Category: URSULA K. LE GUIN


Por Iñaki Urdanibia.

Una muy interesante recopilación de ensayos, conferencias, artículos y entrevistas de la escritora norteamericana.

No sería necesario aclarar el posible equívoco al que puede conducir el título de este artículo, y lo digo ya que la escritora estadounidense falleció en enero de este mismo año (http://kaosenlared.net/ursula-k-le-guin-cartografa-de-geografias-imaginarias/). Siempre podría entenderse que en el caso de esta creadora de mundos imaginarios, ésta se permitiese hablar desde ultra-tumba o desde alguno de sus inventados países, desde Ekumen o Terramar, por ejemplo. Obviamente no es el caso sino que estamos ante sus opiniones y la exposición argumentada sobre asuntos humanos, demasiado humanos… y con el acento en lo femenino. Verdaderas incursiones en su modo de pensar en lo que hace a la escritura, a la condición femenina y acerca de la injusticia del mundo con la perspectiva de unos particulares tonos libertarios.

En «Contar es escuchar» (Círculo de Tiza, 2018), recopilación de textos sobre la escritura, la lectura y la imaginación, Ursula K. Le Guin da muestra de tener un fino oído para aprehender las voces del mundo que nos rodea; su atenta escucha va a ser convertida en narración como ella explica y como da a entender el título del volumen. Éste se compone de cuatro apartados: Cuestiones personales, Lecturas, Discusiones y opiniones y Sobre la escritura a través de los que se nos conducen a conocer a la escritora, considerada reina de la ciencia-ficción, y a su modo de pensar sobre lo divino y lo humano. El libro es fundamental para quien quiera conocer a la autora y/o acercarse a su obra, ya que en él se nos brindan numerosas pistas que pueden orientar la tarea, tanto en lo que hace a su propia obra, obviamente, como a las obras de otros que son comentadas por la autora.

Las ideas que la escritora expone en los ensayos que componen el volumen resultan francamente deslumbrantes en su cegadora lucidez. Desde una defensa decidida de los derechos de las mujeres y algunas reflexiones sagaces sobre la tortura que suponen algún tipo de zapatos para quienes los lucen o mejor los sufren, o sus puntualizaciones sobre la composición de un tribunal literaria en el que a algunos llamaba la atención que hubiese muchas mujeres, cosa que como ella misma señala no ocurriría en caso contrario, que todo dios daría como normal. La apertura ya es de tralla, con la presentación de un texto preparado para ser leído, en el que ella, de manera despistante en su vena irónica hasta las cartolas, se presenta como un hombre… para ir desgranando una serie de pinceladas que desembocan en un cerrado alegato feminista. Se refiere en las primeras páginas también a algunos indios cuyos avatares conoció a través del trabajo antropológico de su padre. La reivindicación de las biblioteca públicas no tiene desperdicio, al igual que sus lucidas descripciones, y las ideas que se derivan de ellas, de una isla, en el seno de un río, y las fronteras y sus dos lados, que separan y unen… en sus límites.

Además del sello claramente femenino, ya nombrado, planean sobre todos los textos los temas de la vejez, del paso del tiempo y de la decadencia que supone especialmente en lo referido a lo corporal. Destacables resultan también sus análisis de diferentes autores y obras literarias (Borges, Mark Twain , Tolkien…); con respecto al último de los nombrados, se erige en defensora del autor de El Señor de los anillos, que no es tenido en cuenta por los profesores de literatura, ya que – según afirma – ello supondría, además de leerlo, remover algunas posiciones heredadas y convertidas en principios inamovibles por lo fosilizado; apreciaciones que .sin lugar a dudas, son aplicables como un guante a la mano a la consideración, o falta de ella, de su obra, a la que habitualmente se la encasilla, lo cual puede traducirse que se le margina de la historia general de la literatura para dejarla aparcada en un subgénero, del de la ciencia-ficción, poco valorado o considerado, con condescendencia , como un género menor.

