Category: PRIMO LEVI


Por Iñaki Urdanibia

«Pensad que esto ha sucedido; / Os encomiendo estas palabras. Grabadlas en vuestros corazones/…/ Repetídselas a vuestros hijos»

Si esto es un hombre

Primo Levi fue uno de los primeros en desvelar las atrocidades cometidas en los lager nacionalsocialistas, junto a Robert Antelme o David Rousset, luego les seguirían otros en el terreno de los testimonios. El deber de memoria, con el fin de dar a conocer lo padecido en aquella locura geométrica, y evitar su repetición, subrayando que «la historia de los campos de destrucción debería ser entendida por todos como una siniestra señal de peligro», además de aportar alguna documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana», este fue el papel que asumió el turinés (Turín, 1919) tras salir de Auschwitz, con su escritura y su palabra. Esta tarea la cumplió asistiendo a diferentes escuelas para narrar su experiencia, hasta el punto de que la respuesta a las preguntas más habituales que le hacían los chavales y lo no tan chavales, las escribió en un apéndice, Entrevista a sí mismo, que publicó en la edición de 1976 de su obra, Si esto es un hombre.

Poco antes de su muerte, Primo Levi acudió a la escuela primaria de la que había sido alumno, Felice Rignon de Turín, para narrar sus experiencias en el campo de concentración, y muerte, de Auschwitz, dándoles a conocer la infamia asesina, al por mayor, de los fabricantes de cadáveres nazis, le guiaba el convencimiento de que «si comprender es imposible, conocer es necesario, porque aquello que sucedió puede volver a pasar. Las conciencias pueden ser seducidas y oscurecidas de nuevo; también las nuestras». Matteo Mastrangostino y Alessandro Ranghiasci, toman la nombrada reunión con los alumnos como base a su novela gráfica «Primo Levi», editada por La otra h.

Los dibujos y las palabras toman las páginas que presentan las explicaciones ofrecidas por el superviviente a los chavales, que si al principio muestran sus dudas ante la presencia de un viejete, en la medida que avanzan las descripciones y reflexiones de éste van siendo cautivados por el relato.

Comienza la historia, en 1943, en medio de la destrucción a que está siendo sometida Italia y sus habitantes; en la propia escuela comienzan a faltar profesores que han sido purgados debido a las leyes raciales. Vanda, una amiga, le convence de que no se puede permanecer pasivo ante semejante situación que hay que resistir al fascismo y al racismos campantes; a la sazón ya había obtenido su licenciatura en química. Su lucha con los partisanos duró poco tiempo ya que debido a un chivato fue localizado su grupo, siendo detenidos. En tal tesitura los carabinieri le dieron a elegir entre permanecer en Fossoli, el campo al que habían sido trasladados los detenidos, lugar en el que su vida correría peligro si se declaraba partisano, o ser entregado a los alemanes si se declaraba judío; optó por lo segundo. Las preguntas de los alumnos le interrumpen, y se interrumpen entre ellos, ya que el interés por lo narrado va en aumento.

Como judío fue trasladado a Auschwitz y allá debido a su condición de químico, fue destinado al laboratorio de una fábrica que la empresa Fabern, tenía instalada en una de las sucursales, Buna-Monowitz, de la sucursal del infierno. Levi narra los olores permanentes del campo, la precariedad en lo que hace a la falta de ropa disponible. Si su profesión fue un golpe de suerte que le ayudó a evitar el duro invierno, el conocer a un albañil de nombre Lorenzo, que no estando preso trabajaba en el campo, que la facilitaba la vida en la medida de lo posible. Otro amigo, detenido, Alberto le servía de compañía. Tampoco fue baladí el conocimiento de la lengua alemana, adquirido en la carrera universitaria, que le servía para entender las órdenes; el desconocimiento del alemán por parte de los detenidos, provocaba golpes y a veces al ser tomado como desobediencia podía llevar a la muerte.

Se nos pone al corriente del terror que provocaba la selección que distinguía a los aptos para el trabajo de quienes eran pasto de las cámaras de gas. Y Levi aclara las horas previas a la condena al gas, es decir a la muerte, con sus llantos, la comida diferente que se daba a unos y a otros, y la honda pena por la desaparición de compañeros de fatigas. Y la nostalgia de la vida pasada, el sentimiento de culpabilidad, se cruzan con escenas de solidaridad… que se alternaban con comportamientos propios de la zona gris, que convertía en borrosos los límites entre víctimas y verdugos.

El texto y las explícitas imágenes se completan con una cronología sobre la vida de Primo Levi y con una presentación detallada de algunos de los personajes más significativos de la historia; y unas notas del guionista sobre la figura del retratado, absteniéndose de entrar en las circunstancias de la muerte del superviviente alejando la hipótesis del suicidio en lo que no coincide, por cierto, con los biógrafos de Levi como Philippe Mesnard, Myriam Anissimov o Claire Quiliot, y evitando igualmente entrar en los dos meses que pasó como partisano en el Valle de Aosta.

Me permito concluir este comentario con un significativo poema de Levi, Il supertiste El superviviente: «Since then, at an uncertain hour, [verso de Coleridge]/ Desde entonces, a una hora incierta,/ Aquella pensa regresa,/ Y si no encuentra quien lo escuche,/ Quema en su pecho el corazón. / Mira de nuevo los rostros cómplices/ Lívidos en la primera luz,/ Grises de polvo de cemento,/ Imperceptibles en la bruma,/ Sus sueños manchados de muerte y angustia:/ Por la noche aprietan sus mandíbulas/ Y bajo el largo peso de los sueños/ Rumian invisibles nabos./ “Idos lejos de aquí, los caídos,/Alejaos. Yo nunca suplanté a nadie,/ Ni usurpé el pan de nadie,/ Nadie ha muerto por mí. Nadie./ Regresad a vuestra niebla./ No es mi culpa si vivo y respiro/ Y como y bebo y duermo y visto paños”» [los entrecomilados finales son versos del nombrado S.T. Coleridge].

Por Iñaki Urdanibia.

150 años del establecimiento del catastro de la química por Mendeléiev y una visión literaria, de Primo Levi, que toma los elementos como guía.

