Por Iñaki Urdanibia

«Satán, el doble de Dios, mas (como en un espejo) un doble invertido, degradado, falso, irónico, absurdo, un doble que intenta hacerse pasar por su modelo, lo que logra a menudo, y que no cesa por ello de complacerse, Desde entonces, no queda más que una única manera de no poseerme, complacerme también»

                         François Ricard, Posface de La vie est ailleurs

«Para Kundera la novela e el género característico de la democracia el género más estrechamente vinculado a la lucha por la libertad y la igualdad»

Richard Rorty, Escritos filosóficos 2

«Pero si el futuro no es para mí un valor, ¿a qué estoy ligado entonces? ¿a Dios? ¿a mi patria? ¿al pueblo? ¿al individuo?

»Mi respuesta es tan ridícula como sincera. No estoy ligado a nada más que el depreciado legado de Cervantes»

                        Milan Kundera, El arte de la novela

Para algunos la respuesta a la pregunta plateada e el título es de una claridad meridiana: no es que haya que olvidarlo sino que hace ya tiempo que está olvidado, ¡vaya! («se puede burlarse de los burgueses pues están muertos desde hace tiempo y no lo saben»). Los motivos esgrimidos es que su anticomunismo rebosaba, defendía la autonomía de la literatura, más en concreto de la novela plegándose a los parámetros de la democracia burguesa, y otros argumentos (?) de semejante pelo.

Juzgo que la cosa es algo más complicada que todo ello, y vamos por partes, no sin antes dejar claro que trop c´est trop y que, tomando prestado a Oscar Wilde, lo contrario del matiz es la barbarie; así pues, no pretenderé en las líneas que siguen postularme como defensor del escritor checo, ya que su obra le defiende sola con abundantes dosis de «cólera generosa» de la que hablase George Orwell.

1) Resulta llamativo que cantidad de escritores del Este europeo, dicho “comunista”, hayan reclamado el derecho de expresarse desde los tiempos iniciales de la revolución de Octubre: ahí están los casos de Bulgakov, Zamiatin o del mismo Maiakovski, Gorki, o fuera de tales pagos, puede verse el caso de Bertolt Brecht que tampoco careció de roces con la autoridad en curso; todos ellos tuvieron sus más y sus menos con la nomenklatura gobernante. Más adelante, y sin pasar lista, pueden nombrarse los casos de Ismaíl Kadaré, Svetlana Alexievitch, Herta Müller, o… el mismo Milan Kundera, que acaba de fallecer. Es de una simplificación palmaria considerar a los nombrados y a otros muchos como traidores, o similares… simplemente ante la falta de libertad de crear y publicar optaron por tomar las de Villadiego, y puestos a elegir entre los dos modelos en liza: capitalismo de Estado teñido de rojo, disfrazado de socialismo o comunismo, y capitalismo sin caretas, se posicionaron con el segundo. Recuerdo, y siento dolor, ante algunas declaraciones del gran novelista albano Kadaré, en un libro de entrevistas, en las que se deshacía en elogios, por ejemplo, sobre Juan Pablo II, la albanesa madre Teresa de Calcuta y otras luminarias del karaoke dominante del capital-parlametarismo que diría Alain Badiou, como el presidente norteamericano Bill Clinton… Es obvio que entre guatemala y guatepeor no optaron por un posible, y deseable, guatemejor. Lo afirmado no les anula como escritores

2) Si ponerse frente al asfixiante poder dominante de los países del este europeo, ha de considerarse como anticomunismo, que vengan los dioses de la revuelta y lo vean. No es cosa de extenderse en el tema, pero desde hacía largo tiempo, casi desde la fundación de dichas repúblicas dichas de democracia popular, que el socialismo brillaba por su ausencia, si es que alguna vez estuvo en marcha; ni por asomo. Dejo de lado aquella afirmación de profecía, cumplida, de Bakunin, mantenida posteriormente en términos similares por Kropotkin y otros, de que socialismo sin libertad es tiranía o cuartel.