El libro concluye con una serie de rumias e indicaciones acerca de la escritura, tanto la de ella y sus fuentes de inspiración (Virginia Woolf, Tolstói, …), como la de otros, deteniéndose, entre otras cosas, en un medido balance sobre los talleres literarios, o sobre las preguntas que generalmente se le hacen con respecto a sus creaciones, sus fuentes de inspiración, etc., etc., etc.

Un cúmulo de sabias lecciones de esta escritora-activista, que además de – como queda dicho – servir pare conocer a la autora y sus motivaciones, filias y fobias, no resulta banal en lo que hace a ofrecer pistas para quienes pretendan acceder al oficio de escribir, que diría el otro.

Leer es una forma de escucha, y escuchar las palabras de Ursula K. Le Guin, abre horizontes olvidados o no tenidos en cuenta en lo que hace, además de a todo lo ya mentado, a las relaciones con la naturaleza, al arte o a la política… y la imaginación como modo de defenderse del agobio de este injusto mundo. Dice la autora: «A fin de cuentas, aquí me tienen, vieja – cunado escribí estas líneas tenía sesenta años. Y ahora tengo más de setenta. Y es mi culpa. Nací antes de que se inventaran las mujeres y he vivido los pasados decenios tratando de ser un buen hombre y me he olvidado de seguir siendo joven, así que envejecí. Si no se me da bien lo de fingir ser hombre ni se me da bien lo de ser joven, acaso podría empezar a fingir que soy una persona mayor. No estoy segura de que ya se hayan inventado las mujeres mayores, pero merece la pena intentarse».

No quisiera concluir estas líneas sin referirme a una serie de reediciones, por parte de Minotauro, de algunas de sus más destacables obras: La mano izquierda de la oscuridad y Los desposeídos. RBA, por su parte, ha recuperado recientemente: Mundos del exilio e ilusiones o Las doce miradas del viento.

Usula K. Le Guin una existencia volcada en pos de la libertad, puesta en acto en sus creaciones artísticas.

Por Inaki Urdanibia.

El lunes día 22 falleció la gran escritora en su casa de Portland, Oregon, California.

Le faltaban dos años para cumplir los noventa y tras una temporada enferma esta semana se despidió esta mujer que había escrito numerosas novelas, una veintena, y que había creado diferentes mundos imaginarios; toda una topografía en la que el toque feminista invadía las distintas geografías. Se le ha solido encuadrar dentro de los límites de la ciencia ficción hasta coronarla como la reina del género, lo cual parece injusto ya que el encasillamiento parece ignorar que más allá de géneros, había una gran escritora, que en más de una vez sonó para el Nobel; dicho sea al pasar, la concesión de tal galardón muchas veces no responde a criterios de calidad literaria sino a cuestiones políticas y geoestratégicas… no hubiera sido el caso, ya que la fallecida era una escritora de altura y no lo digo por la ubicación, más allá de nuestra cartografiada tierra, de sus historias interplanetarias; la valoración de sus pares está ahí: Philip Roth, John Updike, Thomas Pynchon, Roberto Bolaño o Don DeLillo, y tampoco se han escatimado los elogios desde el campo de la filosofía: Paco Fernández Buey, Fredric Jameson, Jean-François Lyotard, Slavoj Zizek… Reivindicaba ella, no obstante, la valía de la fantasía y la imaginación componentes esenciales de la creación de otros mundos propios, no en exclusiva, de la ciencia ficción: «La ciencia ficción no es algo menor. Y no es solo, ni especialmente, la Enterprise, Star Wars o las tropas del espacio. Significa experimentar con la imaginación, responder preguntas que no tienen respuesta. Implica cosas muy profundas, que cada viaje es irreversible…»; por tales pagos se movió la trayectoria de esta mujer que trataba de inaugurar una óptica distinta para acercarse a lo humano.

