Category: IRIS MURDOCH


Por Iñaki Urdanibia

En la encomiable tarea que se ha marcado la editorial Impedimenta de recuperar las obras de la escritora británica, sin lugar a dudas una de las más potentes escritora, incluyendo escritores, de las letras británicas, ahora le toca el turno a «La máquina del amor sagrado y profano»; la traducción es de Camila Batlles, quien había traducido la novela para la edición de Destino de 1980, si bien observo que en la presente ocasión ha subsanado algunos crujidos que se podían observar en la traducción anterior. Esta novela, publicada originalmente en 1974, obtuvo el Premio Whitbread

No voy a aprovechar la ocasión para cantar las virtudes de la escritora, ya lo he hecho en anteriores ocasiones*, y otras voces de indudable mayor relieve lo han hecho en su tiempo y en tiempos posteriores.

Centrándome en la novela, diré que desde la primera página el interés lector es provocado en la presentación de los protagonistas y sus vecinos, también protagonistas; si el retrato de estos, entra hasta en sus balanceos íntimos y personales, la elegante prosa no se priva de describir, pintar podía decirse sin rizar rizo alguno, el entorno de jardines que rodean aquellas casas, al igual que los perros y gatos de diferente raza que tienen algunas de las familias en presencia, tampoco quedan ausentes las relaciones que, de unos y otro modo, se establecen entre ellos, creando una red de lazos, unas veces explícitos y otras permaneciendo el el terreno del deseo.

Por una parte, está la pareja formada por Blaise Gavender y Harriet que tienen un hijo, David; en la casa de al lado vive un escritor de novelas de detectives, Montague Small, al que conocen como Monty cuya mujer Sophie murió recientemente dejándoñe en un permanente estado de obsesión desesperada; este último tras obtener gran éxito con su personaje Milo Fane, cuyas historias fueron llevadas a la pantalla, aunque en los últimos tiempos parece haberle invadido la sequía creativa. Se han de añadir a estos un amigo visitante de los tiempos de estudiantes de Sophie y de Monty, Edgar, y una mujer de nombre Emily McHugh, que tiene una amiga Pinn que juega el papel de celestina, de espía y metementodo y que mueve y enreda los hilos de una joven de nombre Kiki St Loy… Emily tiene un hijo, Luca, que resulta ser de Blaise y no seguiré desvelando los cruces, y rizos de la historia o mejor historias que se van entrelazando en una confusión de sentimientos, y dudas, desconfianzas y unas pasiones desbocadas y secretas, hasta que salen a flote. El atractivo de los amores prohibidos y el amor matrimonial…es el terreno de juego en el que se mueve Blaise.

Estamos, la autora va desgranándola en medidas dosis, ante unas situación de duplicidad del tal Blaise que ejerce, a su bola, de terapeuta, con una clientela al que añade algún supuesto cliente, Magnus, cuya atención requería soledad, que se desarrollase vis a vis, por los que las sesiones no se celebraban en casa de Blaise sino en casa del paciente o en lugares no desvelados. Con el paso de las páginas vamos viendo la situación de duplicidad en que vive el auto-proclamado terapeuta, que para dar más solidez y empaque a su actividad, pretende estudiar medicina; Blaise había conocido a Emily en un curso sobre Maurice Merleau-Ponty [no está de más señalar que la escritora británica era filósofa y escribió algunas obras de tal materia, y en concreto una sobre el existencialismo de Jean-Paul Sartre] y habían comenzado a verse, y a tener relaciones íntima, fruto de las cuales fue el hijo de ella, de quien se supo, por Blaise, la identidad de la paternidad años después; el balanceo entre las relaciones eróticas de las que disfrutaba con Emily y la relación matrimonial y la limpieza del amor conyugal que había respondido en sus inicios con el cumplimiento de algunas convenciones sociales, hace que el sujeto ame a dos mujeres a la vez, como en la canción de Machín, y no vea la posibilidad de romper ninguna de las relaciones. En la relación con la madre de Luca sentía un placer y una plenitud que nunca había experimentado que le conducía a una implicación total de todo su ser, mostrando una absoluta confianza en la labor de aquella sacerdotisa del amor. Blaise siente una obligación moral de mantener a Emily y a su hijo, mas tampoco ve la necesidad de romper con su esposa y con su hijo David a los que quiere de corazón y que han dado estabilidad a sus existencia. Así como la pareja formada por Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre distinguía, y practicaba, el amor necesario y los amores contingentes, en el caso que nos ocupa : uno, que duraba ya más de nueve años, era el amor, y el sexo desatado, mientras que el otro era el que le había otorgado un equilibrio en sus afectos… de modo y manera que en cierta medida ambos eran necesarios. Blaise aun cuando se descubrió el asunto,tenía la firme pretensión de seguir con ambas mujeres.

Esta duplicidad supone una enorme carga para el sujeto que guarda en secreto hasta que comienza a confesar su situación al vecino escritor, quien a su vez es visitado por el nombrado Edgar, profesor universitario un tanto solitario no por voluntad, que le remueve el pasado y las supuestas infidelidades de su difunta esposa, Sophie. Con el paso de las hojas los distintos personajes van sabiendo del asunto, convirtiéndose Monty el primero en enterarse y en encubrir a su vecino. Harriet, la fiel esposa de Blaise, a la que Emily calificaba como la señora Plácida, responde a la noticia con una enorme sorpresa pero con una comprensión cercana a la santidad – ella era una mujer de creencias religiosas profundas que había inculcado a su hijo, mientras que el padre pasaba absolutamente de dioses – y hasta de aceptación de que Emily y Luca han de ser ayudados… tal postura de aceptación no es compartida por el hijo David que se muestra furioso hacia su padre y hacia la pareja de intrusos: Emily y Luca. El descubrimiento del affaire, tras la presión feroz que Emily ejerce sobre Blaise para dejar de ser una segundona y ocupar el lugar de mujer oficial, va a desencadenar una tensión entre los diferentes personajes al tiempo que vamos asistiendo al posicionamiento, y maniobras, de cada cual con el fin de subsanar el entuerto: unos, echando leña al fuego, otros, tratando de apagar el fuego, en unas derivas en las que se juegan las consideraciones acerca de qué postura responde al bien y cuál al mal. Al final, y me salto partes sustanciales de la intriga, Blaise decide vivir con Emily en vez de con su esposa, Harriet.

Como quien teje una tela, de la minuciosidad y perfección propia de las arañas, Iris Murdoch nos arrastra por los movimientos, por los pensamientos, y por los cambios de postura y opinión, y decisión, de los personajes que resultan ser un tanto huecos en la medida que algunos hombres que desfilan por el tablero son ejemplo de falta de esencia, o de potencia propia girando todos en trono a las dos mujeres que constituyen el eje: el uno, terapeuta sin serlo exactamente que para más inri se va quedando sin clientes, un escritor que está desfondado, o una mujer cuyo deseo es palpable pero que no practica sino que se dedica a tratar de organizar los amoríos y relaciones de los demás, e Iris Murdoch haciendo girar las historias en torno a dos mujeres entrega páginas que atraen al lector, por lo entretenido, lo intrigante de la trama y por las rumias psicológicas, en variación permanente, de los personajes de la novela.

La novela atrapa… y en ella nos movemos en medio de la falsedad, del fingimiento, de la vida encubierta y de la renuncia.

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( * )

Iris Murdoch, potencia y habilidad narrativas – Kaos en la red

Iris Murdoch, bajo el manto de Eros – Kaos en la red

Por Iñaki Urdanibia

«El Amor es la tensión entre la imperfección del alma y la perfección del atractivo que se supone hallarse más allá de ella misma (Platón en El Banquete lo explica…)… amor es el nombre general dado a la calidad de nuestros afectos; esta cualidad está sujeta a infinitas degradaciones y puede ser la fuente de nuestros más grandes errores… Que el amor existe es el el signo indudable de que somos criaturas espirituales, sometidas a la atracción de la excelencia y hechas para el Bien. El Amor es el reflejo del calor y de la luz del sol».

No es la primera vez que escribo sobre la escritora británica (Dublín, 1919- Oxford, 1999) quien sin lugar a dudas es una de las más brillantes narradoras del siglo pasado (La soberanía del bien | Kultura | GARA Euskal Herriko egunkaria Iris Murdoch, potencia y habilidad narrativas – Kaos en la red). La ocasión de aproximarse a su obra no es tarea difícil ya que sus libros, bastantes de ellos descatalogados, están siendo recuperados por Impedimenta.

Ahora se publica, «Monjas y soldados» novela de 1980 que vio la luz un par de años después que El mar, la mar (*) que es una conseguida novela en la que asoman algunos de los temas más habituales en la escritura de la irlandesa. El amor, la amistad, el bien y el mal… (casi me siento tentado a escribirlos con mayúsculas) son algunas de las constantes que planean por sus obras, y ello no es extraño si en cuenta se tiene que estas son algunas cuestiones siempre presentes en los humanos a lo que se ha de añadir que la formación filosófica de la mujer hace que el hilo reflexivo atraviese sus historias; es más dentro, del campo filosófico, uno de sus influencias mayores sino la mayor sería Platón (afirmaba Withehead que la historia de la filosofía es Platón con notas a pie de página) y el griego situaba en la cúspide de su pensamiento las ideas de lo bueno, lo bello, lo verdadero, lo justo… El parentesco y la formación que señalo, a lo que podría añadirse a palabra que da inicio a la novela, Wittgenstein (del autor del Tractatus se habla algo en alguna conversaciones del libro con tonos de broma; sin obviar, de paso, que el personaje del filósofo y su carácter y otras yerbas se prestan a comentarios y chanzas como se presentaban, por ejemplo, en el libro de título diderotiano de Thomas Bernhard: El sobrino de Wittgenstein), no ha de espantar a nadie al pensar que en la novela se va a encontrar con algún ladrillo filosófico con la jerga que le suele caracterizar, ya que Murdoch distinguía perfectamente entre lo propiamente filosófico (ahí están sus obras sobre Jean-Paul Sartre o sobre la soberanía del bien) y lo narrativo; ella lo aclara: «Aunque son tan diferentes, tanto la filosofía como la literatura son actividades que buscan la verdad; que son reveladoras de la verdad. Son actividades cognoscitivas; son explicativas. La literatura, como las otras artes, implica exploración, clasificación, discriminación, visión organizada. Claro está que la buena literatura no parece “análisis”, porque lo que crea la imaginación es algo sensual, fundido, cosificado, misterioso, ambiguo, particular… El escritor serio debe “jugar con fuego”…».

Vaya por delante, como ya queda indicado, que nos hallamos ante una novela de amor, con una estructura bien construida: estando por una parte, las monjas, Anne Cavodge y su amiga Gertrude Openshaw, cuyo marido ha muerto de cáncer; esta última es una adinerada dama londinense. Por otro lado, están los soldados: Wojciech Szczepanski, exiliado polaco conocido por mor de la sencillez como el conde y Tim Reede, un joven pintor, despreocupado y encantador, cuya amante es Daisy Barrett, mujer que le pega al jarro de una manera desmadrada, siendo, no obstante, también componente, con sus singularidades, en el grupo de las monjas. Entre ellos se hallan los sobrinos y los tíos, familiares de Guy, marido de Getrude; estos funcionan al modo de los coros antiguos al tiempo que mantienen cierto tipo de limitaciones en las relaciones de los anteriores.

El último de los nombrados, Guy Openshaw, es un intelectual cuyas raíces son judías; en su lecho de muerte aconseja a su mujer que se vuelva a casar cuando él fallezca. Al poco Anne habiendo abandonado el convento, acude a refigiarse en casa de Gertrude que había sido amiga suya en la juventud. Muerto el marido, ambas mujeres deciden vivir juntas y dedicarse a hacer el bien; las cosas, no obstante, no se desarrollan como previstas y Gertrude acabará contrayendo matrimonio con el marido que había elegido Guy. Ann se queda descolocada y no logra alcanzar la paz que había soñado lograr en el mundo, fuera del recinto religioso. Es Eros quien va a venir a enredar de manera radical, las cosas perturbando los planes y las vidas.

Con estos mimbres Iris Murdoch elabora una novela en la que va dosificando las historias, los pliegues que en ella se producen, arrastrándonos por momentos de incertidumbre acerca de lo que va a seguir y en qué se va a traducir el desenlace, aliñado todo ello con ciertas escenas cargadas de espectacularidad, y con el mar de fondo de unas hondas reflexiones acerca del bien, del mal de la muerte y de Dios; sea dicho de paso que la postura de la escritora en lo que hace al tema la dejaba aclarada en su momento: «Yo no creo en Dios… tengo una religiosidad más o menos budista… para ser buenos tenemos que ser crueles con nuestro propio egoísmo [distingue a continuación entre buen amor, amor logrado, y mal amor o amor egocéntrico]… Me interesa mucho la desmitologización del cristianismo; me gustaría poder verlo vivir sobrevivir sin Dios, pero con Cristo algo que se pareciera más al budismo».

