Por Iñaki Urdanibia.

Presentación de la singular escritora ucraniana-brasileña, con particular atención a su última obra publicada en vida : « La hora de la estrella», publicada en 1977 el mismo año de su fallecimiento.

Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo […]. Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días. Pero estoy preparada para salir con discreción por la puerta trasera. He experimentado casi todo, aun la pasión y su desesperanza. Ahora solo querría tener lo que hubiera sido y no fui.

( Clarice Lispector )

«Nadie escribe como Clarice Lispector. Clarice Lispector no escribe como nadie»

( Alceu Amoroso Lima )

No resulta tarea fácil retratar a Clarice Lispector, teniendo en cuenta la singularidad de su persona y la de sus libros (leo en una reciente biografía de la que más adelante hablaré, unas palabras de la escritora: «vi las Pirámides, la Esfinge [le sostuvo la mirada a la propia esfinge], no la descifré, pero tampoco ella me descifró a mí»]. Conformarse con la afirmación de que estamos ante una de las escritoras más brillantes del siglo pasado, no solamente del Brasil actual, aun siendo cierta es quedarse corto, ya que por de pronto su escritura se sale de la fila con respecto a los toques ligados a la tradición que se reflejaban en las obras de algunos de sus pares brasileiros, amén de que por decirlo coloquialmente la escritora era de aquellas a las que había que dar de comer aparte. Esto último, ha llevado a no pocos a emparentarla, por su carácter vanguardista e innovador, con Virginia Woolf – se la calificó como la Virginia Woolf tropical -, con James Joyce, con Franz Kafka y, en otro orden de cosas, con el existencialista Jean-Paul Sartre. Ninguna de estas filiaciones satisfizo a la autora que nos ocupa que en más de una ocasión se empeñó en aclarar que a tales autores los había leído tras escribir sus obras iniciales… no se trata de poner en duda sus afirmaciones aclaratorias pero tampoco está de más señalar – como lo hacen generalmente sus biógrafos – que la escritora era muy aficionada a jugar al despiste tanto en lo que hacía a sus datos biográficos como a otros avatares de su quehacer, generalmente dejándose llevar por ciertas dosis de narcisismo; esta tendencia a no hablar claro sobre las cuestiones personales, o a cambiar de versión, ampliaron las leyendas en torno a ella: para unos, era una extranjera que escribía bajo seudónimo, para otros, era un hombre, para los de más allá era lesbiana, para los de acullá era de derechas o según otros, empedernida comunista. Dejando de lado estas dudas que pudieran surgir acerca de la veracidad de sus palabras, sí que parecen realmente traídas por los pelos las influencias o parecidos de familia con los autores nombrados. De buscar alguna influencia ésta habría de hacerse, de manera más clara, en Fiodor Dostoievski, Julien Green , Hermann Hesse (con su Lobo estepario flipó) que le sirvió para catapultarle a escribir, y muy especialmente en su admirada Katherine Mansfiled (el primer libro que compró con su dinero fue Felicidad de esta autora, leyéndolo se dijo: «eso de ahí soy yo»), sin obviar la impronta que muestra su escritura de la Biblia, la Cábala y el Talmud , en lo que hace a la magia, y el carácter sagrado, de las palabras.

