Archive for diciembre, 2023


Por Iñaki Urdanibia

Vaya por delante una aclaración sobre el neologismo que aparece en el título de este artículo; conste que no es mío sino que lo tomo de las páginas del libro, «Sobre la losa», editado por Siruela, en el que se da carta de naturaleza a tal término en referencia al extraño comportamiento del comisario creado por Fred Vargas (París, 1957). Cualquiera que se haya acercado a las investigaciones del singular comisario verá que el verbo empleado se ajusta a su actitud como guante a mano.

Hacía ya unos cinco años pasados en que el personaje y su creadora habían desaparecido del mapa de las publicaciones, lo que no quita para que la escritora se haya centrado en otros temas ajenos a la narrativa *; ahora ya está de vuelta, y además en plena forma: Adamsberg manteniéndose siempre en su ser, cada vez más sí mismo. Silencios abstraídos, como si estuviese ausente y pasmado, y ajeno a lo que intercambian sus colegas o subordinados, la ruptura de tales momentos con alguna salida que apunta a una posible pista que deja descolocado a todos al no ver la relación de lo que dice con la investigación en marcha, es marca de la casa. Las palabras empleadas a las que somete a cambios silábicos, que son corregidas de inmediato por sus acompañantes, y… en la presente ocasión el protagonismo de un dolmen, que aparece en la misma portada de la novela, al que acude para reflexionar el comisario tumbándose encima de la losa que corona la construcción de hace más de tres mil años de antigüedad, busca allá, como si de la sabiduría del tiempo se tratara, las burbujas de pensamiento que se entrelazan en su mente como algas enroscadas; si Jorge de Oteiza en su Quousque Tandem!, ponía el énfasis sobre el cromlech megalítico como lugar de la iluminación (Litchtung, de inspiración heideggeriana), nuestro comisario adopta otra construcción neolítica como lugar de inspiración en la que fluye la lucidez.

En este caso el comisario es llamado para que se traslade de Paríis a Bretaña, dejando en la comisaría de la capital del Sena al cultivado Garland, ya que allá en el pueblo en el que se sitúa el castillo de Combourg campa la muerte asesina. Es la policía de Rennes la que le reclama en busca de ayuda, al sucederse algún crimen, al que seguirán otros, que parecen relacionados con ciertas leyendas del lugar, siendo acompañadas por la presencia de algunos personajes realmente curiosos como un heredero lejano del autor de Memorias de ultratumba, François-Auguste-René de Chatebriand, Auguste-Félix de Chateaubriand, conocido como Josselin, que luce unos variopintos ropajes, y maneras de antaño, y que sirve al ayuntamiento del lugar como poco menos que atracción turística, a la vez recoge setas en el bosque aun no gustándole lo que recoge que lo reparte entre su paisanos, cual Robin Hood del champiñón, un cheposo al que tras alguna operación le ha desaparecido su extraño bulto, y el ruido de la pata de palo de un conde conocido como el Cojo, que ha vuelto tras catorce años de ausencia, a vagar no solamente por las galerías del castillo sino en las calles del pueblito también, lo que atemoriza a los pobladores de la localidad, ya que tal caminar supone malos presagios; tampoco juega un papel menor en el escenario la existencia de la leyenda de que si alguien ve su sombra pisada por otro, la desgracia es segura lo que origina la existencia de diferentes grupos, a modo de sectas, los ombrosos, los sombríos… y la figura destacada de una mujer apodada como la Serpiente con sus potingues y supuestos remedios. Así pues, es en medio de las brumas bretonas, que casan con las leyendas y los personajes nombrados es el escenario en el que se va a mover el comisario Adamsberg, y su equipo, al que se unen los policías de Rennes, y encore, los refuerzos de brigadas de intervención que toman el pueblo ante el aumento de crímenes con características similares: entre otras, los cadáveres son hallados con un huevo fecundado en la mano, a lo que se ha de sumar que los cadáveres están llenos de pulgas. Estas coincidencias hacen que se investigue sobre quiénes tienen perros y quienes tienen acceso a los huevos nombrados; coincide igualmente que el cuchillo utilizado es el mismo en todos los asesinatos (del médico, del alcalde,…), y las puñaladas que simulan ser asestadas por un zurdo que el tipo de corte demuestra que es diestro; sin obviar el hallazgo de alguna mochila con arañazos de gato, lo que hace que se haya de investigar también a quienes pueden tratar, y maltratar, a los felinos, actividad habitual en el medio escolar. Las sospechas varían y se van descartando con respecto a los habitantes de Louviec, a la vez que se moviliza a los policías hasta convertirles en verdaderos inspectores de aspectos que parecen ajenos a su labor. El policía bretón que acompaña a Adamsberg, Franck Matthieu, muestra no pocas veces su desacuerdo con las intuiciones del recién llegado, desacuerdo que también muestra, con el modo particular de investigar del recién llegado y su costumbre para moverse en contra del reglamento y de las jerarquías, ciertos celos al quitarle el protagonismo sobre su terreno. El prestigio de Adamsberg es grande a pesar de que la jefatura no esté contento con sus actitudes, pero la eficacia manda.