Este año se cumplen ciento cincuenta años de la creación por Dimitri Ivanovitch Mendeléiev (1834-1907) de la Tabla Periódica de los elementos químicos; fue en mazo de 1869 cuando el sabio presentó a la Sociedad Rusa de Química esta clasificación en filas, luego transformadas en columnas, de los sesenta y tres elementos químicos por entonces conocidos (en la actualidad son prácticamente ciento veinte, permaneciendo dos de ellos en el limbo de la discusión), organizándolos por sus propiedades y valencias atómicas; con motivo de este aniversario Naciones Unidas ha proclamado este su Año Internacional.

Desde una mirada literaria resulta difícil, más bien imposible, no unir la efeméride con la publicación en 1975 del «Sistema periódico» de Primo Levi (1919-1987), escritor y químico. La profesión del italiano, que cursó sus estudios en malos tiempos para la ciencia sepultada por los mitos y las seudociencias, imperantes en los años del dominio del duce Benito Mussolini y epígonos. Cuando alcanzó el doctorado en 1941 en su diploma se mencionaba «de raza judía», aspecto religioso (convertido en diferencia racial por los prohombres fascistas por medio de sus leyes de 1938) al que él no prestaba atención alguna, hasta que detenido como resistente sirvió para que fuese entregado a los nazis, y transportado al campo de Auschwitz; los carabinieri le ofrecieron dejarlo allí si declaraba ser judío… él lo hizo pensando en permanecer en la prisión italiana, campo de Fossoli di Carpi, mas luego mintieron, al no cumplir la palabra dada, al dejar el campo en manos de los nacionalsocialistas.

La profesión de químico tuvo una gran importancia en su vida empezando por las propias condiciones de encierro, pues fue destinado a la Buna, fábrica de caucho sintético perteneciente a la I.G.-Farben, de la que según se dice no salió ni un gramo de tal producto. Sea como sea, el destino hizo que evitase el duro invierno al no tener que permanecer en la gélida intemperie (privilegio que le corroería la conciencia de por vida, culpabilizándole, ya que pensaba que los que habían sobrevivido lo habían hecho a costa de otros: herida que trataba en sus reflexiones sobre la zona gris, y que pueden pensarse como una de las causas decisivas de su suicidio); más tarde, tras su liberación, en enero de 1945 le serviría una vez llegado a su Turín natal para ejercer su trabajo en una fábrica de pinturas hasta su jubilación (el desbrujulado periplo por tierra europeas antes de llegar se narra en su La tregua). Además de lo decisivo de su profesión para evitarle males mayores y para hallar trabajo, tales conocimientos tienen destacada relevancia en otros aspectos de sus existencia y su quehacer: por una parte, él tomaba la ciencia como un instrumento de lucha contra la barbarie fascista y su huera palabrería, y por otra, puede verse la huella de su oficio en el oficio de escribir (me refiero a Si esto es un hombre): una cierta distancia, lejos de sentimentalismos y morbos, a la hora de describir el infierno vivido, característica que salta a la vista y que se ha solido destacar… y que algunos han criticado como si de una cierta frialdad neutral se tratase (véanse las severas opiniones de Jean Améry que hablaba de él como “el hombre que perdona”; puede verse la respuesta del italiano en Los hundidos y los salvados, que reúne varios textos).

En lo dicho hasta ahora puede deslizarse, a mi modo de ver, un escore habitual al referirse a Levi, y es el de reducir su obra al género testimonial, obviando sus escritos literarios ajenos a la experiencia padecida en el universo concentracionario, por decirlo con palabras de David Rousset. Aun siendo cierto, como no podía ser de otro modo, que la experiencia tuvo un peso enorme y decisivo en su vida, y también – como él mismo señalase en repetidas ocasiones – en su despertar como escritor, no sólo como testigo sino como cuentista y hasta novelista (una escribió, de la que dí cuenta en esta misma red ( https://kaosenlared.net/primo-levi-novelista/ ), sin obviar sus ensayos, cuyos tono contagian muchos de sus escritos al igual que su condición de superviviente se deja ver, cómo negarlo, en no pocos de sus escritos.

