Category: MALCOM LOWRY


Por Iñaki Urdanibia.

El escritor francés rastrea desde Managua los avatares de la zona a lo largo del tiempo.

«Lo que cuenta, no es únicamente la intensidad excepcional de su surgimiento – el hecho que tratándose de un episodio violento y creador del aparecer -, sino lo que, dispone como gloriosas e inciertas consecuencias. Los comienzos son medidos en la medida en que autorizan re-comienzos»

(Alain Badiou)

«Un acontecimiento puede ser contrariado, reprimido, recuperado, traicionado, a pesar de lo que no deja de comportar algo insuperable… el acontecimiento puede ser bello y antiguo, mas no se deja superar: es una puerta abierta de lo posible. Pasa al interior de los individuos tanto como al espesor de la sociedad»

(Gilles Deleuze)

No tengo la intención de extenderme en la presentación de uno de los más destacados escritores del panorama hexagonal de hoy, Patrick Deville, y ello debido a que a él me he referido en anteriores ocasiones, y tampoco es cuestión de repetirse: http://kaosenlared.net/el-mexico-de-los-anos-30/ http://kaosenlared.net/patrick-deville-lo-local-lo-universal/, con motivo de la publicación de algunas de sus obras. Ahora acaba de ver la luz una de ellas, de la que bien merece la pena dar cuenta.

La novela que ahora se presenta, «Pura vida. Vida & muerte de William Walker» fue escrita en 2004 e inicia un modo de escritura que el autor francés exploraría en sus obras siguientes: Ecuatoria (2009), en la que el viajero escritor viajaba a través de la historia por África central, con numerosos cameos y presencias, a la que seguiría en 2012, Peste & Cólera, en la que visitaba la vida del bacteriólogo Alexandre Yersin, para más tarde concluir el ciclo con su Viva (2014) en la que nos trasladaba a México y al pulular de diferentes refugiados, entre los que se hallaba León Trotski, la pintora Frida Kahlo o Malcom Lowry entre otros.

La acumulación de documentación histórica resulta desbordante en las obras de Deville, las visitas a archivos y a otras fuentes de información son notorias, como deja ver en la enormidad de nombres y datos que se reúnen en sus travesías. Dando por sentado lo que acabo de afirmar, el caso que nos ocupa es ejemplar ad abusum de lo señalado. Cualquier lector que se acerque al libro sentirá por momentos una sensación de fatiga ante la acumulación de personajes, historias, fechas con saltos temporales, que le llevarán a sentirse abrumado, hasta rozar el estado de groggy, más en especial si el lector pretende quedarse con todo lo que se la ofrece… ¿cómo es posible poseer semejante montaña de conocimientos, de historias, de personajes y ubicarles en sus coincidencias? Cierto es que en las siguientes entregas mediría más, aun mostrando sus amplios conocimiento sobre los asuntos que transita, controlando con medida contención la explosión de informaciones que se encabalgan en un plural collage.

Desde un hotel de Managua el narrador relata, tomando como eje la alucinada historia del personaje que aparece en el título de la novela, William Walker y sus andanzas por lares nicaragüenses. Cuando digo que sitúa a tal personaje en el centro del peregrinaje digo algo que no es netamente exacto, ya que las derivas y la diseminación hacia otras geografías centroamericanas, cruza fronteras y hasta se extiende hacia zonas más al sur en sus cincuenta y un fogonazos, agrupados en dos partes, que en algunos casos se entrelazan los unos con los otros, para resultar independientes en otras ocasiones; en tales flashes conocemos no solo la vida y la muerte del nombrado sino de muchos más .

El tal William Walker (1824 – 1860) había nacido en Nashville e impulsado por el espíritu aventurero de Lord Byron, del mismo modo que al personaje de Cervantes le calentaron la cabeza los libros de caballería, se trasladó a Sonoras, en donde llegó a fundar la República de tal lugar, que no logró el éxito apetecido; el fracaso no le sumió en el desánimo sino que siguió sus correrías, acompañado de un grupo de hombres armados, por tierra de Nicaragua en donde consiguió presidir el país durante poco tiempo, acabando su trayectoria en Honduras en donde fue fusilado. Arrancando por la alocada aventura de este singular caballero, denominado por algunos como «el don Quijote de América Latina», alarga su sombra con pretensiones liberadoras a otros personajes y hechos, guerrillas y revoluciones de aquellas geografías. Como no podía ser de otro modo, tratando de tales asuntos los líderes, y sus respectivos avatares, afloran y tenemos ocasión de encontrarnos con Simón Bolívar, Sandino, en lucha contra Somoza, a Fidel Castro, al Che Guevara y a su misterioso doble, o con algunos de los dirigentes, de la primera hora, del Frente Sandinista de Liberación, Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal a quienes entrevistó; o también nos cruzamos con Gabriel García Márquez, Trujillo y otros seres del mismo género dictatorial y guerreo. También nos encontramos con aventureros como Gonzalo Fernández Oviedo, y frecuentamos bares, ya hasta somos invitados a asistir algún fundamental partido de fútbol entre El Salvador y Honduras que estuvo en el origen de una confrontación bélica.

Los dispares episodios nos son narrados con verbo lírico haciendo que la lectura se deslice con suavidad e indudable entretenimiento… ¡son tantas las historias que se nos presentan! Mas el mayor logro del repaso es la insinuación de paralelismos entre las iniciales euforias y las posteriores resacas que se han convertido, en cierto modo, en una constante, en un denominador común de la mayoría de los procesos que allá se han desarrollado, que bajo la bandera de la utopía han movilizado las ansias de libertad, regando las venas abiertas de América Latina – por emplear la expresión de Eduardo Galeano -, deslizándose con posterioridad a usurpaciones burocráticas varias, acompañadas de violencias varias.

