Category: TOMASI DI LAMPEDUSA


Por Iñaki Urdanibia.

Contextualización de la vida del escritor y de su novela.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa ( 1896 – 1957)

Quien fuese duque de Palma y príncipe de Lampedusa, pertenecía a una antigua familia de la aristocracia siciliana, venida a menos. En su niñez no careció de nada, ni en lo material ni en lo espiritual/afectivo, del mismo modo que no le faltó una honda soledad. Su padre se mantenía distante y su madre era extremadamente posesiva, característica que perduró a lo largo de toda la existencia del joven. Su infancia la pasó en dos viviendas de alto copete, que dejaron huella en sus recuerdos: el Palazzo Lampedusa en Palermo y la villa de Santa Margherita Belice, en el sur de la misma ciudad. En el inmenso palacio nombrado, que tenía trescientas habitaciones, es en donde Lampedusa aprendió a leer y escribir italiano, y también francés. Al cumplir los catorce años ingresó en el liceo de Roma y luego en el de Palermo. A los 19 años, comienza sus estudios de Derecho en Roma, abandonándolos de inmediato. Movilizado en la primera guerra mundial, fue hecho prisionero por los austríacos, huyendo al poco; continuó la carrera militar hasta 1925.

Viaja sin descanso por Europa: Francia, Inglaterra y Alemania además de los países bálticos (de parte de tales viajes queda constancia en Viaje por Europa. Correspondencia (1925-1930), publicado por Acantilado en 2017). No se ha de ignorar que sus conocidos decían que fuera de Sicilia, el caballero era otro: un ser desenfadado y sin asomos de remilgos. Muchas lecturas: en especial, Shakespeare, Flaubert y Stendhal, autores a los que posteriormente dedicaría detallados estudios. En tal época, publica algunos artículos sobre literatura francesa en una revista mensual de Génova. En Londres, en casa de un tío que ejercía el cargo de embajador, conoció a su futura esposa, en 1932. Alessandra Wolf Stommersee, princesa báltica de madre italiana, que destacaría como psicoanalista. El matrimonio resultó realmente singular, ya que en primera lugar la madre del cónyuge trató de imponer a la pareja que viviese con ella, pero la mujer no aceptó marchando a su país, lo que hizo que durante trece años los esposos no se vieran más que en navidad en Italia y en verano en Letonia, viviendo Lampedusa el resto del tiempo con su madre; a la mujer no le gustaba el clima caluroso de Italia y tampoco parece que le cayesen bien la familia y los amigos de su marido; a él, por su parte, el frío le repelía. Parece que fue tras la segunda guerra cuando los lazos entre ambos se estrecharon, de lo que dejan constancia las cartas que se conservan en las que las fórmulas tiernas hacia su esposa abundaban, aunque las malas lenguas dicen que eran puro formulismo, de manual, que tomaba prestadas de obras del género epistolar amoroso. No tuvieron hijos, mas en 1956, Lampedusa adoptó como hijo a un primo lejano, Gioachino Lanza.

En 1943 se produjo en la vida del caballero un acontecimiento esencial: el Palazzo Lampedusa (constaba de trescientas habitaciones, tres patios, cuatro terrazas, su jardín, sus grandiosas esclareas, su teatro y su iglesia, sus vestíbulos y pasillos), en donde transcurrió la mayor parte de su infancia, fue bombardeado por la aviación americana; de ello daría cuenta en frases llenas de amarga ironía en su novela, en el que el palacio era nombrado como Ponteleone. Vendió la inmensa villa de Santa Margherita Belice (en el libro presentado como el palacio de Donnafugata), viviendo después de la guerra, en la que tuvo cierta participación, sumido en un profunda nostalgia por las casas perdidas, en las que había transcurrido su feliz niñez… plácido estado que siempre añoraría.

En 1954 parece haberse despertado su deseo de escribir. Daba clases en aquellos tiempos a un círculo de jóvenes sobre literatura inglesa y francesa. Ese año se trasladó a un coloquio literario, en las cercanías de Bergamo, en compañía de su primo, el poeta Lucio Piccolo que le animó a que escribiese; en los últimos meses de 1954 comenzó la escritura de El gatopardo, trabajando diariamente durante sus treinta últimos meses de vida. Mientras escribía era consciente de que le quedaba poco tiempo de fluido vital; en su diario, en 1957 dejaba escrito: «en casa al atardecer, tengo una neta sensación de estar al borde de mis fuerzas. Lo superaré tal vez esta vez, pero un día u otro, no sucederá».

Murió en julio de 1957, de un tumor pulmonar, sin ver publicada su novela.

Contexto histórico

+ La Italia de la novela

La historia está presente en la novela, al verse a la aristocracia siciliana confrontada con la llegada de la burguesía en los tiempos de la unidad italiana; por las páginas se deja ver la figura de Garibaldi, de Victor-Manuel II, rey de Piamonte-Cerdeña, y su ministro Cavour, tres héroes de la unidad de Italia.

Desde el siglo XVIII, el movimiento del Risorgimiento (renacimiento, renovación), deudor de las ideas ilustradas francesas, llamaba a reivindicar e inspirarse en el pasado glorioso de la República romana, del Imperio y de los brillantes centros del Renacimiento, con el fin de refundar Italia conduciéndola a la unidad. En 1815, la caída de Napoleón I y el congreso de Viena dejaron a Italia mucho más dividida que en los tiempos de la revolución francesa.

