Por Iñaki Urdanibia.
El día 11 de abril de, 1987, hace treinta años, ponía fin a su vida, el escritor italiano. Coincidencias de la vida: el mismo día, 11 de abril, de 1977 fallecía el poeta Jacques Prévert, su figura la dejo para mi próximo artículo.
«Soñábamos en las noches salvajes
sueños densos y violentos
que soñábamos con cuerpo y alma:
volver, comer, contar»
(Primo Levi , La tregua)
Fue un 11 de abril, el de 1987, cuando Primo Levi puso fin a su vida arrojándose por el agujero de la escalera de su vivienda turinesa. Su muerte sorprendió a muchos que consideraban que el superviviente de los campos de la muerte había superado el mal de Auschwitz; se preguntaba Jorge Semprún en este orden de cosas: «¿Por qué el escritor había perdido la paz que la escritura parecía haberle dado? ¿Qué se le había movido en su memoria, qué cataclismo ese sábado?» (La escritura o la vida). No parece lo más recomendable tratar de averiguar los reales motivos que le empujaron a tomar esa decisión. que no parece por el modo de ejecución, que fuese especialmente preparada, ni tampoco dar la razón a Jean Améry, autor del necesario «Más allá de la culpa y la expiación» quien señalaba que tras la experiencia vivida en los lager no había otra salida que el suicidio – cosa que él cumplió al , por emplear su expresión, levantar la mano contra sí mismo en 1978 -, postura rebatida con furia por el italiano en uno de los artículos que compone su «Los hundidos y los salvados», que al final, tras muchos años, de finalizar el encierro acabó optando por quitarse la vida; las visiones de ambos estaban en las antípodas: así Améry en respuesta a una agresión de un preso común, decía «mi dignidad se concentraba plenamente en el puñetazo a la mandíbula, aun siendo yo mucho más débil, impulsado por una profunda rabia…», dejando claro que esta reacción le satisfacía, a esto Levi respondía señalando que para él resultaba incomprensible tal reacción, no «por santidad evangélica, ni por aristocratismo intelectual, sino en razón de una capacidad intrínseca», dos maneras de ser que se traducían en lo referente a qué hacer tras la experiencia padecida y en respuesta de las agresiones recibidas. Lo que es cierto es que la cada vez mayor presencia de las teorías negacionistas le traían por la calle de la amargura, y que le impulsaban a tratar de testimoniar con mayor fuerza, si cabe, la experiencia padecida; a esto habría de añadirse el peso de una vida junto a dos ancianas, su madre y su suegra, en su propio domicilio lo cual no es que le hiciese la existencia especialmente grata…sea como sea, y según Lucia su viuda, « desde hacía tiempo sufría una honda depresión…acrecentada por una pequeña intervención quirúrgica, de próstata, que no suponía mayor problema, según los médicos, pero que para él eran un motivo de angustia». El mismo día de su suicidio había llamado al gran rabino de Roma diciéndole: «no sé cómo seguir. Ya no soporto esta vida. Mi madre sufre de cáncer , y cada vez que miro su rostro, me acuerdo del de aquellos hombres que yacían sobre las tablas de los jergones de Auschwitz»; momentos antes, el mismo día, la portera subió, como de costumbre a entregarle el correo, y vio a Levi, sonriente y amable como era habitual…mientras la señora bajaba la escalera oyó un golpe tremendo contra el suelo. Era Primo Levi. . Aunque sea recurrir a hipotéticas palabras mayores, juzgo que no se ha de olvidar la culpabilidad propia de haber sobrevivido que nunca le abandonó y que dejó subrayada en diferentes ocasiones, destacando que quienes habían salido adelante lo habían hecho a costa de