Category: STANISLAW LEM


Por Iñaki Urdanibia

La tendencia a etiquetar a los escritores y sus obras, resulta en las más de las veces una manera de arrinconar a algunos autores, cometiendo una injusticia con ellos. Sucedió con los Dashiel Hammet o Raymond Chandler hasta que fueron rescatados como grandes escritores, por André Gide o Luis Cernuda; sucede igualmente con el autor que traigo a esta página, y otros pares suyos, que encasillados en la denominada ciencia-ficción, son reducidos a los límites de un género, como si su escritura fueran meros garbeos por los futuros planetarios y siderales, sin tener en cuenta el brillo de su escritura y los mensajes que de ellas se pueden extraer. La editorial Impedimenta emprendió hace algún tiempo una loable operación de rescate del escritor nacos en Polonia, es decir en ninguna parte si hacemos caso a Alfred Jarry en su Ubú rey. Stanislaw Lem nació en Lwów en 1921, hoy la ciudad pertenece a Ucrania, y falleció en 2006 en Cracovia. La editorial dirigida por Enrique Redel ha publicado ya una docena de novelas, a la que han de sumarse en este año aniversario, dos más: una, es una novela corta del autor, hasta ahora inédita en castellano, y, la otra, una biografía del escritor. Por cierto diré que no es la primera vez que me refiero al escritor mentado*.

Abrir «El profesor A. Donda. De las memorias de Ijon Tichy» es dar salida a unas veloces noventa páginas en las que el delirio, me atrevería a decir los aires patafísicos, toman las páginas. Ya desde el inicio nos encontramos con un personaje que escribe en tablillas de arcilla, siguiendo las técnicas cuneiformes usadas por los babilonios, en las cercanías de un búnker del que ha sido desplazado por la peligrosa presencia de un gorila; no es que el animal le haya deshauciado sino que este jugaba con granadas como si de inofensivas pelotas se tratasen. Estamos después del fin del mundo, más bien del fin de la civilización, y en las páginas parece que el dominio es de un mundo al revés como el que cantase Violeta Parra, o escribiese Eduardo Galeano: es decir, que los valores al uso no son los que habitualmente regían en las sociedades humanas sino que parecen guiados por cierto síndrome de Frankenstein, ya que en el balanceo entre el azar y la necesidad en que se desarrollan los seres y el mundo, que decía el otro, en este caso es el primero el que prevalece: la casualidad y las equivocaciones.

Ya el propio nombre del doctor Affidavit Donda fue fruto de una confusión a la hora de inscribirle; añádase que este pretendido científico -considerado un tramposo de tomo y lomo por la comunidad científica- es hijo de una señora que es su padre (sic), consecuencia de las investigaciones biológicas sobre la herencia que se llevan a cabo en el país africano al que se ha desplazado la vida. Las mujeres portadoras en el caso del profesor fueron cambiantes ya que la primera, una negra, fue detenida por atentar contra algunos bienes en protesta por los desastres medioambientales en marcha. Tras una infancia en México, se nacionalizó en Turquía en donde abandonó la iglesia episcopaliana, convirtiéndose al budismo Zen. Un río, plagado de voraces cocodrilos, hacía las veces de frontera entre Lamblia y Gurunduvayu, y allá trabajaba y enseñaba el doctor Donda, influyendo en la marcha del país, con sus estudios, con la cibernética al apoyo, sobre el mal de ojo y similares. En algunos congresos internacionales sus posiciones eran recibidas con abucheos, ya que contradecían de manera radical, los postulados basados en la razón, para dar cabida a la magia y sus rituales. En su país, sin embargo, era respetado hasta el punto de que fue nombrado chamán honoris causa. La pretensión de Donda era crear una ciencia nueva, la Svarnética, que nadie sabía con exactitud en que consistía, y que intentaba, con un desorbitado presupuesto apoquinado por ls gobernantes del lugar, «programar en el ordenador, IBM, todos los conjuros, intervenciones mágicas, embrujos, encantamientos y fórmulas chamánicas creadas por la humanidad». Esta megalomanía me trae al recuerdo aquella afirmación de Jean Baudrillard, y cito de memoria, de que el exceso de información provoca el grado cero de ella.

El país presentado es singular en la medida en que existe un banco de la corrupción, siendo esta moneda al uso y fomentada desde el poder que la elogiaba en la medida que el latrocinio, los chachullos y enchufismos fuesen al por mayor; la autoridad del Hermano Mayor de la Eternidad era ejercida con mano de hierro, dándose juicios presididos por tribunales que iban a su bola y que funcionaban esporádicamente; curioso resultaba igualmente que los aguardientes fuesen embotellados por un Comité Antialcohólico Municipal, o que el transporte de pasajeros se realizase en helicópteros ya que el tramo de autopista construido se dedicaba a desfiles militares, etc., etc., etc. Como decía un mundo al revés, que parecía el resultado de la adoración de una concepción del progreso, cuyo centro de gravedad único y exclusivo era el progreso entendido desde una óptica meramente técnica. Esta programación de la magia, guiada por el absoluto cibernético, condujo al profesor a concluir con la constatación de que las computadoras engordaban con el aumento de acumulación de datos, lo que en los hechos suponía un crac, y un hundimiento en la estupidez y la nada.

El libro se desenvuelve veloz, como la decadencia creciente que parece empujada por el impulso acelerado del principio de entropía, acabando éste encarnado en la fe en el desarrollo ilimitado con un horizonte de armonía social, cuyo final en vez de al cielo se asemeja más al infierno de la obsolescencia programada, de la que hablase Günther Anders, que plasma la existencia del infierno no en un remoto más allá sino en el más acá que dijese Italo Calvino en sus Ciudades invisibles: «el infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí», en la medida que, como expone Lem con afilado humor, se dé primacía y dominio al progreso, técnico…

No era muy dado Stanislaw Lem a airear su vida, es más mantenía una postura de silencio y hasta de jugar al despiste poniendo en circulación algunas leyendas sobre sí mismo; ahora el periodista Wojciech Orlinski (Varsovia, 1969) da muestras de ser un profundo conocedor del escritor y su obra en su «Lem. Una vida que no es de este mundo». Las dotes de investigador, revestido de un claro e incansable afán detectivesco, hace que recurriendo a cartas, entrevistas personales y otras fuentes desvele hasta el más mínimo detalle de la existencia del biografiado. La obra supone una acercamiento al autor, muy en especial, a los años en que se fue forjando el futuro como escritor, rompiendo los silencios y ocultamientos. Así conocemos al niño Stanislaw dedicado a tomar notas incansablemente y dedicado a inventar diferentes mecanismos y tramánculos. Sus padres, hubieron de padecer debido a su condición de judíos, siendo el padre detenido y llevado a un lager, del que que fue liberado por las súplicas de su esposa acudiendo a amistades de altas instancias. Los estudios, de medicina, fueron truncados por el estallido de la segunda guerra mundial, en la que Lem permaneció escondido, al tiempo que debía portar para moverse papeles falsos a la vez que desempeñaba diferentes oficios, alguno de los cuales le sirvió para colaborar en la resistencia contra el nazismo, saboteando algunos motores automovilísticos… Muchos de estos aspectos, silenciados, por Lem son sacados a la palestra, siendo presentado el escritor en zapatillas, y en su esfera creativa que hace que haya sido considerado como científico en Rusia, filósofo en Alemania, en escritor de obras para niños en Polonia y en un gran e imaginativo escritor de literatura fantástica en el seno del mundo literario.

No se reduce el valor de la obra al retrato del escritor, que obviamente también, sino a la capacidad de Orlinski para contextualizar los tiempos oscuros que le tocaron vivir a Lem, en un país entre dos, dependiendo de la bota, y así se detallan los primeros transportes en vagones de ganado a los campos de exterminio nacionalsocialistas, del mismo modo que se da cuenta de los brutales progromos que hubieron de padecer los judíos, entre los que se vieron afectados algunos familiares del autor de El hospital de la transfiguración o de Provocación, y si nombro éstas es debido a que de uno u otro modo inciden en la peste racial de la época. Destacable también resulta el señalamiento de algunos guiños, autobiográficos, que el periodista detecta y señala en las obras del escritor, lo que hace que la lectura de sus obras cobre con tales anotaciones una comprensión mayor.

Un homenaje en toda regla supone esta doble publicación: una fiesta narrativa y una respuesta a las preguntas que se hayan podido prodigar ante la rutilante figura de Satanislaw Lem.

