Category: MARGARET ATWOOD


Por Iñaki Urdanibia

Ya es posible hacerse con la secuela de «El cuento de la criada» de Margaret Atwood… nadie saldrá defraudado; obviamente, no hace falta ni decirlo, han de abstenerse falócratas y yerbas semejantes.

«Es imposible contar una cosa exactamente tal como ocurrió, porque lo que uno dice nunca puede ser exacto, siempre se deja algo, hay muchas partes, aspectos, contracorrientes, matices; demasiados detalles que podrían significar esto o aquello, demasiadas formas que no pueden ser totalmente descritas, demasiados aromas y sabores en el aire o en la lengua, demasiados colores»

«El cuento de la criada»

Si ya en El cuento de la criada, publicada en 1985 y dos años después traducida al castellano, se daba cuenta de una sociedad patriarcal en las que las mujeres no eran más que matrices con piernas (éstas oraban todas las mañanas: «gracias por no haberme hecho hombre… para ser dignas de ser llenadas: de gracia, de amor, de abnegación, de semen y de niños»), que, uniformadas (si las Criadas vestían de rojo, ahora la gama se ha ampliado al rosa, el azul…), debían guardar silencio y mostrarse recatas entre ellas y más en concreto ante los hombres, lugar en el que regían los principios religiosos más estrictos y retrógrados, sociedad en la que funcionaba una férrea estructura de vigilancia que se asemejaba al panóptico benthamiano, también se dejaba ver la confirmación de aquello de que donde hay opresión hay resistencia, y myday con sus más y sus menos, intentaba organizarse con el explícito lema de: Nolite bastardes carborumdorum.

Quince años de lo entonces relatado, se amplía la mirada sobre la vida en aquella demencial sociedad, en «Los Testamentos» (Salamandra, 2019); son tres voces las que cuentan sus experiencias en Gilead, o en relación con ella, y por medio de ellas somos adentrados en las fechorías que allá vivieron, y se siguen viviendo a pesar de que la sociedad aquella está de creciente decadencia: un par de voces pertenecen a jóvenes: la una que vive en Toronto con su padres, Daisy, Melanie y Neil que tienen una tienda de ropa y objetos usados, El sabueso de la ropa; la jovencita, casi una niña, siente que sus padres le tratan con cierta distancia, al contrario de lo que observa en el trato que se dispensa a sus compañeros del selecto y elitista colegio. Además de las estrictas órdenes que le transmiten sus padres, guiadas por el temor a ser atacada por drogadictos u otros delincuentes, el comportamiento de ellos se le antoja extraño y bañado de misterio… vamos que no hablan claro, a no ser en lo que hace a las recomendaciones sobre que hay que ser justo y lo que hay que hacer en la vida, de rectitud que ellos proponen. A la tienda acuden diferentes clientes asiduos, y también asoman unas Perlas que reparten buenos consejos y folletos que ensalzan las mil maravillas que es Gilead. La joven no las mira con buena cara ya que tanto en el colegio, los profesores e igualmente los alumnos echan pestes sobre Gilead, hasta el punto de que se organiza una multitudinaria manifestación en la que se lanzan consignas en contra de los desmanes (ejecuciones, mutilaciones…) que se dan en tal lugar; frente a esta manifestación se alza la voz de las contramanifestantes que insultan a los manifestantes, reclaman que se devuelva a una niña que según cuentan fue secuestrada por algunos desalmados progenitores, Nicole, que ha sido erigida en símbolo de los ataques que recibe la sociedad gileadiana. La joven va a la manifestación desoyendo las órdenes de sus padres que le habían avisado de los enormes peligros de que asistiese a tal manifestación… los padres ponían gran énfasis, en sus conversaciones privadas, sobre los peligros de las cámaras, de las apariciones televisivas… El caso es que un día el local del negocio familiar es asaltado y más tarde los padres sufren un fatídico atentado; los mismos días aparecen muertas algunas personas ligadas, de uno u otro modo, con Gilead, entre ellas algunas Tías desplazadas en tareas de misión; la chica se queda sola y Ada, clienta y amiga de su madre, encaminará sus pasos por ambientes dele exilio y de la oposición a Gilead.