Quien pretenda poner algo – y digo bien, algo, como su propio biógrafo Benjamin Moser indica – de luz en la misteriosa señora puede acercarse a su reciente biografía, editada por Siruela, editorial que ha publicado la obra de la escritora en castellano; la biografía que indico tiene un significativo título: Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector. Digo “significativo” ya que en cierta medida podría aplicarse a Lispector aquella interrogación heideggeriana, ya planteada anteriormente por Leibniz- de por qué el ser y no la nada, y es que la escritora no hizo sino interrogarse a lo largo de toda su existencia, preocupación reflejada en su escritura, por el sentido de la vida, del mundo y de su propia presencia en él, lo que hace que hay momentos en que parece que somos arrastrados al centro del vacío, haciéndonos asistir a las reflexiones acerca de lo absoluto, a momentos de iluminación que van más allá de cualquier principio de realidad; tales temáticas hacen que su lectura no resulte sencilla, cosa que no le preocupaba mayormente ya que ella afirmaba que no escribía con el fin de agradar, ni gustar a nadie sino con la intención de buscarse a sí misma, esto no supone que esta dificultad jugase en su contra, ya que tanto el personaje como su obra resultaron atractivos para no pocos lectores. Dice el biógrafo nombrado que «ella deseaba que la consideraran una mujer normal, no una leyenda, y aparentemente, como madre, esposa y alguien perteneciente a la clase media, lo era. Pero por otro lado, no era normal en nada y todo aquel que la conocía desde niña se daba cuenta de ello. Tenía una genialidad artística que la aislaba. al mismo tiempo que la vinculaba con los lectores – todavía hoy lo hace -». Personaje-oxímoron, ya que a pesar de su deseo de ser considerada normal – como queda subrayado- resultaba completamente extravagante, tanto en su modo de vida, como en su manera de vestir que acompañaba a su felina belleza, cuestión que se contagiaba igualmente a su prosa ya que manteniendo que la suya era una escritura, alejada de las pretensiones intelectuales, y de ese modo era una escritura del cuerpo, de la vida, de los sentimientos… estas últimas pretensiones quedaban oscurecidas por su alambicada sintaxis y por la utilización de las palabras que trataban de ir más al fondo que lo racional, tratando de aprehender lo más íntimo de los sentimientos, e intentando expresar el interior, el alma, escribiendo como quien cose de adentro para afuera en vez de a la inversa; podrían extenderse estas contradicciones a la cuestión de su nacionalidad y la lengua: siempre reivindicándose como auténtica brasileña pero siendo considerada como extranjera, a lo cual contribuía su nombre y su manera de hablar que era francamente particular (arrastrando las palabras, extraña pronunciación, y problemas del frenillo que acentuaban estas singularidades fonéticas). Podría añadirse sus, ya mentadas, belleza, el color de su piel y su manera de vestir; en lo que hace a la escritura: su ruptura con los cánones clásicos, anclados en cierto folklorismo, también la convirtieron en un caso aparte.

En la excelente biografía que señalo se siguen las pistas familiares y otras antes del nacimiento de la propia biografiada, y se pone un exhaustivo empeño por situar a la autora en el contexto político y social en que creció y se movió y en los avatares vividos por sus antecesores. La obra resulta así abundante en datos, fechas, análisis, sirviendo para el conocimiento no solo de Lispector sino de su familia, de la dura época que vivía la tierra en la que vio la luz, la política de país al que llegó de niña y al que tomó como querida patria; de modo y manera que el libro resulta un amplio cúmulo de datos que son aportados en un despliegue rizomático, lo que hace que quepa la posibilidad de perderse, momentáneamente, del objetivo perseguido, sin llegar – quede claro – a aquella afirmación de Jean Baudrillard de que el exceso de información se traduce en el grado cero de la información, como sucede con los paneles de corcho de ciertas instituciones en que se cuelgan circulares, convocatorias, reglamentos y otros supuestos informes u ofertas que en su abrumadora abundancia anulan la claridad de lo expuesto; no, la biografía resulta francamente clarificadora tanto en lo que hace a la biografiada como a lo que la rodeaba .

1 ) Vida ( Chechelnik, 1920 – Río de Janeiro, 1977).

1920: Nace Chaya (término que en hebreo significa vida , más tarde se le cambiaría al nombre por el de Clarice) el 10 de diciembre causalmente en la nombrada población ucraniana, en un alto en el camino mientras la familia huía de la oleada anti-judía plasmada en los temibles pogromos desatados. Era la tercera hija de padres judíos. Llega la familia a Brasil, en donde se reúne con unos parientes allá establecidos cuando Clarice tenía dos meses. Primero se domicilian en Maceió (Alagoas), luego en Recife (Pernambuco). El padre se dedicaba a la venta ambulante, mientras que la madre arrastraba desde tiempos atrás – había sido violada y se le había contagiado una sífilis – una parálisis progresiva, que le conducirá a la muerte en 1930. [La escritora siempre llevaría una espina clavada sobre su nacimiento, y que éste – como era creencia en las leyendas de aquellos lares natales – no hubiese sanado a su madre, lo que le originaba una honda culpabilidad: «Me crearon con una misión específica, y les fallé (…). Sé que mis padres me perdonaron por nacer en vano y por haber traicionado su gran esperanza. Pero no puedo perdonarme a mí misma»].

1934 – 1939: Ya en Río de Janeiro, la futura escritora comienza la carrera de Derecho actividad que compagina con el periodismo.

