constantinocavafis

Por Iñaki Urdanibia.

Versos por entre la historia, el amor y las musas poéticas…por la senda de Eros, de Calíope , Clío y Erato.

«Puede decirse que todos los poemas de Cavafis son poemas históricos, y la emoción que recrea un rostro joven vislumbrado en la esquina de una calle, no difiere en nada de la que suscita a Cesarión fuera de una colección de inscripciones de la época de los Ptolomeos».

                                       ( Marguerite Yourcenar )

« En setenta años de vida no hizo más que destilar su propia sustancia, gota a gota, en un centenar y medio de poemas »

                                              ( Giorgos Seferis )

« Al leer cualquier de sus poemas tiene uno la impresión de que lo leído revela a una persona con una perspectiva única del universo »

                                                ( W.H.Auden )

« Cavafis es el poeta de la Historia concebida como un gran mecanismo implacable en cuyos engranajes se inserta, con sentido o como un contrasentido, el drama de la conciencia personal…él se ejercita una y otra vez en iluminar ese punto de intersección en que por un momento coinciden, tantas veces en sentidos opuestos, el destino personal y del de la Historia misma »

                                                    ( José Ángel Valente )

A la espera de los bárbaros y viajando hacia la prometida Ítaca, esta parece ser la archiconocida travesía del poeta natural de Alejandría, y lo digo ya que ambos poemas, quizá , sean los más conocidos y escuchados aun por gente nada inclinada a introducirse en el género poético. Una vida, con nacimiento y muerte en un mismo día de abril con la diferencia de setenta años justos: nacido el 29 de abril de 1863 Konstantinos Petrou Kavafis y muerto en la misma fecha cuando cumplía su setenta aniversario ( 1933); vida que sufrió varios desplazamientos, a Inglaterra, debido al fallecimiento de su padre y el traslado de su madre, a Estambul debido a los bombardeos británicos sobre Alejandría a donde había vuelto, a lo que habría de sumarse la ruina de la empresa familiar , que le empujó a trabajar en diferentes oficios [ cualquiera que desee acercarse a la existencia del poeta puede recurrir a «Kavafis. Una biografía » ( Paidós, 2004)] . En las dos frases que inician este artículo-como señalo- se concentran los poemas más conocidos, celebrados y elevados a verdaderos himnos, por gente que incluso no es lectora, mayormente, del género poético; mas la poesía del alejandrino es mucho más que eso, y ha de tenerse en cuenta ya que el tono de los dos poemas indicados puede llevar a engaño ya que denotan un tono de esperanza y de una tierra prometida a alcanzar, cuando en realidad la tonalidad general de su quehacer. no es que rebose ni mayores esperanzas ni desbordadas alegrías.

Cavafis se movía entre el escepticismo con respecto al presente y futuro de su país y más en concreto de su ciudad natal, en la que Egipto contaba con una minoría griega, a la que él pertenecía, y que había ido dejado ver su decaimiento, y un estoicismo que le hacía tomar como seguro agarradero la poesía, como si de una diosa se tratara, una diosa a la que se entregaba ausentado del día a día de la historia de su presente , versificando la decadencia, y celebrando el placer, en buen epicúreo. Un territorio poético que hundía sus raíces e inspiración en el pasado, histórico y literario de la Grecia del helenismo y en la época floreciente de Bizancio, tiempos que eran revividos en sus poemas, convirtiéndolos en un homenaje y despedida de los valores ancianos, y que era alimentado por el presente de su deseo, que en su consumación hacía más llevadera su existencia solitaria. Una vida, y unos versos, custodiados por Eros, que alimentaba su pasión amorosa e impulsaba sus relaciones homoeróticas, vividas con placer e . inicialmente, con cierta culpabilidad. Una poesía cuidada , trabajada y retrabajada hasta las entretelas, que lucía un inequívoco simbolismo y unos aires parnasianos de altura. Poesía que halló sus admiradores y herederos en la generación del 27 ( Luis Cernuda y Vicente Aleixandre), en el noucentisme catalán ( Carles Riba), en la generación de medio siglo ( Joan Ferraté, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente) o, algunos poetas posteriores más jóvenes, algunos de los cuales se convirtieron en sus traductores, como José María Álvarez, Pedro Bádenas o Ramón Irigoyen.

