Por Iñaki Urdanibia.

Doble efeméride: cincuenta años de su muerte y noventa de la publicación de la que es considerada su novela de vida.

Para evitar posibles equívocos diré que Arnold Zweig (Glogau, Baja Silesia, 1887 – Berlín Oriental, 1968) nada tiene que ver con Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, 1942), no pertenecen a la misma rama de parentesco [en alemán zweig significa rama, ramo]; del que voy a hablar es del primero, autor de una docena de novelas, varias recopilaciones de novelas cortas y relatos, una decena de piezas de teatro, un volumen de poesías, sin contar los ensayos, los estudios y los numerosos artículos aparecidos en revistas y periódicos… sesenta años de intensa creatividad, entre 1908 y 1968. Este carácter prolífico no se ha traducido de Pirineos abajo, ya que el trato editorial ha sido realmente escaso, hasta el punto de que, que yo sepa, únicamente se ha publicado una novela, eso sí magnífica novela: «La disputa por el sargento Grischa» (presentada inicialmente por Alianza Editorial en 1985 y más tarde, por RBA en 2014; ahora por lo que parece está agotada la edición). En la última de las ediciones nombrada que es la que tengo en las manos se puede leer en la faja promocional: «La gran novela de la Primera Guerra Mundial», más ajustado sería escribir una de las grandes novelas, pues sin lugar a dudas lo es, mas no se puede, ni se debe, desdeñar unas cuantas más (http://mail.contrainformacion.info/america-latina-sp-1870577476/al/argentina/92459-1914-armas-y-letras# ).

La vida de este hombre fue ciertamente ajetreada y variable en lo que hace a sus vivencias y a sus posiciones ideológicas, siempre en busca de la conciliación, casi podría decirse empeñado en lograr la unión de los contrarios: prusianos y judíos, árabes e israelís, sionismo y socialismo… tratando de llegar a la patria soñada: de su Alemania natal a Palestina, huyendo de la peste nazi, pasando por Francia, Suiza y Checoslovaquia, y su destino final en la RDA, a la que llegó tras el exilio por propia voluntad, volcando las esperanzas en que en tal lugar podría realizarse el horizonte de armonía entre los humanos, en ningún sito halló su añorado hogar; esperanzas vanas sin que ello supusiese ningún decaimiento en su ánimo. En espacio aparte dedicaré precisiones sobre su vida, lo que no quita para destacar desde ya u par de aspectos que dejaron huella en el escritor y hasta fueron las que desencadenaron su vocación de dar testimonio de lo vivido: por una parte, siendo judía su familia, ciertas leyes discriminatorias hicieron que el negocio de su padre quebrara (si antes la empresa se dedicaba a suministrar prendas de abrigo, de piel al ejército alemán, llegó un momento en el que la ley prohibió que se mantuviesen tratos con empresarios judíos). Esta decisión coincidía con un crecimiento del antisemitismo que el joven Arnold experimentó en sus propias carnes: insultos y desprecios en la escuela y en la universidad, y en las propias filas del judaísmo desprecio por no cumplir con los mandatos de dicha religión; por otra, el ser llamado a filas y participar en la primera guerra mundial le marcó de por vida ante el espectáculo del horror y la muerte, además de provocarle ciertos problemas de conciencia por sus posturas iniciales de considerar, poco menos que como positivos los valores de la guerra, no como mera satisfacción del espíritu de aventura – posición muy extendida entre los combatientes de aquellos años, ya que el enfrentamiento bélico les hacía salir del aburrimiento en el que chapoteaban – sino como escuela formativa. Si Primo Levi declaraba que fue la experiencia en el lager lo que le había convertido en escritor, podría decirse, en paralelo con todas las puntualizaciones que se deban, que los dos aspectos señalados desencadenaron la escritura de Arnold Zweig, en especial, que es de lo que se ocupa la novela nombrada, su anti-belicismo, su anti-militarismo, etc., etc., etc. No está de más recodar que tras la novela de la que me voy a ocupar, el escritor quiso completar la tarea con un ciclo dedicado a las maldades de la guerra.

