Por Iñaki Urdanibia

«Hago decir a los otros lo que yo no soy capaz de decir tan bien, sea por la debilidad de mi lenguaje, sea por la debilidad de mi juicio»

Michel de Montaigne

Ya tenía comenzado un artículo o un par de ellos, que iba a titular Va de libros, en el que incluía el último libro traducido del sabio italiano, «Los hombres no son islas. Los clásicos nos ayudan a vivir» cuando me entero, a través de una notificación de sus editores, Acantilado, del fallecimiento de este profesor y escritor italiano, «intelectual cuya labor ha trascendido el ámbito académico. Su defensa de los valores educativos y de la lectura de los clásicos como herramientas que nos ayudan a construir una sociedad más humana ha influenciado tanto a educadores como a filósofos, escritores y lectores […] Nos ofreció estímulo intelectual al señalarnos la importancia del pensamiento como una de las mejores formas para mantener la mente despierta y el corazón abierto al mundo. Su entusiasmo, su alegría y su generosidad nos ayudarán a no perder la senda para llegar a Ítaca»; lo entrecomillado lo tomo de la nota de sus editores, más en concreto de Sandra Ollo.

Nacido en Diamante en 1958, profesor de Literatura Italiana en la universidad de Calabria, enseñanzas centradas en figuras del Renacimiento y en especial en Giordano Bruno, además de profesor invitado en diferentes universidades como Yale, Paris IV-Sorbonne, IEA de París, CERS de Tours, el Warbug Institute o la Sociedad Max Planck de Berlín, y miembro e diferentes instituciones académicas y del saber. Varias son las obras que de éll se han presentado de Pirineos abajo: La utilidad de lo inútil (2013), Clásicos para la vida (2017), Tres coronas para un rey (2022) y el nombrado más arriba, cuya portada ilustra este artículo, y que fue igualmente publicado en 2022. Al primero de ellos dediqué un artículo de significativo título (Adversus utilitarismo, beneficio... https://carteldelasartesylasletras.wordpress.com/2016/07/ ).

En todos sus libros se observa, hasta el desborde, una apuesta decidida por la importancia de la enseñanza de las humanidades, frente a las tendencias a ligar los estudios a los intereses de la industria, lo que de una manera u otra acaba en formar zoquetes para la producción que decía el otro. Nuccio Ordine enfatizaba en la dimensión formativa de los clásicos no solamente en lo referente a lo individual sino ampliándola a lo social, de ahí el título de su última obra que da a entender que los hombres no son seres solitarios, inspirándose en el célebre adagio del pensador inglés John Donne (1572-1631); como en los archipiélagos, las diferentes islas son unidas por lo que las separa, diferentes culturas que funcionan como las olas-individuos en la humanidad-océano, que dice Ordine inspirándose en Las olas de Virginia Woolf, olas que se suceden y que encabalgándose mojan las orillas. Del mismo modo, o parecido, podría afirmarse con respecto a los humanos cuya individualidad se ve unida, reforzada, por la cultura, aunque esta sea presentada en diferentes idiomas, que la traducción pluraliza y expande en su dimensión, sirviendo de puente entre diferentes.

Si uno decía que somos lo que vemos, otro que somos lo que comemos, y el de más allá afirmaba que somos lo que leemos, y si damos por buena, en cierta medida, la última afirmación, alejándonos, eso sí, de candideces del tipo de que la lectura nos hace mejores o como aquel lindo lema ministerial de hace y unos años que mantenía que un libro ayuda a triunfar, aseveraciones que no merecen ni una línea para mostrar su carácter falaz y hueco…ni un ilustrado empedernido las daría por oro de ley en lo referente a su verdad. Depende de qué libros y en qué circunstancias. Lo que sí que está claro es que la lectura nos hace vivir otras vidas, el lector tiene espíritu cotilla, con perdón, la lectura amplía así la visión que tenemos del mundo y de la sociedad, de los sentimientos y de las pasiones, que pueden coincidir con algunas situaciones vividas o similares, o completamente diferentes; que en no pocas ocasiones son como una especie de constantes de los humanos. Esta apertura a nuevas situaciones, estados de ánimo o vivencias, se da de manera especial en los libros considerados clásicos, en aquellos que en palabras de Ítalo Calvino no se leen, sino que se releen; ya que el tiempo no los envejece pues en cierto modo tocan, como digo, lo permanente de los seres humanos.

