Category: OLGA TOKARCZUK


Por Iñaki Urdanibia

Habla Abel Murcia en su Posfacio a la recién publicada novela de la escritora polaca Olga Tokarczuk: «Los libros de Jacob», editado por Anagrama, de la constelación de la escritora, texto en el que ofrece un detallado panorama de la suerte desigual de las obras de la escritora en el mercado editorial hispano. Hablando de quien fuese galardonada con el Premio Nobel de Literatura de 1918, entregado a cusa de la pandemia al año siguiente, podría hablarse de galaxia, y viendo en enorme aliento, y paginación de más de mil páginas, por cierto ordenadas en orden inverso, de novela-río o mejor torrente ya que la amplitud de las historias convocadas y el recorrido nómada que nos arrastra por diferentes países y zonas geográficas y culturales (Polonia, Esmirna, Viena…), en una sucesión que parece que las historias se disputen entre sí a la hora de tomar la página; ese movimiento viajero nos convierte en errantes, nombre de una de sus novelas.

Si en el Prólogo se dice que Yena «lo ve todo desde lo alto», esta mirada de una amplitud inusitada, podría acompañarse de las palabras finales que la escritora pronunciase en el discurso con motivo de la recepción del Premio Nobel: «Por eso creo que debo contar las cosas como si el mundo fuera un todo en permanente formación ante nuestros ojos y nosotros una parte, pequeña y poderosa al mismo tiempo, de ese todo». Ocho años le llevó la escritura de esta novela, hasta convertirse – según dice – en una verdadera obsesión, en la que no comete traición al avisar desde la primera página que lo que nos entrega es un «Gran viaje a través de siete fronteras, cinco lenguas y tres grandes religiones y otras pequeñas. Contado por los Muertos, y completado por la Autora siguiendo el método de la Conjetura, y de muchos otros Libros extraído, y asimismo reforzado con la Imaginación que es el Don natural del ser humano. Dedicado a los doctos para sus memorandos, a los compatriotas para la reflexión, a los legos para el aprendizaje y a los melancólicos para en entretenimiento». Treinta y una corrientes que fluyen y confluyen, en siete libros, en la historia de Jakob Frank (1726-1791), personaje real del siglo XVIII, joven judío, rabino y astrólogo entre otras dedicaciones, que pateó dos imperios: el otomano y el de los Habsburgo, en una incansable labor de proselitismo, llegando a profesar tres religiones y autoproclamándose Mesías, y poniendo en pie una secta en las que sus seguidores luchaban contra los tabúes de la sociedad de la época, estamos en el siglo de las Luces, y propugnando una renovación espiritual que, según se contaba, iba unida a fiestas y celebraciones orgiásticas y bacanales, lo que supuso que el sujeto y sus epígonos fuese considerados herejes y perseguidos como tal.

El tal Jakob Frank había nacido en un medio pobre en el reino de Polonia, cuyo padre era partidario de Sabbatai Tsevi, que en el siglo pasado se había autoproclamado mesías; Jakob se presenta bajo al nombre de Frank, que significa extranjero, lo que para él es signo de libertad, ser cuyo territorio es la amplitud; él viste trajes turcos y es excomulgado por el poder rabínico lo que le empuja a convertirse al Islam al tiempo que cree en la trinidad del catolicismo, lo que hace que su sincretismo sea grande. Se refugia en tierras otomanas y de vuelta a Polonia la gente le sigue insultándole y agrediendo a sus seguidores… perseguido por los rabinos, halla apoyos en la jerarquía católica, logrando el apoyo del rey de Polonia, del zar y hasta de María Teresa de Austria, Encarcelado, maldito, muere en Alemania, rodeado de sus discípulos, y su inseparable hija Yena, declarando que su papel era el salvar al mundo de todos los corsés que reinaban en todos los países con el fin de facilitar la llegada del Dios verdadero.

En una mezcla de imaginación e historia real la escritora da muestras de ser una verdadera corredora de fondo, manteniendo el pulso sin decaer a lo largo de las páginas, en las que no las hay de relleno ya que Olga Tokarczuk pisa fuerte al seguir la pista del singular personaje cuya sombra e influencia desbordó los límites del judaísmo, con respecto al que mantenía claras posturas heterodoxas, que no cuadraban con las creencias que habían rodeado su niñez. A lo largo del seguimiento del personaje va quedando marcado el terreno propio del mesianismo que por aquellos tiempos, ilustrados, estaban en boga en el seno del judaísmo.

La amplitud del volumen puede espantar a más de uno y de dos, mas tal temor irá despareciendo desde el momento en que se traspasa el umbral de las primeras páginas, desde las que se van encadenando historias, sucesos, encontronazos y fugas, narrados por una locuaz Sherezade, de nombre Olga Tokarczuk, que recurre a numerosas fuentes en un ejemplo de rigor histórico, tantas que ella misma se niega a presentar la lista y no por deseo de ocultarlas sino porque so tan amplias… Siete libros ( de la niebla, de la arena, del camino, del cometa, del metal y del azufre, del país remoto, y de los nombres) compuestos de treinta y una estaciones que se entrelazan sin crujido en un continuum que presenta las alucinadas andanzas del protagonista, Jakob, y de los numerosos acompañantes y también de sus enemigos jurados, y por medio van quedando los rastros de los textos considerados sagrados del Zohar.

Como queda señalado estamos en los tiempos de la Ilustración, mas junto a las prescripciones kantianas de atreverse a pensar (sapere aude!) y al abandono de la minoría de edad, en defensa de la autonomía, la superstición y la obediencia a la heteronomía seguían vigentes, y con mucha potencia, en casos como los liderados por el tal Jakob Frank, que escapaba a los cánones el uso, hasta de su propia religión, deviniendo en el provocador de un cisma, al renegar de la autoridad del Libro, de todos los Libros dichos sagrados, y si lo digo en plural es debido a que las tres religiones monoteístas, de Libro, cohabitaban en las tierras polacas, que se había convertido en verdadera tierra de asilo para los perseguidos judíos por los pogromos rusos. El sujeto era considerado como un mago moviéndose al margen de la ley, un libertino, convencido de que él era el Mesías y con tal megalómana pretensión surcó las tierras europeas, siempre con el propósito de que su pueblo viviese en seguridad y que fuese respetado como lo eran los demás.