1940: Muere su padre y Clarice va a vivir con una hermana Tania, que se había casado. Aparecen publicados sus primeros cuentos en diferentes revistas.

1943: Contrae matrimonio con un compañero de estudios, hijo de una familia de diplomáticos: Maury Gurgel Valente. Ese mismo año finaliza su carrera además de publicar su primera novela : Cerca del corazón salvaje, novela que fue premiada, a continuación escribirá la segunda: La lámpara.

1944: Se traslada con su marido a Nápoles en donde éste ha sido nombrado vicecónsul de Brasil. En su estancia en Italia, viaja a Roma en donde De Chirico le hace un retrato. 1946: El destino del marido como cónsul les lleva a Berna, en donde la escritora según confiesa se aburre como una ostra.

1948: Nace su primer hijo, Pedro.

1949: Publicación de La ciudad sitiada.

1950 – 1952: Pasa seis meses en Toquay (Inglaterra), acompañando en una misión diplomática a su marido, alternando con algunas visitas a Río. Bajo seudónimo escribe una página femenina en un periódico ofreciendo consejos de belleza y otros. No cesa de escribir cuentos y preparar su siguiente novela. En setiembre se traslada a Washington.

1953: Nace su segundo hijo, Paulo.

1956: Concluye su novela La manzana en la oscuridad, pero es rechazada por distintas editoriales.

1959: Se separa de su marido y se va a vivir a Río de Janeiro con sus dos hijos.

1964: Si en los años precedentes no ha dejado de escribir y publicar, este año ve la luz su La pasión de GH, que alcanzó un amplio éxito.

1967: Incendio en su domicilio, sufriendo quemaduras graves en todo el cuerpo, sobre todo en su mano derecha; a partir de tal accidente – provocado por su costumbre de fumar en la cama – las depresiones se sucedieron en su vida, a lo que debía sumarse la esquizofrenia diagnosticada a uno de sus hijos que tampoco es que calmase la angustia existencial de la señora.

1969 – 1974: Sus publicaciones no cesan: tanto cuentos como novelas.

1977: Publica La hora de la estrella el mismo año que, el 9 de diciembre, muere de cáncer de ovarios, siendo enterrada en el cementerio Comunal Israelita de Cajú, en Río de Janeiro, en su tumba grabado en hebreo, el nombre escondido: «Chaya bat Pinkhas. Chaya, hija de Pinkhas».

2 ) Obra

«Lispector era lo que Kafka habría sido de ser mujer, o si Rilke hubiera sido un judío brasileño nacido en Ucrania».

(Hélène Cixous)

«En cuanto al hecho de escribir, digo – por si interesa a alguien- que estoy desilusionada. Escribir no me ha traído lo que yo quería, es decir, paz»

«La realidad es la materia prima, el lenguaje es el modo como voy a buscarla… y como no la encuentro»

(Clarice Lispector)

Como ya queda nombrado en las líneas introductorias , la singularidad de la escritora es destacable (ella misma hablaba de su estilo como no-estilo). Para ella, la realidad era lo único verdadero, y esto se traducía en sus palabras: «la única verdad es que vivo», para añadir en otro lugar: «La literatura no es literatura; es vida, es vivir». Su escritura intentaba aprehender de forma cabal la realidad por medio de las palabras, mas esto en su concepción suponía buscar por los límites de la palabra, captar aquello que se escapaba al lenguaje, y que era parte de la realidad, de la vida, es como si tratara de estrujar las palabras – gastadas por el uso y el abuso – para hacerlas realmente útiles para reflejar lo que se pretendía narrar; «la palabra tiene su terrible límite. Más allá de ese límite está el caso orgánico. Después del final de la palabra empieza el gran alarido eterno… “lenguaje escuálido y estructural como el resultado de escuadras, compases y agudos ángulos de estrecho enigmático triángulo “». Podría hablarse de Lispector como una domadora de la lengua. Esta originalidad que respondía a su particular visión de la literatura le alejaba de la tradición de los Jorge Amado, Joao Guimaraes Rosa, desmarque que ya se dejaba ver en su primera novela Cerca del corazón salvaje, que era un monólogo interior en el que la trama parecía ausentarse; lo suyo eran más las percepciones que los hechos, realizadas desde una mirada femenina, basándose en detalles aparentemente insignificantes, en sensaciones, en el mundo cotidiano alejado de la historia y sus grandes episodios, originando una sensación atemporal, cercana a un nivel sub specie aeternitatis. Ya le venía de lejos esta tendencia: desde sus tiempos escolares parece que la niña se salía de las redacciones habituales de sus compañeros de clase que comenzaban con un erase una vez para luego pasar a relatar unos hechos, acciones, etc., ella se centraba más en lo íntimo, en las tensiones relacionales de los diferentes personajes, movidos por la búsqueda de su propio yo, en aspectos propios de la subjetividad lo cual sorprendía a sus maestros y compañeros.

