Por Iñaki Urdanibia

El 5 de junio de 1898 nació el poeta de vida breve, debido a una patrulla de desalmados que pretendían subvertir el orden republicano y que no pudiendo soportar la obra ni la vida del poeta, dieron fin a su vida en agosto de 1936. En la revista comunista Claridad se leía: «Después del asesinato de Federico García Lorca, en la plaza de Granada se hizo una hoguera y se quemaron miles de ejemplares del Romancero gitano y todos los papeles inéditos del poeta»; la firma era de Pablo Neruda y la noticia no daba cuenta de lo que en realidad sucedió, no por falta de ganas por parte de las huestes franquistas sino porque como señalase el hermano del poeta no los hallaron a pesar de buscarnos afanosamente las autoridades rebeldes de Granada.

Entre sus obras más destacadas se halla el Romancero gitano, obra con la que alcanzó el éxito, escrita, continuando sus poemas del cante jondo, en sus años de madurez, siguiendo la senda de Manuel de Falla a quien había conocido al volver a Granada tras su periplo madrileño. Los gitanos representaban para él lo más profundo del alma andaluza; en sus propias palabras: «El Romancero gitano no es gitano más que en algún trozo al principio. En su esencia es un retablo andaluz de todo el andalucismo […]. Es un canto andaluz en el que los gitanos sirven de estribillo […] tiene un solo personaje esencial: Granada», sin que para presentarla en su hondo ser, es acompañado de otros personajes: gitanos, por supuesto, «caballos, arcángeles, planetas, con su brisa judía, con su brisa romana, con ríos, con crímenes, con la nota vulgar del contrabandista, y la nota celeste de los niños desnudos de Córdoba que burlan a San Rafael» (no está de más, no obstante, que para el poeta los gitanos simbolizaban el instinto y la libertad frente a los dictados de la sociedad normalizada y normalizadora). Evitaba, no obstante, el poeta caer en lo pintoresco, en lo folclórico, para dar centralidad a la ciudad que le vio nacer y a la Pena, «que se filtra en el tuétano de los huesos y en la savia de los árboles, y que no tiene nada que ver con la melancolía, ni con la nostalgia, ni con ninguna otra aflicción o dolencia del ánimo». Pena y dolor que en cierto sentido se convirtieron en premonición de lo que no tardaría en llegar.

Poemas en los que se refleja la angustia propia del poeta de Fuente Vaqueros, los amores frustrados, la presencia de la muerte y la represión por parte de una sociedad cruel representada en el poema por la Guardia Civil. Y la sangre corre entre gitanos con sus justas vengativas y en los enfrentamientos con la benemérita, y la memoria de la ciudad conserva tales hechos y el poeta elige el romance como género adecuado para dar cuenta de lo narrado. Poemas elaborados entre 1924 y 1927, con referencias a leyendas populares, y también literarias, desbordando los límites geográficos para extender su lirismo a los altares de Apolo o de Bragi. Cantos a la luna, a la pena negra, y sin remedio, y los poemas que refieren lugares emblemáticos de la ciudad de la Alhambra, y también de la de la Giralda y de la de la Mezquita.

El éxito de la obra fue abrumador, lo que no impidió que el poeta se viera inmerso en una estado depresivo que la fama estúpida no paliaba, pues ,según su visión, una cosa es que unos poemas obtuvieran un éxito sonado y otra que los lectores comenzasen a interesarse por la persona del escritor… y el poeta era realmente celoso de su intimidad.

Una magnífica y colorida edición del «Romancero gitano» ha visto la luz, publicado por Lumberg editores, ilustrado por Ricardo Cavolo. Los dieciocho poemas son acompañados por los vivos colores que responden al tono de los versos y que hacen que las figuras de edificios y personajes, animales y expresiones casen con la vista de quien al libro se acerque (Romance de la luna lunaPreciosa y el aireReyertaRomance sonámbuloLa monja gitanaLa casada infielRomance de la pena negraSan Miguel (Granada)San Rafael (Córdoba)San Gabriel (Sevilla)Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de SevillaMuerte de Antoñito CamborioMuerto de amorEl emplazadoRomance de la Guardia CivilTres romances históricosMartirio de santa OlallaBurla de don Pedro a caballo y Thamar y Amnón). Y los colores nos trasmiten hasta los olores del fuego y del humo, de vino y ámbar, ascuas, canelas y jazmines, alhelís y lirios, amapolas y magnolias, y la oscuridad de la pena negra, el charol de los tricornios y los ojos, caballos, danzas o martirios reavivan el poder de las palabras con las certeras y llamativas cuatricomías con rojos y amarillos dominantes sin anular toda la gama de colores. Versos del desarraigo y sus símbolos expresados de manera vívida… en unas páginas intensas, sin vacío, de poemas envueltos en acompasados tintes.

Una exuberante eclosión de colores, el negro: «No me recuerdes el mar, / que la pena negra brota / en las tierras de aceituna / bajo el rumor de las hojas.» El verde: «verde que te quiero verde./ Verde viento. Verdes ramas. / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña», y la sangre, y las rosas morenas… y los destellos del jaspe, juncos, dalias, nardos, flores de calabaza, crestas rojas de los gallos, el blancor almidonado, el reflejo de los cuchillos, los brillos plateados de la luna, de las navajas, de los peces, y las sombras de parejas que avanzan de dos en fondo. Los epígonos del duque de Ahumada, cortando las brisas y sembrando hogueras, golpeando puertas y tomando limonada… y los colores de la muerte, de la vida, los tonos plateados, de estaño, de la luna, de las lágrimas y de las aguas del Guadalquivir, que cabalgan en los caballos del deseo del amor y el desamor, y otros seres del bestiario lorquiano: además de los polisémicos caballos, grillos, gallos, toros, jabalís, perros… y un horizonte de canes aulladores; «El aullido/ es una larga lengua morada que deja / hormigas de espanto…», se leía en su De Tierra y luna.

Donostia 5 de junio