Contra lo que pudiera parecer el espíritu que mantiene el escritor no es la propia de la derrota sino que es la propia de la nostalgia que produce ver aquellos momentos de esperanza y explosión popular, momentos en que las ideas encaminadas a romper las cadenas prendieron en las masas del pueblo castigado, robado, esclavizado y despreciado por quienes dominaban el cotarro, aunque fuese en tierra ajena, al tiempo que muestra su despectiva mirada hacia los colaboradores de los desaguisados que condujeron a los callejones sin salida o a la asfixia de las esperanzas en un futuro de armonía.

Patrick Deville toma con tino el pulso de la zona de una manera poliédrica, contagiando su pasión por medio de sus apasionados retratos y su empatía con respecto a las luchas y sus protagonistas… y ahí surgen, conste que la idea no pertenece al escritor sino lo que a servidor le sugiere, unos ciertos resabios melancólicos, rememorados por Enzo Traverso en la línea de la puesta melancólica de la que hablase Daniel Bensaîd.

Por Iñaki Urdanibia.

Lectura del escritor británico.

Hace unos meses recordé al escritor con motivo del aniversario de su muerte y de la aparición de su novela más celebrada: http://kaosenlared.net/malcom-lowry-borrachera-la-humanidad/Ahora presento una lectura más detenida de su novela y otros aspectos de su obra.

«Bajo el volcán» (1947)

«Bajo el volcán es tal vez la novela que más veces he leído en mi vida. Quisiera no leerla más, pero sé que no será posible, porque no descansaré hasta descubrir dónde está su magia escondida»
( Gabriel García Márquez )

«El libro, concebido pura y simplemente como una obra de arte, es implícitamente – aunque no sea política – una denuncia del nazismo y sus métodos… [el libro] podría leerse muchas veces ay que el lector encontrará cada vez algo nuevo; que se podría considerar como un buen disco de swing»
(Carta de M. Lowry )

«Es una profecía, una puesta en guardia política, un criptograma, una película grotesca y un graffiti en el muro…»

«¿ …a qué clase de esperanza pueden o podemos agarrarnos, si es que hay alguna esperanza ?
( M. Lowry )

No es difícil comprender la afirmación del Nobel colombiano, ya que la novela del británico se presta a diferentes, múltiples, interpretaciones al estar cargada de simbolismos de los que no es fácil rendir cuenta como si un único hilo conductor hubiese; tampoco no le faltaba razón a Jorge Semprún cuando afirmaba que «Malcolm Lowry exige lectores exigentes». La novela fue la obra – hubo tras novelas que se situaban en la misma línea trazada en esta – de una vida; a ella estuvo entregado más de diez años, revisándola, retocándola, corrigiéndola y discutiendo con su editor. Novela que fue, sin lugar a dudas, la que tras el fallecimiento del escritor, le hizo ascender al altar de las letras universales, y sobre la que giraba el resto de su producción.

No faltaron los problemas a la novela: rechazo por parte de muchos editores, pérdida de la segunda versión en un bar… otras obras suyas corrieron peor suerte, ya que los incendios de sus viviendas parecían perseguirle.

Lowry nunca escribió sobre nada que no hubiese vivido y así la novela que nos ocupa tiene claros tintes autobiográficos, reflejando las vivencias del escritor en el México de 1937; en un continuo puenteo entre ficción y realidad y viceversa. Son momentos que, como él mismo escribe en sus cartas, vio de cerca «la inminente locura», que le conducía a «un lugar oscuro. Perdido»; momentos de verdadero descenso a los infiernos: cantinas en las que se emborrachaba con litros de mezcal por unos pocos pesos, con las consiguientes paranoias, continuos estados de manía persecutoria (que cobraba su rostro político con la protofascista Unidad Militar y los sinarquistas y con multitud de detectives que vigilaban su existencia, según creía); así si Arthur Rimbaud hablaba de una temporada en el infierno, Lowry nos cuenta un día en el infierno, que se engarza con otros tiempos e historias y con otras geografías que van más allá de la mexicana… estos momentos destructivos, hasta el fondo del barranco, con los zopilotes revoloteando, y el galopante delirium tremens; de fantasmagoría mezcalizada hablaba Lowry… va a ser lo que dé pie a los momentos más creativos de su vida, y en consecuencia, de su literatura. Son momentos en que escribe a un amigo: «SOS Me hundo rápidamente tanto por la proa como por la popa»… pensando que su única salida es acudir en demanda de ayuda a la Virgen de los desamparados, venerada por los mexicanos Decía Lowry refiriéndose a aquellos tiempos que su «vida fue siempre la parte más difícil de mi trabajo… en medio de la danza psicótica». Este viaje al infierno personal que se traduce en la nebulosa narrativa de la obra, puede ser leído como una descripción de un ser borracho hasta los topes, que nos introduce – cierto es que de manera magistral – en un estado delirante en que se da un vaivén entre el pasado y el presente, entre el sueño y la realidad, entre los momentos alucinados, producidos por la ingesta de mezcal – y otras bebidas – al por mayor; en este orden de cosas podría hasta considerarse algunas de sus páginas (muy en concreto la descripción de los Takerson) como modelo de cómo mantener el tipo – como señalase Eduardo Chamorro – cuando uno lleva un pedal importante. Nadie podrá negar que en una lectura lineal, ateniéndonse a la descripción ofrecida, somos sumergidos por el escritor en una honda melopea con sus alucines, delirios y otras yerbas; no se puede evitar, no obstante, constatar que ese retrato va acompañado de referencias literarias, filosóficas, mitológicas, musicales o cinematográficas que amplían la extensión de la travesía introspectiva del cónsul a un terreno más general. A esto, a esa visita al infierno personal a la que nos invita el escritor, se puede añadir el paralelismo del infierno que atravesaba la humanidad en aquellos años revueltos, de ahí las referencias a la batalla del Ebro y la desbandada de las Brigadas Internacionales, salpicaduras en torno al nazismo, además de algunas referencias a algunas organizaciones filo-fascistas mexicanas… de modo y manera que se nos hace ver la humanidad del momento como un auténtico bateau ivre, arrastrado por una imparable rueda que conduce a la búsqueda del Paraíso perdido, terrenal o el Paraíso infernal, ya que al no ser capaces de reconocer la belleza de este mundo somos arrostrados al paraíso infernal, ya que «no hay paz que deje de pagar pleno tributo al infierno»