Por medio del retrato de los personajes somos introducidos en los recovecos del alma humana, alzándose ante nuestros ojos lectores una particular tratado de las pasiones y de los sentimientos en equilibrio inestable entre loa ángeles y los demonios, lo que hace que en las transformaciones que se suceden se dé un devenir contrario al que inicialmente podría esperarse.

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(*Uso algunas notas escritas a raíz de una sesión, del curso 2013-2014, para una tertulia literaria que dirijo en la que leímos este libro de la autora; la edición de referencia es la editada en 1985 por Versal.

«El verdadero mar es frío y negro, lleno de animales; se arrastra bajo esa película verde hecha para engañar a las gentes »

Jean – Paul SartreLa náusea

«La mer a toujours eu sur l’esprit un effet délassant, c’est bon de voir la ligne nette de l’horizon»

Iris Murdoch, La mer, la mer

«El mar conserva eternos sus murmullos en torno

de playas desoladas, y con un recio embate

inunda mil cavernas, hasta que el sortilegio

de Hécate les deja su sombrío sonido.

A menudo se encuentra su temple tan calmado

que apenas si se mueven durante algunos días

las conchas más pequeñas de donde se quedaron

al desencadenarse los vientos de los Cielos.

Los que tenéis los ojos cansados, doloridos,

regalaos la mirada con la amplitud del Mar;

los que en vuestros oídos tenéis un hondo estruendo

u os encontráis ahítos de pesadas cadencias,

sentaos junto a una vieja caverna y meditad

hasta que os sobresalten los cantos de las ninfas»

John KeatsOdas y sonetos

En sus novelas siempre se hurga en aspectos relacionados con el misterio del mal, y su cara opuesta, describiendo todos los elementos trágicos de la condición humana, mas sin caer en la desesperación, podría añadirse que siempre manteniendo ciertas tonalidades morales conducentes a la vida virtuosa; el centro de gravedad de sus novelas podría decirse que reside en la interrogación de ¿cómo desenamorarse?. (en tal punto – los amores, su poder destructivo que arrastra hacia el celo y el odio a los demás y a sí mismo – hasta en sus aspectos más críticos muestra su inequívoca maestría) Si alguien busca lectura facilona no cabe duda de que ésta no debe ser su autora… pues es una dama que se mueve entre el clasicismo, cierto barroquismo y ciertas sombras extrañas.

El mar, la mar (1978 )

Podría hablarse de esta novela como de un tratado de las pasiones. La autora penetra en los meandros del ser y en los entresijos de las motivaciones del individuo.

El secreto del éxito del libro estriba en el in crescendo que va aumentando con el desarrollo de acontecimientos inesperados… sin saber a veces si son ciertos o debidos a la pura imaginación; ha de añadirse a esto la prosa densa y los diálogos cargados en los que se entrecruzan el pasado – cercano y lejano -, el presente y su presentación a veces dilatada. Se va avanzando en medio de la duda, de la incertidumbre, de la espera algo sobresaltada… en un ambiente, alternando, entre lo denso y lo flojo reavivado permanentemente por el mar… olas de emociones, una realidad obsesiva que se centra en arreglar cuentas con el pasado. La escritora mantiene el pulso combinándolo con momentos de sobresaltos y mostrando ciertos titubeos a la hora de hallare el tono debido, con un vaivén propio de las olas , con sus remolinos… permaneciendo el mar como fondo y como susurro a modo de banda sonora, que por momentos se alza en tormentas ruidosas que interrumpen el silencio.

No elide Murdoch algunos aspectos personales como su carácter de nadadora compulsiva, la falta de aprecio a maquearse, el mantenimiento del sexo en la reserva o algunos dardos con respecto a las tendencias dominantes de Elias Canetti, con quien la escritora tuvo una estrecha relación. Somos movidos entre santos y villanos, en una subida al monte carmelo (o camelo), en el que no faltan ciertos guiños para una impronta platónica (a teoría de la media naranja/el ejemplo del auriga que servía para ejemplificar los tres tipos de alma: epitumia, thumos, nous… en un constante camino de purificación (ya presente en aquel El discípulo del filósofo. Ultramar, 1985, en el que se jugaba la partida entre la inocencia y la salvación) que en algunos momentos hacen recordar algunas palabras de los poetas Antonio Machado o J.V.Foix acerca de lo oscuro para verlo claro, etc. Sin obviar el amor y la pérdida y el carácter circular de la novela que no obstante no llega a cerrar el círculo, al quedar algunos cabos sueltos.

Charles Arrowby, hombre de teatro célebre, rarito y pelín desquiciado, se retira a una singular casa situada en la costa, Shruff End, el pueblo se llama Narrowdean y en él hay un hotel Raven y una taberna Black Lion, supone que alejado del mundanal ruido londinense podrá meditar tranquilamente sobre su vida y plasmarlo en una autobiografía, rápidamente, no obstante, cae en la cuenta de que no es tan fácil escapar del pasado, ni del mundo y más que nada nos va entregando unas notas sobre su vida cotidiana, sus hábitos… a pesar de lo aparentemente intrascendente de lo narrado la novela sigue su marcha sin aburrir. Vienen a aumentar sus ataduras las visitas de su amigos que le recuerdan su vida pasada y en algunos casos, en especial algunas mujeres, le echan en cara su comportamiento con el sexo femenino. Cierta vía de posible escape le supone el encuentro casual con su primer amor: Hartley, que le había abandonado sorpresivamente. El pasado no se puede recuperar… y sus relaciones con las mujeres, y otros curiosos compañeros…le avivan remordimientos acelerados por la obsesión con respecto a Hartley.

Con el paso del tiempo Charles se ha creado una Hartley que en realidad no responde a su ensoñado retrato. Cuando fue abandonado por ella, Charles buscó consuelo-y lo halló, además de otras iniciaciones- en otra mujer madura, Clement. Asoma también la relación estrecha, más teñida de envidia, con su primo James, que aparece por su retiro; para añadir más intríngulis y lío a la cosa aparece el joven Titus, el hijo adoptivo de Hartley que había desaparecido, en él va a depositar Charles sus fantasmas (paternidad… del hijo no tenido…). «Nadaba como un delfín gracioso, juguetón… cambiándole el mar su apariencia». Su presencia por otra parte disipará los celos de Charles que imagina una relación entre el joven y su primo. En tal situación parece tomar cuerpo la mala fe de la que hablaba Jean-Paul Sartre en sus L´Être et le néant, sobre cuyo existencialismo romántico escribiese, por cierto, Iris Murdoch.

El libro apunta a la falsedad de las relaciones mundanas, y las relaciones en general, a la imposibilidad de aislarse, para empezar de cero (el problema no está en los demás sino en uno mismo)… el cambio de geografía no soluciona el malestar… planean así temas como la seducción y el amor… «estaba enamorado de mi propia adolescencia. ¿De la tía Estela? No exactamente. ¿Cuál es nuestro primer amor?».

1ª parte: se retira y vive plácidamente (se baña, toma el sol, con un régimen de comidas curioso…) y con unas relaciones, para abastecer su despensa fundamentalmente, con los paisanos del pueblo. Decide escribir su vida, reflexionando sobre su pasado… algunos acontecimientos extraños le rompen la marcha (aparición de un monstruo marino, los cacharros aparecen rotos en su casa, ve un rostro en la casa). CALMA.

2ª parte: la cosa cambia radicalmente con la aparición de diferentes conocidos, que vienen cargados con todos sus problemas, y la mar que en un principio debía ser el telón de fondo apropiado para su tranquilidad se va convirtiendo en un escenario de borrascas, oleajes violentos… Peregrine, alcohólico irlandés, la dulce Lizzie, Rosina que ha cautivado a Peregrine, Gilbert actor de televisión… Acosado por algunas mujeres que quieren casarse con él, que se lo había prometido. Su amigo Gilbert se convierte en su criado. Su primo , militar convertido al budismo y con poderes extraños, mas lo que realmente revuelve su mente es la aparición de su primer amor que es con la única que realmente quería haberse casado. Ahota Hartley, en la sesentena, está casada con un militar, celoso enfermizo… hasta creer que el hijo adoptado es hijo de Charles. Este se empeña en “salvar” a la mujer… la aparición de Titus alborota más la alborotada cosa; el joven anda buscando a su verdadero padre. Cada uno que viene descarga su bagaje y se va, dejando su huella , como las resacosas olas del mar, en la revuelta mente del Charles. EMBROLLO.

La autora nos lleva en un barco desde el que en el constante movimiento observamos el amor, el trato, la filiación, las apariencias, las verdades profundas que no son lo que a primera vista parecen o se lo parecen a los mismos protagonistas. La novela resulta cómica y trágica a la vez, triste hasta la misma crueldad, y… el tal Charles con un desbrujule de mil pares: no con respecto a los demás-que también- sino con respecto a sí mismo.

Por la obra recibió el prestigioso Booker Prize por este libro en cuyo título se repite el nombre, debido a su omnipresencia que llega hasta lo atosigante. Allá fue en busca de paz el tal Charles y acabó prácticamente ahogado, como el pobre Titus… empujado por el orgullo de Charles.

Al principio el panorama no resulta prometedor, mas con el paso de las hojas, y el estilo que dice pareciendo que no dice, en plena espontaneidad, hacen que la sinceridad del narrador/Murdoch nos acerque al protagonista principal.

La paz cruje con las apariciones cuasi-milagrosas (¿el efecto flash-back de un LSD mal tomado?) y las inesperadas visitas.

Murdoch nos planta ante una galería de personajes nada corrientes, ni normalitos… a través de los que plantea temas potentes como la soledad, los remordimientos, el sentido de la vida, el matrimonio, el celibato, los recuerdos, las derivas del amor – obsesión, odio, envidia, ceguera, posesividad, violencia, y… la incapacidad de convencerse de que el ser amado pueda ser dichoso sin el que ama -.

Novela de amor, pero alejado de cualquier blandenguería y al contrario teñido de su carácter malsano y sus puntillas (amor romántico y carnal, filiación, fraternidad, paternidad, admiración amistad…) que acaban en la locura… y en que los intentos por calmar las cosas conducen a las cercanías de la nada.

Dos seres oscuros con poderes casi mágicos…serenidad metafísica, chamánica y sobrenatural???… sirven de redentores… en un balanceo sintomático entre el demonio (Charles) y el ángel (James).

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Añado un índice onomástico y temático que corresponde, obviamente, a la edición que he señalado

San Agustín. P.17 («De vita beata«/ Gaarder «De vita brevis»)

Alma / espíritu 182

Alucinaciones 27 y 29 472

Amor: posesión / el primero / los logrados- 371 / 503!!!- y los egocéntricos 413

Arte : mentira 173 / mimesis

Asociaciones (Paulov – 87)

Ataraxia / apatía 452

Autobiografía / memorias 71 / 80 (Siri Hudsvet 111 et ss.), No ficción, primera persona: reconsolidación, reconstrucción del yo cruce entre yo /tú (en casos de intimidad) Agustín, Montaigne, Rousseau

Ballenas ? 22? 260, conservación de…

Ben esposo de Hartley

Bien : 93 / ideas reguladoras kantianas (como si…) Trascendencia!!!

Brassens il n´y a pas d´amour heureux

Budismo : 153 / 390 et ss. / meditación…identidad y amor… 451, ardides 454 / tibetano dharma, samsara, moksha, karma…nirvana

Canetti : 55

Catarsis liberación subida al monte camelo (el yo) 499

Celos 189 225

Citas : Heráclito, 78

La Rochefoucauld (XVII), Hume (XVIII), 82

Jean de la Bruyère (XVII), 86

Clement 41

Comunicación (falta de…con sus padres)

Creer 85

Culpabilidad 311 (en especial femenina ) 400 504

Dios: 309 ideas reguladoras kantianas… no el dios clásico

Egocentrismo 507 poder sobre…

Escritura / 48 107

Eternidad, 88

Fantasmas, monstruos…

Felicidad

Folie d´amour 397

Frugalidad, no excesos

Gilbert Opian

Hartley 85

Henry James 471

Identidad

Infancia: traumas

Infierno (¿son los otros o uno mismo ?)

Intriga

James: primo

Jekyll y Hyde 233

Keats

Klee y Mondrian 291

Lizzie 50

LSD 29 184

Mal 169

MAR 9 65… 249 296 (como el pharmakon griego: cura y mata) 450= suicidios de los delfines…

Matrimonio 61 136 161 168 185 341 382

Meditación

Miedo111 qué fácil se amedrenta a la gente—dictadores

Milarepa : santo del budismo tibetano, siglo XI-XII.