Publicada en 1927, en feuilleton de una revista, alcanzado al año siguiente un gran éxito siendo considerado, con absoluta razón, un combativo alegato contra la guerra y contra el imperialismo prusiano; más adelante sería alabada y publicada en la RDA, cuando ésta se puso en marcha, del mismo modo que fue ensalzada la propia figura del escritor. La novela, ya anteriormente había publicado alguna novela corta, fue la que le consagró como escritor y la que pasó a engrosar los anaqueles de la literatura sobre la primera guerra mundial y los de los textos pacifistas. Huyendo de cualquier sofisticación o de búsqueda de innovaciones vanguardistas, el realismo era su elemento y con él, y con un destacado sentido de la contención y la dosificación de episodios, puso por escrito la historia que le había sido contada en 1917, acerca de la detención de un soldado ruso. La novela provocó reacciones encontradas: para unos alabanzas se prodigaban (entre sus colegas de profesión muy en especial: Lion Feuchtwanger, Kurt Tucholsky, Stefan Zweig, Bruno Frank, Arthur Schnitzler…) mientras que para otros era el insulto el que predominaba ya que el mensaje de la novela era realmente disolvente en lo que hace al sentimiento patrio germano… ya desde la elección del protagonista que en vez de ser un aguerrido soldado alemán es un sargento, nada menos que, ruso. En un año se vendieron prácticamente setenta mil ejemplares y el libro fue traducido a casi todas las lenguas europeas.

«El libro de Zweig es el que más a fondo revela la guerra; un simple prisionero inocente, asesinado bajo la capa del aparato judicial, sacrificado a unos intereses que en nada la conciernen a él, y que no son los de la sociedad, nos hace sentir todo el horror del frente, donde millones de hombres son inmolados a esos mismos intereses que no son los suyos, y nos hace sentir también el otro horror de la gran ciudad, asiento de la pequeña clase que sacrifica en su propio interés a hombres y más hombres, con la más fría crueldad»

(Prólogo a la primera edición , publicada en Cénit, en 1929)

«Es la historia de un hombre de la especie más pisoteada y más humillada que hay en la tierra, en estos últimos tiempos, la historia de un soldado ruso prisionero que, huyendo hacia su casa, se encuentra mezclado de manera curiosa, en grandes decisiones de orden psíquico y ético…»

(Arnold Zweig)

Un prisionero de guerra en el campo de Navarischkij, el sargento ruso Grigori Ilytsch Paprotkin, conocido como Grischa, no tiene otra cosa en la cabeza que escaparse para reunirse con su mujer y su hijo. Logra sortear las alambradas y consigue esconderse en un tren, que en vez de ir hacia la dirección que a él le interesaba parte en la dirección opuesta, detrás de las líneas enemigas. En medio del bosque, buscando la manera de conseguir alimento se dedica a la caza de conejos y otros animales. Si en la oscuridad del bosque es observado por una lince que sigue los pasos de aquel extraño, al poco tiempo también se siente vigilado por algunos humanos, que componen una partida de partisanos comandado por una joven que responde al nombre de Babka, quien a pesar de su juventud tiene el pelo blanco y el aspecto envejecido debido a las desgracias padecidas (su familia asesinada) y a la dureza de la vida en el bosque. El enamoramiento de Grischa y la mujer no puede durar ya que él quiere continuar el viaje para reunirse con su familia; con tal fin, se viste con el uniforme de un muerto, que había desertado del ejército alemán, de quien Babka le facilita la documentación y la chapa de identificación del sujeto llamado Bjuschev. Detenido por los alemanes, estos al ver los papeles que el detenido lleva consigo, lo toman por un desertor y le condenan a muerte. Los guardianes que servían en el campo de Navarischkij son llamados a Merwinks, nombre del nuevo campo, para ver si reconocen al detenido como el hombre al que habían custodiado y que había huido del campo y que declaraba haber estado allá detenido, de donde se había escapado; ante esta contradicción entre lo que dicen los papeles y la verdadera identidad del recién aprehendido. Todo parecía solucionado a no ser que el jefe Schieffezahn no se hubiese empeñado en dar un escarmiento, con el fin de mostrar la importancia de la autoridad y de paso hacer que nadie piense en desertar, ya que deberá saber qué final le espera. El temor de que espías rusos pudiesen infiltrase en las filas del ejército germano, lo que supondría el desánimo de la tropa o la conversión a las ideas revolucionarias, es lo que le conduce a mantenerse inflexible a pesar de que las cosas parecen estar claras con respecto a la inocencia del condenado. La disputa entre diferentes competencias militares: las unas que salen en defensa del detenido y de la verdad, entre los que destaca el general von Lychow al que se suman algunos hombres de buena voluntad, entre los que sobresale un jurista de nombre Posnanski, su secretario Werner Bertin y el lugarteniente Winfried, que intentarán por todos los medios impedir la injusticia que de va a cometer con Grischa; la otra que es la que representa Schieffezahn será la que saldrá adelante, y así Grischa será fusilado.