Es el caso del libro que sirve de origen, o pretexto, para estas líneas: «El sistema periódico» (publicada inicialmente en castellano en 1978 por Alianza Tres, con traducción de Carmen Martín Gaite/puede leerse, por otra parte, en este enlace: http://www.librosmaravillosos.com/elsistemaperiodico/index.html), considerado por algunos como el mejor ejemplo de ligazón entre literatura y ciencia, y hasta como el mejor libro de ciencia, tal honor le fue concedido por la Royal Institution; el libro vio la luz el mismo año que Levi dejó el trabajo para dedicarse de lleno a la escritura. Veintiún elementos le sirven al escritor como metáforas para relacionar cada uno de ellos con diferentes aspectos de la vida y las relaciones entre los humanos en los tiempos oscuros que le tocaron vivir, y padecer (el orden definitivo a pesar de los cambios que le propuso Italo Calvino, fue: Argón, Hidrógeno, Hierro, Potasio, Níquel, Plomo, Mercurio, Fósforo, Oro, Cerio, Cromo, Azufre, Titanio, Arsénico, Nitrógeno, Estaño, Uranio, Plata, Vanadio y Carbono). El libro obtuvo indudablemente un gran éxito de ventas y de críticas, lo que hizo, por otra parte, que esto repercutiera en la venta de otros libros suyos anteriormente publicados, lo que supuso un lanzamiento a la celebridad (el autor tenía cincuenta años, veintiuno pasados bajo el fascismo, casi un año en Auschwitz, nueve meses en atravesar el Este europeo hasta llegar a su casa, veinticinco años de matrimonio… tenía dos hijos y cuatro libros en el mercado… Desde luego, no le faltaba materia para hablar de su vida). Además de recurrir a varios textos escritos con anterioridad que incluyó en el libro, su intención declarada era desmarcarse de la etiqueta de testigo del horror, como si éste fuese el único registro a tener en cuenta en su actividad, así lo dejaba escritor: «por eso mi intención en estos momentos está bastante alejada del lado “Auschwitz”, que es nuestro pasado, hacia el lado “química-fábrica-trabajo cotidiano” que es mi presente» (acento, de alejarse de la mono-catalogación, queda confirmado puede confirmarse esta tendencia a alejarse en el hecho de que únicamente, de manera explícita, se refiere a su encierro en la entrada Cerio, en donde se puede leer: «a treinta años de distancia, me resulta difícil reconstruir el tipo de ejemplar humano que pudiera corresponder, en noviembre de 1944, a mi nombre, o mejor dicho a mi número: el 174517» y su salvación debido a su oficio de químico; en Vanadio muestra su preocupación por saber del paradero del doctor Müller, quien jugó un papel prominente en Auschwitz y quien mostró a la vez un lado humano, de simpatía (sin pathos). La obra resulta una « autobiografía química (y moral)» – por emplear la fórmula de Ítalo Calvino, quien añadía que era – «un libro extraordinario y fascinante que no puede por menos de dejar una profunda huella en el lector», obra que se abre por diferentes derroteros, que se despliegan en episodios, narraciones y estilos bien dispares, acerca de sus orígenes familiares tomando lo inerte como característica guía (Argón), la afirmación de su vocación de químico (Hidrógeno), una cena que se celebra veinticinco años después de finalizar la carrera que provoca el encuentro con antiguos compañeros (es el tema de Plata ); entradas en las que se narra su tiempo de estudiante y sus relaciones de amistad establecidas, especialmente, con su compañero Sandro Delmastro (en Hierro), muestra su preocupación por el ascenso del fascismo a lo largo y ancho del Viejo Continente (Potasio), narra su relación con Giulia (Fósforo), elemento que también le conduce al fracaso por no servir para lo que él proyectaba: curar ciertas enfermedades, relata su entrada y sus andanzas en el grupo de partisanos que resistían al fascismo y los lazos de amistad que surgían en medio de la precariedad de la resistencia (Oro), completa la mirada con reflexiones sobre el transcurrir del tiempo y la necesidad de ser consciente de la diversidad, en medio de la distinción vigente entre lo puro y lo impuro, en aquellos años en los que se imponía el instinto contra la razón, asociado al elemento maleable (Zinc); Titanio recupera una historia de compromiso que le había contado un amigo, el anterior elemento será el Azufre en el que irrumpen los aires de familia con el neorealismo de la posguerra italiana; la culpabilidad de haber extraído tal metal para uso de las armas nazis (Níquel), en Cromo reivindica la necesidad de mantenerse firme y no caer en el desánimo, sintiendo la necesidad de testimoniar, hallando un paralelo con el poeta Coleridge – a quien ya había recurrido a la figura del viejo marino del poeta en su Si esto es un hombre («Desde entonces, en el momento más imprevisible,/La angustia, de nuevo, se ampara de mi ser,/Y mientras no diga mi historia terrible, Este mi corazón arde en mi pecho»)… el Benceno y la destilación, el Sodio y la “degeneración”,… con la constante de relacionar los elementos y las historias con una mirada de químico que asocia las características de los elementos con los aconteceres de la vida, incidiendo igualmente en aspectos técnicos que hubieron de solucionarse en su trabajo como director en la fábrica de pinturas SIVA, en donde debido a sus responsabilidades (que la empresa siguiese a flote) se veía enfrentado en ocasiones con los sindicatos, con los clientes, haciendo frente a los reajustes de personal, lo que le llevaba a considerándose de izquierda practicaba en más de una ocasión políticas empresariales de derechas, lo que hacía que por momentos se considerase a sí mismo como un kapo del lager. Se ha de esperar al último de los elementos tratados (Carbono) – aunque para entonces, como él mismo supone, el lector ya está al corriente del dispositivo puesto en marcha – para que exponga el carácter de su escritura y la mecánica de la obra: «no es un tratado de química […] tampoco una autobiografía, sino dentro de los límites parciales y simbólicos donde cabe considerar como autobiografía cualquier escrito, es más, cualquier obra humana […]. Es, o habría pretendido ser, una microhistoria, la historia de un oficio y de sus fracasos, triunfos y miserias, como le gustaría contarla a cada cual cuando siente a punto de concluirse el arco de la propia carrera, y el arte deja de ser largo», afirmando al modo de René Magritte y su pipa que su libro no se trata de una autobiografía… en estas entregas que son un verdadero juego de espejos. En cada átomo de carbono halla el escritor el impulso de escribir, de narrar con la habilidad y el humor de un avezado narrador «numerosas historias diferentes, siendo todas verdaderas, literalmente verdaderas»; juega el carbono, como elemento de vida, el papel de símbolo de un flujo constante de la materia. Italo Calvino, que a la sazón era director literario de la editorial Einaudi, destacaba en una carta fechada en octubre de 1974, dirigida a Levi, su acierto de poner el carbono al final, «designándolo como símbolo de la experiencia del escritor es una buena idea y hace más robusta la heterogeneidad del plomo y del mercurio que no perturban el conjunto», añadiendo una serie de elogios de los que anteriormente he dado cuenta. Por cierto, estos dos últimos elementos nombrados – y escritos en cursiva – son presentados en itálicas para mostrar la diferencias con el resto de relatos, para subrayar historias de otros tiempos, como trazos extraídos de los tiempos anteriores a la catástrofe.

Y a lo largo de todas las historias narradas late con fuerza, la perspectiva de un químico y escritor (tanto monta… «de la química me interesa el contacto con la materia, comprender el mundo que me rodea») que apuesta por la materia frente a las cantinelas y falacias del fascismo y un posicionamiento radical del lado del humanismo ilustrado

PRIMO LEVI, NOVELISTA

Por Iñaki Urdanibia.

Una novela del superviviente y resistente italiano.

«Ahora hemos aprendido los senderos del bosque,
hemos aprendido a disparar, y damos en el blanco.
Si no soy yo por mí mismo, quién será por mí?
¿Si no es así, cómo? Y, si ahora no, ¿cuándo?»