Sus obras se desarrollan por los pagos del drama existencial, ocupando un papel esencial la introspección, y otorgando una plenitud a los objetos y a los animales (caballos, gallinas, cucarachas…) que asoman en no pocos de sus escritos. Podría decirse que su prosa avanza en medio de una permanente crisis de subjetividad y unas hondas dudas sobre la propia identidad (¿ quién soy yo?), y en este orden de cosas, la escritura era considerada por ella como posible salvación y condena: «Yo escribo y así me libro de mí y puedo así descansar… Tengo miedo de escribir, es tan peligroso. Quien lo ha intentado, lo sabe. Peligro de revolver en lo oculto – y el mundo no va a la deriva, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que colocarme en el vacío Y si tengo que usar palabras, tienen que tener un sentido casi corpóreo… palabras hechas de los instantes – ya… Quiero como poder coger con la mano la palabra». Una prosa que avanza por tanteos, fragmentaria que en momentos alcanza la iluminación del instante como si nos halláramos ante el kairós griego. Un permanente ambición por ser, a pesar de las posibles influencias de sus múltiples lecturas, una escritora no literaria, que huye de descripciones y lecciones de erudición para intentar transmitir a través de la escritura lo inaprehensible que nos define en lo esencial, lo que precisa de un lenguaje nuevo para ser descrito.

Una escritura que denota la marca del dolor, de la soledad y la ausencia, siendo el primero de los nombrados, el dolor, el que había padecido su familia en su peregrinación errante (ella era todavía un niña para conocer aquella situación), avatares que conoció por los relatos oídos, y puestos por escrito por su hermana mayor, y por la huella de todo ello que vio condensada en su postrada madre enferma.

En sus escritos son una constante los temas de la vida familiar, sus caos, delirios y contradicciones, especialmente con la mirada de una mujer dirigida hacia las mujeres y sus sentimientos, ansiedades y rutinas que las propician. Afirmaba con tino un crítico que «Clarice se describe mejor como una amante con la que uno tiene momentos de luz, de amor, de sexo y de muerte. Esto le sonará exagerado a quienes no la hayan leído, pero a los que sí, les parecerá obvio y hasta un poco limitado».

Escritura que es exigente con quienes a ella se acerquen, ya que necesitaba – o necesita – lectores dispuestos al sacrificio de visitar los rincones mas inquietantes y dolorosos de la existencia. Como queda reiterado, Lispector se sentía cautivada por el tema de la conciencia, por eso era frecuente su presencia en sus obras; dicho lo cual, no está de más añadir que no tiende a mostrar un análisis de los estados mentales de los personajes, sino que muestra directamente sus pensamientos, intentando de esta manera que los lectores los analicen, y hasta valoren, por su cuenta. Un denominador común de sus textos es la idea de conocimiento de sí mismo, y en este orden de cosas en cierta manera incita a los lectores a analizar su propia conciencia.

El pertinaz empeño por alcanzar lo inalcanzable, lo inefable, queda expuesto en sus palabras: «hay muchas cosas por decir que no sé cómo decir. Faltan las palabras. Pero me niego a inventar otras nuevas : las que existen deben decir lo que se consigue decir y lo que está prohibido»… y esta tenacidad parece conducirle, en sus últimas obras, a subrayar el “fracaso del lenguaje”, lo que queda patente en unas declaraciones del año de su muerte, en 1977: «yo quisiera escribir un libro ¿pero dónde están las palabras? Se han agotado los significados. Como sordos y mudos nos comunicamos con las manos» yendo más lejos si cabe en su última obra publicada en vida, La hora de la estrella, en donde se lee: «estoy absolutamente cansado de la literatura; sólo la mudez me hace compañía. Si todavía escribo, es porque no tengo nada más que hacer en el mundo mientras espero a la muerte. La búsqueda de la palabra en la oscuridad», palabras que parecen moverse por los bordes del último aforismo del Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein… de lo que no se puede hablar, mejor es callar… y en la autora parece irrumpir, al final, con fuerza el silencio y la mirada absorta ante lo místico.