Se ha hablado en el caso que no ocupa de realismo mágico, no caeré en la tentación catalogadora, más lo que sí se pude afirmar sin rizar rizo alguno es que al personaje le rodeaba un aura de magia que hacía que fuera respetado por no pocos paisanos que veían en él un salvador, un antídoto contra las situaciones adversas, contras las tragedias sin cuento que se vivían y las mayores que siempre amenazaban en el oscuro horizonte temporal, y los escenario por los que transita el tal Jakob, vamos convirtiéndonos en conocedores de los bazares con sus sonidos, las extensas campiñas en donde florecen los amores, y los rituales y los tiempos dedicados a las preces, al estado y el funcionamiento de la educación de los pequeños, y… sus llantos y sus risas.

No recurre Olga Tokarczuc a páginas de relleno ya que en todas hay tema que nos envuelve con sus descripciones de los personajes, de los núcleos urbanos con su arquitectura, con sus edificios y las vestimentas de sus habitantes, y el naturalismo sobresaliente con que son presentados los paisajes, y en medio de este escenario y estos protagonistas dispares (rabinos, obispos, gente del campesinos…) perfilándose una clara impronta de la lucha contra la opresión, muy en especial de las mujeres y de los extranjeros, y no menos los resabios de rebelión frente a los dogmas impuestos de la religión, de la cultura y de la política. Ya en el capítulo cuarto aparece uno de los personajes de indudable peso en la novela, el padre Chmielowski que se erige en el primer autor de una enciclopedia polaca, mostrando una honda confianza en el poder de la literatura como forma de conocimiento, erigiéndose en una rara avis que defiende cierta forma de ilustración en medio de un ambiente absolutamente dominado por las creencias religiosas, en un escenario en el que la lucha entre la luz y las tinieblas está en primera línea, siendo un eje que atraviesa geografías y fronteras. Es difícil no gozar con las ingenuas enseñanzas y conclusiones que se exponen en unas páginas de este enciclopedista que a diferencia de la obra de los philosophes franceses más que romper con el pasado, trataba de recopilar los saberes tradicionales.

No le falta humor a la escritora que retrata en sus más nimios detalles la personalidad del tal Jakob, llegado al lugar a mediados del siglo XVIII y sembrando el escándalo con sus irreverentes prédicas (en una especie de aplicación de la tendencia de cuanto peor, para la humanidad, mejor para la llegada del salvador: el incesto permitido, la sodomía y la poligamia también, ningún problema para comer cerdo o pan no kosher…), hasta el punto de ser considerado por algunos como el Lutero del judaísmo, y de sus epígonos, destacando la constatable contradicción que se da en este caballero que nadando en la abundancia lleva una vida frugal , de pobre de solemnidad, y que concilia la fe con las transgresión como forma de alcanzar una verdadera unión entre vida y virtud, entre lo humano y lo divino y facilitar la llegada del Mesías (es decir de él mismo); como tampoco se le escapa de las manos el control de la diseminación de historias, de hilos argumentales, y de medios para llevar adelante su retrato panorámico (conversaciones, cartas, disputas teológicas, tanteos hermenéuticos y los saltos por encima de fronteras con las consiguientes particularidades nacionales… se mueve así la historia en el ámbito de la novela histórica pero con una extensión hacia lo reflexivo que hace que las lecciones y cavilaciones alcancen el rango de universalidad y cierta actualidad. Si digo esto último es debido a que las reflexiones que se hacen acerca de las condiciones propicias para el nacimiento de fenómenos de este tipo y los aspectos contextuales (en un escenario en el que las disputas de ortodoxias y heterodoxias varias en las filas del judaísmo no dejan de bullir) que facilitan su extensión son francamente aleccionadores, del mismo modo que algunas posturas utilizadas por los rabinos judíos acerca de los crímenes rituales que cometían sus adversarios, los frankistas, al cabo de los años sería aplicado a ellos mismos, en puesta en acto de aquello que dijese Karl Marx, en la senda hegeliana, de que la historia se repite como tragedia y como farsa.

Un mundo en el que las luchas inter-religiosas dominan el panorama y las conversiones van a la par que las variaciones del líder mesiánico, lo que provoca franco malestar en quienes ven mermadas sus filas o, al contrario, originando satisfacción en quienes veían que las suyas engordaban… y vemos la difusión del frankismo más allá de su lugar de génesis y desarrollo inicial por los lares de Turquía, Grecia, Ucrania, Rumanía, Alemania y las estancias en diferentes capitales (Smirna, Lwow, Varsovia, Viena y otras cuyos nombres ha cambiado el paso del tiempo); paseamos igualmente por diferentes aldeas, y si los caminos del señor son insondables en esta ocasión resultan palpables en sus olores, colores y hasta sabores, que se amplían en la medida en que se amplía las zonas de influencia de la secta nombrada. La travesía que propone Olga Tokarczuk no se realiza con patitas de paloma sino que avanza con la potencia de una apisonadora, que pisa fuerte allá por donde camina, lo que se traduce en los análisis de las disquisiciones y razonamientos entre diferentes vertientes del judaísmo y sus respectivos líderes, cuyas interpretaciones y enseñanzas eran bien conocidas por Jakob, sirviéndose de ellas (con la influencia decisiva, como queda señalado, del herético del siglo XVII, Sabbataï Tsevi) para dándoles su sello personal ampliar su influencia y difusión no solamente entre el pueblo llano sino también entre gentes de honda cultura, lo que le llevaba a codearse con los sectores cortesanos, a ser admirado más también vilipendiado y perseguido a sangre y fuego, encarcelado durante más de una decena de años, igual que sus fieles seguidores y sus herederos.

