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El aniversario de la novela que valió a Juan Marsé ser conocido como escritor, sirve para recordar el libro además de que es la ocasión para conocer una edición completa de la novela.

Por Iñaki Urdanibia

En el año 1966 se publicó la novela de Juan Marsé ( Barcelona, 1933)  «Últimas tardes con Teresa» que supuso una contundente sacudida  en el mundo de las letras hispánicas. La novela consiguió en Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral. Con motivo del aniversario la editorial barcelonesa pone en las librerías el próximo día 5 de abril una edición especial que cuenta con los prólogos de Manuel Vázquez Montalbán, Pere Gimferrer y del propio Juan Marsé; el volumen incluye además algunos materiales inéditos que son muestra de la proverbial pacatería que gastaban los censores franquistas.

El nombre del personaje masculino Manolo Reyes, Pijoaparte, charnego cuyos comportamientos se mueven dentro de los límites de la delincuencia ha pasado al lenguaje común, debido a las singulares características de tal personaje.

La novela es un crudo retrato de la burguesía catalana de mediados del siglo pasado y de su contrapunto, las clases marginadas de la Ciudad Condal. Teresa es una joven de familia burguesa que estudia en la universidad, y que se presenta como joven rebelde y que tiene una idea absolutamente idealizada de los obreros, que se encandila de un joven ladrón de motos, que se hace pasar por un comprometido dirigente obrero. Un juego de máscaras es representado por ambos personajes con el fondo ya señalado.

Tanto en lo temático como en lo que hace  a las técnicas utilizadas en su escritura, con el recurso a los monólogos interiores y a lo paródico, supusieron una superación de los cánones de la novela social, la obra fue la primera obra de importancia de Marsé, que luego asentaría su presencia en el altar de las novelas en castellano con sus « La oscura historia de la prima Montse », « Si te dicen que caí»,  « La muchacha de las bragas de oro », etc., etc., etc.

El tono desenfadado , deudor de unos claros tintes de humor y guiños picarescos va a suponer una clara ruptura con respecto a la seriedad y la ética esperanzada de la novela realista dominante. Por otra parte, frente a ciertos discursos , la novela va a poner el acento en la falla que separa a los jóvenes progresistas complacientes con su superficialidad, provenientes de la burguesía, con  los jóvenes de los barrios periféricos que han conocido la calle  y en su empeño por buscarse la vida, no se privan de recurrir a la delincuencia a la que se  entregan sin culpabilidad alguna, y con un cinismo desbordante.

La novela es el inicio de un ajuste de cuentas con los difíciles años de posguerra, al que el escritor se va a dedicar como una mirada sarcástica que complementa la de la niñez y la de la edad adulta.  El estilo, que huye del uso de abalorios y de otros recursos manieristas, se deja llevar por la espontaneidad narrativa lo que hace que su proa, por momentos, dé la impresión de cierto descuido; lo dicho no quita, de ninguna de las maneras, la eficacia que logra su directa prosa en la recepción lectora, prosa que no trata de predicar ninguna verdad sino que esta se va perfilando en un balanceo a lo largo de su discurso.

De cara al retrato de los ambientes visitados, muy en concreto al de los llamados bajos fondos, no escatima el escritor introducir palabras  populares y de argot, a la vez que utiliza palabras en catalán, y en otros idiomas, para plasmar la complejidad de la situación que le sirve de escenario a las andanzas amorosas de sus protagonistas  que se extienden en especial en la tercera parte de la novela en los que las últimas tardes con Teresa cobran presencia absoluta, presentando el continuo  disfrute elevado a la ene potencia; antes se nos ha narrado el encuentro entre Teresa, Maruja, y su partenaire, Pijoaparte, para más tarde presentarnos las circunstancias del idilio surgido entre ambos propiciado por un accidente de Maruja. La relación resulta a todas luces problemática, tanto por los orígenes de lo amantes como por la educación recibida; ponía, por otra parte, gran énfasis el narrador omnisciente, y participante en la historia, en el fachadismo de los universitarios burgueses que en su acercamientos a los individuos de los márgenes, se movían más por frivolidad y por la moda imperante que por auténticas convicciones y tendencias la la verdadera solidaridad .

La novela armó revuelo en su momento, tanto a derecha como a izquierda, como en el centro de la literatura; en este último aspecto el estilo y la combinación, ya señalada, de diferentes registros y géneros ( la huella de Luis Martín Santos es alargada), amén de su distancia narrativa con respecto a cualquier forma de doctrinario catecismo creó honda incomodidad. El premio, antes mencionado, que se le otorgó , dio lugar a encendidas discusiones y discrepancias entre los miembros del tribunal; al final prevaleció la defensa de Carlos Barral, Josep Maria Castellet, Juan García Hortelano y Mario Vargas Llosa, frente a quienes apostaban por la novela presentada por el argentino Manuel Puig, entres estos últimos los mosqueados Luis Goytisolo y Salvador Clotas.

En lo que hace a cuestiones, digamos que, extra-literarias la mojigatería y la perenne paranoia de la censura franquista- bajo la siempre docta batuta de don Manuel Fraga Iribarne- hizo de las suyas, sacando a relucir la tijera a pasear. Los temas que presentaban serios problemas de cara a la publicación de la novela eran-según la férrea moral censora – que en cierto sentido se hacía elogio de la amoralidad y la delincuencia al situar como protagonista al mentado Pijoaparte; igualmente era reprensible que se diera una imagen de la diferencia entre clases sociales y las tendencias extremistas que asomaban , en especial en las descripciones de las movilizaciones estudiantiles (precisamente en ese terreno desde ciertos sectores de izquierda se criticó esto mismo como francamente endeble).

Como no podía ser de otro modo se hacía hincapié en los asuntos relacionados con el omnipresente sexto mandamiento, y por esta senda se afeaban las insinuaciones eróticas y las abiertas descripciones de la intimidad, en acción, de los protagonistas, lo cual, por otra parte, iba acompañado de la utilización de un lenguaje procaz, vulgar y alejado a la decencia propia del nacionalcatolicismo,…y ya, en el colmo del colmillo, se alertaba contra las tendencias marxistas del autor ¡ vaya por dios! Uno que creía que en toda la prosa del barcelonés salta a a vista una mirada desesperanzada e incrédula con respecto a la praxis transformadora, que precisamente es lo que le hace distanciarse del esquematismo del denominado realismo social…Es por estos aspectos que indico por donde llovieron las críticas de izquierda que antes he mencionado: su empeño desmitificador con respecto a algunos ambientes intelectuales y obreros, posturas que algunos juzgaron como reaccionarias o cuando menos motivadas por prejuicios anti-intelectuales que podría achacarse a sus orígenes , como aprendiz en un taller de joyería, y su autodidactismo.

En la edición-aniversario que ahora se publica se recuperan algunos trozos castrados por las censoras tijeras, lo que hace que la carga del escritor barcelonés, el más joven de los autores de la« generación del medio siglo», brille con más autenticidad.