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( * ) Recupero algunos artículos de los publicados en esta misma red, retomados habitualmente en Cartel de las Artes y las Letras, a los que recurro ya que tras ser hackeada Kaos, estos artículos permanecen, al menos por el momento, inaccesibles: stanislaw lem | Resultados de la búsqueda | Cartel de las Artes y las Letras

( https://carteldelasartesylasletras.wordpress.com/?s=stanislaw+lem )

Por Iñaki Urdanibia

«Uno de les escritores más inteligentes que ha dado el siglo XX».

Anthony Burgess

«En la literatura de nuestro tiempo, los dos grandes maestros de la ironía y de la imaginación con Stanislaw Lem y Jorge Luis Borges»

                                     Ursula K. Le Guin

Nombrar a Stanislaw Lem (1921-2006) es referirse a unos de los grandes escritores del siglo pasado, y no solamente en lo que se refiera a la llamada ciencia-ficción, género en la que su lugar de honor es indiscutible, sino también en otros lares de lo literario: ahí están para confirmar lo que digo sus «El hospital de la transfiguración» o «Provocación», por citar un par de ellas, ajenas a la ciencia-ficción. El autor polaco no daba puntada sin hilo de modo y manera que su lecturas provocan reflexiones y plantean preguntas acerca del presente y el futuro de la humanidad. Es claro que su escritura no está centrada en crear historias que sirvan al mero pasatiempo de lectores aburridos o de amantes de historias fútiles e infantiloides. De todas estas cuestiones he hablado en otros lugares*.

En el encomiable trabajo de recuperación de su obra, Impedimenta lleva una docena de libros publicados, le toca ahora el turno a «El Invencible»; libro que en su momento publicase Minotauro en 1991, ya agotado; ahora el libro se publica con nueva traducción de Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz. Estamos ante un libro potente en el que los aires distópicos se adueñan de las páginas. Una nave interestelar cuyo nombre es el que da título a la obra, parte para rescatar otras nave, El Cóndor, que se ha quedado varada en Regis III. En tal lugar los gobernantes son unos nanorobots cuyos efectos en el cerebro de los humanos está fuera de control. La tripulación avanza en un ambiente de zozobra ante lo que se puedan encontrar, y la angustia se adueña de sus componentes. Son varios los centros de atención a los que se dirige, o nos dirige, el libro: la búsqueda de la verdad, hallar la propia identidad en distinción con los otros, y de la desesperación que impulsa la voluntad de descubrir y dominarlo todo; de esta modo la aventura es la propia del género humano, y esta nos es presentada en medio de los nombrados nanorobots, en un viaje a lo desconocido y una dinámica tecnológica que conduce a crear ingenios que escapan a las propias órdenes humanas, como si se cumpliese la desobediencia del personaje de Mary Shelley que he empleado en el título de este comentario, trasunto del Golem, el díscolo personaje de la leyenda judía praguense.

Si Solaris suele considerase la obra estrella del escritor, sin afán alguno de establecer comparaciones, sí me atrevo a afirmar que la que comento no le va a la zaga, ya que la imaginación desbordante, la creación de mundos otros cobre una presencia potente en este otro libro, en el que nos movemos en medio de nubes de moscas-robot, y en la que tampoco se ausenta el amor, incluido el profesado al género humano y a su oscuro destino. Las derivas por los lares de lo cibernético, por la inteligencia artificial se desarrollan con firmeza, que da cuenta del dominio por parte de Lem de los temas que aborda. La presencia de máquinas, con capacidad reproductora, el hallazgo de otras formas de vida, no orgánica, lo que abre la senda de algunas pinceladas sobre la evolución, formas de vida no habituales en el planeta de los humanos, acompañan a la afanosa búsqueda de los compañeros desaparecidos, al final encontrados en unas circunstancias realmente extrañas, hasta el borde lo inexplicable.

Nadie debe esperar alguna armoniosa, ni consoladora, moraleja, final sino que Lem no abandona en el escenario de ciertas incógnitas acerca de la tan cacareada superioridad humana, de centrismos varios (antropos, cosmos, etc.), con unas tonalidades escépticas muy propias del escritor polaco. Nada pues de palmaditas en la espalda, sino que un panorama que asemeja la novela al criterio que propusiese el autor de La metamorfosis, un buen libro es aquel que supone un puñetazo en el rostro.

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* ) Un par de artículo en los que se presenta al autor y sus obras:

Stanislaw Lem: el mismo y el otro ( I ) – Kaos en la red 21 marzo de 2019

Los otros mundos de Stanislaw Lem ( y II) 23 de marzo de 2019

Por Iñaki Urdanibia

El escritor polaco (Lviv, 1921 – Cracovia, 2006) es conocido, y reconocido, fundamentalmente por sus obras de ciencia-ficción. Mas algunas de sus atractivas obras escapan a tal género para desarrollarse por los pagos de la ficción (ahí está su El hospital de la transfiguración) o por el del ensayo-ficción, terreno en el que desde luego da muestra de una habilidad y una imaginación digna de elogio; tal topos narrativo ya había sido transitado por otros, tal y como apuntase el propio Lem, nombrando al argentino Borges. Si en este último lo practicó en algunas, contadas, ocasiones, Lem se entregó a la tarea de una manera extensiva a la hora de elaborar reseñas de libros inexistentes, libros imaginarios. Su empeño suponía variar de registro, alejándose de la ficción narrativa, de historias, al tiempo que suponía experimentar, probar nuevos caminos y métodos. Dentro de esta vía innovadora pueden incluirse su Vacío perfectoProvocación, Magnitud imaginaria o Golem XIV, todas ellas publicadas por Impedimenta. Me viene al recuerdo aquella ocurrencia del siempre ocurrente Oscar Wilde cuando decía no leer los libros que debía reseñar para no dejarse influir por ellos; en el caso de Lem da la impresión de que es escritor, convertido en crítico, halla los libros , imaginarios, que le gustaría reseñar: y dicho y hecho.

Hace ya una quincena de años que la entonces Funambulista, editó la segunda de las nombradas, y hace una docena de años, Impedimenta, la primera; ahora, ve la luz un volumen que reúne «Provocación. Biblioteca del Siglo XXI»; y vamos por partes. Si en las dos nombradas y publicadas con anterioridad se reunían dieciocho reseñas , ahora a las dos de Provocación, fechadas en 1982, se añaden un par de ellas correspondientes al año siguiente, planeando en algunos casos de su escritura la relación con el genocidio del nazismo, conocido bajo el nombre de Holocausto [sea dicho al pasar que el término empleado en especial en los medios anglosajones, a partir de la exitosa serie televisiva del mismo nombre en lo setenta, uso posteriormente ampliado y generalizado a otras áreas, es realmente desafortunado, como señalan no poco estudiosos de estos temas como Annette Wieviorka, su hermano Michel, o Catherine Perret, entre otros, lo que les hace optar y recomendar el uso del término Shoah, tomado del nombre del film de Claude Lanzmann y cuyo significado en hebreo es catástrofe, con la que Yavé amenazaba a su pueblo como castigo de sus pecados. Holocausto (holos kaustos = quemarlo todo), expresión de origen bíblico se refiere a los sacrificios ofrecidos a Yavé, sacrificio y abandono a una voluntad superior… Es obvio que la fabricación sistemática de cadáveres – por emplear la expresión utilizada por Hannah Arendt – no tenía ningún sentido religioso para los verdugos y menos para las víctimas que, obviamente, eran conducidos al matadero contra su voluntad… Barajando la posibilidad de nombrar tal horror, se ha de excluir la siniestra fórmula de Solución finalEndlösung der Judenfrage, utilizada por los nazis; asoman en este caso las dificultades e inexactitudes para nombrar esta destrucción de los judíos de la que hablase con maestría y rigor Raul Hilberg explicando este genocidio].

Provocación fue la última entrega que realizó Lem de su Biblioteca. En la obra se reúne dos textos: el uno de un tal Horst Aspernicus que trata sobre el genocidio, ensayo que se divide en dos capítulos, en los que se expone la solución final como redención, en donde el autor trata de explicar con distancias los motivos que condujeron a los nazis a poner en marcha el programa de aniquilamientos de los judíos; para luego poner en relación, comparativa, el crimen al por mayor con el comportamiento del terrorismo. No cabe duda que la pretensión de objetividad expresada en la distancia señalada produce unos resabios de desasosiego.