Sin forzar mucho la vena interpretativa sí que salta a la vista la existencia de dos vías: la de arriba y la de abajo; la primera en busca de la esperanza, del futuro, de un cierto éxito, mientras que la segunda es la que desciende hacia el lado oscuro de la vida, a la derrota, a la falta de esperanza, que va a ser a la que se ve abocado el cónsul, acompañado en su caída por la abundantísima ingesta de diferentes alcoholes (el mezcal dominando); de ahí a trazar, sin forzar las cosas, un paralelismo con el terreno moral (bien/mal) no hay más que un corto paso («la novela aparece menos como una novela que como una especie de oscura y colosal, aunque absurda, hazaña moral que atestigua que posee un carácter fuerte e indomable, más que alguna habilidad estética concreta y corriente… [ planeando] el inconsciente humano; [retrato realizado] por un hombre que no escribe sino que es escrito» – describía el mismo Lowry -). En esa contraposición entre las dos sendas que señalo, podemos pensar que Lowry está representado en exclusiva por el cónsul, aunque parece más cierto que si el otro decía je est un autre, Lowry es varios otros: ya que además de Geoffrey Firmin, el hermanastro Hugh con su compromiso y sus esperanzadas pretensiones puede resultar – sin rizar rizo alguno – el mismo Malcolm en sus años de juventud. A esto se ha de añadir que si damos por bueno aquello que dijese Jean-Paul Sartre de que el infierno son los otros, en el caso que nos ocupa el infierno, con todos sus demonios, anida en el interior del protagonista, que se debate en lucha contra su propio yo, indómito y rebelde a cualquier forma de domesticación / normalización, como un caballo encabritado.

No se agotan las interpretaciones de la novela con lo que vengo señalando, ya que ha habido interpretaciones para gustos bien variados (política, bíblica, psicoanalítica, cabalística…) con respecto a esta catedral churrigueresca mexicana que dijese el propio escritor, en la que temas como la desesperanza, el desamor, el poder demoníaco del mezcal, van perlados con diferentes símbolos como el caballo, la rueda, los volcanes, los números (7 y 12), las referencias literarias y otras (Fausto, Quijote, Ulises joyceano, Freud…), que ha llevado a alguno a preguntarse si «detrás de los libros diversos que constituyen este libro único no se esconde todavía otro, indescifrable este a modo de una cábala moderna» (Maurice Nadeau, primer editor en publicar obras del escritor en el mercado francés).

Dicho esto, sí que parece sugerente y bastante nítida una posible interpretación, entre otras quizá más oscuras y alambicadas, que puede resultar complementaria a las anteriormente mencionadas (lucha de los humanos entre el Bien y el Mal, la rueda como símbolo solar que representa «el eterno horror de los opuestos», y como símbolo del pasar irrevocable del tiempo, …) como la que liga varios episodios de la novela. Tomando como lema inicial y director de tal hipótesis estaría la frase que está grabada en el muro de la mansión de Laruelle: «No se puede vivir sin amar», máxima que queda anulada por el comportamiento de los humanos que se desentienden de sus semejantes y hasta se aprovechan de ellos. Esta negación viene escenificada, en el capítulo VIII, cuando el autobús se detiene ante un hombre tumbado en el camino, por lo general la gente se desentiende, unos por no meterse en líos, otros porque tal vez tengan prisa por llegar a su destino, o los de más allá porque con ellos no va la cosa (hasta alguno se aprovecha de la coyuntura para hacerse con el dinero que sobresale del bolsillo del indio caído, dinero con el que pagará el viaje). Únicamente Hugn Firmin se acerca y trata de socorrer al caído, los demás no entienden su conducta y hasta la afean…puede verse en esta diferencia de comportamiento las dos vías que antes he mencionado que enfrentan a diferentes posturas ante «el drama del combate humano entre las potencias de las luces y de las tinieblas». Diferentes opciones: unos pasando de todo y otros mostrando solidaridad y ganas de ayudar a los semejantes; cuestión que igualmente queda escenificada por la presencia del barco Samaritan , su nombre es realmente explícito recurriendo a la parábola evangélica ( Lucas, 10, 25-37) como signo de ayuda al prójimo, barco – digo – que so capa de transportar mercancías participa en la resistencia y lucha contra el fascismo. Los tiempos no eran favorables al compromiso y a la solidaridad con los abandonados de la historia, según la visión que se desprende de la novela, en la contraposición del comprometido Hugh y el pasotismo de los demás, y muy en concreto con el derrotismo de Geoffrey que, por otra parte, mira a su hermano con mirada burlona y con neta falta de confianza. ante el romanticismo humanitario de éste. Imposibilidad de amar a los demás, lo que se traslada igualmente al nivel de la pareja entre Yvonne y Geoffery.