Este es el resumido resumen de la novela que mantiene la tensión de principio a fin, arrastrando al lector por los pagos de la incertidumbre, destaca igualmente por la constatación de la pluralidad de soldados y paisanos de diferentes culturas, algunas de ellas despreciadas y marginadas… lituanos, serbios, judíos, y por supuesto, alemanes y rusos, tensiones y discriminaciones que son tratadas con especial atención a los seres pertenecientes a la condición judía. Queda también tomado el pulso de la presencia en las mismas filas del ejército de la influencia de las ideas revolucionarias, únicas que podrían poner fin al enfrentamiento bélico… en este orden de cosas, destacada sobre todo los demás el nombre admirado de Karl Liebnecht. Los tiras y afloja entre los jefes militares deja ver el enfrentamiento que se daba por parte de gran parte de los soldados con respecto a los oficiales y a los otros responsables de la guerra, responsables que, por supuesto, enviaban al frente a la juventud desde sus puestos de mando, lejos de las trincheras… De igual modo que se puede observar cómo los soldados, obreros y campesinos en su mayor parte, se sentían atraídos por las ideas que venían del Este europeo como posible solución a la injusta situación en que vivían, saltando a la página la idea de que si el pruébelo toma conciencia de su fuerza, la guerra será un mal sueño

No sería justo, no obstante, después de lo presentado, limitar el alcance de la novela a la crítica de la guerra («el libro no es una novela de guerra en sentido estricto. Antes bien, la guerra forma solo las bambalinas y crea las situaciones extremas que arrancan a los hombres esas verificaciones en las que se dan a conocer como realmente son», decía Joachim Fest), sino que con el fondo de ella, se plantean otros temas de hondura: la justicia y el derecho, las diferentes instancias de ella, sus relaciones con el ámbito moral, y las complicadas relaciones de todo ello con la verdad; la guerra como desencadenante de comportamientos abyectos y también ejemplares, marcado todo ello por una impronta de pacifismo y no-violencia, en la proximidad de las posturas de Tolstói a quien Zweig admiraba y con quien no ocultaba estar en deuda en lo que hace a inspiración y comprensión de la literatura, del mismo modo que destacaba el peso que otros escritores tuvieron en su quehacer: el primer Thomas Mann, Émile Zola, Henri Barbusse, sin obviar la huella de Sigmund Freud, con quien mantuvo una correspondencia a lo largo de bastantes años (parece que a los Zweig, al menos a ambos escritores les atraía el fundador del psicoanálisis; como anécdota significativa baste recordar que fue Stefan Zweig quien pronunció el discurso fúnebre con ocasión del fallecimiento del médico vienés).

Planea a lo largo de la novela, y sus entrecruzadas historias que avanzan en zigzag y que en ocasiones desembocan en lo contrario de lo que en principio parece adivinarse lo que mantiene la tensión lectora a lo largo de toda la lectura, las referencias explícitas a la visión cosmológica de Zweig, que hace que los personajes se vean relacionados, y en algunos casos podríamos decir que fusionados, con la naturaleza; baste ver el comienzo de la novela: «La Tierra, Tellus, un pequeño planeta, gira infatigablemente a través del espacio, negro como carbón, vacíos, helado, surcado por cientos de ondas, vibraciones, movimientos de un desconocido, el éter, que, cuando encuentra algo firme y la resistencia hace que se inflamen, se convierte en luz, electricidad, influencias desconocidas, efectos nocivos o beneficiosos. La Tierra, rodeada de su pesada y lanosa atmósfera…». Espíritu que asoma en no pocos pasajes del libro y que queda expresamente reflejado en la oscuridad del bosque, amenazante al tiempo que liberador en la medida en que posee recursos para sobrevivir para quien en él se aventura, y en el que se respira un cierto animismo en la figura vigilante de la lince, que observa el movimiento de los humanos que por allá dejan notar su presencia, mirada continua que por otra parte viene a ser amenaza de muerte, siempre colgando de un hilo.

