Por Iñaki Urdanibia.
Rastreo por algunos de los libros del sinólogo y profesor belga ( 1935-2014 ), con especial detenimiento en el último publicado.
( Mi) acercamiento al autor.
Al hablar del escritor belga Simon Leys, no cabe otra que asociarlo a su labor como verdadero , temprano e intempestivo, martillo de maoístas; en unos tiempos en los que en el país vecino, muy en concreto, y en otros lares europeos, los seguidores del gran timonel no es que estuvieran ausentes, sino que representaban a muchos de quienes se oponían con rotunda contundencia al sistema establecido. En este sentido, nada que objetar, sino que tal vez al contrario es de alabar que fuese de los primeros en darse cuenta, y prácticamente en primera persona, de las bondades del régimen de Mao Ze Dong ( a la sazón era Mao Tse Tung ), y sus programadas-guiadas movilizaciones populares, y que además, y por desgracia, su versión se aproximase a la verdad y a la razón; de lo sucedido. ya decía santo Tomás de Aquino aquello de veritas est adæquatio intellectus et rei .
Hace años ya, me acerqué , estando en París y militando a la sazón en una organización maoísta, a un libro que me facilitó gente cercana a la editorial Champ Libre que publicaba textos anarquistas y situacionistas, se trataba de Les Habits neufs du président Mao de un tal Simon Leys; obra que vio le luz en 1971. No diré que el libro me despertase del sueño dogmático, como a Kant le supusiese la lectura de David Hume, pero…algo de desasosiego e inquietud sí que me originó.
Sinólogo reaccionario bramaron al unísono Alain Badiou ( quien, por cierto, hoy sigue impertérrito alabando la revolución cultural), Philippe Sollers, la banda de Tel Quel en pleno, y todos los que en aquella época seguían , alabando, al presidente de la república popular china. Sin embargo, tales condenas chocaban con un hecho: el libro era publicado por una editorial nada sospechosa de reaccionaria ( ¿ o es que los extremos se tocan?), y anteriormente algunos artículos suyos habían visto la luz, en la mítica revista Socialisme ou Barbarie, de la mano de un sinólogo de indudable peso, Pierre Souiry, que a la sazón militaba en aquella “nave de locos” de la que hablase Jean-François Lyotard…
El libro sí que demostró valentía, en los tiempos que corrían, y no carecía de contrastada coherencia y rigor lo que planteaba, aunque ello supusiese ciertos dolores provocados por el desencanto que se creaba al ver que lo que se había vendido como algo realmente ejemplar, era en la dura realidad una escabechina al por mayor. El libro, apropiándose del título de un cuento de Hans Christian Andersen, era una crónica pormenorizada de la llamada revolución cultural ( proletaria, añadían algunos). Pierre Ryckmans que hubo de cambiar de nombre, con el fin de evitar problemas con las autoridades chinas ( téngase en cuenta que residía en Hong Kong) y adoptar el que desde entonces utilizó en sus libros. El periodo abarcado era el que iba de febrero de 1967 a octubre de 1969 y, en resumidas cuentas, se señalaba que aquellas movilizaciones no hacían sino reflejar las luchas internas que se daban en el el PCCh y más en concreto, eran prueba de los intentos de Mao por recuperar el mando que parecía que desde hacía algún tiempo se le escapaba debida a la influencia de otras corrientes del partido.
La credibilidad de lo que narraba Simon Leys se basaba fundamentalmente en que el ensayista conocía de cerca los hechos y no hablaba de oídas sino que tenía acceso directo a los materiales del partido, dominando la lengua en que estaban escritos; de este modo en algunos , no pocos, trozos era una directa recogida de las palabras de los dirigentes y los servicios de propaganda del régimen. Así pues, las fuentes eran de primera mano ( los órganos del partido, del ejército y las publicaciones de los guardias rojos).
Más tarde, transcurridos ya unos añitos, y olvidadas prácticamente las fiebres maoístas por todo dios, o casi, cayó en mis manos su « George Orwell o el horror a la política », editado por Acuarela & Antonio Machado en 2010. La presentación que en tal se hacía del autor de « 1984 » era de indudable interés y el eje, situado en la common decency, resultaba sugerente. Por medio del retrato ofrecido por Leys, vemos cómo Eric Blair- convertido en Orwell- llegaría a sus posturas a través de un proceso de radicalización de sus ideas socialistas, en huida permanente, eso si, de las proclamas dogmáticas vertidas en insufrible lengua de madera que pudo comprobar, en primera persona, cuando combatía en las filas de un batallón del POUM ( experiencia relatada en su impagable « Homenaje a Cataluña » ).