La otra joven, Agnes Jemina (la primera palabra significando en latín: cordero, y la segunda tomada de una niña singular de la Biblia, hija de Job), es hija de un comandante que no es que le haga mucho caso ya que está ocupado por sus importantes asuntos; las relaciones con su madre son cercanas si bien aun no faltándole el cariño de ésta, no le dice toda la verdad acerca de sus habituales encierros en su habitación alegando que necesitaba descansar, agobiada por la enfermedad… van a ser las Marthas, al servicio de las familias de los Comandantes, quienes eran sabedoras de todos los secretos y tejemanejes que se sucedían en aquel y en otros hogares, quienes se fueron de la lengua anunciando a la desconocedora muchacha que su madre iba a morir en breve, como así fue. La chica se sintió estafada por el secreto de su madre, mas lo que fue peor es que su padre contrajo matrimonio con Paula, viuda de un Comandante que había sido eliminado, en situación embarazosa en lo que hacía a su desnudez y contacto indebido con la mujer con la que se le halló, por una Criada; la nueva pareja no hace ni caso a la chica, o el contrario sí que le tratan para darle órdenes o para afear su modo de actuar en todos los terrenos de la vida. Esta falta de atención y amor parce transmitirse a sus compañeras de colegio, lugar en el que parece que todas las demás huyen de ella como si de la mismísima peste se tratar. Ante la ignorancia de cuál pueda ser el motivo de esta marginación, llega a sus oídos que se ha extendido entre la gente, que los padres no quieren a la niña… Le coincide tal estado anímico y relacional con «a la llegada de la sangre por las piernas…comencé a comprender que el cuerpo de la mujer era una gran trampa sinuosa… si había un agujero era porque servía que algo entrara o saliera por allí…»; esta culpabilización del cuerpo femenino queda ya explícito en la primera visita al régimen teocrático de Gilead cuando la protagonista decía: «evito mirar mi cuerpo, no tanto porque sea algo vergonzoso e impúdico, sino porque no quiero verlo. No quiero mirar algo que me determina tan absolutamente»); las dos muchachas sienten que son hijas de nadie, y ello lleva a Agnes a indagar hasta conocer el mecanismo de gestación, apropiación por parte de las Esposas de los hijos (mejor que hijas) paridos por las Criadas, que anteriormente eran fulanas( Agnes fue testigo de la muerte de DeKyle – del comandante Kyle – que mientras daba a luz murió; el fruto del parto, Mark, se lo apropiaron el comandante y su esposa Paula. Sus pesquisas le llevan a saber el verdadero nombre de la fallecida: Chrystal). Tal sistema de apropiación y de maternidad, le conduce a pensar que ella es fruto del parto de una fulana que fue aprehendida cuando pretendía escapar, siendo entregada ella a quienes jugaron el papel de familia. Tía Lydia, es una de las más malvadas dirigentes y encargadas del orden y el castigo de Gilead. Su comportamiento feroz es temido por todas las mujeres, mas también por los hombres ya que en su mano obran cantidad de informaciones y secretos de muchos de los gerifaltes de la sociedad. Precisamente ella ante el temor de que el futuro le depare la caída en desgracia, se encarga de recabar datos, que van engrosando su ya repleto archivo… Si algo saliese mal, podría servirse de de todo el saber acumulado y tirar de la manta; «derríbame y echaré el templo abajo», y a pesar de las dificultades y las carencias de material, ella confiesa: «escribo, escribo para dejar constancia de todo, aunque a menudo temo que sea en vano»… en aquel lugar en el que todo lo que se le había enseñado en sus años universitarios – libertades, justicia, derechos humanos – no eran moneda al uso, allí eran meras pamplinas que ella misma había rechazado, con cierto resquemor, forzada por las circunstancias.

