Por Iñaki Urdanibia.

Las primeras incursiones narrativas del escritor italiano.

Los comienzos en la escritura, al menos en lo que se refiere a la publicación de libros, del escritor italo-portugués (Pisa, 1943 – Lisboa, 2012), antes de zambullirse en el baúl de Fernando Pessoa de quien se convirtió en indiscutible especialista y difusor, se estrenó en un díptico que se suele calificar como preportugués. Dos son las obras que se deben incluir bajo tal etiqueta: Piazza d´Italia (1975/ traducida al castellano en 1998) y El barquito chiquito (1978 / publicada ahora por Anagrama como la otra).

Su primera obra, que él gustaba de calificar de cuento popular, fue Piazza d´Italia, en la que en tres actos, trazaba las andanzas tragicómicas de una familia humilde toscana a lo largo de tres generaciones; una historia de su país, encamisada, y me refiero con ello que iba de las camisas roja de Garibaldi a la derrota de los camisas negras de Benito Mussolini. La prosa de Tabucchi ya mostraba su sutileza y delicadeza que luego caracterizarían todas las obras que la siguieron. Familia compuesta de seres rebeldes que participaron, e uno u otro modo, en la construcción de la Italia moderna. Como digo, la historia va de los tiempos garibaldianos (uno de los protagonistas se llama Garibaldino, centralidad que comparte con Quarto, Volturno, nombres sintomáticos que – entre otros puntuales detalles – dan cuenta del fino humor del autor de Sostiene Pereira) – a la derrota del Duce y a la potente irrupción del comunismo de la posguerra.

Según contaba el propio escritor esta primera novela le hizo pensar que se iba a dedicar a escribir, y que lo iba a hacer sin ocultar una clara, que no descarada, impronta política: del lado de los perdedores, el de los anarquistas de su Toscana natal, ignorados por los manuales de historia al uso; la política, al igual que la muerte y los sentimientos forman parte de sus temas entretejidos con finura, en derivantes pinceladas, en todo su quehacer; viajes en busca de fortuna y otros desplazamientos provocados por los enfrentamientos bélicos, por África, por las dos Américas y, por supuesto, por Europa. Eso sí, siempre con una tendencia a seguir el dicho de que es de mala educación señalar, al menos con demasiada precisión, y recurriendo en consecuencia a la insinuación, a los guiños, combinados con la acumulación de nombres y hechos que no dejarán a quien se acerque a sus historias en el limbo de la comprensión.

Pues bien, si la primera estaba teñida de historia y política, la segunda – ahora rescatada del olvido – no lo está en menor medida. Desde su publicación, en 1978, la novela no se había vuelto a editar. En 2011, Antonio Tabucchi retomó, tras su lectura, casi a regañadientes, ésta, su segunda obra, complementaria de la anterior, «El barquito chiquitito» y la puso a navegar, no sin algunas dudas iniciales acerca del exceso de barroquismo que veía en ella y cierto desorden que podían hacer que su lectura resultase confusa; a pesar de ello, como digo, Tabucchi juzgó, como lo deja expuesto en el prólogo que escribió para la ocasión, que en él «estaba la Historia con mayúsculas… y la historia en minúscula de nuestros país, con la cual sigo sintiendo la nostalgia de lo que habría podido haber sido y no es… Y, sobre todo, está el fenotipo de muchos personajes míos que vendrían después: un personaje derrotado pero no resignado, obstinado, tenaz». Dejó el libro en su estado de publicación sin retoques y así llega a nosotros.

Puede verse en el prólogo la modestia del escritor, que se muestra exigente con su propio quehacer en los tiempos de estreno, que resulta excesivo si en cuenta se tiene que la novela está plenamente lograda en su barroquismo, barroquismo que no hace sino reflejar la complejidad del mundo con sus pliegues. Con una afilada ironía y con una aparente ligereza, si se compara con su obra anterior, nos vemos situados en otra saga que se extiende a lo largo del siglo pasado. La imaginación y lo certero de diferentes ocurrencias que recorren los más inesperados recovecos del tejido social italiano con sus reveses políticos y los problemas que estos suponen para los miembros de una familia, afectada por una característica curiosa que es la confusión de nombres propios que asoman plurales y que, en ocasiones, parecen prestarse a volverse como se hace con los calcetines: Leonida o Leonido (entre paréntesis), o Zanardelli que queda convertido en Zan, por no hablar de un chico que es bautizado con un nombre femenino, Marianna, o el propio Sesto que es el eje sobre el que gira la historia – o mejor, las historias – que llega a ser bautizado con dos nombres diferentes.

Una mirada en que los personajes van cambiando desde la infancia a edades más maduras sin perder su inocente mirada sobre lo que les rodea. El autor nos hace penetrar en el desarrollo de cada uno de sus personajes en su tortuosa evolución en medio rural y de pequeñas localidades provincianas, en las que comienzan a introducirse los primeros signos del desarrollo tecnológico: la electricidad, los automóviles, y los cambios que van a originar la sucesión de dos guerras, y unos personajes variopintos que dan lugar a situaciones realmente chirenes, como las hermanas gemelas que dan a luz un único hijo. Asistiremos a los cambios de chaqueta y al ambiente gris propiciado por una dominante democracia cristiana de los tiempos posteriores a la segunda guerra; del mismo modo que iremos detrás del compromiso de Rosa, cuyo nombre fue adoptado como recuerdo y homenaje de la líder espartaquista germana. Sesto intentará narrar todo lo que sucede a través de la historia de su familia, y lo hará marcándose como objetivo el lograr un nivel poético, pues, en cierto sentido, él atribuye a la escritura una papel si no emancipador, si de artefacto apropiado para la resistencia ante una sociedad que encarna el muermo más absoluto… «y compró una pluma y un cuaderno, porque, para soltar por fin nudo de su vela, tenía prisa en empezar a escribir esta historia». Y Antonio Tabucchi, bajo la máscara del capitán Sesto, escribe con pausa y acierto esta navegación familiar, en una construcción histórica empapada de imaginación y extensiones diseminadas que nos conducen por un periplo espacio-temporal en el que los sujetos aparecen muchas veces sujetados por el peso de diferentes y rizomáticos poderes.

P.S.: Al tiempo de esta recuperación editorial, se publica un tomo con el título de «Cuentos» que reúne algunos de los textos más celebrados del escritor: El juego del revés, Dama de Porto Pim, Pequeños equívocos sin importancia, El ángel negro y El tiempo envejece deprisa. Relatos en los que se puede constatar la habilidad de Tabucchi para desenvolverse en la corta distancia. Escenarios varios (Toscana, Lisboa, Estambul, Varsovia y Bucarest… un viaje en tren por Asia) y encuentros casuales y sorprendentes, y los constantes perdedores que pueblan su prosa, que nunca se dan por vencidos sino que resisten…