Entramos en la lectura de sus obras en países imaginarios, fantásticos, imaginarios, maravillosos… tan presentes en las clásicas narraciones fantásticas, presencia que puede emparentarse con ciertos tonos utópicos, y en consecuencia con algunos ejemplos de la denominada ciencia-ficción, con fuertes dosis en los casos de Ray Bradury, Olaf Stapledon o la autora ahora fallecida, que entreveraba fantasía y ciencia- ficción definidas como transgresoras de las leyes físicas. Es tal vez en el campo de las distopías en donde han solido florecer escritoras feministas (desde Mary Wollstonecraft Shelley a Margaret Atwood, pasando por Alice Sheldon, Alice Mary Norton o Doris Lessing aunque la incursión de esta última en el género no es que fuese muy brillante), muy en concreto destacado es el caso de Ursula K. Le Guin que desde obras tempranas había introducido asuntos relacionados con los cambios en el terreno de los papeles del género, asunto importante que ella no se cansó de subrayar durante toda su vida: «Me he identificado como feminista muchos años. En la actualidad, la palabra se interpreta en tantas maneras conflictivas, muchas de ellas ignorantes u hostiles, que raramente la uso. Si una feminista es alguien que piensa que el género es en gran medida una construcción social, y que nada justifica el dominio social de un género sobre otro, entonces soy feminista»: como digo, así podía constatarse en La mano izquierda de la oscuridad (1969), que presenta un planeta habitado por hermafroditas, o en Los desposeídos. Una utopía ambigua (1974); la primera de ellas premiada con los premios Nebula el mismo año de su publicación y con el Hugo al año siguiente, mientras que la segunda, quizá la más célebre y polémica de las novelas publicadas por la autora que consiguió igualmente en premio Nebula en 1974 y el Hugo en 1975 y algunos galardones más, años después. La obra, como señalo, alcanzó celebridad, una maravilla para algunos, insufrible para otros que no veían con agrado el radical sello social que empapaba la obra, situada en el planeta Urras (USA+URSS ) y en su luna Anarres ( anar / res = cosa de anarquistas), que a su vez pertenecían a Ekumen; los habitantes de Anarres eran herederos de exiliados de Urras, que habían logrado huir debido a su participación en una revolución anarquista que había estallado doscientos años antes que los hechos narrados.

Si sus primeros pinitos se plasmaron en Rocannon, que abriría el ciclo Ekumen, luego llegaría a su plenitud con sus historias y narraciones sobre Terramar, archipiélago de casi un centenar de islas con sus diferentes espacios y normativas, sus rituales y la importancia de la magia que se opone a la visión materialista (léase: economicista y productivista) por medio de la valorización de lo espiritual, lo que hace que se pueda hablar de una utopía de la imperfección, ya que la construcción del lugar es un devenir constante y no un modelo pre-programado que escape a las medidas de lo humano para ubicarse en terrenos arcangélicos.

Ya desde los tiempos de Platón, al menos, los humanos han ideado lugares ideales que supusieran una mejora con respecto al valle de lágrimas en el que les tocaba vivir: así se avanzó desde la Atlantida, a las islas de los Moro, Campanella, Bacon, etc., que parecían retratos sociales estáticos, Le Guin planteaba una utopía de la construcción continua, siempre en proceso de creación, y no dada de una vez por todas.

