Por Iñaki Urdanibia

Lectura no recomenada para almas sensibles y delicadas en demasía.

Que nadie tema, aunque sería un temor infundado teniendo en cuenta el nombre propio presente en el título, que no voy a hablar de Soren Kierkegaard, ni de Abraham y el mandato que contravenía la ética predicada… Si recurro a este par de sustantivos es debido a que quienes amen las obras que provoquen temores y temblores hasta el cague (con perdón) tienen una magnífica ocasión para disfrutar con el último libro de J.D.Barker, «La quinta víctima» (2019), continuación de «El Cuarto Mono» (2017), ambas publicadas por la editorial Destino .

La verdad es que servidor no es especialmente aficionado a las artes de tembleque, lo cual no quita que haya temblado con algunos libros como Manuscrito encontrado en Zaragoza de Potocki, La caja de huesos de Antoinette de Peske u Otra vuelta de tuerca de Henry James (con respecto al aterrador Stephen King a fuer de sincero que soy abstemio en lecturas que no en algunas versiones cinematográficas inspiradas en sus cuentos o novelas); si traigo a colación estas obras no se debe deducir que las novelas que traigo a esta página pertenezcan a la denominada literatura fantástica y de terror, aunque esto no quita para que lo segundo tome las páginas y de paso, obviamente, al lector, lo que no quita sino que quizá aumente la potencia del thriller, pues de tal género es destacado J.D.Barker (Lombard, Illinois, 1971), género que aliña con terror, misterio y hasta algunas incursiones sobrenaturales.

La anterior obra, El Cuarto Mono, cuya traducción se presentó hace dos años, obtuvo varios premios, y su consagración ha llevado a los herederos del autor de Drácula a elegirle para escribir una continuación de la obra de Bram Stoker; la novela tiene ciertos aires de familia con Seven o El silencio de los corderos. La tensión se establecía entre un detective de la policía de Chicago con problemáticos antecedentes familiares, Sam Porter, en sintonía con Nash y compañía, y un asesino en serie, Anson Bishop, cuyos crímenes hacen que la ciudad leve un lustro en vilo, dándose la casualidad de que todo da por pensar que responde a la identidad de un hombre que ha sido atropellado por un autobús. El denominador común del asesino es que envía varias cajas a los familiares de los secuestrados, y después asesinados; tales cajas contienen algunos de los órganos – orejas, ojos y lengua – de quienes posteriormente aparecen sus cuerpos abandonados. Precisamente en posesión del hombre atropellado se halló una de las siniestras cajas amén de un cuaderno con su diario; la investigación, se dispara contrarreloj con el fin de evitar que la victima acabe siendo asesinada. La investigación se complica y se dilata al darse la circunstancia de que casi nadie dice la verdad. La novela resultaba trepidante, teniendo el indudable éxito de atrapar al lector y hacerle penetrar en la mente del asesino, en los recovecos y en las pistas que anidan en ellos, haciendo que un hombre se convierta en un verdadero monstruo, conocimiento favorecido por los amplios pasajes de su diario – presentados con diferente tipo de letra – que se facilitan y que resultan un verdadero mérito de la novela, siendo tal vez lo más logrado del libro, por el análisis psicológico en la evolución del sujeto, que nos es desvelado, si bien también es verdad que da la impresión de un mecánico causalismo entre los avatares de su pasado y su conversión en un ser amoral. Tal vez sea esto último lo que hace que el enfoque de Barker resulte distinto a otras novelas del género, logrando llevarnos a un terreno en la que se casan la repulsión, ante la sangre de una cruel chacinería, con ciertos momentos de comprensión y hasta de simpatía. Es tal enganche, provocado por el seguimiento a tres bandas: detective, asesino y víctima, que la lectura, con dosificado ritmo, provocaba que se esperara como agua de mayo la continuación ya que la novela quedaba inconclusa como la sinfonía de Franz Schubert.