Misticismo gastronómico (Ayer…) 18— Giovanni Pappini

Muerte aprender a Sócrates y Montaigne (versus Spinoza) 452

Mujeres mentirosas y otras yerbas 436

Némesis

Nibletts casa de Hartley su esposo

Obsesión

Paranoias

Pascal, Blaise : razones del corazón que la razón o alcanza

Paulov 87 499

Platón 66 / El Banquete (media naranja) / el Bien = sol…Doctrina del alma (tripartita: racional, irascible, concupiscible…)

Poseidón 182 Platón descendiente

Prueba ontológica 183 452 (san Anselmo, Descartes… // Feuerbach !!!)

Religión y superstición 451

Rosina

Rueda (reencarnaciones) 453

Russell: 343: el pollo (similar a la causalidad en Hume): crítica al inductivismo (válido para una colección de individuos no para todos). El pollo estaba encantado… de pronto algo inesperado… a la cazuela.

Salvación 483

Santidad 488

Sartre: el infierno son los otros. Mala Fe (el camarero de «El ser y la nada» que se obliga a cumplir su papel de camarero ad nauseam, su voz, sus posturas… son puro auto-engaño; o la doncella que sale por primera vez… y retarda la cosa…)… el ser humano se niega su libertad absoluta y decide comportarse como un objeto (cosificación)—relacionado con el concepto de «auto-engaño». Libertad: siempre capacidad de elegir «condenados a la libertad»

Schoenhauer puercoespines

Shakespeare

Sublime: 338 Kant y Leonardo, Hokusai

Superstición 451

Teatro 42

Tiempo, paso del 483

Titus

Tratado de las pasiones: celos, libertad aun en contra de la voluntad (vas a ser libre por cojones)

Vaivén del mar

Vida (de la propia escritora y pareja): nadar, colección de piedras… no locura sexual, inocencia, bondad

YO conocerse a sí mismo /cuidarse a sí mismo 507

Por Iñaki Urdanibia.

Con el título con el que encabezo el presente comentario publicó, allá por los setenta, la escritora / filósofa irlandesa uno de sus textos filosóficos esenciales («The Sovereingnty of Good»); lástima que no esté traducido por acá – hay versión francesa en Éclats – ya que en él se pueden rastrear algunas de las pistas fundamentales de su escritura, no sólo filosófica sino también literaria. Platónica declarada Iris Murdoch pone en lo alto la luz del sol frente a la oscuridad y la confusión que dominan el abajo. De este modo en sus novelas, y en sus obras teatrales, asoma una balanceo entre el bien y el mal, entre seres demoníacos (la sombra de Elias Canetti es alargada a pesar de su corta estatura) y otros rozando lo angelical o al menos que sirven como ejemplos de la vida buena. Estos últimos son los que juegan el papel de iluminadores, de redentores, de salvadores… al ser objetos modélicos de observación para quienes se hallan desnortados en este valle de lágrimas.

Si se da como cierto lo que acabo de aseverar, la novela que ahora con oportuno acierto – pues cantidad de sus libros, editados en Destino, Alianza, Versal o Ultramar, están agotados o descatalogados, como algunas de las editoriales nombradas – rescata Impedimenta con la misma impecable traducción de Luis Lasse, con que se publicó hace unos años, 1981, por Alfaguara, resulta ejemplar ya que responde de manera casi milimétrica a lo expuesto líneas arriba; según la colega de escrituras, Joyce Carol Oates nos encontramos ante «la mejor novela de Murdoch. Sin duda, uno de los mayores logros narrativos de las últimas décadas».

El peso inevitable del pasado, el amor con sus dos caras (la lograda y la egocéntrica y posesiva), las relaciones y sus contradicciones, son, una vez más, la materia prima que conforma su narración. Dos amigos de juventud se encuentran en Londres después de haberse perdido de vista unos cuantos años atrás. Henry Marshalson y Cato Forbes han seguido caminos absolutamente opuestos. El primero regresa del otro lado del charco, donde desempeñaba su labor docente, tras haber heredado – malgré lui – una pasta gansa de su fallecido hermano ; su empeño va a ser quitarse de en medio las riquezas obtenidas (el paralelo con el maestro de Murdoch, Wittgenstein planea una vez más). El otro personaje se halla sumido en un desbrujule de órdago ya que en el barrio obrero en el que desempeña su sacerdocio, se ha enamorado perdidamente de un muchacho delincuente. El encuentro de ambos amigos va a originar crujidos unidos a los recuerdos de antaño, y las heridas afloran bajo la forma de los celos, las envidias y los encontronazos continuos. Iris Murdoch pone en danza una lograda «unidad y lucha de contrarios» entre lo dos amigos, que son acompañados en sus existencias por varias significativas mujeres.

La novela arranca fuerte y los descubrimientos inesperados – constante en la prosa de la autora – van a añadir marcha a la intríngulis inicial hasta llegar a los límites del embrollo; las pistas parecen enmarañarse y los tintes sociales conviven con la intriga y con las oposiciones que se van enfrentando en los entresijos de las almas de los protagonistas que parecen ser, en su especular relación, el derecho y el revés del alma humana, con las recurrentes dosis de «mala fe» (terreno abonado de la simulación y las apariencias) de la que hablase el admirado filósofo de Murdoch, Jean-Paul Sartre (ahí está su primer libro: «Sartre. Un racionalista romántico»).

Travesía zigzagueante acompañados por la tristeza y la alegría, entre lo cómico y lo trágico, por continuas encrucijadas de los lares de la moralidad, con momentos en los que parece que la deriva nos conduce a «caminos que no llevan a ninguna parte» a no ser a la ineludible rumia bajo el manto protector del bien, como punto de partida y horizonte; seguir a Iris Murdoch en la «atestada peregrinación que es la vida humana» exige cavilación, duda y esfuerzo.

Por Iñaki Urdanibia.

Se publica una de las más potentes novelas de las de la escritora irlandesa; acercamiento al libro y a su autora.

En el tenaz empeño por parte de la editorial Impedimenta por recuperar las obras de la escritora británica, tan desatendida y desigual , en su publicación de Pirineos abajo, le toca el turno ahora a «El libro y la hermandad», uno de los libros más potentes de la potente escritora; el libro fue editado originalmente en 1987 y ahora se presenta en traducción impecable del asturiano Jon Bilbao. El libro fue finalista del prestigioso Premio Booker y desde luego, en lo que alcanzo, es uno de los libros más logrados de esta discípula de Shakespeare; si hace no mucho en este mismo sitio me refería a la hipótesis planteada por otra escritora británica, que tal bailaba, Virginia Wolf acerca de una hermana del dramaturgo inglés, ahora podría hablar, sin rizar rizo alguno, de una alumna aventajada del autor de «Hamlet». No entraré en cantar, ni contar, las andanzas de la escritora y sus méritos y peculiaridades curriculares… quien quiera saber de ello puede dirigirse a las últimas líneas, mejor párrafos, que siguen a esta reseña; o dicho de otro modo no tiene más que leer hasta el final..

Se sirve la autora-filósofa de un encuentro entre amigos , en un ambiente propio del sueño de una noche de verano, años después de haberse tratado con asiduidad, para dar paso a la constatación de los rasponazos que el tiempo supone para los humanos y sus relaciones, que nunca volverán a bañarse en las mismas aguas en que se bañaron en su juventud. La ocasión sirve para desatar los recuerdos y para dar rienda suelta al pico entre aquellos seres que años antes habían creado una hermandad con el fin, único y exclusivo, de elaborar un libro de filosofía política en el que el brillante Crimond expusiese las ideas que les unían , las ideas del grupo, del que el nombrado era indiscutible y brillante líder. Los crujidos surgen en la confrontación de los distintos puntos de vista que se han diversificado y pluralizado ante la unidad perdida, y ensoñada. Este disenso va a conducir a levantar ampollas latentes que permanecían escondidas y/o ignoradas desde los tiempos pretéritos, y que el tiempo con su capacidad erosionadora ha arrugado…lo que era unidad ha dado lugar a la diferencia, y la amistad ya no halla acomodo entre los reunidos.

La conversación es, como en los libros de la autora es hábito, densa, y alejada del chapoteo en la banalidad, la profundidad está servida en la medida en que el intercambio de ideas deja ver las diversas visiones que se entrecruzan entre los reunidos que nos son presentados, con precisión entomológica, en unas primeras páginas de tralla, que nos dejan todas las cartas sobre la mesa para que comience la partida: el carismático Gerard Hernshaw, de quien otra de las presentes, Rose Curtland, está enamorada desde hace años; Duncan Cambus y su resistente esposa Jean, Tamar Hernshaw, la desasosegada sobrina del citado en primer lugar, y David Crimond el extravagante genio marxista. Los ex-alumnos de la universidad de Oxford, en sus tiempos de estudiantes, tenían como nexo de unión la unánime admiración que tenían hacia el nombrado Crimond, tal confianza en el sujeto se deja notar en el encargo y financiación para la realización de la obra ya mentada, más al cabo de los años, mientras que el carismático caballero sigue aferrado a sus convicciones marxistas, y el libro terminado, no halla en sus antiguos colegas el humus apropiado para la recepción del mensaje, no encuentra la admiración del pasado sino que al contrario no se topa más que con reticencias, desconfianzas, un honda incomprensión, sentimientos que se disparan por la singular personalidad del tal Crimond, que pasa a convertirse en la encarnación del Mal, en la imagen de un ser tendente a las maniobras y si es caso a las zancadillas, lo que conlleva que, al contrario que el rey Midas, todo lo que toca lo convierte en desgracia

Los temas se van sucediendo y la travesía es una sinuosa visita a lo más recóndito del alma humana, a los vértigos que en ella pueden anidar, más allá de cualquier escorada lectura pretendidamente política (y lo digo por el papel de villano que juega el “marxista”): la escrutadora mirada se dirige a allá en donde surgen los temores a la soledad, el miedo al envejecimiento, y las ensoñaciones melancólicas de un pasado que no ha resultado como entonces se adivinaba, originando un profundo desencanto ante el fracaso, en todos los terrenos de la vida, y sumiendo a los sujetos (sujetados) en un inquietante sentimiento de culpabilidad… en esos seres arrojados al mundo, al que preguntan y del que no obtienen como respuesta más que un cerrado silencio, con la perenne condena de su inevitable libertad y – con la confirmación práctica de aquello que dijese el admirado, y estudiado, por la escritora de la que hablamos -… el infierno son los otros. Allá por los bordes del absurdo…

No digo nada nuevo si me refiero a la capacidad de la autora de «Bajo la red» para retratar a sus personajes, su dominio y exactitud del lenguaje que combina con el bagaje filosófico e histórico con el que la escritora viaja por sus historias y que emplea con innegable rigor. En la presente ocasión, mantiene el pulso en la muy larga distancia, seiscientas cincuenta páginas con letra menuda, logrando que la novela avance sin altibajos, ni tiempos muertos, y el que la historia no decaiga es muestra de la maestría de Murdoch que va tejiendo una paciente tela de araña que se nos pega no dejándonos escapar, ni descansar, a la espera de cuál será la siguiente idea que salta al tapete de la discusión, y… inquietándonos con toda seguridad. ¡Así Irish Murdoch, siempre deslizando su prosa entre el clasicismo, cierto barroquismo y algunas sombras extrañas, y…el amor como tabla de salvación de los humanos!

A continuación añado, a modo de acercamiento a la autora unas notas biográficas y algunos trozos de ella y sobre ella.

Iris Murdoch (1919 – 1999)

Nació en Dublín, Irlanda, el 15 de julio. en el seno de una familia anglo-irlandesa de tradición protestante. Esmerada educación académica especializándose en historia antigua, literatura clásica y filosofía (puede hacerse notar como anécdota que fue alumna de Wittgenstein, a quien tomó como modelo en alguna de sus novelas: «Bajo la red»). Durante la guerra fue funcionaria civil en el departamento del Tesoro y posteriormente, entre 1945 y 1947, trabajó en la UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration), organismo que se dedicaba a atender a los desplazados durante la contienda bélica. Residió en Austria y Bélgica, tomando allá contacto con los ambientes existencialistas, huella que se deja ver en sus primeros libros. Tal corriente brotó a contracorriente del ambiente dominante en los pagos académicos, en especial anglosajones, monopolizados por el positivismo lógico; ella daba clases en Oxford y más tarde en Londres, entre 1948 y mediados de los sesenta. Fue la vena trágica, dramática, romántica que ponía el acento en el individuo lo que le atrajo de tal pensamiento; ello le condujo a escribir su primera obra, y quizá la primera monografía que se escribió sobre el pensador francés, publicada en 1953, «Sartre, un racionalista romántico» (Mondadori, 2007).