3) La literatura sí que posee cierta autonomía y su temática no se reduce, no ha de reducirse al campo de la política, ya que el mundo de las pasiones, los sentimientos y demás son constantes en la historia de los humanos; responde su quehacer al título, y al espíritu, de su primera recopilación poética: El hombre, ese vasto jardín (no está de más inspirándose en Orwell recordar que todos humanos pero unos más humanos que otros). Es en este orden de cosas, que escritores, como el propio Kundera, deslizase sus historias por el amor, el desamor, y las cortapisas, en una polifonía existencial, que se imponen en ciertos contextos en los que el torbellino de la Historia mostraba su rostro más asfixiante y que Kundera utilizaba como telón de fondo y sabido es desde Machado que «la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero» [hace ya siete años dediqué un amplio artículo al escritor checo-francés: “La despedida” de Milan Kundera https://archivo.kaosenlared.net/la-despedida-de-milan-kundera/index.html], no es ningún pecado sino que simplemente la muestra palmaria de que la literatura, como todas obras creativas, no están dominadas, ni deben estarlo, por la centralidad política, siempre que uno no se a un seguidor fiel de las doctrinas de Zjanov o de Mao en sus Conferencias sobre arte y literatura en el foro de Yenan… realismo socialista y/o servir al pueblo como guías.

4) Acudir a sus pretendidos devaneos con la policía secreta en los viejos tiempos (lo cual, dicho sea al pasar, para los defensores del pretendido socialismo de los países del área en vez de una falta debería ser un encomiable servicio) es el mismo recurso, ya gastado por el uso y el abuso, a revisar el pasado, colaborador o militante, de grandes escritores como los de Günther Grass o Krista Wolf, por ejemplo, para hallarles en falta ya que ciñéndose a su escritura no sería fácil emprenderla con ellos algo de esto también se dio con respecto al autor de 1984. Ya en su momento el comportamiento del secretario general, Stalin, usaba el mecanismo de retirar de las fotos de la los tiempos de Octubre a quienes no estaban de acuerdo con él, o buscar traiciones pasadas, para dar a entender que ya se vio desde el principio la carencia de carácter revolucionario de los nombrados, su espíritu timorato…

5) Vistas así las cosas, y observando desde la corrección política, pretendidamente revolucionaria, deberían echarse à la poubelle a numerosos escritores (Louis-Ferdinand Céline, Mario Vargas-Llosa, el también checo Ivan Klima, Jon Mirande, Ernst Jünger, ..), directores de orquesta (Herbert von Karajan, Karl Böhm, Wilhem Fürtwangler…), actores (Yves Montand…), filósofos (Martin Heidegger como buque-insignia de que un gran filosofo puede ser al tiempo un gran… por no hablar del aristocratismo de Platón, o…)… Así, ateniéndose al criterio del compromiso, o su posicionamiento, político como determinante, grandes pagos de la cultura (oigo a alguien clamar ¡burguesa!) serían borrados del mapa, lo que de hecho vendría a ser el cumplimiento de aquel arrojar el bebé con el agua del baño. Recuerdo dos afirmaciones potentes y coincidentes de Víctor Moreno y de Alfonso Sastre en las que se venía a plantear una pregunta retórica: ¿puede un idiota / un hijo de puta escribir bien?, refiriéndose al último de los escritores nombrados en al paréntesis dedicado a los escritores, Jünger, y a algún otro.

y 6) Por si fuera poco, algunos tras la descalificación política, recurren a un primario bobarysmo (Madame Bobary c´est moi, decía Flaubert) para hallar cierto machismo rozando la misoginia del escritor en alguna de sus más señeras novelas; es decir, que si un escritor presenta el retrato de un ser infame es que él mismo es un infame; habría que ver su vida y su comportamiento fuera de los libros, a no ser que uno sea un defensor del hapax existencial puro y duro en la senda de Michel Onfray. En las novelas del autor el narrador recurre a distintas máscaras y no siendo posible identificar narrador, protagonista y autor.

El caso es que si no le pillamos por una lado, probamos por el otro y así si no es suficiente una taza le servimos taza y media, vienen a decir los críticos críticos.

Algunas pinceladas sobre el escritor

El pasado 11 de julio fallecía el escritor checo, nacionalizado francés al llegar al gobierno François Mitterand en 198; había llegado a Francia seis años antes, ejerciendo de profesor en distintas facultades. Más tarde, en 1993, abandonó la lengua checa para escribir en francés. Autor de una veintena de obras, en las que dominaba la narrativa si bien también hay teatro y ensayos literarios, saludada con elogios por parte del público lector y por la crítica. Traducido a más de cuarenta lenguas y eterno candidato al Nobel de Literatura.