Una pertinaz mirada dirigida al carácter sagrado del mundo, a la necesidad de tomarlo tal cual sin buscarle sentido o utilidad, al misterio de la creación, a la dificultad de entender al otro – la pareja, otra persona, los animales… -, a la ambigüedad del amor, y a la ya señalada incapacidad del lenguaje para traducir la realidad, y… siempre presente la condición / identidad femenina.

Lo megalómano de la empresa impulsa en su prosa algunas tonalidades presentes en los textos místicos y en el registro de la escritura propia del barroco: unidad de contrarios, claroscuros, falsedad de las apariencias, paradojas, antítesis, oxímoron , lo que hace que, a pesar de sus reiteradas afirmaciones acerca de la escritura vital / corporal, estemos ante una prosa extremadamente intelectualizada.

Sí que antes de concluir esta mirada panorámica sobre la escritura de la ucraniana-brasileña quisiera subrayar una par de aspectos que me parece obligado tener en cuenta. Por una parte, estaría la utilización de su escritura como ejemplo de literatura en femenino (Mª Ángeles Cabré), de literatura escrita por mujeres (Laura Freixas), de escritura femenina / escritura que llaman femenina ( Hélène Cixous), ya que según estas estudiosas feministas: Lispector dedica sus textos al tratamiento de la subjetividad de la mujer. La última de las nombradas , que ha mostrado un gran interés por Marguerite Duras y por la escritora que nos ocupa, afirma que ésta es una nueva voz, autora de una literatura producida «bajo el signo de la Voz». Así como otras escritoras usaban el modo de escribir, utilizado habitualmente por sus pares masculinos, para sus fines, Lispector llevó a cabo un intento por crear una lengua nueva (femenina pegada a la vida), intentando domar el alfabeto, lo que se traducía en el caso del hebreo las veintidós letras eran llamadas las veintidós obreras – ella se sumaba al talante de trabajadora de los signos – tratando de oponerse al falogocentrismo – del que hablase Jacques Derrida -, en una impenitente búsqueda de un nuevo lenguaje que escapase a los modos clásicos (masculinos), en busca de un lenguaje propio (femenino)… combinando con algunas dosis de surrealismo, de experimentalismo, y dando como resultado de todo ello una prosa enigmática, derivante, sin un hilo férreo – guiado por el intelecto -, desembocando en una prosa poética en un abierto intento por plasmar la oscuridad, la confusión interior, penetrando para ello en los pensamientos de sus protagonistas (generalmente mujeres), y oponiendo el saber a la intuición. Es una constante en sus obras esta voluntad de desmarque del omnipotente conocimiento racional (visión nítida) versus el conocimiento intuitivo (visión nula o borrosa), suponiendo este último un conocimiento más directo, menos racional, más del lado de lo corporal y afectivo. Según los análisis de las ensayistas de las que hablo ante el par existencia / conciencia, los hombres y las mujeres no se sitúan en el mismo nivel; los hombres se ubican más del lado de la conciencia, de lo racional, hallando explicaciones para todo, necesitando un mundo ordenado y en el que todo esté clasificado. Por la senda señalada por Derrida que indicaba que el pensamiento occidental se organiza en torno a algunas dualidades rectoras (cultura / naturaleza // cuerpo /alma // razón / emoción …) que originan jerarquías ineludibles, las feministas de la diferencia (en tal postura destacarían, entre otras, la ya nombrada Hélène Cixous o Luce Irigaray) ponen el acento en rehabilitar el segundo término de la dualidad (afectivo, corporal, natural…), hallándose las mujeres más cerca de la existencia, de la naturaleza, en un nivel impersonal y cuasi-divino (la maternidad como serenamente materia prima); «Lispector nos recuerda constantemente la indecisión e inestabilidad de la diferencia sexual y la indefinición de toda identidad» ante los tres modos de existir que ella proponía: lo humano masculino, lo natural sagrado y lo femenino que participa de ambos. Lo cual no obsta para que pueda haber hombres que sean autores de escritura femenina (Jean Genet es nombrado como ejemplo de esto último). [Frente a este feminismo se halla el feminismo de la igualdad (denominado también “ilustrado”) que ponen el acento en la exigencia de que las mujeres puedan acceder a todo lo que sido dominio de los hombres (libertad, autonomía, poder, derechos, conocimientos…)].