Un año más tarde publicó su primera novela, «Bajo la red» (Espasa-Calpe, 1992) que obtuvo un éxito inmediato y que dedicó a Raymond Queneau a quien conoció en Bélgica y que fue quien le impulsó a su dedicación literaria. Desde esta obra se comienzan a observar sus centros de interés: el amor, el arte, el lenguaje… pasados por el tamiz del ya nombrado existencialismo, de su admirado Platón, de Freud, de Wittgenstein, además de los escritores rusos del XIX, de Shakespeare y de Simone Weil, con respecto a la que no ocultaba su devoción, aunque laicizándola. Tras su estreno se sucedieron otras novelas («La campana», 1958, «Cabeza cortada», 1961, «El unicornio», «Una derrota bastante honrosa», 1970, «El príncipe negro», 1973, «La máquina del amor sagrado y profano», 1974, «El hijo de las palabras», 1975, «Henry y Cato», 1976, «El mar, el mar», 1978 – premiada con el prestigioso premio Booker Prize, «El discípulo del filósofo», 1983, o la que ahora se publica en castellano, «El libro y la hermandad»… )

La prolífica y singular novelista (obran en su haber más de veinte obras de ficción y teatro, además de algunos ensayos filosóficos), irrumpe en el mundo de la narrativa en los años de desencanto, de crisis y de importante creatividad cultural; desaparecidas ya las «vacas sagradas» como James Joyce, Virginia Wolf, Ford Madox Ford, E. M. Foster (que decidió permanecer callado), otros se iban asentando: Graham Greene, Angus Wilson, C. P. Snow, Lawrence Durrell, Anthony Burgess, Malcolm Lowry, Doris Lessing, William Golding, Allan Sillitoe, etc.

Los valores del imperio comienzan a resquebrajarse y es cuando surgen nuevas voces teñidas de radicalidad como Kingsley Amis (el padre de Martín Amis), o John Osborne, quie se erige en representante máximo de los conocidos como Angry Young Men (Jóvenes airados); son los tiempos igualmente del Free Cinema, de Joseph Losey… momento en que el cine deja de mostrarse conformista para preocuparse de los problemas sociales… Años también de florecimiento de dramaturgos, como el ya citado Osborne o el posterior premio Nobel, Harold Pinter… La vena crítica comienza a transformarse en el mayor de los casos en escepticismo y el desencanto con respecto a la realidad británica, que hasta entonces había sido ensalzada… hay otra realidad, más allá de los brillos de la clase media, una sombría realidad con marginados, explotación, miseria cultural, etc.

Iris Murdoch ocupa, no obstante, en este panorama un lugar aparte: no profesa un realismo romo (se ha solido hablar de su quehacer como «realismo mágico»), tampoco plantea ningún tipo de crítica social, no sigue las modas (son despiadadas su críticas al «nouveau roman»), y se mantiene dentro de las tendencias “clásicas”, podría decirse que decimonónicas… Para ella la realidad es lo suficientemente compleja como para retratarla sin más tomando como base un solo eje explicativo. Sus preocupaciones filosóficas y religiosas siempre están presentes, lo que hace que sus personajes se conviertan en emisores de sus dudas, lo que sin embargo no les quita viveza, ni profundidad en lo que hace a sus caracteres… Los personajes se ocultan y se transforman como en un juego de máscaras, en una dialéctica existencial siempre en movimiento, en reconstrucción; conscientes permanentemente de que no son libres, sino que viven prisioneros de sí mismos, de la sociedad, y de las fuerzas naturales. «Pero ¿es posible conocer jamás a un ser humano? Tal vez se consiga cuando se renuncie a ese conocimiento y al deseo de él y tampoco se sienta su necesidad. Pero, entonces, lo que se consigue no es ya conocimiento, sino nada más que una coexistencia; y esto es también uno de los aspectos del amor.» («Bajo la red»). Seres a veces dominados por alguno de ellos, que suele ser un sujeto demoníaco y poderoso que se impone a los demás… según la misma escritora, tomó como modelo para tal ser a quien fuese su amante, el escritor y premio Nobel, Elias Canetti. Sus protagonistas están en continuo balanceo entre el bien y el mal…

Ciertas técnicas narrativas hacen que se intensifique la acción (y la intriga) novelesca… no hurtando los guiños a la novela gótica, a la policíaca y a los grandes novelones románticos. Lo horrible toma cuerpo en medio de una tranquila conversación, ciertos anuncios-del narrador- hace que cunda una espera acerca de lo que va a suceder… lo mismo pasa con el sexo que, en bastantes ocasiones, asoma en los momentos más inesperados como salvación o como evasión. Esa búsqueda constante de sorprender, de inquietar, buscando momentos privilegiados, le aleja del realismo, como ya he señalado. Lo poético no es ajeno a sus descripciones, y las iluminaciones abundan… La interrelación psicológica de los personajes nos acerca a la complejidad de lo humano. Sin ser una escritora mística, sí que asoman (bajo la inspiración de la ya mentada Simone Weil) ciertos rastros laicizados de la “gracia”, la “salvación”, la “conversión”, lo que produce cierta sensación de cruce entre realismo e idealismo lo que ha llevado a algunos a ver en ella – como ya queda dicho – una representante de una especie de «realismo mágico»… Sea como sea su fuerte originalidad se ve reforzada por su visión trascendental de la existencia, deudora de un platonismo/budismo indisimulados,… todo ello ha llevado a que sea considerada una de las más grandes novelistas del siglo pasado, aunque ubicándola en un segundo plano, como ella misma se juzgaba al compararse con sus admirados Leon Tolstói, Jane Austen, Henry James, Marcel Proust…

A mediados de la década de los cincuenta conoció al destacado profesor y crítico literario John Bayley con el que se casaría… permaneciendo unidos hasta la muerte de ella, a causa del Alzheimer, («enfermedad que no hizo más que reforzar hasta la exageración su bondad y simpatía naturales», al contrario de lo que suele suceder con este tipo de enfermos que muchas veces sacan a relucir los rasgos más negros de su carácter) su experiencia que él narra en un par de libros: «Elegía a Iris» e «Iris y sus amigos» (la primera de ellas, en especial, sirvió como guión para la película que sobre ella se hizo y que, en cierto modo, supuso su revival). En tales libros se aclara la vida en común, los viajes, las relaciones entre ellos y con distintos amigos, destacando – a pesar de las dificultades y los mosqueos de los últimos años – el carácter sencillo, la modestia, la simpatía y subrayando su anima naturaliter cristiana, «alma religiosa sin religión»… y relatando la relación un tanto extraña en la que no había ningún lugar para los aspectos seductores y pasionales («pienso que una de las razones por las que nos hemos enamorado, es que siempre hemos sido terriblemente ingenuos e inocentes») y alejados de cualquier convencionalismo (manera de vestir, la vivienda un tanto à la sans façon – el jardín cuidado, eso sí, por ella – los baños desnudos en cualquier esquina… con escándalos incluidos…)…

Dejaré, no obstante, los detalles sobre tales aspectos biográficos (quien quiera enterarse ya sabe lo que debe hacer); me he servido de estos libros limitándome en entresacar algunos aspectos que tengan relación con lo más significativo de su visión y la que sobre ella han tenido otros (en concreto, quien fuese su marido) y he recurrido a algunos otros libros para dibujar sus querencias filosóficas, evitando los asuntos más propiamente técnicos (sus críticas a las visiones – o ausencia – de lo ético en las corrientes dominantes de la época: el behoviarismo, el existencialismo, el utilitarismo y los aires de familia kantianos del que adolecen – según ella – todas las corrientes señaladas)… ¡ahí va!

John Bayley, Elegía a Iris. Alianza Editorial, 1999, p.30: «Destacó la importancia de que toda narración tuviera algo para todo el mundo… Ella quería llegar con sus novelas a todos los lectores posibles, de diferentes maneras y con diferentes medios: por el interés de su historia, su ritmo y su comedia, a través de sus ideas y sus implicaciones filosóficas, mediante el ambiente numinoso de su propio mundo inventado; el mundo que debió vislumbrar cuando planificó sus primeros pasos en el arte de escribir»

Ibidem, p. 43: [tras haberse zambullido en el mar, la resaca hizo que le costase mucho salir… sólo se enteró ella del miedo que pasó…] «No me dijo nada hasta que nos acostamos aquella noche, y entonces ya no estaba asustada, sino llena de curiosidad y de una excitación que quería compartir conmigo. “Lo incluiré en próxima novela”, dijo. Y así fue»

Ibidem, p. 44 : «A veces me preguntaba acerca de algún detalle… El héroe de El mar, el marrequería, por así decir, una dieta muy especial, y yo me divertí sugiriéndole todo tipo de combinaciones imposibles por las que podría sentir debilidad… Algunas fueron incluidas en la novela; y, cuando ganó el codiciado Booker Prize, uno de los miembros del jurado, que por cierto era el renombrado filósofo neopoitivista A. J. Ayer, observó en su discurso de entrega que había disfrutado mucho con todos los aspectos de la novela menos con la comida».

Ibidem, pp. 48-49: «Cuando nuestra relación se hizo más seria, y cuando nos dimos cuenta de que nos encaminábamos inevitablemente hacia una separación o una solución que no podíamos prever, Iris mencionó una o dos veces el mito de Proteo. Fue en respuesta a mi desesperado comentario de que no la entendía, o de que no entendía a la mujer en la que se transformaba para las numerosas personas con las que se relacionaba. “Acuérdate de Proteo”, y solía decirme. “Tú no me sueltes y todo irá bien.” Proteo tenía el poder de cambiar de forma a voluntad-león, serpiente, monstruo, pez,-pero, cuando Hércules lo asió fuertemente durante todas esas transformaciones, al final se vio obligado a rendirse y a adoptar de nuevo su forma humana.

Yo le respondía con tristeza que no era Hércules… nos echábamos a reír y volvíamos a ser aquellos jóvenes alegres: como cuando nos bañamos por primera vez en el río».

Ibidem, pp. 57-58: «Lo que sí me deprimía un poco era saber que yo no era ni mucho menos el único hombre con el que hacía el amor (probablemente, desde que nos conocimos, sólo de vez en cuando): estaba demasiado ocupada en otras cosas como para convertirlo en un hábito, por así decir. Mas para mí ella estaba negligentemente a disposición de aquellos señores endiosados y desconocidos, a quienes iba a “ver” humildemente cuando les convenía. Entonces empecé a vislumbrar dónde residía su imaginación creadora, para alimentar la cual – casi, al parecer, para propiciarla – hacía Iris aquellos viajes a Londres, y principalmente a Hampstead, que representaba para mí la morada de los dioses malignos» [ Elias Canetti es calificado como el «monstruo de Hampstead»]

Ibídem, p. 64: «siempre me ha sorprendido su capacidad para fijarse en los detalles biográficos de los personajes de sus novelas, sin ninguna noción instintiva de cómo funcionan esos personajes en la realidad, en el nivel inferior»

Ibidem, p. 88: «esa negativa a criticar seriamente Los siete pilares iba emparejada a su profunda influencia romántica, claramente perceptible en muchas de sus propias novelas»

Ibidem, 93-94: «Naturalmente ella conocía Francia: otra Francia, habitada exclusivamente, en mi imaginación, por escritores e intelectuales que frecuentaban las terrazas de los cafés y escribían libros entre copa y copa. No hacía tanto tiempo que Iris había estado bajo el hechizo de La náusea de Sartre y del Pierrot Mon Ami de Raymond Queneau. Iris había conocido a Queneau en los cafés de Bruselas al final de la guerra, quien le habló del Murphy de Samuel Becket. La náusea le había interesado desde el punto de vista filosófico y Murphy había introducido un elemento bohemio en su primera novela, Bajo la red [sea dicho de paso que está dedicada a Queneau]. Junto al existencialismo, y en parte como reacción a él, Iris tenía también un lado menos comprometido y más irresponsable… me recordaba a aquel personaje… que deseaba estudiar filosofía, pero “la alegría de vivir se lo impedía”».

Ibidem , p.95: «Aunque había estudiado historia antigua, Iris se había especializado en filosofía. Su sentido de los histórico era bastante esquemático. Pero, como muestran sus novelas, su imaginación era a veces de una exactitud casi pedante» [tales afirmaciones están relacionadas con el ambiente recreado en u novela «La campana»… una abadía y la presencia de los hugonotes como telón de fondo].

Ibidem, p.96: Su escepticismo era un ejemplo de la meticulosidad con que planeaba siempre hasta los más descabellados episodios de sus novelas, examinándolos mentalmente con gran sentido común para comprobar su verosimilitud»

Ibidem, p.97: «He observado que a los intelectuales no les gusta lo que consideran signos de fantasía o incluso de sentimentalismo en las novelas de Iris. No entienden, o no quieren entender, la discreta seriedad con que ella trata esos temas y su manera de sentirlos. Creo que se trata de su lado budista. Siempre le ha atraído esa religión, que, como dicen sus practicantes más ilustrados, no es una religión en absoluto… La devoción de Iris por los objetos tiene que ver con algunos principios de budismo».

