Por Iñaki Urdanibia
Al final del libro de Georges Didi-Huberman del que daba cuenta en el artículo anterior se lee: «Me dije, entonces, que era preciso que estas lágrimas volvieran a bajar, imperativamente, al espejo de la pagina en blanco, y comenzar a escribir algo. Para que la lamentación, nos enseñe, nos subleve» (el subrayado es mío); pues bien, en los dos libros a los que dedico este artículo se masca el espíritu señalado hasta en el mismo título de ellos. Espíritu rebelde que coincide con el cogito de Albert Camus con el que titulo este comentario y que, por cierto es citado en la página 319 por Didi-Huberman, o con aquella afirmación de Jean-Paul Sartre: siempre hay razón para rebelarse. Los dos libros del autor a los que me refiero son: «Soulèvements», editado por Gallimard / Jeu de Paume, y «Desear desobedecer. Lo que nos levanta, 1», publicado por Adaba editores. Vamos por partes, respetando el orden de publicación.
En Jeu de Paume, galería de arte y lugar de exposición parisino dedicado a la imagen y a la fotografía, galería situada en el jardín des Tuilleries, junto a la place de la Concorde, se celebró entre el 18 de octubre de 2016 y enero del año siguiente una exposición con el nombre de Soulèvements. Acompañando a la muestra se publicó el primoroso volumen que traigo a esta página, en el que se recogen las reproducciones de las fotografías expuestas y los comentarios, coordinados por Didi-Huberman, de una serie amplia de pensadores, historiadores, etc., a los que se presta la voz para recoger la expresión de sus pensamientos acerca del tema de la revuelta, del levantamiento, de la sublevación. Reúne el volumen cuarenta fragmentos, de los siglos XIX y XX, centrados en la historia de las ideas y de las artes; un repaso exhaustivo, o al menos de una amplitud reseñable, en la que irrumpen, como entrada, los ensayos de Nicole Brenez, Judith Butler, Marie-José Mondazain, Antonio Negri y Jacques Rancière, que presentan sus intervenciones acerca de temas relacionados con los alzamientos y su representación en las imágenes y en el cine, acompañados de una nómina de referencias reseñable como digo: Agamben, Adorno, Benjamin, Debord, Deleuze, Fanon, Foucault, Nancy, o Vidal-Naquet, y me dejo algunos en el teclado. Como puede verse por el simple enunciado de los nombres, se trata de pensadores que han teorizado, y se han implicado en distintos levantamientos, y los han pensado, dejando sus análisis por escritos; eso sí, siempre desde ópticas de izquierda. El abanico muestra también que Didi-Huberman no ha buscando la unanimidad sino que precisamente se ha dejado llevar por el lado de los contrastes, de las diferencias y hasta de las oposiciones; en la misma medida que el Estagirita decía que el ser se dice de múltiples maneras, los levantamientos también, de ahí el plural del título. Así, sin pretensiones de guardar un sentido cronológico, las imágenes se extienden des las pinturas de Goya hasta las manifestaciones rebeldes de la actualidad. Carteles, escenas de películas, instalaciones, pinturas, fotografías que responden al no, al ya basta, al no pasarán. Es de destacar que además de las ilustraciones que asoman entremezcladas con los textos, las páginas centrales, casi cien, que con distinto gramaje y un papel couché reproducen con sumo cuidado y fidelidad un cúmulo de escenas del distintos filmes, de pinturas, de hojas, panfletos y portadas de revistas y periódicos en facsímil. Anónimos, el nombrado Goya, Man Ray, Tina Modotti, Murakami, Joseph Beuys, Gustave Courbet, Julio González, Elie Faure, Charles Baudelaire, André Breton, Georges Bataille, Henri Michaux, Rosa Luxemburgo, Asger Jorn, Joan Miró, Agustí Centelles, Bertolt Brecht, y bastantes más; imágenes organizadas siguiendo el criterio de elementos, gestos, palabras, conflictos y deseos.
Entre la composición fragmentaria y el arte de la cita, tan caros a Walter Benjamin, avanzamos en poliédricas derivas por las diferentes maneras de sublevarse, recurriendo Didi-Huberman a saltos, desvíos que nos hacen ir de un lado para otro, de textos a imágenes., en una constatación de que toda opresión produce resistencia y viceversa, ya que las luchas conllevan el fortalecimiento de las medidas de contención con sus vallas, sus muros y otras medidas con el fin de frenar el desbordamiento de las luchas, y el vaivén de flujos reflujos, momentos de calma de alteración, son expuestos, y representados por los ensayos que componen la obra y sus certeras imágenes.