Las historias se encabalgan y no dan respiro al lector, que ve que las sospechas se desplazan a otros tiempos del lugar, con el matonismo escolar de algunos sobre los diferentes, que son convertidos en objeto de burla, sufren agresiones, etc. Y hay cosas que perduran a lo largo del tiempo al dejar huella en las víctimas, del mismo modo que el que tuvo retuvo y así algunos de los matones de los años escolares han seguido con sus comportamientos delictivos: negocios en la localidad mediterránea de Sète y al otro lado del charco, en Los Ángeles, a lo que se suma el enriquecimiento repentino por medio del testamento horas antes de su muerte de una pretendido amigo americano. Así pues, la investigación se desplaza de Bretaña a otros lares y a otros asuntos turbios de asesinos a sueldo, etc. El prestigio mentado de Adamsberg y su habilidad a la hora de resolver los más intrincados casos, hace que las amenazas le rodeen, y en esta ocasión llega a ser herido de algún balazo a pesar de la protección que le rodea, protección que hace que hay momentos en que la acumulación de flics sea realmente cercana a la multitud, patrullando la localidad; otros personajes que acompañan al comisario tienen su miga, así el adormilado Mercadet que muestra una sagacidad y capacidad retentiva propia de récord, por no hablar de una mujer que demuestra su poder y tenacidad en perseguir y desembarazarse de los delincuentes a ostias, Retancourt, sin olvidar al posadero Johan que cuida a cuerpo de rey a los policías, preparándoles suculentas comidas y dejándoles sus locales reservados para sus reuniones…y las botellas entre corren entre los reunidos aun estando de servicio… Al entregado Johan le alcanza la desgracia cuando su hija pequeña es raptada, siendo increpado por su mujer por sus estrechas relaciones con los agentes… Tensión por todas las esquinas, las hipótesis de disparan en divergentes direcciones y la sorpresa se apodera del fin del caso.

Como decía, no hay tiempos muertos, ya que la acción, mejor las acciones, se suceden a intensa velocidad… la dispersión que se apodera de las historias, en un feroz encabalgamiento, puede provocar cierto desbrujule en el lector, sensación de desnorte que responde al propio de los investigadores, muy en especial el del jefe de orquesta, Adamsberg que tiene destellos rozando lo chirene, que resulta a la vez sagaz e intuitivo hasta las entretelas… deducciones que es incapaz de justificar, teniendo siempre en su boca un no sé, no hay un porqué… luces que brotan en su dislocada mente del mismo modo que las nubes que en el cielo se entrecruzan y que Adamsberg contempla abducido sobre la losa.

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( * )

https://carteldelasartesylasletras.wordpress.com/category/fred-vargas/

Dos artículos, uno de octubre de 2015 y el otro de junio de 2020. El segundo es de la serie de Adamsberg, mientras que el primero explora otros terrenos que nada tienen que ver con la narrativa, ni negra ni amarilla, sino más bien con el color verde en la medida en que es un grito de alarma ante el camino hacia el desastre que lleva la humanidad sin reparar en el cuidado debido a la Tierra y sus recursos. Con respecto a este primero no me resisto a subrayar el compromiso de la autora con otras causas como la relacionada con el caso del italiano Cesare Battisti, del que en su momento hablé en esta red (El fugitivo Cesare Battisti: htttps://archivo.kaosenlared.net/el-fugitivo-cesare-battisti/index.html). Si traigo esto a colación es, además de para dejar constancia del compromiso cívico de Frédérique Audoin-Rouzeau, nombre real de quien adopta el seudónimo de Fred Vargas, es para mostrar cierta sorpresa ante las declaraciones de algún personaje que alaba a la autora por su nivel de novelista, opinión que luce en la contracubierta del libro, cuando este mismo caballero ha solido afirmar que no se puede ni se debe separar la obra y el autor, ya que ella corresponde a la personalidad de éste, en esta caso ésta; será que no ha leído más que las novelas ya que en caso contrario debería despotricar de las ideas de la señora. Pero bueno, de quien zascandilea por hábito, cualquier cosa se puede esperar.

Por Iñaki Urdanibia

Cualquiera que se haya acercado a algún libro de Bernhard Schlink (Bielefeld, 1944) coincidirá en que el escritor no da puntada sin hilo, a la hora de zambullirse en los demonios de su país; además de considerar que pase a engrosar el conjunto de quienes escriben su país y más en concreto la ciudad de Berín (Walter Benjamin, Hans Fallada, Christa Wolf, Günther Grass, Christopher Isher, Sebastian Haffner, Siegfried Lenz, Alfred Döblin, Joseph Roth, etc.)… puede decirse así de él, que Alemania ya tiene quien la escriba, uno más, pero entre los grandes. Si esto es así, en su último libro traducido al castellano, «La nieta» queda claro lo dicho hasta el deslumbre.

El escritor no se anda con chiquitas, ni se aleja por nebulosa o generalización alguna, sino que se mueve, y nos hace acompañarle, pisando suelo y hurgando en diferentes subjetividades en las que calan, y han calado, sedimentando a lo largo del tiempo, algunas de las ideas que pueblan las mentes de los ciudadanos germanos, originando algunas heridas que permanecen, resistiendo al paso del tiempo.

Birgit y Kaspar Wettner, son una pareja formada por ella, venida en los sesenta de la RDA a la RFA para unirse con el segundo que es dueño de una librería en Berlín, se había conocido en un encuentro de jóvenes de ambos lados del muro. Con sus más y sus menos, la relación funciona, con algunas sombras cubiertas con los silencios abismados de ella, que los apaga con la creciente ingesta de alcohol, hasta que al final pone fin a su vida de manera brutal; ella tenía pretensiones por convertirse en escritora y hasta mantenía contacto con algún editor de cara a publicar sus escritos. Tratando de explicarse la decisión de su mujer, Kaspar revuelve los papeles, y el ordenador, de Birgit, y en ellos descubre algunas cuestiones de las que no tenía ni idea; en especial, el lazo que ella había tenido y que le seguía manteniendo ligada, de uno u otro modo, con el otro lado del muro: al unirse con Kaspar, había dejado una hija en manos de una amiga, Paula, que tomó la decisión de entregarla a los servicios sociales. Svenja, que así se llama la hija de Birgit, tiene a su vez una hija, Sigrun (por cierto, nombre de una walkiria), y vive con su marido Björn Renger, iluminado neonazi él; situación a la que ella había llegado tras haber atravesado periodos sumida en la militancia comunista decayendo más tarde en el mundo de las drogas, participando en okupaciones y deambulando en medios asociales.