El acercamiento ofrecido por Simon Leys tanto a la obra del estudiado, como a su vida sencilla, experimentando la vida y desgracias de los pobres, londinenses entre otros que le emparentaba en ciertos aspectos a su admirada Simone Weil.
Un par de años después le tocaba el turno a un librito publicado por Acantilado: « Los náufragos del “Batavia” » ¡ una verdadera joyita! El relato se basa en hechos reales y resulta conmovedor hasta las entretelas: el Batavia que era el buque insignia de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales a principios del siglo XVII, naufragó cerca de las costas australianas al chocar contra los arrecifes de coral. Si el desastre marítimo fue mayúsculo, teniendo en cuenta el número de desaparecidos, quienes lograron sobrevivir vivieron todavía mayor espanto que el provocado por el hundimiento del barco, ya que a lo que realmente asistieron fue al hundimiento del principio de humanidad; se suele hablar de la crueldad de la naturaleza que provoca terribles catástrofes…pues bien en el más de los casos, y éste es uno de ellos, es el ser humano quien provoca los mayores desastres, dejando pálidas a las desgracias provocadas por el mar, la mar. Va a coincidir la desesperada navegación del capitán y un empleado del armador, empeñados en alcanzar la costa en busca de ayuda, con el estallido atroz de crueldad que padecieron los doscientos pasajeros que escaparon del desastre marítimo. Esta violenta locura se presentó con el nombre de Cornelisz, personaje que huía de la justicia y que impulsó una diabólica actividad de violencia desatada, no ahorrando muertes ni entre mujeres, niños y ancianos, acompañado en sus tropelías por una desalmada colla de seguidores. El siniestro imperio de este psicópata, neta representación del mal en acto, solo pudo ser frenado, tras muchos intentos, debido a la unión de quienes estuvieron dispuestos a resistir, pues como decía precisamente el otro, antes mentado: donde hay opresión hay resistencia, resistencia que frenó, como digo, la bestialidad, sin olvidar igualmente la llegada de un navío procedente de Java que también ayudó a poner fin a la carnicería .
Simon Leys nos atrapa con su relato, transparente metáfora de la existencia humana organizada en ciertas estructuras sociales asfixiantes, que ha hecho que en numerosas ocasiones algunas sociedades hayan avanzado por los bordes del naufragio; y con destreza nos lleva por los finos límites que separan lo inhumano de lo humano, travesía a la deriva que con frecuencia asoma en el escenario histórico de la mano de seres que tratan de convertir sus maravillosos sueños en realidades, y sabido es, al menos desde Goya, que los sueños de la razón engendran monstruos.
Este conmovedor relato, escrito con sencillez, muestra la dureza de aquellos hechos que pasaron a convertirse en leyenda y en fuente de enseñanzas desde el momento de suceder.
Las lecciones de Leys
Pues bien, partiendo de tal panorama, e incitado por el sugerente título del libro, me acerco a la última publicación del sinólogo y profesor de literatura y ensayista. El « Breviario de saberes inútiles. Ensayos sobre sabiduría en China y literatura occidental» que acaba de editar Acantilado, breviario que contiene innúmeras lecciones, y no defraudará a nadie, o sí, y me explicaré.
Los acercamientos a diferentes personajes literarios y escritores resultan francamente clarificadores, dando sobradas muestras de sagacidad, humor y puntería que hace que nos sintamos cerca de los retratados, hasta, en algunos casos, en sus aspectos más íntimos. Oí decir una vez al enorme traductor, buen poeta y mejor persona, que respondía al nombre de Ángel Crespo: conoce la poesía pero no conozcas al poeta; no era aplicable el consejo a su propia persona. La advertencia, no obstante, tiene una indudable pertinencia y es que a veces conocer, en sus vicisitudes personales, a un escritor o a un artista hace que a uno se le caiga la benévola imagen que con respecto a él tenía, entorpeciendo de tal modo el acercamiento a su obra; no es el caso, no obstante, de las presentaciones que componen la primera ( más bien segunda parte, ya que la primera versa sobre el quijotismo), ya que estas nos aproximan al modo de crear que tenían los escritores visitados y también a sus manías y vicios personales pero de tal modo, desenfadado, que no interfiere para nada en la aproximación. Pero vamos por partes.