Su formación musical, cuya huella se deja ver en su escritura, fue completada con estudios de literatura y estética en la universidad de Praga, sin obviar sus estudios en la Academia de cine, en la que cursó tres años.

El mismo año de su publicación, La broma, fue traducida al francés y saludada amén de prefaciada por Louis Aragon («una de las mejores novelas de nuestro siglo») y Jean-Paul Sartre («la pregunta que plantea Kundera es sumamente radical:¿por qué deberíamos sentir amor por ellos? Sí, ¿por qué? Tal vez podríamos responder a esta pregunta un día, tal vez nunca»); la obra vendió a la carrera más de veinte mil ejemplares, siendo prohibida a continuación al ser considerada por las autoridades demasiado política, y con más contundencia: como la Biblia de la contrarrevolución, la novela no fue autorizada en Praga hasta 1991, poniendo el escritor como condición para su publicación que los derechos de autor se dedicaran para traducir a Céline a la lengua checa. Tres años más tarde vería la luz, El libro de los amores ridículos, en donde abordará algunos de sus temas de preferencia: el amor, la amistad, la fidelidad y la identidad… con presencia de la risa y el humor.

Ya desde hacía tiempo que los servicios secretos seguían su pista. Entró al partido comunista checo a los dieciocho años, siendo expulsado en 1956, para ser readmitido en 1970. Su espíritu contestatario frente a la falta de libertad, hizo que se le despojase de su nacionalidad. A pesar de ello y seguramente impulsado por ciertos sentimientos, cedió en 2020, su biblioteca a su ciudad natal de Brno. La publicación de sus obras no se permitía en Checoslovaquia, a pesar de lo desigual de su temática: así La vida está en otra parte, libro empapado de sensualidad, cuyo epilogo fue escrito por el escritor mexicano Carlos Fuentes que decía «Milan Kundera, el otro K. De Checoslovaquia, no necesita acudir a forma alguna para provocar la extrañeza y la incomodidad con la que Franz Kafka invadió de formas luminosas un mundo que ya existía sin saberlo. Ahora, el mundo de Kafka sabe que existe. Los personajes de Kundera no necesitan amanecer convertidos en insectos porque la historia de Europa central se encargó de demostrarle que un hombre no necesita ser un insecto para ser tratado como un insecto»; el libro que funciona como una matrioska, obtuvo el premio Médicis extranjero 1973. El siguiente fue publicado en 1979, El libro de la risa y el olvido, en el que retrataba la vida de una mujer inmigrante, que rememoraba su pasado, obra en la que ya asomaba uno de sus dispositivos narrativos claves: la unión de los imposibles, lo más serio y lo más frívolo… Todos sus libros circulaban, no obstante, en ediciones clandestinas, samizdat. Luego vendrían El vals de los adioses o La insostenible levedad del ser… y la alargada sombra de una serie de autores abiertamente reivindicados en su El arte de la novela o en sus Los testamentos traicionados, como Cervantes, Kafka, Musil, Gombrowicz, Rabelais, o Diderot, ahí está, con respecto al último nombrado, su Jacques y su amo, pieza teatral. Tampoco evita los diálogos imaginados como el presentado entre Goethe y Hemingway en La inmortalidad en donde el trasfondo era el dominio en el mundo de hoy de la imagen y la tecnología, o en su primera obra en francés, La lentitud, en donde denuncia la superficialidad de la velocidad y el culto de la novedad, o el canto al valor del amor en su La identidad, etc. etc. etc..

