Category: BERNHARD SCHLINK


Por Iñaki Urdanibia

Cualquiera que se haya acercado a algún libro de Bernhard Schlink (Bielefeld, 1944) coincidirá en que el escritor no da puntada sin hilo, a la hora de zambullirse en los demonios de su país; además de considerar que pase a engrosar el conjunto de quienes escriben su país y más en concreto la ciudad de Berín (Walter Benjamin, Hans Fallada, Christa Wolf, Günther Grass, Christopher Isher, Sebastian Haffner, Siegfried Lenz, Alfred Döblin, Joseph Roth, etc.)… puede decirse así de él, que Alemania ya tiene quien la escriba, uno más, pero entre los grandes. Si esto es así, en su último libro traducido al castellano, «La nieta» queda claro lo dicho hasta el deslumbre.

El escritor no se anda con chiquitas, ni se aleja por nebulosa o generalización alguna, sino que se mueve, y nos hace acompañarle, pisando suelo y hurgando en diferentes subjetividades en las que calan, y han calado, sedimentando a lo largo del tiempo, algunas de las ideas que pueblan las mentes de los ciudadanos germanos, originando algunas heridas que permanecen, resistiendo al paso del tiempo.

Birgit y Kaspar Wettner, son una pareja formada por ella, venida en los sesenta de la RDA a la RFA para unirse con el segundo que es dueño de una librería en Berlín, se había conocido en un encuentro de jóvenes de ambos lados del muro. Con sus más y sus menos, la relación funciona, con algunas sombras cubiertas con los silencios abismados de ella, que los apaga con la creciente ingesta de alcohol, hasta que al final pone fin a su vida de manera brutal; ella tenía pretensiones por convertirse en escritora y hasta mantenía contacto con algún editor de cara a publicar sus escritos. Tratando de explicarse la decisión de su mujer, Kaspar revuelve los papeles, y el ordenador, de Birgit, y en ellos descubre algunas cuestiones de las que no tenía ni idea; en especial, el lazo que ella había tenido y que le seguía manteniendo ligada, de uno u otro modo, con el otro lado del muro: al unirse con Kaspar, había dejado una hija en manos de una amiga, Paula, que tomó la decisión de entregarla a los servicios sociales. Svenja, que así se llama la hija de Birgit, tiene a su vez una hija, Sigrun (por cierto, nombre de una walkiria), y vive con su marido Björn Renger, iluminado neonazi él; situación a la que ella había llegado tras haber atravesado periodos sumida en la militancia comunista decayendo más tarde en el mundo de las drogas, participando en okupaciones y deambulando en medios asociales.

Si en las hojas de Birgit quedaban desveladas algunas cuestiones que ella había silenciado a su compañero, lo que quedaba resaltado era la intención por parte de la mujer de rescatar a su hija: de encontrarla, y recuperando el tiempo perdido, entregarse a ella de cara a facilitarle las cosas, previa petición de perdón por el abandono, y los padecimientos que ello le pudiese haber provocado. Precisamente en las hojas mentadas se veía la honda preocupación de Birgit por conocer las condiciones de vida en los centros de acogida de los hijos de padres desconocidos y similares, más de ciento veinte mil adolescentes habitando tales instituciones.

Al conocer las intenciones de su compañera fallecida, Kaspar toma la doble tarea como suya (la de hallar la hija abandonada y dar a conocer la obra, inacabada, no publicada de ella), y emprende la búsqueda, lo que le lleva a remover Roma con Santiago: ayuntamientos, centros de acogida, la amiga en manos de la que se había dejado a la criatura, el padre de la niña, a la que Birgit no quiso que se la entregase, Leo Weise, que a sazón vive con su esposa y que fueron los que al final se hicieron cargo de la niña; y al final, el encuentro con la nieta y con su actual familia, constituida por su madre, Svenja y su esposo Björn, cuyo propósito es poner en marcha una comunidad modélica, basada en los valores propios del alma alemana, sus tradiciones, folklore y canciones; la comunidad se denomina nada menos que pueblo nacional liberado. La recepción de Kaspar es realizada con sorpresa, mas sobre todo con desconfianza, ya que, en principio, él representaba un peligro potencial a las costumbres y usos que ellos practicaban; amén de la propaganda de las prédicas de Björn acerca de la necesidad de recuperar la pureza aria de los alemanes, las paredes, y otros adornos, no mienten al representar en lugares destacados a jerifaltes del nazismo: así Rudolf Hess. En tal tesitura; Kaspar con el propósito de templar la situación se inventa una herencia y las condiciones en que serán pagadas a plazos; una de las condiciones es que la nieta pase algunas temporadas con Kaspar, el abuelastro… la desconfianza y los recelos, en especial de Björn, ceden ante la perspectiva de recibir algún dinero, si bien éste pone una serie de condiciones acerca de lo que puede hacer la joven, y sobre todo lo que no puede hacer: un verdadero reglamento de buenas costumbres y peligros a evitar. .