Los dos años que el joven Leys pasó en la escuela de la inutilidad , allá en China, son los que le sugieren el título del volumen que se divide en cinco partes. La primera es una defensa del quijotismo frente a las posturas que lo juzgan despectivamente. El ensayista toma como apoyo los juicios que con respecto al personaje de Cervantes mantienen Vladimir Nabokov, Henry Montherlant, Miguel de Unamuno y Mark van Doren. En tal ensayo es el autor, Cervantes, quien no sale mejor parado debido a que , por una parte, su vida no es que le hiciese resultar muy atractivo que digamos, y por otra, por el maltrato a que somete a su idealista personaje. Sirve este artículo para dejar ver algunas discutibles problemas que surgen entre el supuesto mensaje de las obras o el mero empeño -por parte de sus creadores- de conseguir entretenimiento para los lectores que serán quienes atribuirían cierto mensaje a lo leído; igualmente afloran ciertas posiciones que señalan la independencia de la obra, con respecto a su creador, sin olvidar las reflexiones que planearán a lo largo de amplias partes del libro acerca del misterio de acto creador. Dentro de este apartado se incluye otro ensayo titulado Un imperio de fealdad, de él hablaré al final debido al problemático carácter que , bajo mi punto de vista, dispara.
La segunda parte está centrada en la Literatura. En este apartado las lecciones y sugerencias son numerosas como numeroso y variado es el abanico de autores estudiados: Honoré de Balzac, Victor Hugo, André Gide, André Malraux, George Orwell, Evelyn Waugh, Simenon, Vladimir Nabokov, Joseph Conrad , Simone Weil y algunos otros que asoman entre las páginas; completan la sección unos elogios a Revel y un par de artículos que tratan sobre los problemas de traducción literaria y sobre los premios literarios.
Imposible dar cuenta en este texto de los detalles acerca de cada uno de los mentados. La bulimia escritora del autor de La comedia humana que hacía que en cantidad de ocasiones la calidad de los texto y hasta su propia corrección sintáctica se viese resentida. Hugo elevado a los altares por él mismo y por sus pares, no sin apuntar ciertas reticencias, al tiempo que señalando algunos peros a su figura. La presentación de Chesterton está realizada en base a anécdotas y sagaces ocurrencias, que desde luego no faltaron en la vida del escritor. Gide es repasado en su carácter proverbialmente camaleónico; este escritor , verdadero Proteo, era capaz de mantener a y al minuto siguiente zeta, espíritu cambiante que se traducía en sus efímeros compromisos políticos y en todos sus juicios que parecían estar permanentemente sometidos a una estricta e incierta epojé, por no decir quizá con más tino a una veleta sometida a vientos variables; son tratadas también las tendencias- y prácticas- pedófilas que él trataba de enmascarar con las tonalidades propias de la labor educativa, sobre los jóvenes, en la Grecia clásica, del mismo modo que nos facilita la entrada a la famille compuesta por Martin de Gard, Herbart y la Pequeña Dama, quienes junto a Madeleine -de la que nunca se alejó- componían su circulo íntimo. Sobre Malraux casi mejor no hablar, ya que Leys lo despelleja sin piedad tanto en lo que hace a su falta de talla literaria como a su desmedido orgullo que le llevaba a utilizar cargados incensarios sobre sí mismo que llegaban a asfixiar a los otros; así a Simon Leys; incluye también sus engrandecidos episodios guerreros y de tramposo anticuario, sin evitar un encuentro con el fantasmal Hemingway. A continuación de toca el turno a Orwell, a quien Leys se aproxima con sincera simpatía y admiración, acercándonos al hombre y al escritor, sin olvidar el espíritu político ( anti-político– del autor de Rebelión en la granja . Qué duda cabe que el siguiente escritor, Evelyn Waugh, es uno de los santos de veneración para el ensayista, tanto por su faceta como escritor, y la importancia concedida a las palabras, como por sus tendencias a la santidad y a escandalizar a las mentes bobaliconas, ante su misticismo. Simenon nos es presentado-dentro de lo que se pueda presentar a este hombre que tanto habló- como un ser bulímico en escrituras ( sus novelas superaban las ochenta), en cambio de domicilio, y en relaciones con mujeres- tanto profesionales como no- anotadas en sus detallados blocs de notas ( me resisto a repetir el número que se dice ya que