otros, completando dicha aseveración con la afirmación de que eran quienes habían visto de frente los ojos a la Gorgona, los denominados musulmanes, quienes se habían llevado consigo el verdadero testimonio, de quienes había tocado realmente fondo, a la tumba. [Es de justicia señalar que la causa fundamental de haberse mantenido en vida fue su profesión de químico lo cual le supuso ser destinado a la Buna, una gigantesca empresa de productos químicos (dedicada en principio a la elaboración de caucho sintético), ubicada en el campo de Monowitz, lo que le libró de padecer a la dureza del invierno . A esto se han de añadir otras «felices» coincidencias: su comprensión de la lengua alemana, y el haber contraído la escarlatina lo que le condujo a evitar las macabras marchas de la muerte que emprendieron los SS con los detenidos que quedaban, y permanecer en el abandonado campo hasta la llegada de las tropas liberadoras el 27 de enero de 1945]. El último poema que dejó escrito, fechado el 2 de enero del año de sus desaparición, Almanaque, es una verdadera despedida del mundo: «Los ríos indiferentes / Seguirán fluyendo hacia el mar/ O inundarán y destruirán los diques, / Antiguas obras de hombres decididos. / Los glaciares seguirán limando / Aplanando lo que reposa debajo de ellos, / O lo que de repente cae / Destruyendo los árboles. / El mar, cautivo entre / Dos continentes, seguirá luchando, / Siempre avaro de sus riquezas. / Sol, estrellas, planetas y cometas / Seguirán su carrera, / La tierra también temerá las inmutables / leyes del universo. / Nosotros, descendencia viva, pero de poca razón, / Destruiremos, mancharemos, / Cada vez más febrilmente. / Muy pronto extenderemos el desierto / Hasta las selvas del Amazonas, / Hasta el corazón de nuestras ciudades, / Hasta nuestros corazones.»
Muchas veces, a sí mismo, se recitaba Primo Levi estos versos de T. S.Eliot, que llevaban por título El entierro de los muertos: «Abril es el mes más cruel, criando / lilas de la tierra muerta, mezclando / memoria y deseo, removiendo / turbias raíces con lluvia de primavera. / …/ ¿Cuáles son las raíces que se aferran, qué ramas crecen / de esta pétrea basura? Hijo del hombre, / no lo puedes decir , ni adivinar, pues conoces sólo / un montón de imágenes rotas, en que da el sol, / y el árbol muerto no da cobijo, ni el grillo da alivio, / ni la piedra seca da ruido de agua. Sólo / hay sombra bajo esta sombra roja, / ( entra bajo la sombra de esta roca roja), / y te enseñaré algo diferente, tanto / de tu sombra por la mañana caminando detrás de ti / como de tu sombra por la tarde subiendo a tu encuentro; / te enseñaré el miedo en un puñado de polvo».
No hace falta presentar al escritor italiano ya que su obras, en especial su Si esto es un hombre, son las que le han supuesto el ser conocido en el mundo de las tetras y de los testimonios. Tampoco está de más señalar que además de la nombrada y las otras dos que componen la denominada Trilogía de Auschwitz (La tregua y Los hundidos y los salvados ) , Levi es el autor de otras obras ajenas a la experiencia del universo concentracionario: Cuentos en los que se ven incursiones en la ciencia ficción, en los temas relacionados con la cultura y la ciencia como antídotos del no-pensamiento fascista, pleno de falacias y mentiras, sin olvidar su opinión y crítica sobre otros colegas escritores. [a algunas de estas cuestiones me he referido con anterioridad en esta misma red:
http://2014.kaosenlared.net/component/k2/13382-primo-levi-el-justo.html?tmpl=component&print=1
http://kaosenlared.net/primo-levi-el-deber-de-memoria/ ].