El tratamiento que ha tenido la obra del alejandrino ha sido desigual, siendo cierto que hace tiempo que se ha podido leer los poemas canónicos ( 154 calificados así por el mismo escritor): ahí están sus Poesías completas traducías por José Mª Álvarez y editadas por Hiperión en 1976. En 1982, Alianza Editorial publicó, en 1982, la traducción de Pedro Bádenas de la Peña: Poesía completa ; algo más tarde, en 1994, Ramón Irigoyen, tradujo para Seix Barral Poemas, ya anteriormente , en 1989, había seleccionado y publicado, en Mondadori: Ocho poetas del siglo XX, en la que aparecía una cincuentena de poemas de Cavafis, junto a otros de Yorgos Seferis, Nicos Gachos, Miltos Sajturis, Anyelos Siquelianos, Odiseas Elitis, Yanis Richos y Niquiforos Vretacos. Sin entrar en comparaciones ( sabido es que éstas son odiosas, en especial para quienes salen perdiendo), sí que es de destacar la primorosa edición que comenzó a circular por las librerías a comienzos del años pasado a cargo de la valenciana Editorial Pre-Textos. La Poesía completa en traducción de Juan Miguel Macías, es sin lugar a dudas la edición más completa que se ha hecho sobre los poemas y poemas en prosa del poeta; ahí se hallan sus poemas canónicos y los poemas ocultos, presentados todos ellos en orden cronológico y en una edición bilingüe que está publicada en papel-biblia, y acompañada de un par de guías para señalar las hojas: el resultado un verdadero lujo, tanto en lo que referido a presentación como a rigor en lo que hace a la traducción.

Más allá de repetir los ya nombrados a lo largo de lo que antecede, conocidos como reitero por la gran (?)público, sí que me permito reproducir algunos otros que son buena muestra de su cuidada escritura, y que resultan significativos en lo que hace a ciertas tonalidades autobiográficas y estilísticas de quien dijese que « he intentado unir el lenguaje hablado y el lenguaje escrito, y para conseguirlo he recurrido a toda mi experiencia y a toda la intuición poética de que soy capaz: temblando, por así decirlo, sobre cada palabra » :

Murallas ( 1896): Sin consideración, sin clemencia, sin pudor, / grandes y altas, en torno a mí, murallas levantaron. / Y aquí me siento ahora, y desespero. / No pienso en nada más ; mi mente la devora este destino;/ pues eran muchas las cosas que ahí fuera tenía por hacer. / Ah, cuando alzaban las murallas, ¿ cómo no tuve cuidado?/ Mas nunca escuché el estrépito, el fragor de los obreros. / Fuera del mundo, sin darme cuenta , me encerraron. /

Deseos ( 1904): Como cuerpos hermosos y muertos que nunca envejecieron, / sepultados, entre lágrimas, bajo brillantes panteones, / con rosas en la cabeza, y jazmines en los pies, / así son los deseos que pasaron / sin ser cumplidos; de ellos digno / de una noche de placeres, de una mañana clara.

La ciudad ( 1910): Dijiste: “ marcharé a otra tierra, iré a otro mar. / Otra ciudad habré de hallar mejor que ésta . / Cada empeño que pongo lleva escrito una condena / y está mi corazón, como un muerto, sepultado. / En este declive, cuánto más se obstinará mi mente. / Adonde vuelva los ojos, adonde quiera que mire, / negras ruinas de mi vida es lo que veo aquí, / donde tantos años he pasado, he malgastado y consumido “. / No habrás de hallar nuevos sitios, ni encontrarás otros mares. / Te seguirá la ciudad. Las calles donde deambules/ serán las mismas. En estos mismos barrios te harás viejo. / Y mudarás a gris en esas mismas casas. / Siempre vendrás a esta ciudad. A otros lugares – ni lo esperes – / no hay barco para ti, no hay camino. / Igual que malgastaste aquí tu vida, en este rincón menor, / así la has arruinado en el resto de la tierra.

El Dios abandona a Antonio ( 1911 ): Cuando, de pronto, se deje oír medianoche / el paso de una invisible comitiva, / con músicas sublimes y con voces, / tu suerte que cede, tus obras / malogradas, los planes de tu vida / que acabaron todos en quimeras, será útil llorarlos. / Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente, / despídete de ella, de la Alejandría que se marcha. / Sobre todo, no te engañes, no digas que fue / un sueño, ni que se confundieron tus oídos; / no te rebajes a tan vanas esperanzas. / Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente, / como te corresponde por haber merecido tal ciudad, / quédate firme frente a la ventana / y escucha con emoción / – no con las súplicas y las quejas de los cobardes – / el rumor, cual un último deleite, / los sublimes instrumentos de la secreta comitiva, / y despídete de ella, de la Alejandría que pierdes.

Fui ( 1913) : No me puse ataduras. Me entregué por completo y fui/ hacia deleites, una parte reales, y otros/ que andaban vagabundos por mi pensamiento; / Fui a la noche encendida. / Y bebí vinos fuertes, / como beben los audaces del placer.

En la entrada del café ( 1915) : Algo que, crezca de mí, comentaron / llevó mi atención a la entrada del café. / Contemplé entonces el hermoso cuerpo, parecía / cual si Eros, con su gracia suprema, lo hubiese creado, / modelando, feliz, sus armoniosos miembros; / alzándolo lo mismo que a una estatua; / dando forma a su rostro con emoción / y dejando, del toque de sus manos, / un sentir en la frente, en los ojos, en los labios.

En la calle ( 1916) : El rostro encantados, algo cetrino; / los ojos castaños, como soñolientos; / veinticinco de dad, aunque aparenta solo veinte ; / con algo de artístico en su indumentaria / – el color de su corbata, el cuello de la camisa -, / va caminando, sin rumbo, por la calle, / cual transportado aún por el placer ilícito, / el placer, bastante ilícito, que hoya ha tenido.

Placer ( 1917) : Incienso y dicha de mi vida, la memoria de las horas / donde encontré, donde tuve el placer como yo quise. / Incienso y dicha de mi propia vida, donde rechacé/ cualquier deleite en un amor mundano.

Recuerda, cuerpo ( 1918) : Cuerpo, recuerda no sólo cuando fuiste amado, / no sólo los lechos donde te acostaste, / sino también aquellos deseos, que por ti / brillaban claros en los ojos / y con la voz temblaban – y algún inesperado / freno lo reprimió -. / Ahora que ya todo pertenece al pasado, / casi parece cual si a esos deseos / te entregaras también –cómo brillaban, / recuérdalo , en aquellos ojos al mirarte; / cómo temblaban con la voz, por ti, recuerda, cuerpo.

En el barco ( 1919 ): Por supuesto, se le parece / el pequeño retrato a lápiz. / Hecho aprisa, en la cubierta del barco, / una tarde maravillosa. / El mar de Jonia a nuestro alrededor. / Se le parece. Pero lo recuerdo como más bello. / Era sensitivo hasta lo enfermizo, / y eso iluminaba su expresión. / Más bello se me aparece / ahora cuando mi corazón lo llama desde el Tiempo. / Desde el tiempo. Son muy antiguas todas estas cosas: / el bosquejo, y el barco, y la tarde.

Su comienzo ( 1921 ): Consumaron su placer ilícito. / Se levantaron del camastro, / y a toda prisa se vistieron, sin hablar. / Volvieron por separado, furtivamente, a su casa; / y cierta inquietud llevaban en la calle, / cual si notasen que algo en ellos delataba/ en qué suerte de lecho, hace poco, había caído. / Cuánto ganó, sin embargo, la vida del artista. / Mañana, pasado mañana, o con los años se escribirían / los poderosos versos que allí tuvieron su comienzo.

Los llevé al arte ( 1921 ): Me siento y voy a mis ensueños. Deseos, sensaciones: / los llevé al arte – apenas entrevistos, / rostros o líneas; de los amores no cumplidos, / apenas recuerdo vagos -. Dejad que me entregue al arte. / Él sabe trazar la Forma de la Belleza; / completa la vida, casi sin darnos cuenta, / mezclando imágenes y mezclando días.

En la desesperación ( 1923 ). Lo perdió sin remedio. Y ahora busca / en los labios de cada nuevo amante / aquellos labios suyos. En cada relación / con cada nuevo amante , busca un engaño / de que es el mismo joven, de que se entrega a él. / Lo perdió sin remedio, cual si no hubiese existido. / Porque él quería – le dijo -, quería salvarse / del mancillado placer, del placer enfermo, / del mancillado y vergonzoso placer. / Aún había tiempo – le dijo – de salvarse. / Lo perdió sin remedio, cual si no hubiese existido. / Entre la fantasía y la quimera, / en los labios de otros jóvenes busca sus labios : / se afana por sentir su amor de nuevo.

Por las tabernas ( 1926): Por las tabernas y por los burdeles / de Beirut voy vagando. No quise quedarme / en Alejandría. Me ha dejado Tamidis; / se marchó junto al hijo del prefecto, para conseguir / una villa en el Nilo, una mansión en la ciudad. / No estaría bien que me quedase en Alejandría. / Por las tabernas y los burdeles / de Beirut voy vagando. En un vulgar libertinaje / llevo una vida infame. Lo único que me salva, / como una belleza inagotable, lo mismo que un perfume / que perdura en el cuerpo , es que fue mío por dos años / Tamidis, el joven más maravilloso, / fue mío, y no por una casa, o una villa en el Nilo.