Por Iñaki Urdanbia

«Los testimonios amistosos del mundo se encuentran en los momentos más duros de la existencia: al nacer, al dar el primer paso en la vida y al dar el último, ése que nos saca de la vida. Ese es el programa humanitario mínimo»

                             Walter Benjamin

«Brecht puede constituir una ejemplar piedra de toque para reflexionar, sobre el “empeño” y el “destino” del arte, en precisa confrontación con sus estructuras expresivas»

Paolo Chiarini

«Las cinco dificultades se derivan de que es preciso tener el valor de escribir la verdad; la inteligencia de reconocerla; la comprensión del arte para hacerlo útil como arma; el suficiente discernimiento para elegir a aquellos en cuyas manos la verdad sea efectiva; proceder con astucia para difundirla entre muchos»

Hans Mayer

Este año, en febrero, se cumplían ciento veinticinco años del nacimiento del poeta novelista (BERTOLD BRECHT | Cartel de las Artes y las Letras) y dramaturgo alemán. Galaxia Gutenberg ha tenido el oportuno detallazo de editar «No pudimos ser amables. Antología poética (1916-1956)» en edición bilingüe de José Luis Gómez Torré. Además de reunir sus poemas publicados, reúne algunos otros que andaban por ahí, y también las canciones que acompañaron sus obras de teatro. El trabajo es exhaustivo y de hondura, con el añadido de La casa en llamas que es un estudio introductorio francamente ubicador y brillante, que sirve para conocer los avatares existenciales, realmente ajetreados del escritor, y para situar los poemas en el contexto de su elaboración, sin dejar de lado las luces para facilitar la interpretación, y tampoco las sombras de una vida de un hombre difícil y de comportamientos, muchas veces, poco presentables y menos recomendables.

Los elogios no faltaron por parte de sus distinguidos amigos: así Walter Benjamin, que fue acogido en casa de Brecht en Dinamarca, le dedicó luminosas páginas en sus Iluminaciones III. Tentativas sobre Bertolt Brecht (Taurus, 1975), en las que treinta páginas están dedicadas a comentarios de los poemas de su amigo; «Brecht es, desde luego, el primer lírico importante que tiene algo que decir acerca del hombre de la ciudad», iluminando la mirada del emigrado, de quien denunciaba el creciente antisemitismo y que interpretando a Lao tsé, recomendaba la ética de la paciencia, y la resistencia, concluyendo el comentario diciendo que «quien quiera someter lo duro, no debe dejar pasar ocasión alguna para ser amable»; tampoco se quedaba atrás Hannah Arendt, quien sus Vidas políticas, dedicaba un ensayo a Brecht del que señala que algún poema suyo, facilitado, precisamente, por Benjamin que tras estar en Dinamarca llevó el poema a París, en 1939, que a ella y el resto de recluidos en el campo bearnés de Gurs, les supuso «muy rápido, como el anuncio de una buena nueva, circuló de boca a oreja – como fuente de consuelo, de paciencia y de resistencia – allá en donde se tenía la máxima necesidad de tales ánimos» [se trataba del poema al que he aludido, La leyenda acerca del origen del libro Tao Te King en el camino de Lao Tse durante su emigración, como aclarase, años después, la autora de Los orígenes del totalitarismo]. «…Dijo el chico: “Que el agua en su debilidad / Vence, al moverse, con el tiempo a la piedra. / A lo duro somete, ya lo ves”».

Si los elogios fueron grandes los nombrados y otros, no faltaron las criticas: por supuesto de los nazis, y en general la derecha al considerarle peligroso comunista, desde el comunismo ortodoxo en el poder, tanto en la URSS como en la RDA, sus obras no eran bien miradas ya que no se plegaban a la doctrina oficial del realismo socialista, sino que buscaba nuevas formas de expresión. Puestos a enumerar gente que mostró antipatía hacia él, o hacía su profesión de poeta, no me resisto a transcribir, aunque se salga algo del tiesto, lo que relata una de sus amantes y colaboradoras, en Una vida con Brecht. Recuerdos de Ruth Berñau (Trotta, 1995): «Brecht fue sometido a interrogatorio [por el Comité de Actividades Antiamericanas] junto con otros dieciocho escritores […] Los “dieciocho” eran tan ricos que pudieron permitirse el lujo de pagarse buenos abogados. Le hicieron un hueco a Brecht como miembro diecinueve del grupo, a pesar de que ninguno de ellos sabía quién era él. Le proporcionaron un abogado que no hubiera podido pagarse nunca de su propio bolsillo. Cuando este abogado se enteró de que Brecht había escrito poesía, renunció a su defensa» (???).