Si en las hojas de Birgit quedaban desveladas algunas cuestiones que ella había silenciado a su compañero, lo que quedaba resaltado era la intención por parte de la mujer de rescatar a su hija: de encontrarla, y recuperando el tiempo perdido, entregarse a ella de cara a facilitarle las cosas, previa petición de perdón por el abandono, y los padecimientos que ello le pudiese haber provocado. Precisamente en las hojas mentadas se veía la honda preocupación de Birgit por conocer las condiciones de vida en los centros de acogida de los hijos de padres desconocidos y similares, más de ciento veinte mil adolescentes habitando tales instituciones.

Al conocer las intenciones de su compañera fallecida, Kaspar toma la doble tarea como suya (la de hallar la hija abandonada y dar a conocer la obra, inacabada, no publicada de ella), y emprende la búsqueda, lo que le lleva a remover Roma con Santiago: ayuntamientos, centros de acogida, la amiga en manos de la que se había dejado a la criatura, el padre de la niña, a la que Birgit no quiso que se la entregase, Leo Weise, que a sazón vive con su esposa y que fueron los que al final se hicieron cargo de la niña; y al final, el encuentro con la nieta y con su actual familia, constituida por su madre, Svenja y su esposo Björn, cuyo propósito es poner en marcha una comunidad modélica, basada en los valores propios del alma alemana, sus tradiciones, folklore y canciones; la comunidad se denomina nada menos que pueblo nacional liberado. La recepción de Kaspar es realizada con sorpresa, mas sobre todo con desconfianza, ya que, en principio, él representaba un peligro potencial a las costumbres y usos que ellos practicaban; amén de la propaganda de las prédicas de Björn acerca de la necesidad de recuperar la pureza aria de los alemanes, las paredes, y otros adornos, no mienten al representar en lugares destacados a jerifaltes del nazismo: así Rudolf Hess. En tal tesitura; Kaspar con el propósito de templar la situación se inventa una herencia y las condiciones en que serán pagadas a plazos; una de las condiciones es que la nieta pase algunas temporadas con Kaspar, el abuelastro… la desconfianza y los recelos, en especial de Björn, ceden ante la perspectiva de recibir algún dinero, si bien éste pone una serie de condiciones acerca de lo que puede hacer la joven, y sobre todo lo que no puede hacer: un verdadero reglamento de buenas costumbres y peligros a evitar. .

La niña que había vivido los últimos tiempos en medio rural, flipa ante las luces, el ruido y el gentío de la gran urbe, Berlín. Las relaciones entre la joven y Kaspar son tensas, mostrando ella una gran desconfianza hacia él, al pensar que intentaba convertirla y desviarla de los buenos valores mamados en su comunidad; la postura de Sigrun es ambivalente ya que junto a lo dicho, no puede ocultar la atracción que le produce el mundo nuevo que se le abre en el terreno de los libros y la música, por horizontes que nada tienen que ver con la cerrazón y limitaciones que le rodeaban junto a Svenja y Björn.

En lo que hace a los libros, Singrud flipa en la librería y tiene barra libre a la hora de coger las obras que le atraigan; respecto a la música, Kaspar le abre un abanico de composiciones clásicas, cuya audición va acompañada de informaciones sobre los estilos y corrientes… lo que va quebrando la visión de la joven que anteriormente creía que solamente los compositores alemanes merecían la pena, ante la degeneración de los de otros horizontes culturales. Al mostrar, la joven, un buen oído e indudables dotes para la música, Kaspar le propone recibir clases de piano, al menos durante los días que pase junto a él además de comprarle un teclado cuando vuelva a su casa, para que pueda seguir practicando, si es que su madre y su padrastro lo permiten.

La joven ve en las palabras de Kaspar, claros intentos de desviarla de los buenos hábitos, considerando que Kaspar quiere dejar claro que ellos no son tan listos como él, lo que hace que se den ciertos enfrentamientos a pesar de la postura respetuosa de Kaspar que trata de no entrar a trapo a pesar de que en la medida en que la desconfianza se va relajando, va soltando algunas verdades que desmontan algunas falacias, que la joven tiene asentadas en su mente, sobre el peligro de los inmigrantes, en especial musulmanes, de los judíos, la negación de los crímenes al por mayor del nacionalsocialismo, su idolatría a una de las carceleras más crueles del campo de Ravensbrück, Auschwitz y Bergen, Irma Grese, conocida como la hiena del lager, etc., etc., etc. Como queda dicho la familia se posicionaba en la esfera de los nacionalistas autónomos alemanes y del movimiento völkisch que intentaban reavivar el pasado germánico mítico con sus excelentes tradiciones alemanas que tanto juego dieron al nazismo. Conciertos, museos, lecturas, viajes van a producir dudas, y cierta reconversión de la nieta.

Por medio de los bien caracterizados personajes, Bernhard Schlink, entrega un panorama de posturas, de fracturas e ideas no-pensadas que anidan en las mentes de los habitantes de su país; al tiempo que somos introducidos en el terreno del debate de ideas, en su complejidad, y en la profunda huella que la educación supone en la conformación de las mentes, de diferentes generaciones… en el escenario del ascenso de las ideas racistas y neo-nazis y las cicatrices de la historia.

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( * ) Un par de recensiones publicadas, con anterioridad, sobre obras del autor:

ALEMANIA A TRAVÉS DE OLGA | Cartel de las Artes y las Letras 27 / julio / 2019

Qué solos se quedan… • 1 de enero de 2022

Por Iñaki Urdanibia

«La desgracia es que nadie tiene nada que ver. Todo el mundo lo reprueba y todo el mundo está indignado, pero todos son un eslabón de este inmenso engranaje antisemita que es el Estado rumano, con sus oficinas, autoridades, prensa, instituciones, leyes y procedimientos. […] En cuanto a la masa, está exultante. La sangre judía y el escarnio al judío han sido las diversiones públicas por excelencia»

                                                       Mihail Sebastian, Diario 1942.