Ibidem, pp.102-103: En algunas novelas suyas, él [se refiere al policía que les sacó con humor del apuro al ser sorprendidos bañándose desnudos en las cercanías de un pueblito italiano], o el misterioso Jesucristo de Piero della Francesca, ese cuadro tiene una presencia fantasmal entre los paisajes y personajes de sus últimas novelas; se parecía a alguien muy parecido, es una presencia fantasmal que adopta diferentes formas y personalidades. Tales personas están rodeadas de agua, como si ésta fuese su medio natural. La historia de sus espíritus parece surgir del mar o del río y regresar a ellos.

«Había otros cuadros… Balthus [en alguna de sus movelas asoman Mondrian y Klee]».

Ibidem, p.105: «en una ocasión me dijo – cuando le comenté la importancia del papel – visible e invisible – que desempeñaban los cuadros en sus novelas:

» – Tienes razón. En realidad mis novelas son sólo cuadros.

» – Bueno, yo no diría “sólo cuadros”. Pero a veces pienso que lo que algunos de tus lectores consideran espiritual en tus novelas es, sin saberlo ellos, una comunión silenciosa con otros tipos de arte. Que yo conozca, tú eres la única novelista capaz de introducir todo el mundo del arte en tus novelas sin que parezca difícil o elaborado.»

Ibidem, p.109: «Y sí los anuncios de televisión y la pintura entraron en el incipiente mundo literario de Iris»

Ibidem, 139-142: Tres páginas dedicadas a Canetti, Dichter… en contraposición a elogios dedicados a Isaiah Berlin.

Ibidem, 143: «Las personas religiosas, como sus alumnos, le cogían cariño inmediata e instintivamente. Pero nunca hablaba de religión con ellos, ni a la inversa. En cierto modo lo “espiritual” parecía flotar en el aire y su presencia se daba por descontada… Aunque Iris era una especialista en filosofía platónica, la cual está presente en muchas de sus novelas, ésta influía tan poco en su vida como cualquier otra religión organizada. Lo mismo puede decirse del budismo, del que había llegado a saber bastante…»

Ibidem, p. 144: «Iris es y era anima naturaliter cristiana: religiosa sin religión… Hasta hacía poco tiempo, ir a Estados Unidos resultaba siempre problemático a causa de una ley que dificultaba la expedición de visados a quienes hubieran pertenecido al Partido Comunista. Iris había formado parte brevemente de las Juventudes Comunistas mientras estudiaba en Oxford, abandonando el partido al estallar la guerra…»

Ibidem, p. 147: «Debido a su forma de entender el comportamiento de la gente real, sus novelas pueden ser inteligentes y perspicaces, pero no hay en ellas rastro de intencionalidad, de dominar, a la perfección su propio mundo, por así decir».

Ibidem, p. 193: «El crítico señaló el contraste entre las opiniones de Iris sobre la novela – la importancia de los individuos libres e independientes, la creación de personajes, etc. – y su propia práctica como escritora, que en lugar de dar a los personajes “una vida libre y concreta los convierte en una especie de presos consentidos”. En cierto sentido es una observación verdadera, pero, al mismo tiempo, carece de importancia, pues Iris crea en sus novelas un mundo libre que resulta completamente creíble porque no se parece a ningún otro. Es lo que cuenta y por eso dicho mundo ejerce tanta fascinación sobre todo tipo de lectores

» Puede parecer tautológico hablar de “libertad” en una novela, donde sólo el autor puede hacer lo que le plazca. Pushkin y, después de él, Tolstói decían que sus personajes “se hacían cargo” y que les sorprendían sus andanzas y desventuras. Nuevamente, hay cierta verdad en eso, pero no termina de convencerme. Es un cliché que los novelistas inventan o repiten. Lo que importa es si el mundo creado resulta convincente y enteramente sui géneris, y en eso, naturalmente, Pushkin y Tolstói, aprobaban con nota. También Iris, a su manera»

Iris y sus amigos. Alianza Editorial, 2001p. 199: «…Dostoievski- Iris también- combina brillantemente lo cómico y lo trágico en las complejidades de una trama. A pesar de la advertencia teórica de Iris, ella sí mezcla la fantasía con la realidad, pero en el nivel superior, por así decir ».

Ibidem, p. 231: «Los novelistas no pueden introducir personas “reales”, o partes de personas reales, en sus novelas. Incluso Iris solía hacerlo. Ella lo negaba, y era justo que lo negase, porque nunca lo hacía con intención de revelar nada, o en modo alguno para “retratar” a una persona concreta o a un amigo, bajo ningún punto de vista. Se trataba de una conciencia generalizada de los demás que había penetrado profunda y poderosamente en su imaginación.

» Era fácil comprobar hasta qué punto se había transformado en el proceso, pues los amigos a veces se aventuraban a dar una opinión, nunca solicitada ni bienvenida, según la cual la persona Y en una novela de Iris estaba basada en la persona X de la vida real. Este tipo de opiniones resultaban invariablemente erróneas o engañosas, porque los parecidos en las novelas de Iris eran metafísicos, por así decir, nunca personales».

La souveraineté du bien. L´éclat, 1994 , pp. 48-49: «Se da un completo equívoco cuando se plantea la existencia de “dos culturas”… no hay más que una sola cultura… el aspecto más esencial y más fundamental de esta cultura es el estudio de la literatura, pues resulta educadora de nuestra manera de representar y de comprender las situaciones humanas. Antes de ser científicos, somos seres humanos y agentes morales, y es con palabras como debemos debatir el lugar de la ciencia en la vida humana. Es la razón por la cual es y será siempre importante haber oído hablar de Shakespeare más que de cualquier sabio, si existe algún “Shakespeare de la ciencia” éste es Aristóteles».

Ibidem, p. 72-73: «Consideremos el hecho de estar enamorado. Consideremos igualmente las tentativas para controlar tal estado… Allí en donde hay emoción fuerte como es el caso en el amor sexual, el odio, el resentimiento o la envidia, la “voluntad pura” no tiene generalmente gran poder. No tiene gran utilidad decirse: “contente del enamoramiento contén tus impulsos, sé justo”. Lo que necesitamos es una reorientación que conllevará otro tipo de energía, proveniente de otra fuente. Notamos aquí las metáforas de la orientación y de la mirada… Acabar deliberadamente con el estado amoroso no se debe a un sobresalto del querer, es la adquisición por medio de la atención de nuevos objetos, y por consiguiente de nuevas energías, a partir de una focalización nueva… que seamos susceptibles de recibir moralmente ayuda focalizando nuestra atención sobre cosas que tienen un valor intrínseco: gentes virtuosas, obras de arte, quizá la idea misma del bien…»

Ibidem, p. 82: «Observemos lo que aprendemos cuando descubrimos los personajes de Shakespeare o de Tolstói, o los cuadros de Velázquez o Ticiano. Aprendemos cosas sobre la cualidad real de la naturaleza humana, cuando ésta, por medio de la percepción justa y complaciente del artista, se desvela con una claridad que no se halla en el curso precipitado de una vida cotidiana egocéntrica y atareada»

Ibidem, p. 87: «El Bien como tal no es visible, Platón describe el hombre de bien como el único que en rigor es capaz de mirar el sol…» [prosigue manteniendo que la ética debe adoptar nuevos términos conceptuales, para lo cual – según ella – el recurso a Platón se torna necesario].

Ibidem, p. 92-93: « …El papel del amor en sus manifestaciones cotidianas… Platón era partidario de tomarlo como punto de partida. En un sentido no se puede más que estar de acuerdo con la idea de que el amor es la cosa más importante de todas; pero al mismo tiempo el amor humano es normalmente profundamente posesivo hasta el exceso y también demasiado “mecánico” para ser portador de una visión…»

Ibidem, 94: «En lo que respecta a la salvación colectiva e individual de la especie humana, el arte es sin lugar a dudas más importante que la filosofía, y la literatura más importante que todas las demás artes».

Ibidem, p. 107: «El arte no es así una diversión ni una cuestión secundaria, es entre las actividades humanas la que tiene mayor poder educador, pues es el dominio en el seno del cual la naturaleza misma de la moralidad se torna propiamente visible» [sigue subrayando la deriva de Platón que va desde la consideración de la belleza como un punto de partida hacia el bien al rechazo de todas las artes, como «ficciones consoladoras que deforman la realidad»].

Ibidem, 109: «… El hecho de estudiar es normalmente un ejercicio de la virtud tanto como enriquecedor del talento; es la confirmación de una de esas experiencias fundamentales por medio de las que la virtud entra en estrecha correlación con el mundo real… Una disciplina intelectual puede jugar un papel del mismo género que el que he atribuido al arte; puede abrir la imaginación, agrandar la visión, fortalecer la capacidad de juzgar. Si Platón elige la matemática…se puede considerar del mismo modo otras disciplinas….»

Ibidem, 112: «Cuando Platón trata de explicar lo que es el Bien, se sirve de la imagen del sol. Mas cuando el viajero de la moralidad sale de la caverna… deslumbrado, es incapaz de mirar el sol de frente…» [expone su interpretación del mito].

Ibidem, p. 124: «El Amor es la tensión entre la imperfección del alma y la perfección del atractivo que se supone hallarse más allá de ella misma ( Platón en El Banquete lo explica…)… amor es el nombre general dado a la calidad de nuestros afectos; esta cualidad está sujeta a infinitas degradaciones y puede ser la fuente de nuestros más grandes errores… Que el amor existe es el el signo indudable de que somos criaturas espirituales, sometidas a la atracción de la excelencia y hechas para el Bien. El Amor es el reflejo del calor y de la luz del sol».

Entrevista de El Mundo (14 / XI / 1992) : «Hay algo en la naturaleza humana que requiere una moralidad. El tipo de bondad que el cristianismo asumió fue algo absoluto, pero creo que deben preservarse las grandes religiones, no para tomar literalmente el cielo y esas cosas, sino en el sentido de que nos pueden mostrar cómo es la bondad, qué aspecto tiene. Soy platónica. Creo que Platón representa uno de los más serios intentos del pensamiento humano de imaginar la posibilidad de la bondad y también de recoger los intentos que los seres humanos han hecho para encontrar un modo de vivir desinteresado, altruista… la imagen de la cueva… este proceder de salir de lo oscuro hacia la luz es el abandono del egoísmo hacia lo que es bueno…muchos sistemas filosóficos dependen de imágenes, de metáforas. Por eso no deberíamos perder de vista las verdades contenidas en la Biblia, en Jesucristo…»

Entrevista de Revista de Occidente (VII / 1986) : «… yo quiero ser como los novelistas rusos. O como los grandes novelistas ingleses, y trabajar con toda una serie de gente heterogénea: evidentemente, detrás de la obra de cualquier novelista serio hay determinadas ideas principales y determinados juicios de valor… yo quiero crear grandes escenarios en que entren en contacto muchas gentes diferentes. Esta es una de las cosas que me interesan de la novela tradicional… poder contar con un amplio elenco de personajes… la gente es muy diferente una de otra, y no ocultar estas diferencias: son mucho más egocéntricos de lo que a primera vista pudiera uno imaginarse. Los lectores me dicen, y les dicen a otros novelistas. “¡desde luego, los personajes de la vida real no son tan raros!” Pero la verdad es que las gentes de la vida real son mucho más raras de lo que uno puede inventar en una novela. Lo que pasa es que esconden sus rarezas. No quiero creer que mis personajes puedan dividirse fácilmente en “buenos” y “malos”. Sí, hay un deseo de salvación, o algo por el estilo, que inspira a algunos de mis personajes, pero también hay muchos que son hedonistas puros, y gentes que se mueven por motivos muy distintos».

«Yo no creo en Dios… tengo una religiosidad más o menos budista… para ser buenos tenemos que ser crueles con nuestro propio egoísmo [ distingue a continuación entre buen amor, amor logrado, y mal amor o amor egocéntrico]… Me interesa mucho la desmitologización del cristianismo; me gustaría poder verlo vivir sobrevivir sin Dios, pero con Cristo algo que se pareciera más al budismo».

«Como señala Platón, las gentes buenas y tranquilas son aburridas, y las personas malas y complicadas son interesantes. La literatura tiende a centrarse en el desorden más que en el orden».

Bryan Magee, Los hombres detrás de las ideas. Algunos creadores de la filosofía contemporánea. FCE, 1982; p. 281: «Platón no es sólo el padre de nuestra filosofía; es nuestro mejor filósofo. Claro está que los métodos de la filosofía cambian, pero aún no hemos dejado atrás a Platón, lo que es también decir que la filosofía no progresa como lo hace la ciencia. Claro está que la literatura tampoco progresa. Nadie es mejor que Homero… Un motivo profundo para hacer literatura, o arte de cualquier tipo, es el deseo de vencer la carencia de forma del mundo, y de alegrarnos al construir formas a partir de lo que, de otra manera, podría parecer una masa de escombros sin sentido.