Si en la entrega anterior habíamos visto que la puerta del furgón se cerraba tras entrar Defred (de FredofFredofferendof red… todo ello puede esconder el nombre, esconde de hecho) originándose una gran incertidumbre acerca del destino de la protagonista: la muerte o un nuevo destino, ahora las respuestas nos son entregadas por las voces de las tres mujeres nombradas, y de otras voces que ellas mismas nos transmiten sobre Criadas, Marthas, Comandantes, Tías (encargadas de la educación de las chicas, Biblia en ristre, recurriendo en especial a los pasajes más sangrientos y brutales), Guardianes, Esposas, Suplicantes, Ojos, Ángeles… sus relaciones, sus secretos, sus traiciones y las mil y una andanzas que allá se suceden, con lo que la visión que anteriormente se nos había ofrecido aquí se amplía hasta hacernos penetrar en los mecanismos y dispositivos que marcan el funcionamiento de aquella sociedad… sociedad en la que se imponen, mutatis mutandis, algunos de los valores que en vez de decaer parecen que están en alza en algunas de las sociedades modernas: las posiciones patriarcales, el odio a los otros, la religión como sostén de la sociedad y la política, las limitaciones de las libertades y las cortapisas a las manifestaciones de descontento y rebeldía. La inicial distopía en la que se retrataba un sombrío panorama de una sociedad dominada por valores realmente discriminatorios y retrógrados, tal diagnóstico no ha decaído en presencia sino que algunos de los valores han cobrado más fuerza y presencia, si cabe… baste mirar las expresiones de los populismos de derechas que copan los gobiernos de diferentes países y sus medidas represivas y discriminatorias, o las fuerzas políticas que no se cortan a la hora de expresar sus proclamas contra las mujeres, los inmigrantes y extranjeros, otras religiones que no son con los que ellos comulgan, etc. Muros, barreras, aislamiento, que cobran soberana presencia en Gilead, y que hace que el descontento vaya en aumento ante las restricciones a que se somete a la población, y los desastres naturales, ecológicos y otros, que hacen que ls sociedad anuncia la quiebra de sus sólidos cimientos, que representan la voluntad divina, voluntad que parece flaquear si en cuenta se tienen los crecientes signos de derrumbe del nefasto régimen… Tales tendencias autárquicas y combativas contra otras formas de organización social van a promover, la ya nombrada resistencia, y métodos de fuga como el Ferrocarril Subterráneo de las Mujeres que trata de servir de vía de huida a las descontentas; ya se habían vistos gestos de resistencia contra el poder, atentados incluidos. El país se siente cercado y el número de huidas de mujeres va en aumento, con redes de apoyo exterior e interior (siempre hay herejes y apóstatas), lo que hace que los Estadios se llenen con las detenidas en masivas redadas y los fusilamientos comiencen a cobrar estatus de normalidad.

De uno u otro modo, las tres visiones que aportan las tres mujeres que expresan su propia vida y su modo de soportar la situación incómoda, por nombrarla de una manera suave, coinciden en el modo de reaccionar ante la asfixia impuesta, variando en grado e intención, en la no conformidad con la sociedad jerárquica y segregadora en la que les ha tocado vivir. Una, en tierra alejada debido al exilio familiar conoce por informaciones interpuestas la locura geométrica organizada en el país del que hablamos; otra, desde el interior de la interioridad misma del entorno familiar de uno de los jefes del entramado siente en sus propias carnes las lecciones y restricciones a que se ve sometida por las Tías que formatean de manera infame a las muchachas con soflamas repugnantes sobre el sexo, sobre el papel que han de jugar, y sobre todo lo demás; y la otra, responsable del funcionamiento de éste, que ve con claridad que aquello roza el delirio más delirante, al tiempo que conoce las diferentes varas de medir que se dan, en especial, en las vidas y comportamientos de la superioridad, llegándose a plantear la posibilidad de haber optado por otro modo de vida, ajeno a la disciplina bajo la que había vivido, disciplina que ella había impuesto y hecho padecer a las demás.

En unas dosificadas entregas a modo de ológrafos , veintisiete, se va completando el retrato de la decadencia de Gilead y de los mil y un avatares que acompañaban la vida de las mujeres, en aquel paraíso masculino: de hombres y para hombres, en el que se cumplían a rajatabla los designios de Dios, en la versión interpretada por los hombres, masculinos, y en el que ellos gozaban de total mano libre para mandar, palpar, etc. a las mujeres… pues la fogosidad de los hombres, ante las tentaciones de la mera presencia femenina, es irrefrenable y, al fin y a la postre, sus manoseos, exhibicionismos y el resto eran consideradas como meras travesuras.

