Category: CHARLES BAUDELAIRE


Por Iñaki Urdanibia

«En cuanto al vagabundeo que me hace comenzar tres cosas a la vez, no inquietaros, es un método» ( Nuevas flores del mal)

El poeta francés, Charles-Pierre Baudelaire (París, 1821- 1867) abrió las puertas a la modernidad no solamente con su quehacer poético sino también con sus opiniones estéticas, y hasta por su forma de vida. Ahora se presenta en Acantilado un libro digno de elogio, por su carácter completo, su rigor, sin obviar la cuidada edición y selección de textos y traducción de José Ramón Monreal: «Escritos sobre arte, literatura y música», que pone al alcance del lector en castellano la totalidad de los textos estético del autor de Las flores del mal. La obra va acompañada de unas notas que casi ocupan cien páginas, amén de un orientador índice onomástico. Es de celebrar, no me privo de repetirlo si es caso, ya que anteriormente únicamente había algunas publicaciones dispersas e incompletas en su parcialidad sobre los temas críticos y estéticos.

Más allá de su poesía, sin lugar a dudas lo más conocido de su obra, su labor como crítico y como analista del mundo cultural de su tiempo, es un caudal que no ha cesado de iluminar posturas posteriores, en un amplio abanico de temas que no se quedan en las lindas, o no tanto, flores sino que penetran en la vida, en asuntos propios de la existencia de los humanos; sin dejar de lado que a través de los materiales reunidos se conoce al autor, no pocas claves de sus obras más relevantes, además de los tiempos que le fueron dados vivir. Su papel fue el propio de bisagra que unía el pasado con el presente que apuntaba al futuro: de ahí que se haya habado de el como un moderno antimoderno; como dice Giovanni Macchia en su sabroso Prólogo: «el profeta mira al propio tiempo distraídamente (como pendiente de lo que vendrá). Él no se limitó a observarlo: lo vivió con dolor y con amor, con la razón y con el alma, como “intelectual” que debe ser consciente de lo que está sucediendo a su alrededor, y como poeta, Extrayendo un motivo más de drama o de protesta que de elegía». Si Arthur Rimbaud prescribía que había que ser absolutamente moderno, Baudelaire lo fue.Ya se vislumbraba la irrupción de la técnica en el terreno del arte y en su reproducción que posteriormente, y en su onda, ahondaría Walter Benjamin en lo que hace a la reproducción fotográfica, además de la inspiración sobre la figura del flâneur, que le llevó a patear los pasajes de la capital del Sena. Señalaba Baudelaire estos signos cambiantes a la vez que no se privaba de mostrar que le repateaban… en la ciudad moderna que no cesaba de recorrer dejando constancia de toda la fauna humana que por ella deambulaba ocupando un papel creciente en su diversidad. Ese entre dos, ha señalado alguien con razón le asemeja a los momentos que vivimos al darse un cambio en lo que hace a los soportes y sistemas en lo referente al mundo del arte y su reproducción: pantallas, videos, y otras virtualidades que parece que van dejando fuera de juego a los dispositivos que hasta ahora imperaban de manera total.

La mirada crítica e intempestiva del autor tomaba por objeto todo lo que se movía en el mundo del arte, en sus diferentes expresiones, y en la vida misma de los humanos, y así en el volumen que roza las mil páginas vemos dicha mirada omniabarcante e incisiva, ejerciendo sus derechos a la crítica, a la contradicción, hasta los límites del sinsentido… siempre en un balanceo entre el con y contra, acercándose en momentos al grito y mirándose a sí mismo, en su drama y su alegría, a través de los otros, colándose algunos deslices poéticos, de su propia poética, como no podía ser de otro modo. De todo ello podemos hallar en los diversos ensayos y artículos que contiene el volumen: desde las Críticas de arte que se detienen en los salones de 1845 y de 1846 (se entrecruzan la vida, las reflexiones además de los aspectos descriptivos: así en la pintura del segundo de los nombrados se pregunta para qué la crítica, respondiéndose que el camino es que esta sea divertida y poética huyendo de la frialdad y algebraica) en los que se toma el pulso al gusto y a los temas en boga de la época, visitando igualmente la Exposición universal de 1855, en donde señala la presencia de la idea de progreso en el terreno de las bellas artes, los desplazamientos con atención especial a Ingres y a Delacroix. Dentro de esta primera parte, se da cabida a un ensayo acerca de la esencia de la risa, que seguro que no disgustaría al mismísimo Henri Bergson, y una visita al salón de 1859 en la que asoman algunos temas esenciales en su visión: sobre la figura del artista moderno, la fotografía, el paisaje, etc., retratando más tarde algunas exposiciones y murales, y los cambios del gusto en las artes plásticas, mostrando alguna indicación metodológica, al referirse a la Danza macabra de Ernest Christophe: «que me sea permitido, por abreviar, citar un fragmento rimado en el cual no he tratado de ilustrar, sino de explicar el placer sutil contenido en esta figura»… y su vida como filtro de su mirada: «muy jóvenes, mis ojos llenos de imágenes pintadas o grabadas no han podido nunca saciarse, y creo que los mundos podrían acabar antes que yo me convierta en iconoclasta»; concluye este primer apartado ofreciendo la figura que ocupa el pintor en la vida moderna, «quien amoroso de la vida universal entra en medio de la muchedumbre como en una inmensa reserva de electricidad», textos en donde además de centrarse en el artista, no ignora otras figuras como las de la mujer, el dandy, el militar, o… algunas pinceladas sobre el maquillaje y los diferentes tipos de mujer.

