. Los elogios de Char con respecto al Calígula camusiano, va a la par que la propuesta de publicación de un libro de poemas, Hojas de Hipnos, en la colección que Camus dirigía en la editorial Gallimard… señalando la flecha del tiempo el proyecto de obra común, acerca de la que se da pormenorizada cuenta en uno de los anexos del volumen, que iba a llevar por título «La posteridad del sol» («es esa puerta de acceso que nos permite pasar de un país a otro y reconocer un país en el otro»). Una amistad que se vio reforzada por los paseos por las cercanías del Luberon, en medio de la naturaleza y la luminosidad provenzal, y los recuerdos de la Argelia natal que irrumpe en Camus.
El espíritu que rezuman las cartas, además de las ya mentadas cuitas personales sobre la familia, la salud y los libros, es una apuesta en pos la de la libertad sin ambages, lejos de cualquier atisbo de oportunismo o de dobles intenciones, que ocultan tras bellas palabras las políticas partidistas, ya que no cabe duda de que ambos no eran seres de los que se conformasen a disciplina y obediencia alguna…la lucha contra el fascismo, y también contra la explotación, asoma con algunos crujidos relacionados con la cuestión argelina (véanse las cartas incluidas en las páginas 168 y 169, fechadas en 1955; en las que ambos muestran su desacuerdo con un manifiesto y con la intención de los firmantes… no entraré a calificar sus posturas pero huelen a cierto patriotismo francés, al hablar, Char, de derrotismo, renuncia y cobardía, mostrando Camus, en su respuesta, su acuerdo además de señalar que no se fiaba de los firmantes entre los que estaban Robert Antelme, y quien fuese su amigo Jean-Paul Sartre… quienes por uno u otro motivo, se alzaban contra el colonialismo de la grande France). Queda patente, por otra parte, la incomodidad, por decirlo suave, de Albert Camus para acomodarse a la capital del Sena, en donde veía todo tipo de comportamientos propios del hampa, arribistas, etc.
Y a través de las páginas iremos viendo materializada la sintonía que se daba entre ambos, la complicidad en una visión política independiente y los sentimientos mutuos de fraternidad, de calurosa cordialidad en la que no asoman ni rivalidades, ni rencillas… en medio de aquella desdichada época – que decía Camus – el furor y el misterio de los versos valientes y combativos del provenzal y el cogito camusiano de: me rebelo, luego somos. Obras en estado naciente que se acercaban a través de dos hombres que se buscaban y se necesitaban y que se encontraron hasta formar piña…entre Ventoux y Luberon.