En fin, tanto El cuento de la criada como Los testamentos concluyen con unas notas históricas, que recogen: el primero, las actas del Duodécimo Simposio de Estudios Gileadianos fechado el 25 de junio de 2191, mientras que el segundo retoma las actas del Decimotercer Simposio y está fechado el 29 y el 30 de junio de 2197, el ellos los ponentes tratan de arrojar la luz sobre el cuento y los testamentos, su veracidad, intentando atar cabos que quedaban sueltos en la narración de la criada y en los testimonios posteriores.

Si en El cuento, se incidía en la dificultad por dar cumplida cuenta del estado teocrático del que se hablaba (se hablaba en la página 246, en la edición de Seix Barral, de cierta indefinición, cruces e interferencias, de los problemas de la fragmentariedad…) aquí, al dar la palabra a las protagonistas de uno u otro modo, el testimonio completa el cuadro ofrecido en su génesis posterior y en aspectos que quedaban fuera del alcance lector, ofreciéndosenos una visión poliédrica que cumple el deber de la memoria, como forma esencial de luchar contra los regímenes autoritarios, teocráticos, totalitarios, al tiempo que contra quienes con sus postulados no hacen sino poner los posibles cimientos a ellos…alzando el estandarte propio del nunca más.

No cabe duda de que la escritora canadiense no da puntada sin hilo, no escribe en balde… sino que alza su osada, y hábil, pluma contra la opresión.

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N.B.: hace un par de semanas, presentando la lectura de unos relatos de la escritora, incluía en tal artículo un enlace sobre Atwood y, más en concreto, sobre El cuento de la criada: La escrutadora mirada de Margaret Atwood | Kaos en la red

 

Por Iñaki Urdanibia.

Los temas constantes de la escritora siguen ocupando la página…com maestría, con tino y con un humor descarnado.

Nombrar a la eterna candidata al Nobel, la escritora canadiense, nacida en Ottawa en 1939, y asociarla al feminismo, al ecologismo y a algunas célebres obras como El cuento de la criada (Una distopía femenina de Margaret Atwood | Kaos en la red) o a su viaje por al XIX, Alis Grace (B, 1998); si en la primera presenta una distopía en la que la mujeres son matrices con patas, la segunda nos introduce en las investigaciones relacionadas con un asesinato, su supuesto culpable y la amante del considerado culpable, el mozo de cuadra, que se hace pasar por una inocente criatura, por no referirnos a La mujer comestibleOjo de gato, o sus versiones de algunos personajes clásicos como Penélope y las doce criadas o La maldición de Eva (*).

En esta ocasión, se publica un libro de relatos con significativo título: «Nueve cuentos malvados», recién publicado por Salamandra. No es la primera vez que la escritora se expresa en este género: ahí están sus doce cuentos reunidos en El huevo de Barba Azul (Martínez Roca, 1990) o sus otros doce incluidos en su Chicas bailarinas (Lumen, 1998), del mismo modo en que no son nada nuevos los aires de familia que mantiene con los anteriores; estamos ante temas en los que las mujeres son protagonistas, activas o malgré-elles al ser convertidas en seres pasivos de los que otros, masculinos, se aprovechan. En la presente ocasión nos movemos en medio de elfos, enanos de jardín y de carne y hueso, muertos que están más vivos que algunos vivos, vampiros (Sueño con Zenia, la de los colmillos rojo brillantes) y escritores de obras de no mayor relevancia.