Ibidem, pp. 284-285: «Aunque son tan diferentes, tanto la filosofía como la literatura son actividades que buscan la verdad; que son reveladoras de la verdad. Son actividades cognoscitivas; son explicativas. La literatura, como las otras artes, implica exploración, clasificación, discriminación, visión organizada. Claro está que la buena literatura no parece “análisis”, porque lo que crea la imaginación es algo sensual, fundido, cosificado, misterioso, ambiguo, particular… El escritor serio debe “jugar con fuego”…»

Ibidem, p. 288: «Creo que el buen arte es bueno para la gente, precisamente porque no es fantasía vana, sino imaginación. Rompe las ataduras de nuestra propia vida fantasiosa e insulsa, y despierta en nosotros el deseo de una visión verdadera… El gran arte es liberador; nos permite ver y gozar lo que no somos nosotros. La literatura despierta y satisface nuestra curiosidad; nos hace interesarnos en otras personas y en otras escenas, y nos ayuda a ser tolerantes y generosos…».

Ibidem, p. 293: «La Nausée de Sartre. Se las arregla para expresar algunas ideas interesantes acerca de la contingencia, y sigue siendo una obra de arte que no tiene que leerse a la luz de teorías que al autor ha expresado en otro lugar. Claro está que aún está filosóficamente “fresco”»

Ibidem, p. 297: «La literatura es la principal portadora y creadora de esta comprensión de amplio alcance. Cualquier teoría que separe a la gente de la gran literatura del pasado, la priva de una educación histórica y moral, así como también de una gran cantidad de placer»

Iris Murdoch. Sartre, un racionalista romántico, Debolsillo, 2007, p.93: «Su posición como filósofo le ha dejado una difícil tarea como novelista: la de mantener nuestro interés y nuestra sensación de realidad a pesar del efecto de sequedad y vacío que produce el análisis perfecto».

Ibidem, p. 181: «Su incapacidad para escribir una gran novela es un trágico síntoma de una situación que nos afecta a todos. Sabemos que la verdadera lección consiste en que cada ser humano es valioso y único; pero, al parecer, no somos capaces de explicarlo si no es en términos ideológicos y abstractos».

Ibidem, p. 167: «… se muestra visiblemente más cómodo como dramaturgo que como novelista, sus novelas proporcionan un material más comprensivo para el estudio de su pensamiento…»

Ibidem, p. 178: «Su teoría nos da la clave de cuáles son sus particulares virtudes y limitaciones como novelista. Sartre pide al arte que analice, que ponga orden en el mundo, que haga todo inteligible, ahí donde lo inteligible es algo pulido y equilibrado» .

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Se publica una de las más potentes novelas de las de la escritora irlandesa ; acercamiento al libro y a su autora.

Por Iñaki Urdanibia

En el tenaz empeño por parte de la editorial Impedimenta por recuperar las obras de la escritora británica, tan desatendida y desigual , en su publicación de Pirineos abajo, le toca el turno ahora a « El libro y la hermandad », uno de los libros más potentes de la potente escritora; el libro fue editado originalmente en 1987 y ahora se presenta en traducción impecable del asturiano Jon Bilbao. El libro fue finalista del prestigioso Premio Booker y desde luego, en lo que alcanzo, es uno de los libros más logrados de esta discípula de Shakespeare; si hace no mucho en este mismo sitio me refería a la hipótesis planteada por otra escritora británica, que tal bailaba, Virginia Wolf acerca de una hermana del dramaturgo inglés, ahora podría hablar, sin rizar rizo alguno, de una alumna aventajada del autor de « Hamlet». No entraré en cantar, ni contar, las andanzas de la escritora y sus méritos y peculiaridades curriculares…quien quiera saber de ello puede dirigirse a las últimas líneas, mejor párrafos, que siguen a esta reseña; o dicho de otro modo no tiene más que leer hasta el final..

Se sirve la autora-filósofa de un encuentro entre amigos , en un ambiente propio del sueño de una noche de verano, años después de haberse tratado con asiduidad, para dar paso a la constatación de los rasponazos que el tiempo supone para los humanos y sus relaciones, que nunca volverán a bañarse en las mismas aguas en que se bañaron en su juventud. La ocasión sirve para desatar los recuerdos y para dar rienda suelta al pico entre aquellos seres que años antes habían creado una hermandad con el fin, único y exclusivo, de elaborar un libro de filosofía política en el que el brillante Crimond expusiese las ideas que les unían , las ideas del grupo, del que el nombrado era indiscutible y brillante líder. Los crujidos surgen en la confrontación de los distintos puntos de vista que se han diversificado y pluralizado ante la unidad perdida, y ensoñada. Este disenso va a conducir a levantar ampollas latentes que permanecían escondidas y/ o ignoradas desde los tiempos pretéritos, y que el tiempo con su capacidad erosionadora ha arrugado…lo que era unidad ha dado lugar a la diferencia, y la amistad ya no halla acomodo entre los reunidos.

La conversación es, como en los libros de la autora es hábito, densa, y alejada del chapoteo en la banalidad, la profundidad está servida en la medida en que el intercambio de ideas deja ver las diversas visiones que se entrecruzan entre los reunidos que nos son presentados, con precisión entomológica, en unas primeras páginas de tralla, que nos dejan todas las cartas sobre la mesa para que comience la partida: el carismático Gerard Hernshaw, de quien otra de las presentes, Rose Curtland, está enamorada desde hace años; Duncan Cambus y su resistente esposa Jean, Tamar Hernshaw, la desasosegada sobrina del citado en primer lugar, y David Crimond el extravagante genio marxista. Los ex-alumnos de la universidad de Oxford , en sus tiempos de estudiantes, tenían como nexo de unión la unánime admiración que tenían hacia el nombrado Crimond, tal confianza en el sujeto se deja notar en el encargo y financiación para la realización de la obra ya mentada, más al cabo de los años, mientras que el carismático caballero sigue aferrado a sus convicciones marxistas, y el libro terminado, no halla en sus antiguos colegas el humus apropiado para la recepción del mensaje, no encuentra la admiración del pasado sino que al contrario no se topa más que con reticencias, desconfianzas, un honda incomprensión, sentimientos que se disparan por la singular personalidad del tal Crimond, que pasa a convertirse en la encarnación del Mal, en la imagen de un ser tendente a las maniobras y si es caso a las zancadillas, lo que conlleva que , al contrario que el rey Midas, todo lo que toca lo convierte en desgracia

Los temas se van sucediendo y la travesía es una sinuosa visita a lo más recóndito del alma humana, a los vértigos que en ella pueden anidar, más allá de cualquier escorada lectura pretendidamente política ( y lo digo por el papel de villano que juega el “marxista”): la escrutadora mirada se dirige a allá en donde surgen los temores a la soledad, el miedo al envejecimiento, y las ensoñaciones melancólicas de un pasado que no ha resultado como entonces se adivinaba, originando un profundo desencanto ante el fracaso, en todos los terrenos de la vida, y sumiendo a los sujetos ( sujetados) en un inquietante sentimiento de culpabilidad…en esos seres arrojados al mundo, al que preguntan y del que no obtienen como respuesta más que un cerrado silencio, con la perenne condena de su inevitable libertad y – con la confirmación práctica de aquello que dijese el admirado, y estudiado, por la escritora de la que hablamos- …el infierno son los otros. Allá por los bordes del absurdo…

No digo nada nuevo si me refiero a la capacidad de la autora de « Bajo la red » para retratar a sus personajes, su dominio y exactitud del lenguaje que combina con el bagaje filosófico e histórico con el que la escritora viaja por sus historias y que emplea con innegable rigor. En la presente ocasión, mantiene el pulso en la muy larga distancia, seiscientas cincuenta páginas con letra menuda, logrando que la novela avance sin altibajos, ni tiempos muertos, y el que la historia no decaiga es muestra de la maestría de Murdoch que va tejiendo una paciente tela de araña que se nos pega no dejándonos escapar, ni descansar, a la espera de cuál será la siguiente idea que salta al tapete de la discusión, y… inquietándonos con toda seguridad. ¡ Así Irish Murdoch, siempre deslizando su prosa entre el clasicismo, cierto barroquismo y algunas sombras extrañas, y…el amor como tabla de salvación de los humanos!

A continuación añado, a modo de acercamiento a la autora unas notas biográficas y algunos trozosde ella y sobre ella .

Iris Murdoch ( 1919 – 1999)

Nació en Dublín, Irlanda, el 15 de julio. en el seno de una familia anglo-irlandesa de tradición protestante. Esmerada educación académica especializándose en historia antigua, literatura clásica y filosofía ( puede hacerse notar como anécdota que fue alumna de Wittgenstein, a quien tomó como modelo en alguna de sus novelas: «Bajo la red »). Durante la guerra fue funcionaria civil en el departamento del Tesoro y posteriormente, entre 1945 y 1947, trabajó en la UNRRA ( United Nations Relief and Rehabilitation Administration), organismo que se dedicaba a atender a los desplazados durante la contienda bélica. Residió en Austria y Bélgica, tomando allá contacto con los ambientes existencialistas, huella que se deja ver en sus primeros libros. Tal corriente brotó a contracorriente del ambiente dominante en los pagos académicos, en especial anglosajones, monopolizados por el positivismo lógico; ella daba clases en Oxford y más tarde en Londres , entre 1948 y mediados de los sesenta. Fue la vena trágica, dramática, romántica que ponía el acento en el individuo lo que le atrajo de tal pensamiento; ello le condujo a escribir su primera obra, y quizá la primera monografía que se escribió sobre el pensador francés, publicada en 1953, « Sartre, un racionalista romántico » ( Mondadori, 2007).

Un año más tarde publicó su primera novela, « Bajo la red» ( Espasa-Calpe, 1992) que obtuvo un éxito inmediato y que dedicó a Raymond Queneau a quien conoció en Bélgica y que fue quien le impulsó a su dedicación literaria. Desde esta obra se comienzan a observar sus centros de interés: el amor, el arte, el lenguaje…pasados por el tamiz del ya nombrado existencialismo, de su admirado Platón, de Freud, de Wittgenstein, además de los escritores rusos del XIX, de Shakespeare y de Simone Weil, con respecto a la que no ocultaba su devoción, aunque laicizándola. Tras su estreno se sucedieron otras novelas ( « La campana», 1958, « Cabeza cortada», 1961, « El unicornio», «Una derrota bastante honrosa», 1970, , «El príncipe negro», 1973, « La máquina del amor sagrado y profano» , 1974, « El hijo de las palabras», 1975, « Henry y Cato», 1976, « El mar , el mar», 1978 -premiada con el prestigioso premio Booker Prize, <<<El discípulo del filósofo>>, 1983, o la que ahora se publica en castellano, « El libro y la hermandad»…)

La prolífica y singular novelista ( obran en su haber más de veinte obras de ficción y teatro, además de algunos ensayos filosóficos ), irrumpe en el mundo de la narrativa en los años de desencanto, de crisis y de importante creatividad cultural; desaparecidas ya las «vacas sagradas» como James Joyce, Virginia Wolf, Ford Madox Ford, E.M. Foster ( que decidió permanecer callado), otros se iban asentando: Graham Greene, Angus Wilson, C.P.Snow, Lawrence Durrell, Anthony Burgess, Malcolm Lowry, Doris Lessing, William Golding, Allan Sillitoe, etc.

Los valores del imperio comienzan a resquebrajarse y es cuando surgen nuevas voces teñidas de radicalidad como Kingsley Amis (el padre de Martín Amis), o John Osborne, quie se erige en representante máximo de los conocidos como Angry Young Men (Jóvenes airados); son los tiempos igualmente del Free Cinema, de Joseph Losey…momento en que el cine deja de mostrarse conformista para preocuparse de los problemas sociales.. Años también de florecimiento de dramaturgos, como el ya citado Osborne o el posterior premio Nobel, Harold Pinter…La vena crítica comienza a transformarse en el mayor de los casos en escepticismo y el desencanto con respecto a la realidad británica, que hasta entonces había sido ensalzada…hay otra realidad, más allá de los brillos de la clase media, una sombría realidad con marginados, explotación, miseria cultural, etc.