La niña que había vivido los últimos tiempos en medio rural, flipa ante las luces, el ruido y el gentío de la gran urbe, Berlín. Las relaciones entre la joven y Kaspar son tensas, mostrando ella una gran desconfianza hacia él, al pensar que intentaba convertirla y desviarla de los buenos valores mamados en su comunidad; la postura de Sigrun es ambivalente ya que junto a lo dicho, no puede ocultar la atracción que le produce el mundo nuevo que se le abre en el terreno de los libros y la música, por horizontes que nada tienen que ver con la cerrazón y limitaciones que le rodeaban junto a Svenja y Björn.

En lo que hace a los libros, Singrud flipa en la librería y tiene barra libre a la hora de coger las obras que le atraigan; respecto a la música, Kaspar le abre un abanico de composiciones clásicas, cuya audición va acompañada de informaciones sobre los estilos y corrientes… lo que va quebrando la visión de la joven que anteriormente creía que solamente los compositores alemanes merecían la pena, ante la degeneración de los de otros horizontes culturales. Al mostrar, la joven, un buen oído e indudables dotes para la música, Kaspar le propone recibir clases de piano, al menos durante los días que pase junto a él además de comprarle un teclado cuando vuelva a su casa, para que pueda seguir practicando, si es que su madre y su padrastro lo permiten.

La joven ve en las palabras de Kaspar, claros intentos de desviarla de los buenos hábitos, considerando que Kaspar quiere dejar claro que ellos no son tan listos como él, lo que hace que se den ciertos enfrentamientos a pesar de la postura respetuosa de Kaspar que trata de no entrar a trapo a pesar de que en la medida en que la desconfianza se va relajando, va soltando algunas verdades que desmontan algunas falacias, que la joven tiene asentadas en su mente, sobre el peligro de los inmigrantes, en especial musulmanes, de los judíos, la negación de los crímenes al por mayor del nacionalsocialismo, su idolatría a una de las carceleras más crueles del campo de Ravensbrück, Auschwitz y Bergen, Irma Grese, conocida como la hiena del lager, etc., etc., etc. Como queda dicho la familia se posicionaba en la esfera de los nacionalistas autónomos alemanes y del movimiento völkisch que intentaban reavivar el pasado germánico mítico con sus excelentes tradiciones alemanas que tanto juego dieron al nazismo. Conciertos, museos, lecturas, viajes van a producir dudas, y cierta reconversión de la nieta.

Por medio de los bien caracterizados personajes, Bernhard Schlink, entrega un panorama de posturas, de fracturas e ideas no-pensadas que anidan en las mentes de los habitantes de su país; al tiempo que somos introducidos en el terreno del debate de ideas, en su complejidad, y en la profunda huella que la educación supone en la conformación de las mentes, de diferentes generaciones… en el escenario del ascenso de las ideas racistas y neo-nazis y las cicatrices de la historia.

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( * ) Un par de recensiones publicadas, con anterioridad, sobre obras del autor:

ALEMANIA A TRAVÉS DE OLGA | Cartel de las Artes y las Letras 27 / julio / 2019

Qué solos se quedan… • 1 de enero de 2022

Por Iñaki Urdanibia.

Un mujer fuerte, cuya existencia transcurre a lo largo de casi un siglo de la historia germana.