Si por su condición de superviviente y por el testimonio prestado pasó a ser conocido, y si conocidas son sus vivencias en Auschwitz y su posterior periplo por tierras europeas antes de llegar a su ciudad Turín, lo que son menos conocidos son los momentos en los que se dispararon los eslabones de una cadena de desgracias…los momentos de la resistencia antifascista , momento en el que fue detenido. De tal experiencia poco ha hablado Levi, a no ser sus primeras páginas de Si esto es un hombre en donde refleja los momentos de su detención, o alguna de las entradas de El sistema periódico, además de en alguna entrevistas y conversaciones . Aquella experiencia, qué duda cabe de que fue decisiva para su vida posterior y supuso una huella que aunque no fuese mayormente aireada por él, dejó su honda impronta en su alma, y en su futuro.
En la primavera de 1940, Italia declaraba la guerra a Francia y a Inglaterra – tras sus expediciones africanas (Libia, Etiopía) y su entrada en Grecia, etc. -; para entonces a los estudiantes de “raza judía” se les permitía concluir los estudios en los que estaban embarcados. Levi estaba comprometido en su licenciatura de química. Viendo que se mascaba un callejón sin salida, que se traducía en una abierta guerra civil, surgía la pregunta de qué hacer. Así como Leone y Natalia Ginzburg, por ejemplo, tenían claras sus posturas – la necesidad de unirse a la resistencia – debido a su compromiso político (comunista) y a sus antecedentes familiares, Primo Levi, y algunos amigos suyos, andaban bastante perdidos y tratando de hallar un «antifascismo a su medida»…al final, y a pesar de sus reservas al respecto («judío, marginado y escéptico hasta los topes ante los últimos acontecimientos, enemigo de la violencia y nada impulsado a oponerse con las mismas armas a la violencia opuesta») con varios amigos, judíos como él y más centrados en las diversiones como el alpinismo, las canciones y los juegos, se fueron al monte para unirse a la resistencia contra el fascismo… «después de la profunda embriaguez verbal, seguros de nuestra propia elección, inseguros en lo que hace a nuestros medios, con más desesperanza que esperanza en el corazón […] no echamos al ruedo para medirnos. Nos separamos para seguir nuestro destino, cada uno en un valle diferente»; él con diez más permanecieron juntos en el valle de Aosta, bajo las directrices del movimiento de resistencia antifascista Justicia y Libertad; «no me resultó fácil la decisión de tomar el camino de la montaña y contribuir a poner en marcha lo que, en mi opinión y en la de mis amigos, apenas más experimentados que yo, debería convertirse en un grupo de partisanos afiliados a Giustizia e Libertà». Allá anduvieron en la montaña – como él mimo señalase en El sistema periódico – pasando frío, hambre, desarmados y desprotegidos, y allá fueron capturados el 13 de diciembre por los milicianos fascistas de la república de Saló, que en número de trescientos rodearon a los once partisanos. Era el mismo día en que Leone Ginzburg era torturado hasta la muerte en la prisión de Roma, Regina Coeli; permanecieron i partisani detenidos durante dos meses en un cuartel. Al final, habiendo sido detenido como partisano, y desconociendo sus captores su condición de judío (su pasaporte que estaba burdamente falsificado…fue arrojado por él mientras avanzaban detenidos por el monte). Al final, fue deportado como judío al siniestro campo de la muerte de Auschwitz; los milicianos le había dicho. «te enviamos a un campo de concentración y allá te quedarás hasta el final de la guerra, en Italia; nosotros no entregamos a nadie a los alemanes».
Tal vez la huella más profunda que le quedó de aquella experiencia en el maquis fue la que recuerda en El sistema periódico. «…en la mente de todos pesaba un turbio secreto, el mismo secreto que nos había expuesto a la captura, pues había apagado en nosotros, algunos días antes, toda voluntad de resistir e incluso de vivir. Nos habíamos visto obligados en conciencia a ejecutar una condena, y lo hicimos, pero salimos destrozados, desmoralizados y deseando vernos, hablarnos, ayudarnos mutuamente para exorcizar este recuerdo tan reciente».