Sonia Devillers (Les Lilas, 1975) se une al coro de genealogistas dedicados a hurgar en el pasado, en algunos casos familiar y en otros, ampliando el foco al país al que pertenecen. En unos casos incluyéndose los escritores dentro de las historias y en otras, refiriéndose a la vida de otros: ahí están Patrick Modiano – hurgando en su pedigrí y en el comportamiento familiar en los años de la segunda guerra y la ocupación -, W.G. Sebald – arrojando su mirada a su país, con el que tenía relaciones realmente problemáticas, basándose en encuentros con emigrados y otros seres singulares -, y tras estos iniciadores y siguiendo su senda: Ivan Jablonka Javier Cercas, Éric Vuillard o Laurent Binet; ahora, como digo, se suma la escritora francesa nombrada, con sus «Los exportados», editado por Impedimenta.

La historia que presenta, la de sus abuelos y su madre, la escritora es realmente impactante, y puede observarse en la lectura que Devillers se ha encontrado con numerosos testigos con el fin de reconstruir las duras vivencias de los suyos, conservadas en silencio por estos que no hacían más que entregar pequeñas escenas de presque rien. De este modo en la medida en que se avanza en la lectura se nos desvela la historia íntima de su familia a la vez que se va retratando la realidad de Rumanía bajo diferentes botas. La mirada hacia atrás retrocede a los tiempos previos a la entrada de los nazis en el país, a la segunda guerra mundial y a las posteriores hazañas de los denominados comunistas, de obediencia soviética.

Nadie ha de buscar en las hojas del libro una historia, propia de los del oficio, rigurosa del país, sino que será a través de diferentes flashes y anécdotas como se irá transmitiendo una realidad francamente infame. Los progromos están al orden del día, la Guardia de Hierro campa a sus anchas, los gobernantes, como Antonescu, protegido y nombrado por Hitler, a pesar de los pesares y sus declaraciones, consagra la misma vena antisemita, con prohibiciones, propiedades requisadas. Los cambios de apellidos son moneda al uso, con el fin de evitar posibles identificaciones; dichos cambios se pueden ver en los rastros de los antepasados de la escritora, quienes tras una época en los USA, volvieron con un apellido, Greenberg, que en los nuevos tiempos, eran como una incitación a convertirlos en cabeza de turco, o mejor en judío y para más inri americano, el mayor enemigo tras los cambios tras la guerra.

Como decía, los parientes, en concreto los abuelos Harry Gabriela, guardan silencio sobre el pasado, salpicando alguna que otra anécdota que provocaba la risa más que el reflejo de cualquier forma de opresión, persecución, etc. Resulta así la postura de ellos, la propia de los seres disociados con respecto a una realidad dolorosa ante la que parece que los más apropiado para ellos es la amnesia. Los abuelos se las vieron y se las desearon para sobrevivir a la bota nacional-socialista, y sus lacayos locales, consiguiendo librarse de los transportes a los campos de exterminio, Llegados los comunistas convirtieron las confiscaciones en algo habitual; no obstante, las nuevas autoridades fueron bien recibidas al haber sido quienes les habían liberado del cárcel nazi. No tardaron mucho en reaparecer, si es que alguna ver se habían ido, las muestras de odio a los judíos, que eran sometidos a vigilancia y sospecha permanente. Los abuelos de la autora ocuparon puestos de ciertas responsabilidad cultural, la abuela, y empresarial, el abuelo, lo que no quita para que su fidelidad no fuese correspondida con un trato amable, sino que las limitaciones fueron creciendo, en especial en la campaña contra el llamado cosmopolitismo (los seres sin patria, no podía amar a la patria socialista, al ser unos desarraigados…). Si, como digo, las cosas iban empeorando a ojos vista, más se endurecieron cuando algunos pretendían salir del país, o bien para ira al recién fundado Estado de Israel o a algún país occidental, aquellos cuyos nombres aparecían e las listas sufrían las consecuencias, como así sucedió a los familiares de Sonia Devillers.

Si en la medida en que se pasan las páginas se palpa la grave situación, el récord de la ignominia lo alcanza el mercado de seres humanos, judíos, que dirigía un traficante de almas, de nombre Jacober. Este caballero, por decirlo así, traficaba diferentes mercancías, también ganado, manteniendo relaciones con la nomenklatura y embajadores en diferentes países como Canadá, Inglaterra, en éste precisamente el contacto era con una aristócrata, “amiga” de la abuela, Lucia Fieldmann… Rumanía deseaba recibir cerdos y deshacerse de sus judíos, pues nada, el señor nombrado organizó el comercio de siniestro trueque que consistía tantos cerdos, de calidad, enviados a Rumanía suponían tantos judíos exportados a cambio. Aunque pueda resultar francamente chocante, y llegar a provocar la risa por encima de la magnitud de la tragedia, se dan a conocer algunas lecciones de cerdología, de la mano de Erik Orssena, al igual que conocemos la decisión gubernamental de liquidar a todos loa caballos ya que se comían el alimento debido al ganado, amén de que los equinos hacía que los campesinos de sintiesen atados al terruño y sus tradiciones, ajenos a los nuevos valores… De no creer resultan las listas y las variaciones de las unidades humanas de intercambio por los animales porcinos, que se ofrecen en las páginas de la obra.

Obviamente me dejo cantidad de hechos, chirriantes, que se deslizan en las páginas del libro, en los que conocemos a los jóvenes Mircea Eliade, Cioran y Ionesco, admiradores de Hitler, y conocemos también algunas de las fuentes a las que ha recurrido Sonia Devillers para llenar los agujeros de la memoria familiar, forjados en el silencio (su familiares se instalaron en París en 1961 huyendo de la bota de Ceaucescu)… así, las informaciones y análisis se deben al nombrado escritor Mihail Sebastian, el psico-sociólogo Serge Moscovici, a los que se han de sumar historiadores, psicoanalistas, etc.