En los doce coincide que estamos ante gente con ya bastantes años de existencia, que viven en medio de los recuerdos, de los sueños y ensoñaciones que les empujan a revivir historias y personajes de otros tiempos: los tres primeros conservan cierta relación entre ellos, ya que presentan a una escritora que sin mayores pretensiones ha ido creando tenazmente un mundo ficticio, Alphinlandia – especie de refugio para desubicados de distintas índoles -, del que sus amigos, unos gorrones de tomo y lomo se ríen por la baja calidad de lo escrito, al tiempo que se hinchan a cervezas a costa del dinero que ella saca con la publicación de diversas entregas. Un encumbrado poeta, no se sabe muy bien a santo de qué, a no ser a causa de su desmedido ombligo, vive y mamonea de ella, hasta que es descubierto en flagrante delito de cambio de pareja… Tiempo después el poeta ha fallecido y en torno a su tumba se reúnen viejos amigos y una encornudada dama que no pierde la ocasión para calentar el ambiente… Gavin Putman es el poeta, Constance, viuda, la escritora que ha alcanzado una notoriedad extraordinaria con sus despreciadas historias, Reynolds la segunda amante, Ewan el que trata de servir d freno a la indómita y resentida y triunfante Constance… Una excepción al tono general de los relatos es el narrado en Lusus naturae en donde una singular chiquilla a la que le crece el pelo por todas las esquinas, y es el temor o la risa, dependiendo, de quienes tratan de huir de su compañía… Entre animal y enfant sauvage, tras varios intentos, al final la joven será convertida en objeto de exposición como rareza.

Avanzamos en pagos de borrosa delimitación entre el sueño, las alucinaciones, las voces de ultratumba que guían la existencia de los vivos. Siendo común, comme d´habitude, la presentación de hombres pagados de sí mismos y mujeres triunfadoras ante los pegotes de los anteriores. La mano muerta te ama, trata de un escritor que trata de publicar su obra que lleva el título que da nombre al cuento, manuscrito que es rechazado de manera taxativa por el editor que no se priva de dar su opinión de que aquéllo es un verdadero bodrio, la accidental pérdida, no obstante, del manuscrito va hacer que las cosas den la vuelta apareciendo de modo absolutamente diferente a como era de esperar. Conocemos también a unos ancianos que escapan del centro en que están encerrados, con la magnífica carambola de que lo hacen en el mismo momento en que unos jóvenes le prenden fuego… A la hoguera con los carcamales. Tampoco faltan las tendencias peterpanescas de rendir culto al cuerpo y a la juventud, que asoman en La Dama Oscura… sin obviar el relato en el Colchón de piedra, escrito en un crucero al Artico, recreación de un crimen perfecto, elaborado en la navegación para divertimento de los viajeros… realmente malvado y bien pensado y tratado; aspecto de intriga que tampoco falta en El novio liofilizado.

Humor ironía y un sarcasmo afilado no impide que la canadiense dé muestras de una honda piedad hacia sus personajes y sus locuras, como si la vejez todo lo curase y los choques de otros tiempos puedan arrostrarse posteriormente sin huellas indelebles y duraderas en sus resquemores… lo que no impide que ciertas venganzas se sirvan frías, bien frías. Igualmente deja clara su maestría para transitar con familiaridad y destreza por diferentes géneros, sin mostrar flojera alguna… thriller, historias de éxitos y fracasos literarios con caídas y encumbramientos, realismo sucio, misterio, vampirismo, etc., etc., etc., todo es transitado con sagaz elegancia por la escritora canadiense.

La editorial Salamandra anuncia la publicación, a principios de este mes, bajo el título de Testamentos, de la secuela del El cuento de la criada

(*) Transcribo aquí un fragmento de un artículo en el que hablaba de ella y su obra bíblica:

Margaret Atwood.

«La maldición de Eva»

Lumen, 2006.