Es obvio que no nos hallamos ante una novela de las que atrapan desde el primer momento, sino que quedó convertida en novela de culto y ensalzada por la peña de devotos , sino que en el avanzar de las páginas, vamos entrando en una atmósfera que se hace cada vez más angustiosa y en la que asistimos a las derivas de un ser, perfectamente borracho, que se ve arrastrado por el alcohol, como expresión de una rabia, de una fuerza vital y mortal entreveradas, el Día de los Muertos – el 1 de noviembre de 1938 – en una aldea de México, Quauhnauac (en realidad Cuernavaca), con sus dieciocho iglesias y sus cincuenta y seis cantinas. La belleza de Yvonne se refleja en un vaso y en la lejana Europa la guerra destruye en viejo continente. La violencia florece por todas partes y la muerte se va bebiendo en pequeñas dosis, bajo un volcán siempre amenazante. El viaje se inicia con una discusión – un año después de los hechos – entre dos personajes en torno a unos vasos de anís, Laruelle y el doctor Vigil se han enterado que Yvonne ha vuelto junto al cónsul Geoffrey y a partir de ahí, asistimos al camino que van tomando los personajes, entrecruzando sus estelas y preocupándose de la suerte del cónsul, ex-cónsul más bien ya que México ha roto las relaciones con Inglaterra (cuestión en la que basa Lowry su sentimiento de que los mexicanos odian a los extranjeros… al poco el México de Cárdenas se convirtió en acogedor refugio de anti-franquistas y judíos), en su caída libre, alcohólico acosado por los fantasmas de su mente en la que de manera atorbellinada se cruzan el pasado, y la conciencia de los fallos cometidos y de las posibles direcciones que podría haber tomado su existencia si hubiera adoptado otros derroteros. Yvonne se relaciona con el hermanastro de Geoffrey, Hugh, hombre comprometido, y durante veinticuatro horas – más bien doce como el número de capítulos – en el escenario mexicano, cruce de paraíso e infierno, los personajes se entrecruzan, en un vaivén de encuentros y desencuentros, malentendidos y conflictos que les distancian, al tiempo que Geoffrey avanza arrastrado por los demonios etílicos hacia su definitiva caída. Una carrera hacia la muerte en la que amén de Dante, asoman el Fausto, y hasta don Quijote. Muerte que se palpa en la fiesta sangrienta del toro, y en las acaecidas por los propios protagonistas (Yvonne y Geoffrey). A esto se puede sumar el caballo con el número siete gravado en su piel, el jardín-mundo para el que se pide respeto, y los siempre amenazantes volcanes Popocatepetl y Ixtaccihuatl. Todo siguiendo el ritmo ineluctable de la rueda… que gira hacia el fin, con los hondos resabios del desamor, ya que como decía el otro, y cantaba el de más allá, no hay amor dichoso.

La novela explicada por el propio escritor.

La famosa respuesta a su editor inglés Jonathan Cape, en la que el escritor se muestra inflexible ante las sugerencias del editor de que para publicar su novela debería amputar el texto al menos en un tercio de su extensión, resulta, sin lugar a dudas, la mejor guía de lectura del libro. El texto es muestra de las tensiones que existen no pocas veces entre los autores y los editores. En este caso, el escritor llevaba trabajando su novela durante más de diez años y ya andaba por su cuarta versión. A pesar de la ambigüedad con la que se expresa el editor, Lowry le envía una cerrada defensa de su novela en el estado en el que se encuentra, manteniendo la pertinencia de su edificio en doce capítulos, que puede ser abordada – según él – como una sinfonía o quizá como una ópera; «es una música sincopada, un poema, una canción, una tragedia, una comedia, una farsa, etc. Es superficial, es profunda, divertida o aburrida según los gustos. Es una profecía, un a puesta en guardia política, un criptograma , una película grotesca y un graffiti en el muro. Se puede incluso interpretarla como una máquina: esto funciona también, puede usted creerme, que yo lo he pagado con creces », para posteriormente defender y justificar la extensión y la composición de cada uno de los doce capítulos y los puentes que unen unos con otros. Allá se explica que el funcionamiento de la novela gira en torno al fundamental capítulo VI, etc., etc., etc.

Soy de la opinión de que esta carta, fechada el 2 de enero de 1946, debería acompañar al propio texto de la novela, para la mayor comprensión de algunos – que no todos – los puntos oscuros por los que avanza la prosa del autor. [El texto de la carta puede leerse en «El volcán, el mezcal, los comisarios»; pp. 19 – 67 / o también en «El viaje que nunca termina. Correspondencia ( 1926 – 1957)»; pp. 113 – 144]