Volviendo a la obra recién editada, no cabe duda de que es digna del mayor aplauso al poner al alcance un aspecto desatendido de su quehacer: así como el teatro y la narrativa ha sido editada prácticamente en su totalidad, su poesía solamente se ha publicado de manera escorada, desde aquel pionero Poemas y canciones, versión de Jesús López Pacheco traducido por Vicente Romano, y publicado por Alianza en su colección Libro de Bolsillo, número 103, en 1968, cuyo centro de gravedad eran los poemas más políticos y/o ideológicos; las otras publicaciones posteriores de sus poemas ha sido parcial y escorada, o dedicada a algún tema determinado, lo que hace que el conocimiento de la poesía de Brecht, de Pirineos abajo, haya sido realmente precaria, hasta el punto de que la cosa ha quedado en citas, siempre las mismas, extraídas de sus poemas: que si ladrones y banqueros, que si los de arriba dicen, o todos o ninguno, que si loada sea la duda, o general tu tanque es más fuerte… muchas de ellas difundidas por músicos varios; siendo el colmo del colmillo, aquello que se señala en el prólogo que señalaba el eximio traductor Miguel Saéz: «A Brecht se le conoció aquí tarde y mal […] Y no sólo se conoció mal su teatro: alguno recordó con razón que todavía en la actualidad el poema más conocido de Brecht (ese que dice: “Cuando vinieron a buscar a los comunistas…”) no era de Brecht, sino del pastor evangelista Martin Niemöller»; mirando en la red todavía puede verse tal cita como obra de Brecht. Cumple así, como señalo, la publicación de esta antología un papel realmente encomiable, necesario.

El libro abarca toda la producción poética del autor, que escribió lírica desde muy joven hasta su muerte (el 14 de agosto de 1956), pudiéndose ver desde algunas de la canciones que acompañado por su guitarra cantaba en algunos cabarés en los años de la República de Weimar, y los tiempos en los que los versos se veían inmersos en los bajos fondos con sus delincuentes, vagabundos, seres asociales, hombres de negocios, bandidos, perseguidos, hampones y demás, a los momentos en que era el exilio (dieciséis años pasó en diferentes países des 1933 a 1949: Inglaterra, París, Finlandia, Dinamarca, Estados Unidos) y sus motivos, la denuncia de la infame persecución de los judíos, la denuncia de la guerra, sin obviar los poemas de amor, que muchos escribió, pues muchas fueron las mujeres que se sucedieron, o que compartió, en su vida. Somos testigos de los cambios de estilo que va desde el habla popular a maneras más cuidadas de expresión, del mismo modo que vemos muestras de poemas sin rima a otros que la respetan, eso sí siempre con un respeto escrupuloso del ritmo. Se palpan también algunas sombras de su admiración por el budismo, y similares, y referencias bíblicas que se balancean entre la ironía satírica y la herencia familiar recibida… para pasmo de entrevistadores, ante sus preguntas acerca de su libro preferido, el poeta respondió que la Biblia. El Índice, del que ofrezco un resumen, habla por sí solo acerca de la amplitud de la recopilación: Primeros poemas (1916-1925), Los años berlineses (1925-1933), Primeros años de exilio (1933-1938), Los años de guerra (1939-1945), y El regreso (1945-1956).

Versos marcados por los tiempos vividos, que son presentados de forma cronológica, lo que sirve para conocer las variaciones ya nombradas, fruto de las circunstancias, tiempos sombríos, «¡Qué clase de tiempos son estos donde/ Una conversación sobre árboles es un delito» (algunos arces y un ciruelo se cuelan), tiempos en los que la palabra inocente era insensata. Siempre asomando en la lectura la figura de sí mismo, algunas veces de manera explícita y otras solapada, como si de una gran confesión se tratara, por emplear la expresión de Goethe. Una tensión constante, dialéctica, entre lo uno y lo otro y un descarado gusto por la paradoja, salpimentado con atinadas dosis de sorna.

Escritura contracorriente con respecto a las modas y usos de su tiempo, tanto en lo que hace al expresionismo en boga al que atacaba sin piedad, como desmarcándose de las imposiciones de la lengua de madera propia del realismo socialista.

En fin, como dijese Walter Benjamin comentando un poema del autor, «La inhumanidad a la que están condenados no ha podido arrebatarles la cortesía cordial. Lo cual puede justificar la esperanza o la desesperación».

Concluyendo, el traductor al hablar de esta edición, dice que «no ha llegado todavía el tiempo de la amabilidad. Mientras tanto estas poesías».