Desear desobedecer es en cierta medida el motor que impulsa la revuelta, y en ese orden de cosas el autor busca en los pensamientos que han analizado el levantamiento en sus distintas expresiones, perspectivas y fines, y en ese terreno se cruzan el poder y la potencia, las revueltas y las revoluciones, la espontaneidad y la organización, derivando por momento s algunos cul de sacs (callejones sin salidas), al menos aparentes, recurriendo pare ello al campo del deseo y refiriéndose en tal propósito al psicoanálisis, a Spinoza o a Nietzsche. De una manera un tanto circular algunos de los caminos transitados van a irrumpir con mayor detenimiento en el segundo de los libros nombrados, en el que entrega un acercamiento fenomenológico y antropológico a los interrogantes que suscitan los de deseos de desobedecer, los deseos de rebelarse.
Cuarenta flashes ofrece Didi-Huberman con el propósito de responder, o al menos cercar, la problematización de qué nos levanta, de cuáles son las fuerzas internas, alimentadas por causas externas, y los motivos que impulsan tales levantamientos, surgiendo tal vez de una pérdida que se trata de subsanar, y el autor, acompañado de las imágenes que representan diferentes levantamientos desde algunos videos de alguna película de Chris Marker, a las émérgences et résurgences de Henri Michaux, pasando por Eisenstein, Géricault, Lacroix, Guy Debord, o fotos de las argentinas madres de mayo, o imágenes de la infifada palestina, o el muro de separación de Israel y Cisjordania, o otro muro, el de las Lamentaciones jerusalemitano, Bruegel, detenciones de judíos insurgentes polacos en el gueto de Varsovia, algún significativo, y guerrero, lienzo de Manet textos anarquistas o panfletos de la Resistencia… carteles, y Goya, mucho Goya, que acompañan la travesía por los impulsos de la libertad, los gestos de protesta, los deseos de emancipación frente a la dominación, la potencia del no, la pasión de no ser gobernado, la apuesta por la vida y por apoderarse de ella frente a las cortapisas de diferentes opresiones, etc., etc., etc.
Como decía Didi-Huberman retoma lo ya rumiado en la obra anterior, motivada por la exposición en Jeu de Paume, entregando este primer tomo, basta con ver el subtítulo: Lo que nos levanta, 1, y nos introduce en la historia de la filosofía occidental en cruce con las ciencias sociales, sin obviar la historia y, más en concreto, la del arte, con exploraciones sobre Warburg o Bataille. Por ese trayecto expone las ideas de Elias Canetti, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Antonio Negri, Baruch Spinoza, Michel Foucault, Butler, Breton, Ramcière y bastantes más. El lector ha de estar atento ante la diseminación a la que va a asistir por los pagos de la psique, los gestos y los cuerpos y acciones humanos, demasiado humanos. La revuelta, con el no dominante, como respuesta a la dominación, y ante los atentados contra los derechos humanos y sociales. Y la mirada hace tierra en distintas revueltas primaverales como las del mundo árabe, y distingue los motivos más allá de los aparentes puntos comunes. La cólera, ciertas dosis de melancolía y hasta pesimismo planean por las páginas codeándose con los momentos de ebriedad de los que hablase Walter Benjamin al valorar la política poética de los seguidores de André Breton; y como contrapartida las respuestas airadas de la reacción, usando las fuerzas del Estado, como detentor del monopolio de la violencia, con sus policías, sus mentiras y escándalos. No se corta Geoges Didi-Huberman al reivindicar la emoción como arma impulsora del combate… y las imágenes hablan por sí solas, mas con el acompañamiento de los textos que casan sin crujido, en una reivindicación sin tapujos de los intempestivos llamamientos del situacionismo o del mismo Comité invisible, mostrando su disgusto ante los impasses que florecen en los movimientos sociales, y destaca la importancia de los poetas, los artistas, los historiadores y revolucionarios a la hora de provocar las tempestades… y los referentes no faltan; la revolución francesa y su sofoco thermidoriano, o las posturas de Camus en su El hombre rebelde, en donde el franco-argelino alababa el sí de quien desea dar vuelta a la situación, buscando otras maneras de vivir, sin obviar los rastreos, de la mano de Judith Butler a la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo, eligiendo la negación a convertirse en servidor, y apoyándose en los gestos de los que rechazan lo dado, representados en imágenes, reitero, que resultan parlantes hasta los bordes de la charlatanería, y discute con el último representante de la Teoría crítica, Axel Honneth y su remedo del consenso, comunicacional y dialógico, habermasiano, del reconocimiento.
Un ensayo potente que cruza historia, estética y filosofía, y que hace que se desee conocer el tomo siguiente