… y el purgatorio y el paraíso

Si en la novela de la que acabo de hablar se representa el infierno al que se vio abocado en cónsul en aquel día de los Muertos de 1938, el plan de Lowry era completar su divina comedia con el retrato del purgatorio y el paraíso. El proyecto que desde hacía tiempo venía rumiando era – siguiendo el plan llevado a cabo por Dante – dedicar una novela al purgatorio (Piedra infernal) al infierno (Bajo el volcán) y al paraíso (Rumbo al Mar Blanco); «concebí, entre 1940 y 1941, la idea de una trilogía titulada El viaje que nunca termina. El Volcán sería la primera parte, infernal; un Lunar caustic ampliado sería la segunda, la parte del purgatorio y – una enorme novela en la que trabajaba también entonces En lastre hacia el Mar Blanco (que perdí en el incendio de mi casa…) que era la tercera parte, el paraíso. El conjunto se refería a la lucha que adopta el espíritu humano (indudablemente por su facilidad de engañarse a sí mismo) en su ascenso hacia un fin verdadero»). Teniendo en cuenta el éxito que iba alcanzando la segunda de las nombradas, Random House le propuso un contrato, para llevar adelante el ciclo de tres novelas bajo el señalado título general de El viaje que nunca termina ; la propuesta no llegó a cumplirse. La desbarajustada existencia en que estaba sumido el escritor hizo que no respetase los plazos de entrega, con lo que los editores dieron por roto el compromiso.

«Piedra infernal» (Lunar Caustic, 1969)

Como sucede con todas las obras del autor que fueron publicadas, éste habla de lo que conoce, de su experiencia vital. Así en esta ocasión, tras un ingreso en el servicio psiquiátrico de Bellevue Hospital, en 1934, narra la desesperada visión de un alcohólico que sintiéndose como un viajero de un barco al borde del naufragio, decide recluirse en una hospital psiquiátrico. En el interior padece las consecuencias de la vida del asilo que por momentos se combina con la de una prisión; sirviéndole tal tensión como reflejo de la vida del exterior, del mundo con sus ambigüedades y sus paradojas en lo que hace al terreno moral; «muchos de los que aquí se toma por locos, a diferencia de los borrachos, son simplemente personas que en un momento de sus vidas sintieron la necesidad, por confusa que fuera, de renacer, es la palabra».

La perdición del ser arrastrado por el poder del alcohol, le hace al escritor enfrentarnos con la tensión entre la crueldad y la compasión; retrato expresionista y por los bordes del delirio… verdadero grito de angustia tanto en lo que hace a su situación personal como ante el horizonte desesperanzado de la condición humana… «el contrabajo está en la guerra española, exponiendo su vida en esa corrida de toros, y los del saxo…»

«Rumbo al Mar Blanco» (In Ballast to the White Sea, 2017)

Este mismo año se recuperó esta novela perdida de Lowry, oportunamente ha sido presentada por Malpaso en traducción de Ignacio Villaro.

En unos de los incendios que rodearon la vida del escritor, el de 1944 que destruyó la cabaña en la que vivía con su segunda esposa en tierras canadienses, el escritor jugándose el tipo – a resultas de su arrojo sufrió quemaduras de importancia en la espalda – pudo salvar el manuscrito de Bajo el volcán, más las llamas quemaron otra novela en la que trabajaba desde 1931, lo que le atormentó todo el resto de sus días. La pretensión era la de que tal novela fuese la última entrega que conduciría del infierno volcánico al paraíso del Mar Blanco. Su primera esposa, Jan Gabrial, halló en los cajones de la casa de su madre un original que el mismo Lowry había dejado allá. Sobre este manuscrito sin concluir se ha construido este viaje que tiene el sabor inequívoco, en estado incipiente, del laberíntico escritor.

El mar como búsqueda, como proceso de iniciación, la mirada del mar bajo el prisma de las botellas y el de otros escritores. Hay momentos gloriosos en la prosa de este libro pero no alcanza la potencia de su obra-insignia. Dos hermanos, Sigbjorn y Tor, estudiantes de Cambridge, tienen un padre, el capitán Tarnmoor, sobre el que pesa la culpa de un naufragio debido a una actuación no correcta. El primero de ellos se mantiene impasible ante el anuncio de su hermano de que se va a suicidar; ambos están enamorados de la misma mujer, Nina, mujer brillante donde las haya. El suicido de Tor nada tiene que ver con la disputa sobre la muchacha sino que es un contagio que Tor sufre del desprecio a la vida del que su hermano hace gala. Culpabilizado por la muerte de su hermano, Sigbjorn se dedica a la escritura, sin resultados notables… El Paraíso no está en ningún lado, sino que lo que sobresale en la historia presentada es la arrolladora potencia de algunas fuerzas ocultas… a lo más, ciertas esperanzas asoman en el remoto horizonte: la esperanza en las promesas, religiosas y políticas, de un mundo mejor, se tornan fútiles, se difuminan de inmediato ante el dolor que produce la debilidad humana que es movida, por los vaivenes del mundo, como un trozo de madera por las olas del mar.
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La vida del escritor

1909: Nace Clarence Malcolm Lowry el 28 de julio en Warren Court, New Brighton, Cheshire, Inglaterra, en el seno de una familia acomodada; su padre era un rico y próspero industrial del algodón.

1923: tras cursar sus primeros estudios en la escuela local, ingresa en la Leys School, en Cambridge, escuela pública en la que se preparaban muchos de los futuros alumnos de la prestigiosa universidad del lugar.

1925 – 1926: Comienza a leer a Balzac, Joyce, y otros, y a publicar sus primeros relatos en la revista de la escuela.

1927: Antes de ingresar en la universidad, su padre le permite enrolarse como marino en el S.S. Pyrrhus, mercante en el que, entre marzo y octubre recorre Extremo Oriente y el océano Índico. El que fuese llevado en el automóvil familiar al muelle de embarque no le facilitó las cosas entre sus compañeros de navegación al ser considerado “un niño bien”, un enchufado y posible chivato. Sus notas de navegación le sirvieron para escribir su Ultramarina, y también como inspiración del viaje de Hugh en Bajo el volcán.