Ahora, continúa la historia con «La quinta víctima»; segunda entrega de una trilogía que además de ser anunciada por la editorial es reafirmada por el continuará final. Vaya por delante de que es aconsejable leer en primer lugar la aparecida en el lugar ídem, ya que en ella nos familiarizamos con los personajes y con la investigación de los sucesos; si en la anterior los capítulos cortos facilitaban la lectura, en ésta sucede tres cuatros de los mismo ya que se dan 132 entregas en las que se perfilan los diferentes personajes y se intercalan los diarios que ya desvelaban la personalidad del asesino, analizado por si mismo.

La novela mantiene desde el principio la atención, si bien carece del factor sorpresa que acompañaba a la anterior; aquí es como que ya estuviésemos algo habituados al terreno y a quienes lo transitan.

Los asesinatos de jóvenes se suceden y el detective Porter no puede desprenderse de la obsesión que le produce el Cuarto Mono, aunque él y su equipo han sido sustituidos en la investigación por el FBI; Porter se insubordina con lo que se le suspenden no cual no le hace abandonar el caso sino que le lleva a trasladarse a otro lugar en el que piensa que algunas pistas, el domicilio materno, pueden arrojar luz sobre del destino de Bishop. Todo da por pensar que el papel de justiciero del asesino haciendo expiar las culpas a las familias de sus asesinadas, sigue en pie como hilo para desenredar el ovillo.

La novela arranca con fuerza al descubrirse el cadáver de una joven, Ella Reynolds, hundido en un estanque que llevaba congelado tres meses. La joven había desaparecido hace tres semanas, lo que hace que su aparición en las aguas heladas señale que algo no concuerde en lo que hace a las fechas, además de que para más inri el cuerpo va vestido con unas ropas que pertenecen a otra joven. Obviamente la cosa huele a chamusquina y la complicación hace que sería prematuro dar el caso por cerrado a las primeras de cambio.

El papel protagonista se desplaza ya que al estar suspendido el detective es su equipo al que le toca llevar adelante las pesquisas, de lo que resulta que las voces se amplíen en su diversidad, lo que hace que la lectura resulte llevadera y que conozcamos visiones diferentes que las ya trilladas con anterioridad. Se nos va desvelando la investigación y se da la reaparición del temido Bishop en la segunda parte de la novela, cuando las entregas de su diario, en los que anteriormente nos había dado cuenta del estrambótico comportamiento de sus progenitores, que nos narran lo acontecido desde el final de sus anotaciones que se nos habían ofrecido con anterioridad.

Aun sabiendo quien es el responsable de las desapariciones, el desasosiego y la duda asaltan al lector que desea buscar alguna explicación el comportamiento de Bishop; al tiempo se nos va dando a conocer los padecimientos de las víctimas. Así por medio de esta visión binaria, a la que ha de sumarse la debida a los investigadores, vamos avanzando en una medida diseminación por los pagos del mal (no puedes jugar a ser dios si no conoces al diablo…), paseo que se supone que se irá aclarando de manera definitiva más adelante (cosa que desde luego no sucede en esta entrega) lo que conduce a tener que esperar a la siguiente, tras este periplo que, en parte, todo da por pensar que no sería más que un necesario tránsito que facilitará el acceso al final que vendrá en la tercera entrega… a no ser que el desarrollo de las trama conduzca a Barker a variar los planes convirtiendo una anunciada trilogía en una obra interminable son sus inagotables secuelas.

A fuer de sincero señalaré que, como suele pasar en las novelas que se componen de varias, tras el fogonazo inicial, que en este caso se produjo con El Cuarto Mono, en esta continuación de san ciertos aires de familia, estilísticos y temáticos, que hacen que aun manteniéndose la atención lectora, haya momentos en que la narración nos empuja a andar a la deriva, y… eso sí, a la espera de la siguiente entrega que tal vez sea la traca final que cierre el ciclo de manera capicúa, brillante y sorpresiva.