No me corto a la hora de repetirme al decir que la fantasía y la imaginación de Tokarczuk otorgan un aire de magia a hechos y personajes no inventados sino reales, lo que hace que a lo largo de la lectura nos sintamos aprehendidos por lo maravilloso, sello que casa como guante en mano con el ambiente en el que se desarrollan las historias… en esta magna obra que presenta ciertos aires de familia con los clásicos textos de historia de las mentalidades, en un ritmo alborotado que coincide con el alboroto de lo narrado, que toma el pulso de una manera realmente original del estado de la ciencia y otros saberes, de la religión, de la sociedad y de pensamientos alucinados que alucinaron al menos a quince mil fieles del tal Jakob Frank.

No quisiera finalizar estas líneas sin mencionar el exigente y respetuoso trabajo de los traductores, Agata Orszeszek y Ernesto Rubio, quienes en una nota final desvelan la necesaria fidelidad que han guardado con la que la propia Olga Tokarczuk mantuvo con respecto al habla de la época visitada.

La novela fue galardonada con el Premio Nike, galardón polaco, en 2015; finalista al premio Femina extranjero 2018, incluido entre los cien mejores libros del año 2018 por la revista Lire, recibió el premio Jan Michalski de literatura del mismo año al igual que el premio Transfuge a la mejor novela europea; en fin, el placer de la lectura que es completado con las reproducciones de diferentes grabados tomados en su mayoría de las colecciones de la Biblioteca Ossolineum de Wroclaw…

Por Iñaki Urdanibia.

La escritora demuestra con esta novela de clara vena histórica que es una corredora de fondo y lo digo por el tema abordado y por la profundidad y rigor con que lo hace. Centrando su mirada en las andanzas del rabino y astrólogo Jacob Frank (1726-1791) que tenía pretensiones de ser la encarnación del mesías, la escritora abarca a su paso el escenario sobre el que se despliega la vida y las ideas de tan singular e influyente personaje, cuya sombra desbordó los límites del judaísmo que es en el seno del que nació, mostrando dentro de esa misma comunidad una clara tendencia heterodoxa, que seguida por sus discípulos originó una escisión sectaria que reivindicaba el frankismo (no confundir con otro de nombre similar). El puntilloso seguimiento de este singular personaje nos arrastra al conocimiento del fenómeno mesiánico que en aquellos tiempos de Ilustración estaba en boga en las filas judías, que por otra parte sufrían ciertos cambios debidos a factores económicos.

El que avisa no es traidor y ya en la portada se señala con meridiana claridad a quienes es susceptible de llegar el libro: Memorial para los sabios, reflexiones para mis compatriotas, instrucciones para los laicos, distracción para los melancólicos, como se puede observar el abanico es amplio y no le falta razón ya que ciertamente en las páginas casan a la perfección la prosa y las historias que se deslizan acompañadas de datos y rigor sin par. Estoy refiriéndome a «Les Livres de Jacob o el gran viaje a través de siete fronteras, cinco lenguas, tres grandes religiones y otras menores» (Les Éditions Noir sur Blanc, 2018).

Se puede aplicar al libro aquello de que el tamaño no importa si nos referimos la estampida que pueden provocar el volumen de la obra con mil páginas pasadas, al mismo tiempo que puede considerado una bendición en la medida en que desde la primera página a la última nos vemos entregados a una locuaz e infatigable Sherezade que enlaza las mil y una historias que se van sucediendo en base a datos y documentos históricos y una desbordante imaginación sin cuento. Siete libros (de la niebla, de la arena, del camino, de la cometa, del país lejano y de los nombres) y treinta y un capítulos van dando cuenta de las andanzas alucinadas del nombrado Jakob y acompañándole las tradiciones, las creencias, los textos considerados sagrados como el Zohar y un amplio cúmulo de personajes.

Al hablar del siglo XVIII lo primero que viene a la mente son las Luces, les Lumières, la Ilustración, Aufklärung o el Enlightenment – dependiendo de la geografía -, más de aquel sapere aude y la invitación kantiana de superar la minoría de edad, caminaban a la par, en la sombra, algunas tendencias basadas en la superstición, la superchería y en los valores de la heteronomía que impedían a los humanos alcanzar su autonomía; es el caso, pues Jakob era un hereje para con su religión que provocó un cisma, y un tránsfuga de libro (de Libros podría decirse) ya que del judaísmo acabó en el cristianismo tras haber pasado por el islam (no está de más tener en cuenta que la obra se sitúa en una época en la que las tres religiones de Libro convivían en tierras polacas, tras los pogromos de los cosacos rusos en el siglo anterior, como no está de más tampoco que en los tiempos retratados el lugar era considerado un verdadero paraíso para los judíos). Era considerado como un mago que se movía al margen de la ley, libertino, convencido de que él era el Mesías y con tal megalómana pretensión surcó las tierras europeas, siempre con el propósito de que su pueblo viviese en seguridad y que fuese respetado como lo eran los demás.

La escritora va retratando al personaje y todo conduce a pensar que estamos ante la creación de la imaginación calenturienta de la autora del libro, mas de ninguna de las maneras ya que el personaje existió y la magia que rodea a Jakob responde a la realidad de su aura que se ve brillar en medio de situaciones trágicas, maravillosas y en geografías que nos son presentadas con indudable tino (bulliciosos mercados, artesanos, los extensos campos en los que se desarrollan los primeros amores, las bodas, los textos dichos sagrados, su profundo estudio, los momentos de devota oración, y su enseñanza a los niños del lugar… risas y llantos).