La segunda parte de la obra es un intento, llevado a cabo por J.Johnson & S. Johnson para dar cuenta de un minuto humano, medida cronológica que pretende mostrar aquellos que todo el mundo está haciendo en dicho momento, recurriendo para hacerlo a una serie de tablas estadísticas que resultan realmente chirenes, como si compitiesen entre ellas por alzarse como la más delirante; competición en la que queda señalada la crítica a las locuras de los avances tecnológicos y sus desbocadas pretensiones. Es claro que no estamos ante unos juegos de estilo al modo de Raymond Queneau, sino que son planteamientos que empuja a la problematización acerca de la realidad y su expresión, en unos textos empapados de ironía y humor sarcástico.

Si en anteriores ocasiones el abanico de recensiones y temas tratados es de una variedad realmente diversa, yendo del sexo duro, a la ciencia, pasando por re-lecturas de obras clásicas como el Poema de Gilgamesh o el Ulyses de James Joyce, sin obviar otros textos pretendidamente sagrados, abarcando parodias, pastiches, y burlas, apuntes en borrador y el estudio del Cosmos como juego de ficción, en la presente ocasión entrega dos más: El mundo como Holocausto y La evolución al revés; en el primero se habla de la evolución del Universo, relacionando las galaxias, la Tierra, El Sol y las estrellas, recurriendo a las metáforas de la ruleta, ejemplo del azar, y del tribunal de pruebas reflejado en los expertos en cosmogonía… las vueltas y revueltas, en las que parece que siempre funciona en la recámara el principio de entropía, concluyendo con unos aires desesperanzados de que el futuro del conocimiento ha de situarse más allá del propio siglo XXI. El segundo, se basa en una lectura de una historia militar del siglo XXI, que el autor dice haber leído, y en la que avanzamos en situaciones en los que se masca la tragedia, los peligros de la energía nuclear, introduciéndonos en un bucle en el que los desastres provocados por diferentes tecnologías se suceden «como si su destino fuera un eterno salir de la sartén para caer en las brasas».

Las visitas de Lem a estos libros imaginarios, que se abren en diáspora temáticas, convierten su lectura en unos textos que funcionan de manera enciclopédica, como saberes que se entrecruzan y se entrelazan, de manera singular y deconstructora que en su circularidad forma un todo particular de la imaginación del autor polaco que interpela a quien a sus textos se acerque.

Por Iñaki Urdanibia.

Si en el anterior artículo presentaba al escritor polaco y me centraba en una de sus novelas, en el presente recurro a varios artículos que sobre él he publicado.

Reseñas publicadas de otros títulos del autor

Stanislaw Lem, pisando otros planetas

+ Stanislaw Lem

«El invencible»

Minotauro, 1986.

El polaco es un escritor que nos traslada a otros mundos, imaginados en base a su interés en los últimos avances de la ciencia, como deja ver en la puesta en escena de nanorobots, las redes que tejen la inteligencia y sus derivas por los pagos de los desarrollos artificiales… y en la presente ocasión máquinas por doquier, muchas máquinas, combinado el acercamiento cibernético con el orgánico.

Si en esta ocasión deja ver estos avanzados aspectos que nombro, convirtiéndole en un verdadero adelantado a su tiempo (téngase en cuenta que la novela fue publicada originalmente en 1964), la aventura se lanza en torno a una nave de guerra de gran potencia, cuya misión va a ser hallar cuál ha sido el destino de una desaparecida nave, gemela de ella, de nombre Cóndor. Para realizar tales averiguaciones ha de dirigirse a un planeta de reciente descubrimiento, Regis III. Parece ser que las diferencias ente este planeta y la tierra son abismales, ya que en él no existe vida orgánica por lo que parece, lo que no quita para que el océano dé sobradas muestras de poseer una destacada sensibilidad y reacciona ante las ondas electromagnéticas, dándose en su superficie un enjambre de vida de diferentes insectos, que parece haber sido creada por alguna máquina, también creada y en cuya fabricación se le han otorgado altos grados de autonomía que hace que ella – cual Frankenstein redivivo – haya sido capaz de utilizarla mostrando su capacidad reproductora. En medio de estos sorprendentes descubrimientos no deja de resultar más sorprendente si cabe el que acaban hallando a los tripulantes de la nave perdida que han fallecido de hambre y sed, cuando cerca de sus restos había abundante agua y alimentos.

Los recién llegados tratan de explicarse aquel insólito cúmulo de hechos y seres inexplicables desde sus criterios racionales, llegando a la conclusión de que ha debido existir alguna civilización que ha creado las máquinas nombradas, repitiendo el modelo del desarrollo evolutivo conocido, y seguido, entre los humanos, abocando a una forma de vida que se traduce en un enjambre de pequeñas máquinas voladoras al modo de minúsculos insectos. No parece que tales engendros supongan peligro alguno, pero sí que acaba demostrándose que reaccionan de manera colectiva en el momento en que son molestados, con una pasmosa capacidad de difundir fuerzas que acaban con el debido funcionamiento de las máquinas de los viajeros y hasta llegan a anular su memoria y cu capacidad motriz, originando unos síntomas de parálisis que explica el hallazgo de los tripulantes de la nave Cóndor en las condiciones sorprendentes y misteriosas en que han sido encontrados.

En tal desnortada situación que les desborda, por su carácter incomprensible e inaudito, y como tal inexplicable, la furia vence en los tripulantes que deciden hacer frente a estos minúsculos pero numerosos enemigos, mas con rapidez toman conciencia de la imposibilidad de llevar adelante la empresa con mínimos visos de éxito, ya que los enjambres están compuestos de numerosos integrantes lo que convierte el combate en algo desigual debido a la correlación de fuerzas, además de que los nanorobots están absolutamente hechos a la vida y las condiciones del planeta Regis III, cosa que no sucede con los que acaban de llegar, que ven que la única posibilidad de alcanzar una victoria, aunque sea pírrica no puede ser otras que la aniquilación del planeta en su totalidad. La decisión final será abandonar el planeta y establecer un distanciamiento y aislamiento con respecto al de Regis III, mas antes de ejecutar la decisión les queda la tarea de recuperar a algunos de los exploradores que han desaparecido en la confusa acción; en tal tesitura uno de los tripulantes se ofrece como voluntario, suicida, para emprender la búsqueda, en la que acaba descubriendo que los buscados están muertos… tras el hallazgo logra volver a la nace Invencible que parte hacia el lugar del que han partido.

En la aventura narrada por Lem puede verse el dominio que éste posee en los temas relacionados con la evolución, la inteligencia, y deja ver, una vez más, su escepticismo con respecto a la capacidad de conocer de los humanos, y la falta de fe en que el destino ineludible de la evolución esté ligado de manera ineluctable con la inteligencia y la complejidad biológica, desconfianza reforzada por el descubrimiento de los nanorobots que no poseyendo las características mentadas se convierten, sin embargo, en los enemigos más dotados a los que se han enfrentado los humanos.

En la novela no hay final feliz, ni vencen los buenos sino que se subrayan los problemas de la comunicación del conocimiento, y en vez de como suele ser habitual en las películas de indios y vaqueros y también en las de ciencia-ficción del otro lado del charco, los seres locales no son monstruos malvados sino que resultan poderosos, lo que supone, o ha de suponer, una cura de humildad para los humanos al hacerles conscientes de sus limitaciones. Si rizar rizo alguna, los resabios pesimistas permanecen tras la lectura, frente a cualquier guiño a futuros luminosos, lo que indica las circunstancias de escritura de la novela; y para muestra un botón final: «el hombre no se ha elevado aún al pináculo que cree haber alcanzado; no ha merecido aún acceder a la posición presuntamente llamada cosmocéntrica. Esta idea acariciada desde la antigüedad, que no consiste sólo en buscar criaturas semejantes al hombre y en aprehenderlas, sino más bien en abstenerse a interferir en todo aquello que no concierne al hombre, en todo cuanto le es ajeno. Conquistar el espacio, sí, ¿por qué no?, mas no atacar lo que ya tiene existencia propia, aquello que en el transcurso de millones de años ha creado su propio equilibrio, que no es tributario de nada ni de nadie, excepto de las fuerzas de la radicación y de la materia».

Balanceo entre lo Uno y lo Múltiple, entre el Mismo y el Otro, como ya se ve en otras de sus obras (por ejemplo en Solaris), y la honda sospecha, por no decir convicción, de que exista una imposibilidad de llegar a conocer la alteridad, que bajando a la tierra podría interpretarse en clave de condena del etnocentrismo y otros centrismos que alejan cualquier forma de comprensión y, en consecuencia, de comunicación.

