Por Iñaki Urdanibia

Potente novela cuya materia prima es la memoria.

Aleksandar Tisma (Novi Sad, Voivodina, 1924-2003) es junto a Danilo Kis uno de los escritores más nombrados y traducidos fuera de los países de la ex-Yugoslavia; más en concreto sus obras se desarrollan, generalmente, en su ciudad natal, capital de la considerada Atenas serbia. De madre judía húngara y de padre ortodoxo, serbio de Croacia, el futuro escritor viviría en una sociedad en el que el cruce de culturas era moneda al uso: alemanes, húngaros, serbios, croatas; y en lo que hace a creencias religiosas, católicos, judíos y ortodoxos. Históricamente la zona se ha visto bañada en sangre por repetidas matanzas, de algunas de las cuales, el escritor del que hablo fue testigo y, en cierta medida, protagonista; ya a la edad de dieciocho años conoció la bestial matanza, en las orillas del Danubio, de mil quinientos judíos y serbios fusilados por el ejército de ocupación húngaro (episodio narrado en su Libro de Blam).

Durante la segunda guerra mundial estuvo recluido en una campo de trabajos forzados, y al ser liberado se unió al ejército yugoslavo de liberación para luchar, bajo el mando de Tito, contra los invasores germanos y húngaros. Acabada la contienda se dedicó al periodismo y ocupando algún cargo en la Academia Serbia de las Ciencias y las Letras; años después, sus posicionamientos en contra del nacionalismo agresivo de Milosevic, en los tiempos de lo que él calificaba guerra incestuosa, le empujaron a exiliarse, en Francia, en 1993, desde entonces volcó su vida en la escritura periodística y literaria, recibiendo numerosas distinciones.

La editorial Acantilado ha publicado varias de sus novelas, en concreto las diferentes entregas de su ciclo Ramas entrelazadas (El libro de BlamEl uso del hombreEscuela de impiedad y El Kapo), a la que pertenece la ahora publicada: «Lealtades y traiciones». Vaya por delante que ninguna de ellas tiene desperdicio, no estando de más señalar que cada una de ellas se puede leer con independencia de las otras, constituyendo todas ellas, eso sí, un conmovedor mosaico de las violencias padecidas y las consecuencias que éstas provocan en medio de los hechos y en los tiempos posteriores: seres desnortados, cambios de chaqueta, y la memoria de las piedras, como testigo mudo y polvoriento de las ruinas… textos entre la vivencia y la supervivencia y las culpabilidades que esta última origina; «quienes han muerto han comprado para los que quedan una posibilidad de vivir. Positivamente no han hecho nada para que viviésemos, mas su muerte masiva ha conducido a cierta saturación de la necesidad de matar, hasta que el odio se apacigüe. La vida que nos entregan en herencia es un remordimiento».

Si la historia la escriben los vencedores en el caso que nos ocupa el escritor adopta la mirada de los perdedores, que al fin y a la postre, lo son todos… si bien, ciertamente, unos más que otros: invadidos por los traumas, las desilusiones, las pesadillas, las familias destrozadas. Muestra de este estado de ánimo es el protagonista del libro que presento, Sergije Rudié, que absolutamente desnortado y tras haber vivido muy dispares experiencias intenta hallar algún agarradero, más allá del ruido de las armas y de las victoriosas y huecas proclamas, que le sirva de posible tabla de salvación, en medio de la asfixiante atmósfera de dolor, miedos, lágrimas, culpabilidades y remordimientos, venganzas y que sigue imperando en la zona, con la presencia de las diferencias ideológicas planeando.

El escrito, por medio de retazos dosificados, nos va adentrando en el pulso que se respira (es un decir) en el país, y en las cavilaciones del protagonista, logrando que esa fragmentariedad se vaya uniendo para entregar una visión de conjunto del panorama presentado. Situaciones vividas por el protagonista, encuentros con otros personajes (Stefanov, Inge, Eugen…) que expresan sus cuitas y que hacen que el propio Rudié conozca algunos aspectos de la realidad pasada, mas no vividos por él en primera persona, y algunos posicionamientos que nos arrastran a los bordes de la ambigüedad moral, que hace que las valoraciones escapen del banco y negro para adoptar tonalidades más matizadas, marcados a sangre y fuego por los avatares de la historia, lo que supone, en algunos momentos, cierta inquietud y un tenso desasosiego lector, al ser arrastrados al corazón de la naturaleza humana, allá donde anidan lo mejor y lo peor. La habilidad de Tisma hace que seamos contagiados por los diferentes argumentos y los cambios de ellos que se suceden en las derivantes y camaleónicas mentes de algunos de los protagonistas a la hora de optar por algunas de las salidas a los callejones sin aparente salida ante los que se hallan atrapados… ya, en cierta medida, el propio título señala los pagos por los que se va a mover el protagonista, en relación con otros, entre su pasado militante, su recuperación de amistades antes rechazadas, y algunas pasiones tristes, muy tristes… e impresentables; realidad la visitada y narrada de tintes trágicos con algunas excepción en la que asoma alguna escasa brizna de sosegado humor.

No hace falta ni decirlo que la lectura de este libro, y de los demás, del autor no son apropiados para quienes tengan visiones optimistas y luminosas del pasado, del presente y del futuro; no es la alegría de la fiesta el escritor serbio… como puede comprobarse en esta potente novela que amplía su mirada a una treintena de años balcánicos, que van de los treinta a los sesenta del siglo pasado y que se desenvuelve sin retóricas, ni figuras estilísticas edulcorantes, deslizándose por la senda del clasicismo narrativo más clásico… no lejos de los Robert Musil, los Joseph Roth, los Stefan Zweig… y con algunas coincidencias temáticas, como no podían ser de otro modo, con el nombrado Danilo Kis, o con György Konrád, y…