Por Iñaki Urdanibia
Ya es posible hacerse con la secuela de «El cuento de la criada» de Margaret Atwood… nadie saldrá defraudado; obviamente, no hace falta ni decirlo, han de abstenerse falócratas y yerbas semejantes.
«Es imposible contar una cosa exactamente tal como ocurrió, porque lo que uno dice nunca puede ser exacto, siempre se deja algo, hay muchas partes, aspectos, contracorrientes, matices; demasiados detalles que podrían significar esto o aquello, demasiadas formas que no pueden ser totalmente descritas, demasiados aromas y sabores en el aire o en la lengua, demasiados colores»
«El cuento de la criada»
Si ya en El cuento de la criada, publicada en 1985 y dos años después traducida al castellano, se daba cuenta de una sociedad patriarcal en las que las mujeres no eran más que matrices con piernas (éstas oraban todas las mañanas: «gracias por no haberme hecho hombre… para ser dignas de ser llenadas: de gracia, de amor, de abnegación, de semen y de niños»), que, uniformadas (si las Criadas vestían de rojo, ahora la gama se ha ampliado al rosa, el azul…), debían guardar silencio y mostrarse recatas entre ellas y más en concreto ante los hombres, lugar en el que regían los principios religiosos más estrictos y retrógrados, sociedad en la que funcionaba una férrea estructura de vigilancia que se asemejaba al panóptico benthamiano, también se dejaba ver la confirmación de aquello de que donde hay opresión hay resistencia, y myday con sus más y sus menos, intentaba organizarse con el explícito lema de: Nolite bastardes carborumdorum.
Quince años de lo entonces relatado, se amplía la mirada sobre la vida en aquella demencial sociedad, en «Los Testamentos» (Salamandra, 2019); son tres voces las que cuentan sus experiencias en Gilead, o en relación con ella, y por medio de ellas somos adentrados en las fechorías que allá vivieron, y se siguen viviendo a pesar de que la sociedad aquella está de creciente decadencia: un par de voces pertenecen a jóvenes: la una que vive en Toronto con su padres, Daisy, Melanie y Neil que tienen una tienda de ropa y objetos usados, El sabueso de la ropa; la jovencita, casi una niña, siente que sus padres le tratan con cierta distancia, al contrario de lo que observa en el trato que se dispensa a sus compañeros del selecto y elitista colegio. Además de las estrictas órdenes que le transmiten sus padres, guiadas por el temor a ser atacada por drogadictos u otros delincuentes, el comportamiento de ellos se le antoja extraño y bañado de misterio… vamos que no hablan claro, a no ser en lo que hace a las recomendaciones sobre que hay que ser justo y lo que hay que hacer en la vida, de rectitud que ellos proponen. A la tienda acuden diferentes clientes asiduos, y también asoman unas Perlas que reparten buenos consejos y folletos que ensalzan las mil maravillas que es Gilead. La joven no las mira con buena cara ya que tanto en el colegio, los profesores e igualmente los alumnos echan pestes sobre Gilead, hasta el punto de que se organiza una multitudinaria manifestación en la que se lanzan consignas en contra de los desmanes (ejecuciones, mutilaciones…) que se dan en tal lugar; frente a esta manifestación se alza la voz de las contramanifestantes que insultan a los manifestantes, reclaman que se devuelva a una niña que según cuentan fue secuestrada por algunos desalmados progenitores, Nicole, que ha sido erigida en símbolo de los ataques que recibe la sociedad gileadiana. La joven va a la manifestación desoyendo las órdenes de sus padres que le habían avisado de los enormes peligros de que asistiese a tal manifestación… los padres ponían gran énfasis, en sus conversaciones privadas, sobre los peligros de las cámaras, de las apariciones televisivas… El caso es que un día el local del negocio familiar es asaltado y más tarde los padres sufren un fatídico atentado; los mismos días aparecen muertas algunas personas ligadas, de uno u otro modo, con Gilead, entre ellas algunas Tías desplazadas en tareas de misión; la chica se queda sola y Ada, clienta y amiga de su madre, encaminará sus pasos por ambientes dele exilio y de la oposición a Gilead.