Solía decir Primo Levi (1919 – 1987) que fue su experiencia en Auschwitz lo que le convirtió en escritor. Qué duda cabe de que sus obras testimoniales de su experiencia (Si esto es un hombre), de su periplo tras la liberación del siniestro lager (La tregua) y del recuerdo de lo vivido años después (Los hundidos y los salvados) que componen su Trilogía de Auschwitz son sus obras más célebres y leídas, y hay muchos lectores que únicamente le conocen por tal faceta de su obra.

Pues bien, además de las nombradas, el turinés escribió relatos (El sistema periódico, Lilit y otros relatos…), en no pocos de los cuales se veía una tendencia a cierto parentesco con la ciencia ficción y la huella de su profesión de químico (que fue por otra parte lo que le hizo más llevadera su estancia en el campo de concentración y exterminio), «el hábito de penetrar en la materia, de querer descubrir su composición y estructura, de prever sus propiedades y su comportamiento, conduce a un insight, a un hábito mental de concreción y concisión, al deseo constante de no detenerse en la superficie de las cosas. La química es el arte de separar, pesar y distinguir: tres ejercicios que también resultan útiles a quien pretende describir hechos o dar cuerpo a su fantasía», se lee en Exquímico; del mismo modo que escribió algunas introducciones a otros escritores (así a El proceso de Kafka…) y críticas con respecto a algunos que le influyeron (El oficio ajeno) y alguna novela que es la que ahora se recupera (había sido publicada en 2008 por El Aleph Ediciones) de la mano de Ediciones Península: «Si ahora no, ¿cuando?». La novela se publicó originalmente en 1982 y ciertamente habla, basándose en hechos reales, de un ambiente partisano en 1945, situación que él conocía bien ya que en 1943 se unió a la resistencia al fascismo en el Valle de Aosta, siendo detenido con todos sus compañeros el 23 de diciembre siendo trasladado a la prisión de Fossoli, lugar en el que permaneció hasta el 22 de febrero del año siguiente, fecha en el que fue embarcado, con otros seiscientos cincuenta judíos en los vagones del tren utilizados para el ganado.

La novela se inicia en julio de 1943 y los lleva hasta julio-agosto de 1945. Desde el principio nos encontramos con unos dispersados, que se unen, o tratan de hacerlo, con algunos emboscados, huidos, resistentes… Dos soldados rusos, descolgados, judíos ellos, el artillero Mendel y el paracaidista Leonid, se encuentran casualmente y parten en busca de algún grupo al que unirse a la lucha, mas su condición de judíos no les pone las cosas fáciles ya que en algunos medios no es que sea muy bien vistos que digamos, como tampoco se lo pone el tener que esquivar a los nazis o a posibles colaboradores de ellos; de ambos conoceremos las vicisitudes de su pasado: el primero ha quedado aislado, en tierra enemiga, del ejército rojo, el otro ha sido apresado por los nazis, pero ha logrado escapara del campo de Smornek. El primero más decidido, el segundo más reservado e indeciso, vagan por los bosques y hunden sus pies en las aguas de las tierras pantanosas de la marisma [no está de más decir que la condición judía de los protagonistas hace que las referencias al Talmud o a los personajes de la Torá afloren como metáforas o analogías de ciertos comportamientos]. El escenario en el que se mueve una banda de partisanos se localiza en los pantanos de Polesia, en manos de los blancos rusos… unos por un motivo, los otros por otro, el caso es que van en busca de una tierra que les acoja y en la que puedan vivir lejos de las múltiples penalidades sufridas (bajo la bota del invasor germano y el creciente carácter represivo que iba adoptando el régimen soviético en su paranoica detección de traidores y enemigos). Un viaje de dos años por las desoladas tierras europeas, su estrella se halla en el Oeste, con uniones coyunturales con otros desarraigados partisanos que participan en actos de sabotaje y diversión y despiste con el enemigo; el encuentro con una banda inicial, la errabunda de Veniamin, no les dura mucho ya que no son aceptados, más adelante tras algunos negocios con algunos paisanos, se encuentran y unen con un grupo de partisanos, en la república de los pantanos, que tienen su sede en un monasterio en ruinas, les recibe un tal es Adam, y aquellos parece un albergue en el que se mueven mujeres y niños y visitantes esporádicos, son conducidos ante el jefe Dov – que había sido despedido de la partisanka por viejo – y les explican que en aquella zona había pocas guarniciones alemanas pero que el peligro eran los ucranianos adoctrinados por los nazis y también les ponen al corriente de que «las bandas de la zona son como gotas de mercurio; se funden, se dividen, se unen; quedan destruidas y se forman otras nuevas». Participan en un descarrilamiento de un tren de las tropas alemanas, no saliendo la operación todo lo bien que se hubiese deseado pero es los medios utilizados eran realmente rudimentarios. Un aviso del cabecilla de una banda bien organizada, Gedale, les indica que va a haber una cacería en la que van a participar algunos oficiales alemanes y que puede ser una magnífica ocasión para cazarles y con ello realizar un acto de propaganda que subiese el ánimo… la operación dio lugar a un alocado cruce de disparos entre los asaltantes, los alemanes y su lacayos ucranianos y húngaros, con muertes a ambos lados, pero con el desastre de que los alemanes se pusieran en la pista del refugio-monasterio, dirigiéndose al, hasta entonces desconocido lugar, con el fin de acabar con aquel foco de resistencia… cincuenta soldados alemanes con un vehículo oruga cubrió la empresa represiva, hiriendo a varios refugiados, y… escarmentando a mujeres y hombres que allá encontraron. Tras ver el rostro de la muerte, reflejado en los mismos compañeros, y las ruinas, surge la desesperación y el temor de que vuelvan los alemanes a poner fin al trabajo que habían comenzado… la única solución se vislumbra en hallar, y unirse, al grupo de partisanos dirigido por un violinista, Gedale, que – según se contaba – iban por libre desoyendo las órdenes emanadas de las alturas con el fin de alcanzar la unión entre los distintos grupos diseminados; tras una marcha – emprendida solamente por diez de los cincuenta que habían habitado en el monasterio – por la nieve blanda, el agua, y acompañados del hambre, la sed, la sangre, el sudor y las lágrimas… en tal búsqueda con quienes se encuentran es con la muy organizada banda de Ulibin, dependiente del NKVD (Comisariado Popular para Asuntos Internos), ejemplo de disciplina (en tal lugar Mendel intercambia con Piotr opiniones sobre la ideología genocida que guía a los germanos en sus intentos de aniquilar a todos los judíos, y de la singularidad de éstos con respecto a otros… sin obviar algunos aspectos morales sobre el matar, y la perentoria necesidad de hacerlo en aquella coyuntura), enterándose a su vez de que el tal Gedale pertenece a su grupo pero que se ha ausentado para cumplir alguna misión, aunque da toda la impresión de que ha sido purgado por discrepancias con las órdenes que venían de arriba… sin embargo más tarde reaparecerá. Allá organizan algunas interferencias en le telégrafo germano con el fin de desorientarles, del mismo modo que organizan alguna falsa pista de aterrizaje para despistar a los aviones alemanes, hasta que estos se dan cuenta del engaño… y son testigos de ciertas divergencias y comportamientos autoritarios, y son protagonistas de ciertos escarceos amorosos en un conjunto en el que hay dos mujeres – Line y Sissl, la hija del desaparecido Adam – entre cincuenta hombres, al igual que son testigos de los lazos que mantienen con los campesinos del lugar que, aun mostrando cierta desconfianza con la colectivización, se sienten protegidos contra los alemanes… minas, patrullas con perros, constantes peligros que sortear, para poder huir del cerco que se aproxima; al final, reunidos los grupos de Ulibir y Gedale que había llegado con su banda de judíos, supervivientes de diferentes comunidades, a la que, por cierto se había unido el ya repuesto Dov, ambos líderes deciden marchar por separado: el del primero hacia el Este, el gedalista hacia el Oeste… entonces se inicia la larga, y sinuosa, marcha hacia Polonia y Alemania que les ven pasar hasta que alcanzan su descanso en Italia país en el que sí que son acogidos. Podría aplicarse a su accidentado avance aquello que dijese Lao-Tsé: «el fin no es solamente el fin, sino el camino que conduce a él» (y que, por cierto resuena en las aseveraciones de José Bergamín: si solo buscas la salida del laberinto no llegarás a conocer éste, y cito de memoria), y lo digo ya que en este peregrinar conocen una forma de vida, plena de dificultades y obstáculos, pero que a la vez contiene una particular forma de libertad que no habían conocido sus antepasados y un estrecho «contacto con amigos y enemigos, con la naturaleza y la acción que les intoxicaba como el vino de Pirum»; y desde luego el camino va a estar perlado de situaciones problemáticas, como cuando el Ejército Rojo en avance hacia Berlín le supera, también conocerán algunas dudas y deserciones, mas la brújula está guiada por el irrefrenable deseo de halla un verdadero hogar, unidad entre los miembros de grupo reforzada por los combates en los que han participado.