Destacan en sus escritos abundantes dosis de desenfado y de humor afilado, muy en concreto en el caso de la crítica al autoritarismo y a la irracionalidad de sus jefes y comisarios, con tintes realmente rabelesianos – influencia que queda netamente clara en su La fiesta de la insignificancia – dejando la página al principio de no-seriedad, y con situaciones chuscas que recuerdan a las aventuras del soldado Svejk de su compatriota Jaroslav Hasek. Posición que defiende al sostener que la novela, avant le roman, ya comienza a asomar en las figuras de Gargantua y Pantagruel cuyo autor ha sido abandonado por los escritores de la posteridad, con lo que el humor y la libertad ha salido perdiendo, la imaginación creadora también, y la pretensión de llegar al común de los mortales, más allá de las élites lectoras. Kundera ve en el autor francés una escritura en la que abundan las fases ocurrentes que inevitablemente provocaban la risa o la sonrisa, los aires libertinos, festivos y hedonistas y la interpelación continua al lector, como implicándole. Todo lo dicho no quita para que siguiendo su senda, Milan Kundera pretenda, y a mi modo de ver consiguiese, relacionar narración y discurso, logrando así que se recuperase la novela como arte. Es obvio que el humor no gusta, en especial a los autoritarios o a quienes detrás de cada historia han de vender alguna idea o ideología. No está de más recordar que Rabelais tuvo serios problemas de manera constante con censuras de diferentes pelaje por su corrosivo humor, por su espíritu desenfadado crítico y por su obscenidad. Creó el escritor renacentista un término, agélastes, para referirse a quienes no saben reírse, que odian lo que no es serio. No es sinónimo pesadez que profundidad, lo segundo es lo defendido en el caso del escritor ahora fallecido, al tiempo que defiende el derecho a la arbitrariedad de sus personajes, lo que hace por momentos que en sus obras el lector se halle pillado en un balanceo entre lo serio y lo no-serio. Principio de incertidumbre y de relatividad al canto, lugar en el que los personajes no están en posesión de la verdad, pura amén, sino que viven y hablan con plena libertad, y no huyen de los posibles diferendos (de différend hablaba Jean-François Lyotard) que sus posturas pudieran originar… por los lindes de cierto Céline, de cierto Gustave Flaubert, el de Bouvard et Pécuchet,… lejos de cualquier espíritu predicador.

Dos textos

En febrero de este mismo año se publicó, editado por Tusquets, «Un Occidente secuestrado» que recoge un par de intervenciones de Milan Kundera: la primera: La literatura y las pequeñas naciones, una conferencias de 1967 pronunciada en el Congreso de Escritores Checoslovacos; la otra, corresponde a un artículo publicado en 1983 en la revista francesa Le Débat, Un Occidente secuestrado o la tragedia de Europa central.

Si Stefan Zweig añoraba el Mundo de ayer, y a otro escritor centropeuropeo, de mitteleuropa, Josef Roth, no le dolían prendas en sus últimos escritos a la hora de echar en falta los tiempos del Imperio, y no pasaré lista, Milan Kundera declara sin ambages su nostalgia por los tiempos pasados, los de la unidad plural del imperio austro-húngaro. Parece que la tonalidad dominante sería la de cualquier tiempo pasado fue mejor.

Dos cosilla de entrada: por una parte, servidor en su candidez pensaba que el título se referiría al secuestro de Europa por parte de los USA; por otra, hay otros que con rapidez propia a la de un cervatillo herido, han convertido el libro en una profecía acerca del laberinto que se vive en el Este de Europa, y más concretamente en Ucrania… Pues la verdad es que el centro de gravedad se sitúa en otro terreno, el de la cultura, o mejor en el de las culturas en plural; unido a esto señala el escritor dos responsabilidades: la una proveniente del gigante ruso que ha impuesto su influencia a algunos países vecinos que fueron añadidos a la esfera soviética al final de la segunda guerra mundial, con la ayuda del ejército rojo en retirada, tras la victoria sobre el nazismo. El dominio centralizador y unificador se plasmó en la asimilación a algunos de dichos países de la escritura cirílica y la iglesia ortodoxa, además de los gustos artísticos, realismo socialista imperando, que asfixiaba la expresión de las literaturas nacionales y sus lenguas y el pretendido carácter eslavo de países con ancestrales escritura latina y creencias católicas. Así se fue consagrando una idea común que al hablar de Centroeuropa los identificaba como países del Este, afines a Rusia. La otra responsable, como deja ver la amalgama recién nombrada, es la propia Europa que se ha desentendido de dichas culturas, europeas, sin tener en cuenta su identidad e importancia propias.