Por Iñaki Urdanibia

En la encomiable empresa que ha iniciado la editorial Shangrila, por recuperar las obras de quien suele ser considerado como el último clásico de las letras hexagonales, ahora, tras Un bello tenebroso, La forma de una ciudad (de las que por cierto, he dado cuenta en esta misma red), le toca el turno a la que tal vez sea su obra más potente y celebrada: «La orilla de las Sirtes», en una nueva y pulcra traducción de Ruben Martín Giráldez y un Prólogo, Pasar al acto, esclarecedor donde los haya, de Alberto Ruiz de Samaniego; en éste se ofrecen algunas pistas esenciales del quehacer de Gracq (1910-2007) y de la novela presentada.

El nombre con el que firmaba sus obras, ya que su nombre real era Louis Poirier, era deudor del protagonista de la obra Negro y Rojo de Stendhal, Julien, mientras que el apellido se inspiraba en los patricios romanos que defendían propuestas reformistas; señalaba él, no obstante, que «he elegido un pseudónimo cuando he comenzado a publicar, porque quería separar netamente mi actividad de profesor de mi actividad de escritor. Este pseudónimo no tenía en mi espíritu ninguna significación. Buscaba una sonoridad que me gustase, y quería, para el conjunto del nombre y apellido, un total de tres sílabas……». El pseudónimo lo estrenó al publicar su primera obra En el castillo de Argol. Hablando de influencias y de obras que impulsaron su vocación de escritor, destacaba además de la obra nombrada de Stendhal, Los acantilados de mármol de Ernst Jünger, sin obviar la huella de La decadencia de Occidente de Oswald Spengler.

Fue en 1951 cuando Julien Gracq rechazaba el prestigioso premio Goncourt que se le concedía por esta novela precisamente, rogando que se le declarase no candidato; no era nada dado el escritor a las luces del mundillo literario ni a otros mundillos, con sus favores e intercambios, lo suyo era la escritura y, mientras duró su vida laboral, la enseñanza de la geografía; ante el rechazo la sorpresa del galardón cundió entre los miembros del jurado una honda sorpresa acompañada de un no menor profundo disgusto, entre otros Colette y Raymond Queneau, si bien su postura ya la había dejado clara en su La littérature à l´estomac.

Quien penetre en la obra, verá irrumpir una brillante prosa y una cierta atmósfera, que propiciada por las brumas y las nieblas, deviene fantasmal, espectral. Entramos desde el inicio en una escritura de la espera, de la búsqueda que convierte al protagonista-observador, Aldo, en un obstinado ser que huyendo de las luces de la vida decadente y mundana de Orsenna, se entrega a la labor de vigilar la frontera de donde tal vez, pueden llegar nuevos valores. Podría decirse que sobre él provoca la frontera una atracción, la misma que en Cavafis producía la espera de los bárbaros, u en otros protagonistas literarios que estaban a la espera: de Coetze, de Dino Buzzati o de los personajes de Samuel Beckett esperando a Godot. Si el otro diría años más tarde que sólo un dios podía salvarnos, en el caso que nos ocupa, parece que la salida al impasse solamente podrá llegar con los valores otros. La vida como espera podría ampliarse a la vida cotidiana o a quienes han solido, o suelen, esperar la llegada de futuros luminosos.

El Azmirantazgo desde el que observa la frontera de la bárbara Farghestán, en donde se ubica el volcán Tängri, juega en él una función que podría calificarse de desterritorializada, por emplear el término caro a Gilles Deleuze, que en su caso podría decirse que reside en una mirada desfronterizada, en la medida en que trata de superarla para conocer el otro lado; me viene a la mente el elogio de la frontera de José Luis Sampedro, en su discurso al entrar en la Academia de la Lengua, en donde señalaba que el límite fronterizo separa al tiempo que une, al estar cerca de los otros; postura que ponía en práctica el israelí Michel Warschawski al habitar en las zonas fronterizas con los palestinos. Aldo se deja guiar por una esperanza incierta que observa desde el enclave estratégico de la defensa de su país. La tensión contagia al lector en lo que hace a la espera, sin tener la certeza de si realmente llegará o no, y qué se espera con exactitud; al protagonista se le ve cercado por el misterio de la inseguridad de la constante incertidumbre.

La lectura de una prosa lucida y lúcida, deudora de una destacada voluntad de estilo, resulta de un sobresaliente magnetismo y una no menor musicalidad, que hace que el lector se sienta mecido por esta belleza plasmada tanto en el terreno del esmerado léxico como de una pulida sintaxis, a la vez que concita la permanente atención ante los aires guerreros que planean y la angustiada espera sobre el posible choque con el enemigo… hacia tres largos siglos que nada pasaba entre los dos países. «El sentimiento de lo maravilloso, de la maravilla única de vivir en este mundo y en ningún otro… se equilibra con el sentimiento del desastre».

Lo maravilloso invade las páginas, al modo del que los celtas buscaban el Grial, y bajo lo real descrito, el observador ve con deslumbrante transparencia la aparición en filigrana el misterio del otro lado, ejerciendo un quehacer propio de un surrealista cartesiano, que le hace, fiel a su vocación de geógrafo e historiador, no hablar de lo que no está seguro, dejándolo en suspenso. Dejando el geógrafo la posible ubicación del escenario de su historia en el campo de lo imaginario (como lo hicieran García Márquez, Onetti o Faulkner), dando lugar a diferentes interpretaciones como la de Pierre Michon que circunscribe su allá a Creta, la costa libia, o tal vez Venecia… «una de sus magias todos los países de los confines mediterráneos encuentran milagrosamente su lugar en lo que Le Rivage des Syrtes hace volver a nuestra memoria. Pienso que en principio Gracq ha pensado en Crimea – peripecias de los años 30 – El libro bien podría haber nacido en ese deseo fracasado del Mar Negro, como un sueño de viaje que no ha tenido lugar. En todo caso, lo que está claro en la novela y lo que choca hoy en día, es que la cartografía de la ficción sitúa la historia en los límites del islam, en el lugar más cercano de la zona de contacto entre las dos civilizaciones rivales»; en el diccionario Larousse, por su parte, se lee: «Sirte o Syrte, nombre de dos golfos formados por el mediterráneo en la costa septentrional de África: la Gran Sirte, que se extendía por las costas de Cirenaica y de la Tripolitania, y la Pequeña Sirte, actualmente golfo de Gabes»… Sea como sea acompañamos al extenuado Aldo, en su huida de lo cotidiano, de ruinas, ciénagas pantanosas en busca de lo sublime que él intuye al otro lado… en un escenario, que dejando de lado las suposiciones concreciones geográficas que a nada conducen, al menos en esta ocasión, y en el que el murmullo de proféticas voces femeninas, emitidas por el viento, empujan al hombre hacia su destino.