Desde las primeras páginas nos vemos envueltos, casi podría decirse que empapados, por las historias, por la puntillosa descripción de los personajes, de los núcleos urbanos con su arquitectura, con sus edificios y las vestimentas de sus habitantes, y el naturalismo sobresaliente con que son presentados los paisajes, y en medio de este escenario y estos protagonistas dispares (rabinos, obispos, gente del pueblo llano…) se perfila una clara impronta de la lucha contra la opresión, muy en especial de las mujeres y de los extranjeros, y no menos los resabios de rebelión frente a los dogmas impuestos de la religión, de la cultura y de la política. Ya en el capítulo cuarto aparece uno de los personajes de indudable peso en la novela, el padre Chmielowski que se erige en el primer autor de una enciclopedia polaca, mostrando una honda confianza en el poder de la literatura como forma de conocimiento, erigiéndose en una rara avis que defiende cierta forma de ilustración en medio de un ambiente absolutamente dominado por las creencias religiosas, en un escenario en el que la lucha entre la luz y las tinieblas está en primera línea, siendo un eje que atraviesa geografías y fronteras. Es difícil no gozar con las ingenuas enseñanzas y conclusiones que se exponen en unas páginas de este enciclopedista que a diferencia de la obra de los philosophes franceses más que romper con el pasado, trataba de recopilar los saberes tradicionales.

No le falta humor a la escritora que retrata en sus más nimios detalles la personalidad del tal Jakob, llegado al lugar a mediados del siglo XVIII y sembrando el escándalo con sus irreverentes prédicas (en una especie de aplicación de la tendencia de cuanto peor, para la humanidad, mejor para la llegada del salvador: el incesto permitido, la sodomía y la poligamia también, ningún problema para comer cerdo o pan no casher…), hasta el punto de ser considerado por algunos como el Lutero del judaísmo, y de sus epígonos, destacando la constatable contradicción que se da en este caballero que nadando en la abundancia lleva una vida frugal , de pobre de solemnidad, y que concilia la fe con las transgresión como forma de alcanzar una verdadera unión entre vida y virtud, entre lo humano y lo divino y facilitar la llegada del Mesías (es decir de él mismo); como tampoco se le escapa de las manos el control de la diseminación de historias, de hilos argumentales, y de medios para llevar adelante su retrato panorámico (conversaciones, cartas, disputas teológicas, tanteos hermenéuticos y los saltos por encima de fronteras con las consiguientes particularidades nacionales… se mueve así la historia en el ámbito de la novela histórica pero con una extensión hacia lo reflexivo que hace que las lecciones y cavilaciones alcancen el rango de universalidad. Si digo esto último es debido a que las reflexiones que se hacen acerca de las condiciones propicias para el nacimiento de fenómenos de este tipo y los aspectos contextuales (en un escenario en el que las disputas de ortodoxias y heterodoxias varias en las filas del judaísmo no dejan de bullir) que facilitan su extensión son francamente aleccionadores, del mismo modo que algunas posturas utilizadas por los rabinos judíos acerca de los crímenes rituales que cometían sus adversarios, los frankistas, al cabo de los años sería aplicado a ellos mismos, en puesta en acto de aquello que dijese Karl Marx, en la senda hegeliana, de que la historia se repite como tragedia y como farsa.

Un mundo en el que las luchas inter-religiosas dominan el panorama y las conversiones van a la par que las variaciones del líder mesiánico, lo que provoca franco malestar en quienes ven mermadas sus filas o, al contrario, originando satisfacción en quienes veían que las suyas engordaban… y vemos la difusión del frankismo más allá de su lugar de génesis y desarrollo inicial por los lares de Turquía, Grecia, Ucrania, Rumanía, Alemania y las estancias en diferentes capitales (Smirna, Lwow, Varsovia, Viena y otras cuyos nombres ha cambiado el paso del tiempo); paseamos igualmente por diferentes aldeas, y si los caminos del señor son insondables en esta ocasión resultan palpables en sus olores, colores y hasta sabores, que se amplían en la medida en que se amplía las zonas de influencia de la secta nombrada. La travesía que propone Olga Tokarczuk no se realiza con patitas de paloma sino que avanza con la potencia de una apisonadora, que pisa fuerte allá por donde camina, lo que se traduce en los análisis de las disquisiciones y razonamientos entre diferentes vertientes del judaísmo y sus respectivos líderes, cuyas interpretaciones y enseñanzas eran bien conocidas por Jakob, sirviéndose de ellas (con la influencia decisiva del herético del siglo XVII, Sabbataï Tsevi) para dándoles su sello personal ampliar su influencia y difusión no solamente entre el pueblo llano sino también entre gentes de honda cultura, lo que le llevaba a codearse con los sectores cortesanos, a ser admirado más también vilipendiado y perseguido a sangre y fuego, encarcelado durante más de una decena de años, igual que sus fieles seguidores y sus herederos.

No me corto a la hora de repetirme al decir que la fantasía y la imaginación de Tokarczuk da un aire de magia a hechos y personajes no inventados sino reales, lo que hace que a lo largo de la lectura nos sintamos aprehendidos por lo maravilloso, sello que casa como guante en mano con el ambiente en el que se desarrollan las historias… en esta magna obra que presenta ciertos aires de familia con los clásicos textos de historia de las mentalidades, en un ritmo alborotado que coincide con el alboroto de los narrado, que toma el pulso de una manera realmente original del estado de la ciencia y otros saberes, de la religión, de la sociedad y de pensamientos alucinados que alucinaron al menos a quince mil fieles del tal Jakob Frank.

La novela fue finalista al premio Femina extranjero 2018, incluido entre los cien mejores libros del año 2018 por la revista Lire, recibió el premio Jan Michalski de literatura del mismo año al igual que el premio Transfuge a la mejor novela europea; en fin, el placer de la lectura que es completado con las reproducciones de diferentes grabados tomados en su mayoría de las colecciones de la Biblioteca Ossolineum de Wroclaw…

Por Iñaki Urdanibia.