En el siglo siguiente, hubo posturas que pensaban que la solución podía venir por medio de la federación de los distintos reinos y ducados italianos bajo la dirección papal. Mazzini, por su parte, perseguía la república que debía alcanzarse por medio de insurrecciones populares contra las monarquías, mas todas las conspiraciones puestas en marcha fracasaron. En 1849, Mazzini, junto a Garibaldi, encabezó una efímera república romana, a la que dieron fin los expedicionarios franceses, restaurando el poder pontificio. Una tercera vía se impuso: lograr la unidad apoyándose en la fuerza militar del reino de Piamonte y Cerdeña. Las potencias extranjeras jugaron un importante papel en dicha operación: Austria que quería mantener su influencia en el norte de Italia, infligió una derrota en los años 1848 y 1849, al ejército piamontés. El primer ministro del rey Victor Manuel II, se reunió con Napoleón III en 1858. Dicha alianza produjo la derrota de los austríacos en Magenta y Solferino en 1859, tales victorias se saldaron únicamente con la posesión de Lombardia por parte de los piamonteses ya que Napoleón III firmó, acto seguido, la paz con Austria. En 1860 se celebraron consultas plebiscitarias que dieron como resultado la anexión al Piamonte de la Emilia y de la Toscana.

El movimiento insurreccional en Sicilia, en 1860, y el desembarco de Garibaldi en Marsala, el 11 de mayo, orientaron la unidad italiana hacia el sur. El gatopardo da cuenta de la victoria de Garibaldi y de su posterior desalojo. Contra todo pronóstico en su primera intervención en Sicilia, en 1860, Garibaldi triunfó contra las tropas borbónicas de Francisco II; tal intervención se conoció bajo el nombre de la expedición de los mil, ya que las tropas garibaldianas estaban compuestas de aproximadamente de tal número de voluntarios sicilianos e internacionales. En octubre, Garibaldi venció definitivamente a los Borbones, cerca de Nápoles. Victor Manuel II intervino entonces con el fin de frenar a Garibaldi, que pretendía marchar hacia Roma y constituir la república. Garibaldi aceptó organizar un plebiscito el 21 de octubre de 1860; como consecuencia de éste el antiguo reino de las Dos Sicilias, bajo dominio de los Borbones hispanos desde el siglo XVIII, resultó anexionado al Piamonte. Precisamente en la novela es tal plebiscito el que origina la cólera de don Ciccio Tumeo y la amargura del príncipe. Más tarde, Garibaldi aceptaría disolver su ejército.

En 1862, Garibaldi volvió a Sicilia. De allí pasó a Calabria siempre empeñado en alcanzar los Estados pontificios. Fue detenido por los piamonteses en Aspromonte. Episodio trágico-cómico en el que Garibaldi fue herido en un pie, suceso relatado por el coronel Pallavicino en el baile en casa de los Ponteleone. La temporada de bailes, organizada por los aristócratas palermitanos en noviembre de 1862 (cap. VI), señala el fin de los dos años de disturbios que se sucedieron en Sicilia. El último capítulo de la novela se fecha, en 1910, en los momentos de conmemoración, en Palermo, del desembarco de Garibaldi en Marsala.

Si Víctor Manuel II se convirtió en rey de Italia en abril de 1861, la unidad italiana no se finalizó hasta 1870 cuando, tras la caída de Napoleón III, los italianos pudieron entrar en Roma.

Pequeñas pinceladas en el campo de la cultura

En aquellos años dominaba en el terreno cultural el romanticismo y sus representantes en el terreno de la escritura apoyaban sin ambages la unidad italiana. Baste ver el compromiso decidido de algunos de ellos. La ola la inició en 1816, Giovanni Bechet que escribió un escrito con espíritu de manifiesto romántico (La Lettera semiseria di Grisostomo). Alessandro Manzoni, siete años después, propone una vuelta a los valores de la Edad Media y los del Renacimiento, posicionándose a favor de un uso de la lengua, unificada, que facilitase su comprensión al pueblo, propuesta que coincidía con las del anteriormente nombrado; la novela Los novios del segundo, es considerada como la obra fundadora de la lengua italiana moderna (ha de tenerse en cuenta que por aquellos años la lengua italiana no era hablada más que por unos pocos y no existían unas reglas claras acerca de su escritura). Estas dos personalidades cercanas a las elites, muestran su apoyo decidido a la lucha contra Austria. Hubo otros que se implicaron personalmente a favor de la unificación italiana (Niccolò Tommasseo, Massimo D´Azeglio o Ippolito Niveo que falleció en un naufragio a la vuelta de la expedición de Garibaldi en Sicilia). Quizá el más destacado, no obstante, fue Silvio Pellico que colaboraba en una revista de oposición a la presencia austríaca; detenido en 1820 y condenado a muerte, al final fue detenido en la fortaleza de Spielberg, y acerca de su experiencia publicó algunos libros que obtuvieron amplio eco.

La ópera era el género por excelencia del Risorgimiento. Desde el XVIII se da un proceso de popularización con lo que su eco alcanza a las masas, lo que hace que las representaciones y los teatros florezcan en todos los rincones del país; en Milán, por ejemplo, llegó a haber cuatro teatros dedicados a la representación de tal género.