Resulta significativo en el asunto del que hablo que su obra fue inicialmente más difundida, y ensalzada, en el extranjero que en su propio país; lo fue muy especialmente en Francia, en donde las Éditions de Femmes tradujeron al francés todas sus obras, al considerar su obra cercana al “feminismo de la diferencia”. Etiquetada como literatura “de mujeres”, expresión que la visión patriarcal traduciría de inmediato como literatura “para mujeres “.

Concluiré estas líneas centradas en la cuestión femenina con las palabras de la varias veces nombrada Cixous: «Una voz de mujer me llegó de muy lejos… lirios recobrados [no esta de más reparar en la imaginativa explicación de la escritora brasileña sobre su apellido: lirios en el pecho], esa voz me era desconocida…, esa voz no me buscaba, escribía a nadie, a todas. A la escritura, en una lengua extranjera, yo no la hablo, pero mi corazón la entiende, y sus palabras silenciosas en todas las venas de mi vida se tradujeron en sangre loca, en sangre-alegría… Clarice Lispector era una mujer increíble. O, mejor dicho, una escritura… polifonía de voces femeninas en paralelo a sus propias vivencias».

El otro aspecto que señalaba como digno de tener en cuenta es la presencia de ciertos aires de familia que la escritora mantenía con el pulidor de lentes Spinoza. Unas veces se refiere a éste de manera explícita – hasta citando algunas frases con exactitud – como en su obra inaugural, escrita a los diecisiete años aunque publicada algunos años después, Cerca del corazón salvaje (1943), obra que causó una gran sorpresa por tratarse de una primera novela, psicológica, que reflejaba un monólogo interior y con la trama ausente, escrita por una mujer, en la que se trataba de la soledad, de la crudeza del mundo, y mostrando la extrañeza ante el mundo que le rodea, planeando la idea de la muerte y el absurdo.

Coincidía la escritora con el filósofo luso-portugués, en que ambos eran judíos y exiliados, mas estas coincidencias no se agotan en lo biográfico sino que se extienden al terreno de las ideas, ya que como ella misma afirmase: «en las afirmaciones de Spinoza se encuentran muchas respuestas, por ejemplo que no puede haber pensamiento sin extensión [para añadir a continuación que ]en la cumbre de la ciencia colocaría ese pensamiento de Spinoza: “los cuerpos se distinguen unos de los otros en relación con el movimiento el reposo, la velocidad y la lentitud y no en relación con la sustancia”».

No teniendo ningún propósito de extenderme en el tema, sí que quisiera nombrar de pasada y de modo indicativo, un par de sendas en las que Lispector se cruza con la obra del autor de la Ética: 1) el gozo de contemplar la grandeza del mundo, lo que denota un inmanentismo expresado en el célebre Deus sive Natura, expresión en la que los dos términos están unidos por una disyunción inclusiva, es decir lo uno y lo otro (no lo uno o lo otro como que uno de los términos quedase eliminado, que sería el caso de una disyunción excluyente); postura abiertamente atea o cuando menos panteísta, que niega la visión de un dios creador antropologizado, y que recurre a la auto-creación del propio universo (natura naturans y natura naturata ), y 2) la afirmación spinoziana de que «todo ser tiende a pertenecer en su ser» o que «todo en cuanto es en sí mismo, trata de persistir en su propio ser».

A nivel de anécdota significativa se puede ver en la primera página de la novela leída la afirmación de que Dios es el mundo , si bien hay momentos – y muy en concreto en este libro, su última obra publicada en vida – en que parece más ajustado el dicho schopenhaueriano de que «la vida es un continuo balanceo entre el dolor y el aburrimiento».

3 ) La hora de la estrella ( 1977).

Es la historia de una inocencia herida, de una miseria anónima, sobre una muchacha que no sabía que ella era lo que era y que por ello no se sentía infeliz.

Es una historia de una niña que era tan pobre que sólo comía hot dogs. Esa no es la historia. La historia es sobre una inocencia aplastada, sobre un misterio anónimo.