Y Gracq nos sumerge en un tiempo suspendido, casi vacío en lo relacionados con hechos. Pillándonos a los lectores en las mallas de la espera y en ese tiempo suspendido en cada una de sus fibras se palpa el índice de los sublime, materia de un júbilo secreto, que se antojan como iluminaciones propias de su período surrealista, haciendo que cada instante se extienda a la escala del infinito… en pagos fantasmales, en los que prima el silencio, la luz fría, como el que rodea al enigmático volcán, Tängri.

La escritura de la obra responde, como no podía ser de otra manera, a las circunstancias de su época, lo que no quita para que se puedan extraer lecciones de actualidad, al relacionarse con ciertos aires de vacío, o de supuesto fin de la historia, choque de civilizaciones y otras yerbas; y el papel que juega la designación de un peligroso enemigo como cemento de unificación social ante tales pretendidos riesgos.

Y Julien Gracq explorando las aguas de la tradición poética, logra contagiar cierto mimetismo, a través de su vagabundeo libre, moroso, señalando a un tenebroso presentimiento de una nada halagüeño porvenir, tras el espanto puesto en acto, y vivido por él, en la guerra del 39… y en la sombra diferentes alertadores de incendios futuros, de los que hablase Bertolt Brecht, en el que podría incluírsele, junto a Gustave Flaubert, Franz Kafka o Robert Musil, etc.

Concluiré con unas palabras del propio escritor refiriéndose a otro de sus libros (Un balcon en fôret) y a ciertos comentarios que sobre él mismo se daban: «cuando usted dice que no pasa nada en el libro, es verdad…pero para mí, pasa alguna cosa que es muy importante, algo que hace superficie: el transcurso del tiempo, el paso del tiempo y de las estaciones. Si se admite que el hombre está constantemente influenciado por la naturaleza, la tierra, las estaciones, el suelo, el bosque, está completamente vacío de acontecimientos, e incluso de contenido convencional, pero para mí, ahí hay también un contenido, y muy importante. E incluso, creo que es prácticamente el único contenido de mis libros». ¡Así, Julien Gracq!

Por Iñaki Urdanibia

Entre los personajes del necesario Si esto es un hombre, Primo Leví nombra un par de ejemplos de dignidad: por una parte, Jean Samuel, un joven judío alsaciano, al que le llamaba cariñosamente Pikolo (la historia de éste se puede ver en Me llamaba Pikolo, publicado por Plataforma Editorial, en 2009) y un tal Lorenzo del que no dice el apellido que era un albañil italiano que participaba en la construcción de las instalaciones de la fábrica de I.G. Farben, la Burna, y que vivía fuera del lager, frente a la valla de Auschwitz III-Monowitz. A este último lo nombra, además de en la obra señalada, en otras obras como La tabla periódica, en Los hundidos y los salvados, o en unas cuantas páginas de Lilith y otros relatos (“Un discípulo”); en varias ocasiones, Levi asegura que « creo que si estoy vivo es gracias a Lorenzo». Y ¿quién era este Lorenzo?

Pues bien, el historiador Carlo Greppi (1982) entrega en su «El hombre que salvó a Primo Levi», editado por Crítica, el retrato, con pelos y señales, de tal personaje. El trabajo de investigación del autor es de relevancia en su exhaustividad, presentando el encuentro entre ambos hombres, echando la vista atrás en la vida del tal Lorenzo, y hurgando igualmente en los años posteriores al trato entre ambos.