No está de más señalar como en la historias narradas no hay héroes, no ha hombres, ni mujeres de una pieza sino que en todas ellas anidan claroscuros, del mismo modo en que se dan contradicciones entre personajes guiados por la bondad y la búsqueda de la verdad y la justicia, dispuestos a ayudar, frente a otros que solo se conducen por el deber de servir a los intereses mayores de la patria, para lo que se ha de imponer, por encima de cualquier otra consideración, la autoridad de la superioridad. Aunque como es sabido en estas cuestiones y en otras como queda reflejado en la novela tampoco ha de desdeñarse el decisivo papel que juega el azar.

Su vida

1887: nace el 10 de noviembre en Glogau, Baja Silesia.

1896: Traslado de la familia a Kattowitz, Alta Silesia. Allí cursa los estudios Arnold.

1906 -1907: primeros ensayos sobre las primeras obras de Thomas Mann. Los escritos no cesaron desde entonces.

1907: continúa los estudios en Breslau, Munich, Göttingen, etc.

1915: le es otorgado el Premio Kleist en 1915. Ese mismo es movilizado como simple soldado, siendo trasladado a Bélgica, Serbia, Hungría.

1916: Campaña en Verdun. En julio contrae matrimonio con su prima Beatriz Zweig.

1917: Secretario de redacción de varias revistas, entre ellas alguna publicación judía.

1918: Delegado del Consejo de soldados de Wilno. Es desmovilizado y se traslada a Berlín.

1919: Estancia en Stenberg; amistades con Lion Feuchtwanger, Martin Buber.

1920: nace su hijo Michäel (Michi).

1921: Varias editoriales rechazan La disputa por el sargento Grischa.

1923: De vuelta en Brelín.

1924: Es nombrado redactor de Júdische Rundschau, prestigiosa publicación judía.

1926: Entra en el PEN club. Miembro de la Sociedad de amigos de la Rusia nueva.

1927: Comienza su correspondencia con Sigmund Freud, que no cesará hasta el fallecimiento de éste en 1939.

1928: Vice-presidente y más tarde presidente de la Asociación de escritores suizos-alemanes. Publicación en formato libro de La disputa por el sargento Grischa.

1932: Viaja a Palestina.

1933: Coincidiendo con la llegada de Hitler al poder, abandona Berlín y vía Praga, Viena y Suiza, acaba en Francia. Allá se relaciona con otros escritores refugiados.

1934: Se instala en Haïfa (Palestina) en donde reside catorce años.

1936: Se le desposee de la nacionalidad alemana.

1937: Viaja a Europa.

1939: Participa en el Congreso del PEN Club en Nueva York. Recibido en la Casa Blanca por el presidente Rooselvelt.

1942: Funda una red de ayuda a la URSS en guerra.

1948: Es trasladado a Checoslovaquia , viviendo en una palacio, para posteriormente ser recibido en Berlín del Este.

1949: Se instala definitivamente en el país; delegado al Congreso mundial de la Paz en París.

1950: Diputado en la Cámara popular. Es nombrado presidente del Comité alemán de combatientes por la paz. Primer presidente de la Academia de las Artes (remplazando a H. Mann). Premio nacional de las letras y las artes.

1952: Doctor Honoris causa por la universidad de Leipzig.

1954: Orden del mérito nacional.

1957: Elegido presidente del PEN-Zentrum Ost-West, remplazando a Bertold Brecht.

1958: Recibe el premio Lenin de la Paz en Moscú.

1960 – 1961: Se suceden las conferencias en diferentes lugares del país.

1962: Orden del mérito nacional en oro. Titular de la universidad Karl Marx de Lepizig.

1967: Celebraciones por su ochenta aniversario. Se niega a firmar un manifiesto de condena a la agresión israelí.

1968: El día 26 de noviembre muere y se celebran obsequias nacionales.