Por Iñaki Urdanibia.

Una novela que narra la vida de una mujer, por los entresijos de su mente y a través de sus problemáticas relaciones; una vida sin sobresaltos… como la mayoría de las vidas.

Es habitual referirse e la crisis de los cuarenta u otras cifras redondas en la cosa de los años; no entraré en lo cierto o incierto del asunto, que más bien da por pensar que es mera coincidencia o algo inducido por las leyendas al respecto, el caso es que Sonja que ya ha superado tal edad y que vive en Copenhage, comienza a sentir algunos síntomas de malestar en varios aspectos de su vida. La mujer que pretende ser escritora al final se conforma en dedicarse a la traducción de Gösta, escritor de novelas ultraviolentas de éxito. Esta dedicación hace que si ya de por sí la mujer no parece tener mayor habilidad para las relaciones sociales, su soledad aumente, estado de aislamiento que se presta a que florezcan sus tendencias a la rumia; se ha de añadir a ello que a veces le asaltan ciertos mareos debido según le comentan los galenos a un problema posicional relacionado con el oído; hay más, Sonja tiene una hermana. Kate, con la que las relaciones están prácticamente congeladas al no entenderse entre ellas. El aburrimiento de esta vida enclaustrada y solitaria le lleva a intentar dar un giro a su vida, apuntándose para ello en una auto-escuela con el fin de sacarse el carnet de conducir, al mismo tiempo que se apunta a unas sesiones de masajes e intenta restablecer la relación con su hermana. Las cosas, no obstante, no salen como previsto: y así en la autoescuela el trato con la profesora, Jytte, que se mete en cuestiones de índole privado y que se muestra brusca ante algunas maniobras acaban haciendo que Sonja pida cambiar de profesor, a lo cual accede Folke, otro profesor del centro. La decisión, no obstante, lo trae no pocos quebraderos de cabeza al temer encontrarse con la anterior profesora que puede sentirse molesta por el desprecio la decisión de Sonja, guiada por un espíritu acusica. Con el profesor las cosas van mejor en cierto sentido, ya que éste le resulta simpático y atractivo… otra cosa es lo de conducir, tarea para la que la mujer no parece estar llamada. Con Ellen, que es la masajista, las relaciones no son tampoco mayormente fáciles; ésta es una mujer extrovertida que no se corta a la hora de exponer diagnósticos ante las posturas rígidas de Sonja, y aunque ésta es invitada a alguna salida, por la montaña, con el resto de compañeras, y aun acudiendo al aceptar la invitación , en un momento determinado asaltada por cierta – digamos – fobia social, se aleja de la comitiva y acaba a su bola en una cafetería de las cercanías asaltada… la posteriores explicaciones ante su desmarque no dan la talla de la más floja de las coartadas De las relaciones con Kate que vive con su marido y sus dos hijas, la frialdad se palpa en las insustanciales conversaciones que trata de mantener con ella, vía telefónica, resultándole más fluida la conversación con Frank, el marido de la hermana que con ésta; las relaciones tirantes, casi inexistentes, vienen de lejos y son provocadas en gran parte por las comparaciones que Sonja establece, guiada por las valoraciones que desde pequeña oía a su madre: saliendo ella, siempre, malparada en lo que hace a belleza, a la feminidad, a la capacidad de relacionarse,… ella, al contrario, siempre había sido una joven complicada. Estas llamadas sirven, no obstante, para que surjan los recuerdos de niñez y adolescencia y el ambiente familiar en que ambas vivían, con sus progenitores… en la mente atribulada de esta mujer cuyo fuerte no es, desde luego, la auto-estima. La mujer no entiende lo que le rodea y su continuo acompañante, un diccionario, no le sirve obviamente para comprender el mundo y las relaciones.

De todo esto, con perspicacia a la hora de entrar en la psique de la mujer retratada nos habla Dorthe Nors (Herning, 1970) en su novela «Espejo, hombro, intermitente», recién editada por Anagrama, que se desliza sin sobresaltos (no es semejante la vida de la protagonista a las que se presentan en los trepidantes y truculentos thrillers nórdicos), mas con una constancia a la hora de hacernos entrar en los recovecos de las cavilaciones de la protagonista, en sus problemas con los otros, y en esa medida el objetivo se amplía para poder extraerse reflejos de un mal que no sólo afecta a la mujer, sino que es un problema más generalizado… de la muchedumbre solitaria hablaba David Riesmann; este último aspecto no está tratado de manera sistemática sino que luce por medio de algunas pinceladas que se van salpicando en medio de la narración… y los dosificados silencios que hablan tan fuerte como las explícitas palabras.