1928: Estancia en Alemania, en el English College, de Bonn. Allá conoce el cine expresionista alemán que tuvo indudable influencia en su obra y en su técnica literaria.

1929: Viaje por mar, como pasajero a las Antillas y a Boston, con el fin de conocer al poeta norteamericano Conrad Aiken; con él pasó el verano. El mes de octubre ingresa en la universidad de Cambridge.

1931: Se enrola en una barco como calderero, con destino a Noruega con el fin de conocer al novelista Nordahl Grieg, que le influyó en la escritura de su Ultramarina. A su vuelta a Cambridge, empieza a trabajar en Rumbo al Mar Blanco.

1932: obtiene la graduación en filología inglesa, con una simple aprobado.

1933: El editor londinense Jonathan Cape publica la primera novela de Lowry, Ultramarina. Viaja a España con Aiken y su mujer; el poeta se ha convertido en el administrador de la asignación que ha establecido su padre, dinero del que vive Malcolm. Larga estancia en Granada, en donde conoce a una actriz norteamericana, Jan Gabrial, de la que se enamora; En Bajo el volcán, el cónsul cuenta cómo conoció a Yvonne en los jardines del Generalife.

1934: Se casa en París con la citada actriz. Seis meses después, ella se va a Nueva York y él vuelve a Londres. En octubre viaja a Nueva York en busca de su mujer.

1935: Es ingresado en el departamento de psiquiatría del Bellevue Hospital de Nueva York, en donde pasa diez días. De tal experiencia surgirá la primera versión de Piedra infernal.

1936: Viaja con su mujer a Los Angeles y desde allá a San Diego en donde se embarca rumbo a Acapulco. Ya en México se instala con Jan en Cuernavaca en donde comienza a trabajar en Bajo el volcán.

1937: Descubre las cantinas, el tequila y el mezcal, y redacta la primera versión de Bajo el volcán. Su amigo/ administrador le visita y contará que habiendo visto la primera versión de la obra redactada, ya observó en ella muchos de los temas que ocuparán las páginas de la versión definitiva. Jan le abandona y para curar las penas Lowry viaja a Oaxaca, probando los mejores mezcales de México, como el mismo cónsul en la novela volcánica. Es detenido, en medio de malentendidos debidos a su constante estado de ebriedad y del escaso conocimiento del idioma; se sospechaba además que fuese un espía (su versión explicada en una carta a un amigo: «he sido arrojado a un calabozo junto a mi correspondencia no por estar borracho, como a buen seguro pensarás, sino por expresar con toda crudeza una opinión política genuina en lo que era un tugurio pro Franco»). Tras pasar las navidades en la cárcel es puesto en libertad vigilada. En Oaxaca traba amistad con Juan Fernández Márquez, que le va a inspirar los personajes de Bajo el volcán: el doctor Vigil y Juan Cerillo.

1938: De vuelta a Acapulco, los abogados de su padre tratan de sacarle del país; al final lo logran y en Los Angeles comienza la segunda versión de Bajo el volcán.

1939: Se traslada a Vancouver y Margerie Bonner, a la que ha conocido en Los Angeles, se une a él. Inicia la tercera versión de Bajo el volcán.

1940: Tras lograr el divorcio con Jan contrae matrimonio con Margerie. Se instalan en una cabaña cerca de Vancouver, en un bosque junto al mar; se refleja la belleza del lugar en el mitificado Paraíso del Norte de Bajo el volcán.

1941: Doce editores rechazan la novela.

1944: Tras esta negativa se pone a redactar la cuarta versión de la novela, viviendo como un pionero, lejos de la civilización, vida idílica “entre el bosque y el mar”, situación placentera interrumpida por varias crisis alcohólicas. El 7 de marzo la cabaña es destruida por un incendio que quema el manuscrito de Rumbo al Mar Blanco, logrando salvar el manuscrito de Bajo el volcán sobre el que seguirá trabajando durante las navidades.

1945: Vuelve al lugar con el fin de reconstruir la cabaña. Envía la versión definitiva de Bajo el volcán a su agente literario. En noviembre vuelve a México con su mujer con el fin de revisitar el escenario de la novela. En Cuernavaca vive en la transformada vivienda de Laruelle, y en Oaxaca se entera de que Juan Fernando Márquez ha sido asesinado en una riña en una cantina, como lo sería el cónsul. Este viaje le inspirará una nueva novela: Oscuro como la tumba en la que yace un amigo, que publicó póstumamente su esposa.

1946: Ante las pegas puestas y las propuestas de recortes planteadas por el editor, responde con una extensa carta en la que defiende el estado actual de la novela y la explica y justifica capítulo por capítulo. Al final, el 6 de abril es aceptada tanto por su editor inglés, Jonatahn Cape, como por el americano, Reynal and Hitchcock.

En mayo, tras ser detenido, es deportado de México, acusado de no haber pagado una multa en su estancia anterior (Lowry relata, en una carta fechada en junio de 1946, a Ronald Pauton, sus peripecias y achaca el asunto a distintas confusiones burocráticas con respecto al permiso de residencia, etc.; a la inquina que tiene los mexicanos con respecto a los británicos, y a otras cuestiones de índole monetarias, relacionadas con la célebre mordida; con tal título escribirá una novela corta). Vuelve con Margerite a Dollarton, localidad en la que está ubicada la cabaña, y en diciembre viajan a Nueva Orleans y Haití.