Se pasa en la parte siguiente a la Crítica literaria, en la que se presenta una amplia variedad de textos, muchos de ellos artículos aparecidos en la prensa hexagonal, en los que se puede comprobar su mirada afilada a la hora de enfocar algunas obras de su época: de Flaubert, de su admirado Théophile Gautier, sin privarse en algunos juicios duros y rotundos con respecto a algunos de sus contemporáneos, así Hugo, del que deja claramente expuesto que no le gustó de ninguna de las maneras Los miserables. Ofrece igualmente consejos a los jóvenes literatos, y unos retratos de algunas de las obras señeras de Edgar Allan Poe, de las que escribió sus prólogos y al que tradujo sin descanso, y a través de las que, en lectura especular, vemos al propio crítico en su vida, en sus gozos y lamentos… «este inmortal instinto de lo Bello que nos hace considerar la tierra como una visión general, como una correspondencia del Cielo»

En lo que hace a la Crítica musical nos encontramos con Richard Wagner, y su Tannhäuser, destacando la parte voluptuosa y orgiástica. Concluyendo el volumen con unos Escritos póstumos, en donde se mezclan opiniones acerca de artistas y obras de la época, de las que se extraen fogonazos – de iluminaciones hablaría Walter Benjamin – acerca de los gustos, modas y variaciones de aquellos tiempos… con muestras de un asombro entusiasmado con respecto a los lienzos de Delacroix, en los que se rozaba el cielo reflejado en la tierra, en lagos de sangre obsesionados de malos ángeles,/ Sombreados por el tronco de abetos siempre verdes

————————————————————————————————————

Algunos artículos anteriormente publicados sobre el poeta y crítico, que abría las puertas a la modernidad:

https://archivo.kaosenlared.net/charles-baudelaire-un-poeta-refractario/index.htmlhttps://

La constelación Baudelaire | Kultura | GARA Euskal Herriko egunkaria

CHARLES BAUDELAIRE, MODERNO ANTIMODERNO | LA ESCUELA DE GUAJARA

Por Iñaki Urdanibia

«Mientras otros inventaron la fotografía, Baudelaire inventó la modernidad. A él debemos la transformación semántica de la palabra y su acepción estética. Y si debemos la palabra, con toda seguridad le debemos la cosa»

Félix de Azúa

«Baudelaire ha facilitado las cosas a los lectores a los que la poesía lírica ofrece dificultades […] Baudelaire ha conformado su imagen del artista según una imagen del héroe»

Walter Benjamin

«A nosotros nos basta con ver el árbol o la casa. Absorbidos por completo en su contemplación, nos olvidamos de nosotros mismos. Baudelaire es el hombre que no olvida jamás. Se contempla viendo, mira para verse mirar; completa su conciencia del árbol, de la casa, y las cosas se le muestran a través suyo, más pálidas, más pequeñas, menos conmovedoras, como si las percibiera a través de unos anteojos. Las cosas no se señalan ls unas a las otras, como la fecha muestra el camino, como la señal marca la página…Su misión inmediata es, por el contrario, volver a remitir la conciencia a sí misma»