La otra joven, Agnes Jemina (la primera palabra significando en latín: cordero, y la segunda tomada de una niña singular de la Biblia, hija de Job), es hija de un comandante que no es que le haga mucho caso ya que está ocupado por sus importantes asuntos; las relaciones con su madre son cercanas si bien aun no faltándole el cariño de ésta, no le dice toda la verdad acerca de sus habituales encierros en su habitación alegando que necesitaba descansar, agobiada por la enfermedad… van a ser las Marthas, al servicio de las familias de los Comandantes, quienes eran sabedoras de todos los secretos y tejemanejes que se sucedían en aquel y en otros hogares, quienes se fueron de la lengua anunciando a la desconocedora muchacha que su madre iba a morir en breve, como así fue. La chica se sintió estafada por el secreto de su madre, mas lo que fue peor es que su padre contrajo matrimonio con Paula, viuda de un Comandante que había sido eliminado, en situación embarazosa en lo que hacía a su desnudez y contacto indebido con la mujer con la que se le halló, por una Criada; la nueva pareja no hace ni caso a la chica, o el contrario sí que le tratan para darle órdenes o para afear su modo de actuar en todos los terrenos de la vida. Esta falta de atención y amor parce transmitirse a sus compañeras de colegio, lugar en el que parece que todas las demás huyen de ella como si de la mismísima peste se tratar. Ante la ignorancia de cuál pueda ser el motivo de esta marginación, llega a sus oídos que se ha extendido entre la gente, que los padres no quieren a la niña… Le coincide tal estado anímico y relacional con «a la llegada de la sangre por las piernas…comencé a comprender que el cuerpo de la mujer era una gran trampa sinuosa… si había un agujero era porque servía que algo entrara o saliera por allí…»; esta culpabilización del cuerpo femenino queda ya explícito en la primera visita al régimen teocrático de Gilead cuando la protagonista decía: «evito mirar mi cuerpo, no tanto porque sea algo vergonzoso e impúdico, sino porque no quiero verlo. No quiero mirar algo que me determina tan absolutamente»); las dos muchachas sienten que son hijas de nadie, y ello lleva a Agnes a indagar hasta conocer el mecanismo de gestación, apropiación por parte de las Esposas de los hijos (mejor que hijas) paridos por las Criadas, que anteriormente eran fulanas( Agnes fue testigo de la muerte de DeKyle – del comandante Kyle – que mientras daba a luz murió; el fruto del parto, Mark, se lo apropiaron el comandante y su esposa Paula. Sus pesquisas le llevan a saber el verdadero nombre de la fallecida: Chrystal). Tal sistema de apropiación y de maternidad, le conduce a pensar que ella es fruto del parto de una fulana que fue aprehendida cuando pretendía escapar, siendo entregada ella a quienes jugaron el papel de familia. Tía Lydia, es una de las más malvadas dirigentes y encargadas del orden y el castigo de Gilead. Su comportamiento feroz es temido por todas las mujeres, mas también por los hombres ya que en su mano obran cantidad de informaciones y secretos de muchos de los gerifaltes de la sociedad. Precisamente ella ante el temor de que el futuro le depare la caída en desgracia, se encarga de recabar datos, que van engrosando su ya repleto archivo… Si algo saliese mal, podría servirse de de todo el saber acumulado y tirar de la manta; «derríbame y echaré el templo abajo», y a pesar de las dificultades y las carencias de material, ella confiesa: «escribo, escribo para dejar constancia de todo, aunque a menudo temo que sea en vano»… en aquel lugar en el que todo lo que se le había enseñado en sus años universitarios – libertades, justicia, derechos humanos – no eran moneda al uso, allí eran meras pamplinas que ella misma había rechazado, con cierto resquemor, forzada por las circunstancias.
Si en la entrega anterior habíamos visto que la puerta del furgón se cerraba tras entrar Defred (de Fred, ofFred, offerend, of red… todo ello puede esconder el nombre, esconde de hecho) originándose una gran incertidumbre acerca del destino de la protagonista: la muerte o un nuevo destino, ahora las respuestas nos son entregadas por las voces de las tres mujeres nombradas, y de otras voces que ellas mismas nos transmiten sobre Criadas, Marthas, Comandantes, Tías (encargadas de la educación de las chicas, Biblia en ristre, recurriendo en especial a los pasajes más sangrientos y brutales), Guardianes, Esposas, Suplicantes, Ojos, Ángeles… sus relaciones, sus secretos, sus traiciones y las mil y una andanzas que allá se suceden, con lo que la visión que anteriormente se nos había ofrecido aquí se amplía hasta hacernos penetrar en los mecanismos y dispositivos que marcan el funcionamiento de aquella sociedad… sociedad en la que se imponen, mutatis mutandis, algunos de los valores que en vez de decaer parecen que están en alza en algunas de las sociedades modernas: las posiciones patriarcales, el odio a los otros, la religión como sostén de la sociedad y la política, las limitaciones de las libertades y las cortapisas a las manifestaciones de descontento y rebeldía. La inicial distopía en la que se retrataba un sombrío panorama de una sociedad dominada por valores realmente discriminatorios y retrógrados, tal diagnóstico no ha decaído en presencia sino que algunos de los valores han cobrado más fuerza y presencia, si cabe… baste mirar las expresiones de los populismos de derechas que copan los gobiernos de diferentes países y sus medidas represivas y discriminatorias, o las fuerzas políticas que no se cortan a la hora de expresar sus proclamas contra las mujeres, los inmigrantes y extranjeros, otras religiones que no son con los que ellos comulgan, etc. Muros, barreras, aislamiento, que cobran soberana presencia en Gilead, y que hace que el descontento vaya en aumento ante las restricciones a que se somete a la población, y los desastres naturales, ecológicos y otros, que hacen que ls sociedad anuncia la quiebra de sus sólidos cimientos, que representan la voluntad divina, voluntad que parece flaquear si en cuenta se tienen los crecientes signos de derrumbe del nefasto régimen… Tales tendencias autárquicas y combativas contra otras formas de organización social van a promover, la ya nombrada resistencia, y métodos de fuga como el Ferrocarril Subterráneo de las Mujeres que trata de servir de vía de huida a las descontentas; ya se habían vistos gestos de resistencia contra el poder, atentados incluidos. El país se siente cercado y el número de huidas de mujeres va en aumento, con redes de apoyo exterior e interior (siempre hay herejes y apóstatas), lo que hace que los Estadios se llenen con las detenidas en masivas redadas y los fusilamientos comiencen a cobrar estatus de normalidad.