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Precisamente sobre este periodo de la vida de Primo Levi no excesivamente conocida y de la qué tampoco es que hablase él mismo en demasía acaba de publicarse una obra : «Partigia. Primo Levi, la Résistance et la mémoire» de Sergio Luzzatto (Gallimard, 2017) que aporta informaciones de interés no solo referidas al escritor que nos ocupa sino también a la lucha de resistencia que se desarrolló en tierras italianas contra el fascismo.
No cabe la menor duda de que los tres meses que Levi pasó en la montaña, dejaron una honda huella a añadir a la posterior del lager. En la obra que traigo a colación las únicas acciones armadas que pueden ponerse en el haber del grupo de Levi y amigos, es la muerte de un par de compañeros tratados de “traidores”. No trata el libro de supuestas hazañas bélicas, ya que como reitero, prácticamente no entraron en combate, cosa que, por otra parte, hubiese sido prácticamente imposible ya que las armas que tenían no servía ni para matar gorriones, con perdón para los alados.
Lo delicado del tema , la revisión de la resistencia antifascista en Italia, supuso que la obra pasará de largo por los despachos de la prestigiosa Einaudi, que era la editorial que editó a Primo Levi; la historia se repite ya que con respecto a Levi al principio se negarona publicarle – la responsabilidad fue de Natalia Ginzburg – Si esto es un hombre…luego la recuperaron , al igual que ya el resto de sus obras. Pues bien, como digo, en esta ocasión, lo peliagudo del tema abordado por Lazzaratto, hizo que Einaudi rechazara la publicación del libro y el historiador recurriese a Mondadori. A esta negativa inicial se sumó, para embrollar más la cosa, que antes de que la obra estuviese en los anaqueles de las librerías , se difundieron algunos trozos de la obra, lo que creó una encendida polémica provocada por algunos que vieron en la obra de la que hablo un descarado embellecimiento de la resistencia italiana y del propio escritor. Se ve que hay temas que son clara muestra de que hay heridas que todavía no han sido cicatrizadas: el de la Resistencia es uno de ellos, la figura del escritor del que hablo , otro.
Generalmente las obras que han tratado de los maquis italianos han sido más anónimas , al referirse al movimiento en general, cuando la obra de Lazzaratto se detiene en un caso bien concreto, recurriendo a nombres y apellidos. Dicho esto tampoco ha de negarse que el trato con el que el historiador se acerca al asunto, y muy en concreto al escritor turinés, está cargado de cariño y lo que consigue, más allá de otro tipo de cuestiones, es poner el foco en aspectos poco conocidos de aquella red de resistencia y de las actividades partisanas de Levi.
No se ha de pensar, no obstante, que el autor se centre únicamente en la figura del escritor y en la de sus compañeros de fatigas, sino que la mirada se amplía a los distintos focos de resistencia en el valle de Aosta, y naturalmente nos topamos con que no todos los ángeles estaban de un lado mientras que del otro todos los demonios que en el mundo son; también entre los resistentes había seres sanguinarios, vengativos, del mismo modo que conocemos a fascistas que se infiltraron en las redes resistentes y conoceremos a fanáticos seguidores de Mussolini, dispuestos a llevarse por delante a todos los «bandidos» que pillasen a su marcial paso. Es esta mirada abierta en abanico la que ha provocado algunas quejas sin tener en cuenta que los tonos grises tienen su innegable presencia en los asuntos humanos, en especial cuando las cosas se ponen al límite. Hablando precisamente de Primo Levi no puede ignorarse la enorme atención que él prestó a las zonas grises.
Los tiempos visitados y descritos, tras el desembarco en Sicilia de los aliados y el posterior armisticio, son los de la desbandada que describía, por ejemplo, una testigo de la situación, Luciana Nissim: «como en toda Italia en ese momento, había un gran desorden. Los judíos se escondían, los fascistas se escondían, soldados que se habían escapado del ejército se escondían. Así, a veces no sabías bien en dónde te encontrabas, sabías únicamente que todos aquellos con quienes te cruzabas, eran de alguna manera, clandestinos». Momentos en los que se daba un cúmulo de dudas, entre los mismos soldados, acerca de con quién posicionarse, ya que el Duce se había convertido en un títere en manos de los alemanes, lo cual hacía que no pocos perdieran su confianza en él y en su liderazgo supuestamente patriótico.