Si Eva fue la culpable del parto con dolor y del sudor de la frente, por tentar al bueno y obediente Adán que andaba por allá, sin mayores problemas ni preocupaciones, su segunda esposa,Lilit, le salió más rana todavía ya que ella le dio como descendientes a cantidad de demonios. Y siempre así,de mal en peor a lo largo de la historia, siempre la mujer como tentadora, como accidente – como las tempestades, por ejemplo – para el apacible hombre(masculino); el hombre activo, protagonista, viajero, la mujer como obstáculo y como sustancia no pulida, por excesivamente cercana a la naturaleza. La lista sería larga, desde el poema de Gilgamés en el que la mujer es utilizada para enredarlo todo, pasando por la Pandora de Hesíodo, que lo lía todo, a las sirenas que cautivan y engañan con sus cantos al viajero Ulises, o Calypso,o… más tarde vendrían las brujas; además ahí tenemos las abundantes palabras de las siempre juiciosas boquitas masculinas de, por ejemplo, un san Pablo, unos judíos ortodoxos – que hoy todavía – siguen dando gracias a Yaveh diariamente, entre otras cosas, por no haberles hecho mujer, o uno de los prohombres del islam, Alí, que hablaba de que Alá había dado a las mujeres nueve partes de sexualidad más que a los hombres… lo cual lleva al comportamiento desbocado de éstas, y, en consecuencia, a las medidas que con respecto a ellas se han de tomar para evitar el desastre de los seres masculinos… velos, escisiones, infibulaciones… para esos seres vilipendiados por los hombres, hasta por los considerados más sabios, como hombres incompletos (Aristóteles), por su incapacidad para alcanzar la autonomía personal y la ilustración (Kant), por la correspondencia de sus cabellos largos y las ideas cortas (Schopenhauer),… o por el brutal consejo nietzscheano de que cuando se vaya con ellas es necesario llevar el látigo… ¡y no sigo!

Una mujer escritora.

La canadiense Margaret Atwood, como siempre que publica, nos entrega unas brillantes y sagaces prosas, que se convierten en verdaderas lecciones – no en el sentido académico – sobre la escritura, sobre ésta relacionada con la particularidad de ser mujer, sobre algunos escritores a los que admira, o por los que se ha visto influida (Orwell), y también comprometidas tomas de postura contra la guerra emprendida por sus vecinos del sur(téngase en cuenta su nacionalidad canadiense), carta en la que expresa una contradictoria relación de amor-odio, al igual que su compatriota Neil Young en su ultimo disco.

Estos materiales recopilados – es la primera vez que se publican por aquí ensayos de Atwood – recogen conferencias, respuestas a algún cuestionario, análisis literarios y alguna carta. Si ya en el género novela la canadiense había demostrado, con creces, su buen hacer, en la presente ocasión, y en este otro registro, desarrolla su prosa dando cuenta de sus reflexiones que nos hacen penetrar en aspectos autobiográficos en lo que hace a su elección de profesión, en la elaboración de su obra, en el esencial factor de ser mujer, tanto en lo que hace a las desventajas que ello acarrea para ciertas profesiones como el punto de mira de cara a la creación de personajes. Con brillantez, pues, nos hace rastrear con ella algunos ejemplos de literatura, y personajes, debida a mujeres; destaca el papel de guía otorgado al ya mentado autor de «1984», en su honestidad y en su no casarse con nadie (en lo que hace a pertenencias ideológicas, claro), y siempre una voz irónica, lúcida y rebelde, la de esta autora con la que uno nunca se aburre; unos temas serios tratados seriamente mas con un tono que invita a la misma carcajada.

 

Por Iñaki Urdanibia.

Parece que debido a su representación y llevada a la pequeña pantalla la novela de la canadiense toma vuelo…

De un tiempo a esta parte – por tierra, mar y aire – se anuncia la representación de la novela de la escritora canadiense que fue publicada al castellano hace ahora cuarenta años. Entre las noticias que leo, por encima y sin prestar demasiada atención, me sorprenden las declaraciones que se ponen en boca de uno de los artistas implicados en la obra, al decir que en toda situación dictatorial son todos los que pierden y no solamente las mujeres… la verdad que parece que dicho personaje ha leído la novela que a pie a lo que él va a representar. La novela, habló obviamente del «Cuento de la criada» que fue publicada originalmente en 1985 y presentada en castellano por Seix Barral, dos años después, muestra con absoluta claridad, descaro y arrojo una situación en la que las mujeres resultan no ya las peor paradas sino las más… ya que al fin y a la postre el dispositivo montado, y sus correspondientes mecanismos están organizados para convertir a las mujeres en siervas y en matrices con dos patas.