Jean-Paul Sartre

                                                                                * * *

Se suele hablar del autor de Las flores del mal como del poeta que inició la modernidad, tanto en lo que hace a la introducción en la poesía de temas y figuras de la actualidad de su época, a la utilización de un léxico pegado a la realidad, además de a su exploración por los males de su tiempo. Entendía el airear estos últimos como una lucha abierta contra la hipocresía social y contra quienes pintaban las cosas de color de rosa, en un ejercicio falaz por vender los brillos de la sociedad del Segundo Imperio, y representar a los humanos como un dechado de virtudes tendentes a vivir fraternalmente, herencia de la visión de Rousseau; su seguidor, Rimbaud, decía que había que ser absolutamente modernos, en clara reivindicación de la novedad, de la innovación, que es lo que brillaba en Baudelaire: su deseo de originalidad. Hablando de su modernidad, no le falta razón a Antoine Compagnon al encuadrarlo entre los anti-modernos: por sus simpatías con de Maistre, y otros posicionamientos, rechazando la igualdad, odiando el progreso y pintando una visión apocalíptica del porvenir , si bien también completa diciendo que en lo que respecta a las costumbres, sus posturas hubieran enfurecido al nombrado Joseph de Maistre que no son nada modernos, lo que hace que se puedan combinar en su quehacer y en su persona la modernidad en lo temático y en lo poético, y los anti-moderno en sus posturas políticas, si se exceptúan sus abiertos apoyos, y participación fugaz, en los movimientos sociales que desembocaron en la revolución de 1848. Poeta decadente, que retrataba la decadencia de la sociedad, al tiempo que casando con los nuevos tiempos, y anunciando los cambios que irrumpían. Decía el hernaniarra Gabriel Celaya que la insatisfacción es de izquierdas, y Bataille añade que «es inherente a la poesía la obligación de hacer una cosa fijada por una insatisfacción[…] Baudelaire quiso lo imposible hasta el límite».

Lo que sí que está claro es que el poeta parisino se basaba en su propia vida a la hora de escribir sus poemas, tanto en verso como en prosa, y lo hacía como un eterno adolescente, en lucha consigo mismo y con la sociedad que le rodeaba, con una clara tendencia a verlo todo con tonalidades negativas: así se explica el celebérrimo: «¡Tú lo conoces, lector, ese monstruo delicado, / -Hipócrita lector, -mi semejante, -mi hermano!», donde se ve que no aplica dos varias, dos medidas sino que se implica a él mismo en cercanía con aquella aseveración de André Frenaud: «Si he denigrado al hombre es para avergonzarle / No tengo más piedad conmigo mismo». No se ha de olvidar tampoco su afán de sorprender y así si se suele hablar de épater le bougeois, la anécdota que transcribo expresa bien la postura baudeleriana: preguntado por un funcionario que había ido a visitarle éste le preguntó por qué escribía sobre tales cosas, el porta le contestó con sequedad: sobre qué; con al aire contrariado el funcionario le dijo: sobre temas tan inquietantes, tan atroces…a lo que, con gran frialdad, Baudelaire le contestó: señor es para impresionar / escandalizar a los tontos. Pues eso.

Por tal senda, Baudelaire se veía atraído por la «fosforescencia del mal», que dijese Bourget en sus Ensayos – y de él trata de dar cuenta, con valentía, fortaleza y madurez, tomando como medida y horizonte, su propia individualidad, más allá de cualquier contagio social; con absoluta sinceridad él se considera decadente apostando a la vez por un ideal aristocrático del arte, en un intento permanente por evitar caer de manera absoluta en las redes, seductoras, de la decadencia, alimentando su estética en el deber de hablar claro y no andarse por las embellecedoras ramas. Su propia existencia que coincidía con su poesía, en su vida bohemia, solitaria, atormentada, de mujeriego, y de dandy, flâneur, y consumidor de drogas varias, algunas de cuyas tendencias a la distinción con respecto al común de los mortales que, por una u otra cuestión con él se relacionaban, y que quedaban reflejadas en las confesiones en sus compañeros de estudios o en su propia confesión a su madre: «quiero hacer sentir sin pausa, que me siento extraño al mundo y sus cultos». Vida que dio lugar a algunas de las figuras nombradas y que, junto a otras, como los traperos, las prostitutas, las lesbianas, los paseantes, la multitud, eran reflejo de la sociedad burguesa, siendo destacados por Walter Benjamin en sus estudios sobre Baudelaire, incidiendo que la obra del poeta, y hasta su vida, era una manera lírica de presentar el mundo parisino de la época.

