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Por Iñaki Urdanibia.

El día 6, falleció el escritor argentino.

« La literatura permite pensar lo que existe pero también lo que se anuncia y todavía no es »

« La pregunta “qué es un lector” es, en definitiva, la pregunta de la literatura. Esa pregunta la constituye, no es extrema a sí misma, es su condición de existencia. Y su repuesta – para beneficio de todos nosotros, lectores imperfectos pero reales- es un relato: inquietante, singular y siempre distinto»

«¿Cuánta verdad puede soportar un hombre-se pregunta Nietzsche en su Ecce homo– a cuánta verdad puede atreverse? Ésta se ha convertido para mí en la auténtica unidad de medida, cada vez más…Cualquier resultado, cualquier paso hacia adelante en el conocimiento es una consecuencia del valor, de la dureza con uno mismo, de la exigencia con uno mismo…? »; cambiando lo que se haya de cambiar podría aplicarse a los lectores del escritor argentino un interrogante similar: cuánta capacidad de literatura poseen o son capaces de soportar , ya que entrar en las páginas del autor de « Respiración artificial » es verse sacudido por cantidad de referencias literarias y filosóficas e históricas, con los correspondientes nombres propios; y si aplicamos lo dicho al escritor, es claro que en su obra caben muchos escritores, unos cuantos filósofos, y otros personajes, además de los de ficción o ficcionados, y unas acertadas lecciones metaliterarias. Precisamente la novela que he nombrado, la primera del autor, marcaba el tono que señalo ya que en ella se cruzan un alumno de Wittgesntein, se nos hacía asistir a un encuentro de quien imaginaba lo que el otro iba a realizar ( Kafka / Hitler) al tiempo que , siguiendo al protagonista, un polaco que respondía al nombre de Tardewski, nos toparemos con Borges, Roberto Arlt…en un complejo laberinto en el que se ven las huellas, en lo que hace a la estructura y la prosa, de Faulkner y Onetti.

Antes de seguir quisiera que conste , si es que hace falta dejar constancia, que no es que me haya contagiado el síndrome Pereira -el magnífico personaje de Antonio Tabucci- y su entrega a escribir necrológicas…pero es que en menos de una semana se han ido dos grandes escritores, cuyas trayectorias, con mayor o menor intensidad, he seguido y hacia los cuales no me duelen prendas en afirmar que concitan mi interés y mi simpatía. El día 2 se apagó la vida de John Berger, cuatro día después le sigue Ricardo Piglia ( Adrogué, provincia de Buenos Aires, 1940).

Fue en el año dos mil cuando irrumpió en el mercado editorial hispano la publicación de las obras del argentino: « Formas breves» y « Plata quemada », fueron las que abrieron las puertas a las posteriores publicaciones. Si la primera de las que acabo de nombrar era un cuaderno de anotaciones del escritor, en las que podemos hallar sagaces análisis sobre Roberto Arlt, Witold Gombrowicz, Ítalo Calvino, Macedonio Fernández, Chéjov, Hemingway, Kafka, Bertolt Brecht, etc., hallamos igualmente algunas pistas de las cuales le servirían posteriormente para elaborar alguno de sus libros, entre ellos sus entregas autográficas y alguna incursión en el género policíaco, precisamente hablaba en este último orden de cosas que « la relación entre la ley y la verdad es constitutiva del género, que es un género popular, como lo era la tragedia. Como los grandes géneros literarios, el policial ha sido capaz de discutir lo mismo que discute la sociedad pero en otro registro. Eso es lo que hace la literatura: discute lo mismo de otra manera » . Precisamente en la siguiente publicada, « Plata quemada » se narra una historia real sucedida en 1965, basada en una crónica policial, cuya lectura nos engancha por los tiras y aflojas entre la policía y la banda de delincuentes (límites borrosos entre ambos grupos ya que en el segundo había colaboradores que pertenecían a las llamadas fuerzas del orden), y entre estos últimos, los declarados delincuentes, entre ellos, que se ven pillados en una red de traiciones, resistencias, heroísmos y demás.

Como un furtivo que no respeta las fronteras entre géneros establecida, en los seis cuentos recopilados en « Nombre falso » se observan los encabalgamientos sobre el arte de escribir, el ensayo, la reseña, los cuentos y los esbozos autobiográficos que ubican muchas de sus reflexiones y que ubican sus narraciones, como si de un banco de pruebas se tratase. Como una ciudad que amplía sus límites hacia el exterior, « La ciudad ausente » en la que se intercalan los registros de intriga, las historias de amor y ciertos aires conspirativos, que se entreveran con extraños personajes que rozan lo esotérico. Sin dejar de homenajear a sus santos de devoción ( Borges, Kafka, Faulkner, Cortázar, Musil, Gombrowicz, deteniéndose en el análisis de distintos géneros, y dejando clara su concepción del lector que penetra en las historias, del escritor que trabaja desde el interior de los textos con el fin de reconstruir su autobiografía.