Si ya Bernhard Schlink (Bielefld, 1944) ya nos había conmovido y cautivado con su historia de erotismo entre Michael Berg y la cariñosa y misteriosa Hanna, con una deriva sorpresiva, por inquietante, posteriormente, en su El lector, traducida en 2000 y llevada a la gran pantalla nueve años después, ahora no se queda corto al relatarnos la historia de una mujer con telón de fondo germano. La novela que lleva el nombre de la protagonista es un recorrido por su vida, narrada en tres partes: la primera por un narrador en tercera persona, la segunda por un hombre que de niño había tratado en su casa ya que la mujer se dedicada a la costura, la plancha y otros menesteres domésticos, y una tercera en la que se presentan las cartas enviadas por la mujer a una lista de correos, siendo su destinatario su amado, y quedando allá almacenadas.

Somo situados a finales del siglo XIX en el este de Alemania, en Silesia, y el siglo nos va a acompañar a lo largo de todo la novela. La vida de la niña ya se inició bajo el signo de la pérdida, sus padres fallecieron, a causa del tifus, cuando ella era aún una niña, si ella deseaba quedarse a vivir con su vecina, a lo que ésta estaba dispuesta, fue su abuela paterna se la llevó con ella a Pomerania; no reinaba la concordia entre ambas: la abuela era la figura de la rigidez y de la pureza germana hasta el punto de pretender cambiar el nombre de la muchacha ya que éste dejaba ver ciertos orígenes eslavos, cambio que la niña no aceptará y a la que se opondrá con su malhumorado silencio , mientras que la niña deseaba vivir en libertad, lo que le era impedido por el cúmulo de normas y órdenes que partían de la autoridad de la abuela.

Olga Rinke amaba la soledad, recluida en sí misma, sus lecturas y cavilaciones y lograba hacer lo que se empeñaba: así acceder a libros en principio prohibidos, facilitados por el propio cura ante la insistencia de la muchacha, o tocar el órgano de la iglesia, etc. Sus relaciones se iban a reducir prácticamente a Herbert Schödrer y a su hermana Viktoria, compañeros de juegos, paseos y animadas conversaciones. Tanto Herbert como su hermana pertenecían a una familia rica mientras que Olga desde el comiendo de su vida tomó conciencia de la pobreza.

La muchacha deseaba estudiar, mas tal no era el destino habitual reservado a las chicas, lo cual hizo que ella se dedicase a leer todo lo que pillaba, formándose a sí misma hasta lograr, acceder a una escuela de magisterio. Herbert y ella se convierten en inseparables, más todavía cuando Viktoria se traslada a estudiar, lo que facilita que la unión entre ambos jóvenes se vaya estrechando, para disgusto de la familia de él que tiene una concepción clasista de la relaciones y de las consiguientes uniones matrimoniales, postura que también es contagiada a Viktoria que a su vuelta deja de relacionarse con Olga y afea a su hermano por seguir manteniendo la relación con una pobre jovencita sin porvenir. Ella se acomoda al matrimonio que en su casa han programado para ella, habiendo previsto igualmente el casamiento del hijo con una heredera con la que ambos podrían llevar el negocio familiar, de azúcar… Herbert no traga y sigue con su relación y con sus interminables conversaciones con Olga.

Las desapariciones del muchacho comienzan a convertirse en marca de la casa, pues si en un principio, cautivado por los aires patrióticos germanos levantados por Bismarck, marcha voluntario a la guerra contra los hereros en el África del sudoeste alemana (claro está que en clara empresa civilizadora), más tarde viajará a Argentina, y a otros lugares del sur americano para más tarde dedicarse a dar algunas conferencia sobre sus periplos viajeros, implicándose más tarde en un viaje de exploración al Ártico y al Paso de Noreste… lugar en el que se perderá su pista, dejando a Olga encerrada en su soledad y con un numeroso envío de cartas a una lista de correos, a las que nunca tendría respuesta.

Logró al final su propósito de convertirse en maestra, y hasta hubo de padecer algún traslado debido a las malas artes de la rencorosa Viktoria, lo que no era obstáculo para que estableciese cercanas relaciones con algunos alumnos entre los que destacaba un brillante muchacho Eik con quien mantenía largas conversaciones; los tiempos cambiaron, no obstante, cuando algo más tarde el joven se enrolase al partido nacionalsocialista y participase más adelante en las campañas guerreras de Hitler y epígonos. No era Olga del gusto de las nuevas autoridades, lo que vino acompañado de un súbito ataque de sordera lo que facilitó su expulsión de la dedicación docente.