Entre los compositores más celebrados se hallaban Rossini, Donizzeti, Bellini y Giuseppe Verdi que se llevaba la palma perteneciendo a la generación que forjó la unidad italiana. En sus obras se expresan los impulsos del pueblo en pos de la libertad y de la independencia. Significativo resulta como los patriotas pintaban en las paredes su nombre: EvvivaVERDI (viva Verdi), atribuyéndole el significado de: Viva Victor Emmanuel Rey de Italia.

+ La Italia de Lampedusa

Tras la segunda guerra mundial el país se hallaba en la ruina – la inflación y el paro eran alarmantes – y vivía, en gran parte, de las ayudas inglesas y estadounidenses; el norte, debido a la presencia partisana, se había librado en gran parte de la destrucción.

El problema político que se planteaba con mayor fuerza era hallar el adecuado régimen político que hiciese olvidar el mandato de Mussolini; los deseos de cambio se daban con mayor fuerza en el norte, quedando el sur, siempre bajo la gran influencia de la Iglesia, anclado en posturas más conservadoras y pro-monárquicas.

Las primeras elecciones, en 1946, dieron la mayoría y el gobierno, en 1948, al partido demócrata cristiano (DC) que abría su mandato a algunos otros partidos moderados, inaugurándose una larga época de dominio de tal partido, debido al apoyo de los EEUU y a la movilización del aparato vaticano por lograr el voto de sus seguidores católicos. La tarea inicial del nuevo gobierno iba a ser la reconstrucción del país, con las diferentes velocidades entre las medidas a adoptar para el norte y para el sur, de donde partiría una gran migración hacia el norte y hacia el extranjero. En los años 50 se pusieron en marcha algunas medidas con el fin de tratar de paliar las diferencias entre ambas partes del país, pretendiendo solucionar el secular problema del atraso del Mezzogiorno. Habría de esperarse a la década siguiente para asistir al llamado milagro económico, provocado por una ampliación sin precedentes de la industria. Esto no impidió, no obstante, la masiva emigración de las gentes del sur.

En la esfera de la literatura, sobresalía la influencia del filósofo Benedetto Croce (1866 – 1952) que por medio de su actividad, muy centrada en la crítica literaria, iba a girar sobre el eje de la lucha contra Mussolini y contra otras formas de totalitarismo; sus análisis pretendían que el objeto de la crítica fuesen las obras artísticas en sí, más allá de las circunstancias históricas y sociales en que se producían.

El más destacado representante de los nuevos caminos de la creación literaria iba a ser Luigi Pirandello (1867-1936), cuya obra brilla, en especial, en el género teatral (Seis personajes en busca de autor). Le fue concedido el premio Nobel en 1934.

En 1975, logró el mismo galardón Eugenio Montale (1896-1981), cuya obra transpiraba la angustia del hombre a la hora de acoplarse al mundo. Es destacable igualmente Elio Vittorini y sus escritos sicilianos; además de ejercer el oficio de escribir, se ocupó también de labores editoriales (tanto en Mondadori como en Einaudi), siendo él quien desaconsejase, como queda dicho, la publicación de El gatopardo. Fue el también destacado escritor, Giorgio Bassani (1916-2000), autor de la memorable El jardín de los Finzi-Contini, quien, aconsejado por la hija de Benedetto Croce, Elena, que le facilitó el original, el que jugaría un papel decisivo para publicar la novela de Lampedusa, si bien su labor editora fue discutida tanto por la viuda como por el hijo adoptivo del escritor y albacea de sus escritos; al final las críticas fueron atendidas ateniéndose la versión de 1969, al riguroso respeto del manuscrito integral y a las últimas voluntades de Lampedusa, convirtiéndose así en la edición de referencia.

A estos nombres han de añadirse los de Carlo Emilio Gadda (1893-1973) que tras dedicarse al ejercicio de la ingeniería obtuvo en 1957 el éxito con su Zafarrancho aquel de Vía Merulana. Ítalo Calvino (1923- 1985) quien en un balanceo entre humor y fantasía, entrega cuentos e historias, como su gran éxito de 1957: El barón rampante. Dino Buzzati (1906-1972), Pier Paolo Passolini (1922-1975), Elsa Morante (1912-1985) o Leonardo Sciascia (1921 – 1989) fueron algunos de los más dignos representantes de la renovación de la literatura italiana de los años 50.

En este panorama a Lampedusa se le otorga un lugar aparte, y ello a pesar del gran éxito de su novela, no ocupa una presencia de especial en los manuales escolares de literatura, si bien su novela parece haberse abierto paso en los programas universitarios y en los dedicados a la formación del profesorado. Todo esto puede deberse, además de a la peculiaridad de la obra, al diálogo de sordos que ha provocado su interpretación, muy en especial en lo que hace al campo ideológico.

Por Iñaki Urdanibia.

Lectura de la novela y acercamiento a su versión cinematográfica.