De uno u otro modo, las tres visiones que aportan las tres mujeres que expresan su propia vida y su modo de soportar la situación incómoda, por nombrarla de una manera suave, coinciden en el modo de reaccionar ante la asfixia impuesta, variando en grado e intención, en la no conformidad con la sociedad jerárquica y segregadora en la que les ha tocado vivir. Una, en tierra alejada debido al exilio familiar conoce por informaciones interpuestas la locura geométrica organizada en el país del que hablamos; otra, desde el interior de la interioridad misma del entorno familiar de uno de los jefes del entramado siente en sus propias carnes las lecciones y restricciones a que se ve sometida por las Tías que formatean de manera infame a las muchachas con soflamas repugnantes sobre el sexo, sobre el papel que han de jugar, y sobre todo lo demás; y la otra, responsable del funcionamiento de éste, que ve con claridad que aquello roza el delirio más delirante, al tiempo que conoce las diferentes varas de medir que se dan, en especial, en las vidas y comportamientos de la superioridad, llegándose a plantear la posibilidad de haber optado por otro modo de vida, ajeno a la disciplina bajo la que había vivido, disciplina que ella había impuesto y hecho padecer a las demás.
En unas dosificadas entregas a modo de ológrafos , veintisiete, se va completando el retrato de la decadencia de Gilead y de los mil y un avatares que acompañaban la vida de las mujeres, en aquel paraíso masculino: de hombres y para hombres, en el que se cumplían a rajatabla los designios de Dios, en la versión interpretada por los hombres, masculinos, y en el que ellos gozaban de total mano libre para mandar, palpar, etc. a las mujeres… pues la fogosidad de los hombres, ante las tentaciones de la mera presencia femenina, es irrefrenable y, al fin y a la postre, sus manoseos, exhibicionismos y el resto eran consideradas como meras travesuras.
En fin, tanto El cuento de la criada como Los testamentos concluyen con unas notas históricas, que recogen: el primero, las actas del Duodécimo Simposio de Estudios Gileadianos fechado el 25 de junio de 2191, mientras que el segundo retoma las actas del Decimotercer Simposio y está fechado el 29 y el 30 de junio de 2197, el ellos los ponentes tratan de arrojar la luz sobre el cuento y los testamentos, su veracidad, intentando atar cabos que quedaban sueltos en la narración de la criada y en los testimonios posteriores.
Si en El cuento, se incidía en la dificultad por dar cumplida cuenta del estado teocrático del que se hablaba (se hablaba en la página 246, en la edición de Seix Barral, de cierta indefinición, cruces e interferencias, de los problemas de la fragmentariedad…) aquí, al dar la palabra a las protagonistas de uno u otro modo, el testimonio completa el cuadro ofrecido en su génesis posterior y en aspectos que quedaban fuera del alcance lector, ofreciéndosenos una visión poliédrica que cumple el deber de la memoria, como forma esencial de luchar contra los regímenes autoritarios, teocráticos, totalitarios, al tiempo que contra quienes con sus postulados no hacen sino poner los posibles cimientos a ellos…alzando el estandarte propio del nunca más.
No cabe duda de que la escritora canadiense no da puntada sin hilo, no escribe en balde… sino que alza su osada, y hábil, pluma contra la opresión.
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N.B.: hace un par de semanas, presentando la lectura de unos relatos de la escritora, incluía en tal artículo un enlace sobre Atwood y, más en concreto, sobre El cuento de la criada: La escrutadora mirada de Margaret Atwood | Kaos en la red