Lorenzo Perrone era un albañil, pobre y casi analfabeto que, junto a otros compañeros, italianos marchó a realizar algunos trabajos en el campo nombrado en el que estaba ingresado Primo Levi; éste tenía 24 años mientras que el albañil le sacaba quince. En su juventud era conocido por su carácter reservado, taciturno, y por sus tendencias a participar en peleas junto a su hermano, Giovanni, los Tacca, camorristas, de su pueblo, la gresca era su estado natural; el barrio de Burgué, barrio del casco antiguos de Fossano en el que vivían los albañiles y los pescadores, allá residía en condiciones un tanto precarias Lorenzo Perrone con su familia de la que se ofrece al árbol genealógico en el libro. Antes de acabar en el lugar en donde conoció a Levi, había trabajado en Francia, pasando clandestinamente la frontera con su colla de amigos. Junto a la valla de Auschwitz, Suiss decía Lorenzo, se encontraron casualmente Primo Levi, tatuado en el número 174.517, y Lorenzo Perrone que formaba parte de los voluntarios, entre más de ocho mil, de la compañía de construcción de Giovanni Beotti que fueron enviados para colaborar en la construcción del universo Auschwitz; como digo, el albañil subido a un andamio pide ayuda a un desnutrido y flaco detenido, estamos en junio de 1944, para que le suba la poca argamasa que quedaba, Levi coge el cubo pero ante la imposibilidad de alzarlo hace que se caiga derramándose todo por el suelo. Si tal fallo hubiese supuesto una tunda segura por parte de un kapo, el albañil se conformó con espetar: «claro, con gente como esta…». La frase podía interpretarse como poco menos que la justificación de la inutilidad de los personajes allá encerrados o de la falta de pericia de los burgueses, mas fuera de toda duda se constata el desprecio inequívoco que asomaba en las palabras pronunciadas. La respuesta del albañil, no obstante, fue bien distinta a lo que cabía esperar: a partir de entonces cada día, durante seis meses se encargó de llevar un plato de sopa cada día, de manera clandestina obviamente, y jugándose el tipo, y la vida, para conseguir tal alimento, llevarlo, y entregarlo al desnutrido químico, que recién finalizados los estudios en la Universidad de Turín se echó al monte junto a unos camaradas para enfrentarse al fascismo lugar en donde fue detenido y llevado allager; pues bien, a pesar de las advertencias de Levi al albañil piamontés diciéndole que hablar con él podría suponerle grandes riesgos, éste le contesta: Me da igual. La ayuda no consistió solamente en proporcionarle la ración diaria de alimento, que conseguía de noche entrando en secreto a la cocina cuando ésta estaba desatendida, alimento que también era aprovechado por el inseparable colega de Levi, Alberto Dalla Volta, sino que también facilitó alguna prenda de vestir para que pudiera soportar mejor el gélido invierno, igualmente hizo de correo para que el detenido pudiese mantener contacto con su familia, por medio de varias tarjetas postales, en las que animaba a su madre, con expresiones de esperanza. Puede añadirse que la suerte acompañó a Primo Levi, además de por la ayuda esencial de Perrone, por su profesión que le hizo trabajar en el laboratorio de la fábrica nombrada que estaba pensada para la fabricación de caucho artificial (y digo pensada, ya que en la práctica no se elaboró ni un gramo), su conocimiento que le evitó los fríos del duro invierno, amén del, un tato precario dominio del idioma alemán, y, en los últimos momentos antes de la liberación, el haberse visto afectado por la escarlatina lo que supuso que fuese conducido de la enfermería librándose de las nefastas marchas de la muerte que emprendieron los derrotados SS junto a los detenidos… cuestiones todas ellas que crearon una mala conciencia en Primo Levi, al considerar que quienes habían sobrevivido, como era su caso, había sido gracias a algunos privilegios adquiridos a costa de otros deportados…

La verdad es que no existía mucha comunicación entre ellos, pues el albañil era un hombre de pocas palabras, lo que no quita para que los lazos de amistad que se crearon fueran realmente sólidos. La amistad continuó en los años posteriores al encierro en el universo concentracionario, llegando a durar hasta el prematuro y agónico fallecimiento a causa de la tuberculosis y el consumo de alcohol en 1952 del albañil; se nos dan a conocer los últimos tiempos de un hombre sumido en una honda depresión, efecto de las atrocidades vistas en su estancia alemana, que le conducían a no valorar la vida; afirmaba Primo Levi que Lorenzo bebía para escapar del mundo. La huella y el agradecimiento de Levi quedó patente en el nombre elegido para sus hijos, Lisa, Lorenza y Renzo, en honor del albañil, ejemplo de dignidad y solidaridad, más allá de las bellas palabras… plasmada en los actos. Una muestra de humanidad desinteresada y espontánea.

Cierto que tras la guerra la relación se mantuvo de manera intermitente, no recibiendo respuesta, Levi, a algunas de las cartas enviadas, si bien en algunas de las comu8nicaciones se puede observar los esfuerzos del albañil por mejorar su escritura… la felicitación de la Navidad en 1948 es una muestra, mezcla de sencillez y afecto, en la que agradece al turinés todo lo que ha hecho por él, etc.

En fin, un vívido retrato de un hombre que en su anonimato, y humildad, dio un claro ejemplo de solidaridad y de sensibilidad ante las desgracias que observaba que se cometían con aquellos judíos, condenados en sumo grado, a los que, contra las ideas difundidas por el aparato de agitprop nacionalsocialista, consideraba como seres humanos a parte entera.

No cabe duda de que Carlo Greppi ha llevado un trabajo de investigación francamente ejemplar, charlando con conocidos y familiares del retratado, y consultando archivos de uno y otro lado, abriéndose a la vez la mirada del historiador a los aspectos esenciales relacionados con el campo de concentración y exterminio, escenario del encuentro, de la génesis y desarrollos del fascio italiano, además de ofrecer información sobre el funcionamiento de los campos, sin obviar los avatares de la figura del autor de Si esto es un hombre.

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Ya que… me permito incluir algunos artículos publicados sobre el escritor y superviviente italiano.

Iñaki Urdanibia Primo Levi, el justo noviembre-diciembre de 2012

Primo Levi, el deber de memoria – Kaos en la red 4 de enero de 2016

Signore Auschwitz • 28 de enero de 2022

PRIMO LEVI | Cartel de las Artes y las Letras (contiene cinco artículos, fechados entre 2017 y 2021, y…)

Hablando con Primo Levi • 27 de julio de 2023

Es posible que haya algunos artículos repetidos, si en cuenta se tiene que en algunos de ellos contienen enlaces que envían a otros.

Por Iñaki Urdanibia

Sabido es que las fajas promocionales que acompañan a los libros, conste que las de todas las editoriales, no suelen andarse con chiquitas, así un par de libros que tengo entre manos, ambos del género negro o afines, pueden servir de clara muestra de lo que digo: la última novela de Fred Vargas, ediata por Siruela, va acompañada del mensaje «vuelve la reina de la novela negra europea», la otra de Davide Longo – de la que voy a hablar en este artículo – reza: «la gran voz de la novela negra europea»; en fin, no entraré en si lo dicho responde a la realidad o no, mas sea como sea, ambos libros son realmente reseñables.

