Por Iñaki Urdanibia

Si en el título incluyo una conjunción y unos puntos suspensivos no es que por capricho. El libro que leído, y que recomiendo sin pestañear, es de Uwe-Karsten Heye y lleva por título: «Los Benjamin. Una familia alemana» (Trotta, 2020), aun centrándose en Walter Bejamin – indudablemente el más conocido – y en sus hermanos, si obviar a su cuñada Hilde Langer y su descendencia, trasciende la figura del judío/marxista errante que puso fin a sus días en setiembre de 1940, en Port-Bou, y también va más allá de las significativas peripecias de la familia. Vayamos por partes.

En cuanto al autor de la obra, se trata de un diplomático, periodista y escritor, que ocupó puestos de relevancia, en el campo de la comunicación, en colaboración de algunos se los presidentes de la socialdemocracia alemana (Willy Brandt y Gerhard Schröder, para posteriormente, en los últimos tiempos ha estado entregado a la lucha contra el racismo , la xenofobia y se ha alzado en contra de la extrema derecha.

La obra, además de seguir la vida de los hermanos Benjamin, de cada uno de los cuales se nos aportan datos biográficos e ideológicos, sirve para a través de ellos, a modo de paradigma, presentar el siglo alemán y atreverse a aventurar las apuestas de cara al futuro.

Tres eran los hermanos de una familia judía adinerada: Walter, Georg y Dora. El primero de todos conocidos, al menos en lo que hace a su nombre y a su figura triste de una vida siempre en huida, desde que llegaron las bestias pardas la gobierno, amén de por sus herméticas y plurales obras, fragmentarias ellas, que en su tiempo no le hicieron acceder a puestos docentes en el terreno académico, ni en ningún otro, a pesar de la originalidad de su mirada y su puntería a la hora de comportarse como un verdadero arqueólogo de la modernidad, analizando pasajes urbanos, en especial de París, autores y corrientes de su tiempo (Brecht, Kafka, Proust, Balzac, Leskov, Dostoievski, el surrealismo, el romanticismo, etc.), tratando de mostrar la génesis y el desarrollo de la modernidad. Conocemos a través de las páginas de la obra sus amistades con Gerhard Scholem, Bertolt Brecht, Hannah Arendt, Theodor W, Adorno, y otros, y sus amores (Lacis Asja, Dora, su esposa y alguna otra: la primera le hizo viajar a Moscú y también conocer el comunismo real, con la segunda tuvo un hijo…). Le vemos en su Berlín natal, en Noruega en casa de Brecht, en Ibiza y otras zonas del estado español, y conocemos sus tentaciones, por parte del sionismo, para trasladarse a vivir a Palestina.

El segundo de los hermanos, Georg, médico y militante comunista. Entregado a su profesión, en especial poniendo en marcha ambulatorios populares y dedicándose al cuidado de menores y mayores con problemas psicológicos; esas tendencias populares se completaban con su militancia comunista que acabó con su detención con motivo del incendio del Reich, y ya desde entonces con una sucesión de encierros que acabaron con su vida, contra las alambradas electrificadas del campo de Mauthausen . Casado con una amiga de su hermana Dora, Hilde, con la que tuvo un hijo, Michael (mestizo, según las leyes del momento), al que conoció más que nada a través de las cartas intercambiadas, y las mentiras piadosas de la madre que le decía al pequeño que su padre estaba de viaje… hasta que al final, le dijo la verdad haciéndole conocer la trayectoria de un compromiso que, en aquellos años oscuros, no podía terminar más que con la muerte, en 1942, dos años después de su hermano mayor.

La tercera, Dora, mujer estudiosa y comprometida: en primer lugar ayudando a su hermano Georg en el dispensario médico y en las campañas de extensión de las medidas higiénicas , y más tarde yendo de lado a lado, acosada por la enfermedad y por el peligro de ser extraditada a su país de origen donde imperaba la bota parda, con sus medidas anti-judías y anticomunistas. En Francia estuvo, en donde ayudó a su hermano Walter en la elaboración de sus ensayos, del mismo modo que más tarde se entregó a ayudar a los exiliados, a los hijos de estos que se quedan desamparados ante las detenciones o huidas de sus progenitores, etc. No tardó mucho en finalizar esta ajetreada vida, ya que ésta concluyó en 1946. Tres vidas truncadas en unos años, como signo de cómo funcionaban las cosas en aquellos tiempos.

Obviamente también nos son relatadas las relaciones con sus padres y entre los hermanos, cuya relación se desarrollaba generalmente a distancia y por medio de recados de unos con respecto a los otros.

La historia de los tres Benjamin se amplía con otra Benjamin, Hilde que llegó a ser presidenta del tribunal superior de justicia de la RDA y ministra de justicia de tal país. Mujer entregada siempre con la tarea de rendir justicia a quienes, como su marido, habían sido quitados de ene medio por las leyes racistas. Este empeño lo desarrollo con celo en sus puestos oficiales lo que le valió los insultos y descalificaciones del otro lado de la frontera del país divido, de la RFA: rojasanguinaria, etc. Su entrega por limpiar los círculos del poder de los restos de la burocracia nacionalsocialista fue uno de sus propósitos fundamentales.

El retrato de esta mujer sirve a Uwe-Karsten Heye para establecer una comparativa entre las dos Alemanias y las diferencias a la hora de hacer justicia con respecto a los crímenes del pasado. Dos visiones y dos posturas que suponían en el caso de la RFA no hacer ascos a la integración de nazis descarados, implicados directamente en los crímenes del hitlerismo y secuaces, en los aparatos estatales (policía, ejército y judicatura), siendo en esto más justas las posiciones de la RDA; esto no quita para que tampoco se abstenga el autor de señalar los desfases que se cometieron en la rígida ortodoxia que provenía de la rigidez moscovita, convirtiendo en víctimas, por traición por hacer juego al enemigo a cualquier voz discordante. Una lucha sin cuartel nos es presentada en lo que hace a negar por parte, desde el Oeste, de los turiferarios, políticos – Adenauer prohibiendo el partido comunista -, jueces y otras yerbas, cualquier validez a las medidas que fueran tomadas por las autoridades germanas del Este, aunque éstas estuviesen conformes con los criterios marcados por los tribunales instituidos por los Aliados. Este seguimiento de la posterior quinta Alemania (Repúbica de Weimar, III Reich, RDA, RFA y Alemania unificada), se hace de una manera pormenorizada, de la mano de los descendientes de la familia Benjamin (Michael, el hijo de Hilde y Georg Benjamin) y sus hijos del primero de los nombrados… siempre con la ejemplar sombra planeando de sus tío Walter, su tía Dora y el abuelo de los últimos descendientes.

Con las opiniones propias del autor y las informaciones e ideas recabadas de los herederos, Uwe- Karsten Heye, incide en los defectos de la Alemania unificada, fundamentalmente bajo los criterios impuestos por el capital y la ideología de una de las partes (destacando las diferencias que se establecen dependiendo del origen de los ciudadanos, y con una amplia permisividad hacia las organizaciones de extrema derecha y neofascistas, incrustadas no pocas veces en los aparatos estatales) además, desoyendo y no atendiendo a algunos aspectos realmente plausibles que se daban en la otra: programas de educación infantil, atenciones sociales, y las tendencias programáticas hacia la justicia y la igualdad… aunque estas últimas en algunas ocasiones no se cumpliesen más que en el papel… mojado.