En las obras testimoniales del escritor italiano, nombradas, siempre llama la atención las descripciones distantes, hasta la frialdad, sin implicaciones emocionales ni el recurso a los detalles morbosos, similares a las de un fiel notario – aspecto que generalmente es atribuido a la profesión del escritor y que hiciese que alguien, Jean Améry, llegase a nombrar a Levi como “el hombre que perdona” -, pues bien, en esta ocasión mantiene el mismo tono, huyendo de los detalles escabrosos y evitando el chapoteo en los episodios macabros («aquí no se va a detallar lo ocurrido…Esta historia no se está relatando para describir masacres»).

La novela mantiene la atención lectora por la espera de las posibles, seguras, sorpresas que depararán las páginas siguientes en esta marcha hacia una casa… travesía que en su momento tocó realizar, en sentido inverso, al propio escritor por tierras del Este europeo – viaje accidentado relatado en La tregua – hasta finalizar en su Turín natal.

Concluiré diciendo que no hace falta rizar rizo alguno, interpretativo, para ver un par de aspectos que planean a lo largo de toda la narración: una, la de la figura del judío errante en busca de un hogar que le acoja, a modo de Tierra Prometida; y dos una contrafigura que niega la imagen típica, que siempre se ha vendido, de los judíos yendo como mansos corderos al matadero, aquí nos las vemos con unos judíos en combate contra el fascismo (que en algún momento reivindican a los sublevados del gueto de Varsovia), del mismo modo que al propio Levi le detuvieron por estar implicado en la resistencia y no por su condición de judío, que luego más tarde, y casi casualmente, jugó en su contra a la hora de ser conducido a Auschwitz… «Eran cien hombres en armas./Cuando el sol surgió en el cielo/ Todos dieron un paso al frente./Las horas pasaron, sin sonido;/Sus ojos no parpadeaban./Cuando tocaron las campanas/Todos dieron un paso al frente./Así pasó el día y llegó la noche./Pero cuando en el firmamento floreció la primera estrella/Todos a la vez dieron un paso al frente./“Atrás, fuera de aquí, fantasmas inmundos,/Regresad a vuestra vieja noche”./Pero nadie respondió y, en cambio,/Todos, en círculo, dieron un paso al frente» (Defecto de forma).

Por Iñaki Urdanibia.

El día 11 de abril de, 1987, hace treinta años, ponía fin a su vida, el escritor italiano. Coincidencias de la vida: el mismo día, 11 de abril, de 1977 fallecía el poeta Jacques Prévert, su figura la dejo para mi próximo artículo.

