Por Iñaki Urdanibia

«Vivimos en fortalezas – personales, colectivas, nacionales, estatales – y nos odiamos, amenazamos y asesinamos periódicamente […] ¿Qué puede hacer un escritor, cada vez más impotente ante tanta histeria? Solo denunciar esta plaga humana y renovar la vieja esperanza en un tiempo distinto, el tiempo del amor».

Hay novelas en las que el centro, o casi jugando el papel protagonista, es un edificio o construcción: baste recordar el inmueble de Georges Perec, algunos puentes de Ismail Kadaré o de Ivo Andric, o el Almirantazgo del mar de las Sirtes de Juien Gracq; en otras ocasiones el edificio es el símbolo o el centro del poder, baste recordar el castillo de Kafka, o un par, o tres, de novelas que recuerdo de Ismail Kadaré: El Palacio de los sueños, El nicho de la vergüenza o La pirámide. En la presente ocasión el propio nombre del libro del escritor serbo-croata Mesa Selimovic (Tuzla, 1910-Belgrado, 1982), «La fortaleza», publicado por Automática Editorial, obra publicada en origen en 1970, señala el centro de decisión desde donde el poder organiza sus maquinaciones con tal de mantener su dominio, luchando con todos los medios a su alcance contra cualquier que no se pliegue a sus normas; el nombre, de todas las maneras, puede ser puesto en plural ya que además de la nombrada existen otras fortalezas que sujetan a los individuos, fortalezas a modo de cadenas familiares, nacionales, religiosas y de la conciencia propia, que a modo de pepitogrillo no dejan de incordiar a los sujetos, redes que desde lo macro que se impone a lo micro traspasan el tejido social y los cuerpos, y mentes, en una transversalidad de la autoridad similar a la señalada con acierto en La carta al padre de Franz Kafka, y teorizada en otros terreno por la microfísica del poder por Michel Foucault.

Ahmet Sabo nos es presentado con la huella de la guerra contra los rusos, en Sarajevo, que ocupa su mente al recordar algunas brutales escenas de muerte, violación y otras yerbas bélicas; siendo prácticamente el único superviviente de quienes lucharon en la misma compañía que él, todo da por pensar que es un hombre con suerte, al que el destino le protege. No puede, no obstante, desembarazarse de las sombras que pueblan sus pensamientos de manera obsesiva, como un mal sueño que le hunde en las brumas; la salida del oscuro atolladero le vendrá propiciado por el amor de una joven cristiana, Tijana, que muestra capacidad de escucha ante el relato de Sabo, y la incondicional ayuda del mulá Ibrahim que le contrata como escribiente. La vuelta a casa se antoja dificultosa ya que amén de los desastres propios de la guerra, el paisaje, no solo urbano, sino también el de los ciudadanos y sus costumbres ha cambiado de manera diametral haciendo que no lo reconozca, lo que hace que haya de comenzar de nuevo. Las reglas han cambiado, el ambiente también y la acomodación a los nuevos tiempos no está exenta de la posibilidad del recurso al arte de la esquiva, el disimulo, etc. En aquel escenario hostil va a contar con un amigo, de verdad, Mahmut Neretljak, comerciante realmente ducho en al arte de la supervivencia sin hacer ascos a las actividades al margen de la ley. Este maestro va a intentar convencer a nuestro hombre de que la mejor manera de vivir sin problemas es no ver, no oír, no hablar, plegándose al orden de los poderosos con lo que se evitan los posibles problemas; estas lecciones, no obstante, resultan vanas para Ahmet Sabo que es incapaz de mantener a raya sus tendencias a hablar neto y claro. Si a estas tendencias a pronunciarse sin ambages, se suman la ingesta de algún vaso de más, el coctel está servido para conducir al fracaso seguro: amén de una soberana paliza, se ve arrojado al desempleo y a la falta de cualquier viso de salida del atolladero, lo que va a conducir al hombre a convertirse en un proscrito. En semejante situación Sabo se convierte en presa fácil para los intentos policiales, un celoso policía de nombre Avdaga, será el que viendo al sujeto acorralado, trate de convertirle en soplón en especial de un estudiante, Ramiz, que es un infatigable dinamizador de la revuelta contra el poder; la negativa a ejercer de chivato, hace que se convierta en objeto de constante vigilancia con el fin de hallarle algún comportamiento que pueda ser aprovechado para condenarle sin remisión… Qué falta ha cometido Sabo para ser tratado del tal modo, la desobediencia y la consiguiente dignidad van a ser los motivos de tal suerte, mala ciertamente. El estudiante nombrado será finalmente detenido y conducido a la fortaleza, lo que hace que Ahmet Sabo sienta la obligación moral de acudir en su ayuda. Dos potentados, que sirven de protectores del protagonista, van a liberar al estudiante, fuga que el comandante nombrado está convencido que es obra de Sabo, lo que hace que el marcaje de éste alcance cada vez cotas más asfixiantes.

Así si al inicio de la historia presentada parece, como queda señalado, que el hombre tiene cierta buena estrella, en realidad acaba estrellado, y sin causa se convierte en objeto de persecución… como el Josef k. kafkiano, en versión bosnia.

La historia, las historias mejor, van siendo desgranadas con incursiones en los pensamientos que como perlas van salpicando el texto con reflexiones, en una forma que se balancea entre la rumia y la sentencia, de esos seres extraños que son los humanos. Las páginas pasan al tiempo que la complejidad se va aclarando como si una travesía de investigación fuésemos atravesando, con el centro puesto en la figura del inocente protagonista que hace pensar en aquello de vístete de cordero y… correrás el destino similar a la Justine sadiana. Mientras tanto se nos entrega, con medidas dosis de ironía que se entrevara con cierto fatalismo pesimista en que se debaten la bondad con la maldad separados/unidos por unos bordes borrosos e intercambiables, un retrato de la vida cotidiana de la ciudad, de sus comercios, contagiando con la mano maestra del escritor, los olores y sabores del escenario, ubicado en el siglo XVII-XVIII, en que se desarrolla la historia en los tiempos del imperio otomano que imponía su bota en las tierras bosnias musulmanas.