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Por Iñaki Urdanibia.

El pasado lunes, día 2, falleció en Quincy (Alta Saboya), lugar en el que estaba afincado desde 1974, el poliédrico y sagaz escritor inglés.

« Un escritor sin rival en la literatura contemporánea en lengua inglesa »

                                    ( Susan Sontag )

« Abría las palabras como si fueran ostras para encontrar dentro de ellas el verdadero significado. A través de las palabras escuchaba el pasado y lo que él creía que era la verdad».

                                       ( John Berger )

« John Berger…no se ve , ¿ o no quiere verse?, nunca solo; el es siempre el portavoz, el spokeman: de un grupo que no se conforma episódicamente a partir del texto, sino que existe desde antes…es siempre apasionadamente portavoz, acompañante de los otros, de las mujeres, de los aldeanos de Saboya, de los campesinos arrojados (inmigrados, dice él) a las metrópolis…»

                                      ( Peter Handke )

 

Si damos por bueno aquello que decía el otro de que somos lo que vemos, el ensayista londinense (1926-2017) tenía un ser muy pleno y abierto a diferentes horizontes y esferas del quehacer humano, lo cual dejaba patente en sus numerosas, numerosísimas, obras y en sus diferentes intervenciones. Nada de lo humano le era ajeno y así su mirada se abría a la pintura, a la fotografía, a los dibujos, y a los hechos que en el mundo acaecían. Una visión de ventanas abiertas de par en par desde las que observaba el exterior con una afilada mirada que no respetaba las fronteras entre diferentes límites y balizas comportándose como un furtivo que traspasa los límites consagrados, es así que su expresión se plasmaba en obras narrativas, guiones, teatro, ensayos, crítica, poesía o pintura, y seguro que algo se me escapa; en palabras de su amigo Handke: « J.B. no hace otra cosa que caminar y ver para escribir sobre ello, que no necesita ya una ideología, tampoco la del narrador, que anota sencillamente , escribe por encima, al margen, detrás de o entre medias» . Ciertos aires de un marxismo, sui generis, no le abandonaron desde el comienzo de sus estudios de Bellas Artes en su ciudad natal, lo que le empujaba a mostrar su vertiente claramente comprometida con sus semejantes. « Tal vez, mi aversión al poder político, sea cual sea su forma, demuestra que soy un mal marxista. Intuitivamente, siempre estoy al lado de aquellos que viven dominados por el poder »; desde luego nada que ver con dogmas, vulgatas y catecismos.

Desde sus inicios en el mundo de la pintura que luego cambió al pasarse a las colaboraciones de prensa, su escrutadora mirada llegaba más lejos que la del común de los mortales, desvelando aspectos que en apariencia resultaban ausentes o trataban de que quedasen ausentados («Humare, la palabra latina para enterrar, está en desuso. La nueva palabra es demoler. Demoler, demolición, , sin rastro. Demoler para que nada pueda ser visto, se lee en su « King. Una historia de la calle». Alfaguara, 2000), y haciendo de tal actividad un mecanismo que desmontaba las ideas recibidas, al poner patas arriba la estricta fenomenología consagrada por los cánones heredados e instalados en la gente como si de una segunda piel se tratara; él hacía hablar las imágenes al enfrentarse a ellas con la inocencia propia de la infancia, del mismo modo que la mirada filosófica, surgía según el pensamiento platónico de la estupefacción ante el mundo. Figura y discurso en un desbordamiento que hace que la primera tenga una apertura y un peso mayor a las interpretaciones más allá de los bordes fijos marcados por las palabras; y con tales presupuestos posaba sus ojos sobre pinturas ( desnudos, paisajes…), sobre vallas publicitarias, y sobre otros iconos que pueblan nuestro hoy, subrayando, y denunciando, la presencia femenina como objeto que había pasado del arte pictórico a la publicidad.

No estaba lejos su modo de ver de los presupuestos de Walter Benjamin sobre el arte en la época de la reproducción técnica y la consiguiente pérdida del aura; las cámaras de distinto pelaje han provocado un cambio en el modo de mirar al darse la opacidad de volver una y otra vez sobre las imágenes captadas, sin olvidar que el acercamiento a las imágenes se realiza con el bagaje que cada cual ha ido acumulando a lo largo de su existencia, sus lecturas, influidas por los hábitos y las convenciones sociales; siempre huyendo de cualquier forma de elitismo al considerar que la democracia, real, se ha de aplicar a los ciudadanos por encima de sus pertenencias culturales, académicas. Ampliación de las capacidades que en algunos aspectos pueden ser considerados afines a algunas de las propuestas de Jacques Rancière, en un espíritu anti-platónico que trata de borrar las jerarquías establecidas que dividen a quienes son capaces de ver y a los que no. Sus trabajos en el campo de la estética ( podría decirse que guiada por una clara inspiración ética/política) abrieron las puertas, o tal vez mejor las ventanas desde las que acercarse a la visión al arte y al mundo; « esta noche, no es tanto las mismas pinturas las que quiero tomar en consideración, sino más bien la manera en que se las ve ahora. Ahora , en esta segunda mitad del siglo XX, se ven las pinturas como nadie lo ha hecho anteriormente. Si se llega a comprender porqué, descubriremos también alguna cosa sobre nosotros mismos y el contexto en el que vivimos », decía a la hora de presentar un programa televisivo sobre el arte que le lanzó a la fama, Modos de ver.