Davide Longo (Carmagnola, Turín, 1971) ha brillado, y ha sido galardonado, según cuenta la solapa, en diferentes registros e intervenciones relacionadas con la literatura, las artes, su práctica y enseñanza. En el terreno de la novela negra, ha emprendido la tarea de escribir una serie, Los crímenes del Piamonte, que va a componerse de cuatro entregas, de las que de momento en castellano han visto la luz dos: «El caso Bramard», y ahora «Las bestias jóvenes», ambas publicadas por Destino. Me atrevo a afirmar que nadie que se acerque a dichas obras se aburrirá, y ello fundamentalmente por la presencia de unas diseminadas tramas que se abren a diferentes terrenos e hipótesis, y por la toma de pulso del escenario y época en los que sitúa sus historias: Piamonte, y más en concreto Turín y sus alrededores. Alguien ha definido al escritor como el Camilleri del norte, y sí que es cierto que el creador de Montalbano rodeaba sus historias con las atmósferas, no climáticas sino sociales y de tradición y costumbres, de su Sicilia natal, Longo retrata, al pasar, el tejido social e histórico de su lugar de origen. El paisaje cobra vida, convirtiéndose en metáfora de la vida de los humanos; la montaña como bello horizonte y el ascenso de las cumbres, emparejado, con las dificultades propias de la existencia, ascensos que el comisario frecuenta como en su momento lo hiciesen otros escritores célebres de la zona, y estoy pensando en Dino Buzzati o en Primo Levi. En el primer caso presentado, el del libro anterior, salía a relucir la trata de blancas y la prostitución en el Piamonte, como enclave destacado para tales manejos. Ahora, la mirada de Longo se dirige hacia otros derroteros, más ligados a los años de plomo de los años setenta, a los que sucedieron los años de invierno en palabras de Félix Guattari.

En unas obras relacionadas con la construcción del polémico TAV que une la ciudad italiana con Lyon (que se lo pregunten a Erri de Luca)se halla una fosa con diez cadáveres de jóvenes cuyos golpes en la nunca denotan que han sido asesinados. El comisario Vicenzo Arcadipane fue el primero en llegar, con su equipo de la policía de Milán, al escenario del crimen, mas órdenes son órdenes y así la jefatura decide que el caso ha de ser asignado a a la brigada especializada en los crímenes de la Segunda Guerra Mundial, cuerpo dirigido por un tal Nancisbene. A Arcadipane hay cosas que no le cuadran, ya que entre los restos hallados hay objetos que no corresponden a los años inmediatamente posteriores a la contienda mentada, sino que son más recientes; a la vez le escama que vea claros intentos de borrar las posibles causas, y circunstancias, del hallazgo de los asesinados. En tal tesitura decide seguir con la investigación para lo que acude a buscar ayuda en quien fuese su antecesor, y mentor, en el cargo, el comisario Corso Bramard, que vive retirado del mundanal ruido tras haber abandonado la policía, más bien ser dejado de patitas en la calle, pues al haber perdido a su mujer, asesinada por un asesino en serie, y su hija que había desaparecido sin dejar rastro, le sumió en una honda depresión que trataba de aplacarla con el recurso a la botella, lo que motivó el fin de su carrera, y la dedicación a impartir clases de lengua e historia italianas a media jornada en un instituto, antes de recluirse en el campo. La intuición de éste era brillante, brillo que iba acompañado de un comportamiento ético impecable. Por si fuera poco, Arcadipane busca ayuda igualmente en una variopinta Isa Mancini, que luce un aspecto singular en el vestir y en su peinado, que casan a la perfección con su irreverencia, que le había conducido a ser separada del servicio por su carácter deslenguado y sus continuos deslices díscolos con respecto a la superioridad.

Con tal compañía se inicia la investigación paralela a la oficial, y para ello no se frenan a la hora de desempolvar dossieres arrinconados, y las pistas se despliegan en una red que une algunas cuentas pendientes de los años de posguerra, con derivaciones que van hasta el presente, con un trasfondo político que se trata de ocultar, para dar una imagen impoluta de los funcionarios del estado, y afines, frente a los malvados revolucionarios que habían recurrido a las armas para tratar de dar la vuelta a la tortilla, podrida del poder, que hundía sus raíces en los tiempos pasados y no depurados, del fascio. La mirada va a desembocar en los tiempos nombrados, y el peso de un atentado contra la sede del grupo neofascista MSI cobra especial relevancia, ya que se hallan nexos de unión entre alguno de los sospechosos de la autoría y los huesos hallados en la fosa, y se van desmadejando los hilos que dejan ver la presencia de las cloacas del Estado, el uso de la violencia terrorista, supuestamente como respuestas a la del otro lado, si bien su centro de gravedad era la defensa del estado de cosas, con los privilegios correspondientes para algunos y con los mandos del poder pegados a la tradición, al orden y la ley. Ciertos aires de familia planean con respecto a aquella justificación del nazismo y sus campos como respuesta al bolchevismo teorizada por Ernst Nolte.

La ocultación bajo diferentes máscaras de ciertos actos brutales, atribuyéndoselos a posibles luchas internas de los miembros de las filas rebeldes, aparecen en una aislada y abandonada granja que bien podría calificarse de los horrores, ya que allá se encerraba, se torturaba y se liquidaba a los considerados indeseables. Los tres investigadores van atando cabos que exigen la atención lectora para no perderse en cierto laberinto, que es pintado con estilo y con una prosa veloz y elegida; Longo no señala con el dedo sino que sugiere lo que hace que parta de que el lector no es un mero seguidista sino que es capaz de trabajar su mente con los datos que se le van salpicando. Historias se van acumulando dejando lugar a los perfilados retratos del ámbito familiar inscritas en la vida de los protagonistas y en los cambios que la realidad provoca en ellos; los vívidos diálogos de los diferentes personajes, que presentan las versiones de las diferentes partes, hacen que la lectura cobre velocidad e interés.

Todo lo dicho hace que se puede hablar sin dudar de una novela de investigación a la que se ha sumar la pintura de la época, con el centro de gravedad de la política, y sus moviizaciones, acciones y violencias enfrentadas, siglas incluidas, mas en cambio no resulta fácil encasillar a la novela en el género negro puro y duro… pues desborda en algunos de los aspectos nombrados. Y lo narrado en nivel hipotético..si non é vero è ben trovato.