Dedicada más adelante a las labores de plancha en una casa, allá hay un muchacho siempre enfermo, Ferdinand, con el que establece una cercana relación, acompañándole y facilitándole lecturas y platos que eran del gusto del muchacho. Pasado el tiempo la relación entre ambos no decae sino que se fortalece y hasta una vez que la mujer dejase el trabajo, pues los años no pasan en balde y la mujer ya rozaba a la sazón, los noventa, son frecuentes los encuentros entre ambos: iban al cine, a tomar algo, a sentarse en bancos en los que conversaban logrando situarse de modo y manera que ella pudiese ver la boca del hablante… y visitaban todos los cementerios que había en la localidad, ya que Olga era de la opinión que allá todos eran iguales, pobres y ricos, poderosos y débiles, los victoriosos y los perdedores. En todo momento se ve las tendencias de izquierda de la mujer, que ya había mostrado su oposición a las guerras imperialistas, al colonialismo al ascenso del nazismo… mostrando siempre un posicionamiento cercano a los socialdemócratas; su idea, expresada repetidamente, era que el culpable era Bismarck que había extendido unas desmedidas pretensiones a los alemanes que les había conducido a la desmesura… un caballo enorme al que eran incapaces de conducir en palabras de la propia Olga.

Si señalaba que la vida de Olga venía, ya de fábrica, marcada por la pérdida (de su padres, luego de su ser amado, más tarde de su trabajo y de su oído..), ésta le va a alcanzar, de madrugada, en las cercanías del monumento a Bismarck, al estallar un artefacto que acaba con la anciana en el hospital, en estado grave… Allá es visitado por Ferdinand al que ha avisado su madre poniéndole al corriente del desgraciado suceso; la casualidad de las horas y el lugar, amén del monumento objeto del atentado, y la coincidencia de las fobias de la anciana…no pasa desapercibida a su amigos, al que interroga la policía, movida por la duda…

Si Herbert tenía peso en los recuerdos de Olga, y las cartas por ella enviadas quedaron sin respuesta, Ferdinand, quien por cierto había pedido la mujer accidentalmente, y ya tenía los hijos crecidos y colocados, va emprender la búsqueda en establecimientos de anticuarios de las cartas perdidas, conociendo entre tanto a una hija de Eik que le habla de, los orígenes, las andanzas y los bandazos de éste (familia huida de Rusia, SS, policía…) e interroga a nuestro hombre sobre la relación que su padre había mantenido con Olga a la que ella no había conocido y de la que algo le había hablado Eik… en uno de los países nórdicos, Tromsö, hallará las cartas, y se nos desvelará el amor que Olga tenía con respecto al lejano Herbert…

Bernhard Schlink da muestras, una vez más, de su sagacidad sabiendo utilizar con maestría las diferencias y las oposiciones entre los diferentes personajes, lo que conduce a la implicación lectora: el tesón de Olga dispuesta a alcanzar los objetivos que se marca, más allá de todo obstáculo se nutre de todas las lecturas habidas y por haber, frente a tal postura la incapacidad de Herbert para enfrentarse con las imposiciones familiares, hallando la salida en la huida a lejanos lugares, a horizontes perdidos en la amplitud de la nada… El elitismo clasista de Viktoria frente al gusto de Olga por el trato con gente del pueblo, su desobediencia constante frente a la reproducción de los hábitos y costumbres representada por la primera. Las tendencias belicistas que acompañan al colonialismo germano que cautivan al aventurero Herbert, y que son criticadas sin ambages por Olga, que muestra su radical oposición al nacionalismo agresivo, al imperialismo, al nazismo, etc. Destaca igualmente la capacidad del escritor para meterse en la piel de sus protagonistas, mujeres; en esta ocasión una mujer insumisa cuya sordera acaba siendo, en cierta medida, metáfora de su impermeabilidad a los karaokes dominantes (familiares, educativos, políticos…).