a servidor no le salen las cuentas). Se destaca la diferencia abismal que se daba entre los personajes simenonianos -incluido el propio Maigret, y su creador, ya que así como los primeros eran del conjunto de los perdedores, el belga no tenía tiempo para contar sus derechos de autor…estaba escribiendo o follando ( ¡ con perdón!) . No sale muy bien parado que digamos el hijo de Nabokov , Dimitri, que decidió contra las indicaciones paternas publicar una novela inacabada, y en estado de meras fichas, que vio la luz en estado de fac-símil , resultando un verdadero bodrio, que bien se podía haber evitado, pero sabido es que los muertos no hablan al ir al hoyo, y los vivos-en este caso Vera la esposa del autor de Lolita y madre de Dimitri- al bollo. Del canto entonado a Revel, nada hay que decir: pues eso, un canto al espíritu intempestivo y ladillesco ( más bien erizesco) del francés, que también era cantado por don Mario Vargas Llosa ( Savater estaría en el hipódromo o en los toros). Las reflexiones sobre la traducción, sobre el idioma de origen y el de llegada, la importancia de captar no tanto las palabras como el sentido, la recreación que ha de realizar un buen traductor quien, por otra parte, ha de amar la obra traducida, factor que irá en beneficio del resultado .Los avatares vitales del polaco Conrad, hijo de padres luchadores en pro de su patria polaca, contra el dominio zarista, y represaliados a causa de ello, marcó alguno de los escritos de este escritor, que cambió su lengua para escribir, y que cantó al mar como pocos; en esta ocasión, se nos presenta una novela terrenal: El agente secreto, que trata asuntos relacionados con el terrorismo, infiltrados policiales y otras yerbas. El triángulo , debido a los aires de familia y a las admiraciones mutuas, formado por Czeslaw Milosz, Albert Camus teniendo como nexo de unión a Simone Weil, constituyen un bastión contra las embestidas contra la libertad y la autonomía de los humanos. El apartado se cierra con un elogio, y un repaso de, los inicios acertados de los libros…entre los ejemplos citados, está el Manifiesto de Marx (y del innombrado Engels), lo que-en opinión de Leys-salvará, a pesar de las crisis a la supervivencia del texto, ejemplarmente bien escrito.
La tercera parte, nos desplaza a China. En ella se combinan algunos aspectos que se refieren a la concepción acerca del pasado ( más que resto físicos, apropiados para las excavaciones arqueológicas, la memoria se conserva en los escritos y en las personas). La incursión en el terreno de la caligrafía, indisolublemente unida al arte , la pintura y la poesía, y las derivas por el terreno de las relaciones de la estética con la ética son francamente reveladoras, más teniendo en cuenta la ignorancia generalizada que se da por acá sobre los hábitos chinos. Una reivindicación de las doctrinas de Confucio frente a los ataques a que se le ha solido someter en su país, como símbolo de la tradición y la reacción, y el absoluto desconocimiento que de este maestro de vida se tiene en el llamado Occidente. Dos arreglos de cuentas a continuación: por una parte, afea la autoridad de supuestos colegas, sinólogos, que se guían por fuentes de segunda mano, en algunos casos desconociendo además el idioma chino, lo que hace que los despropósitos afloren en abundancia; el otro, a mi modo de ver absolutamente injusto con respecto al palestino Said, y su obra clave Orientalismo . El desprecio que muestra es de los de clamar al cielo ( ¿ oirán los santos el clamor?): señala que el profesor palestino no dominaba las fuentes y los escritores, dichos, occidentales ( una falsedad que solo puede ser provocada por la inquina, no sé si personal, pero inquina al fin y a la postre), con respecto a su obra-que reivindica no haberla leído sino de manera trasversal- afirma con absoluto desparpajo que es una « diatriba tortuosa, oscura, incoherente, mal informada y mal escrita…». No entraré en ninguno de los dos asuntos, pero sí diré que no pocos ensayos del profesor Said están centrados en escritores occidentales ( brillantes sus páginas , precisamente, sobre Conrad, o sobre Jonathan Swift, o sobre Schwab…,) y en otras expresiones culturales de la misma zona geográfico-cultural…quizá es que las fuentes, y autores, consultados por Said ( Walter Benjamín, Gramsci, Althusser, Foucault…) no sean del agrado de Leys que muestra una pose