Paseando por las estrellas

+ Stanislaw Lem

«Diarios de las estrellas»

I. Viajes

II. Viajes y memorias

Edhasa, 1988

Vaya por delante que el que escribe no es mayormente inclinado a las lecturas de la denominada ciencia-ficción; a algunos textos de contados autores sí que me he acercado (Assimov, Phillip van Dick, Ursula K. Le Guin, Ballard o Ray Bradbury; los pioneros H.G. Wells o Jules Verne son otra historia) más por su carga crítica con respecto al presente encarnado en un futuro que no hace sino llevar al extremo, degenerado, lo dado.

En la medida en que nos embarcamos en las aventuras del protagonista, cosmonauta él, podemos ver que, más allá de su formación académica en medicina, el escritor polaco mantiene cierta familiaridad con algunos célebres científicos como Darwin, Einstein, Heinsenberg o Wierner, y lo señalo ya que la pretensión del cosmonauta nombrado por explorar y modificar las estructuras cosmológicas y cronológicas, muestran ciertos aires de familia con la relatividad, la incertidumbre, la reversibilidad, o la cibernética.

El protagonista de este periplo por el espacio es Ijon Tichy y por medio de sus hazañas el escritor nos conduce más allá de los hechos narrados, pues en la recámara planean la desconfianza, o al menos las serias dudas, acerca del alcance del conocimiento y los inventos humanos enfocados a la ampliación de éste, los fracasos de la orgullosa humanidad en sus empeños prometeícos que desembocan en el rostro frankensteiniano.

Los viajes de Tichy son un tanto delirantes en su impenitente exploración de las estructuras espaciales y temporales, con el propósito de modificarlas. Si en el primer volumen se presentan sus viajes, en el segundo el centro de atención son las memorias, y el denominador común podría cifrarse en la agria crítica que Lem dirige, arrojada como un potente dardo, al antropocentrismo. Con tal fin somos invitados a seguir unos dislocados periplos, empapados de reducciones al absurdo, que se contagian igualmente al lenguaje, con la creación de un léxico ad hoc. Facilita la lectura que la obra esté integrada por diferentes entradas a modo de relatos en los que el humor y la sátira se dan la mano, haciendo que tras las aventuras se abra con amplitud la aventura del pensar ya que es difícil quedarse en la superficie, pues Lem da mucho que pensar y sus historias no diré que tiene moraleja pero sí que encierran potentes píldoras para la reflexión y la rumia.

Leyendo estos libros, repletos de dispares historias, surge la pregunta de ¿quién ha dicho que la ciencia-ficción es un muermo? Viajes a distintos planetas con las extravagantes manías de sus singulares habitantes, u otros en los que se aplican medidas para evitar los desmanes de la corrupción, solicitudes a organismos universales para que se introduzca a la humanidad en su entorno; o seres extraños que no responde de ninguna de las maneras al prototipo de los seres humanos… dominando la página, o lo no escrito en ella, un espíritu contra la autosuficiencia de los humanos que no soportan la diversidad, comportándose como los únicos ; las averiguaciones interestelares de Tilich echarán por tierra tales convicciones abriendo las puertas a otras formas de existencia, realmente extrañas para la visión humana.

En las memorias, el viajero centra su mirada en el planeta Tierra y aquí nos lleva a pisar más fuerte ya que nos las tenemos con seres humanos, y es una mirada humana la que observa las máquinas, robots y los objetos con óptica diferente, no sin antes relatarnos sus seis últimos viajes en los que halla seres en otras estrellas, en el siglo XXVII, en las que han sustituido a Dios por Satán para contrarrestar lo mal hecho que está todo lo creado, derivando por cuestiones relacionadas con la fe, las creencias; en otro, encuentra plazas vacías en donde asoman alguno animales hominiformes y su división desde tiempos ancestrales en spiritas, ilustres y pencales;… facilitándonos diferentes apuntes en los que se constata la falta del principio de gravedad y otras constantes extrañas, alertándosenos ante la posible rebelión de estas creaciones, como tales artificiales, ante la pelmada atosigante que les puede suponer un incordio permanente, repaso por los bordes del alucine que concluye con una carta en la que se solicita la prohibición del turismo, para que no se produzca lo que se da en algunos espacios que eran vírgenes y que en la actualidad son pasto del plástico, de los chillones domingueros y de los caprichos de consentidos chiquillos… provocado la furia de los objetos y la flora contra los molestos visitantes. También asistimos con el a un Congreso de Cibernética y conocemos un curioso centro psiquiátrico, el sanatorio del doctor Vliperdius en donde conocemos los métodos nuevos que allá se emplean y entramos en contacto con seres que sienten que han sido falsificados en su ser, ya que les han robado el cuerpo, otros que luchan contra la naturaleza con el fin de invertirla influidos por las armonías de Fourier, o todavía un filósofo que ha creado una ontología de la nada o neoontología que postulaba que nada existía, ni él mismo, pues todo era un sueño… la locura de este pensador residía en que había dejado de creer en su propia doctrina, cerebros electrónicos averiados, seres enamorados de las máquinas que han creado… Y nos narra Tilich las campañas de lucha contra alienígenas varios… mas siempre guiado por el comportamiento de Arquíloco que en cuanto veía el peligro se abría a lugares más sosegados.

Lo variopinto de los viajes y de las memorias en las que relata sus exploraciones y hallazgos suponen una carga de profundidad contra algunas verdades heredadas, en especial en lugares bajo el dominio del totalitarismo, en localizaciones tan igualitarias que la identidad de cada cual se desvanece dando lugar a una intercambiabilidad de seres, lo que hace que no haya que forzar las cosas para encontrar similitudes con los viajes de Gulliver… mas en este caso, con las sorprendentes variaciones espacio-temporales que hacen que el orden cronológico no funcione como estamos habituados a que funcione y conocemos a sabios amigos, como Taratoga, que ostentan cátedras de disciplinas nuevas y altisonantes por lo decir rarisonantes… Y un humor que retuerce el sentido hasta el envés… ¡Así, Stanislaw Lem!

Narrativa y ensayo, dos en uno

+ Stanislaw Lem

«Provocación»

Editorial Funambulista, 2004

Estamos ante un híbrido entre la ficción y el ensayo: por una parte están los análisis pormenorizados de algunas obras halladas, lo que es acompañado de un tono ensayístico que empuja a reflexionar sobre cuestiones ciertamente profundas sobre el genocidio de los judíos por parte del nacionalsocialismo, y en el segundo texto presentado la imposible tarea de narrar lo que sucede en el mismo instante en todos los lugares del globo.

En su Vacío perfecto, ya constaba que era un texto perteneciente a «La biblioteca del siglo XXI» en las que pretendía presentar reseñas de obras inventadas, y en las que, según palabras del propio escritor, le servía como entrenamiento de otros estilos, además de que le suponían un reposo para su imaginativa mente y sus impulsos inventores. La obra que ahora se presenta es el último de los textos pertenecientes a esta colección.

En el primero de los textos presentados (Der Völkermord. I. Die Endlösung als Erlösung / oo. Fremdköper Tod) Lem da cuenta de un par de escritos de un tal Horst Aspernicus que trata sobre la matanza de judíos por parte del nacionalsocialismo; en tales ensayos se hurga en los motivos que confluyeron para que los nazis optaron por la que denominaron solución final, con referencias al marqués de Sade, a la necesaria desnudez de las víctimas, las características del genocidio y su particularidad nazi con la desaparición debido a la fabricación industrial de la muerte de las nociones de culpa y responsabilidad, las dudas antes de poner en marcha la empresa de producción de muertos al por mayor y la opción final por el camino de la carnicería desechando cualquier sentido del beneficio  …, relacionando esta empresa exterminadora ; en la segunda parte (Fremdkörper), se enfoca el reciclaje de la muerte y las diferentes maneras de llevarlo a cabo, en la antigüedad, en la Edad Media… todo eso sí, en nombre del bien, de la patria, de la vida y de la salvación…, se trata igualmente de indagar los puntos en común de tales procedimientos y mecanismos justificativos con el terrorismo actual, cifrados amén de en lo salvaje de sus comportamientos en la elección de una presa sobre la que volcar todos los golpes, por ser la representación de todos los males habidos y por haber, suponiendo su aniquilación la liberación de la sociedad, de la nación, del pueblo…

En el segundo ensayo del libro, Johnson&S.Johnson son los autores de un ensayo megalómano del que pretenden dar cuenta en One Human Minute (Un minuto humano); la empresa resulta delirante (la muerte y las diferentes causas de ella, los problemas y maneras diferentes de deshacerse de los cadáveres, la tortura, la pornografía y cantidad de otros aspectos, asistencia a obras teatrales y otras, enfermedades mentales, hasta los más banales, del quehacer humano); su megalomanía queda patente al tratar de abarcar la actividad simultánea de los humanos en el mundo, recurriendo a Dovstoievski y su Hombre del subsuelo elaborando para ello innumerables estadísticas que tratan de aprehender la realidad, y mostrarla a los potenciales lectores. Lem como crítico subraya que se puede ayudar a los humanos de muchas maneras pero que desde luego las estadísticas no son la manera, además de señalar la imposibilidad de abarcar el todo

Salvando las distancias debidas, subyace un regusto al personaje borgiano que trataba de realizar un mapa que respondiese al tamaño natural de lo representado. Los caminos que abre la lectura más que en los hechos mismos nombrados que en algunas, por no decir en todas, las ocasiones resultan realmente chirenes sirven además de para dar gusto al placer de leer, a las relaciones de las palabras con el conocimiento, el tema de las interpretaciones, y los modos de expresar los conocimientos o los datos recogidos.