«El gatopardo» (1958)

«Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas»

(Marx y Engels) *

«No es el triunfo de los aristócratas lo que nos muestra El gatopardo, es el de Garibaldi; no es el sueño de Sicilia, sino la Sicilia arrastrada por la corriente de la historia […] lo que nos muestra Giuseppe Tomasi di Lampedusa […] El Gatopardo es algo más que un libro bello, es una de las grandes novelas de este siglo, una de las grandes novelas de siempre, y quizá, como podría decirse de una novela de Stendhal ante los clamores de los balzacianos, de una novela de Tolstói ante el furor de los dostoievskianos, la única novela italiana»

(Louis Aragon)

La novela nos sitúa en mayo de 1860. El príncipe Salina, don Fabrizio, de 45 años de edad, es el cabeza de una familia de prestigio, por ser una de las más antiguas de Sicilia, teniendo como emblema un gatopardo bailando. La verdad es que al príncipe no le interesa mayormente la política, vive retirado de los asuntos de la corte, dedicándose, siempre que puede, a la contemplación de las estrellas desde lo alto del observatorio de su palacio de Palermo. Cuando Garibaldi desembarca en Marsala el 11 de mayo de 1860 y comienza su avance a través de la península que traerá como consecuencia un años más tarde la anexión de Sicilia al reino de Piamonte-Cerdeña bajo el mando del nuevo rey de Italia reunificada Victor-Manuel de Savoya, el príncipe se muestra circunspecto; él que había colaborado, en cierta medida, con los Borbones; él no sigue el mismo camino de fuga que su cuñado, temeroso de que Garibaldi se convirtiese en breve en un nuevo Robespierre dispuesto a cortar todas las cabezas de la nobleza, el príncipe se queda pero no se adhiere a ningún movimiento que se marque como objetivo alcanzar las república, ni a ningún otro. No cabe duda de que él ama el orden. A pesar de lo dicho, no puede mantenerse durante lucho tiempo al margen de la historia, que llama a la puerta del palacio familiar : su sobrino Tancredi Falconeri, del que es tutor y al que admira, se enrola en las filas garibaldistas, asegurando a su tío que «si queremos que todo permanezca como es, es necesario que todo cambie». El príncipe toma las palabras de su sobrino como oro de ley, lo que le lleva a apoyar, y hasta a hacer de intermediario, del matrimonio de éste, perteneciente a la nobleza pero desplumado en lo económico, con una joven muy bella y muy rica, Angelica Sedàra, hija del alcalde don Calogero, votando sí al plebiscito que decide la unión de Sicilia al reino de Italia. Cuando ya se acerca su muerte, en la penúltima parte del libro, comprende que se había equivocado sobre el sentido de la formula de Tancredi, ya que cae en la cuenta que el último Salina es él. En la octava parte de la novela, que se desarrolla en 1910, se pinta la desaparición del mundo aristocrático y el triunfo de la nueva Italia, representada por la decadencia de las hijas del príncipe y la victoria, pírrica, de la plebeya Angelica.

Tras este somero resumen, quisiera detallar algo más las partes de la novela los temas que asoman en la historia de don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, que asiste al declinar de su clase social… al irrumpir la Historia y el acceso de la burguesía al poder, con la consiguiente ruina de la aristocracia; igualmente me parece de interés señalar algunos aspectos dignos de ser subrayados,

1ª) En la apacible vida del príncipe, en mayo de 1860, irrumpe la noticia del desembarco de los piamonteses encabezados por Garibaldi; coincidiendo con la noticia, el sobrino bienamado y protegido del príncipe, Tancredi se une a los rebeldes.

Aspectos destacables: Asoman los estallidos de la historia de Italia; ya aparecen las meditaciones personales que van a ser una constante, meditaciones en que el príncipe despega hacia lo celeste y universal./

2ª) La familia Salina abandona Palermo y se traslada a Donnafugata, a uno de los feudos que todavía pertenecen al príncipe. Las autoridades del lugar reciben a la familia, exhibiendo el alcalde, don Calogero, una bufanda tricolor. En la recepción ofrecida, brilla por su belleza Angelica, la hija del alcalde.

Aspectos: el cambio de lugar hace ver las diferentes clases sociales… con un denominador común: todas ellas abrasadas por el astro rey. El cambio también se traduce en el terreno de las costumbres. La amabilidad del príncipe, cosa nada habitual en él, viene a marcar la señal del comienzo de su declinar.

3ª) La jornada de caza con don Ciccio Tumeo, sirve al príncipe para interrogar al organista acerca de un par de cuestiones: ¿qué ha votado en el plebiscito para la anexión de Sicilia al Piamonte?, y ¿qué se dice del alcalde don Calogero? Tancredi anuncia a su tío que quiere casarse con Angelica, y le solicita que sea él quien se encargue de hablar con el padre de la chica…

Aspectos: El plebiscito, hecho histórico, sirve para mostrar el asco el asco que le inspira la naciente burguesía. Igualmente le preocupa a nivel personal saber con quién se va a casar su sobrino querido.

4ª) Angelica, prometida de Tancredi, comienza a dejarse ver por la casa de los Salina, y con su prometido recorre las laberínticas estancias del palacio de Donnafuga. El caballero Aimone Chevalley de Montezuorlo viaja al lugar para proponer al príncipe el cargo de senador del nuevo reino, cargo que el príncipe rechaza.

Aspectos: El fuego del amor alimentado por el oportunismo de ambos novios…la única muestra de respeto (?) del uno hacia el otro y viceversa es el no sucumbir a las llamadas de la sensualidad. Se expone el infierno de la política, sus dos caras: a favor de ella, Chevalley, el que la rechaza, el príncipe.

5ª) El padre Pirrone viaja a su pueblo natal, San Cono y allá el herborista, temeroso ante la nueva situación, se interesa por la postura del príncipe ante los cambios políticos. Antes de partir, el padre se ve arrastrado a solucionar los problemas originados en torno al matrimonio de su sobrina Angelina y el tal Santino Pirrone.