+ En el bosque de los Sudetes

«Viajé por las tierras que hizo el hombre-niño

de hombres y mujeres eran mundos

horribles cosas vi actos sin nombre

que cuestan de creer de tan inmundos»

(William Blake)

La sombra de tal zona geográfica recorre, al modo del Guadiana, la escritura de la escritora polaca. Lo que afirmo puede verse con absoluta claridad en su «Sobre los huesos de los muertos» (Siruela, 2016), novela, que toma pie en un verso de Blake: guía tu arado sobre los huesos de los muertos) en la que somos llevados al corazón del bosque en donde conoceremos la flora y especialmente la fauna: corzos, jabalís, zorros, murciélagos, gavilanes, palomas torcaces, zorzales, escarabajos, petirrojos, etc., y es que la sensibilidad con respecto a la naturaleza es notoria en la propia escritora, militando desde hace una quincena de años en los Verdes, y nada digamos en la protagonista de esta novela que se desarrolla por los pagos del thriller; y a través de éste somos llevados a conocer distintas posturas que cohabitan, y se enfrentan, en aquellos lugares, en los que unos se dedican a la caza, a pesar de que la veda esté en vigor, y también al trampeo, lo que revienta a Janina Duszejko, una ingeniera de puentes que hubo de dejar tal empleo debido a cuestiones de salud, para dedicarse a la enseñanza hasta que ciertas restricciones en la organización y presupuestos en el ramo hizo que fuese despedida, lo que hizo que se trasladase a un pueblo sin nombre que con anterioridad se llamó Luftzug (Corriente de aire), en las cercanías de Kladsko y de la frontera checa, nombre con el que se seguía conociendo coloquialmente, en donde se dedicaba al mantenimiento de las casas, muchas de ellas vacías durante gran parte del año, hasta que sus propietarios llegaban de Varsovia a pasar el verano; pocos eran los que allá, lugar alejado e inhóspito por el viento y la nieve al por mayor y en que la falta de señal telefónica era moneda corriente, pocos, digo, eran los que habitaban durante todo el año, entre ellos la señora nombrada, que al final fue contratada por una escuela de una población cercana, Kotlina, para dar clase de inglés, y otras disciplinas como manualidades, a los niños. No resulta exagerado señalar ciertos tenues aires de familia entre esta señora y la Elizabeth Costello de Coetzee, en lo referente a la personalidad fuerte de ambas y a sus posicionamientos intempestivos.

La lucha de la señora contra los cazadores y muy en concreto de los furtivos le hace enfrentarse a ellos sin cortarse ni un pelo, y denunciarles ante la policía que le escucha a regañadientes, considerándola una locatis de tomo y lomo; los funcionarios policiales de deshacen de ella con buenas palabras que van acompañadas de una inatención a sus denuncias y hasta con cierta complicidad con los cazadores, furtivos y otras yerbas… la vida es así por aquellos lares, plagados de torres de caza que eran conocidos como púlpitos y que tanto recordaban a las garitas de los campos de concentración, qué se le va a hacer; algo similar le sucede a la mujer cuando denuncia ante el alcalde los males que causaban los coches de rallies que estropeaban las pistas molestaban a los animales del bosque, además de polucionar el limpio aire de aquella exuberante naturaleza (la señora mordaz establecía una relación entre la grandeza de los vehículos con la pequeñez del pene de los propietarios; convencida por otra parte de que los hombres con el tiempo padecían de una dolencia que denomina autismo testosterónico).

Si la mujer era mirada con desconfianza como si de una chalada integral se tratara, nada favorecía su imagen las hipótesis que exponía convencida de que los muertos que aparecían en el bosque eran causados por la venganza animal (en apoyo de tal tesis una vista por juicios medievales en los que un enjambre de abejas fue denunciada y excomulgada, no presentándose las acusadas al acto de condena; o una gallina condenada a ser quemada por haber puesto unos huevos de colores muy llamativos… y más casos que expone en la segunda de las cartas que dirige a la policía: pp.: 168-169); según ella las huellas alrededor de los cadáveres se veías huellas de corzos lo que mostraba que habían tendido una emboscada a los asesinados: Pie Grande es el que abre la cohorte desde la primera página, el cuerpo del trampero fue hallado, dando la impresión de que la cusa de la muerte era que se le había atragantado un hueso del animal que comía; el cadáver fue hallado por nuestra dama y por otros habitante de aquellos lares, Pandedios (no está de más indicar que la mujer bautiza a todo dios con los nombres que según ella responden a las características de los nombrados, calculadas según las fechas de nacimientos y los signos del horóscopo, hábito al que añadía otro criterio a la hora de clasificar a los humanos según las coletillas de su lenguaje: así el señor Aparentemente, el señor Generalmente, la señora Probablemente, el señor Joderla señora ¿ o no?verdadcomo si, etc.), cuyo hijo era policía que lucía un llamativo e inconfundible gabán negro, la señora le conocía como Abrigo Negro. Al primer muerto, seguirá el hallazgo del cadáver del Comandante, y más tarde la desaparición, tras haber soltado a los zorros que criaba en su granja, de un hombre de negocios, y pufos, el Gandul, del que casi un mes después se hallaría su cadáver comido por los zorros; no acaba ahí la colección , ya que tras una noche de fiesta de disfraces, apareció muerto el presidente de la asociación de recolectores de setas; coincidía que todos los muertos eran cazadores y notorios maltratadores de animales, esos sí, paradójicamente bajo el patronazgo de san Huberto… que arrepentido dejó de cazar. Si la causa defendida por Janina Dujzezko dejaba atónitos a quienes le escuchaban, no era menor la estupefacción cuando mostraba su fe en el horóscopo que según ella daba cuenta de la personalidad de cada cual y hasta explicaba las muertes y las actuaciones de personajes históricos (Stalin, Hitler…) o de hechos como la guerra de Corea y otros. El retrato de la señora quedaría incompleto si se ignorase su admiración, hasta lo obsesivo, de William Blake, cuya presencia se deja ver en cada comienzo de capítulo de la novela, y en cuya traducción ayudaba a un joven que había sido alumno suyo, Dioni (Dinonizy), que colaboraba con algún trabajo provisional con la policía hasta que se le rescindió el contrato.