Denuncia permanente de un mundo que trataba de imponer al hombre sus normas y leyes que no ha elegido en libertad, y, en consecuencia, no respetan la integridad personal, en lo que hace a la espiritualidad y la dignidad propias. Su pluma se alza contra la pasividad y la conformidad de los tontos que como apretado rebaño aceptan el estado de cosas impuesto, y lo hace con tonos desesperados, por los bordes de la blasfemia, cierto parentesco con el satanismo, y de otras perversidades que han dado mucho que hablar y que, teniendo en cuanta que no eran buenos tiempos para tal tipo de lírica, no gustaron a los tribunales, en especial al fiscal Ernest Pinard, alentado desde las páginas de Le Figaro, que juzgó seis meses después que lo hiciera con la Madame Bovary de Gustave Flaubert. El caso de Las flores del mal, resulta más llamativo si se tiene en cuenta que las novelas se leían en cantidad, mientras que la poesía se tiraba en cantidades pequeñas (la obra nombrada tuvo una tirada de 1100 ejemplares), pero es que de la poesía se esperaba, y hasta se exigía, que se mantuviese en los límites de la retórica, mientras que Baudelaire superaba dichos límites, yendo a la carne desnuda y sin velos, llamando a los senos, senos, por los pagos de lo concreto y alejado de las nebulosas de las edulcoradas abstracciones. Al final fue condenado a pagar 300 francos y a eliminar seis poemas, en especial los lesbianos y los que relacionaban el sexo con la muerte, que atentaban según los jueces contra las buenas costumbres, y la religión, lo cual suponía un peligro por la desmoralización que conllevaban. Baudelaire clama contra la operación quirúrgica que mutila su obra, que él considera como un todo. Flaubert le apoya: «acabo de enterarme que se os persigue a causa de vuestro volumen. ¿Por qué? ¿Contra quién habéis tentado? ¿La religión? ¿las costumbres? […] Esto es nuevo: ¡perseguir un libro de versos! Hasta ahora la magistratura dejaba tranquila a la poesía». Dos cosas: el aura de lo prohibido supuso un aumento de la fama y de las ventas del libro, los poemas eliminados difundiéndose bajo cuerda, y los titubeos del fiscal, y de alguna prensa, al decir que al poeta no había que culparle en demasía ya que era un ser atormentado, que más que blasfemos y demás era un pobre hombre cuyo estado mental debía ponerse en duda. Théophile Gautier a quien iba dedicada la obra tildaba a su autor de poeta impecable, acompañado del elogio de Barbey d´Aurevilly; los demás: Merimée guardó silencio, al igual que Sainte-Beuve que reducía la cuestión a que Baudelaire se había construido «un quiosco peculiar, muy decorado, muy atormentado, pero coqueto y misterioso».

La postura del poeta era la propia de quien elige un camino de perfección y lucha contra los males que le asedian desde el exterior y hasta en su propio interior, como un santo laico, que dijese alguien, que lucha por alcanzar la infinitud de lo bello y lo bueno frente a la fealdad y la maldad ambientes; en dicha búsqueda han de situarse su visita a Los paraísos artificiales (el vino, el hachís el opio y otras yerbas). Viendo su vida, ciertamente atormentada, puede verse que sus desgracias no eran tan grandes, o lo eran porque él las sentía así (vide infra).

Una lucha sin tregua contra la doble moral imperante, y una presencia constante de un espejo en el que se miraba de manera permanente, buscando sus debilidades, sus abdicaciones, erigiéndose él en su propio juez, por el camino de la inocencia, de la búsqueda de la pureza, como un perpetuo niño que era capaz de sacar bellas melodía de las palabras, exigiendo a los demás que se aplicasen el cuento: «pido a todo hombre que piensa que muestre lo que subsiste de la vida».

—————————————————–

Una vida:

La contada por él mismo

         [Por cierto, la ilustración del artículo es un autoretrato]

Infancia: Viejo mobiliario Luis XVI, antigüedades, consulado, pasteles, sociedad del siglo XVIII.

Después, 1830, el colegio de Lyon, golpes, batallas con los profesores y compañeros, abrumadoras melancolías.

Vuelta a París, colegio y educación a cargo de mi abuelo (el general Aupick).

Juventud: Expulsión de Louis-le-Grand; historia del bachillerato.

Viajes con mi abuelo por los Pirineos. Vida libre en París, primeros contactos literarios: Ourliac, Gérard, Balzac, le Vavasseur, Delatouche.

Viajes por la India: primera aventuras, navío sin mástil; isla de Bourbon, Malabar, Ceylán, Indostán, Cap; agradables paseos.