Aspectos: la casa en forma de cubo que es el hogar del clérigo: El pueblo ofrece, otra perspectiva, mostrando que… hay clases, y que éstas están empapadas de conservadurismo en lo que hace a política y costumbres; más allá de la torre de marfil aristocrática en la que se mueve, el jesuita

6ª) Se organiza un baile por los Ponteleone, al que acude la familia Salina. El acto sirve para presentar en sociedad a Angelica. El príncipe está de bajón y se recluye en la biblioteca de la mansión, mas allá aparecen Tancredi y Angelica que le invita a bailar, suponiéndole a Salina dejar de lado, momentáneamente, sus pensamientos oscuros.

Aspectos: El baile, forma de diversión en donde los asistentes pretenden olvidar la existencia cotidiana y los sobresaltos de última hora mientras que el príncipe, aislado en la biblioteca, medita de manera obsesiva sobre la muerte.

7ª ) En 1883, volviendo de Nápoles, a donde ha ido para una visita médica, se siente mal lo que le impide volver a su casa, debiendo quedarse en el precario hotel Trinacria en donde fallece.

Aspectos: Es la hora de La muerte verdadera… el fluido vital abandona al príncipe, en condiciones míseras… lejos de las atenciones de su palacio, su médico…

8ª) Mayo de 1910, las tres hijas solteras del príncipe que viven solas en el palacio Salina son visitadas por un monseñor que les anuncia la próxima visita del cardenal de Palermo. La Iglesia debe verificar si las cosas están en orden con respecto a la autenticidad de las reliquias que se conservan en la capilla particular del palacio… Concetta es puesta al corriente de algunas verdades que ella ignoraba lo que hizo que basase su existencia en malentendidos y odios… Y la piel polvorienta de la piel del perro danés, Bendicò, arrojada por la ventana es el vuelo que testimonia el fin de todo… se acabó el tiempo de los gatopardos y leones para dar paso al de los chacales y hienas, por usar las palabras del príncipe.

Aspectos: Decadencia social. Los Salina pierden sus poderes y su voz, la casa invadida por los curas… empeñados en dedicarse a una severa investigación. Se asiste a la decrepitud personal de las tres hermanas y de Angelica también (su poder ha aumentado pero sus varices no mienten) y se anuncia que su muerte que la reducirá a una “larva” (polvo eres y… / vanitas vanitatum…). Concetta se ve cortada del tiempo pasado que ha sido un engaño que le ha empujado a humilar a Tancredi, a despreciar a Cavriaghi… mientras su dote yace en unas cajas de su fúnebre habitación

Autor de una única novela que le convirtió en uno de los escritores más célebres del panorama literario italiano, Lampedusa se inspiró en su bisabuelo Fabrizio, príncipe de Lampedusa, del que pudo consultar las notas de sus cuadernos. Tal señor dedicaba no pocos esfuerzos al estudio de las matemáticas, de altura; llamaba la atención su escepticismo y coincide que rechazó el puesto de senador que se le ofreció.

El proyecto del escritor era evocar un día de la vida de su antepasado, al modo del Ulyses de James Joyce[ no está de más señalar que el capítulo I retrata la vida un día de la vida de los Salina en San Lorenzo; los capítulos II y VIII tiene una duración cercana a una jornada: yendo el primero de la mañana de agosto de 1860 al mediodía del día siguiente y el otro de la tarde del 13 de mayo de 1910 al fin de la mañana del 14 de mayo]; empeño que no funcionó al no centrarse únicamente en la jornada del 11 de mayo de 1860, sino que la época abarcada se extendió a cincuenta años, de mayo de 1860 a mayo de 1910.

Las circunstancias de la escritura pueden dejarse ver, influyendo tal vez, en el tono crepuscular que empapa la novela, en la que los motivos fúnebres abundan, y en la que las rumias del príncipe acerca de su muerte asoman de manera constante. No resulta extraño así que algún estudioso catalogase la obra como la novela del fin y que Pietro Citati catalogase al escritor como príncipe del crepúsculo.

