Por Iñaki Urdanibia

«Toda memoria es un agua turbia. /Qué queréis que se vea allí. / Tan lentamente que allí se ahoga …»

                                   Louis Aragon

En esta ocasión aquello de que quien mucho abarca poco aprieta, podríamos dejarlo en quien trata de abarcar dos hilos al tiempo, aprieta de manera desigual… lo que hace que uno de ellos se resienta, al quedar difuminada la esfera política, en la constante confrontación de ambos y los intentos de crear puentes en medio del laberinto. Es el caso, en mi opinión, de lo que le sucede a la novela, la séptima, de Monica Sabolo (Milán, 1971), recién publicada por Gallimard: «La vie clandestine». Una narración líquida que se comporta siguiendo el modelo de los vasos comunicantes.

Ya desde el principio la escritora muestra su desconocimiento supino de las andanzas de su misterioso padre, Yves S, hasta ha de dar la noticia de su muerte a una joven que quería ponerse en contacto con él para realizar un trabajo académico sobre culturas precolombinas, de las que Yves S. lo sabía todo, coleccionando numerosos objetos de tal origen; igualmente su hermano, que no es que tenga mayor contacto con ella, le avisa de que ha leído de que las deudas de los padres se pueden transmitir a sus descendientes, a la familia en diferentes generaciones, ella que había renunciado a tal herencia…De vuelta de una sesión de Alemania en la que se dedicaban a leer, y traducir, obras de escritores europeos, decide que quiere desmarcarse del tipo de escritura que hasta entonces había realizado, de corte netamente sentimental, para buscar un filón con algún producto que se vendiese, para lo que busca un objeto que pueda atraer a los posibles lectores, algo fácil y eficaz; al final da con una noticia que le puede servir para su objetivo: el juicio a los miembros de una organización, Action Directe (AD), que ha llevado a cabo una serie de atentados y de asesinatos, en concreto del de Georges Bresse, PDG de Renault. A la escritora se le ilumina la idea de que el secreto, el silencio y la ocultación son características propias del grupo mentado, del mismo modo que coinciden con la vida de su padre, y los silencios familiares. Estamos así ante un cruce de ficción y realidad familiar, y de actualidad hexagonal, la relacionada con las páginas de sucesos y las crónicas judiciales. Y declara que «del mismo modo que esos espías de la guerra fría, que podían pasar una decena de años “en hibernación”, mis padres han llevado una existencia de ficción, en la cual, como es el caso para todos los agentes de información, se mezclan lo verdadero y lo falso, sentimientos reales y alguna otra historia, huida. Ha sido necesario esperar largos años antes que todo explote, al igual que una bomba cuyo minutero habrá sido lanzado a principios de los años 70».

Si su padre es nombrado con su nombre acompañado por la inicial del apellido es debido a su carácter enigmático, al que le rodeaba el misterio, combinando en su comportamiento, de manera habitual, una doblez propia del dios Jano. Con respecto a AD, no resulta fácil conocer el grupo ya que el secreto, la clandestinidad era su medio y la prensa no daba informaciones amplias sino puntuales y absolutamente escoradas en su calificación espectacular. Tal vacío le hace recurrir a testigos de aquellos tiempos, los que iban de 1979 a 1987, fechas que dan cuenta del inicio de la actividad del grupo, y el final, al ser detenidos cuatro de sus componentes en una granja de Loiret, y si digo cuatro de sus componentes, podría decirse con mayor tino que en aquellos momentos era el grupo en su totalidad (Natalie Ménigon y Jean-Marc Rouillan que se casaron en prisión, y Joëlle Aubron y Régis-Schleicher que lo hicieron igualmente), si bien en sus inicios habían agrupado a varias decenas de miembros. Siguiendo la pista de la génesis y desarrollo de tal grupo, a cualquiera que lo hiciese en el momento o que lo haya leyendo a Monica Sabolo, le brotará en la mente aquél célebre siempre hay razón para rebelarse; ahora bien, hay maneras de hacerlo y más si se tiene en cuenta, más allá de los criterios morales, que sin apoyos y sin apenas seguidores las acciones armadas estaban destinadas al fracaso, al moverse en una realidad imaginada y no real, guiados por cierta forma de blanquismo o si se quiere actualizar la tendencia, de foquismo guevarista, haciendo que un pequeño grupo sirviese de chispa que incendiara la pradera, por decirlo en maoísta. «en todo momento Action Directe esperaba que la guerrilla, como decían, impulsaría a las masas a la ruptura con el sistema, favoreciendo la emergencia de una solidaridad de todos los proletarios», afirmaba más tarde uno de sus miembros, Jean-Marc Rouillan.

Tras el mayo del 68 y las esperanzas en un futuro, más o menos, luminoso, comenzó la resaca, dándose algunas reacciones que abrieron los años de plomo, en especial en Italia, las Brigadas Rojas y otros grupos, y en Alemania, la FAR, coincidiendo con algunas acciones de los combatientes palestinos (OLP y FLDP) y las constantes acciones de grupos independentistas como ETA, FLNC, IRA; tras aquellos años vinieron los de invierno por emplear el término de Félix Guattari. La oleada se plasmó en Francia, como un extraño cometa, con la unión de militantes venidos del antifranquismo, en su mayoría ácratas y autónomos, que fueron los que dieron lugar al grupo del que se habla: GARI (Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista), MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), NAAP (Núcleos Armados para la Autonomía Popular) o Brigadas Internacionales. Si tras la tempestad llega la calma, estos grupos y, en concreto, AD no dieron por bueno lo dicho, y se lanzaron a defender a los trabajadores, a las mujeres y otros marginados, según sus proclamas que acompañaban a los atracos, secuestros, muertes, etc.