1947: Con motivo de la publicación de Bajo el volcán, viaja a Nueva York. La novela fue ignorada por la crítica a pesar de que fue traducida en Holanda, Polonia y Portugal. En noviembre se embarca en Vancouver rumbo a Francia por el canal de Panamá, viaje que le servirá para uno de sus relatos.

1949 – 1954: Tras haber estado el año anterior en París y haber viajado por Italia y Bretaña, vuelve a Dollarton. Dedicándose a trabajar en los cuentos que compondrán Escúchanos, Señor, desde el cielo tu morada, y en su obra – que restará inconclusa – compuesta de varias novelas entrelazadas: El viaje que nunca termina. Abandona Dollarton a donde ya no volverá y tras una corta visita a Conrad Aiken en Nueva York, viaja en barco a Génova instalándose en Sicilia.

1955: De vuelta a Londres, es ingresado – tras dejarse llevar por sus fantasmas que le provocaban la falta de alcohol hasta el punto de beberse la loción que hallaba en el cuarto de baño – en un hospital para ser sometido a tratamiento psiquiátrico. A pesar del tratamiento de choque, conductista, las crisis alcohólicas no desaparecen. Los galenos diagnosticaron que se hallaban ante un alcohólico recalcitrante (¡eureka!) y le sometieron a una tratamiento de apomorfina en una pequeña celda acolchada , iluminada con una pequeña bombilla roja, en donde el paciente podía beber lo que le diese la gana, ingesta que se combinaba con inyecciones de apomorfina… pensaban los ilusos médicos que el paciente – envuelto en vómitos y náuseas – rechazaría el alcohol; el caso es que el paciente abandonó el hospital con el hígado más destrozado que antes y con secuelas en su sistema nervioso periférico. La conclusión de los especialistas fue que la bebida era provocada por las desbocadas ansias de escribir del sujeto: si no le salía… recurría de inmediato, al frasco.

1956: Se instala en el pueblo de Ripe, Sussex y se vuelca en el trabajo.

1957: Recorre la Región de los Lagos, en el norte de Inglaterra. El 27 de junio muere, por exceso de barbitúricos que tomó durante una aguda crisis alcohólica (alimentada con litros de ginebra). El diagnóstico que certificó su defunción fue “Death for misadventure“ (muerte por desventura).
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Artículo publicado en el diario Gara

Malcolm Lowry, el cónsul del infierno

Malcom Lowry

«El viaje que nunca termina. Correspondencia (1926 – 1957)»

Tusquets, 2000.

520 págs. / 3000 ptas.

Datos

Fecha y lugar de nacimiento: 28 de julio de 1909 en Warren Court (Inglaterra)

Obras: Bajo el volcán, Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo, Escúchanos, Señor, desde el cielo, tu morada, Piedra infernal.

Profesión: Bebedor compulsivo y autor escaso en lo que hace a cantidad de libros publicados.

Fecha y lugar de fallecimiento: 27 de junio de 1957, en Ripe, Sussex (Inglaterra)

* * *

En Piedra infernal, uno de los protagonistas dice dirigiéndose a otro de los personajes: «pareces muy aficionado a usar palabras como tragedia, decadencia, muerte, …», y cuatro páginas más adelante prosigue: «le gusta tanto contar esas historias, algunas de ellas tienen una extraña calidad. ¿Se ha parado a pensar que la mayoría habla del desastre?…». Parece que tales palabras estén dirigidas directamente a este escritor de, casi, una sola novela que fue Malcom Lowry. En toda la prosa del autor de Bajo el volcán, aparecen por todos los rincones, el dolor, el caos, eclipses, desventuras, peregrinajes desbrujulados, delirium/es (tremens y otros),… la muerte. Metáfora de un mundo que se hunde, arrastrado ineluctablemente por el principio de entropía («el libro entero puede considerarse como una especie de absurdo abominable y serio, tal como de hecho es el mundo»).

La voz que da cuenta de todo eso, es una voz que habla desde el mismísimo fuego del infierno, cuya fuente de energía privilegiada es el mezcal («yo no estoy hablando de buen vino, sino de mezcal»); y en la presente ocasión, la voz nos habla del propio emisor de la voz, del escritor, del escritor que quería escribir un gran libro, el libro, de las claves para interpretar su escritura y de los detalles para penetrar en los avatares existenciales de Malcolm Lowry. Estamos ante unos documentos inesquivables – y no lo digo solo de cara a conocer a un escritor y su obra, que también – que guardan valor e interés por sí mismos y en sí mismos. Unas cartas escritas con primor y que dan cuenta de una existencia francamente movida por el amor ilimitado a la literatura, ilusiones, sueños, vivencias, penurias, llamamientos de socorro a causa de una salud que se hunde debido a la ingesta industrial de alcoholes varios, y a causa de una falta absoluta de medios con los que subsistir.