No hace falta ni decir, tras lo ya dicho, que no estamos ante un texto frívolo y facilón, sino que es una literatura que invita a pensar, sobre temas importantes y el estilo escueto utilizado con numerosas derivaciones hace que la lectura, como digo, haya de ser abordada con atención, pero el esfuerzo no será en vano ya que las lecciones serán numerosas.

Un escritor pleno

+ Stanislaw Lem

«El hospital de la transfiguración»

Impedimenta, 2008.

+ Stanislaw Lem

«Vacío perfecto »

Impedimenta, 2008.

Vaya por delante que servidor no es muy aficionado a la llamada ciencia ficción. En su momento leí algunas cosas de Isaac Asimov, de Ursula K. Le Guin, de Roy Bradury, de Philip van Dyck, de Georges Ballard, y hasta algo del escritor polaco que traigo a esta página; después aparqué la lecturas pertenecientes a dicho género.

Lo de las etiquetas a veces sirve para orientarse grosso modo por la selva de la infinidad de libros, estilos y géneros, pero a veces también es verdad que desorientan al encasillar a alguien dentro de una cuadrícula y de este modo desinflarlo debido a la marca que sobre tal se graba, arrinconándolo en una esquina, reduciéndolo a los límites de un género o subgénero, como si de provincias alejadas dentro del mundo literario se tratase; lejos de la literatura con letras mayúsculas. Algo, mucho, de lo que digo me ha pasado a mí con Stanislaw Lem, manteniéndome alejado de sus libros y hasta habiéndome deshecho de algunos de ellos. ¡Craso error!

En estos últimos tiempos han caído en mis manos varios libros de este escritor polaco y la verdad es que es como para enviciarse con sus obras; sus libros son de los que crean adicción, y desde luego nada ver con los estereotipos de la ciencia-ficción, nada de otras galaxias, platillos, o futuros no sé como… Desde luego hay en su escritura ciencia y ficción, de las dos cosas, pero nada de futurología ni de prospectivismo alguno. En los libros que he leído se habla del pasado y del presente que hunde sus raíces en los horrendos hechos del siglo pasado. Téngase en cuenta que Lem vivió entre los años 1921 y 2006, y su país se vio invadido por los nazis y convertido en verdadero escenario espeluznante de la «solución final» de los judíos, los gitanos, etc… a cargo de los empresarios de la muerte, primero al por menor – manualmente – y luego al por mayor – trabajo en serie y tecnificado – a la hora de producir cadáveres. Mas no sólo se limita a tal fuente de inspiración sino que traspasa dichas barreras para adentrarnos en libros ficcionados, en escritos de una imaginación desbordante… más allá de la realidad pura y dura. En este redescubrimiento no juegan un papel desdeñable un par de pequeñas editoriales que apuestan por la gran literatura – que no por las muchas ventas – y por los autores de calidad, a veces olvidados; me refiero a Editorial Funambulista e Impedimenta.

Contra el horror

Sabía de qué hablaba en sus primeros pinitos como escritor el polaco – después también, claro – y lo digo ya que tanto él como su familia habían sufrido en propia carne la invasión de su patria por los nazis. Su primera obra, la primera de las que constan en las fichas de los libros reseñados, escrita en 1948, se sitúa en los momentos en que sucede lo dicho, en el año de 1939, la peste parda se dedica a limpiar todo lo que encuentra a su paso. La «solución final», puesta en marcha por las mentes nacionalsocialistas (y que se me perdone el oxímoron), intentaba evitar la reproducción de los judíos, gitanos, enfermos psíquicos, homosexuales, etc., para facilitar la gloria de la pura raza aria; todo un programa higienista. Para culminar con mayor éxito su extirpación de los parásitos del cuerpo social necesitaban encerrar y experimentar, con el fin de limpiar más y mejor. Qué mejor cobayas que los “locos”, en una sociedad “normal” en su patología asesina los manicomios eran la anormalidad admitida como lo patológico que se enfrentaba a la supuesta racionalidad, a la supuesta normalidad, que es lo que se ve en la novela… cuando un manicomio pretende ser tomado por los nazis con el fin de deshacerse de sus médicos y enfermos para imponer su orden..

Lem retuerce los límites de la razón, rizando el rizo de la racionalidad dominante – planificadora de la muerte -, al llevar la acción a las paredes de un psiquiátrico que ha de ser transformado en una hospital por los invasores. El protagonista – el escritor cursó estudios de medicina – asiste a un funeral en el que se notan las ausencias de detenidos por las nuevas autoridades, y allá es invitado a incorporarse al servició de psiquiatría de un hospital. En éste se va a ver la lucha entre la muerte y la vida, entre la barbarie y la humanidad.

Libros inexistentes

Decía el combativo poeta W.H.Auden que «reseñar libros malos no es sólo una pérdida de tiempo, sino también un peligro para el carácter». ¿Qué diría el poeta acerca de la reseña de libros – buenos y/o malos – inexistentes?. Reseñas en el vacío o la mente llena en exceso de quien a ello se dedica con brillo. Pues en tal se empeña, y con qué sagacidad, el autor del que hablamos, refiriéndose de una quincena de libros no escritos y de uno suyo de propina, con su firma y con el nombre que da título a la fantástica (sic) obra; el firmado por él curiosamente está escrito en una tercera persona que «sirve para engañar al lector (y tal vez a sí mismo), ya que Vacío perfecto se compone de unas pseudo-reseñas que no son, tan sólo, un compendio de chistes…».

La variedad de géneros reseñados – desde el sexo duro hasta asuntos relacionados con la ciencia (terreno siempre presente en las obras del autor), sin olvidar ejemplos de literatura vanguardista y experimental – lo son con una sutileza y una pericia envidiables, a la vez que con una carga de ironía que hará tambalearse al más sesudo de los críticos dilettantes. El sarcasmo rasca cuando saca a relucir, utilizándolas con destreza, coletillas y tics apropiados en la jerga especializada de los especialistas en especialidades varias: así parodia le nouveau roman, presenta una robinsoniada, un libro que trata de hablar de todo, u otro cuyo contenido es la nada, la catastrófica desaparición del seso sexual en la humanidad, unos jerifaltes nazis que en Latinoamérica ponen en marcha una sociedad que pretende ser pura réplica del siglo XVII francés, una empresa que crea a sus clientes del modo que desean, etc., etc., etc.. No resulta pertinente ni aplicable al caso de Lem aquella boutadedel siempre ocurrente Oscar Wilde de que «no leo libros de los que tenga que hacer una crítica por temor a que me influyan», ya que el polaco se los inventaba directamente y se ponía, la labor crítica, a sí mismo a huevo para luego realizar la crítica pertinente, o impertinente.

No quisiera finalizar este elogioso comentario sin nombrar su «Provocación» (Funambulista), misil que el autor lanzaba contra la barbarie nazi basándose para ello en los supuestos análisis del supuesto estudioso del Holocausto Horst Aspenicus y su variopinto trabajo, y un curioso estudio – que basándose en datos estadísticos -, y por medio de ellos, intentaba captar con absoluta rigurosidad lo que sucedía en un minuto a toda la humanidad.

¡No hay tiempo que perder hazte con alguno de estos libros, o con los tres, me juego lo que quieras a que no te vas a aburrir, a que no te van a defraudar!

El Otro impenetrable

+ Stanislaw Lem

«Solaris»

Impedimenta, 2011

Es habitual considerar esta extraña novela como la más brillante del escritor polaco a lo que además de la novela en sí misma, las versiones cinematográficas sin duda han jugado un papel importante a la hora de popularizarla; André Tarkovski en 1972 y Steven Soderbergh en 2002 [acerca de las diferencias de la película de Tarkovski y la novela, achacando al cineasta hacer una versión comercial respondiendo a las demandas hollywoodienses; pueden verse las sagaces puntualizaciones de Slavoj Zizek en Lacrimae rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio (Debate, 206)].