En su lectura, en la que la política no se ausenta si bien no se convierte en el centro de gravedad de las narraciones, se penetra en un cúmulo de historias -véase su « Blanco nocturno » – que se despliegan y se entrecruzan, como serpientes enroscadas, creando un mapa de los lugares, de sus habitantes, de sus poderes fácticos, de algunos anclajes en el pasado del país, y en la utilización de posibles cabezas de turco que eviten mayores problemas a la gente guapa del lugar; Piglia con la ayuda de Renzi se complementan dando una visión más completa, y compleja, de lo narrado. Con nocturnidad y alevosía Ricardo Piglia nos introduce en la historia, mostrando una vez más sus dotes para enganchar al lector, y para hacer asomar, de rebote, algunos temas del pasado reciente de su país, y…del oficio de escribir.

Un arte de narrar, deudor de algunas de las indicaciones al respecto de Walter Benjamin, en el que hay un sentido explícito y otro que escapa a las apariencias, colección de variantes que queda patente en « El último lector », en la que el lector se encuentra confrontado al sentido de la obra, en la que lo mismo vemos a Borges hojeando el falso Quijote de Avellaneda, o a Joyce sirviéndose de una lupa y con un ojo parcheado, conoceremos , hasta casi intimar, a Emma Bovary, Anna Karenina o Milena, una de las novias de Kafka; o conoceremos al Che Guevara en medio de la selva o a Walter Benjamin en sus últimas horas del final en Port Bou. Verdaderos flashes en los que se desvelan los secretos de la escritura, de la lectura y la interpretación; este aspecto queda expuesto de manera más explícito y extenso, si cabe, en su « Crítica y ficción », en donde en unas conversaciones ficcionadas el escritor explica sus gustos y disgustos en el terreno de la literatura, mostrando un afilado espíritu crítico en lo que hace a la arena política y sus manipulaciones,

Con respecto a este último género, el autobiográfico, son dos las entregas que se han publicado: « Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación» y « los años felices», publicada este año pasado y que abarca los años que van de 1968 a 1975; la anterior abarcaba los años que van de 1957 a 1967. El segundo nombre de Piglia es Emilio, y el segundo apellido es Renzi, con lo que la cosa parece quedar clara desde el principio; tal nombre ya había aparecido desde las primeras obras del argentino y recorre todas sus creaciones, y es el alter-ego de Piglia. En los volúmenes que están pensados para ser tres, se puede conocer las primeras lecturas del escritor, las primeras películas vistas y las primeras geografías vividas, al mismo tiempo que se entra en aspectos más personales como los amores, los estudios, sin obviar que se toma el pulso al ambiente cultural y político de su país natal. Se lee en su « Prisión perpetua»- dos novelas cortas en las que se entrelazan los toques autobiográficos, el cuento policial, el relato histórico, la ficción teórica , el diario y varias formas de cuentos- : « nadie pude decir nada sobre sí mismo, pero sobre otro es posible, quizá en ciertas condiciones “particulares” , prever ( y adivinar), como quien descifra su propio destino el nudo que ata el sentido»…Ricardo Piglia, escribe sobre su otro, Emilio Renzi, y a través e este espejo se ( le) conoce y ( se) nos entrega su conocimiento a los demás.

Si se me pidiese consejo de por dónde empezar a leer al escritor desaparecido, me atrevería a recomendar comenzar con las entregas autobiográficas y por el libro de crítica del que he hablado en el párrafo anterior, ya que en ellos se nos dan cantidad de claves para comprender el caleidoscopio pigliano , que es una visión del mundo realizada desde la literatura, en un profundo acto de escribir la lectura; con el mérito añadido de conseguir un equilibrio entre el saber literario y la concisión propia de un periodismo cultural, alejado de cualquier forma de pedantería que a la vez abre muchas pistas de lectura, de reflexión al placer lector. Unas lecturas que provocan escritura, haciendo que lo leído sirva de materia prima o de material de discusión entre el escritor presente y el del texto inspirador que ha desencadenado las derivas posteriores, todo ello aliñado con las dotes conversadoras de quien fuese profesor de la universidad de Princenton, que hacen que su prosa recoja un sinfín de diálogos cruzados entre amigos, contertulios, escritores, filósofos, etc…

El acto de escribir como acto de resistencia, de complot, y la inevitabilidad de que siguiéndole caminaremos entre escritores, entre los sueños y la vigilia ( contagiados por algunos de los incómodos protagonistas de algunos de sus relatos), entre violencias del mundo, entre fracasos y a veces por el filo indiscernible de ficción y realidad…captado todo ello por una afilada mirada oblicua de quien conversa con los seres del mundo, con otros observadores de él, con quienes lo escriben y lo piensan…

Decía Epicuro, refiriéndose a la muerte, que cuando ella está nosotros no estamos, y cuando nosotros estamos ella no está, pues bien, Ricardo Piglia no está, la dama de negra le ha raptado del mundo de los vivos, mas sus libros siguen vivitos y coleando.