Estas son las cartas de Lowry, unas cartas escritas con el corazón de quien quiere publicar por todos los medios, de quien quiere merecérselo ya que considera que está haciendo algo muy serio (escribir sobre el infierno pero con tonalidades nuevas), y así leeremos cartas a sus editores, a sus amigos, cartas de amor, y… cartas de derrumbe. Aquí está la verdadera materia prima con la que está hecha la escritura del maldito escritor, de quien sí que podría decirse que no escribió sobre nada sobre lo que no hubiese experimentado (cambios perceptivos provocados por ciertas sustancias), sobre ningún lugar en el que no hubiese puesto sus pies (además de los geográficos propiamente dichos,… hospitales, manicomios, barcos, tascas de mal – y de buen – agüero, volcanes y hasta el propio infierno, en diferentes sucursales). No queda, no obstante, la cosa en las filias y las fobias de un escritor alcohólico, preocupado únicamente de su ombligo – o de su dañado hígado -, sino que su mirada tiene como objeto el mundo y lo que en él se cuece, en aquellos tiempos de salvaje ebullición (la sombra de la batalla del Ebro es alargada, como alargada es la sombra de las afiladas garras del nazismo). Desde este punto de vista, puede hablarse – Miguel Morey lo ha hecho con certero tino- de la vertiente ética de la escritura lowryana: lo que se juega en ella es el tira y afloja entretenido por el Bien y el Mal, en medio del cual se haya atrapado el mundo y por supuesto el hombre; y si bien, las cosas – hablo de la novela esencial del autor, Bajo el volcán, aunque a decir verdad también a las otras si exceptuamos Ultramarina (experiencia marina del autor por mares asiáticos) y Piedra infernal (experiencia del autor en un hospital psiquiátrico) – se desarrolla en México, esto no supone de ninguna de las maneras que haya de darse lo relatado un carácter localista. Este país da el adecuado color, olor y sabor a las andanzas de un alcohólico cónsul que avanza hacia el fin en el Día de los Muertos.

Una dipsomanía galopante

Decía el bueno de Lowry, en una de las cartas que se presentan en este volumen, que «lo último que pretendía es escribir un sermón contra la bebida…» [según cuentan sus biógrafos sus inicios en la bebida era una respuesta rebelde a la vida de excesivo orden de su progenitor y familia]. Sea como sea, el Cónsul no hace, a lo largo de las veinticuatro horas que dura la volcanesca novela, otra cosa que luchar contra el desorden que le rodea y que comienza en su propia mente encendida por las cantidades ingentes de alcohol que el caballero traga. Se ha hablado – el propio autor fue el primero en hacerlo – del libro como Divina comedia de borrachos, y de lo que no cabe la menor duda es de que desde que se abre el libro hasta que se cierra, las botellas liquidadas son innúmeras (creo recordar que hace una quincena de años la revista Quimera, en un dossier que publicó sobre al autor, cifraba casi en 20.000 gramos de alcohol los consumidos por el protagonista, Geoffrey Firmin). El mezcal también ocupa su esencial papel en Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, ya que al fin y al cabo fue la causa que provocó la muerte del amigo al que el escritor iba a buscar unos años después; « ¿Cuántas botellas desde entonces? ¿En cuántos vasos, en cuántas botellas se había escondido solo desde entonces?. De pronto las vio, botellas de aguardiente, anís, jerez, Highland Queen, las copas, una babel de copas – que ascendía como el humo del tren aquel día – construida hasta el cielo y que luego se derrumbaba y los vasos se volcaban y rompíanse y rodaban cuesta abajo por las pendientes de los Jardines del Generalife, las botellas se quebraban, botellas de oporto, tinto, blanco, botellas de Pernod, Oxygenée, ajenjo, botellas que se hacían añicos, botellas desechadas que caían con golpe seco en los terrenos de los jardines…botellas de Calvados…. botellas, botellas, botellas y copas, copas, copas de amargo Dubonnet o de Falstaff, rye, Johny Walker, Vieux Whiskey blanc Canadien, , aperitivos, digestivos, demis, los dobles, los noch ein Herr Obres, los et glas Araks, tusen taks, las botellas, las hermosas botellas de tequila y las ollas, ollas, ollas, los millones de ollas de hermoso mezcal…»… litros y litros de variados alcoholes para evitar que el mundo cayese en la muerte por remordimiento, ya que según la visión de Lowry, si los humanos dejasen de beber por un instante morirían de culpa y vergüenza.

Como la vida misma, en Lowry botella y vida, botella y mundo, van indisolublemente unidos: sus crisis alcohólicas son numerosas, su estado de borrachera es habitual y le origina abundantes problemas en México, sus ingresos en psiquiátricos con fines desintoxicadores se suceden. Su muerte se produjo por exceso de barbitúricos ingeridos durante una crisis alcohólica. El diagnóstico del médico que certificó la defunción Death for misadventure (muerte por desventura ). Lowry se fue, siguiendo las palabras entrecortadas del Cónsul… «Elijo la única salida, punto y coma. Adiós, punto. Otro párrafo, otro capítulo, otros mundos …»

Libros manejados:

+ Malcolm Lowry, «El volcán, el mezcal, los comisarios» (Tusquets, 1971).

+ Christine Pagnoulle, «Malcom Lowry. Voyage au fond de nos abîmes» (L´Age d´homme, 1977).

+ Eduardo Chamorro, «Galería de borrachos» (Penthatlón Ediciones, 1981).

+ Malcolm Lowry, «Oscuro como la tumba donde yace mi amigo» (Editorial Bruguera, 1981).

+ Malcolm Lowry, «Bajo el volcán» (Bruguera, 1981).

+ Geneviève Bonnefoi et alii, «Malcolm Lowry. Études» (Maurice Nadeau, 1987).

+ Malcolm Lowry, «Piedra infernal» (Montesinos, 1988).

+ Miguel Morey, Viaje con Malcolm Lowry: las desventuras del buen samaritano in «Psiquemáquinas» (Montesinos, 1990; pp. 233-250).

+ Malcolm Lowry, «El viaje que nunca termina. Correspondencia ( 1926-1957)» (Tusquets, 2000).

+ Malcolm Lowry, «Rumbo al Mar Blanco» ( Malpaso, 2017).