En la novela se presenta la historia de un psicólogo, Kelvin, enviado en una nave espacial a un planeta recién catalogado. En tal lugar suceden cosas extrañas, quienes allá viajan acaban enloqueciendo, alucinando, suicidándose. Solaris tiene una superficie oceánica, nada de suelo firme, líquido elemento que parece tener vida propia en su continuo movimiento, imitando figuras geométricas y también humanas, en especial niños, sin faltar la representación exacta de grandes edificios. Los expertos tratan por todos los medios de establecer algún tipo de comunicación lo cual les resulta imposible, llevándoles a pensar que el planeta es un cerebro gigante con capacidad para leer las mentes de quienes allá arriban. La sorpresa mayúscula llega a Kelvin cuando al poco de llegar halla en su cama a su mujer que se había suicidado hace años en la Tierra, tras haberla abandonado él; ya anteriormente habían aparecido conocidos que no tenían por qué andar por allá. Harey, que así se llama la esposa, parece que tiene la capacidad de reaparecer de una u otra manera, agarrándose a él como a una lapa, y a pesar de los empeños desesperados de Kelvin por deshacerse de ella, observa para más inri que los tejidos de la mujer no están formados de átomos, sino que a ciertos niveles no se detecta más que el vacío. Tras darle vueltas y más vueltas a la estupefacción de todos los fenómenos y sucesos observados, Kelvin llega al convencimiento de que el cerebro gigante del planeta no hace sino reflejar sus fantasías que anidan en su deseo. Podría afirmarse así que el viaje de Kelvin al final resulta un viaje al corazón de sí mismo y el planeta hace que las preguntas se acumulen a una velocidad de vértigo, alcanzando lo más recóndito de la mente del protagonista; «si el problema de los visitantes es un índice del “pensamiento” de este océano dotado de sentir, es también una manera de separarse del problema de la ciencia-ficción “más duro”: introduce la cuestión de la significación personal o privada de las apariciones… ya que cuando imaginamos entrar en contacto con lo radicalmente Otro, en realidad no hacemos más que mirarnos en un espejo, “buscando una imagen ideal de nuestro propio mundo”», señala con lucidez Jameson.

La sensación que provoca la lectura es que nos las vemos con seres fantasmales, ahondando en las tendencias obsesivas de los humanos, y conmoviendo la psique del protagonista, y del lector, con una escritura austera que nos conduce a sintonizar con los bordes de la locura que invaden a Kelvin, al ser arrastrado a los secretos de su mente, secretos de los que no es consciente ni él mismo… dándose la paradoja que si uno mismo es incapaz de conocerse y ponerse de acuerdo consigo mismo, más difícil resultará todavía pensar en el horizonte de una comunidad humana mínimamente armoniosa, y los ejemplos irrumpen, a lo largo de la novela, de una absoluta capacidad de comunicación, entre los diferentes personajes… y en medio de la aridez que atravesamos no falta cierto lirismo que nos pasea por las pretensiones totalizadoras y omnicomprensivas de la ciencia, que se ve atacada sin embargo por profundas carencias e insuficiencias. Otra marca de la casa no se ausenta: los libros imaginarios y/o inexistentes, como el de Grattenstrom que resulta una abierta embestida contra la humanidad, acechada por el odio, la violencia, e incapaz de ponerse en la piel del Otro, haciendo que éste sea la medida de nuestros propios límites, de nuestras propias debilidades , de lo que se deduce una invitación a la humildad.

¿Si somos incapaces de entendernos entre nosotros mismos que usamos el mismo código, cómo vamos a conocer lo desconocido, aquello que no responde a nuestros cánones de comportamiento? Arrastrados a asistir, como lectores, a un juego de espejos en los que unos personajes no son sino proyecciones de otros, y la consecuencia de la mala conciencia, de los equívocos y las confusiones que en el caso de algunos de los protagonistas, acosados por síntomas de neurosis de libro, lleva a estos a la búsqueda de paraísos artificiales, en el alcohol, en las drogas, fármacos… y un sentimiento de profunda soledad al cerrar las páginas de la novela, o antes ya.

No le faltaba razón a Fredric Jameson al hablar del autor como ejemplo de una posición escéptica y negativa, temperada con un imperativo ético insoslayable (Archéologie du futur. Le désir nommé utopie. Max Millo, 2007; pp. 193 et ss.), añadiendo que «esta novela es una verdadera parábola metafísica sobre la relación epistemológica de la raza humana con su no-yo en general: allá donde ese no-yo no es simplemente naturaleza, sino otro ser vivo»… «el hombre no puede aprehender más que unas pocas cosas a la vez; vemos solamente lo que pasa delante de nosotros, aquí y ahora; no podemos representarnos simultáneamente una sucesión de procesos, aunque estén estrechamente ligados entre ellos, o por muy complementarios que sean los unos con los otros…».

 

Por Iñaki Urdanibia.

Acercamiento al escritor polaco con especial énfasis en su novela “El hospital de la transfiguración”.

Si opto por un título entre-dos es debido a que Stanislaw Lem (Lvov, hoy Ucrania, 1921 – Cracovia, Polonia, 2006) aun siendo uno solo: un gran escritor, en su escritura asoman – digamos que – dos rostros, dos registros, al menos en apariencia, a primera vista. Se une generalmente su nombre encasillándole en el género de la ciencia-ficción, del que sin la más mínima duda es una de las figuras más relevantes; género, el nombrado, que lleva sin poder evitarlo a considerar que éste, al menos en el caso de algunos autores (Philip van Dick, Ursula K. Le Guin, Roy Bradury, muy concretamente), va unido inevitablemente con la literatura utópica o distópica; tal aseveración incluye al autor del que hablo, y ello ya que la división entre sus obras de ciencia-ficción y las que escapan de tal catalogación, apócrifas diría él, resulta en cierta medida inadecuada o ficticia, de límites borrosos, y me explico.

No está de más para aclarar la cuestión, señalar algunos avatares biográficos del escritor, que definieron su futuro y más en concreto su escritura. Durante la segunda guerra mundial se vio obligado a abandonar sus estudios de medicina y ponerse a trabajar de mecánico en una fábrica de automóviles alemana, su oficio le sirvió para resistir al enemigo invasor… no pocos de los coches de los nazis que pasaron por sus manos resultaron con diferentes averías, por decirlo de manera más directa y clara: saboteados vamos (Lem ha mantenido a lo largo de su obra que el problema no reside en la tecnología o la ciencia en sí, sino en el uso que de ella se haga, siempre, eso sí, que no se eleven al rango de la divinidad, sustituyendo al Dios muerto, de dónde se sigue la necesidad de una ciencia con conciencia que diría Edgar Morin). Esta colaboración con la resistencia hizo que sus posiciones contra el fascismo germano marcasen su vida y su carrera. Finalizada la contienda, se trasladó a Cracovia en donde cursó estudios de psicología, ejerciendo también de ginecólogo durante un año, tras un veto a seguir estudiando por sus orígenes burgueses, cierta apertura le permitió retomar los estudios de medicina que abandonó momentáneamente pues se le ofrecía un futuro de médico militar, lo que le hizo que le condujo a rechazar tal puesto, lo que hizo que postergarse la finalización de sus estudios… además de su dedicación a la escritura, hubo de compartirla con la tarea que le encomendaron las autoridades soviéticas como traductor del inglés de revistas científicas. La impronta de la infamia generada por los industriales de la muerte, le empujó a publicar en su primera obra, El hospital de la transfiguración (anteriormente a los veinticinco años había escrito El hombre de Marte, en donde ya irrumpían alienígenas), sobre los desmanes del nacionalsocialismo, tema al que volvería años después, desde otro enfoque en su Provocación (1984) como ya de manera tangencial había hecho en su Vacío perfecto (1971). He citado tres de las que quedan fuera de cualquier registro ciencia-ficcional (el escritor las encuadraba, reitero, bajo la etiqueta de apócrifos ), incursiones que fueron completadas por su publicación en 1971 de su Diarios de las estrellas, en donde nos llevaba al espacio. Esto podría interpretarse como un viraje radical en su escritura, lo que en cierta medida resulta justo, mas se ha de añadir la causa que produjo este aparente giro: los tiempos en que comenzó a escribir tenía serias limitaciones en lo que hace a la libertad de expresarse, lo que explica que decidiese extender su mirada hacia otros mundos, como quien recurriese a un mecanismo de despiste, que hiciese que hablando de lejanos horizontes o planetas de hecho estuviese hablando de la tierra que pisaba, con sus corsés e imposiciones. Este es el punto de unión entre las caras diferentes de su quehacer: de la tierra y sus males al espacio interestelar que no es más que caricaturesco reflejo de lo que hay en el suelo que se pisa y en el que se es pisado; «cuando imaginamos intentar entrar en contacto con el radicalmente Otro, no hacemos en realidad más que mirarnos en un espejo y buscamos una imagen ideal de nuestro propio mundo», se lee en su Solaris. En resumidas cuentas, y por no excederme, diré que Lem era un gran escritor que en no pocas ocasiones recurría a la sátira delirante de los sistemas totalitarios, en clave de ciencia ficción, lo que llevó a algunos a compararle con Jonathan Swift, Lewis Carroll, Ítalo Calvino o Borges… otros lares, otros mundos que se hallan en el corazón de éste, y la ciencia, sus laboratorios, como manifestación del hombre como animal simbólico, lo que le hace mirar al futuro, no solo al presente que pisamos, utilizando metáforas y suposiciones. Stanislaw Lem se explica en un texto, Un visionario entre charlatanes, en el que elogia a su colega Philip K. Dick y se enfrenta a los guardianes de las esencias académicas: «No se puede descartar que sea un anacronismo la descripción que Joseph Conrad hace de la literatura, según la cual ésta interpreta la verdad más elevada en el universo visible y la demanda pueda desaparecer de la ciencia-ficción, y entonces lo que coseche aplausos inmediatos por sus elevadas ventas se identifique con lo bueno»… dejando de lado la verdad referida a la dictadura del mercado, Lem se dedicó a hurgar en lo visible y también en lo invisible, en una indisimulada denuncia de las nuevas maravillas encarnadas por el dominio de la técnica y la inexorable marcha de la historia. En los libros de Stanislaw Lem penetramos en una potente escritura que hace que sea considerado, en Alemania, como un filósofo, en Rusia, como un científico y en su tierra natal como un escritor de libros infantiles, por usar las palabras de David Torres en su Prólogo a Provocación. Sus viajes celestes le valieron en su últimos tiempos en ser incluido en la Sociedad Polaca de Austronaútica.