«Soñábamos en las noches salvajes
sueños densos y violentos
que soñábamos con cuerpo y alma:
volver, comer, contar»

(Primo Levi , La tregua)

Fue un 11 de abril, el de 1987, cuando Primo Levi puso fin a su vida arrojándose por el agujero de la escalera de su vivienda turinesa. Su muerte sorprendió a muchos que consideraban que el superviviente de los campos de la muerte había superado el mal de Auschwitz; se preguntaba Jorge Semprún en este orden de cosas: «¿Por qué el escritor había perdido la paz que la escritura parecía haberle dado? ¿Qué se le había movido en su memoria, qué cataclismo ese sábado?» (La escritura o la vida). No parece lo más recomendable tratar de averiguar los reales motivos que le empujaron a tomar esa decisión. que no parece por el modo de ejecución, que fuese especialmente preparada, ni tampoco dar la razón a Jean Améry, autor del necesario «Más allá de la culpa y la expiación» quien señalaba que tras la experiencia vivida en los lager no había otra salida que el suicidio – cosa que él cumplió al , por emplear su expresión, levantar la mano contra sí mismo en 1978 -, postura rebatida con furia por el italiano en uno de los artículos que compone su «Los hundidos y los salvados», que al final, tras muchos años, de finalizar el encierro acabó optando por quitarse la vida; las visiones de ambos estaban en las antípodas: así Améry en respuesta a una agresión de un preso común, decía «mi dignidad se concentraba plenamente en el puñetazo a la mandíbula, aun siendo yo mucho más débil, impulsado por una profunda rabia…», dejando claro que esta reacción le satisfacía, a esto Levi respondía señalando que para él resultaba incomprensible tal reacción, no «por santidad evangélica, ni por aristocratismo intelectual, sino en razón de una capacidad intrínseca», dos maneras de ser que se traducían en lo referente a qué hacer tras la experiencia padecida y en respuesta de las agresiones recibidas. Lo que es cierto es que la cada vez mayor presencia de las teorías negacionistas le traían por la calle de la amargura, y que le impulsaban a tratar de testimoniar con mayor fuerza, si cabe, la experiencia padecida; a esto habría de añadirse el peso de una vida junto a dos ancianas, su madre y su suegra, en su propio domicilio lo cual no es que le hiciese la existencia especialmente grata…sea como sea, y según Lucia su viuda, « desde hacía tiempo sufría una honda depresión…acrecentada por una pequeña intervención quirúrgica, de próstata, que no suponía mayor problema, según los médicos, pero que para él eran un motivo de angustia». El mismo día de su suicidio había llamado al gran rabino de Roma diciéndole: «no sé cómo seguir. Ya no soporto esta vida. Mi madre sufre de cáncer , y cada vez que miro su rostro, me acuerdo del de aquellos hombres que yacían sobre las tablas de los jergones de Auschwitz»; momentos antes, el mismo día, la portera subió, como de costumbre a entregarle el correo, y vio a Levi, sonriente y amable como era habitual…mientras la señora bajaba la escalera oyó un golpe tremendo contra el suelo. Era Primo Levi. . Aunque sea recurrir a hipotéticas palabras mayores, juzgo que no se ha de olvidar la culpabilidad propia de haber sobrevivido que nunca le abandonó y que dejó subrayada en diferentes ocasiones, destacando que quienes habían salido adelante lo habían hecho a costa de otros, completando dicha aseveración con la afirmación de que eran quienes habían visto de frente los ojos a la Gorgona, los denominados musulmanes, quienes se habían llevado consigo el verdadero testimonio, de quienes había tocado realmente fondo, a la tumba. [Es de justicia señalar que la causa fundamental de haberse mantenido en vida fue su profesión de químico lo cual le supuso ser destinado a la Buna, una gigantesca empresa de productos químicos (dedicada en principio a la elaboración de caucho sintético), ubicada en el campo de Monowitz, lo que le libró de padecer a la dureza del invierno . A esto se han de añadir otras «felices» coincidencias: su comprensión de la lengua alemana, y el haber contraído la escarlatina lo que le condujo a evitar las macabras marchas de la muerte que emprendieron los SS con los detenidos que quedaban, y permanecer en el abandonado campo hasta la llegada de las tropas liberadoras el 27 de enero de 1945]. El último poema que dejó escrito, fechado el 2 de enero del año de sus desaparición, Almanaque, es una verdadera despedida del mundo: «Los ríos indiferentes / Seguirán fluyendo hacia el mar/ O inundarán y destruirán los diques, / Antiguas obras de hombres decididos. / Los glaciares seguirán limando / Aplanando lo que reposa debajo de ellos, / O lo que de repente cae / Destruyendo los árboles. / El mar, cautivo entre / Dos continentes, seguirá luchando, / Siempre avaro de sus riquezas. / Sol, estrellas, planetas y cometas / Seguirán su carrera, / La tierra también temerá las inmutables / leyes del universo. / Nosotros, descendencia viva, pero de poca razón, / Destruiremos, mancharemos, / Cada vez más febrilmente. / Muy pronto extenderemos el desierto / Hasta las selvas del Amazonas, / Hasta el corazón de nuestras ciudades, / Hasta nuestros corazones.»

Muchas veces, a sí mismo, se recitaba Primo Levi estos versos de T. S.Eliot, que llevaban por título El entierro de los muertos: «Abril es el mes más cruel, criando / lilas de la tierra muerta, mezclando / memoria y deseo, removiendo / turbias raíces con lluvia de primavera. / …/ ¿Cuáles son las raíces que se aferran, qué ramas crecen / de esta pétrea basura? Hijo del hombre, / no lo puedes decir , ni adivinar, pues conoces sólo / un montón de imágenes rotas, en que da el sol, / y el árbol muerto no da cobijo, ni el grillo da alivio, / ni la piedra seca da ruido de agua. Sólo / hay sombra bajo esta sombra roja, / ( entra bajo la sombra de esta roca roja), / y te enseñaré algo diferente, tanto / de tu sombra por la mañana caminando detrás de ti / como de tu sombra por la tarde subiendo a tu encuentro; / te enseñaré el miedo en un puñado de polvo».

No hace falta presentar al escritor italiano ya que su obras, en especial su Si esto es un hombre, son las que le han supuesto el ser conocido en el mundo de las tetras y de los testimonios. Tampoco está de más señalar que además de la nombrada y las otras dos que componen la denominada Trilogía de Auschwitz (La tregua y Los hundidos y los salvados ) , Levi es el autor de otras obras ajenas a la experiencia del universo concentracionario: Cuentos en los que se ven incursiones en la ciencia ficción, en los temas relacionados con la cultura y la ciencia como antídotos del no-pensamiento fascista, pleno de falacias y mentiras, sin olvidar su opinión y crítica sobre otros colegas escritores. [a algunas de estas cuestiones me he referido con anterioridad en esta misma red:

http://2014.kaosenlared.net/component/k2/13382-primo-levi-el-justo.html?tmpl=component&print=1
http://kaosenlared.net/primo-levi-el-deber-de-memoria/ ].