«El cuento de la criada»

La crítica ha solido coincidir en señalar a la autora canadiense como una escritora feminista; sin entrar en peleas de corte etiquetista sí que se puede ver en varias de sus obras una visión de la mujer a partir de la cincuentena, y el intercambio de papeles de los sexos, temas que más adelante serían recurrentes en el quehacer de los movimientos feministas. Junto a estos aspectos nombrados, podría ampliarse el abanico de constantes en la escritura atwoodiana a la inseguridad y la inquietud en la que vivimos, de manera creciente, los humanos…siempre planea por su obra una especie de coletilla de si seguimos así…, cabalgando entre el futurismo y la ciencia ficción, pero sin platillos volantes.

El caso que nos ocupa-al igual que la obra que se publicó a continuación: Penélope y las doce criadas la apuesta por lo femenino toma un peso de primer orden. No entraré a describir el argumento de la novela

Indudable vena de utopía negativa, en la que el centro de gravedad sería el machismo descarado, provocado por los desastres desencadenados por los enemigos de la sociedad y el repliegue de los poderes, a la sombra de las ideologías religiosas, patrióticas, etc. Su situación en la geografía de EEUU, y la proximidad del cuadro apocalíptico en el tiempo, es significativa, especialmente si se tiene en cuenta las recientes-desde luego posteriores a la escritura de la obra- aventuras militares yanquis, el neoconservadurismo moral y religioso, sin olvidar su actualidad tras la victorias, con sabores xenófobos, misóginos y racistas de Donald Trump…¿O también servirá la obra, como parábola, de siniestras prácticas que se desarrollan en otros lugares del globo, bajo otros mandatos…?

Adjunto una crítica que escribí para el diario EGIN (11/III/1987) por si puede ayudar a la presentación del libro, aunque a decir verdad creo que su lectura es tan explícita que…

Matrices de dos piernas

+ Margaret Atwood

«El cuento de la criada»

Seix Barral, 1987.

No es caer en el tópico, ni recurrir en plan facilón a caminos trillados, el afirmar que esta obra de Margaret Atwood, como lo hacen críticos y editores, guarda un sobresaliente parecido de familia con obras como Nosotros, La naranja mecánica, Un mundo feliz, 1984, o Los desposeídos(de Ursula K. Le Guin, y pongo el nombre de la dama para evitar confusiones de título con una obra de Dostoyeski). El cuento de la criada ha de ser incluida a justo título entre las utopías negativas, las distopías, las anti-utopías, las cacotopías, o como quiera que se las quiera denominar. El aire de familia señalado, salta a la vista de inmediato. Su ubicación en el espacio y en el tiempo le acercaría igualmente a las visiones catastrofistas de un Ballard.

Qué duda cabe de que la antiutopía no es un invento de este siglo, ya parece que La asamblea de las mujeres de Aristófanes tuvo relación (al menos de contemporaneidad) con La República platónica; al igual que la Utopía de Moro dio lugar a respuestas caricaturizadoras varias. Sin embargo, las experiencias totalitarias, los avances tecnológicos y científicos (darwinismo, psicología, telemática, etc.) provocaron a comienzos de nuestro siglo unas importantes muestras de ese tipo de literatura: así, Zamiatin publica su Nosotros en 1920, Aldous Huxley Un mundo feliz en 1932, Orwell su Rebelión en la granja en 1945 y tres años después su 1984. Este tipo de ficciones cuyo propósito es la denuncia de los desmanes que en la sociedad actual se dan y el intento de crear terror en el lector por medio de la descripción de las funestas consecuencias que se pueden seguir si las cosas se llevan al límite; en el caso que nos ocupa, se toma como base el machismo ambiente y el puritanismo religioso que la autora ha podido vivir de cerca al preocuparse por conocer el modo de existencia de sus antepasados en Harvard., además, de por otras experiencias monoteocráticas vividas igualmente por ella. Como lo dirá la escritora canadiense, hablando de su propio libro, «la sociedad descrita en mi libro no es algo nuevo, si exceptuamos el lugar y el tiempo en el que se desarrolla la acción, y algunos detalles. Todo lo demás ha ocurrido antes, y más de una vez», y continúa líneas más adelante advirtiendo que su novela «es la historia de una mujer cuyas circunstancias han sido alteradas; por lo tanto, la pesadilla de cualquier mujer. Lo que hemos sido en el pasado, podemos serlo otra vez».