En lo referente a su publicación, ha de decirse que la obra fue rechazada por varios editores, siendo publicada un año después de la muerte del autor. Elio Vittorini, lector de la novela para Mondadori, recomendó ponerla al día ya que consideró el texto como anticuado (vecchiotto), no correspondiendo el estilo a los cánones de aquellos años, lo cual de hecho supuso una negativa de publicación. A esta opinión vinieron a sumarse otras, que consideraban la novela como reaccionaria, al no incluirse dentro de los modos y maneras del neo-realismo italiano (nada digamos, del realismo socialista o el canon luckacsiano), y siendo mal vista por el escepticismo que mostraba y que no coincidía con el compromiso de los escritores de cara a un futuro de emancipación. Han de tenerse en cuenta los años en los que las divisiones de la guerra permanecían vivas, y las visiones extendidas con respecto a la unidad italiana y el papel del Risorgimiento, que era visto como un mito fundador de la renovación del país; obviando que no supone poner en pie un contra-relato, mostrar algunos desacuerdos o confesar falta de confianza en el relato difundido con respecto a tal movimiento cultural e histórico, y a ningún otro en general La posición que defendía la dirección cultural del partido comunista de la mano de Alicata, rezaba así: «Una cosa en efecto es tratar de esclarecer los límites del Risorgimiento siciliano, otra es no querer ver más que los límites; una cosa es tratar de comprender cómo y porqué se ha impuesto en el proceso histórico del Risorgimiento una solución política determinada […], otra es creer, o simular que se cree, que se trata de un “giro vil” puesto en pie por gente malvada (los poderosos de ayer y de hoy) en detrimento de los imbéciles (quienes se ilusionan ante alguna cosa nueva que pueda llegar no solamente bajo el sol de Sicilia sino bajo el sol lisa y llanamente); una cosa es, finalmente, rechazar la transformación de la historia del Risorgimiento en relato hagiográfico y oleográfico del milagro del patriotismo italiano, otra cosa es ignorar, pura y simplemente, el conjunto de ideas, sentimientos, pasiones, que esta historia contribuyó a realizar y en primer lugar las ideas, sentimientos y pasiones ligados a la formación de una conciencia nacional unificada»; ciertamente no son lo mismo los distintos polos que se contraponen, otra cosa es ver si realmente la posición de Lampedusa, en su novela, se correspondía con este retrato… En todo esto es necesario tener en cuenta el peso que en aquellos años mantenía la izquierda, encarnada especialmente por el PCI de Palmiro Togliati, y así a las críticas nombradas de Elio Vittorini, que camuflando sus críticas en meras cuestiones de estilo, negaba la publicación de la novela, vinieron a unirse las descalificaciones de una serie de escritores de indudable peso en Italia, cercanos al partido de Togliati: Leonardo Sciascia, Alberto Moravia o Pier Paolo Passolini que vieron en la novela la visión de un aristócrata que no hacía sino expresar la concepción de la clase a la que pertenecía, que entregaba un contra-relato del Risorgimiento; para más inri, era un señor que no era conocido en el mundo de las letras y que encima fallece – como si fuese culpa suya – antes de que se viese publicada su novela, de manera que no podía explicarse, ni responder a las críticas que se le hiciesen. Hubo algunas sonadas excepciones que aplaudieron la novela: en Italia, Eugenio Montale y muy en especial Giorgio Bassani que fue el que recomendó su publicación, moviendo Roma con Santiago, hasta que Feltrinelli la publicó en noviembre de 1958. No era la primera vez que el resistente editor se desviase de las órdenes del PCI y de la URSS, ya que el año anterior había publicado Doctor Zhivago de Boris Pasternak a pesar de las recriminaciones, zancadillas y obstáculos que se le pusieron en el camino. Pueden verse ciertas similitudes en la posición de los protagonistas de ambos libros: a ambos les pilla en medio la revolución, y se mueven como pueden en medio del ambiente revuelto sin ser partidarios de él, y sin oponerse tampoco… siendo seres ajenos a implicarse en política y mostrando con respecto a ella cierta indiferencia y no poca desconfianza. En el capítulo de las excepciones se ha de nombrar de manera especial a Louis Aragon, notorio militante y autoridad cultural del PCF, que en la revista del partido que él dirigía, La Lettres françaises, (una fiera se alza en el campo de la literatura, titulaba una de sus reseñas laudatorias) rompió varias lanzas, un par de artículos, a favor de la novela enfrentándose a las críticas ideológicas que de ella se habían llevado a cabo sus camaradas del país transalpino. El poeta francés era claro: «la novela de Lampedusa no sólo no es reaccionaria sino que pinta a las mil maravillas la imagen de la perdición de la aristocracia, imagen consciente, política, de esta perdición, como solamente podía describirla un hombre que había hecho de su clase una crítica sin piedad, una crítica de izquierda… no es el triunfo de la raza de aristócratas lo que nos muestra El gatopardo, sino la de Garibaldi; no es el sueño de Sicilia, sino Sicilia arrastrada por la corriente de la historia; eso es lo que nos muestra Giuseppe Tomasi di Lampedusa», sirviéndose, para verter tales apreciaciones, en los análisis que Marx y Engels habían dedicado a algunos textos de Balzac, elogiándolos.

En tal empeño, y sin dudar de la sinceridad del poeta francés, no es excesivo ver que, con la novela de Lampedusa interpuesta, Aragon estaba defendiendo la literatura y protegiéndose a sí mismo, ya que en 1957 había publicado Semaine sainte, obra que fue aplaudida por los lectores y la crítica, que elogiaba la obra en la que el escritor abandonaba los aires de predicador comprometido con la causa, tonos propios del realismo socialista, esta aceptación podía suponer que la presencia del escritor comunista se extendiese a sectores más amplios que los del partido, con los peligros de que éste pudiese sentirse ofendido al tomar dicha apertura como una traición por parte del escritor a sus presupuestos ideológicos

Si a la novela no le faltaron lectores (se llegaron a vender en menos de un año setenta mil ejemplares del libro) y tampoco elogios, recibió al año siguiente de su publicación, el más prestigioso galardón de las letras italianas, el premio Strega, lo que realmente la lanzó al conocimiento del gran público fue la versión cinematográfica de Luchino Visconti, en 1963, cinta que consiguió la Palma de oro en el festival de Cannes de dicho año. La versión de Visconti, programada por los dirigentes del PCI que recurrieron al prestigioso director y de paso simpatizante del partido, dio una visión, que pretendía corregir la visión lampedusiana, recurriendo para ello a varias diferencias con respecto al original: Visconti aprieta el cuadro espacio-temporal, dejando de lado algunos episodios (la estancia del padre Pirrone en San Cono), da fin a la película con el baile en casa de los Ponteleone; no da la ocasión de asistir a la muerte del príncipe, ni a las elucubraciones de éste con respecto a la muerte… limita la duración a dos años, cuando la novela trata de presentar un fresco que abarca cincuenta. El director, es otra de las diferencias, añade dos elementos esenciales: la toma de Palermo por las fuerzas de Garibaldi, presentada con aires épicos y sin ahorrar escenas de represión y ciertos aires liberadores, prestándose, en contraste con el baile, una gran atención a la batalla de Palermo, acontecimiento ausente en la novela. Por último, en el baile corre la noticia de cuatro soldados que han desertado del ejército piamontés para unirse a los garibaldianos, que van a ser fusilados de madrugada… concluyendo la película con la denuncia por parte de Visconti de la fuerza de la reacción política, tras el impulso liberador.