Cualquiera que se haya acercado al quehacer del polaco habrá observado su desmesurada afición a escribir sobre libros imposibles y a escribir críticas de obras inexistentes, con tal tipo de detalles que uno se halla ante la duda de si realmente, tales críticas y reseñas, serán fruto de la ingeniosa imaginación de Lem o si realmente las obras tratadas tienen existencia real: así se pueden nombrar Vacío perfecto. Biblioteca del siglo XXI (Impedimenta, 2008) en donde presenta dieciséis reseñas, una de ellas firmada por él mismo que es la que da título al volumen, o su Summa Tecnologiae (Godot, 2018) cuyo propósito inalcanzable es reunir en un solo volumen todo el conocimiento técnico de cada época de la humanidad con la propuesta perspectivista de predecir el futuro al que llevarían tales inventos, o todavía los textos presentados en su Provocación en los que trata de los análisis de un tal Aspericus sobre el genocidio nazi y cuestiones relacionadas con la violencia y la muerte, y también del empeño de un par de supuestos sabios que intentaban dar cuenta simultánea de lo que sucedía en un segundo en todos los lugares habidos y por haber del mundo mundial. Obras en las que la crítica no se oculta sino que ponen en solfa la posibilidad de conocer el futuro (el azar juega un papel esencial y definitivo en el desarrollo de la evolución), la de reunir todos los saberes y los descabellados empeños, en sus megalomanía, por ser capaz de dar cuenta de Todo… Sería como si a través de esos escritos que desbordan todo sentido de la medida y de la prudencia pretendiese reducir al absurdo la soberbia de la ciencia y la de sus cultivadores, los humanos, en un desenfadado balanceo entre la homeostasis y el principio de entropía, y la búsqueda del equilibrio que aleje las tendencias al caos, es como aquella tensión permanente y dinámica que ya presentaba Empédocles entre el Amor y el Odio, con la neta diferencia de que el polaco considera que el artificio también pertenece a la naturaleza, que en sus orígenes evolutivos fue dando lugar a la invención a las herramientas, que con el paso del tiempo va abriendo el paso a una mayor sofisticación y perfeccionamiento que debe traspasarse igualmente a los humanos, mas sin suponer que se puede atisbar cuál va a ser el futuro ya que quién en tiempos pasados podría haber imaginado los adelantos de los tiempos posteriores; «somos proclives a alargar las perspectivas de las nuevas tecnologías mediante líneas rectas hacia el futuro, pero la historia hay que pensarla con los zigzagueos de una evolución no lineal».

Quizá su obra más conocida es Solaris, en la que somos conducidos a un planeta extraño, cuya materia fundamental es un océano formado de protoplasma. La novela fue llevada a la pantalla por los soviéticos Nikolái Nirenburg en 1968 y Andréi Tarkovski en 1972, y por el estadounidense Steven Soderbergh en el 2002 con George Clooney como el doctor Chris Kelvin, versiones que sirvieron para ampliar más el eco del escritor y su obra.

Los premios y condecoraciones literarios y científicos le llovieron a lo largo de su existencia (Medalla al mérito cultural Gloria artis, Cruz del comendador en la Orden Polonia Restitura, Cruz de oro del Mérito de la república de Polonia, condecorado en la Orden del Águila blanca, doctor honoris causa de la Escuela politécnica de Wroclaw, de la universidad Jagellónica, de la universidad de Bielefeld y de la universidad de Ivan-Franco de Lvov; condecorado con la orden de la Bandera del Trabajo… Mención aparte merece el nombramiento de miembro honorario de la SFWA –  Asociación Americana de Escritores de Ciencia Ficción -) siendo expulsado al poco tiempo debido a unas declaraciones en las que criticaba la ciencia ficción estadounidense, afirmando que era de baja calidad y plagada de finales victoriosos que nunca podrían ser creados por un escritor europeo y que iban dirigidas a gentes vulgares y conformistas, consumidores de pulps, salvando únicamente de la quema a Philip K. Dick [quien por cierto atravesando una de sus profundas crisis paranoicas denunció ante el FBI a Lem por ser una identidad falsa que ocultaba a un agente de la KGB… ¡cosas del LSD, o de su diagnosticada esquizofrenia!]; precisamente la escritora Ursula K. Le Guin rechazó el Premio Nébula – uno de los más prestigiosos de los que se otorgan a obras de ciencia ficción y fantasía, junto al Hugo o al World Fantasy -, fallado a partir de la nominación del público y una posterior votación secreta de los miembros de la Asociación nombrada, se negó, digo, a aceptar dicho galardón como protesta por la forma en que la SFWA había tratado al que ella consideraba el crítico más ácido de la ciencia ficción occidental, decisión que honra a la autora de Los desposeídos [sea dicho al pasar que el galardón rechazado por la mujer libertaria sui generis, fue a parar a Isaac Assimov, que sí acepto el premio]. No resulta extraño así que en sus exploraciones sobre la Obsolescencia del hombre, el fenomenólogo de la técnica Günther Anders elogiase sin ambages, junto a Julio Verne, a H.G. Wells, a Aldous Huxley y a George Orwell, y de manera muy especial a Stanislaw Lem, ya que «acredita incluso ser, en ciertos aspectos, más filósofo que muchos filósofos modernos […] cada época tiene los profetas que merece»… considerando que Lem pertenece al conjunto de los seres que no llegan ni demasiado pronto, ni demasiado tarde sino a tiempo.

Tal vez pueda decirse del escritor aquello que escribiese Pierre Klossowski en Disgressions à partir d´un portrait apocryphe in l´Arc nª 49 dedicado a Gilles Deleuze, página 13: «¿La ciencia, en su prodigioso esfuerzo, no obedecería más que a fantasmas? Con toda evidencia: sí, pero no le corresponde a ella confesarlo. ¿Sus cálculos o sus experimentaciones no serían más que simulacros? Sí, ¡pero ella no debe saberlo! Su fantasma es la seriedad a la cual su finta la condena. ¿Se sigue de ello que frente a este hechizo necesario de la ciencia, pertenece en tal situación a la filosofía solamente presentarse como una ciencia-ficción?».

Ciertamente en la escritura de Lem se entreveran la fantasía y las reflexiones filosóficas, críticas con el progreso y la ciencia (materia en la que por cierto el polaco era un hombre muy ilustrado), con tintes hondamente pesimistas, forjados por sus duras experiencias existenciales… Desde luego no es lectura para creyentes en porvenires gloriosos y en un futuro que se plasme en «una tierra buena y espaciosa, una tierra que mana leche y miel» que prometiese Jehová (Éxodo, 3:8).

