Por Iñaki Urdanibia

Si en el anterior artículo señalaba algunos puntos comunes de ambos libros que presento, en este caso añadiré que tratándose de guardar la fortaleza, la vigilancia resulta imprescindible, hasta la paranoia, aspecto que asoma con fuerza en esta otra novela: baste recordar como muestra de lo que digo el celo alucinado que se respira en El desierto de los tártaros de Dino Buzzati, o en El mar de las Syrtes de Julien Gracq, o todavía otras esperas de los bárbaros, de los otros, de quienes no hablan el mismo idioma: bar, bar, bar..

En «El muro» de John Lanchester (Hamburgo, 1962), editado por Anagrama, el enemigo es el Otro, que siempre está al acecho con ciertos afanes revanchistas tras haber quedado, con ocasión del Cambio, fuera de juego.

Kavanagh ha de incorporarse, como Defensor, al Muro, construcción que bordea la costa en una extensión de diez mil kilómetros, con un ancho de tres metros y cinco de altura, y con puesto de vigía cada tres kilómetros. Llega allí para servir durante dos años, al poco se le conoce con el mote de Tofi, por su afición a estar siempre mascando caramelos. Allá conoce las instalaciones, las normas y a los dirigentes del lugar: entre ellos sobresale el Capitán, siempre vigilante y celoso del cumplimiento estricto de las reglas; según el Sargento con él hay que tener cuidado ya que muerde. Se nos dan a conocer las estrictas normas que allá rigen y los periodos alternados de instrucción y permiso, cada dos semanas de servicio una de permiso y otra de instrucción… el tiempo es pura monotonía, siempre a la espera, con un frío que es clasificado en 1 y 2 dependiendo de su dureza y duración; el primero es regular y el habitual regular, mientras que el segundo penetra hasta el centro del cerebro. La estancia resulta como una imagen fija (concretomarvientocielo) en la que nada se mueve si se exceptúan los cambios de guardia, y ciertas luces que a veces brillan en el horizonte, luces que bien pueden ser de los Guardacostas, de los castigados que han sido destinados a la suerte del mar (¿desterrados?) por no haber impedido la llegada de alguno de los Otros, o… tal vez, lo que puede ser obviamente más peliagudo, los intentos del enemigo por llegar a la isla amurallada. Algunos aviones surcan los cielos del lugar, vehículos en los que van los pertenecientes a la élite… Las reuniones frecuentes sirven para que el Capitán dicte las reglas e informe sobre la situación.

Es de destacar que el numeroso cuerpo de Defensores (doscientos mil en activo en cualquier momento del día, a los que se han de sumar el personal auxiliar y de apoyo además de otros… lo cual viene a suponer en total trescientos mil) es mixto, aunque a veces sea difícil distinguir a las personas, y su sexo, teniendo en cuenta las capas de vestidos, abrigos y demás, que llevan encima con el fin de poder soportar el gélido frío; las guardias nocturnas de doce horas son las peores y como tal las más temidas. Existen en la población del lugar el grupo de los Reproductores que como su nombre indica se dedican a tener hijos. También existe el cuerpo de Criados, a los que tienen derecho los dirigentes ye en tiempos de maniobras de instrucción los Defensores en prácticas.

En la medida que pasa el tiempo el recién llegado va conociendo el funcionamiento del lugar, el desarrollo del transporte a quienes van de permiso, vagones que la gente no tiene otra que abandonar al desfase de quienes van a sus casas… con cánticos como el himno que no es sino repetición de Estamos en el Muro porque sí… La llegada al hogar supone situaciones tensas ya que las diferencias generacionales son abismales ya que los padres no sirven de ejemplo a las nuevas generaciones que no han conocido los tiempos anteriores al dichoso Campo, además de que se ven aprehendidos por la culpa de haber llegado a esta situación con la exigencia de sacrificios a los hijos, a las jóvenes generaciones. Los sueños de las playas inmensas, de los tiempos pasados, se traducen en el visionado de vídeos con tales paisajes por parte de los mayores, pasado, el de las lindas playas, que se fue al traste debido a fenómenos climáticos.

Kavanagh se entera de que el estricto Capitán había sido anteriormente Otro, lo que quizá explique su celo por el cumplimiento de las normas, comportamiento propio de los neo-conversos. La relación con Hifa parece que fluye aunque las posibilidades de relacionarse estrechamente no son las adecuadas. La amistad también surge en momentos de acampada de instrucción con Hughes, con quien habla acerca de sus deseos y planes de futuro. A través de una conversación de un Criado se entera del nombre que en el idioma suyo se emplea para el Cambio es Kuishia, que en swahili significa el fin, si bien el Cambio no fue de golpe sino que es un proceso que todavía sigue en marcha y que va implantándose en diferentes países del globo. Tal situación sin embargo parece que no capta la unanimidad y el acuerdo de todos ya que se comenta que hay traidores que intentan echar abajo el orden establecido, poniéndose del lado de los otros, en vez de preocuparse de enfrentarse a ellos.

En medio de la tensa monotonía se producen algunas huidas, que son duramente castigadas en caso de ser aprehendidos sus actores, y un ataque que va a producir varios muertos y heridos, lo que supone el castigo inmediato de los culpables, los Defensores que no han estado lo suficientemente atentos… arrestados y acusados de colaboración con los Otros; los considerados culpables y sus responsables, incluido el inflexible Capitán, son condenados a ser abandonados en el mar… allá navegarán a la deriva, siempre temerosos de ser atacados, llegando a una comunidad flotante, en donde hallan cierta acogida que les hace pensar que no son Otros sino un nuevo Nosotros… mas cuando parece que la historia puede encaminarse hacia un final feliz, la frase que cierra el libro es: ¡ Hace frío en el Muro!

El libro resulta potente y su carácter de cacotopía es transparente en este mundo de muros, de mares-cementerio, de alambradas, de concertinas, de xenofobias, de racismo, de exit y repliegues autorreferenciales y demás yerbas perniciosas.