Parte del caso checo, para indicar que nunca ha habido una creencia consolidada de la existencia de una nación checa; aporta algunos datos históricos de esta no-evidencia, e indica el vaivén que se ha producido entre los nacionalistas checos, y su afán de diferenciarse, con el movimiento renacentista en marcha, de otras culturas y lenguas; luchando contra las tendencias provincianas. Se da el caso, no obstante, de que en tal suelo convivían varias lenguas, entre otras el alemán (véase el caso de Franz Kafka que escribía en dicha lengua), subrayando el enorme papel jugado por las traducciones que hacía que se pudiese acceder a obras de otras lenguas al tiempo que las escritas en checo salían de su aislamiento. Llama a tener en cuenta el contexto frente al dominio de lo que él denomina vandalismo: manteniendo que los vándalos no son una banda de ignorantes, analfabetos, sino que los hay muy instruidos, contentos de sí mismos y ocupando una buena posición que se dedican a censurar y dejar fuera de circulación aquello que no les place, por no coincidir con sus postulados. Acude a la célebre sentencia de Voltaire, en carta a Le Mettrie, de que «no estoy de acuerdo con lo que dice, pero lucharé hasta la muerte para que tenga el derecho a decirlo», y compara los procesos que se dieron en corrientes del pensamiento y del arte como el Renacimiento o el Romanticismo, que salieron adelante superando los límites marcados con anterioridad, proponiendo que lo mismo habrá de suceder con la “literatura socialista” que «no adquirirá un sentido positivo hasta que no haya llegado a cabo el mismo franqueamiento liberador». Subraya las diferencias entre el nazismo y el estalinismo: reivindicando el primero un antihumanismo desacomplejado mientras que el segundo procede de la corriente de la Ilustracn que más tarde ha abandonado. Concluyendo su conferencia con esta afirmación: «quienquiera que por santurronería, por vandalismo, por incultura o por estrechez de espíritu ponga trabas a la actual proyección cultural estará poniendo trabas a la misma existencia de este pueblo». No cabe duda de que el texto mantenía su plena actualidad participando en el calentamiento de motores, en momentos de ebullición cultural (revistas, jazz, cine…) de la primavera de Praga que se produjo el año siguiente.

El segundo de los textos se inicia con un potente dardo que señala a la actualidad como época cuyo eje es el entretenimiento, sustituyendo este vacío a las épocas pasadas en las que había un eje esencial: en la Edad Media era Cristo – habla de Europa – , más tarde fue la Ilustración con sus ideales de educación, de dominio de la razón, etc.. El eje de su discurso es la defensa de las pequeñas naciones, incluyendo como paradigma a los judíos, y la consideración de los países del Este europeo (Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Rumanía, etc., con la excepción de Bulgaria que hereda el alfabeto cirícilo y la religión ortodoxa) como formando parte de Europa, datando el cambio de sentido que se dio en 1945, en que se borraron las claras y distintas relaciones de la herencia de Roma y la de Bizancio. Occidente, Oriente y en medio Centro al que se ha desatendido, olvidando sus creaciones que forman parte de la cultura europea, lo que hace que se le ignore situándolo en un afuera, especie de limbo. Traza la línea de unión entre cultura y pueblo e indica como resulta llamativo que precisamente en el Centro es en donde se han dado revueltas (Hungría, Polonia, Praga…), para tratar de liberarse de las tendencias rusificadoras. Es en este terreno en el que reclama la necesidad que habría de haberse dado de un Estado común de dichos países que respetase la pluralidad de culturas particulares, frente a las tendencias centralizadoras que venían del Este. En este orden de cosas considera la caída del Imperio austro-húngaro como una verdadera desgracia, de la que únicamente se libró, de chiripa, Austria. En esta cerrada defensa de la occidentalidad de dichos países, embiste contra los mitos del mundo eslavo, y del alma eslava que alguna vez algunos críticos se han atrevido a ver en su obra, la de Kundera, lo que hace que el rebote sea mayúsculo, uniéndose al coro de otros rebotados que sostienen que nada tienen que ver co dicha entelequia, así trae a colación a diferentes escritores de la zona, como Josef Conrad, y otros polacos como Witold Gombrowicz y los otros dos mosqueteros: Bruno Schulz y Stanislaw Witkiewicz, trayendo a colación a otros escritores y músicos vieneses como Robert Musil, Herman Broch o el atonal Schoenberg, que ensombrecieron la importancia igualmente debida a Jaroslav Haseck y al también checo Kafka, o a músicos que frente a la atonalidad dodecafónica, siguieron la tradición, en hilo del barroco, como Bela Bartok o Litz, sin obviar a Léos Janacek… lo dicho no quita para que elogie a algunos artistas rusos como Stravinski, que era – según señala – un verdadero compendio de la música rusa y la occidental, o el anteriormente citado, Janacek, que basaba una de sus más destacadas óperas en una obra de Dostoievski, también queda nombrado Rilke cuya patria espiritual era Rusia; nombra igualmente la escuela de Praga, creadora del estructuralismo cuyas indagaciones lingüísticas quedaron igualmente ensombrecidas pos los trabajos del Círculo de Moscú… refiriendo una diferencia que señalaba la poeta rusa Ajmátova a un escritor polaco que se quejaba de la falta de libertad, para señalarle que sus quejas eran pura filfa comparadas con lo que acontecía en Rusia.