soberbia propia de quien mira a los demás por encima del hombro, sin poder disimular sus fobias ni , por supuesto, sus filias. De los dieciséis ensayos que componen el apartado del que hablo, tras los siete a cuyos temas he aludido, el resto están dedicados a los políticos chinos y a la política de la república llamada popular: al admirado Zhou Enlai – hombre de amplia cultura y seductor a diferencia del gran timonel– que con su simpatía camelaba a los dirigentes extranjeros, es retratado como responsable de la represión, y es más aunque permaneciendo en la sombra, este carácter no le exime de ninguna responsabilidad sino que al contrario se destaca cómo jugo un papel esencial en la nefasta política llevada a cabo por el partido encabezado por Mao. Respecto a éste –nihil novum sub sole– la descalificación es clara, desde tiempo ha, aunque en esta ocasión se mueve por terrenos un tanto personales: que si era un hombre sin carisma, sin formación, que no conocía el marxismo, que no sabía hablar, que su voz no era atractiva y que la huella de sus orígenes campesinos se notaba tanto en su dicción como en su ideología, lo que hacía que las gentes del campo le siguiesen con mayor fe que los ciudadanos de las urbes; tampoco se le regatean los continuos vaivenes que le conducían de posturas derechosas a izquierdismos desbocados…Con respecto al retrato que hace de Soong May-ling, la mujer de Chiang Kai-shek, mejor me callo, ya que soy incapaz de emitir juicios sobre aspectos estético-mundanos más propios de las revistas del corazón ( people que dirían los francófonos) que de un ensayismo serio que es del que se reclama Simon Leys, y del que, sin lugar a dudas, es practicante. El resto de artículos que componen esta parte, se centra en las claves y misterios para entender el lenguaje ( de madera) de los órganos del partido, asunto que hizo que algunos cronistas a pesar de su presencia fuera del país, no hiciesen más que bailar al son que les entonaba el partido y su discurso oficial[ Marx queda a salvo ya que como subraya Leys , aunque lo que se hizo en China, como anteriormente en la URSS, se hizo en nombre de él , en realidad con lo que él había teorizado nada tuvo que ver] . Camboya, como récord en el terreno de matar a millones de personas en el menor plazo de tiempo, Un tirón de orejas a algunas majaderías de Roland Barthes, que quedaron inéditas a su muerte, en cuadernos de notas particulares, y que alguien tuvo la desafortunada idea de publicar, dejando con el culo al aire( ¡ con perdón!) al pensador francés.
La cuarta parte, es de las de toma pan y unta, se dedica al mar Se reúnen un prólogo escrito por Leys para una obra que sobre textos , escritos en francés, publicó bajo el nombre de El mar en la literatura francesa. Mina para conocer algunas obras no demasiado aireadas, que es completada con una presentación de Dos años a pie del mástil, y de su autor, Richard Henry Dana, que sirvió de inspiración a Melville, para finalizar una detallada mirada sobre el naufragio de Auckland, narrado por Raynal. Las precisiones sobre la vuelta al mundo de Elcano, atribuida generalmente a Magallanes, clarifican muchos de los aspectos turbios que sobre el tema se han extendido.
Como final, la quinta parte, son diez páginas que no tienen desperdicio, centradas en la universidad. El primer texto es una aproximación a lo que piensa Leys sobre en lo que habría de consistir una universidad que se precie ( ocupando importante papel, lo inútil, la relación de lazos de amistad y la comunicación / enseñanza entre iguales) y el segundo es una fábula de Academos que no hay otra que leer…¡Genial!
Mirando al cielo
Si refiriéndome a la tajante, e injusta, descalificación a la que somete Leys a Said hablaba de que la cosa clamaba al cielo, en el caso presente quisiera referirme al cielo de dios, la virgen, los santos, los ángeles , arcángeles, querubines y serafines, y, por supuesto, los santos y beatos. Con algunas de las ideas defendidas, a capa y espada, por el-en otros temas- irreverente (?) Simon Leys, el belga ( sin afán de señalar, ni emparentarle, pongamos por caso, con Fabiola y Balduino) se convierte en reverente hasta la genuflexión, y avanza, con furia , por las lindes en las que el olor a santidad domina; con tales posturas qué duda cabe de que el altísimo y toda la cohorte celestial habrán acogido en su seno al buen Leys, y me explico.