Clarice Lispector

La novela (?) – y si añado esta interrogación es debido a que podría afirmarse de entrada que el libro es: cómo un autor trata de escribir una novela más que una novela en el sentido clásico – se publicó días antes de que su autora fuese ingresada en el hospital aquejada de un cáncer de ovarios, órganos a los que se refiere en diferentes ocasiones a lo largo del libro, resultando una última aproximación a la metafísica de la muerte entre otras cosas. El biógrafo al que me he referido en varias ocasiones, Benjamin Moser, recomienda como modo de acercamiento más certero a la obra de la autora este libro, señalando que «es muy corto, menos de cien paginas. Si eres de la secta, lo sentirás de inmediato, si no, no te preocupes: no a todo el mundo le gustan las mismas cosas». Sea como sea, resulta curioso que el libro obtuviese un gran éxito de público y por supuesto de crítica, lo que supuso el lanzamiento póstumo de la escritora que hasta entonces había permanecido en el limbo de los iniciados.; ante tan clamoroso éxito Lispector comentó: «no debe valer nada si le gusta a tanta gente»

Podría decirse que el libro es en cierto sentido el testamento de la escritora, construido en forma de estructura hojaldrada, ya que por una parte se ven cuestiones que trasparentan su propia vida (llegada del noroeste brasileño a Río de Janeiro, las referencias a su enfermedad, cierta marginación…), los problemas que se planteaba con respecto al oficio de escribir, suponiendo en este sentido una labor deconstructora del género narrativo, recurriendo a la caricatura y al sarcasmo, en una vena trágico-cómica, y en ese sentido, una declaración del fracaso de la literatura como modo de aprehender la realidad. Podría decirse en este caso que si el otro decía que filosofaba con el martillo, Lispector escribe con la piqueta.

Libro realmente extraño, pero por ello mismo resulta significativo para conocer la singularidad (por no decir rareza) de la escritora, pues el tono enigmático es grande y con tal tono asoman algunas de las constantes de la ucraniana-brasileña… La complejidad del libro – me resisto, reitero, a decir “novela” – reside en la prosa extraña en la que se entrecruzan varias tramas en esta narración con principio – al que le cuesta arrancar – y fin que se mueve en un incierto titubeo, clasificada por la propia autora como literatura del cordel, un verdadero folletín llevado hasta los bordes del ridículo, presentando además tres historias: a) una nordestina protagonista, Macabea b) el escritor, afectado por un persistente dolor de muelas, en busca de escritura , impulsado por la protagonista que parece cobrar vida propia, Rodrigo S.M. – inequívoca máscara de Clarice Lispector – y c) el propio proceso narrativo.

Si la bella dedicatoria inicial resulta musical, me atrevería a decir que a pesar de los nombrados el tono dominante a lo largo de todas las derivas narrativas resultan más cercanas a la música aleatoria que a cualquier otro estilo.

La presentada es una vida insignificante de una nordestina, la insignificante Macabea, que se traslada a Río, tras el fallecimiento de su tía que ha jugado el papel de madrastra, a trabajar de oficinista; en toda la diseminación del libro solo se ve un suceso real: al atropello tras haber recibido unas buenas noticias, las únicas.

Con la historia narrada, en titubeantes entregas, que se podía haber convertido en un valle de lágrimas ante lo injusto de la vida y del destino – en caso de haberlo escrito un mujer, según se señala irónicamente -, entramos en una atmósfera fría y sincera: «ya he avisado que era literatura de cordel aunque niegue a mostrar la menor piedad», arrastrándonos a los pagos del absurdo existencial.