Segunda aventura: El retorno en un barco sin víveres y que hacía agua.

Retorno a París; segundos contactos literarios: Sainte-Beuve, Hugo, Gautier, Esquiros

Enorme dificultad, durante mucho tiempo, por hacerme oír de un director de periódico cualquiera.

Gusto constante desde mi infancia por todas las representaciones plásticas.

Preocupación simultánea por la filosofía y la belleza en la prosa y la poesía; de la relación perpetua, simultánea, del ideal con la vida.

[tomado y traducido de Mon coeur mis a nu]

+ La contada por los demás

1821: Nace Charles-Pierre Baudelaire el 9 de abril.

1827: Muerte de su padre.

1828: Su madre vuelve a casarse con el comandante Aupick. Tal decisión tendrá una importancia de primer orden en la formación y vida del poeta, que sufrirá mucho con l relación. El futuro poeta dirá más tarde a su madre: «Cuando se tiene un hijo como yo una no se vuelve a casar».

1833: Es internado en el Collège Royal de Lyon, ciudad a la que su padrastro es destinado como lugarteniente-coronel. El muchacho no es dichoso y toma conciencia de su destino solitario. Sentimiento de ser diferente y enfrentamientos con sus condiscípulos.

1836: Vuelta a París. Entra en el colegio Louis-le-Grand en donde obtendrá brillantes resultados. Comienza a escribir sus primeros versos.

1839: Terminados sus estudios, abandona el colegio. Confiesa a sus padres que quiere dedicarse a la literatura. El conflicto con el general Aupick es enorme y no se amansará hasta la muerte de este. Baudelaire pasea, sueña y contacta con jóvenes escritores de la época, muy en concreto con Balzac. Opta por el comportamiento de un dandy, afirmando su superioridad. Frecuenta los ambientes bohemios y destaca su gusto por el escándalo. En 1840 establece una relación con una joven prostituta, Sarah, conocida como Louchette, con quien según se cuenta contrae la sífilis de la que no se curará nunca.

1841: Inquieta por sus frecuentaciones, la familia opta por imponerle un largo viaje: embarcado en Burdeos, el barco parte dirección a Calcuta. Baudelaire se aburre mortalmente, escribiendo unos versos llenos de nostalgia.

1842: Es repatriado en febrero, al cumplir la mayoría de edad, recibe la herencia de su padre. Ahí comienza el rosario de cambios de domicilio sucesivos. A pesar de las deudas que le acarrea la herencia, lleva una vida feliz durante dos o tres años, dedicando el tiempos a los estudios y al contacto con sus amigos. Conoce a Gautier y a Sainte-Beuve, y logra que se le presente a Victor Hugo. Es en estos tiempos cuando conoce a Jeanne Duval, chica negra y de una frialdad sobresaliente, que supone una influencia nefasta a la vez que le sirve de inspiración. A pesar de los pesares, de las infidelidades y de las frecuentes peticiones de dinero, çel se mantendrá fiel hasta el final de su vida.

1844: La familia Aupick consigue que Baudelaire sea controlado por un consejo jurídico con el fin de evitar el despilfarro; a partir de entonces, recibirá modestas mensualidades.

1845: Inicio de su carrera literaria con la publicación de Salon de 1845. Colabora con la revista Corsaire-Satan. El año siguiente es un año de producción fecunda: publicando varios poemas.

1847: Publica Fanfarlo. Se siente atraído repentinamente por las cuestiones políticas, participando en el movimiento social que desembocaría en las jornadas de 1848. Toma el hábito de escribir regularmente.

1848: Participa en la fundación del periódico revolucionario: Salut Public, que a falta de dinero solo publicó dos números. Estas veleidades políticas durarán hasta 1851. Comienza a realizar traducciones de Edgar Allan Poe, labor que se extenderá a lo largo de dieciséis años, considerando al escritor americano como hermano espiritual.

1851: Publica algunos textos Sobre el vino y el hachís, como multiplicadores de la personalidad.

1852: Unión probable con la actriz Marie Daubrun; el mismo año surge la pasión hacia la señora Sabatier, conocida como la Presidenta, a la que durante cinco años enviará cartas y poemas de amor sin firmarlos.

1854-1855: Traducción de las Narraciones extraordinarias de Poe y presenta su Exposition universelle, en donde expresa su ideario estético. Publica en un revista varios de los poemas que serán incluidos en Las flores del mal; es la consagración como poeta.