«El hospital de la transfiguración» (1948)

«El loco no es reconocido como tal porque una enfermedad le ha hecho descender hacia los márgenes de lo anormal, sino porque nuestra cultura lo ha situado en el punto de encuentro entre decreto social del internamientos y el conocimiento jurídico que discierne las capacidades del sujeto de derecho. La ciencia “positiva” de las enfermedades mentales, y los sentimientos humanitarios que han promovido al loco al rango de ser humano, no han sido posibles más que cuando esta síntesis ha sido sólidamente establecida […]. La locura que se encierra, y por el mero hecho de que se encierra, es locura destinada a plantear el problema de su desencierro: Será preciso tres siglos para que venga a estallar. Pero en conjunto, estaba inscrito en el gesto que ha separado al loco del común de los mortales»

(Michel Foucault, Histoire de la folie)

El escritor polaco nos guía por los pagos de la barbarie, y ningún lugar quien mejor refleje los males de una sociedad que un psiquiátrico («Los manicomios siempre han destilado el espíritu de la época. Todas las deformaciones, las jorobas psíquicas y las excentricidades están tan diluidas en la sociedad que resulta difícil percibirlas, pero aquí, concentradas, revelan claramente el rostro de los tiempos que vivimos. Los manicomios son los museos de las almas…»), podría darse por buena aquella afirmación de Félix Guattari de que en los márgenes se encuentra el corazón del sistema.

La barbarie organizada al por mayor por el nacionalsocialismo era un ejemplo al límite del uso de la técnica y la ciencia a la hora de aplicarla a la fabricación de cadáveres, ciencia que podía alcanzar niveles abominables, y fue recién finalizada la segunda guerra mundial cuando Stanislaw Lem se puso, en Cracovia, a la tarea de describir la locura que podía alcanzar la carrera científica en sus nefastas aplicaciones, tarea que inició finalizando la tarea en 1948 si bien los problemas de la censura impuesta por los nuevos dueños del país, que consideraron la novela comocontrarrevolucionaria y reaccionaria, hizo que la novela no viese la luz hasta siete años después; en los lager, como señalaba alguien que tuvo la desgracia de probarlos, Primo Levi, se replicaba a niveles micro, y al límite, el funcionamiento de la sociedad entera: la obediencia, el castigo, la vigilancia, el maltrato… organizado con unalocura geométrica que decía el italiano recurriendo a un flagrante oxímoron; en la novela la locura exterior y la interior se filtran y contagian como vasos comunicantes.

Le empresa higienista que puso en marcha la maquinaria nazi, comenzó con la limpieza de la faz del país de los enfermos mentales, los considerados no normales cuya reproducción debía impedirse por todos los medios que debían aplicarse o bien por la castración o, en el mayor de los casos, por la aplicación de la eutanasia. Política que más tarde se amplió a las que ellos consideraban razas parasitarias cuya presencia era un riesgo para la raza pura, la aria; en tal camino el punto más bestial y elevado fue la solución final que se proponía acabar con los judíos, los gitanos, y… otros indeseables. Todo un dispositivo fue puesto en marcha de cara a la justificación de tal política asesina (antropólogos, historiadores, juristas…) y una cohorte de especialistas médicos para su aplicación y experimentación (Mengele mediante).

Precisamente es un joven médico, Stefan Trzyniecki (¿alter ego de Lem?) es presentado en un ambiente rural que era el lugar más apropiado como reserva de los valores ligados a la tierra y la sangre, y de las tradiciones y mitos germanos, y para que calasen con favorable humus las ideas reaccionarias extendidas por el hitlerismo. Los alemanes acaban de invadir Polonia, en 1939, y el médico nombrado asiste al entierro de un tío, sin boato ni mayores rituales, entre los asistentes se echa en falta a diferentes parientes debido a que han sido detenidos por las fuerzas invasoras. En tales circunstancias, el médico desanimado y no sabiendo hacia dónde encaminar su futuro, se encuentra con un antiguo compañero de estudios que le propone entrar a trabajar en un sanatorio de Bierzyniec, siniestro y aislado lugar en el que el trato a los internos destaca, como en tales lugares era lo habitual, por unas terapias de choque. La toma de contacto con el sanatorio le sorprende al ver que los límites que separan locos y cuerdos parecen haberse invertido (conoceremos a cirujanos que están de atar, a una doctora alterada donde las haya); allá no reina ninguna ley sino aquella que imponen con violencia los responsables del infame hospital, carentes de cualquier sentido de humanidad [tal vez no sea casualidad que la obra de Thomas Mann, La montaña mágica, se desarrollase igualmente en un sanatorio de montaña, si bien en este caso se tomaba el pulso a los tiempos de decadencia, mientras que en caso del polaco ya había prendido el incendio pardo]; Stefan Trzyniecki penetra en los entresijos del manicomio, y conoce a los variopintos médicos y a los no menos variopintos pacientes con alguno de ellos va a establecer unos lazos de debate permanente, Sekulowski se llama el sujeto y cada día sorprende más al médico con sus posiciones acerca de lo divino y lo humano, y el continuo anuncio de inspiración y creatividad poética, obra que al final en el texto hallado, tras la muerte de Sekulowski, no hay nada escrito, solos se trataba de horas en blanco y vacías de cualquier signo… como si confirmase aquello que dijese Wittgenstein en la última proposición, la séptima, de su Tractatus: de lo que no se puede hablar, mejor es callar.

Son los tiempos de la extensión hacia el Este de cara a ampliar el espacio vital que los nazis juzgaban necesario tanto desde le punto de vista de los ciudadanos arios como desde la óptica de frenar la peste bolchevique que anidaba en la URSS y construir un muro de contención a la invasión de las ideas comunistas, también impuras; y allá se daban los inicios de la solución final ejecutada por medio de fusilamientos en masa, previa excavación por parte de las víctimas de las fosas en las que iban a ser arrojados. Pueblos diezmados en su totalidad, que servía además como forma de intimidación y amenaza para las poblaciones cercanas de la zona y para los emboscados que pueblan el bosque. Una de dichas patrullas de SS llega al hospital para someter a una operación de limpieza de los residentes para dar paso a su dominio sobre aquella institución….

En la lectura nos vemos sumergidos en medio de la tensión que se establece entre la normalidad y la patología, entre el bien y el mal, y las capas dispares que anidan en la mente de los humanos, y la imposibilidad de la razón para dar cuenta cabal de los secretos de los humanos, pues como decía Pascal hay razones del corazón que la razón no alcanza. Y el joven protagonista, hombre tímido, retraído, prudente y benévolo ve atónito la crudeza de unos seres que aplican técnicas brutales los celadores y otros empleados a los pacientes con tal de mantener el orden. únicamente mantiene una comunicación fluida y – digamos que – normal con un poeta allá recluido.

Además de con el nombrado Sekulowski, con quien mantiene una relación fluida y por los límites de la razón metafísica, antes de la llegada de la banda de la bestia parda, también conoce en sus paseos por las cercanías a algunos extraños empleados en una instalación eléctrica cercana… que luego resultará que son emboscados que luchan contra el invasor [acerca de la lucha partisana en tierras polacas, pueden verse: https://kaosenlared.net/en-el-maqui-contra-los-nazis/https://kaosenlared.net/polonia-la-falta-de-olfato/].

Este comenzará a mostrarse en el manicomio con la pretensión de convertir el lugar en una sanatorio para ellos para lo que habrán de eliminar a los internos y expulsar a los médicos… Tal horizonte hace que las tensiones entre los médicos acerca de qué postura adoptar con los pacientes (¿escapar con ellos? ¿dejarlos en mano de los nazis?…), viéndose un abanico que se despliega desde las opciones desalmadas a otras que presentan mayores signos de humanidad.

El hospital se transforma, la locura y la cordura se transforman la una y la otra y viceversa, las zonas intermedias que se transfiguran de la falta de sentimiento a la ternura mas desbocada, de la bestialidad a las fronteras de la santidad, y fuera de los muros la transfiguración del mundo en un escenario dominado por el crimen, la sangre, la muerte. Y todo ello narrado, sin abalorios ni morbo alguno, a través de una lúcida mirada de un escritor que no oculta su escepticismo, su ateísmo, su fata de creencia en la comunicación transparente entre los humanos, y de las serias dudas acerca de la posibilidad de relación armónica entre éstos y el mundo… provocando la reflexión sobre lo divino y lo humano, lo demasiado humano.