Por Iñaki Urdanibia.

Un par de novelas cortas recuperadas del escritor de origen ruso y nacionalidad austriaca.

Hay imágenes que se prestan a simbolizar los estados de ánimo y el pulso de las épocas o la sociedad: así el mar que marca el ritmo de las obsesiones en sus idas y venidas, que se balance entre la mansedumbre y lo proceloso… que se lo pregunten al protagonista de El mar, el mar, de Irish Murdoch; tampoco se quedan atrás los sanatorios u hospitales que han sido escenario de algunas obras literarias de pesa: ahí está el sanatorio de Davos de La montaña mágica de Thomas Mann, en la que se masca la decadencia, o El hospital de la transfiguración de Stanislaw Lem, que presenta el ascenso de la bestia parda, o algunas de las novelas de Thomas Bernhard… recuerdo El sobrino de Wittgenstein además de algunas de sus entregas autobiográficas.

Pues bien, en las dos novelas cortas recuperadas de Daniel Vogel (1891-1944), publicadas por Minúscula bajo el título de «En el sanatorio», asoman ambas figuras de las que he hablado ya que además de la del título, se une otra cuyo título es Frente al mar.

David Vogel nació en Satanov, Podolia (en la actual Ucrania), para posteriormente trasladarse a Lituania y luego a Viena en donde instalado desde 1912 fue ingresado en un campo de internamiento como “extranjero enemigo”, por ser considerado ruso, con motivo de la primera guerra mundial; A comienzo de los años veinte vieron las luz sus primeros escritos y al mismo tiempo que se le concedía la nacionalidad austríaca se marchó a París, para más tarde viajar a Palestina de donde volvió con rapidez para , tras pasar una temporada en Polonia y Berlín, afincarse de nuevo en la capital del Sena. La segunda guerra supuso su perdición, ya que en primer lugar fue detenido por los franceses por ser austríaco, siendo liberado en 1940, más cuatro años más tarde quienes le detuvieron por los alemanes que teniendo en cuenta su origen judío fue deportado a Auschwitz, desde el campo de Drancy en el convoy n.º 69 del 7 de marzo de 1944, junto a otros mil quinientos detenidos, de los que sólo sobrevivieron veinte; Vogel fue asesinado al poco de llegar a dicho destino.

Su escritura en hebreo y en yidish, tanto en el género poético como en el narrativo, le hicieron brillar junto a los innovadores de las letras mitteleuropeas como Joseph Roth, Stefan Zweig, Franz Wefel o Arthur Schnitzler.

En contra de lo que era habitual en la época en el ámbito de la literatura hebrea que centraba el foco en la reivindicación de la identidad o el nacionalismo judíos, David Vogel se desliza por temas de presencia universal, como lo erótico y la cultura europea, ocupando la confusión de razones en el terreno de las pasiones amorosas una plaza importante. Así en Frente al mar, presenta a una pareja va a pasar una temporada a la Costa Azul, hospedándose en un hotel cuya propietaria es una mujer realmente acogedora y de fácil relación con los clientes, este carácter expansivo de madame Bremon hace que las relaciones entre los clientes resulten francamente fluidas… Barth, Gina, Cici y otros personajes entrecruzarán sus opiniones y los deseos aflorarán en situaciones que con frecuencia no son lo que en principio aparece, haciéndose bueno aquello que dijese Blaise Pascal de que hay razones del corazón que la razón no alcanza; más si las pasiones y los deseos son alimentados por una joven italiana que no para de mariposear en torno a alguno de los clientes en particular de la estación balnearia. La prosa delicada en la que el paisaje refleja las maneras de ser y comportarse, hace ver el carácter dual de las mujeres en presencia, la permanente búsqueda de la infancia perdida, y la memoria pegajosa como una tela de araña atrapa a los personajes, en un medio en el que el paisaje y el mar cobran el grado de verdaderos protagonistas; el sol, la mar, la sensualidad combinado con las rumias personales de cada cual. La nouvelle fue escrita en 1932, en plena entre-guerras, deja ver en medio de los problemáticos amores, y sus disputas, una cargada atmósfera que parece preludiar el derrumbe de un mundo.

En el sanatorio que fue la primera obra de ficción del escritor, la escribió en 1927, y nos traslada a un hospital austriaco para tuberculosos judíos. El ambiente es la hipocondria en estado puro, reflejad en unos personajes que se transmiten su estado de salud y la evolución de sus enfermedad, de manera compulsiva y pormenorizada. Un establecimiento con unas normas rígidas en las que mujeres y hombres están separados y en las que la desobediencia a estas férreas reglas es castigado con vigor. Las vigilantes no cesan en su labor y la delación también hace acto de presencia ante algunos festivos pacientes que preparar, y realizan, sus escapadas más allá de los muros del lugar. La huida del sanatorio por parte de Omik, tras obsesivas cavilaciones en busca de un plan exitoso, es un intento alocado de huir de la enfermedad, de la fiebre, del aislamiento y la angustia que allá se acumulan con el añadido de un tratamiento de una rígida disciplina. Las almas van adquiriendo por efecto de la enfermedad una sensibilidad a flor de piel que hace que cualquier gesto pase a ser interpretado como una invitación a algo más, convirtiéndose la llegada de alguna nueva enferma en un revuelo…

Según algunas interpretaciones el recurso del escritor a la hora de situar sus relatos en espacios cerrados podría reflejar la voluntad de Vogel por describir el ambiente de los campos para extranjeros que le había tocado padecer a él y a otros compañeros de encierro… tal vez, más lo que sí que es cierto es que tanto su primera mujer, que padeció tuberculosis, como la segunda, Nada, que estuvo ingresada en un sanatorio en la llamada zona libre del estado francés… hicieron que tal tipo de instituciones tuvieran presencia en su existencia. Ya puestos a… concluiré señalando que precisamente el intento acompañado por su hija de ir a visitar a su hija huyendo hacia el sur, fue la desgraciada ocasión en el que el escritor fue aprehendido por los nazis.

Escritura sencilla, y límpida que describe con precisión el entorno en el que se sitúan los hechos, que penetra con afilada finura en la mente de los personajes, y que presenta sutilmente (es de mala educación señalar con el dedo) la asfixia creciente debido a una cargada atmósfera en las relaciones entre los personajes, denotando las oscuras nubes que se avecinaban en el Viejo Continente.