Por Iñaki Urdanibia

Hay personas cuya agitada vida tiene sobrada materia como para constituir objeto de narración; es el caso que ha dado mucho que hablar que inspiró a Emmanuel Carrère a novelar la vida del personaje (*): bandido, poeta, sin domicilio, y doméstico también en Nueva York, escritor y periodista en París, disidente, soldado en Serbia apoyando la causa de estos, creador de un partido nacional-bolchevique, etc, y, ante todo y sobre todo, un figuras, pagado de sí mismo.

Ahora, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, que ya había publicado un par de obras del autor, saca a la luz un texto autobiográfico: «El adolescente Savenko. Autorretrato de un bandido adolescente». El libro no da tregua ya que desde el principio se nos da a conocer la preocupación que guía al protagonista, Eduardo, Eddy-baby, por obtener doscientos cincuenta rublos para poder invitar a Svetka a una fiesta. El caso es que no tiene ni blanca y su madre no está dispuesta a soltarle el dinero, para evitar la perdición de su hijo al que ya considera lo suficientemente perdido, con su holgazanería , su manera estrambótica de vestir, sus desmadrados horarios y las malas compañías.

El escenario es Jarkov, ciudad industrial de más de un millón de habitantes, y dos son los días de los que el narrador nos relata los avatares: 7 y 8 de noviembre de 1958, a la sazón el protagonista, y narrador, tenía quince años. Lo dicho no supone, de ninguna de las maneras, una limitación temporal, ni espacial, ya que somos puestos al corriente del ambiente que se respira en los diferentes barrios de la ciudad, se nos da a conocer los años pasados del muchacho y de sus amigos, los enfrentamientos entre grupos rivales, de los diferentes barrios, y tribus, y los enfrentamientos de todo dios con la basura (léase la policía).

Savenko vive con sus padres, en Saltovsky, más bien solamente con su madre ya que su padre, militar, empleado en el MVD, Ministerio del Interior, siempre está ocupado en su trabajo o de viaje, en alguna misión que en principio nadie conoce (luego se enterará casualmente de que la tarea paterna es llevar a los detenidos políticos a Siberia). El hombre es el colmo de la honestidad (para su esposa un calzonazos) y no se sirve de su puesto para obtener ventajas de ningún tipo; en la vecindad viven algunos parientes. La lucha de madre e hijo es permanente, por todo tipo de cuestiones. Cuando el muchacho tenía once años se encerraba en casa, y con libros cogidos en la Biblioteca, llenaba libretas con anotaciones geográficas, de exploraciones varias, etc., también hacía sus pintos escribiendo poesía, que su madre decía no tener valor ya que era mera copia de los poetas que iba leyendo (Esenin, Blok, Bragitski…); más adelante incitado por su amigo, que valora, su capacidad se presenta a una concurso de poesía , ganándolo . En el colegio, la historia se le daba a las mil maravillas, mientras que con la física y las matemáticas no sacaba cerrera; de su brillo y del respeto del que gozaba es su jefatura de los Pioneros… gloria que no duró mucho . Sus profesores son descritos con aires, por lo general, despectivos y también toda una pléyade de compañeros de clase. No obstante, lo que con el tiempo va a ir copando el tiempo de Savenko es la vida de la calle, siempre con amigos, muchos de ellos mayores que él, metido en líos, en apuestas para ver quien bebe más vodka o biomicina (vino blanco áspero de origen ucraniano), ingesta en la que Eddy-baby destaca por su enorme capacidad. Enfrentamientos se suceden además de los señalados entre bandas de los diferentes barrios, con la policía o en una colaboración coyuntural con algún policía ante la locura de unos militares culosnegros (uzbekos) que fumaos están arrasando a su paso con todo y todos quienes salen a su paso.