Si por su condición de superviviente y por el testimonio prestado pasó a ser conocido, y si conocidas son sus vivencias en Auschwitz y su posterior periplo por tierras europeas antes de llegar a su ciudad Turín, lo que son menos conocidos son los momentos en los que se dispararon los eslabones de una cadena de desgracias…los momentos de la resistencia antifascista , momento en el que fue detenido. De tal experiencia poco ha hablado Levi, a no ser sus primeras páginas de Si esto es un hombre en donde refleja los momentos de su detención, o alguna de las entradas de El sistema periódico, además de en alguna entrevistas y conversaciones . Aquella experiencia, qué duda cabe de que fue decisiva para su vida posterior y supuso una huella que aunque no fuese mayormente aireada por él, dejó su honda impronta en su alma, y en su futuro.

En la primavera de 1940, Italia declaraba la guerra a Francia y a Inglaterra – tras sus expediciones africanas (Libia, Etiopía) y su entrada en Grecia, etc. -; para entonces a los estudiantes de “raza judía” se les permitía concluir los estudios en los que estaban embarcados. Levi estaba comprometido en su licenciatura de química. Viendo que se mascaba un callejón sin salida, que se traducía en una abierta guerra civil, surgía la pregunta de qué hacer. Así como Leone y Natalia Ginzburg, por ejemplo, tenían claras sus posturas – la necesidad de unirse a la resistencia – debido a su compromiso político (comunista) y a sus antecedentes familiares, Primo Levi, y algunos amigos suyos, andaban bastante perdidos y tratando de hallar un «antifascismo a su medida»…al final, y a pesar de sus reservas al respecto («judío, marginado y escéptico hasta los topes ante los últimos acontecimientos, enemigo de la violencia y nada impulsado a oponerse con las mismas armas a la violencia opuesta») con varios amigos, judíos como él y más centrados en las diversiones como el alpinismo, las canciones y los juegos, se fueron al monte para unirse a la resistencia contra el fascismo… «después de la profunda embriaguez verbal, seguros de nuestra propia elección, inseguros en lo que hace a nuestros medios, con más desesperanza que esperanza en el corazón […] no echamos al ruedo para medirnos. Nos separamos para seguir nuestro destino, cada uno en un valle diferente»; él con diez más permanecieron juntos en el valle de Aosta, bajo las directrices del movimiento de resistencia antifascista Justicia y Libertad; «no me resultó fácil la decisión de tomar el camino de la montaña y contribuir a poner en marcha lo que, en mi opinión y en la de mis amigos, apenas más experimentados que yo, debería convertirse en un grupo de partisanos afiliados a Giustizia e Libertà». Allá anduvieron en la montaña – como él mimo señalase en El sistema periódico – pasando frío, hambre, desarmados y desprotegidos, y allá fueron capturados el 13 de diciembre por los milicianos fascistas de la república de Saló, que en número de trescientos rodearon a los once partisanos. Era el mismo día en que Leone Ginzburg era torturado hasta la muerte en la prisión de Roma, Regina Coeli; permanecieron i partisani detenidos durante dos meses en un cuartel. Al final, habiendo sido detenido como partisano, y desconociendo sus captores su condición de judío (su pasaporte que estaba burdamente falsificado…fue arrojado por él mientras avanzaban detenidos por el monte). Al final, fue deportado como judío al siniestro campo de la muerte de Auschwitz; los milicianos le había dicho. «te enviamos a un campo de concentración y allá te quedarás hasta el final de la guerra, en Italia; nosotros no entregamos a nadie a los alemanes».

Tal vez la huella más profunda que le quedó de aquella experiencia en el maquis fue la que recuerda en El sistema periódico. «…en la mente de todos pesaba un turbio secreto, el mismo secreto que nos había expuesto a la captura, pues había apagado en nosotros, algunos días antes, toda voluntad de resistir e incluso de vivir. Nos habíamos visto obligados en conciencia a ejecutar una condena, y lo hicimos, pero salimos destrozados, desmoralizados y deseando vernos, hablarnos, ayudarnos mutuamente para exorcizar este recuerdo tan reciente».

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Precisamente sobre este periodo de la vida de Primo Levi no excesivamente conocida y de la qué tampoco es que hablase él mismo en demasía acaba de publicarse una obra : «Partigia. Primo Levi, la Résistance et la mémoire» de Sergio Luzzatto (Gallimard, 2017) que aporta informaciones de interés no solo referidas al escritor que nos ocupa sino también a la lucha de resistencia que se desarrolló en tierras italianas contra el fascismo.

No cabe la menor duda de que los tres meses que Levi pasó en la montaña, dejaron una honda huella a añadir a la posterior del lager. En la obra que traigo a colación las únicas acciones armadas que pueden ponerse en el haber del grupo de Levi y amigos, es la muerte de un par de compañeros tratados de “traidores”. No trata el libro de supuestas hazañas bélicas, ya que como reitero, prácticamente no entraron en combate, cosa que, por otra parte, hubiese sido prácticamente imposible ya que las armas que tenían no servía ni para matar gorriones, con perdón para los alados.

Lo delicado del tema , la revisión de la resistencia antifascista en Italia, supuso que la obra pasará de largo por los despachos de la prestigiosa Einaudi, que era la editorial que editó a Primo Levi; la historia se repite ya que con respecto a Levi al principio se negarona publicarle – la responsabilidad fue de Natalia Ginzburg – Si esto es un hombre…luego la recuperaron , al igual que ya el resto de sus obras. Pues bien, como digo, en esta ocasión, lo peliagudo del tema abordado por Lazzaratto, hizo que Einaudi rechazara la publicación del libro y el historiador recurriese a Mondadori. A esta negativa inicial se sumó, para embrollar más la cosa, que antes de que la obra estuviese en los anaqueles de las librerías , se difundieron algunos trozos de la obra, lo que creó una encendida polémica provocada por algunos que vieron en la obra de la que hablo un descarado embellecimiento de la resistencia italiana y del propio escritor. Se ve que hay temas que son clara muestra de que hay heridas que todavía no han sido cicatrizadas: el de la Resistencia es uno de ellos, la figura del escritor del que hablo , otro.

