Por Iñaki Urdanibia

La demagogia, la mentira y otras yerbas encarnadas en algún líder carismático, que combina en su persona comportamientos pocos ejemplares con una figura rozando el ridículo no es nada nuevo en el campo de la política, si bien en la actualidad ha cobrado amplia relevancia debido a la presencia espectacular en la escena de algunos países.

Pues bien, John Dos Passos (Chicago, 1896 – Baltimore, 1970) publicó en 1943 «El Número Uno», editado ahora por Impedimenta. En el libro se presenta con pelos y señales a un tal Chuck Crawford, político mentiroso, tramposo y adúltero, que concentra en él todas las características propias de un populista de tomo y lomo. El retrato del sujeto nombrado, eje en torno al que pivota la novela, fue inspirado al escritor por Huey Long, senador del estado de Luisiana en los años 30, político que chapoteo en los lodos más infames de la política y de la vida.

Con una apertura que con pequeñas variantes se repite, a modo de mantra, en seis ocasiones a lo largo de las páginas («cuando te pones a buscarlo, el final el pueblo siempre es alguien, tal vez un trabajador…»), con mucho tino y puntería, se va presentando al protagonista y su entorno en medio de sus manejos tanto privados como públicos. No cabe duda de que el caballero, con perdón, tiene especial olfato para tomar el pulso del personal, de modo y manera que apropiándose del sentir de éste, se presente como su genuino portavoz. Su ascenso es fulgurante en la carrera que le convierte en número uno en lo que hace a popularidad, relaciones y chanchullos. Entre los personajes que le rodean en sus fechorías, se halla su mujer Sue Ann, y un secretario que responde al nombre de Tyler Spotswood, hombre entregado a la botella, lo que hace que su estado resacoso sea una constante, estado que combina el asco que le produce el comportamiento de su jefe que le trata como a un verdadero esclavo, convirtiéndole en no pocas ocasiones en cabeza de turco de los desaguisados que comete Chuck…

El encendido discurso del político brilla por su puntería demagógica que hace que quienes asisten a sus mitines se sientan encandilados al escuchar su verdades sin ambages, que si el programa económico más justo se halla en la Biblia y no en los manuales de esos rusos rojos, que si los trabajadores del país se uniesen y echaran al Gobierno de los banqueros, los usureros y a toda la panda de delincuentes que no han dado golpe en la vida, son algunas de las constantes en sus fogosos discursos que, por otra parte, se defiende de las habladurías que se propagan por sus enemigos y sus medios de comunicación, vendidos, que presentan su blanca camisa como la roja propia de la anarquía, el comunismo y la discordia… mentiras que según sus palabras son pura mentira y falsedad como demuestra su fulminante carrera desde una niñez rodeada de pobreza hasta la presidencia del país. Sus acciones cargadas de espontaneidad y de espíritu popular, como cuando en medio de un mitin quita su ocarina a un músico de la orquesta que amenizaba el party, y comienza a tocar el instrumento ante el alborozo de los asistentes… los hoteles y sus suites convertidos en burdeles para satisfacción del millonario político, son moneda corriente.

Cual gato panza arriba responde a las críticas, absolutamente fundadas en datos, declarando su conciencia tranquila al tiempo que no cesa de atacar sin piedad a su mayor contrincante, Galbraith, hombre con peso en el mundo de los negocios, del petróleo, en los ferrocarriles y con acciones en el ramo de los autobuses, que afirma que Chuck Crawford se quedó con fondos cuando estuvo en la Comisión de Servicios Públicos, o que difundía la leyenda de que tenía sangre negra y que había robado a su propia madre el dinero de la herencia paterna… Frente a todo ello él se presenta como el representante fiel del hombre de la calle, pidiendo para sí los votos, y dejando para los otros – según vende – el apoyo de las corporaciones, el dinero, la prensa y las grandes suites de los hoteles más lujosos. Su proyecto se basa, según repite, en rodearse de personas sencillas, reconquistando a la gente normal, con el fin de alcanzar el gobierno que defienda a los hombres como ellos, un gobierno del pueblo para el pueblo…ésta es la voz y la palabra de Chuck.

Lo que según él no son sino ataques infundados y mentiras, a pesar de que diferentes fuentes presenten pruebas inequívocas de la verdad de las denuncias de fraude fiscal o sus mentiras acerca de los negocios del subterráneo del Parque Nacional, son, según se cansa de repetir, mentiras de la Administración… un maletín cargado de recortes de prensa dan cuenta de sus turbias andanzas ha de ser eliminado y para ello están los matones que le acompañan sembrando el terror, actuaciones que hacen que el pobre Tyler se vea obligado a pedir disculpas… En fin, que algo huele a podrido, sin ir a Dinamarca, y la figura de Chuck Crawford siempre está bajo sospecha.

Ascendiendo a senador y aspirante a presidente de Estados Unidos, nombrado hijo predilecto de Oklahoma, su emisora de radio, WTEMMM, le sirve para difundir sus mensajes, según afirman para educar al pueblo..frente a las campañas de desinformación de quienes ocupan el Capitolio, un hatajo de profesores chiflados y trabajadores sociales visionarios que se dedican a poner palos en las ruedas del gobierno con sus remedios de buhonero judío, sus panaceas, sus tónicos de serpiente y linimentos de caballo… estas soflamas van acompañadas de su rostro amable y amplias sonrisas cuando pretende escaquearse ante los jueces.

El pueblo quiere un Moisés que les conduzca a la Tierra Prometida, y éste es él, que pone en valor ls palabras sencillas, que se permite aderezar con numerosas payasadas, y sus cabellos rizados… Hasta se permite afirmar, sin sonrojo, que los análisis de Marx sobre la sociedad industrial inglesa no están mal, pero sí está mal el tratar de trasplantarlos a los USA por gente que tiene mucho tiempo libre lo que les hace lanzar ideas, señalando los defectos del sistema, pero que son incapaces de de construir nada, mostrándose ajenos a la gente sencilla.

A lo largo de la lectura el cuadro que se entrega nos planta en la actualidad más rabiosa, hasta el punto de que podría aplicarse aquello de que cualquier parecido con la realidad, actual, no es pura coincidencia sino profecía del gran Dos Passos que daba cuenta de que en la medida en que se iba levantando el país, las promesas y esperanzas iniciales se iban desvaneciendo a pasos agigantados.

John Dos Passos crítico implacable del poder, como dejó patente en su presencia en la contienda hispana del 36, mostrándose crítico contra algunas desapariciones forzadas por los servicios secretos del estalinismo contra quienes discrepaban de la línea oficial (su traductor al castellano siguió dicha suerte fatal), lo que le supuso la ruptura con su amigo Ernest Hemingway, como en su momento mostrase Ignacio Martínez de Pisón en una clarificadora docu-novela, y como resalta en esta novela en la que denuncia los oscuros desmanes de la política estadounidense, y… si el poder corrompe, su persecución lo hace igualmente.