Vaya por delante que ciertos aires superliberales que invaden las páginas ( con sus correspondientes elogios a algunas personalidades de tal tendencia ideológico-económica), cierto que a servidor no le molan ni un pelín, pero lo dejo en mera cosa mía, ahora bien, lo que me ha dejado anonadado, y me ha sumido en una honda perplejidad, sumergido en un asalto en el que se me agolpan el ser y el no-ser y en que se entrecruzan Michel de Montaigne, David Hume, Ludwig Feuerbach, Mijaíl Bakunin, Karl Marx, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Gustavo Bueno ( que en paz descanse), Gonzalo Puente Ojea, Michel Onfray,… lo que me sorprende sobremanera, reitero , es la defensa cerrada que hace de la albanesa madre Teresa ( dicha de Calcuta) , a las primeras de cambio ( páginas 32 a 44, en las que describe la polémica que mantuvo con Christofer Hitchens) así como la continuación ,en diseminadas páginas- muy en especial en las dedicadas a Chesterton y a Waugh- en las que se moviliza en la defensa de la religión( en especial la defendida por la Iglesia católica), de la santidad como objetivo de la Iglesia(?), y la ejemplaridad de la monjita de marras…la verdad es que si Orwell gustaba de definirse como anarquista-tory ( anarquista conservador )-aspecto remarcado por Leys- , en él vence lo segundo sobre lo primero y no es afán de etiquetar pero de considerársele como un liberal-libertario…más riguroso sería dejarlo en lo segundo y punto.
Me ha venido a la cabeza al leer, con retortijones, estas páginas, una anécdota leída en alguna biografía de Valdimir Illich Ulianov: el líder bolchevique no es que subrayase los libros que leía, sino que a veces llegaba a arrancar las páginas que le gustaban para llevárselas en el bolsillo; a mí me han entrado ganas de arrancar hojas que me crujen y más en un ensayista que pretende desmitificar y ser crítico con el actual estado de cosas…la verdad…
Aun no perteneciendo, para nada, al conjunto de quienes en cuanto oyen la palabra iglesia sacan un soplete, con su correspondiente fósforo…leer que la Iglesia es un fábrica de santos, o las ensalzadas loas a la mentada madre Teresa, sin recurrir a disquisiciones teológicas, eclesiológicas, mariológicas…la defensa de la institución sorprende, lo de la madre Teresa, no entraré en valoraciones sobre su labor pero da la impresión de que muchas de las tareas abordadas y las situaciones desastrosas que intentaba paliar tienen responsables, con nombres propios, y no son catástrofes naturales…ante las cuales apoyar a las casuales víctimas espontáneamente parece, indudablemente, más de recibo…la denuncia resulta fundamental y ello sí que es probidad con la humanidad, y no codearse como si tal cosa con los verdaderos, en parte al menos , causantes de dichos desaguisados…Algunas de las críticas vertidas por el crítico de la albanesa ( codearse con los ricos) -supongo que lo haría para sacarles pelas para su misión- me parece peccata minuta,…por mí como si le montaban un puesto en Disneyland; igualmente le llama la atención al tal Hitchens los consejos sexuales de quien no debería saber nada, al menos en la práctica, de eso.…Las respuestas del enfurecido Leys que no puede soportar que alguien se meta con los santos, con el papa ( muestra su enfado porque se diga el papa polaco…en fin, cosa que es cierta en lo descriptivo, además de que como decía el rey Ubu de Alfred Jarry: en Polonia, es decir en ninguna parte); como tampoco es para rasgarse las vestiduras que alguien denuncie la constante tendencia a entrometerse en los asuntos íntimos( en especial, los relacionados con el sexto mandamiento) que tienen la Iglesia y sus funcionarios; juzgo, no obstante, que ni uno ni otro apuntan a lo esencial del asunto:
El problema de la monja albanesa, afincada en Calcuta, más que si trataba con millonarios…es que su influencia fue nefasta al prohibir el uso de condones- en comandita con el papa Juan Pablo II- , lo cual además de suponer un descontrol en lo que hace a la disparada demografía suponía igualmente el contagio masivo de enfermedades en plena crisis del SIDA.
El puesto en el cielo lo tiene ganado, a buen seguro, reitero, el belga Simon Leys, un privilegiado palco de gala, tras los elogios y defensa enfurecida de la obsoleta e impresentable institución…posicionándose, curiosamente, en los postulados de los sectores más contaminados, por la reacción, de la tribu eclesial…
Sin entrar en mayores, llamar necios a quienes niegan la existencia real de un ser llamado Cristo, insultar a quienes critican las posturas de la Iglesia y su entrometimiento en la vida de las personas y de los pueblos, negar cualquier validez a los argumentos que mantienen que a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios…en fin, en este asunto el discurso de Simon Lys se convierte en performativo, de modo que esto, es así desde el momento en que lo digo, hace que a uno le entren unas ganas locas de entonar aquella copla de Evaristo y los pollos: la madre Teresa no nos interesa….por no recurrir a palabras mayores y encerrarse y ponerse a leer compulsivamente al documentadísimo Karlheinz Deschner.