Escamada ante la inoperancia de la policía para averiguar los casos de los fallecidos que para la señora eran claros asesinatos, ella emprende su particular investigación… Por medio de las andanzas de la señora iremos conociendo los rasgos del lugar y de algunos miembros de aquella comunidad (el cartero, el dentista, las visitas a la tienda Buena Nueva, un entomólogo que llega por allá y que parece quedarse para siempre en casa de Janina, la escritora Cenicienta, el médico dermatólogo Alí, el librero checo Honza, el inolvidable padre Susurro y sus prédicas que eran pura apología de los beneficios de la caza, o los recogedores de setas boletus), con claros tintes de denuncia al poco respeto para con los animales y la naturaleza en general… y unas reflexiones que se van salpicando acerca de la educación como domesticación con el fin de lograr adultos en la sociedad biempensante, sobre los individuos como meras tuercas en manos del Estado, y con la guía o compañías del nombrado Blake, el Quijote o Dante; con el segundo de ellos no cabe duda de que puede ser comparada la tenaz señora que está dispuesta a hacer justicia y luchar contra los molinos de viento que dominan los aires del lugar… contra viento y marea y con apariciones de las muertas de quienes nota su presencia: su madre y su abuela… mas siempre con los pies en el suelo y, eso sí, bien limpios ya que – según su propia confesión – ya está en edad de ser llevada en cualquier momento al hospital.

+ Un país llamado Antaño

La novela publicada en 2011 por Lumen, cuyo título es «En un lugar llamado antaño» (1996), la escritora nos lleva a Prawiek, un lugar que a la vez es un no-lugar pero que representa todos los rincones de la dolorida Polonia, y nos conduce desde la primera guerra mundial hasta el presente, con el protagonismo de tres generaciones de campesinos, y las referencias míticas y las leyendas locales que guían a los pobladores de la zona, en esa Polonia que ha cambiado de dueño en tres ocasiones en los dos últimos siglos de agresiones, invasiones, despersonalizaciones y de los consiguientes levantamientos que han tratado de poner freno a los poderosos intrusos, son esos cambios precisamente los que hacían hablar – como señalé en el anterior artículo – a Alfred Jarry refiriéndose al país como ninguna parte.

La empresa que acomete la escritora en doscientas páginas y pico es presentar la historia de su país durante el siglo pasado, en clave mítica y construyendo una verdadera obra épica. Lugar, que como queda señalado, es un lugar imaginario del que, sin embargo, los habitantes emigran a nombres que dan cuenta real de países no imaginarios sino reales como Brasil, Croacia, Italia, etc. Y allá conservan el recuerdo y el nervio del país abandonado con la historia que se les enseñó en las escuelas, en unos relatos que más se asemejaban a los sueños que a cualquier forma de racionalidad y realidad, pues todo y todos se mueven pero Antaño permanece. La novela se ve acompañada por el paso del tiempo (el del amor, el del sufrimiento, el de la muerte), por los dioses y los ángeles protectores, siendo notable la temporalidad interior que hace que el mundo se interprete desde dicha interioridad y la imaginación que de ahí se destila. Objetos como símbolos y como recuerdos del pasado y su evolución y algunos personajes, que como los elefantes, van a morir a un lugar determinado: en este caso algún soldado alemán del mismo modo que otro ruso van a morir al pueblo en cuya invasión habían participado, yaciendo en éste sin tumba reconocida como si se trataran de monumentos al soldado desconocido. Aquel país era semejante, en macro, a las grandes avenidas por las que avanzan diferentes transeúntes, y por él habían campado las huestes del zar, las tropas germanas y las hondas huellas de la solución final que los nazis instalaron, en grandes proporciones, en tierras polacas, luego los dichos comunistas, y… nuevas políticas, nuevos jefes y valores.

Se ha hablado de realismo mágico en el caso de esta novela y no parece que la cosa sea un desatino, pues los límites sobre los que se mueven los protagonistas de las historias son borrosos en lo que hace a lo mágico y lo real, siendo lo primero deudor de leyendas, mitos, de las creencias, y de supuestos poderes que perteneciendo a desaparecidos se encarnan en los vivos, para bien o para mal. Un abogado que se niega a morir del todo, al menos en lo que hace a su espíritu, un hombre malvado que habita vigilante en los bosques, una virgen e Jezkotle que protege a los lugareños, un laberinto encantado regalado al señor de la población por un rabino y unos cuadros de cuatro ángeles – Gabriel, Miguel, Rafael y Uriel – que vigilan las fronteras de Antaño y que si en cuenta se tiene la agitada historia de Polonia no parecen haber cumplido con excesivo celo su tarea ya que por allá pululan las almas en pena, los seres diabólicos , amén de las guerras constantes y otra serie de maldades.