Sin entrar en mayores, puede verse el propósito de Visconti de condenar la casa de Savoya y el rey Victor Manuel como rey de la represión más que rey de la unificación, dando a entender la posterior colaboración de la monarquía italiana durante el fascismo… Puede verse así cierto pesimismo en la mirada del director, que sin embargo no conduce a renunciar a un futuro, más o menos, luminoso. Dos declaraciones de Visconti sirven para situar su visión: «nuestro pesimismo se carga de voluntad y, en lugar de lamentarse del orden feudal y borbónico, busca establecer un nuevo orden»; en una conversación con el crítico de arte y político comunista Antonello Trombadori, Visconti llega a justificar el porqué de haber presentado a Tancredi como un fascista avant la lettre: «¿Nunca te has preguntado, al leer El gatopardo, si un personaje como Tancredi habría podido decir sí, no sólo a la represión de las revueltas de 1896, sino también al fascismo? Yo me he planteado esta pregunta y debo decir que la respuesta afirmativa que deja entrever Lampedusa me ha conmocionado profundamente. A lo largo de toda la película he situado al personaje de Tancredi bajo esa luz desconcertante y contradictoria».

No se puede olvidar la época en que vio la luz la novela, como ha quedado señalado, y tampoco la película, ni obviar la lucha de Visconti en las filas de la resistencia antifascista, aproximándose tras la segunda guerra al PCI, y como su pesimismo, con tintes de esperanzado progresismo, funcionan como antídoto del escepticismo lampedusiano.

La visión escorada de la película ha hecho que a partir de entonces se entienda el mensaje de Lampedusa como ejemplo de transformismo (y como centro de gravedad la celebérrima frase de «Se vogliamo che tutto rimanga comme è, bisogna che tutto cambi», si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie) y como prueba la definición de gatopardismo tomada de una enciclopedia italiana: «la actitud (tradicionalmente definida como transformismo) propia al que, habiendo pertenecido a la clase dominante o acomodada en un régimen precedente, se adapta a una nueva situación política, social o económica tratando de aparentar ser promotor o partidario de esta nueva situación, con el fin de conservar el poder y los privilegios de su propia clase».

Esta interpretación unilateral simplifica las cosas y oculta algunas cuestiones esenciales que recorren la novela: y sin pretender extenderme en ello sí que parece de interés señalar como característica esencial del príncipe su desinterés y escepticismo con respecto a la política en general, y con respecto a los hechos que fueron el telón de fondo histórico de su vida, una visión que es circular en la medida en que lo que se anuncia como liberación finaliza – habitualmente – adoptando otro rostro menos amable, dándose una especie de mecanismo que respondería a un retorno de lo mismo (que coincide por ende con la regularidad de los movimientos de las esferas celestes), posturas que incitan al lector a preguntarse por el significado de qué supone estar en la historia… Así, aplicar la frase de Tancredi como postura adoptada en la práctica del príncipe resulta, si no se matiza, una burda falsificación: a) pues al final, don Fabrizio acaba viendo que el sentido de la frase no es el que él anteriormente había comprendido (toma conciencia de que es el último Salina, y el último capítulo – que deja de lado Visconti, que desde el capítulo sexto abandona el libro – puede verse la ruina de las hijas del príncipe, con sus reliquias, con una Coretta que ha vivido engañada…), b) cabe preguntarse, hablando de ganadores si Garibaldi fue el ganador o lo fue el rey, del mismo modo que cabe interrogarse sobre la sinceridad y el oportunismo de Tancredi (que tal vez al pronunciar la frase de marras no hacía sino engañar a su tío para embarcarle en su nave y atraer su apoyo, dejando silenciados sus verdaderos propósitos…), y así hablando de ganadores, como decía ni Garibaldi, ni Salina, ni su clase… tal vez la burguesía representada por el burdo don Calogio, y, en especial, su hija Angelica… aunque en las últimas páginas también se anuncia su futuro fatal, entre gusanos, larvas… Y ahí es en donde se pueden barajar otras interpretaciones que distingan entre protagonistas explícitos e implícitos, manejando los unos a los otros con sus maquiavélicos movimientos, o que se dé un sibilino juego de retratos, transmitidos al lector, que al fin y a la postre están realizados por otros sobre los personajes en liza: así, por ejemplo, conocemos más a Tancredi por las opiniones que sobre él ofrece su tío, que se deja llevar por los hondos afectos y la admiración que profesa con respecto a su sobrino y protegido; o se puede constatar igualmente el engaño que Tancredi comete con su prima Concetta al relatar un asalto a un convento, no quedando, no obstante, indemne Tancredi de los engaños… de su esposa (cuestiones, ambas dos, que se conocerán al final de la obra, en la octava parte); de ahí se siguen algunas aseveraciones que salpican las palabras del príncipe acerca de la constante movilidad de la verdad, que hace que uno se deje guiar por supuestas verdades que luego se desvelan como crudas mentiras, más si cabe, si hacemos caso al príncipe, en la árida Sicilia… hablaba Henri Bergson de el movimiento retrógrado de lo verdadero, y algo de esto puede verse en algunos pasajes de la novela, en los que el presente se halla marcado por el (supuesto) pasado.