Iris Murdoch ocupa, no obstante, en este panorama un lugar aparte: no profesa un realismo romo ( se ha solido hablar de su quehacer como «realismo mágico»), tampoco plantea ningún tipo de crítica social, no sigue las modas ( son despiadadas su críticas al « nouveau roman»), y se mantiene dentro de las tendencias “clásicas”, podría decirse que decimonónicas…Para ella la realidad es lo suficientemente compleja como para retratarla sin más tomando como base un solo eje explicativo. Sus preocupaciones filosóficas y religiosas siempre están presentes, lo que hace que sus personajes se conviertan en emisores de sus dudas, lo que sin embargo no les quita viveza, ni profundidad en lo que hace a sus caracteres…Los personajes se ocultan y se transforman como en un juego de máscaras, en una dialéctica existencial siempre en movimiento, en reconstrucción; conscientes permanentemente de que no son libres, sino que viven prisioneros de sí mismos, de la sociedad, y de las fuerzas naturales .« Pero ¿es posible conocer jamás a un ser humano? Tal vez se consiga cuando se renuncie a ese conocimiento y al deseo de él y tampoco se sienta su necesidad. Pero, entonces, lo que se consigue no es ya conocimiento, sino nada más que una coexistencia; y esto es también uno de los aspectos del amor.» ( « Bajo la red »). Seres a veces dominados por alguno de ellos, que suele ser un sujeto demoníaco y poderoso que se impone a los demás…según la misma escritora, tomó como modelo para tal ser a quien fuese su amante, el escritor y premio Nobel, Elias Canetti. Sus protagonistas están en continuo balanceo entre el bien y el mal…

Ciertas técnicas narrativas hacen que se intensifique la acción ( y la intriga) novelesca…no hurtando los guiños a la novela gótica, a la policíaca y a los grandes novelones románticos. Lo horrible toma cuerpo en medio de una tranquila conversación, ciertos anuncios-del narrador- hace que cunda una espera acerca de lo que va a suceder…lo mismo pasa con el sexo que , en bastantes ocasiones, asoma en los momentos más inesperados como salvación o como evasión. Esa búsqueda constante de sorprender, de inquietar, buscando momentos privilegiados, le aleja del realismo, como ya he señalado. Lo poético no es ajeno a sus descripciones, y las iluminaciones abundan …La interrelación psicológica de los personajes nos acerca a la complejidad de lo humano. Sin ser una escritora mística, sí que asoman ( bajo la inspiración de la ya mentada Simone Weil) ciertos rastros laicizados de la “gracia”, la “salvación”, la “conversión”, lo que produce cierta sensación de cruce entre realismo e idealismo lo que ha llevado a algunos a ver en ella-como ya queda dicho- una representante de una especie de <<realismo mágico>>…Sea como sea su fuerte originalidad se ve reforzada por su visión trascendental de la existencia, deudora de un platonismo / budismo indisimulados,…todo ello ha llevado a que sea considerada una de las más grandes novelistas del siglo pasado, aunque ubicándola en un segundo plano, como ella misma se juzgaba al compararse con sus admirados Leon Tolstói, Jane Austen, Henry James, Marcel Proust…

A mediados de la década de los cincuenta conoció al destacado profesor y crítico literario John Bayley con el que se casaría…permaneciendo unidos hasta la muerte de ella, a causa del Alzheimer, ( «enfermedad que no hizo más que reforzar hasta la exageración su bondad y simpatía naturales», al contrario de lo que suele suceder con este tipo de enfermos que muchas veces sacan a relucir los rasgos más negros de su carácter) su experiencia que él narra en un par de libros: « Elegía a Iris » e «Iris y sus amigos» ( la primera de ellas, en especial, sirvió como guión para la película que sobre ella se hizo y que, en cierto modo, supuso su revival). En tales libros se aclara la vida en común, los viajes, las relaciones entre ellos y con distintos amigos, destacando- a pesar de las dificultades y los mosqueos de los últimos años- el carácter sencillo, la modestia, la simpatía y subrayando su anima naturaliter cristiana, «alma religiosa sin religión»…y relatando la relación un tanto extraña en la que no había ningún lugar para los aspectos seductores y pasionales ( «pienso que una de las razones por las que nos hemos enamorado, es que siempre hemos sido terriblemente ingenuos e inocentes») y alejados de cualquier convencionalismo ( manera de vestir, la vivienda un tanto à la sans façon– el jardín cuidado , eso sí, por ella- los baños desnudos en cualquier esquina…con escándalos incluidos…)…

Dejaré, no obstante, los detalles sobre tales aspectos biográficos (quien quiera enterarse ya sabe lo que debe hacer); me he servido de estos libros limitándome en entresacar algunos aspectos que tengan relación con lo más significativo de su visión y la que sobre ella han tenido otros ( en concreto, quien fuese su marido) y he recurrido a algunos otros libros para dibujar sus querencias filosóficas, evitando los asuntos más propiamente técnicos ( sus críticas a las visiones-o ausencia- de lo ético en las corrientes dominantes de la época: el behoviarismo, el existencialismo, el utilitarismo y los aires de familia kantianos del que adolecen-según ella- todas las corrientes señaladas) …¡ahí va!

John Bayley, Elegía a Iris. Alianza Editorial, 1999, p.30: « Destacó la importancia de que toda narración tuviera algo para todo el mundo…Ella quería llegar con sus novelas a todos los lectores posibles, de diferentes maneras y con diferentes medios: por el interés de su historia, su ritmo y su comedia, a través de sus ideas y sus implicaciones filosóficas, mediante el ambiente numinoso de su propio mundo inventado ; el mundo que debió vislumbrar cuando planificó sus primeros pasos en el arte de escribir»

Ibidem, p. 43: [ tras haberse zambullido en el mar, la resaca hizo que le costase mucho salir…sólo se enteró ella del miedo que pasó…] « No me dijo nada hasta que nos acostamos aquella noche, y entonces ya no estaba asustada, sino llena de curiosidad y de una excitación que quería compartir conmigo. “ Lo incluiré en próxima novela”, dijo. Y así fue»

Ibidem, p. 44 : « A veces me preguntaba acerca de algún detalle… El héroe de El mar, el marrequería, por así decir, una dieta muy especial, y yo me divertí sugiriéndole todo tipo de combinaciones imposibles por las que podría sentir debilidad…Algunas fueron incluidas en la novela; y, cuando ganó el codiciado Booker Prize, uno de los miembros del jurado, que por cierto era el renombrado filósofo neopoitivista A.J.Ayer, observó en su discurso de entrega que había disfrutado mucho con todos los aspectos de la novela menos con la comida».

Ibidem, pp. 48-49 : «Cuando nuestra relación se hizo más seria, y cuando nos dimos cuenta de que nos encaminábamos inevitablemente hacia una separación o una solución que no podíamos prever, Iris mencionó una o dos veces el mito de Proteo. Fue en respuesta a mi desesperado comentario de que no la entendía, o de que no entendía a la mujer en la que se transformaba para las numerosas personas con las que se relacionaba. “Acuérdate de Proteo”, y solía decirme. “Tú no me sueltes y todo irá bien.” Proteo tenía el poder de cambiar de forma a voluntad-león, serpiente, monstruo, pez,-pero , cuando Hércules lo asió fuertemente durante todas esas transformaciones, al final se vio obligado a rendirse y a adoptar de nuevo su forma humana.

Yo le respondía con tristeza que no era Hércules…nos echábamos a reír y volvíamos a ser aquellos jóvenes alegres: como cuando nos bañamos por primera vez en el río».

Ibidem, pp. 57-58: « Lo que sí me deprimía un poco era saber que yo no era ni mucho menos el único hombre con el que hacía el amor (probablemente, desde que nos conocimos, sólo de vez en cuando): estaba demasiado ocupada en otras cosas como para convertirlo en un hábito, por así decir. Mas para mí ella estaba negligentemente a disposición de aquellos señores endiosados y desconocidos, a quienes iba a “ver” humildemente cuando les convenía. Entonces empecé a vislumbrar dónde residía su imaginación creadora, para alimentar la cual-casi, al parecer, para propiciarla – hacía Iris aquellos viajes a Londres, y principalmente a Hampstead, que representaba para mí la morada de los dioses malignos» [ Elias Canetti es calificado como el « monstruo de Hampstead»]

Ibídem, p. 64: « siempre me ha sorprendido su capacidad para fijarse en los detalles biográficos de los personajes de sus novelas, sin ninguna noción instintiva de cómo funcionan esos personajes en la realidad, en el nivel inferior»

Ibidem, p. 88: «esa negativa a criticar seriamente Los siete pilares iba emparejada a su profunda influencia romántica, claramente perceptible en muchas de sus propias novelas»

Ibidem, 93-94: « Naturalmente ella conocía Francia: otra Francia, habitada exclusivamente , en mi imaginación, por escritores e intelectuales que frecuentaban las terrazas de los cafés y escribían libros entre copa y copa. No hacía tanto tiempo que Iris había estado bajo el hechizo de La náusea de Sartre y del Pierrot Mon Ami de Raymond Queneau. Iris había conocido a Queneau en los cafés de Bruselas al final de la guerra, quien le habló del Murphy de Samuel Becket. La náusea le había interesado desde el punto de vista filosófico y Murphy había introducido un elemento bohemio en su primera novela, Bajo la red [sea dicho de paso que está dedicada a Queneau]. Junto al existencialismo, y en parte como reacción a él, Iris tenía también un lado menos comprometido y más irresponsable…me recordaba a aquel personaje…que deseaba estudiar filosofía, pero “la alegría de vivir se lo impedía”».

Ibidem , p.95: « Aunque había estudiado historia antigua, Iris se había especializado en filosofía. Su sentido de los histórico era bastante esquemático. Pero, como muestran sus novelas, su imaginación era a veces de una exactitud casi pedante» [ tales afirmaciones están relacionadas con el ambiente recreado en u novela « La campana»…una abadía y la presencia de los hugonotes como telón de fondo].

Ibidem, p.96: Su escepticismo era un ejemplo de la meticulosidad con que planeaba siempre hasta los más descabellados episodios de sus novelas, examinándolos mentalmente con gran sentido común para comprobar su verosimilitud»

Ibidem, p.97: « He observado que a los intelectuales no les gusta lo que consideran signos de fantasía o incluso de sentimentalismo en las novelas de Iris. No entienden, o no quieren entender, la discreta seriedad con que ella trata esos temas y su manera de sentirlos. Creo que se trata de su lado budista. Siempre le ha atraído esa religión, que, como dicen sus practicantes más ilustrados, no es una religión en absoluto…La devoción de Iris por los objetos tiene que ver con algunos principios de budismo».

Ibidem, pp.102-103: En algunas novelas suyas, él [se refiere al policía que les sacó con humor del apuro al ser sorprendidos bañándose desnudos en las cercanías de un pueblito italiano], o el misterioso Jesucristo de Piero della Francesca, ese cuadro tiene una presencia fantasmal entre los paisajes y personajes de sus últimas novelas; se parecía a alguien muy parecido, es una presencia fantasmal que adopta diferentes formas y personalidades. Tales personas están rodeadas de agua, como si ésta fuese su medio natural. La historia de sus espíritus parece surgir del mar o del río y regresar a ellos.

>>Había otros cuadros… Balthus[ en alguna de sus movelas asoman Mondrian y Klee].

Ibidem, p.105: « en una ocasión me dijo-cuando le comenté la importancia del papel-visible e invisible- que desempeñaban los cuadros en sus novelas:

» – Tienes razón. En realidad mis novelas son sólo cuadros.

»- Bueno, yo no diría “sólo cuadros”. Pero a veces pienso que lo que algunos de tus lectores consideran espiritual en tus novelas es, sin saberlo ellos, una comunión silenciosa con otros tipos de arte. Que yo conozca, tú eres la única novelista capaz de introducir todo el mundo del arte en tus novelas sin que parezca difícil o elaborado.»

Ibidem, p.109: « Y sí los anuncios de televisión y la pintura entraron en el incipiente mundo literario de Iris»

Ibidem, 139-142 : Tres páginas dedicadas a Canetti, Dichter…en contraposición a elogios dedicados a Isaiah Berlin.

Ibidem, 143: « Las personas religiosas, como sus alumnos, le cogían cariño inmediata e instintivamente. Pero nunca hablaba de religión con ellos, ni a la inversa. En cierto modo lo “espiritual” parecía flotar en el aire y su presencia se daba por descontada…Aunque Iris era una especialista en filosofía platónica, la cual está presente en muchas de sus novelas, ésta influía tan poco en su vida como cualquier otra religión organizada. Lo mismo puede decirse del budismo, del que había llegado a saber bastante…»

Ibidem, p. 144 : « Iris es y era anima naturaliter cristiana: religiosa sin religión…Hasta hacía poco tiempo, ir a Estados Unidos resultaba siempre problemático a causa de una ley que dificultaba la expedición de visados a quienes hubieran pertenecido al Partido Comunista. Iris había formado parte brevemente de las Juventudes Comunistas mientras estudiaba en Oxford, abandonando el partido al estallar la guerra…»

Ibidem, p. 147 : « Debido a su forma de entender el comportamiento de la gente real, sus novelas pueden ser inteligentes y perspicaces, pero no hay en ellas rastro de intencionalidad, de dominar, a la perfección su propio mundo, por así decir ».

Ibidem, p. 193 : « El crítico señaló el contraste entre las opiniones de Iris sobre la novela-la importancia de los individuos libres e independientes, la creación de personajes, etc.- y su propia práctica como escritora, que en lugar de dar a los personajes “una vida libre y concreta los convierte en una especie de presos consentidos”. En cierto sentido es una observación verdadera, pero, al mismo tiempo, carece de importancia, pues Iris crea en sus novelas un mundo libre que resulta completamente creíble porque no se parece a ningún otro. Es lo que cuenta y por eso dicho mundo ejerce tanta fascinación sobre todo tipo de lectores

» Puede parecer tautológico hablar de “libertad” en una novela, donde sólo el autor puede hacer lo que le plazca. Pushkin y, después de él, Tolstói decían que sus personajes “se hacían cargo” y que les sorprendían sus andanzas y desventuras. Nuevamente, hay cierta verdad en eso, pero no termina de convencerme. Es un cliché que los novelistas inventan o repiten. Lo que importa es si el mundo creado resulta convincente y enteramente sui géneris, y en eso, naturalmente, Pushkin y Tolstói, aprobaban con nota. También Iris, a su manera»

Iris y sus amigos. Alianza Editorial, 2001 , p. 199 : «…Dostoievski- Iris también- combina brillantemente lo cómico y lo trágico en las complejidades de una trama. A pesar de la advertencia teórica de Iris, ella sí mezcla la fantasía con la realidad, pero en el nivel superior, por así decir ».

Ibidem, p. 231 : « Los novelistas no pueden introducir personas “reales”, o partes de personas reales, en sus novelas. Incluso Iris solía hacerlo. Ella lo negaba, y era justo que lo negase, porque nunca lo hacía con intención de revelar nada, o en modo alguno para “retratar” a una persona concreta o a un amigo, bajo ningún punto de vista. Se trataba de una conciencia generalizada de los demás que había penetrado profunda y poderosamente en su imaginación.

» Era fácil comprobar hasta qué punto se había transformado en el proceso, pues los amigos a veces se aventuraban a dar una opinión, nunca solicitada ni bienvenida, según la cual la persona Y en una novela de Iris estaba basada en la persona X de la vida real. Este tipo de opiniones resultaban invariablemente erróneas o engañosas, porque los parecidos en las novelas de Iris eran metafísicos, por así decir, nunca personales».

La souveraineté du bien. L´éclat, 1994 , pp. 48-49: « Se da un completo equívoco cuando se plantea la existencia de “dos culturas”…no hay más que una sola cultura…el aspecto más esencial y más fundamental de esta cultura es el estudio de la literatura, pues resulta educadora de nuestra manera de representar y de comprender las situaciones humanas. Antes de ser científicos, somos seres humanos y agentes morales, y es con palabras como debemos debatir el lugar de la ciencia en la vida humana. Es la razón por la cual es y será siempre importante haber oído hablar de Shakespeare más que de cualquier sabio, si existe algún “Shakespeare de la ciencia” éste es Aristóteles».

Ibidem, p. 72-73 : «Consideremos el hecho de estar enamorado. Consideremos igualmente las tentativas para controlar tal estado…Allí en donde hay emoción fuerte como es el caso en el amor sexual, el odio, el resentimiento o la envidia, la “voluntad pura” no tiene generalmente gran poder. No tiene gran utilidad decirse: “ contente del enamoramiento contén tus impulsos, sé justo”. Lo que necesitamos es una reorientación que conllevará otro tipo de energía, proveniente de otra fuente. Notamos aquí las metáforas de la orientación y de la mirada…Acabar deliberadamente con el estado amoroso no se debe a un sobresalto del querer, es la adquisición por medio de la atención de nuevos objetos, y por consiguiente de nuevas energías, a partir de una focalización nueva…que seamos susceptibles de recibir moralmente ayuda focalizando nuestra atención sobre cosas que tienen un valor intrínseco: gentes virtuosas, obras de arte, quizá la idea misma del bien…»

Ibidem, p. 82: « Observemos lo que aprendemos cuando descubrimos los personajes de Shakespeare o de Tolstói, o los cuadros de Velázquez o Ticiano. Aprendemos cosas sobre la cualidad real de la naturaleza humana, cuando ésta, por medio de la percepción justa y complaciente del artista, se desvela con una claridad que no se halla en el curso precipitado de una vida cotidiana egocéntrica y atareada»

Ibidem, p. 87: « El Bien como tal no es visible, Platón describe el hombre de bien como el único que en rigor es capaz de mirar el sol…» [ prosigue manteniendo que la ética debe adoptar nuevos términos conceptuales, para lo cual –según ella- el recurso a Platón se torna necesario].

Ibidem, p. 92-93: « …El papel del amor en sus manifestaciones cotidianas…Platón era partidario de tomarlo como punto de partida. En un sentido no se puede más que estar de acuerdo con la idea de que el amor es la cosa más importante de todas; pero al mismo tiempo el amor humano es normalmente profundamente posesivo hasta el exceso y también demasiado “mecánico” para ser portador de una visión…»

Ibidem, 94: « En lo que respecta a la salvación colectiva e individual de la especie humana, el arte es sin lugar a dudas más importante que la filosofía, y la literatura más importante que todas las demás artes».

Ibidem, p. 107: « El arte no es así una diversión ni una cuestión secundaria, es entre las actividades humanas la que tiene mayor poder educador, pues es el dominio en el seno del cual la naturaleza misma de la moralidad se torna propiamente visible» [ sigue subrayando la deriva de Platón que va desde la consideración de la belleza como un punto de partida hacia el bien al rechazo de todas las artes, como «ficciones consoladoras que deforman la realidad»].

Ibidem, 109: «…El hecho de estudiar es normalmente un ejercicio de la virtud tanto como enriquecedor del talento; es la confirmación de una de esas experiencias fundamentales por medio de las que la virtud entra en estrecha correlación con el mundo real…Una disciplina intelectual puede jugar un papel del mismo género que el que he atribuido al arte; puede abrir la imaginación, agrandar la visión, fortalecer la capacidad de juzgar . Si Platón elige la matemática…se puede considerar del mismo modo otras disciplinas….»

Ibidem, 112: « Cuando Platón trata de explicar lo que es el Bien, se sirve de la imagen del sol. Mas cuando el viajero de la moralidad sale de la caverna…deslumbrado, es incapaz de mirar el sol de frente…» [ expone su interpretación del mito].

Ibidem, p. 124: « El Amor es la tensión entre la imperfección del alma y la perfección del atractivo que se supone hallarse más allá de ella misma ( Platón en El Banquete lo explica…). ..amor es el nombre general dado a la calidad de nuestros afectos; esta cualidad está sujeta a infinitas degradaciones y puede ser la fuente de nuestros más grandes errores…Que el amor existe es el el signo indudable de que somos criaturas espirituales, sometidas a la atracción de la excelencia y hechas para el Bien. El Amor es el reflejo del calor y de la luz del sol».

Entrevista de El Mundo (14 / XI / 1992) : « Hay algo en la naturaleza humana que requiere una moralidad. El tipo de bondad que el cristianismo asumió fue algo absoluto, pero creo que deben preservarse las grandes religiones, no para tomar literalmente el cielo y esas cosas, sino en el sentido de que nos pueden mostrar cómo es la bondad, qué aspecto tiene. Soy platónica. Creo que Platón representa uno de los más serios intentos del pensamiento humano de imaginar la posibilidad de la bondad y también de recoger los intentos que los seres humanos han hecho para encontrar un modo de vivir desinteresado, altruista…la imagen de la cueva…este proceder de salir de lo oscuro hacia la luz es el abandono del egoísmo hacia lo que es bueno…muchos sistemas filosóficos dependen de imágenes, de metáforas. Por eso no deberíamos perder de vista las verdades contenidas en la Biblia, en Jesucristo…»

Entrevista de Revista de Occidente ( VII / 1986) : « …yo quiero ser como los novelistas rusos. O como los grandes novelistas ingleses, y trabajar con toda una serie de gente heterogénea: evidentemente, detrás de la obra de cualquier novelista serio hay determinadas ideas principales y determinados juicios de valor…yo quiero crear grandes escenarios en que entren en contacto muchas gentes diferentes. Esta es una de las cosas que me interesan de la novela tradicional…poder contar con un amplio elenco de personajes…la gente es muy diferente una de otra, y no ocultar estas diferencias: son mucho más egocéntricos de lo que a primera vista pudiera uno imaginarse. Los lectores me dicen, y les dicen a otros novelistas. “¡ desde luego, los personajes de la vida real no son tan raros!” Pero la verdad es que las gentes de la vida real son mucho más raras de lo que uno puede inventar en una novela. Lo que pasa es que esconden sus rarezas. No quiero creer que mis personajes puedan dividirse fácilmente en “buenos” y “malos”. Sí, hay un deseo de salvación, o algo por el estilo, que inspira a algunos de mis personajes, pero también hay muchos que son hedonistas puros, y gentes que se mueven por motivos muy distintos».

« Yo no creo en Dios…tengo una religiosidad más o menos budista…para ser buenos tenemos que ser crueles con nuestro propio egoísmo [ distingue a continuación entre buen amor, amor logrado, y mal amor o amor egocéntrico]…Me interesa mucho la desmitologización del cristianismo; me gustaría poder verlo vivir sobrevivir sin Dios, pero con Cristo algo que se pareciera más al budismo».

« Como señala Platón, las gentes buenas y tranquilas son aburridas, y las personas malas y complicadas son interesantes. La literatura tiende a centrarse en el desorden más que en el orden».

Bryan Magee, Los hombres detrás de las ideas. Algunos creadores de la filosofía contemporánea. FCE, 1982; p. 281: « Platón no es sólo el padre de nuestra filosofía; es nuestro mejor filósofo. Claro está que los métodos de la filosofía cambian, pero aún no hemos dejado atrás a Platón, lo que es también decir que la filosofía no progresa como lo hace la ciencia. Claro está que la literatura tampoco progresa. Nadie es mejor que Homero…Un motivo profundo para hacer literatura, o arte de cualquier tipo, es el deseo de vencer la carencia de forma del mundo, y de alegrarnos al construir formas a partir de lo que, de otra manera, podría parecer una masa de escombros sin sentido.

Ibidem, pp. 284-285 «: Aunque son tan diferentes, tanto la filosofía como la literatura son actividades que buscan la verdad; que son reveladoras de la verdad. Son actividades cognoscitivas; son explicativas. La literatura, como las otras artes, implica exploración, clasificación, discriminación, visión organizada. Claro está que la buena literatura no parece “análisis”, porque lo que crea la imaginación es algo sensual, fundido, cosificado, misterioso, ambiguo, particular…El escritor serio debe “jugar con fuego”…»

Ibidem, p. 288: « Creo que el buen arte es bueno para la gente, precisamente porque no es fantasía vana, sino imaginación. Rompe las ataduras de nuestra propia vida fantasiosa e insulsa, y despierta en nosotros el deseo de una visión verdadera… El gran arte es liberador; nos permite ver y gozar lo que no somos nosotros. La literatura despierta y satisface nuestra curiosidad; nos hace interesarnos en otras personas y en otras escenas, y nos ayuda a ser tolerantes y generosos…».

Ibidem, p. 293: « La Nausée de Sartre. Se las arregla para expresar algunas ideas interesantes acerca de la contingencia, y sigue siendo una obra de arte que no tiene que leerse a la luz de teorías que al autor ha expresado en otro lugar. Claro está que aún está filosóficamente “fresco”»

Ibidem, p. 297: « La literatura es la principal portadora y creadora de esta comprensión de amplio alcance. Cualquier teoría que separe a la gente de la gran literatura del pasado, la priva de una educación histórica y moral, así como también de una gran cantidad de placer»

Iris Murdoch . Sartre, un racionalista romántico, Debolsillo, 2007, p.93: « Su posición como filósofo le ha dejado una difícil tarea como novelista: la de mantener nuestro interés y nuestra sensación de realidad a pesar del efecto de sequedad y vacío que produce el análisis perfecto» .

Ibidem, p. 181: «Su incapacidad para escribir una gran novela es un trágico síntoma de una situación que nos afecta a todos. Sabemos que la verdadera lección consiste en que cada ser humano es valioso y único; pero, al parecer, no somos capaces de explicarlo si no es en términos ideológicos y abstractos».

Ibidem, p. 167: « …se muestra visiblemente más cómodo como dramaturgo que como novelista, sus novelas proporcionan un material más comprensivo para el estudio de su pensamiento…»

Ibidem, p. 178: « Su teoría nos da la clave de cuáles son sus particulares virtudes y limitaciones como novelista. Sartre pide al arte que analice, que ponga orden en el mundo, que haga todo inteligible, ahí donde lo inteligible es algo pulido y equilibrado» .