La historia narrada, no acaba con la detención de Levi y su colegas, sino que como es natural se extiende hasta el año 1945, sin evitar una mirada sobre el ambiente que se respiraba en los tiempos que se abrieron tras la Liberación: arreglos de cuentas, depuraciones, venganzas, cambios de camisa y ascensos en los aparatos estatales de la Italia democrática, y trabajos de señalados fascistas en los organismos de los servicios de inteligencia americanos…. muchas de estas cuestiones consagradas por la ley de amnistía de 1946, promovida por Palmiro Togliati, en busca de una normalización de la vida italiana….Las cosas no quedaron así, sino que como se suele decir, se hincharon: coletazos del espíritu resistente, mantenido con honradez por algunos hasta décadas después (¡ ay Feltrinelli!), y aprovechado por otros para hacer negocios con la necesidad ajena.
La obra se lee como una novela, aunque la enorme cantidad de personajes que surcan las páginas hacen que la tarea resulte algo liosa, en especial, para quienes no estamos puestos especialmente en la historia italiana. En lo que hace al escritor que nos ocupa Lazzaratto hurga en las fuentes de los escritos levisianos (de Levi) para hallar un cierto hilo conductor no sólo en lo que hace al comportamiento de nuestro hombre sino también en la huella que aquellos tiempos dejaron en él. Una decena de años, desde el enfrentamiento, más o menos, abierto al generalizado de 1943 hasta 1945, recorridos de la mano de un guía de excepción que no ha ahorrado recurrir al uso y consulta de archivos y testimonios… Al mismo tiempo, no sería exagerado ubicar la obra en la mirada propia de la microhistoria, es decir del análisis de la singularidad, se catapulta una comprensión más general y global del asunto estudiado (cómo no nombrar, precisamente al hijo de Natalia Ginzburg, Carlo y su El queso y los gusanos, o la obra de Emmanuel Le Roy Ladurie y su visita a Montaillou, villa occitana, o a Cipolla y las rejas de Montelupo, por nombrar algunos casos ejemplares de ese tipo de mirada histórica). En esta ocasión vemos que la mirada sobre el caso del que venimos hablando puede servir a nivel micro como reflejo de lo que se daba a nivel macro ( caza de judíos, delaciones, cambios de chaqueta y otros travestismos, limpiezas salvajes de zonas rebeldes, mezcla en algunos casos de bandidismo con afanes de aventura…sin olvidar el azar que llevaba a unos para un lado y arrastraba a otros hacia el contrario; con una carencia absoluta de voluntad heroica que, si se exceptúan los casos de militancia – muy en especial bajo la batuta «comunista» – quedan muy bien para las películas).
Y el llamado pueblo llano de amplias zonas de la geografía planeada preocupado por la leche, las patatas, y por evitar las salvajes razzias de los nazi-fascistas que estaban siempre dispuestos a aplicar la venganza sobre aquellas localidades en que los partisanos parecían moverse como peces en el agua.
Cuando Lazzaratto tenía diez años escuchaba a su madre que le leía cartas de condenados a muerte de la Resistencia. En 1977 su profesor de literatura le invita a leer Si esto es un hombre de Primo Levi. Más tarde, se enterará de la muerte del escritor en 1987 y para cerrar el círculo, en 2008 paseando por el monte con sus hijos, en el pico de Joux, en el valle de Aosta, vio una placa conmemorativa del lugar en el que el escritor fue detenido el 13 de diciembre de 1943. La unión de todos estos hechos son los que le impulsaron a escribir la obra de la que ha dado cuenta.