Las preocupaciones que muestran sus obras contagiadas ,como ella misma se cansase de repetir, por Pietr Kropotkin, Paul Goodman o Emma Goldman, cruzados con el taoísmo, era el bienestar de los humanos, con especial incidencia en los aspectos feministas, ecologistas y contrarios a cualquier forma de autoritarismo ya fuese capitalista como supuestamente socialista («Era fácil compartir cuando había comida suficiente, o apenas la suficiente, para seguir viviendo. ¿Pero cuando no la había? Entonces entraba en juego la fuerza; la fuerza se convertía en derecho; en poder, y la herramienta del poder era la violencia, y su aliado más devoto, el ojo que no quiere ver»; todo ello en un ambiente en el que la dulzura entre los humanos en conversación sobresalía sobre los dejes autoritarios, machistas y brutales, «[…] También quise mostrar un mundo sin guerras. Antropológicamente, en buena parte las guerras parecen una forma en que los hombres buscan más poder, honor y control. Compiten con otros hombres por ello, lo que me parece muy primitivo, muy básico. Hay una dureza y un salvajismo irreductibles en los hombres. Algunas mujeres también los poseen. Pero es un rasgo propio de los hombres y que ha caracterizado a las sociedades que han dominado. La idea de la competitividad, de la necesidad de un jefe, de la jerarquía piramidal. Las mujeres no jugamos en general a ese juego. No es que no seamos competitivas, pero no necesitamos batir al otro». …estado alcanzado con la primacía de la palabra y el uso de ella por parte de todos los iguales; «el anarquismo que prefigura el pensamiento taoísta primitivo y que exponen Shelley y Kropotkin, Goldman y Goodman. El principal objetivo del anarquismo es acabar con el estado autoritario (capitalista o socialista); su principal preocupación moral es la cooperación (solidaridad, ayuda mutua). Es la más idealista y, para mí, la más interesante, de todas las teorías políticas» (Las doce moradas del viento. Minotauro, 1987; p. 159)

Sus obras han sido premiadas con los más prestigiosos galardones del género fantástico (además de los ya nombrados Nebula y Hugo, con los Locus, National Book Award, American Book Award…), y hasta fue nombrada gran maestra por la Asociación de Escritores de ciencia ficción y fantasía de su país; contándose entre la treintena de escritores que han conseguido tan gran distinción. Como un icono de la literatura y no solo de la ciencia ficción era considerada por Stephen King esta dama nacida en Nueva York el 21 de octubre de 1929 en Berkeley.

Podría considerarse en cierto sentido su escritura como una visión antropológica que trataba de paliar las tendencias violentas y machistas estereotipadas que empapaban ciertos géneros literarios; su empeño era presentar la naturaleza humana situando a sus protagonistas en situaciones y mundos diversos e ignotos… en medio de dragones, naves especiales y otros ingenios, que desplazan la normalidad infecta hacia otros horizontes que tendiesen a evitar los defectos de las conocidas, imperios y poblaciones imposibles por su inverosimilitud si en cuenta se tienen los baremos al uso.

Sin entrar en un rastreo de la amplitud de su obra sí que quisiera concluir estas líneas necrológicas con un par de recomendaciones de cara a acercarse a la obra de esta escritora que mostró la capacidad de la fantasía como capaz de expresar el poder crítico e incluso desmitificador, al insertar sus relatos en la historia y prestar la atención debida a las cuestiones éticas al destacar aspectos relacionados con la superación del dominio de los valores egoístas, opresores basados en las diferencias de sexo o de color de piel como señalase su compatriota Fredric Jameson (Archéologies du futur. Le désir nommé utopie. Max Millo, 2007; pp. 127 et ss.): por una parte, Los mundos de Ursula K. Le Guin (Minotauro, 2008) que recoge tres de sus novelas más destacadas y premiadas: Los desposeídos, El nombre del mundo es bosque y La mano izquierda de la oscuridad; por otra Cuentos de Terramar (Minotauro, 2007) que reúne cinco cuentos y expone Una descripción de Terramar. Añadiré que hace algo menos de un año saludaba la aparición de un curioso libro: «El día antes de la revolución» (Nórdica, 2017) [http://kaosenlared.net/los-mundos-otros-de-ursula-k-le-guin/].

Este lunes la dama de negro se la llevó, tal vez al planeta Eltanin, planeta del exilio (Edhasa, 2008), allá en donde la lucha contra el distinto es un absurdo y las relaciones de igualdad son moneda al uso. A falta de dominar el idioma de Terramar, recurro a otro que igualmente desconozco pero que era el propio de la señora: Let the earth be mild.