El titubeo del que hablo se expresa ya desde el principio cuando se expresa la posibilidad de doce títulos posibles para la obra que parece irse construyendo sobre la marcha. Macabea no es desde luego una heroína sino que es café frío a la que le gustan los productos de cultura-basura (tomados de revistas, periódicos y programas radiofónicos), y los alimentos del mismo estilo. Es una joven que desconoce el modo de relacionarse, no sabe el significado de las palabras, no se conoce a sí misma y podría decirse que tiene la auto-estima por los suelos a pesar de que es feliz porque así ha de ser; sólo el narrador ama a Macabea, lo que le arrastra a escribir su historia, aunque muestre discrepancias con respecto a cómo se toma las cosas la muchacha. Ésta conoce a un hombre, y en la conversación con el tal Olímpico de Jesús, se ve la insustancialidad de ella y la obtusa concepción del amor que tiene el sujeto, que aspira a ser algo importante en la vida (el vacío de las conversaciones son dignas de los personajes beckettianos de Esperando a Godot). Las preguntas, sin respuesta posible, que plantea Macabea, que se mueven por los bordes del puro surrealismo, incomodan al caballero, que acaba por establecer una relación con la compañera de oficina de Macabea, la tal Gloria que se comporta como una madre con su compañera pero que no tiene reparos a la hora de birlarle (?) el novio. Y cuando al final, pronosticado por la adivina, va a tener un prometedor destino, ¡zas! (Sin obviar a sus compañeras de piso que no se acercan a ella, el patrón Raimundo que exige a Macabea lo imposible: un trabajo limpio y competente, o el médico al que no le gusta su trabajo y lo desempeña con el fin de forrarse, o la singular adivina…). La importancia del azar y del instante , una vez más, juega un papel destacado en las historias de Lispector.

Lispector ya había anunciado, en una de sus raras entrevistas, que estaba escribiendo un libro sobre una chica miserabilísima, mas el resultado fue esta historia que lleva al lector al borde la risa y del arrepentimiento casi inmediato.

Esta historia está atravesada por reflexiones sobre el lenguaje, sobre el doloroso proceso de creación, si bien también pueden observarse – solamente a nivel de leves guiños – la presencia de la injusticia social, las desigualdades entre el norte y el sur, entre el saber y la ignorancia, asuntos que en otras manos podrían haberse convertido en un caso de novela social; en vez de eso, lo que destaca es el propósito explícito de parodiar la intriga, de ridiculizar la noción de personajes y el propio argumento, desvelando la mecánica del autor. En este caso el autor, máscara de CL, escribe contra su voluntad de Macabea, lo que nos lleva a un escenario empapado de sarcasmo, y a una profunda reflexión – caricaturesca – de las relaciones entre hombres y mujeres, entre ricos y pobres, entre el autor y el personaje; constatando que conocer al otro es imposible y que la desigualdad conlleva explotación, dominio, aplastamiento del débil… Moviéndose, no obstante, sin prestar mayor, ni menor, atención a los datos, ridiculizando las historias y los hechos que se cuentan… en un intento de hurgando en la problemática de la escritura, de su objeto, de su finalidad, de sus procedimientos, llegar al fondo, superando la mera introspección haciéndonos penetrar en los propios pensamientos de la protagonista… y conduciéndonos a cierta proximidad, sino de lleno, a la idea de la imposibilidad del lenguaje para expresar debidamente tal terreno.

Si CL decía «escribo muy simple, y muy desnudo, por eso hiere», sin el recurso a los abalorios que podrían tergiversar la personalidad descrita embelleciéndola, su máscara Rodrigo S.M. sigue la misma austeridad expresiva, más hay momentos que se muestra cruel (el que más te quiera te hará llorar) con la protagonista lo que llevó a alguien a interpretar las dos letras finales (S.M.) como sadomaso.

Tres aspectos finales a tener en cuenta y un consejo de la autora: 1) el momento en que escribió la obra no carece de importancia (cerca estaba la parca / las conversaciones con algunos íntimos ) , diez años antes había dejado escrito: «sé una cosa: mi camino no soy yo, es otro, son los otros»; 2) la interpretación puede venir por el lado del ajuste de cuentas con su propia infancia, y 3) con su pasado judío (de ahí tal vez el nombre elegido para su protagonista, en posible referencia a los macabeos); y el consejo: «si hubiera algún lector para esta historia, quiero que él se empape desde el comienzo, como quien cae en un charco. La chica es una verdad de la cual yo no hubiera querido saber. No sé a quién acusar pero ha de haber un reo» como si propusiese un examen de conciencia de cada uno que se enfrentase a la historia.

Una obra que traduce la incomodidad de un “genio insoportable “

Libros consultados:

  • Laura Freixas: «Clarice Lispector» (Omega, 2001).
  • Nádia Battella Gotlib: «Clarice. Una vida que se cuenta. Biografía literaria de Clarice Lispector» (Adriana Hidalgo Editora, 2007).
  • Mª Ángeles Cabré: «Leer y escribir en femenino» (Aresta Mujeres, 2013).
  • Benjamín Moser: «Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector» (Siruela, 2017).

Banda sonora:

Caetano Veloso canta a Clarice