Es lástima que el proyecto de Lampedusa de escribir otra novela en la que pretendía relatar la decadencia de los vencedores (I gattini ciechi, Los gatos ciegos) quedase inconcluso [sea dicho al pasar que hay un viejo proverbio italiano – gatta frettolosa che fece i gattini ciechi – que trata de dar a entender que a más prisa, menos velocidad… vamos que la precipitación no conduce al destino apetecido.] Tal vez esta publicación habría arrojado cierta luz en el diálogo de sordos en que se convirtió desde el inicio, la polémica entre Gattopardeschi y antigattopardeschi… tal vez.

Algunas interpretaciones

No es que se haya de optar por alguna de las propuestas sino que de hecho se entrecruzan todas ellas en el libro:

+¿Novela histórica?: la historia de Italia está muy presente, desde el principio al fin; algunos de los personajes que protagonizaron tal historia son nombrados como personajes secundarios… Queda patente los momentos transitorios del dominio del feudalismo al ascenso de la burguesía.

+ ¿Novela existencia?: La vida del príncipe ocupa prácticamente toda la trama, siendo sus rumias y reflexiones el centro de la obra.

+ ¿Novela abierta a la eternidad / Universalidad?: los problemas que plantea la novela van más allá de los aspectos concretos de la historia italiana o de las cuitas del príncipe aristócrata, al plantearse algunas cuestiones de orden general: ¿qué puede el hombre ante las convulsiones de la historia? ¿qué puede la humanidad frente al poder de los elementos naturales? ¿ Cómo puede aceptar el hombre su condición de ser mortal?

Algunas cuestiones a tener en cuenta

Importancia de los diferentes personajes como representación de distintas posturas personales e ideológicas.

Sobresale la ironía y el escepticismo, atribuibles al narrador omnisciente que se erige en voz suprema; los saltos temporales (vueltas a tiempos pasados y despegues hacia el futuro con respecto al desarrollo de los hechos narrados); retrospecciones históricas y novelescas. La ironía sobresale en los contrastes que se establecen entre lo sagrado (mitología y religión) y lo profano y sensual. Por una parte están los rezos, los sacramentos y la presencia permanente del cura que se alternan con las visitas del príncipe a gozar con su campesina; en la fuga hacia lo profano puede nombrarse la contemplación de la fuente de Amfitrita, el ciclón amoroso de los prometidos; significativo resulta también como en la exploración por los laberintos palaciegos, Tancredi y Angelica hallan dos habitaciones llenas de látigos y similares: una dedicada al vicio y la otra a la expiación religiosa… Al final se da el inequívoco triunfo de la religión oficial, representada por el poder del clero que restablece el orden eliminando motivos profanos y adoraciones chungas (si es que hay alguna que no lo sea)…

El bestiario recorre la obra desde el propio título debido al emblema de los Salina, gatopardo que se une, en palabras del príncipe, con los leones, a los que sustituirán los chacales y las hienas, asomando también hienas, personas-oveja, y algunos gregarismos.

En el baile irrumpe con fuerza la figura declinante del príncipe – idea adoptada por Visconti que hace finalizar su película con él -. Alguna música suena, así además de la propia de la fanfarre de turno, que entona sones de La Traviata, algunas otras arias de ópera (que, por cierto no gustaba al escritor y por lo que se ve tampoco al príncipe que se refiere a Verdi y Bellini, como los sempiternos ungüentos curativos de las llagas nacionales), como la que comienza a cantar Carlina (aria de La Sonnambula de Bellini: vi ravviso o luoghi…). En la jornada de caza, Ciccio Tumeo entona aires de Verdi, el órgano de Barbarie entona un aire de Lucia di Lammemoor de Donizzeti… En la fiesta se hace referencia a los vestidos de algunos asistentes como señal de clase o falta de ella (la vulgaridad burguesa de don Calogero…). Se da antes de entrar un contraste entre las fiesta a la que se acude y el paso del santo viático

En lo que hace al lenguaje: hay constante referencia a distintos dialectos y sus acentos, amén de algunas frases en latín, inglés…

Los pensamientos en torno a la muerte se da unida a los astros y al encuentro con Venus… si bien al final la muerte del príncipe se da en un lugar casual y un tanto miserable
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(*) No me duelen prendas a la hora de recomendar en paralelo a la lectura de la novela, la única del autor, la primera parte, Burgueses y proletarios, del Manifiesto comunista de Marx y Engels en donde se exponen el surgimiento de la burguesía y la desaparición del dominio de la aristocracia y sus valores feudales; el paralelismo resulta a mi modo de ver de gran interés.

Ahí va el primer capítulo del Manifiesto en su integridad:

«El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller.

Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.

La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.

Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción.

A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político. Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna” una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado representativo. Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.

La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario.

Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas.

Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación.

La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.

La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares.

La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.

La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás