Por Iñaki Urdanibia.

La última obra del escritor sudafricano Coetzee.

No es de extrañar que tal personaje, que apareció por primera vez en 2003 en una novela que llevaba su nombre como título, ya que todo da por pensar que tal señora es, mutatis mutandis, un casi transparente alter-ego del propio escritor. Allá desde la primera página se presentaba a la mujer escritora: nacida en 1928, en Melbourne, autora de nueve novelas, dos libros de poemas, un libro sobre ornitología y ha publicado bastante obra periodística ; varias temporadas, fuera de su Australia de origen, en Francia e Inglaterra. Casada dos veces y madre de dos hijos, uno de cada matrimonio. Saltó a la fama con su cuarta novela, La casa de Eccles Street (1969), cuya protagonista es Marion Bloom, la mujer de Leopold Bloom, el protagonista del Ulises (1922) de James Joyce. Algunos datos más se aportan sobre la fama adquirida y hasta alguna institución que lleva su nombre con una periódica publicación trimestral… No transcribo más. En el libro se presentan las diferentes conferencias, ocho, que pronuncia tal personaje, a lo largo y ancho del mundo, sobre temas que siempre levantan cierta polvareda entre quienes le escuchan, tanto por lo polémico de los temas abordados como por el enfoque adoptado. Aspectos que coinciden con algunos de los temas que son objeto de constante preocupación, y exposición, del escritor sudafricano, afincado en Australia, y Nobel de literatura 2003, John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940): la escritura en África, la vida de los animales y la relación con estos de los filósofos y los poetas, el problema del mal, etc.

Dos años más tarde tal personaje volvía a asomar en otra novela del escritor: El hombre lento, obra en la que un fotógrafo profesional tras un accidente vive sumido en la soledad y en la desesperanza, aminoradas cuando se enamora de su enfermera croata; es en esos momentos cuando irrumpe en su vida Elizabeth Costello, que le incita a retomar las riendas de su vida…

Ahora vuelve a aparecer la señora ya en los últimos años de su existencia y su comportamiento excéntrico sigue siendo una constante en el comportamiento y en las ideas de la señora, que se vanagloria de estar en mejor disposición que los jóvenes de cara a pensar en la muerte. Los «Siete cuentos morales» (Literaturas Random House, 2018) están atravesados por el desprecio que padecen los animales en nuestras sociedades y nos las vemos con perros guardianes agresivos, gatos abandonados y de vuelta al estado salvaje, el sacrificio de cabras, la cría de pollos a nivel industrial. Las referencias literarias invaden cada relato: Chejov, Robert Musil, William Blake, al tiempo que algunos filósofos (Descartes por el sacrificio de un conejo con fines experimentales y más en especial Heidegger, y su énfasis en señalar la inferioridad animal de la garrapata que no respondía más que a los estímulos de la sangre, aspecto que la señora relaciona con las reacciones del filósofo ante su amante Hannah Arendt) son despellejados en relación al trato que dan a los animales.

La dama sigue demostrando su proverbial terquedad y su enorme capacidad de incordiar a quienes a ella se aproximan, y Coetzee se complace en mostrarla en plena forma, y sabido es que, como los buenos vinos, hay gente que con el paso del tiempo no empeoran sino que mejoran, según se mire, claro; es el caso en lo que hace a la preocupación por el estilo y la economía de los textos que preocupan a la protagonista, y en paralelo al propio escritor que deja ver cierta preocupación por el porvenir de sus textos… con resonancias, del bíblico, polvo eres y en polvo te convertirás.

Elizabeth Costello se complace en ser ella misma, en mantenerse en su ser, y acabar su existencia de manera placentera, lo que queda expuesto en los diferentes cuentos en los que, contra lo que suele ser hábito, no ha de buscarse enseñanza, ni moralina alguna; las historias quedan abiertas para interpretación de quien se acerque a ellos. Y si ella aparece también lo hacen sus dos hijos Helen y John, llegado de Estados Unidos; la hija vive en Niza y tanto ella como su hermano andan preocupados acerca de cuál va a ser el destino de su madre, ya que no parece dispuesta a aceptar la hospitalidad que sus hijos le ofrecen, en su balanceo geográfico que se mueve entre Australia y Estados Unidos (Una mujer que envejece). Y como queda dicho los animales cobran una indudable centralidad, y así la vemos rodeada de gatos en un pueblito español, de Castilla, abandonado, con la única compañía, además de la docena de felinos, de un mirón de nombre Pablo que ronda por allá (La anciana y los gatos). Conocemos igualmente a la adultera, que programa su sistemática infidelidad, con el fin de amar más a su marido y vivir la vida con mayor intensidad y plenitud, además de para sentirse admirada y convertirse en objeto de deseo, o una carta en la que se expresan los límites de la vida (Mentiras), el tema de la vejez también es considerado en una joyita titulada Vanidad. El temor a un furioso perro al que ha de enfrentarse a diario la señora que pasa junto a él con su bicicleta (¡ay la adrenalina!), sintiéndose impulsada a reacciones más allá de lo que, en principio, le parece razonable, o la abuela provocadora que ante la sorpresa de sus hijos, de visita, se tiñe el pelo de rubio con el único fin de sorprender. O conocemos la propuesta de crear un matadero de cristal que convirtiese en espectáculo, el sacrificio de pollos, vacas u otros animales, como réplica de la dialéctica, igualmente aplicable a los humanos, el amo y el esclavo.

Esta capacidad de sorprender no es el mérito de estos cuentos que juegan con unas apariencias que esconden una realidad que a lo largo de la lectura de cada uno de los relatos se irán desvelando, interpelándonos en cuestiones que no son única y exclusivamente asuntos que afecten a los personajes de las historias sino a nuestra vida, en mayor o menor medida, al vernos sumergidos en a cotidianidad de la vida misma: el amor, el deseo, las tensiones entre padres (en este caso, madre) e hijos, el lugar que se otorga a los mayores en nuestras sociedades, y la vejez y la muerte. Un variado muestrario de etología humana, con especial atención en la relación entre los humanos y los animales, presentado por la afilada mirada, y pluma, del lúcido J.M. Coetzee que presta la voz a la crepuscular Elizabeth Costello… en su permanente papel de incordiante pepitogrillo, y en su constante tarea de analizarse a sí misma, y los deslizamientos de sus yoes, a través del paso del tiempo.

Los seguidores del escritor sudafricano, autor de novelas tan recomendables como Desgracia o Esperando a los bárbaros, no quedarán defraudados con este conjunto de cuentos.