Por Iñaki Urdanibia.

Desde la Australia decimonónica y profunda… un crudo retrato de ella.

«… Una de las piedras angulares de la literatura australiana. Un clásico que nos acerca a una realidad nada complaciente y nada edulcorada, y que formalmente no se somete a las estructuras literarias que se estaba manejando en otros países de habla inglesa en aquella época»

(Pilar Adón)

No pocas veces se han pintado las islas como lugares idílicos y apropiados para una vida social armoniosa, baste dar un repaso a la literatura utópica para confirmar lo que digo. También es verdad que a veces se ha incidido en la insularidad como propiciadora del aislamiento que marca a sus habitantes; en este último aspecto pueden traerse a colación las relaciones que se han solido establecer entre la geografía y sus características climáticas, de vegetación, etc. con el carácter de los ciudadanos de tales lares, me viene a la mente el caso de Giuseppe Tomasi di Lampedusa quien en su El gatopardo, halla cierta causalidad entre su abrasador sol, las periódicas lluvias, lo árido de la topografía como conformadora del carácter de los sicilianos, que, no obstante, están orgullosos de su identidad y sus peculiaridades. No es el caso de Barbara Janet Ainsleigh Baynton (1857-1929) quien alcanzó la fama, como una de las más brillantes escritoras australianas, con sus «Estudios de lo salvaje», ahora presentado por Impedimenta; y vamos por partes.

Los seis relatos reunidos en el libro nombrado fue rechazado por diferentes editoriales australianas al juzgar que «sus descripciones eran poco benévolas de la dureza de las regiones del interior y por el poco orgullo nacional que mostraba»; al final la obra fue editada en Inglaterra. No cabe duda de que los avatares de su existencia influyeron en sus escritura y en las temáticas abordadas: abandonada por su primer marido hubo de arreglárselas con sus tres hijos pequeños. Su boda con el cirujano Dr. Thomas Baynton le abrió las puertas a los ambientes literarios, publicando diferentes cuentos en The Bulletin, seis de los cuales componen el libro del que hablo. Fallecido su marido se trasladó a Inglaterra en donde contrajo matrimonio en 1921.

No era la escritora la alegría del huerto si en cuenta se tienen sus relatos en los que cabe destacar varias características: la soledad y el aislamiento, poniendo especial énfasis en las mujeres y el trato recibido por parte de sus maridos, convirtiéndose los perros en la única compañía de su aislamiento y soledad. Sus relatos son de un crudo realismo y son situados en las regiones del interior australiano, lugares en los que no hay apenas habitantes, con especial atención, reitero, en protagonistas femeninas. Ya en el cuento que abre el volumen, La soñadora, nos las vemos con la dureza de la situación de una joven embarazada que habiendo descendido de un tren recorre unas tierras inhóspitas y salvajes La aridez del terreno, y la dureza de la vida rural, se contagia a la prosa y el espíritu en defensa de las féminas invade las paginas; aspectos recogidos de manera explicita y brillante en su La compañera de Squeaker, que presenta a una mujer que tras sufrir un accidente al talar un árbol ha de padecer la soledad de su cabaña, inmóvil por las lesiones de su columna vertebral.

En medio de las imposiciones inclementes de la naturaleza, ya duras de por sí, se dan otras más crueles que son las debidas a los humanos, acrecentadas si cabe en el medio rural, recayendo el lado peor de la balanza en la mitad del cielo femenino sobre las que recaen las tareas más duras e incómodas, para el descanso y el esparcimiento masculinos, que en vez de agradecer tal situación privilegiada cargan sus malos humores sobre sus compañeras; a esta infamia se ha de sumar la presencia de bandidos que campan a sus anchas sin que nadie ponga freno a sus desmanes, como se puede ver en el caso de una madre que ha de abandonar su casa para defenderse del ataque de un hombre, debiendo huir con sus hijo atado al pecho (El instrumento elegido).

Tanto en el cuento de la compañera de Squeaker como en algún otro (Mano tullida, en la que destacan las conversaciones amigables entre un anciano y su compañero canino) el perro se convierte en el mejor amigo de la mujer al defender a sus dueñas ante las embestidas y dar castigo a los culpables. Y si las comparaciones son odiosas, lo son en especial para quienes salen perdiendo que en los casos presentados por Barbara Baynton son los humanos, masculinos, frente a los fieles canes, que no pierden tampoco la ocasión de servirse de los sectores más débiles como las mujeres aborígenes (Billy Skywonkie), en un mundo en el que los valores machistas, ruines y egoístas, quedan consagrados por el acuerdo de la comunidad, que sigue la implacable lógica de que quien más puede capador.

Lo intempestivo de la mirada de la escritora, que se situaba lejos de la escritura realizad por mujeres con su bucolismo y sus moralinas, tal vez fuese una de las causas de las negativas de publicación y su posterior olvido… ya que la verdad duele, y el meter el dedo en la llaga – que es lo que sin piedad realiza la escritora – no provoca placidez ni sosiego.

En fin, no quisiera concluir estas líneas sin destacar la labor de la traductora, Pilar Adón, quien ofrece además un ubicador posfacio con significativo título: La importancia de ser perro.