Antaño se dice que es el centro del universo y está ubicada en el centro de Polonia y lo que sí que es cierto es que a través de las historias y fragmentos que se van entregando, con claros guiños a la real historia polaca, resulta posible trasvasarla a la historia de la humanidad: luchas, golpes de timón en las capas dominantes, y unos aires de permanente derrumbe; en medio de unas situaciones un tanto chirenes van avanzando las páginas en las que se nos relatan historias como la de un clérigo que pretende salvar al río de las numerosas ranas que lo pueblan, o un soldado soviético con tendencias de exaltación sexual que pretende aliviar con los animales del bosque, o una mujer que ama a los perros a la que persigue constantemente la luna, un rabino que tiene respuestas para todo o un aristócrata fatigado, Popielski, de su vida que se reúne con el anterior para jugar a un juego de mesa inventado por éste… y por encima de todo, un Dios ausente que guarda silencio y que parece estar cansado de los seres que ha creado y se dedica a otros menesteres, cercanos a la música celestial; y los humanos marcados por los acontecimientos violentos sufren el mundo acompañados por los animales… con una temporalidad que se deja fechar por las dos guerras que sacudieron el Viejo Continente y, muy en concreto, Polonia, con sus hombres movilizados, sus mujeres violadas, las ruinas dominando el paisaje urbano y los traficantes que se beneficiaban de la necesidad y de las carencias.

La novela que fue galardonada con el Man Broker 2018, no presenta problemas de lectura a pesar de los saltos temporales y del carácter fragmentario de las historias que se van entregando con medida dosificación y con unas descripciones, de los diferentes personajes que por las páginas deambulan, de una precisión que hace que casi los palpemos, y que compartamos sus sentimientos de dolor y de tristeza, sentimientos humanos, demasiado humanos, del mismo modo que somos llevados a sentirnos inmersos en la naturaleza , en una visión cuasi-panteísta que es la que postula Olga Tokarczuk.

N.B.: De los dos libros que he hablado el segundo está agotado. Es de esperar que tras serle concedido el premio Nobel, sea reeditado y las editoriales traduzcan otros títulos de la escritora.

Por Iñaki Urdanibia

La novelista, ensayista y psicóloga polaca (Sulechów, 1962) a quien se ha concedido el Nobel de literatura 2018, decidido en 2019 («por una imaginación narrativa que, con pasión enciclopédica, encarna el cruce de fronteras como forma de vida»), no es una mujer que se campanee de sus raíces, éstas son propias de las plantas (nada que ver desde luego con aquello que dijese Johann Peter Hebel y esperase Heidegger en su Serenidad: «somos plantas – nos guste o no admitirlo – que deben salir con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar fruto»), los humanos tienden más bien al desplazamiento, al nomadismo, a cumplir con su carácter de homo viator (en este caso mulier), y así más allá de los límites de su Polonia natal parece buscar tierra franqueando los límites del país del que el patafísico Alfred Jarry en su Ubu rey, dijese: los hechos se suceden en Polonia es decir en ninguna parte, y como si por bueno diese la ocurrencia, Olga Tokarczuk abre las ventanas y las puertas para conocer y en la medida en que conoce lo otro se conoce a sí misma, a su identidad flotante, ya que las relaciones del yo y el mundo son la base del conocer y del estar en él; de ello se sigue, al menos en el libro que leo, recién publicado por Anagrama: «Los errantes» el carácter derivante, rizomático y nómada, frente al sedentarismo, de la escritura de Tokarczuk; «a todas luces yo carecía de ese gen que hace que en cuanto se detiene uno en un lugar por un tiempo más o menos largo, enseguida eche raíces. (…) Mi energía es generada por el movimiento: el vaivén de los autobuses, el traqueteo de los trenes, el rugido de los motores de avión, el balanceo de los ferrys.

La obra, me resisto a calificarla de novela (y disiento en esto con la editorial que habla de «una novela única, ligera y honda a la vez, que indaga en las posibilidades del género para hablar sobre el cuerpo, el mundo y las estrategias siempre insuficientes con que intentamos cartografiarlos») ya que no lo es, se abre en crisálida y en una variedad de géneros que va de la narrativa propiamente dicha, a los flashes reflexivos o si se quiere filosóficos, la prosa lírica, las anécdotas… en una hibridación que nos hace derivar por los distintos registros con el denominador común de que la escritora no se mueve en medio de blandenguerías merengadas sino que su contundencia no le priva de dejar irrumpir medidas dosis de humor en situaciones francamente chocantes. El empeño constante por tratar de abarcar el mundo ( T.W.Adorno decía que el todo es la no-verdad) aun siendo consciente de la imposibilidad de hacerlo es, tal vez, una de las razones del cruce de géneros mentada, a la que en la medida en que se avanza en las páginas se ve el cuaderno de viaje que va engrosándose de nuevos materiales, anotaciones, apuntes, relatos en los que, precisamente, el viaje constituye el corazón de la travesía que no se empecina en buscar salidas sino que se detiene en paladear lo vivido, en la misma medida en que el bueno de José Bergamín dijese que si uno se empeña en buscar la salida del laberinto acabará por no conocerlo (por cierto, es a lo que parecían dedicarse las ratas del laboratorio de la facultad de psicología en la que estudió la mujer, animales que en vez de seguir las incitaciones de Pávlov, según cuenta); y ya que la tenaz observadora que es la escritora siempre en viaje, hace que resulte imprescindible el recurso a diferentes mapas que se ofrecen (de algún parque parisino, de Nueva York, de San Petersburgo, Argelia, China, de Rusia, de mares, de Jerusalén y… hasta el mapa de las odiseas del Odiseo homérico); en este y también el el carácter fragmentario de las historias narradas su quehacer no está alejado del propio de W.G. Sebald. Viajes propios y ajenos (tras la pista de los Marco Polo o los Cook) para esta perseverante mujer que no se cansa de observar, con una mirada afilada y que había cursado sus estudios en una facultad de psicología que había servido de sede a un destacamento de los SS, y que fue construida sobre las ruinas del gueto judío, y que dice sentirse afectada por un síndrome que – según afirma se ajusta como un guante a la psicología del viaje- y que denomina Síndrome de Desintoxicación Perseverante que no es más que una variedad del Síndrome del Mundo Cruel que le empuja a viajar por el mundo geográficamente hablando y por el mundo de los noticiarios de los mass media en busca de caros singulares, extraños, patológicos a los que vuelve una y otra vez… «en esencia la conciencia consiste en regresar una y otra vez a ciertas ideas o, incluso, en buscarlas compulsivamente», y en confirmación de tal senda nos ofrece un surtido de historias, con referencias a personajes y hechos históricos, y a sus propios viajes en los que no pierde detalle que resulte, de un modo u otro, digno de ser subrayado.