Monica Sabolo desvela las fuentes y relata las serias dificultades para atar cabos, e intentar llenar lagunas a la hora de reconstruir, y ciertamente muestra el fruto de sus esfuerzos, lo que no quita para que se den ausencias, que se mezclan con las leyendas fabricadas ad hoc, en base a informes policiales (que cuentan las trampas montadas con el recurso a infiltrados), por el sensacionalismo de una prensa que se movía en una Francia temerosa, en la que partout colgaban los carteles de búsqueda de tales sujetos como enemigos públicos n.º 1 y con el acicate de recompensa a quien diera información sobre ellos, si bien, a cada cual lo suyo, la escritora muestra una capacidad de ponerse, aunque le cueste, en la piel de los protagonistas y tratar de comprender sus posturas que intentaban cambiar la sociedad, tratando de entender sus motivaciones. Esto no quita para que a veces se atreva a proponer ciertas hipótesis acerca de los comportamientos de diferentes miembros del grupo, sus contradicciones con respecto a sus orígenes familiares y algunas otras incoherencias que a veces se antojan aventuradas; sí que es de justicia, no obstante, señalar que la bibliografía (libros, artículos y vídeos), y las fuentes en general (testimonios de la época), que constan al final del volumen es testigo fiel del trabajo de documentación que se ha tomado Monica Sabolo, si bien no se ha de establecer una relación casual entre trabajo y acierto…en un recorrido pleno de tanteos, olvidos e inexactitudes involuntarias, provocados por diferentes versiones de los mismo. Se debe constatar que Monica Sabolo presta la voz a los diferentes protagonistas au milieu de la mêlée y en los años posteriores, presentando las entrevistas mantenidas con algunos de ellos.

Como señalaba líneas arriba Sabolo avanza en paralelo por el camino del recuerdo de su propio pasado, en un laborioso trabajo de anamnesis que toma como base las fotos de sus tiempos de Ginebra o Milán pues no recuerda mayormente nada de aquella infancia, y el de los permanentes interrogantes que rodeaban a su padre en lo que hace a su trabajo de diplomático, y a pesar de que su madre le acompañaba en algunos de sus viajes, el misterio seguía presente en qué hacía realmente Yves S., en sus contactos, que se desarrollaban más en el ámbito de las clandestinidad y el secreto con respecto a sus propios jefes; vamos, que el padre de la escritora iba a su bola, y ésta no la conocía nadie más que él mismo y sus relaciones, en aquellos tiempos en los que Bernard Tapie era el modelo del enriqueceos, que de Pirineos abajo encarnaría el tal Mario Conde, siendo alabado por las esferas de los gobiernos, tanto de derechas como de pretendida izquierda: mirad el modelo de jóvenes que son capaces de forrarse por medio de su osadía…¡seguid el ejemplo y emprended! Pues bien, el padre de la escritora vendía objetos fantasmales, como un mobiliario que nunca se pondrían en funcionamiento en fantasmales centros, como la que relata la escritora con respecto a una escuela en Senegal. No queda ahí la cosa, ya que los traumas de infancia asoman al desvelar los abusos del ausente y misterioso padre…que acabó desapareciendo de la escena familiar, despidiéndose a la francesa, como quien diese por buena la singular moda del siglo XVIII que dio lugar a la expresión, y… una madre desesperada por tal abandono, que fue el segundo ya que a los veinte fue dejada por otro, Alessandro F., estando embarazada de seis meses. La escritora debería esperar hasta los veintisiete años para que su progenitora le explicase que su padre no era su padre, aclarando el significado que constaba en un certificado de nacimiento que ella había encontrado entre los papeles de su padre ya que anteriormente sus preguntas sobre el tema habían sido respondidas con evasivas: Monica, nacida en Milán, de padre desconocido (di padre ignoto). Y… deja expuesta su visión acerca de los escritos consultados y las crónicas elaboradas años después de los hechos: «contamos una historia, después la reescribimos, al cabo del tiempo. Este espectro fantástico se llama memoria. El recuerdo es un organismo vivo, un cuerpo autónomo, que a autogenera. Nadie miente, el espectro ha tomado la dirección. Lo que complica más las cosas, en este asunto, es la ficción: ella está desde el principio, está en el origen mismo. En el momento en que todo comienza, sus protagonistas están ya al lado de lo real, en un espacio imaginario».

En fin, una tenaz búsqueda de la verdad de una época y de unos protagonistas que no arroja luz sobre los misterios, quedando en suspenso, en concreto, con respecto a la opaca vida de su progenitor, al que, no obstante, perdona con claridad ante su cadáver, retratando en medio de una bruma móvil, en los pagos de lo humano, demasiado humano, a los otros personajes, despojados, casi, de las connotaciones políticas…todo ello desde una óptica que toma como lupa la propia intimidad de Monica Sabolo que muestra la destreza propia de un ave (buse, cernícalo), como la que compra, en eBay por sesenta euros, al principio de la historia, y planea en la narración especular en la que halla reflejos de su historia familiar en el comportamiento de los militantes presentados, y viceversa. «El recuerdo es un recuerdo del recuerdo».