El paso del inicial romanticismo que guía al chaval va a dejar paso, en un abierto desprecio a toda forma de borreguismo (trabajadores, militares, policías..)a inclinarse hacia el campo de los gamberros y bandidos. Los seres recién salidos de la cárcel o de la Kolimá, alternan junto a Sanya el Rojo, que protege a Eddy-baby, Slava el Gitano, y muchos otros como Kádik; a pesar de los consejos de algunos de ellos, el muchacho va adoptando de manera creciente el modelo del gánster como ejemplo de vida. Varias son las visitas, forzadas, a comisaría por delitos de distinto orden (desde una puñalada a una chica a diferentes violencias y robos). Una paliza recibida por parte de un tal Yuka con el que se enfrentó en lucha desigual de fuerzas, a resultas de la que quedó KO, será un desencadenante que hace que Savenko abandone su encierro en el mundo de los libros para zambullirse en el mundo real, el de quienes golpean o reciben los golpes; la apuesta de Eddy es clara, prefiere ser martillo que yunque. Tal decisión es alimentada con mayor potencia al comprobar el real trabajo de su padre, vigilando el muchacho la estación de Jarkov: su padre es, a pesar de ser militar, un basura más; la vergüenza se apodera del hijo que siente, además, que a diferencia de bastantes de sus amigos que quedaron huérfanos por la muerte de sus padres en el frente, siempre ha estado lejos del combate (al contariuo, que varios parientes suyos). Para colmo de desmanes que le empujan hacia convertirse en un bandido, como es debido, está el descubrimiento que adorada muñequita, Svetka no es virgen.

El libro nos narra las vivencias del protagonista, al tiempo que sirve para tomar el pulso de los años de confusión de la época post-stalinista, en aquellos arrabales de Ucrania, con la división social, las diferentes capas y categorías sociales que se traducen, entre otras cosas, por las viviendas en las que están domiciliados que van de meras chabolas a palacetes, alguno de ellos habitado por algunos repatriados de Francia, en el que nuestro joven flipa ante los modales, los muebles, los vinos servidos (aunque a él le gusta la peleona biomicina)… La vida de Savenko no está ahí, si bien el horizonte de enriquecerse no está ausente en su mente, ni en la de sus compañeros de tropelías (robos, peleas, acoso y violación de chicas…), siempre con el jarro a mano y el kifi también… y no como los pringaos que curran el La hoz y el martillo o El pistón, las fábricas más importantes del lugar; hay momentos en la lectura – todo hay que decirlo – en que la incomodidad ante la brutalidad e inmoralidad, hasta la asquerosidad, de los hechos presentados, con absoluto desparpajo, irrumpe con fuerza. Más que los modelos, supuestamente proletarios y socialistas, predicados por la nomenklatura gubernamental, los gustos van por el lado del jazz, el rock y las películas de Hoollywod. No pocos de sus colegas de la época acabaron encerrados, cuando no muertos… él, a su bola, siguió un proceso solitario de transformación del bandidismo en disidencia, huyendo a París en 1974, en donde se encontró, en 1980, con un luchador de lucha libre y poeta [ahí se acaba la obra]… y de escape hacia el Oeste, Nueva York; mas todo esto ya es otra historia que su confesión no abarca.

La prosa y las historias, crudas ellas, avanzan en tromba, hurgando en terrenos ciertamente escabrosos, sin cortarse un pelo en usar la más absoluta de las sinceridades por parte de Eduard Savenko (Limónov), que además de las escenas salvajes, sórdidas y repulsivas, no obvia los complejos provocados por su miopía, y su ocultamiento de sus gafas, lo cual no es poco para alguien ya apuntaba maneras de dandy, o sus primeros pintos y descubrimientos sexuales, con sus fantasías recurrentes y su recurso al onanismo… una intensa novela de aprendizaje en la que se nos hace aprehender un ambiente y una atmósfera de una época determinada.

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) Artículo publicado en el diario Gara:

Un héroe rojopardo

+ Emmanuel Carrère

Limónov

Anagrama., 2013.

€. / 397 págs.