El acento queda puesto en la consideración de que «la identidad de un pueblo o de una civilización se refleja y se resume en el conjunto de creaciones espirituales que generalmente se llama “cultura”», e incide con diferentes ejemplos en la unión /fusión /confusión que de da en lo que hace al origen de algunas personalidades de las que es difícil señalar una pertenencia clara como es el caso de Franz Werfel, de Sigmund Freud u otros escritores, pensadores y músicos como Josep Roth, Edmund Husserl, Gustav Mahler, Danilo Kis, etc., etc., etc.; identidades mestizas, supervivencia que hacen que en tales pagos los interrogantes acerca del futuro incierto se plantean con una agudeza que no sucede en otros países europeos asentados en los que no se ha dado un baile de dominios… significativa en este orden de cosas, es aquella frase con la que Alfred Jarry comienza su obra Ubu, rey: en Polonia, es decir en ninguna parte.

Destaca la importancia de los movimientos de creación cultural y artística, con sus revistas de amplias tiradas, en las movilizaciones de Praga en 1968, muestra casos de la permanente censura padecida, y señala que en la actualidad se da en Europa una absoluta banalización de la cultura, que hace que no se den unos valores ni personas, intelectuales, que encarnen una autoridad moral como en otros tiempos (refiere e este orden de osas como la policía secreta entró en casa de un amigo filósofo y se llevó un manuscrito de seiscientos folios; desesperados optaron por dirigirse a Jean-Paul Sartre que intercedió ante las autoridades que acabaron devolviendo el manuscrito a su dueño. Se pregunta Kundera a quién podrían dirigirse en la actualidad; a pesar del agradecimiento al autor de El ser y la nada, le señala como el culpable de la desvirtuación de la literatura por su idea del compromiso. Diré, por otra parte, que el filósofo al que se refiere, era Jan Patocka, que falleció tiempo después en comisaria)… y osa decir que «toda la gran creación centroeuropea, desde principios de nuestro siglo hasta nuestros días, podría entenderse como una larga meditación sobre el posible fin de la humanidad europea»… y si con la destrucción del Imperio, Europa central perdió sus murallas, después de Auschwitz se barrió de su superficie la nación (?) judía… Centroeuropa sigue vivita y coleando como muestran las revueltas referidas, ahora bien si «vivir significa ser mirado por aquellos a los que se ama, Europa central ya no existe…».

Y…

Yo por mi parte, sigo releyendo las novelas de Milan Kundera, afirmando el dicho de Ítalo Calvino de que a los clásicos no se lee sino que se relee, pues siempre ofrecen lecciones de vida, y espacios de libertad… y es que – según Kundera – «el mundo de una única Verdad y el mundo relativamente ambiguo de la novela están hechos de sustancias diferentes […] el hombre llega a ser un individuo precisamente al perder la certeza de la verdad y el acuerdo unánime de los demás. La novela es el paraíso imaginario de los individuos, es el territorio en el que nadie posee la verdad, ni Ana ni Karenina, y en el que todo el mundo tiene el derecho a ser entendido, tanto Ana como Karenina»… no teniendo nadie el derecho de dominar, ya que nadie representa la verdad, el Ser, la idea o el pensat.

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Leo a Kvetoslav Chvatik en su La trama del mundo. Milan Kundera, novelista: «El mundo de la novela de Milan Kundera [,,,] no es un mundo que pretenda ser “fiel imagen” de su medio y de su época, ni es el de la novela social o histórica. Tampoco es el de la novela de confesión, del diario o del documento personal. Es el mundo de la ficción novelesca edificada a partir del original discurso de un narrador que se impone plenamente mediante la fuerza de su imaginación y de su inteligencia. Es el que juega con relato y disfruta dialogando con el autor, es también una meditación que, como en un laberinto, va colocando una serie infinita de espejos. ¿Cuál es el verdadero en esta serie especular de posibles sentidos? Puede que sea la forma acuciante en que se plantea la cuestión, así como la imposibilidad de darle una respuesta unívoca y definitiva, lo que constituye la trama del mundo de las novelas de Kundera, o, por decirlo de un modo más preciso, la base de su estrategia narrativa…».