1857: Encuentra al final un editor para Las flores del mal, editor con quien mantendrá una relación de solidaridad y apoyo mutuos. El libro sale a la venta el 25 de junio, y un artículo aparecido en Le Figaro (seguramente inspirado por el ministro del interior)muestra su escándalo lo que va a suponer que sea llevado ante los tribunales. Secuestrada la edición, si inician los trámites para juzgar al escritor, al editor y a los impresores. Al final Baudelaire es condenado a 300F de multa, y la supresión de seos poemas considerados demasiado inmorales). Con su grandilocuencia habitual, Victor Hugo les escribe: «acabáis de recibir una de las raras distinciones que el régimen actual puede acordar. La que ellos llaman justicia os ha condenado en nombre de lo que ellos llaman moral; esto os supone una corona más. Os doy la mano, poeta».

1858-1860: Periodo de mucho trabajo. Frecuentes cambios de domicilio. De vez en cuando visita a su madre, reconciliado tras la muerte de Aupick, en 1857. Asediado por las deudas, no gana prácticamente nada. Traducciones de Poe y una serie de artículos de crítica literaria y estética, le suponen algunos ingresos.

1860 : Los paraísos artificiales es puesto a la venta.

1861: Segunda edición de Las flores del mal, con treinta y cinco poemas más. Elogia a Richard Wagner en varios textos. Es propuesto para ocupar un sillón en la Academia francesa, apoyado por sus amigos, y con la clara oposición de algunos académicos, Baudelaire renuncia a ser candidato.

1862-1865: Presenta 21 poemas en prosa del Spleen de Paris en La Presse. Publica el que va a considerarse su texto más importante de sus escritos estéticos: El pintor de la vida moderna.

Los últimos años: Desde los primeros meses de 1862 su salud se deteriora, con la presencia de algunas enfermedades contraídas en su juventud, de las que pensaba que se había curado. Ya no escribe, se dedica a deambular por las calles, cada vez más sombrío. Parte para Bélgica en donde espera conseguir dinero como conferenciante; fracaso absoluto en lo económico, y la consiguiente depresión. En tal estado de decepción y miseria proyecta escribir un libro contra Bélgica y su habitantes. Recorre el país, recopilando notas venenosas, al tiempo que piensa en editar sus obras completas para lograr ingresos; todas las tentativas fracasan.

La enfermedad progresa sin descanso, cayendo desmayado en 1866 mientras visita junto a unos amigos la iglesia de Saint-Loup de Namur. Es el fin, conducido a Bruselas, afectado de hemiplejia, pierde el uso de la palabra. Su inteligencia se mantiene, pero el desdichado afásico no alcanza a pronunciar más que tres palabras: Non,cré nom! (Algo así como: maldita sea; por decirlo suave). Tras un año de martirio, muere en París el 31 de agosto de 1867; es enterrado en el cementerio de Montparnasse.

                                                                          + + +

Algunos libros de interés

Además, obviamente, de las propias obras del autor, de las que hay sobradas ediciones en castellano, pueden verse con provecho:

* Azúa, Félix de, Conocer Baudelaire y su obra, Dopesa, 1978, reeditado por Pamiela, en 1991, con el título de: Baudelaire y el artista de la vida moderna.

* Bataille, Georges, La literatura y el mal, Nortesur, 2010; pp. 28- 56.

* Bloom, Harold, Poemas y poetas. El canon de la poesía, Páginas de Espuma, 2015; pp. 291 et ss.

* Benjamin, Walter, Sur quelques thèmes baudelairiens in Essais 2, 1935-1940, Dënoel / Gonthier, 1971; pp., 143-194.

Iluminaciones 2, Poesía y capitalismo, Taurus, 1972.

Libro de los Pasajes, Akal, 2005; pp.: 247-392.

Baudelaire, La fabrique, 2013.

* Calasso, Roberto, La Folie Baudelaire, Anagrama, 2011.

* Compagnon, Antoine, Les antimodernes de Joseph de Maistre à Roland Barthes, Gallimard, 2005.

* Dantzig, Charles, Dictionnaire égoïste de la littérature française, Grasset, 2005; p.p.: 77-84.

* Decaunes, Luc, Charles Baudelaire, Segheres, 1952.

Le Magazine Littéraire, n.º 418, mars 2003 / Baudelaire, nouvelles lectures des fleurs du mal.

n.º 548, octubre 2014 / Le dernier Baudelaire

Sartre, Jean-Paul, Baudelaire, Gallimard, 1947.