Por Iñaki Urdanibia

Lo bueno si breve… se cumple el dicho en este librito, lo digo por la paginación, que acaba de publicar Automática: «Una vida en acogida» de Melatu Uche Okorie (Enugu, 1975), escritora irlandesa nacida en Nigeria, llegada a la isla en 2009. Su experiencia de ocho años en el sistema de provisión directa, experiencia que describe en la Nota con la que se abre la obra, fue la que le catapultó a la escritura. El volumen contiene tres relatos de la autora y un ensayo de Liam Thornton, profesor de Derecho en la Universidad de Dublin, que expone con meridiana claridad la posición legal irlandesa y europea en relación con los solicitantes de asilo y el sistema de provisión directa.

En la Nota a la que me he referido, la mujer expone el sistema de maltrato al que se somete a las internas en tales centros en los que domina la arbitrariedad en lo que hace a las normas, que cambian de la noche a la mañana, y que son de aplicación estricta; maltrato que se aplica en lo referente a la alimentación y que se ceba con quienes osan alzar la voz ante las injusticias; quien tal conducta muestre será perseguida y vigilada por los celosos guardianes que no cesarán de atosigar a la díscola; es el caso de Melatu Uche Okorie que harta de soportar a los guardianes, las interminables colas para recibir la escasa comida, y las condiciones de vida infames del lugar la llevaron a no acudir al comedor, aunque la situación le resultó al final insoportable. La conducta general se guía por aquello de que más vele malo conocido que bueno – o peor – por conocer, pesando siempre la espada de Damocles del traslado a otros albergues que vaya usted a saber… Allá se está como en tierra de nadie y en un estado de permanente provisionalidad, que hace que no se sepa qué va a ser del futuro de quienes están sometidas a tal nefasto régimen. En aquellas condiciones, explica que fue en donde algunas historias de su pasado familiar nigeriano comenzaron a bullir unidas a las historias que le tocó padecer en aquellas condiciones de encierro provisional, que fue lo que le empujó a escribir, una vez conseguido el permiso de residencia, que le supuso un cierto sentimiento de vértigo ya que hasta entonces no había conocido otra vida, en Irlanda, que la que ha sido señalada.

En el relato que da título al libro, Una vida en acogida, se nos introduce en el ambiente que se respira en los centro de acogida, las conversaciones que allá se dan entre las internas, sobre el pasado y sobre lo (in)humano que les toca en suerte, más bien en desgracia. La fuente de información es la tele y cualquier noticia da lugar para animadas conversaciones, sobre los beneficios de la miel; también se habla del pasado, de las costumbres y leyendas de los países de origen y se distingue el comportamiento de unas y otras dependiendo del lugar de procedencia. Conocemos a varias mujeres, cada cual con su pasado, alguna de ellas, con una dilatada experiencia en otros centros, como la amiga más cercana de la protagonista, Ngozi. Esta última denuncia las desigualdades que algunas encargadas establecen a la hora de ofrecer las raciones, etc. La voz narradora es la de un mujer congoleña, que crea un lenguaje, mezcla de inglés pidgin de Nigeria y jerga popular estadounidense. No es mérito menor de la traductora, Lucía Barahona Lorenzo, verter al castellano este habla de sintaxis singular.

Bajo el toldo presenta una historia dentro de otra. El escenario es un grupo de escritura y a la hora de presentar su trabajo, el moderador elige a una chica que ha de leer en voz alta su escrito. La redacción es una descripción del racismo estructural, entreverada con escenas de la vida cotidiana. El texto retrocede a la tierra de origen para posteriormente llegar a la tierra de acogida en la que salta a la vista el desprecio hacia las personas de color (no me resisto a señalar que a lo largo de las páginas – 11, 26 y 74 – se cuela varias veces la palabra raza, que bien podría, y a mi modo de ver, debería sustituir sin el uso del maldito término). La lectura de la chica da lugar a un intercambio de opiniones, que se abren en abanico no solamente a cuestiones de orden estilístico sino también ideológico.

El tercero y último de los relatos, Al romperse el huevo, presenta a una mujer embarazada que vive con su marido Ugo, y la hija de ambos, de dos años, Chika. Viven con sus suegros, que muestran la esperanza de que el segundo fuese chico, nwunye anyi. En la medida en que avanza el embarazo, la mujer comienza a sentir que en su seno lleva gemelos. Se ve que las continuas plegarias no han sido escuchadas y ante el panorama que se le presenta, la mujer se traslada a casa de sus padres y, con cuentagotas, se sincera a su madre, poniendo el acento en una serie de hechos sucedidos últimamente en el que el dos(2) cobra un central protagonismo: partiendo nueces de palma, salen gemelas, una cabra hembra tiene gemelos, su gallina solo puso dos huevos hacía dos días, «a mi alrededor todo sucede de dos en dos»… Al final al parir, sus dos hijos le fueron arrebatados, mas la mujer no desespera e intenta hallarlos, antes de que sean enterrados.

La colección de relatos, publicada por primer vez en 2018, fue seleccionada para el premio Sunday Independent Newcomer of the Year en los Irish Boog Awards y adaptada a una producción de la Ópera Nacional de Irlanda.

El libro se cierra con un exhaustivo ensayo, cuyo título explicita su contenido: Solicitantes de asilo, refugiados y el (lento)camino de la justicia en Irlanda, ensayo en el que se muestran las modificaciones legales que se han dado en el sistema de acogida, y las endebles mejoras… Liam Thornton concluye diciendo que «la sociedad irlandesa tiene la tarea, si como sociedad estamos sinceramente arrepentidos de haber creado y respaldado este sistema durante más de veinte años, de exigir al Gobierno en el poder que cumpla una promesa fundamental: poner fin a la provisión directa».