La mirada y la capacidad selectiva del ahora fallecido quedan fuera de toda duda, y en sus recomendaciones, ninguna está de sobra. De haber algún problema residiría en su esperanza que más de una vez se antoja excesiva en su benevolencia atribuida a los libros. Nadie, sin embargo, a no ser que sea un malvado de libro podrá objetar el papel que el autor atribuye a los clásicos como nexo de unión entre diferentes, como manera para cultivar la comunidad de los humanos, más allá de geografías o colores de piel u otras cuestiones de índoles cultural, religiosa, etc. En este orden de cosas, la marginación, cuando no la pura y dura desaparición, de algunas asignaturas de letras en los programas educativos, consagrada por los planes de Bolonia u otras disposiciones del tipo, priman una enseñanza guiada por la eficacia, por la búsqueda inmediata de resultados en el mundo laboral, lograr un trabajo, del trabajo requerido por los intereses empresariales; decisiones que no se pueden achacar única y exclusivamente a los directivos académicos, ya que la universidad no es, precisamente, una isla, sino que se encuadra en decisiones políticas guiadas en su mayor parte por intereses económico, no en última instancia como decía el otro, sino en primera.

El combate del calabrés no decae y su tenacidad es a prueba de bomba, y hace desfilar los clásicos a modo de un espejo que presenta algunas constantes de la condición humana, que de una u otra forma, hacen masa con los individuos lectores; así, tales obras pueden jugar el papel de lengua común, al modo de moneda al uso simbólica, de intercambio de ideas.

En la presente ocasión, echa la vista para atrás, en la historia de la escritura universal, y nos entrega una antología, llevándonos a los filósofos griegos, renacentistas, etc., y nos dirige la marcha hacia escritores, pensadores, ensayistas, poetas, y novelistas, de nuestro hoy. La presentación es realizada con el recurso a trozos escogidos que se presentan en su lengua original, siendo acompañados de su traducción y unos comentarios, en los que nos introduce en el meollo de lo expuesto, con precisas orientaciones relacionadas con cuestiones sociales. Como sucede siempre que se selecciona, algunos autores quedan fuera, aspecto del que el propio Ordine constata, mas lo que sí queda fuera de toda duda es de que todos los presentes bien merecen la pena. A algunos lectores y críticos, quizá les escame el escore del italiano, y denunciarán que cojea de un pie, aunque servidor es de la opinión que cojea de los dos, con lo que la marcha queda compensada; aspecto, relacionado con su orientación, que puede ver en la Introducción. Vivir para los otros: literatura y solidaridad humana, cien páginas que contienen un claro contenido programático, en once entradas, como si del cemento que unifica y cohesiona las derivas que vendrán más adelante. El denominador común de su travesía, en este como en todos sus libros, al menos los accesibles por acá, es su apuesta por las humanidades, su importancia en la educación y, por extensión en la higiene social e ideológica… con ese hilo que atraviesa toda la obra del italiano, nos las vemos con Aristóteles, Plutarco, Ariosto, Séneca, Shakespeare, Ibsen, Albert Camus, el mentado John Donne, Bertold Brecht, Giordano Bruno, Francis Bacon, Tolstóii, Paul Celan, Rilke, Safo, Dante, fray Bartolomé de las Casas, Montaigne, Denis Diderot, Tomasso Campanella, Joseph Conrad, Etienne de la Boétie, Virginia Woolf, Juan Rulfo, Borges, Walt Whitman, Saint-Exupery, y… hasta el número de sesenta fragmentos y autores; algunos que ya había recomendado con anterioridad como Platón, Rainer Maria Rilke, Sgakesoeare, etc., etc., etc..

Más allá del valor de las ideas y de las recomendaciones expuestas, que bien puede servir a cualquier persona interesada en la literatura y en el pensamiento universales, la obra es recomendable de manera muy especial para profesores; el volumen conserva otro valor, no de menor calado, y es la cuidada prosa que hace que la lectura se deslice con fluidez hasta convertir el ejercicio en un verdadero placer de la lectura, y de la invitación a ella

Un libro para leer, para releer, y para consultar, como todos los publicados por el ahora desaparecido que nos deja unas lecciones de libros relacionados con la vida y con las relaciones humanas; una verdadera brújula, a nivel de certero GPS, para orientarnos en las letras y poner en pie una pequeña biblioteca ideal que completa con la ya expuesta en sus Clásicos para la vida.

Eso es la rica herencia que nos deja Nuccio Ordine.Lascia che la terra sia mite.

                                                       Hendaia, 10 de junio