Hace un par de años dí cuenta de esta obra cuando fue publicada originalmente (P.O.L., 2011); ahora al aparecer su traducción al castellano vuelvo a retomar, en lo esencial, lo entonces escrito.

El escritor francés es un hombre al que indiscutiblemente atraen los temas inquietantes. Los protagonistas de sus obras se balancean entre lo normal y lo patológico; seres perturbados por su pasado, mentirosos compulsivos que viven de una profesión, de cara a su familia, cuando de hecho andan por ahí pasando el tiempo y urdiendo maldades, por decirlo de algún modo. Cansado se declaraba Carrère de que su nombre se asociase siempre a este tipo de tendencia oscura, por lo que recurrió a escribir sobre sí mismo y sus antepasados rusos, o a describir la conmoción que le supuso la muerte de una niña a causa de un tsunami, desgracia que se encabalgó con la muerte de una amiga a causa del cáncer; tras ese supuesto descanso, el autor de De vidas ajenas entra en una vida, que parecen muchas, de un singular personaje ruso, escritor, político y… muchas cosas más, vida ajena realmente a la del común de los mortales.

Podría sospecharse que, de raza le viene al galgo, su interés por temas relacionados con la desaparecida Unión Soviética pueden ser el contagio de su madre, Hélène Carrère d´Encausse, sovietóloga destacada y miembro de la academia de la historia. Obviamente los registros de madre e hijo son diametralmente distantes: la madre estudia el «derrumbe del imperio soviético» mientras que su hijo recurre a la ficción para hablarnos de un antepasado ruso y, en la presente ocasión, entrega una novela que es un documento riguroso en lo que hace a la verdad del poliédrico personaje retratado y de paso el telón de fondo de los últimos años rusos retratados con sagacidad.

A Limónov le conoció personalmente el escritor en París cuando este venía de su exilio estadounidense y campaba con todos los respetos del respetable por los medios más rabiosamente intelectuales de la ciudad del Sena. Carrère flipó ante la personalidad y la propia imagen de este escritor que había nacido en 1943 y que adoró en su niñez a Stalin para luego convertirse en un fogoso disidente. Un dandy, que más daba la imagen de un pop-star que la de un luchador revolucionario; una imagen cuidada hasta los bordes de la estridencia que paseaba con chulería por los ambientes culturales de la rive gauche. Un ser que huido de su patria, en donde había trabajado de maquinista en alguna fábrica, marchó a Manhattan ocupando del puesto de mayordomo de un señor adinerado, ejerció de paseante y buscón por los parques del extrarradio , para ir posteriormente a París y allá dar a conocer sus libros, crudos y de un amoralismo cruel. Tras cobrar sus correspondientes dosis de alabanzas, y de derechos de autor por supuesto, volvió al este europeo en donde participó con las tropas serbias en el asedio a Sarajevo, y fue detenido por tenencia ilícita de armas, además de por intentar dar un golpe de Estado en el país de Putin, contra éste claro. De él se convirtió en opositor furioso encabezando un partido nacional-bolchevique que más tiene de lo primero con zeta (nazi) que de lo segundo. Como telón de fondo – como queda reiterado – los últimos setenta y cinco años de historia.

Con una viveza narrativa sobresaliente el autor nos hace penetrar en los entresijos de la vida de este histriónico personaje, en el de sus cambiantes amoríos, y en otros asuntos turbios en los que este voceras siempre se ha visto mezclado hasta las cachas. Emmanuel Carrère se muestra spinoziano en su quehacer pues no aplaude, ni llora solo trata de comprender a este personaje-bisagra en el que se juntan los demonios con los santos, el mal con el bien, la verdad y la mentira… Carrère no juzga, mira y escribe y nos hace mirar a Limónov a veces tranquilos, otras al borde del ataque de nervios… cerca de la nausea. Con este singular libro en que se cruzan la biografía y la historia, el escritor galo consiguió los premios Renaudot, Prix de Prix 2011 y el Premio de la lengua francesa. Chapeau!