Por Iñaki Urdanibia.

Tánger en los años sesenta se convirtió en una ciudad atractiva para no pocos escritores que acudían a ella instalándose allá, entre los primero en hacerlo estaba la pareja compuesta por Jane y Paul Bowles, a ellos les siguieron William Burroughs, Truman Capote, Tennesse Williams, Allen Ginsberg y algunos otros miembros de la Generación Beat. Con todos ellos tuvo relación Mohamed Mrabet (Tánger, 1936), que con el tiempo llegaría ser destacado escritor y pintor. A la edad de doce años se fue de su casa huyendo de la violencia paterna debiendo buscarse la vida, trabajando de caddie, de camarero, y boxeando( conocido como Tarzán) al tiempo que trapicheaba on whisky y tabaco en la zona portuaria; tras una estancia en Estados Unidos volvió a su tierra y allí le conoció Janes Bowles que quedó sorprendida por la facilidad que tenía el joven a la hora de narrar interminables historias; tal habilidad fue puesta en conocimiento de su marido, Paul, que inmediatamente tomó contacto con Mabret, estableciéndose una relación de colaboración mutua: Mrabet relataba historias en dariya (árabe en el que se habla en Marruecos) que eran grabadas en cintas magnetofónicas y que eran transcritas en inglés por Bowles.

En el caso del libro que acaba de ser publicado por Cabaret Voltaire, «El limón», el mecanismo funciono de manera capicúa: Mrabet relató la historia en castellano, traduciéndola del dariya, y Bowles, como de costumbre, la tradujo al inglés; ahora Alberto Mrteh las ha devuelto al castellano, en la versión que tenemos en las manos. Hay algunas circunstancias que resultan similares a algunas de las nombradas en el primer párrafo: Abdeslam acude a la escuela (msid) de la mezquita en donde junto a otros muchachos recitan las suras de el Corán. La habilidad en el aprendizaje de Abdeslam destaca hasta el punto de sorprender a su maestro (fquih) e igualmente a su padre, tanto por la capacidad de memorizar como por la entonación que hace pensar que no se trata de una repetición mecánica sino que la comprensión del texto es clara. Llegado un momento el padre decide, ante la oposición del muchacho que acude encantado a la mezquita, que el muchacho, a la sazón tenía doce años, debía ampliar sus conocimientos acudiendo a una escuela en donde aprendería francés, matemáticas y otras asignaturas que le serían útiles en el futuro; a regañadientes, Abdeslam inicia el proceso de escolarización, obteniendo magníficos resultados en francés. Madame Titaguax que era la maestra le prestaba una atención personalizada, además de facilitarle algunos libros de cara a ampliar sus conocimientos y horizontes; el chaval se dedica con pasión a la lectura de las historias de Las mil y una noches. En un momento determinado la maestra es trasladada a otro lugar lo que hace que sea sustituida por otro maestro, monsieur Jacques, que no resulta del agrado de los alumnos; además de sus modos de enseñanza que resultan más inaccesibles, los muchachos observan que sus andares, a saltitos, no son masculinos en absoluto. El caso que Abdeslam, harto, acude a quejarse ante el director, explicándole que el nuevo maestro no hace sino poner cantidad de palabras en la pizarra, para borrarlos a continuación pidiéndoles a los alumnos que los escriban, etc. Al día siguiente nada más comenzar la clase el maestro llama al muchacho y le ordena que se arrodille ante él, ante la negativa en redondo del muchacho, se origina un forcejeo, que concluye con un par de bofetadas que acaban con el chico en el suelo, quien al caer se golpea con la tarima. Expulsado de la escuela, al llegar a casa su padre montando en cólera le arrea dos guantazos, al tiempo que le expulsa de casa.

Arrojado el hogar el muchacho comienza su peregrinar. Deambulando por las calles acude a casa de una parejas de españoles (nesranis, cristianos), Pedro y Mercedes, que le acogen con los brazos abiertos , tratándoles como aun hijo, mas Abdeslam ansía otra vida de aventuras y a pesar de los ruegos del matrimonio abandona la casa y no le queda otra que pernoctar en la calle, en donde la gente viendo su corta edad se interesa por él. Al final, el chaval que no se deja aconsejar por nadie acaba en un antro de un descargador de puerto, Bachir, que le cobra por el alquiler de una habitación. Andeslam trabaja de camarero, y se inicia en el consumo de kifi, pipa (sebsi) tras pipa, negándose, eso sí, a consumir alcohol, para no contravenir las normas coránicas; al faltar al trabajo, el dueño le deja en la calle, mas al poco encuentra otro, Sidi Motjar, que le contrata (es un decir). La casa de Bachir es frecuentada por mujeres, y muchachos con los que el dueño parece mantener relaciones de cama. Una de las muchachas que por allá va, Auicha, trata con cariño al chico y le acompaña al cine o a diferentes cafés, que Abdeslam frecuenta habitualmente; también asisten a algunas fiestas de algunas organizaciones místicas con sus alucines y espectaculares rituales. El chico todavía es un niño, y con su dinero compra además de kifi, algunos juguetes con los que se entretiene, diversiones que son completadas con algunos regalos que le hace la muchacha, quien por otra parte, le da algunos besos ante el desagrado del muchacho al que la experiencia le origina carne de gallina y le produce un estado extraño. Un día la relación llega más lejos, al entrar en su cama la chica desnuda… la experiencia deja en el muchacho un estado de malestar, y una honda culpabilidad por haber pecado.

Andeslam que de siempre tiene unos sueños y ensoñaciones que le hacen prever un futuro catastrófico y lleno de males, no parece ser consciente de los peligros que le acechan, empezando por los que asoman en su propia casa… un chorbo que se convierte en objeto de deseo, en primer lugar del tal Brahir quien le comenta que acabará con él en la misma cama, a las buenas y a las malas. En medio de repetidas discusiones sobre el tema y ante la negativa combativa del muchacho son varias las peleas que se desencadenan, lucha desigual en las que el que sale perdiendo es siempre el muchacho, que piensa acera de su futuro, pues siendo ya mayor tendrá posibilidades de vencer en el enfrentamiento al agresor… Las frecuentes visitas de mujeres y jóvenes a la casa, algunos de ellos llegan a conocer los golpes que Bachir propina al chaval, ante lo que es reprendido, y de manera muy especial por Auicha que le amenaza con aplicarle la ley de la calle a la que ella está muy acostumbrada.

El adolescente vive en una tensión creciente, rodeado de borrachos, de mujeres de la vida y de hombres pendencieros y pervertidos, y ha de sortear los peligros que le hacen vivir como un verdadero experto en al arte de la esquiva… y de la huida ante los continuos consejos que le dan quienes ven la vida de riesgo que lleva. El muchacho sigue su sinuosa marcha, avanzando por el filo de la navaja, creando en quienes se arrimen a las páginas del libro, una sensación de inquietud, ante los pasos, los gestos y las tambaleantes salidas que van anidando en la mente de Abdeslam… y una incertidumbre de hasta dónde resistirá en medio de aquella acechante jauría.