El relato lo hace una criada cuyo nombre actual es Defred (palabra compuesta del posesivo y del nombre del hombre al que pertenece) – téngase en cuenta que lo primero que se hizo fue quitar el nombre a las mujeres, además de sus cuentas corrientes bancarias que pasaron a depender de los hombres -. Ella, refugiada del pasado, viene a moverse en el Centro Rojo como un paréntesis entre el añorado pasado y el esperanzador futuro( «no hay mal que dure cien años» que se dice).

Todo comenzó con aquella catástrofe, cuando le dispararon al presidente y ametrallaron el Congreso, y el ejército proclamó el estado de emergencia. La culpa la hicieron recaer sobre los fanáticos islámicos. Suspendieron la Constitución, se clausuraron periódicos, se organizaron hogueras, acompañadas de fervorosos cánticos religiosos, en las que se quemaban ligueros, tangas, picardías, y…demás piezas de lencería femenina. Las tiendas pornos fueron cerradas y dejaron de funcionar otras sofisticadas fuentes de placer (las furgonetas de Sensaciones sobre Ruedas y los Buggies de los Bollos). Tal fue la reacción ante los enormes desastres que asolaban a Estados Unidos: varias centrales nucleares habían explotado, la sífilis mutante campaba a sus anchas, el SIDA había tomado una amplitud inusitada, y aquella población preocupada por satisfacer sus pasiones hizo que la tasa de natalidad bajase de un modo realmente alarmante.

Como remedio se creó aquella especie de reserva nacional, totalmente jerarquizada y uniformada, con el fin de que el cuerpo femenino fuera un cuerpo fructífero, y no un instrumento para fomentar el deseo. Las criadas vestidas de rojo, con cofia blanca, eran consideradas como recipientes, lo único importante era el interior de sus cuerpos, «matrices de dos piernas, vasos sagrados, cálices ambulantes». Esas «máquinas de sexo» tenían la esperanza de continuar en aquel Centro -evitando así ser expulsadas como No-Mujeres a las Colonias- en función de sus sanos ovarios. Siempre que, por otra parte, el parto no diera lugar a algún No-Bebé. Tatuadas (cuatro dedos y un ojo, en la rodilla bien tapada) y vigiladas por todo un cerrado entramado – al más puro estilo del panóptico benthamiano – de Comandantes, Esposas de Comandantes, Tías, Guardianes, Ojos de Dios, etc., habían sido convertidas en la futura fuerza de choque contra el desmadre impuesto por los hombres, seres que únicamente aventajaban a las mujeres en cosas tan banales – para el progreso de la humanidad – como saber arreglar el coche y jugar al fútbol. Ellas debían esforzarse para lograr que el futuro fuese como dios manda. Entre otras medidas para ello debían evitar la variedad en el vestir: «En el caso del hombre, la Naturaleza exige variedad…Las mujeres lo saben instintivamente. ¿Por qué en aquel entonces se compraban tantas ropas diferentes? Para hacerles creer a los hombres que eran varias mujeres diferentes. Una mujer nueva cada día», de tal modo las adoctrinaban en aquel embrión de la futura sociedad bíblica.

A pesar de aquella inquisición fin de siècle, entre aquellas antorchas del futuro, en plena cuna de raza, y a pesar de las dudas de la protagonista acerca de la capacidad de sororizar («comportarse como una hermana »), ésta se irá dando cuenta de que allí dentro existe una red de resistencia. Mayday era su código, su grito ¡ayúdame! La narradora en sus continuos ejercicios mentales (como quien lo hace para no perder sus capacidades) pensará que la resistencia ha de existir al igual que «no puede haber luz sin sombra o, mejor dicho, no hay sombra a menos que también haya luz ».

Basándose en esta novela a finales de este año se comenzará el rodaje de una película bajo la dirección de Karel Reisz, director de Isadora y La mujer del teniente francés, entre otras, y la adaptación del guión por Harold Pinter.

Como he mencionado al inicia de estas líneas, la novela ha sido llevada a la pantalla, a través de HBO, como uno de los estrenos del año.