Generalmente las obras que han tratado de los maquis italianos han sido más anónimas , al referirse al movimiento en general, cuando la obra de Lazzaratto se detiene en un caso bien concreto, recurriendo a nombres y apellidos. Dicho esto tampoco ha de negarse que el trato con el que el historiador se acerca al asunto, y muy en concreto al escritor turinés, está cargado de cariño y lo que consigue, más allá de otro tipo de cuestiones, es poner el foco en aspectos poco conocidos de aquella red de resistencia y de las actividades partisanas de Levi.

No se ha de pensar, no obstante, que el autor se centre únicamente en la figura del escritor y en la de sus compañeros de fatigas, sino que la mirada se amplía a los distintos focos de resistencia en el valle de Aosta, y naturalmente nos topamos con que no todos los ángeles estaban de un lado mientras que del otro todos los demonios que en el mundo son; también entre los resistentes había seres sanguinarios, vengativos, del mismo modo que conocemos a fascistas que se infiltraron en las redes resistentes y conoceremos a fanáticos seguidores de Mussolini, dispuestos a llevarse por delante a todos los «bandidos» que pillasen a su marcial paso. Es esta mirada abierta en abanico la que ha provocado algunas quejas sin tener en cuenta que los tonos grises tienen su innegable presencia en los asuntos humanos, en especial cuando las cosas se ponen al límite. Hablando precisamente de Primo Levi no puede ignorarse la enorme atención que él prestó a las zonas grises.

Los tiempos visitados y descritos, tras el desembarco en Sicilia de los aliados y el posterior armisticio, son los de la desbandada que describía, por ejemplo, una testigo de la situación, Luciana Nissim: «como en toda Italia en ese momento, había un gran desorden. Los judíos se escondían, los fascistas se escondían, soldados que se habían escapado del ejército se escondían. Así, a veces no sabías bien en dónde te encontrabas, sabías únicamente que todos aquellos con quienes te cruzabas, eran de alguna manera, clandestinos». Momentos en los que se daba un cúmulo de dudas, entre los mismos soldados, acerca de con quién posicionarse, ya que el Duce se había convertido en un títere en manos de los alemanes, lo cual hacía que no pocos perdieran su confianza en él y en su liderazgo supuestamente patriótico.

La historia narrada, no acaba con la detención de Levi y su colegas, sino que como es natural se extiende hasta el año 1945, sin evitar una mirada sobre el ambiente que se respiraba en los tiempos que se abrieron tras la Liberación: arreglos de cuentas, depuraciones, venganzas, cambios de camisa y ascensos en los aparatos estatales de la Italia democrática, y trabajos de señalados fascistas en los organismos de los servicios de inteligencia americanos…. muchas de estas cuestiones consagradas por la ley de amnistía de 1946, promovida por Palmiro Togliati, en busca de una normalización de la vida italiana….Las cosas no quedaron así, sino que como se suele decir, se hincharon: coletazos del espíritu resistente, mantenido con honradez por algunos hasta décadas después (¡ ay Feltrinelli!), y aprovechado por otros para hacer negocios con la necesidad ajena.

La obra se lee como una novela, aunque la enorme cantidad de personajes que surcan las páginas hacen que la tarea resulte algo liosa, en especial, para quienes no estamos puestos especialmente en la historia italiana. En lo que hace al escritor que nos ocupa Lazzaratto hurga en las fuentes de los escritos levisianos (de Levi) para hallar un cierto hilo conductor no sólo en lo que hace al comportamiento de nuestro hombre sino también en la huella que aquellos tiempos dejaron en él. Una decena de años, desde el enfrentamiento, más o menos, abierto al generalizado de 1943 hasta 1945, recorridos de la mano de un guía de excepción que no ha ahorrado recurrir al uso y consulta de archivos y testimonios… Al mismo tiempo, no sería exagerado ubicar la obra en la mirada propia de la microhistoria, es decir del análisis de la singularidad, se catapulta una comprensión más general y global del asunto estudiado (cómo no nombrar, precisamente al hijo de Natalia Ginzburg, Carlo y su El queso y los gusanos, o la obra de Emmanuel Le Roy Ladurie y su visita a Montaillou, villa occitana, o a Cipolla y las rejas de Montelupo, por nombrar algunos casos ejemplares de ese tipo de mirada histórica). En esta ocasión vemos que la mirada sobre el caso del que venimos hablando puede servir a nivel micro como reflejo de lo que se daba a nivel macro ( caza de judíos, delaciones, cambios de chaqueta y otros travestismos, limpiezas salvajes de zonas rebeldes, mezcla en algunos casos de bandidismo con afanes de aventura…sin olvidar el azar que llevaba a unos para un lado y arrastraba a otros hacia el contrario; con una carencia absoluta de voluntad heroica que, si se exceptúan los casos de militancia – muy en especial bajo la batuta «comunista» – quedan muy bien para las películas).

Y el llamado pueblo llano de amplias zonas de la geografía planeada preocupado por la leche, las patatas, y por evitar las salvajes razzias de los nazi-fascistas que estaban siempre dispuestos a aplicar la venganza sobre aquellas localidades en que los partisanos parecían moverse como peces en el agua.

Cuando Lazzaratto tenía diez años escuchaba a su madre que le leía cartas de condenados a muerte de la Resistencia. En 1977 su profesor de literatura le invita a leer Si esto es un hombre de Primo Levi. Más tarde, se enterará de la muerte del escritor en 1987 y para cerrar el círculo, en 2008 paseando por el monte con sus hijos, en el pico de Joux, en el valle de Aosta, vio una placa conmemorativa del lugar en el que el escritor fue detenido el 13 de diciembre de 1943. La unión de todos estos hechos son los que le impulsaron a escribir la obra de la que ha dado cuenta.