Su ya señalada pluralidad se dejaba ver igualmente en sus obras narrativas, con alguna de las cuales, « G » ( 1972 / Alfaguara, 1994) ganó el premio literario más prestigioso de Gran Bretaña, el Man Booker Prize en 1972- cuya cantidad por cierto y para escándalo de bienpensantes compartió con los Black Panthers-, premio que le fue concedido no sin honda polémica por el tono, la temática y la técnica empleados, que se abrió desde el campo de la literatura al de la política. Una prosa en esta innovadora novela que se titula con la inicial de Giovanni, que de manera fragmentaria y hasta deudora del cubismo , diseminada y dispersa en lo cronológico, reflexiona sobre el mito de Don Juan, en estos tiempos -que según su modo de ver- los tiempos en que la mujer era una mera posesión de los varones ha dejado de regir el destino de los humanos, al menos de algunos teniendo en cuenta la zona geográfica en la que habitan. Novela que abarca los años que van de 1888 a 1915…con una abrumadora presencia de la sexualidad, y una concepción de esta que le hace decir acerca de su protagonista que encarna « al hombre que hace el amor como una forma de destruir mentalmente a la sociedad establecida ». Una indudable potencia de la palabra capaz de crear situaciones y que le hacía decir al escritor que « nunca más se volverá a contar una historia como si fuera la única».

De corte, y confección bien diferente, era su trilogía compuesta por «Puerca Tierra», «Una vez Europa» y «Lila y Flag» (publicadas por Alfaguara entre 1989 y 1992), que conserva su meridiana claridad del lenguaje, con la presencia de la luz y los colores que planean sobre la geografía que toma el centro de las páginas, en clara inspiración de su tierra de acogida (a la que había llegado escapando del atosigamiento que padecía en su país a causa de su “comunismo”; « Emigrar, del latín emigrare, mudar de casa, expatriarse »); un canto a lo que ha desaparecido o está en trance de desaparecer debido a la invasión de la supuesta prosperidad que conlleva acabar con el paisaje y con los modos de vida propios del mundo rural; sin perder la esperanza ni en la palabra (« las palabras hacen que todo vuelva a suceder»…) ni en el futuro ya que « si mantenemos viva la idea de la justicia…si la mantenemos viva entre todos , un día el mundo nos pertenecerá ».

Si el espíritu nómada, en lo que hace a las travesías por diferentes pagos “disciplinares” era patente, lo mismo puede aplicarse en el terreno de la narrativa a su «Hacia la boda» (Alfaguara, 1995) en la que además de los desplazamientos geográficos, se muestran una pléyade de muy distintos personajes, a través de los cuales conoceremos las distintas visiones, los distintos horizontes que confluyen en la ceremonia que se anuncia en el título de la novela .

Una vida intempestiva y comprometida en lo cívico y en lo artístico, en permanente labor deconstructora, y en lo personal como dejase ver con ocasión de la entrega del premio nombrado con anterioridad, unas intenciones y un compromiso – que posteriormente mantuvo denunciando el trato que recibían los inmigrantes, alzando su voz contra la globalización salvaje , mostrando su apoyo a los palestinos y posicionándose frente al poder de las finanzas- : «estoy seguro de una cosa: quiero que, entre los once millones de trabajadores inmigrados en Europa y los cuarenta millones de personas que componen sus familias que han quedado en sus ciudades o pueblos, quiero que su voz se deje oír en las páginas de este libro; que se pueda saber qué piensan del mundo y de ellos mismos y de la explotación a la que están sometidos».

Concluiré este apresurado recordatorio-homenaje con unas palabras de Peter Handke: «veo a John Berger con la mirada fija en la tierra, en el “reflejo multicolor que significa para nosotros el mundo”, caminando en este grupo no como jefe, no como portavoz: camina como uno entre muchos, camina con ellos, sin llamar la atención. Quizá de sus pasos, los pasos del caminar y del escribir, llama la atención uno entre cincuenta, como sucede con los que caminan con él; quizá sea ese paso el que cuenta.

«Yo, tú y nosotros queremos disfrutar contemplando a John Berger en su incesante caminar».