El periplo comienza con tonos autobiográficos en los que presenta sus filias y sus fobias, presenta la vida de sus progenitores y la suya propia en el desempeño de diferentes ocupaciones, (en una manufactura internacional, kelly en un hotel, camarera, vendiendo libros y billetes, encargada de vestuario en un teatro, en una biblioteca, y algunas tareas terapéuticas, tras acabar la carrera, que le condujeron al convencimiento de que ese no era su camino, que «quien busque un orden que evite la psicología […] La psique es un objeto de estudio muy resbaladizo»)… y así optó, afortunadamente, por el oficio de escribir, del que no se priva en señalar sus serios problemas: « todo aquel que en algún momento haya intentado escribir una novela sabe lo duro que es ese trabajo [para el que se ha de ir ataviada] con delantales de carnicero, calzada con botas de goma, empuñando un cuchillo de destripar»… y la marca de la casa queda ya señalada: si el otro decía filosofar con el martillo, Olga Tokarczuk escribe con un afilado cuchillo y en su presentación se muestra puntillosa hasta el punto de ofrecernos, no solo su aspecto físico y su fisonomía en general, sino hasta su análisis médico pormenorizado. Y del mismo modo que subraya el reduccionismo de una personalidad = una persona, debido a los múltiples factores que influyen, la misma regla la aplica a la observación del mundo y sus habitantes en su complejidad.

El libro que obtuvo en 2017 – traducido diez años después de su publicación original en Polonia – el Premio Man Booker Internacional, avanza saltarín (tomando tal carácter hasta referido también a personajes y hechos de los siglos pasados; no se detiene tampoco ante las fronteras temporales) en sus casi ciento veinte entradas a modo de capítulos que derivan por muy diferentes temas en una marcha por tierra, mar y aire, que surca diferentes pagos geográficos, históricos, culturales, siempre en el centro de una realidad, actual o pasada, ya que no son las elucubraciones metafísicas lo que le preocupa a la errante Tokarczuk, sino los desplazamientos y cambios de escenario y las transformaciones y cuitas de los personajes que desfilan por los relatos, con la constante de dar que pensar, y hasta a verse sumergido en las aguas del desasosiego, en la onda de aquella aseveración de Kafka de que los buenos libros son aquellos que son como puñetazos en la cara; si se sigue esta valoración kafkiana Los errantes que tenemos en la mano son de los grandes libros que nos inquietan y que como si se desarrollasen bajo el influjo de una baile de san vito narrativo que nos lleva de un lado para otro sin posibilidad de escape, lo que hace que si no es por un costado, por otro recibiremos el golpe de los sentimientos tocados… ya que de todo hay en este libro misceláneo, que amaga a derecha para golpear por la izquierda.

Historias familiares, de amores tardíos, cartas de personajes históricos, visitas a museos varios, amores y desamores con clamorosos reencuentros, un ser mutilado que se relaciona por medio de cartas con su pierna conservada para tal menester, coleccionistas de reproducciones de modelos de cera, de seres extraños y compradores aristocráticos dispuestos a arramblar con toda la colección de seres conservados en tarros de formol, intercalando algunos hechos más sonados, aunque parezcan un tanto delirantes como el traslado del corazón de Chopin a su Polonia natal, en un tarro de vidrio oculto en las enaguas de su hermana; el relato que da nombre al volumen es francamente reseñable en la medida en que presenta las escenas de una madre con su hijo enfermo y su marido con la mente desequilibrada por la guerra… periplo por la capital de Rusia, soportando en el metro los berridos de una insultante dama, y encarándose con Cristo en búsqueda de respuesta, llegando al convencimientos que éste es también un ser derrotado y… como hilo que atraviesa las páginas un yo, que en la relación con tú y nosotros, a veces fantasmagóricos, y con el ver que es conocer, se va consolidando el yo como ser humano más logrado. En compañía con las imprescindibles guías que envejecen con rapidez y con el Moby Dick que no envejece en la lucha contra el monstruo, sin abandonar los resabios, inciertos en la solidez del yo, de Cioran. Ya de niña contemplando el río Odra llegó al convencimiento, que no le ha abandonado en su manera de enfrentarse con el mundo y con su escritura, de que: «siempre sería mejor lo que se movía que lo estático, que sería más noble el cambio que la quietud, que lo estático estaba condenado a desmoronarse, degenerar y acabar reducido a la nada; lo móvil, en cambio, duraría incluso toda la eternidad».

No pasaré lista, pero en lo que hace a escritores polacos, servidor se ha centrado de manera especial en los tres mosqueteros (Witold Gombrowicz, Bruno Schulz y Stanislaw Witkiewizs) de la vieja guardia, y algunos más recientes como Adan Kovacsics, Stalislaw Lem, Slawomir Mrozek, la poetisa Wislawa Szymborska, Czeslaw Milosz, o en otro registro el irrepetible Ryszard Kapuscinski… y no paso lista, en la que , desde luego y a fuer de sincero, no entraba la escritora a la que ahora he leído, como de ello dejé constancia este mes que ahora acaba con motivo de la concesión de los premios Nobel de Literatura de este año, y del pasado, por lo que únicamente dedicaba el artículo a Peter Handke….

Pues bien, leído este libro y habiéndome resultado de franco interés, me pongo a leer algunos otros que tiene publicados en castellano y que me habían pasado desapercibidos… pero es que a todo no se puede llegar; también acabo de hacerme con una obra mayor suya en francés, y si digo mayor es amén de por su extensión (mil páginas) por su amplitud y variedad de las historias presentadas. Así pues continuará.